Lisa salió del ascensor apurada para encontrar el baño donde debía cambiarse. En el trajín de llegar a tiempo a la reunión, en un inicio no divisó el grupo de siete personas que también se aproximaban al lugar pero desde el otro extremo del corredor. De lejos ella no reconoció a ninguno, por lo que supuso eran tripulación del SDF-3. Estaba por ingresar al baño cuando escucha una voz suave con acento inglés que la deja petrificada.
–¿Lizzie? –pregunta el hombre casi en un susurro.
–¿Karl?
El tiempo se detuvo para ambos. Karl Riber no esperaba reencontrarse con Lisa Hayes allí. La observaba y no salía de su asombro. Delante de él había una mujer completamente diferente a la que hace años dejó en la Tierra. La Lisa que él recordaba todavía tenía un cuerpo que no se había desarrollado por completo. Era más hueso que músculo, y si bien sus curvas femeninas eran exquisitas, ahora lo que tenía frente de sí eran mucho más marcadas y sensuales. La ropa casual que Lisa tenía puesta, ayudaba a remarcar sus maduros atributos femeninos. Tenia puesto unos cómodos leggins negros que revelaban sus atleticas piernas y el curvado de sus caderas. También sus pechos eran más exuberantes de lo que Karl recordaba. El top negro al cuerpo con un escote sugerente, revelaban de manera natural los atributos de Lisa Hayes. Karl Riber la observaba anonadado, shockeado, sorprendido y demasiado nervioso de lo inesperado de este reencuentro con una mujer que resultó ser mucho más atractiva de lo que él la había idealizado todos estos años.
La última vez que Riber había visto a Lisa, ella vestía una delicada pollera floreada y un simple top blanco al cuerpo que acentuaba su incipiente busto. Si bien todo el conjunto sugería sus crecientes formas femeninas, también le daban en ese entonces una impronta inocente y angelical que había quedado en el subconsciente de Karl todos estos años pensando en Lisa Hayes como un icono de pureza y perfección. Pero lo que sus ojos estaban viendo ahora mismo despertaba una oculta y perturbadora lujuria que lo había descolocado por completo provocando un huracán de sensaciones inesperadas en su interior.
El cabello color miel de Lisa estaba atado en una cola de caballo y tenía puestas unas zapatillas deportivas negras que usaba para correr todas las mañana. Vestida todo de negro con ropa casual le daban a Lisa una impronta mas juvenil y despreocupada, diametralmente opuesto a la rectitud que irradiaba cuando lucia su uniforme de almirante.
Mientras Lisa le sonreía timidamente a Karl, ella lo observaba tratando de descubrir al joven del cual ella se enamoró perdidamente. Tenía frente a sí, a un hombre con expresión dura y ojos tristes. Lisa adoraba en su juventud acariciar las mejillas de Karl y mientras pasaba su mano de una mejilla a la otra, su entonces novio le besaba y chupaba tiernamente sus dedos creando un cosquilleo en ella, despertando en su cuerpo adolescente a la mujer que afloraba en su interior. Pero ahora esas suaves mejillas estaban ocultas tras una abultada barba que escondía al Riber tierno y cariñoso que lograba con suaves toques durante sus apasionados abrazos encender en la intimidad de Lisa un fuego ardiente que la consumía.
Por un segundo Lisa sintió su cuerpo convulsionar como cuando era adolecente mientras los ojos grises con tono azulado de Karl la miraban con deseo y melancolía. En su juventud ella se había enamorado de un alto y delgado Riber. Tanto él como ella, estaban en ese entonces dejando atrás la adolescencia. El aspecto más aniñado del pasado, ahora daba lugar a un hombre maduro, corpulento, musculoso y varonil. Veinte años y muchos sacrificios estaban tatuados en la piel curtida de Riber, dándole un aspecto completamente diferente al joven idealista del que Lisa se había despedido hace dos décadas atrás.
–Estás más bella de lo que recordaba –dijo casi sin pensarlo Karl Riber. Ante este cumplido, Lisa Hayes se ruborizó. Ella se sentía más vieja, no más bella, pero la sinceridad en el inconfundible tono de voz de su antiguo prometido la puso inexplicablemente bastante nerviosa.
–¡Karl, no puedo creerlo! Estoy sorprendida –dijo despertando de su parálisis inicial provocada por el shock de reencontrarse con un Riber muy diferente al que ella recordaba.
Ambos se quedaron un largo tiempo mirándose en silencio. Absorbiendo a la persona que tenían enfrente, comparándola con la persona que habían tenido en la mente durante tantos años.
–¿Estás acompañando a tu padre, Lizzie?
–¿Qué?
–¿Viniste al espacio junto al Almirante Hayes?
Lisa lo miraba perplejo. No entendía bien qué quería decir Karl refiriéndose a su padre. Donald Hayes había muerto frente a sus ojos mientras le pedía perdón a su hija el terrible día que la Tierra sufrió la Lluvia de la Muerte.
–¡Almirante Hayes! –se acercaba a paso acelerado la asistente de Lisa–. Su uniforme ya se encuentra listo en el baño junto a un bolso para que pueda guardar allí su ropa.
–Gracias Teniente, puede retirarse –contestó Lisa con su característica pose de autoridad cuando se dirigía de manera correcta pero firme hacia un subalterno.
Karl la miraba escéptico.
–¿Almirante?
–Si –sonrió de manera tenue, Lisa Hayes. De golpe era como si se hubiera teletransportado al pasado, comportándose como una adolescente tímida y enamorada.
–¿Todo este tiempo cuando alguien hablaba sobre Hayes, se estaban refiriendo a ti?
–Seguramente. Hace más de 12 años que me dieron ese cargo –dijo Lisa con una media sonrisa. Karl tenía sus ojos abiertos de par en par completamente sorprendido–. Dejame adivinar…, seguro decían que Hayes era exigente, que se ata demasiado a las reglas, que exige lo máximo en cada batalla y que no admite errores. Ja, ahora que lo pienso creo que me he convertido en un calco de mi padre. Puedo entender porque pensabas que estaban hablando de él cuando en realidad me estaban describiendo a mi –dijo en tono de burla.
–No puedo creer que te convirtieras en Almirante –decía con admiración un Karl que aún no salía de su asombro.
–Bueno… –dijo Lisa encogiéndose de hombros–, te dije que me uniría a la RDF para lograr reencontrarme contigo en Marte, y al final lo conseguí… –agregó con una suave sonrisa–. Logré llegar a Marte… –dijo solemnemente–, pero ya no estabas allí… –remató con voz temblorosa bajando su mirada.
Se quedaron quietos. El nudo que se había formado en la garganta de ambos al reconocer sus diferentes destinos a raíz de la prematura separación que la pareja tuvo que enfrentar los dejó a los dos sin habla.
–¡LISA!
Un fuerte grito al final del pasillo los sacó a ambos de su ensueño. Al levantar la mirada, la Almirante Hayes observa una muy efusiva Miriya Parino corriendo a su encuentro. El paso de los años era menos evidente en los zentraedi micronizados que en los humanos. Miriya Parino Sterling vestía un uniforme de Coronel, y aún tenía un largo cabello verde, pero en lugar de llevarlo suelto, lo tenía atado en una cola de caballo que mantenía casi intacto el aspecto juvenil y combativo que distinguía a su amiga alienígena. La última vez que se habían visto fue hace 12 años, antes de que Hayes partiera en su expedición a bordo del SDF-2. Miriya se interpuso entre Karl y Lisa, dándole un fuerte abrazo a su vieja y entrañable amiga.
–Es increíble Lisa, estás igual. Incluso creo que pareces más joven.
–Jaja, Miriya no exageres. Quizás sea por la ropa que llevo puesta. Pero definitivamente no estoy más joven, eso puedo asegurarlo. ¿Vas a participar de esta reunión?
–Si. Yo estaba al mando del escuadrón Águila, involucrado en el rescate. Me comentó Max que tu hija estaba enferma. ¿Cómo se encuentra? –preguntó Miriya en tono de preocupación.
–Por suerte se está recuperando bien –suspiró Lisa luego de tantos días en tensión–. Por eso decidí unirme hoy al intercambio.
–Que alivio –sonrió sinceramente la meltrán.
Mientras ambas mujeres conversaban, Karl Riber decidió alejarse para ingresar junto a su grupo a la reunión. Todavía estaba procesando el hecho que Lisa Hayes, su pequeña y delicada Lizzie era la Almirante Hayes, jefa máxima de toda la flota. Nunca imaginó que el máximo responsable de toda la flota que firmaba los documentos cómo Almte. Hayes no fuera el cascarrabias Donald Hayes a quien Riber había llegado a respetar e incluso a temer, sino su frágil y delicada hija.
Pero cuando Karl escuchó a Lisa dirigirse a la Teniente, era como si su bella y suave Lizzie se hubiera transfigurado, transformándose en una réplica de su padre. Incluso el tono corto y conciso le recordó a Karl la forma de expresarse de Donald Hayes pero con la voz de Lisa.
Riber también se alteró cuando escuchó que la Coronel Parino mencionó a Lizzie su inquietud por la salud de su "hija". Para Karl fue como recibir un balde de agua helada, devolviéndolo a la realidad. La Lisa Hayes que se encontraba frente a él era una persona completamente diferente a sus recuerdos. Casi una extraña. Súbitamente una agridulce amargura lo invadió.
Lisa se despidió de Miriya para dirigirse al baño a cambiarse de ropa. Cuando la Almirante Hayes sale nuevamente al pasillo, ya estaba completamente desierto. Todos habían ingresado y seguramente la estaban esperando para iniciar.
Cuando entra ya las luces estaban más tenues y había muchas personas alrededor de la larga mesa, e incluso un segundo grupo rodeaba en una segunda fila al primero. Al parecer había mucha gente involucrada en esta misión.
Reconoció a todo su personal del SDF-2 que estaba situado del lado derecho de la mesa. Estaba presidiendo la reunión Vanessa Leed, su mano derecha y jefa máxima de inteligencia junto a su asistente en esa área, la Teniente Anderson. Frente a ellos, del lado izquierdo, había un Mayor y un Teniente, que seguramente sería el Mayor Stewart, responsable del departamento de inteligencia del SDF-3 junto a su propio asistente.
En el recinto también se encontraba su ex-esposo, el Coronel Jack Archer, Jefe del comando Aéreo del SDF-2, y responsable de adiestrar e implementar nuevas estrategias a todos los pilotos. Frente a Jack se encontraba su entrañable amigo, el General Maximilian Sterling, Jefe del Comando Aéreo del SDF-3, contraparte de Archer en la nueva nave. En un extremo reconoció a Karl, sentado con otros tantos, que llevaban uniforme del área científica. Enfrentados a Karl, se había sentado el Dr. Emil Lang y todo el equipo de científicos que viajaban junto a la Almirante Hayes en el SDF-2.
Cuando Lisa divisó a Max, ambos se saludaron mutuamente con una gran sonrisa. No se habían visto todavía, y tanto la Almirante como el eximio piloto devenido en General estaban felices de poder finalmente reencontrarse.
Solo quedaban dos lugares vacíos para poder sentarse. Uno libre entre Vanessa y Archer y otro libre entre Stewart y Sterling. Lisa se acercó a su Segunda al Mando para sentarse, mientras todos los presentes se habían parado y saludado con la venia a la máxima autoridad de la flota.
Lisa asentó con la cabeza el respetuoso saludo de ambas tripulaciones hacia ella. Cuando la Almirante se sentó, se dirigió casi en un susurro a Vanessa.
–¿Estamos esperando a alguien más?
–Si. Solo falta el Vicealmirante Hunter –contesta también en voz baja la Coronel Leeds.
«¡Rick! ¿Por qué viene hoy?», pensó Lisa casi en un ataque de pánico. Se estaba recuperando del shock que le había dado reencontrarse con Karl y ahora esto. Hayes tuvo que quedarse en el baño unos minutos respirando hondo intentando relajarse para lograr estabilizar el latido de su corazón por su fugaz encuentro con Riber. Definitivamente no estaba lista aún para tener frente a frente a Rick Hunter.
–...la frutilla del postre… –dijo irónicamente la Almirante.
Tendría a Jack, a Karl y a Rick juntos en la misma mesa, escuchando la desgrabación de una muy complicada misión, que seguramente tuvo momentos de mucha tensión como los que se viven en cualquier batalla. Todo el cuerpo de Lisa se endureció. Quizás venir a escuchar esta misión en lugar de esperar el reporte completo de Vanessa había sido un error. Su curiosidad pudo más. Siempre había querido saber la verdad sobre lo ocurrido a los desaparecidos en Marte y conocer cómo finalmente habían sido rescatados esta era una oportunidad para saciar esa curiosidad. Pero como dice el refrán, "la curiosidad mató al gato", o en este caso la curiosidad puso en aprietos al indeciso corazón de Lisa Hayes.
–Da la casualidad que el Vicealmirante estaba en una rutina de práctica para mantener vigente su status de vuelo, justo al momento del enfrentamiento con la nave enemiga –agrega Vanessa, queriendo aclarar las dudas de su amiga–. Aparentemente mientras piloteaba el viejo Skull Uno, Hunter no pudo "evitar" incorporarse al escuadrón que dirigía Miriya durante la misión. Para que reconozcas en las grabaciones las intervenciones que Rick tuvo en la misión, el puente del SDF-3 se dirige a él como Alfa Uno –acercándose más hacia Lisa, Vanessa termina agregando en voz baja–. Ya sabes como es nuestro querido piloto. No pudo evitar tener gran parte del protagonismo en esta exitosa misión.
Lisa no necesitaba saber cuál era el seudónimo de Rick. Podría reconocer su inconfundible voz en el TacNet, en una grabación, en un llamado telefónico o donde sea.
«¡Diablos, Rick! Exponiéndote a un riesgo innecesario en una misión tan peligrosa. ¡Voy a matarte Hunter!», mascullaba para sí misma Lisa. «Ese piloto cabeza hueca nunca va a cambiar. Ni siquiera el mando de Almirante logró apaciguarlo. ¿Cómo pudo tomar semejante riesgo? Se expuso ante la posibilidad de morir en una misión y dejar al SDF-3 sin Almirante. Uf, ¡qué tipo!».
De golpe se abre la puerta, y entra un muy serio Rick Hunter portando su traje de Almirante. Inmediatamente, la tripulación del SDF-3 es la primera en reaccionar saludando a su jefe con la venia, como habían hecho hace minutos cuando entró Lisa Hayes. Enseguida se le une la tripulación del SDF-3. Mientras Rick saluda muy respetuosamente con una leve sonrisa a todos los presentes buscando su lugar para poder sentarse, su mirada se detiene en unos ojos verdes que lo miraban intensamente.
