Capítulo XXXIX: Confusión

Había demasiada comida como para saciar el hambre que sentía en ese momento, también había dos regalos más y cuando lo abrió no pudo asombrarse por lo que venía dentro, era la hoja que le había dado en segundo año, aunque como era obvio ella no se había dado cuenta que había sido él.

Recuerdos vinieron a su mente sobre una tarde en su casa cuando estaba haciéndole travesuras el elfo domestico de su familia, alcanzó a escuchar una conversación de su padre con lo que supuso era uno de los mortífagos del Señor Tenebroso. Lo había escuchado fuerte y claro, lo que soltarían en Hogwarts para acabar con los impuros y no merecedores de la magia era un Basilisco.

Él sabía lo que era y lo que hacía, al ser un Slytherin de cuna, siempre le habían interesado las serpientes, su padre le había regalado un libro gigante cuando había cumplido 9 años y lo había leído de principio a fin en tan solo 2 semanas.

El Basilisco había llamado su atención más que ninguna otra serpiente porque como el libro lo decía era "El Rey de las serpientes", su veneno era uno de los más letales que se conocía y su mirada petrificaba a quien la viera.

Había llevado ese libro consigo a Hogwarts ese año. Y la había visto por días ir a la biblioteca y leer todos los libros que había ahí sobre todas las cosas posibles que petrificaran a las personas, pero no había tenido éxito.

Luego de la petrificación de Colin y Justin, en verdad temía por ella, pero no podía decírselo a nadie, ni siquiera a ella. Pensó en hablar con Snape pero aunque siempre lo había protegido sabía que no haría nada en contra del Señor Oscuro y mucho menos si era para salvar a los Sangre Sucia.

Por eso esa noche había decidido decirle de alguna manera lo que rondaba en Hogwarts, solo para que ella no fuera la siguiente víctima. La había visto pasar a la biblioteca a hurtadillas y con un espejo en la mano, supuso que era para cuidar su espalda, lo cual solo le ponía más difícil el seguirla sin que lo viera, pero logró hacerlo, y cuando se había levantado de su mesa para tomar más libros había dejado la solitaria hoja que había arrancado de su libro con la clave escrita en ella "tuberías".

La vio leer la hoja una y otra vez y finalmente sus ojos se habían iluminado y se había levantado para salir a toda prisa de la biblioteca, pensó que era para decirle a los estúpidos de sus amigos, así que después de que ella había salido también salió él.

Lo próximo que escuchó fue que Hermione Granger había sido llevada a la enfermería porque había sido petrificada como los demás. Se había llevado las manos a la cara y había maldecido de mil formas, se sentía tan culpable por eso y no sabía cómo lo remediaría, era solo un niño de 12 años y no podía con todas las cosas que sentía en ese momento.

Estaba escuchándola ahora ahí en la cocina pero no podía prestarle atención completamente, todas esas imágenes habían venido a su cabeza y las sensaciones que había experimentado hacía 5 años, la había vuelto a sentir como en ese momento.

No lo pensó, no asimiló lo que estaba a punto de hacer solo de repente se lo dijo:

-Fui yo.

Vio como ella se quedó pasmada y la comprendió completamente porque él mismo se había quedado inmóvil luego de caer en cuenta de lo que le había dicho. No podía echarse para atrás y decirle que era una broma, eso le parecía realmente patético. Así que se lo contó, no con todos los detalles pero le explicó por qué lo había hecho.

Conforme avanzaba en el relato veía como ella se asombraba más y más y en su cara aparecían gestos que no podía descifrar, por eso cuando llegó a la parte donde había escuchado el rumor de que la habían petrificado no pudo más:

-¡Por Merlín di algo!

Quería en verdad que le dijera algo, que le gritara que había podido evitar que pasara tantas noches petrificada en la enfermería, y no solo eso, que le gritara que por su culpa habían petrificado a otros más que no tenían la culpa, pero no, no le dijo nada de eso.

Solo le cuestionó sobre el porqué lo había hecho, le parecía inverosímil que la hubiera ayudado si se la pasaba todo el día insultándola y recalcándole que la odiaba, era ahí cuando le había confesado que le había llamado la atención desde el inicio, que en verdad le dio coraje cuando la habían mandado a Gryffindor y no a Slytherin… con él.

Y eso solo fue en un inicio, cuando se enteró que era una Sangre Sucia había perdido toda esperanza con ella, pero eso no le había bastado a su estúpida cabeza, porque seguía pensándola y seguía sintiéndose mal cada vez que la insultaba.

Le gritó que sí, que la odiaba por demasiadas cosas, sobre todo porque no podía quererla. Le narró lo que había pasado esa fatídica noche en su casa, cuando Él casi lo había matado por no poder matarla a ella y para finalizar esa confesión le había dicho que la quería.

No lo había pensado, solo se lo había dicho, y ahora que lo había dicho por fin en voz alta, parecía que a partir de ahora se había vuelto real. Ahora parecía petrificada de nuevo, no veía que moviera ni un musculo y su respiración parecía demasiado tranquila, solo vio que las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, no sabía lo que pasaba por su cabeza, quizás lo insultaría, lo mandaría al demonio o algo similar, y sabía que lo merecía.

Pero no, solo corrió a abrazarlo y eso lo reconfortó de una forma inimaginable, él también la abrazó, ella recargó su cabeza en su pecho y le había dicho que también lo quería, que lo había querido por demasiado tiempo igual que él a ella.

Su corazón desbordaba alegría, antes algunas de las chicas con las que había salido le habían dicho que lo querían, pero jamás lo había sentido real y jamás se los había dicho a ellas y ahora sí, el "te quiero" que había salido de sus labios se había sentido cálido y real.

Ninguno de los dos dijo nada, solo se quedaron abrazados, no sabía en que estaba pensando ella, pero el solo recordaba las noches que había ido a hurtadillas a verla en la enfermería, el nudo que se le había hecho en el estómago la primera noche que la había visto petrificada, y ese primer beso que había depositado en sus labios hechos como de piedra, porque la noche que lo hizo pensó que iba a ser la única forma en que podría besarla.

Después de unos minutos abrazados, ambos se separaron, él la besó y pudo sentir sus labios cálidos regresarle ese beso, no como aquella triste noche, cuando estaban tan fríos como un tempano de hielo.

Hablaron de cómo había terminado Harry con el Basilisco mientras los dos comían un poco de la comida que había en la mesa.

-¿No vas a leer la nota o a abrir el otro regalo?

-Cierto, lo había olvidado.

Terminó de comer el ultimo bocado y leyó la nota que le había mandado la profesora McGonagall. Sus ojos se abrieron un poco más de lo habitual, pero no denotaba tanta sorpresa. Cuando terminó de leerla le tendió la mano para que él también pudiera leerla.

Un poco sorprendido la tomó en sus manos y comenzó a leer:

Esta hoja la dejó el profesor Dumbledore, el señor Potter la tomó cuando usted estaba petrificada en la enfermería. Fue gracias a este pedazo de papel que venció al basilisco. No fue arrancada de ningún libro de la biblioteca de Hogwarts, y la letra que señala "tuberías" no es la suya ni la de ninguno de sus amigos.

A veces las personas actúan de forma errónea pero no es porque lo quieran así solo es difícil cambiar algo con lo que se ha crecido durante toda la vida.

Tenga un buen Cumpleaños señorita Granger.

Pd: la letra es del señor Malfoy.

Terminó de leerla y no podía creer que el profesor Dumbledore supiera desde segundo grado lo que pensaba realmente, lo inquietaba demasiado. Y por lo visto ahora también lo sabia la Profesora McGonagall.

-O sea que si no te hubiera dicho que había sido yo quien te dejo la hoja, lo hubieras sabido igual por ella.

-Pero fue mucho mejor saberlo por ti.

Sonrió y eso fue suficiente para que él sonriera también.

-Eso fue demasiado metiche de su parte.

Eso era verdad, ella no tenía ningún derecho a decirle que había sido él quien había dejado esa hoja sobre su mesa.

-No digas esas cosas, debió tener sus razones para hacerlo.

Como ella seguía sonriendo, a él no le quedó de otra que hacerlo también. Se sentía bien estar tan cerca de ella aunque solo estuvieran conversando y él estuviera un poco molesto por la intromisión de la profesora.

-¿Abrirás el otro?

Le señaló la pequeña caja negra que estaba en el borde de la mesa.

Abrió la pequeña caja y ahí sí pudo ver la sorpresa en su cara, más que sorpresa parecía una mueca de auténtico miedo.

-¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

Había echado una mirada rápida a la caja pero no pudo ver nada, eso solo lo inquietaba más.

-Si… es solo que… no sé cómo lo ha conseguido.

Su voz sonaba realmente nerviosa y esas palabras no le decían absolutamente nada.

-¿Qué te regaló Snape?

Desde que había visto ambas cajas sabía que esa caja era de parte de Snape, parecía que no tenía otras diferentes, su anillo se lo había regalado en una caja exactamente igual.

-¿Cómo sabes que fue Snape?

-A mí me ha dado obsequios en cajas exactamente iguales.

-Iré a mi habitación.

Se había puesto de pie y en verdad se dirigía a la puerta de la cocina. Ya estaba por abrirla cuando la alcanzó a tomar por el codo y la hizo girarse hacía él.

-¿Me dejarás con la maldita duda?

-Tu no quisiste hablarme de la marca tenebrosa, yo no tengo que hablarte de esto.

Fue todo, no podía refutar eso. Abrió la puerta de la cocina y la escuchó subir las escaleras rumbo a su habitación.

No sabía qué demonios había pasado, como habían pasado de estar abrazados diciéndose que se querían a estar enojados nuevamente.

¿Qué le había mandado el maldito de Snape?

¿Era algo relacionado con él?

No entendía nada, pero ni siquiera se desgastó en subir a gritarle, sabía que había insonorizado la puerta y él no podía entrar en esa habitación. Entonces maldiciendo una y otra vez fue a la biblioteca y tomó el primer libro que encontró, era otro que le había prestado Granger, después de haber leído "Drácula" había comenzado a leer "Entrevista con el vampiro", ese era interesante, parecía que los Muggles tenían una extraña fascinación por los vampiros.

Así que con la esperanza de que pasara su mal humor, comenzó a leer. Aunque sabía que no sería fácil, en ese momento en verdad que quería asesinar a Snape, no sabía que le había mandado, pero eso había ocasionado que pelearan de nuevo.

¡Maldtio Snape!


Estaba oscureciendo en Hogwarts, y ahí sentado en el escritorio del director un poco inquieto estaba Snape. No sabía si había hecho bien, pero parecía que era lo indicado. Cuando Granger le había dicho lo que decía la nota del guardapelo se había propuesto encontrarlo y destruirlo, no había sido difícil dar con él. En una de las reuniones en casa de los Malfoy vio como Bellatrix lo tenía justo en su cuello.

Había sido demasiado difícil poder robarlo, pero logró hacerlo. Cuando lo tuvo en sus manos quería destruirlo más que cualquier otra cosa en ese momento. Había sido por ir a buscarlo que Dumbledore había regresado tan débil aquella noche.

Centrar su coraje en ese objeto ayudaba a sentirse un poco mejor, pero sabía que tarde o temprano el final hubiera sido el mismo, con o sin guardapelo. Vio lo ornamentado que era, no podía abrirse. Pero él sabía cómo hacerlo. Ser la mano derecha del Señor Tenebroso tenia demasiadas ventajas, aunque también era demasiada responsabilidad, en alguna conversación que habían tenido, le había dado a entender que las cosas que tenía guardadas la cerraba con lengua pársel, más que los hechizos, la real barrera era que nadie hablaba ya esa lengua.

Claro que eso había sido antes de descubrir que Potter también lo hacía.

Hablar pársel era un don, no era como aprender un idioma cualquiera, pero por suerte él estaba tan cerca del Señor Tenebroso, que ya sabía distinguir algunas palabras, y no solo eso sino que había estado probándolas con algunas serpientes.

Después de que robó el guadapelo, había escuchado que Bellatrix había sido castigada de forma monumental, cuando la vio no tenía nada diferente físicamente pero algo en ella había cambiado, y obviamente había sido para mal.

Sentía un poco de remordimiento pero no el suficiente como para regresárselo. Así que hacía apenas una semana había decidido destruirlo. Había ido a la misma cueva a donde había ido Dumbledore y Potter a encontrarlo, estando ahí le había ordenado que se abriera, cuando lo hizo no sabía que esperar en realidad, por eso lo sorprendió demasiado ver surgir sombras negras que parecían remolinos y de pronto se transformaban en lo que parecía la silueta de una persona. Cuando en las sombras pudo distinguir la figura de Lily supo que era el momento.

Puso su varita en alto y con la voz firme y fuerte conjuró un Fiendfyre.

El fuego maldito surgió de la punta de su varita y arremetió contra las sombras que emergían del guardapelo. Retrocedió a la entrada y cerró la puerta de roca, esperó afuera lo que parecieron horas, recordando la imagen de Lily surgir de esa cosa, él estaba consciente de que no era ella, pero verla de nuevo había surtido un efecto devastador y enervante al mismo tiempo dentro de él.

Cuando supuso que era tiempo suficiente, abrió de nuevo la puerta y encontró el guardapelo tirado a unos metros de donde lo había dejado, lo enfrió con un hechizo y lo guardo en su túnica. Se dirigió de nuevo a Hogwarts y lo guardó en el escritorio de Dumbledore. Porque para él seguía siendo su oficina.

No lo había sacado hasta esa mañana cuando lo había puesto en la caja para mandárselo a Granger. Esperaba que con esa prueba terminara de confiar en él, porque sabía que solo así haría que Potter confiara también.

Sentado ahí se había puesto a pensar en lo mucho que había cambiado Hogwarts, la mitad de los estudiantes ya no estaban, lo cual había obligado a que las cuatro casas tomaran la mayoría de las clases juntos.

Las clases también habían tomado otro rumbo, la mayoría se enfocaba a enseñarles las artes oscuras para saber cómo emplearla. Los pocos que quedaban de Slytherin estaban encantados, pero las demás casas no.

Aunado a todo eso estaban los Carrow, se encargaban de la disciplina y cada día castigaban a más y más alumnos por negarse a practicar las maldiciones en sus propios compañeros. Ginny Weasley estaba castigada por lo menos 2 veces cada semana y eso no le sorprendía, a veces la acompañaba Lovegood y Lognbottom.

McGonagall le había dicho que se volvería a formar el Ejército de Dumbledore y que entrenarían en la sala de menesteres, se lo había dicho porque confiaba en él y porque era el único que podía evitar que los Carrow los descubrieran. Por eso cada semana le pasaba los horarios de entrenamiento donde ella misma formaba parte para que él mantuviera los mantuviera alejados.

Ya no se parecía en nada a Hogwarts, había pensado en renunciar al puesto de director, en verdad le asqueaba ver todo lo que había cambiado, pero Minerva no se lo había permitido, sabía que la segunda al mando seria Bellatrix y eso no le convenía a nadie, solo era por eso que seguía sentado ahí, al mando de lo que había sido su hogar durante prácticamente toda su vida.

Haberle mandado el guardapelo había sido difícil, no sabía si sería suficiente, por eso adjunto una botella de cristal explicándole esa y otras cosas que tenía que saber. Esperaba que ese mismo día una lechuza apareciera en su oficina con la respuesta que esperaba.