Los personajes de Ranma no me pertenecen, escribo esta historia sin ánimo de lucro y por el mero hecho de entretener

Lost in my memories

Capítulo 6


Taro abrió los ojos despacio, la claridad que entraba le molestaba bastante. Todavía le dolía muchísimo todo el cuerpo, sin duda ese tipo le había dado una soberana paliza, ¡a él! ¡Al temido Taro! ¿Cómo lo mirarían cuando regresara al bar? Intentó incorporarse con mucho esfuerzo, se tocó buscando sus costillas rotas, le costaba respirar, seguramente la última patada también le dañó el pulmón. Se dio cuenta de que estaba vendado ―¿Pero qué demonios? ―Vio que se encontraba solo, ¿dónde se habría metido Akane? Seguramente ella le había curado, como siempre hacía. Cuando intentó ponerse en pie entró la susodicha portando una palangana con agua fresca.

―¿A dónde crees que vas? Necesitas reposo. ―La chica dejó la palangana en el suelo y, tomando a Taro de los hombros, intentó que se tumbara de nuevo. A pesar de estar bastante herido, el chico se resistió.

―Te dije que no regresaras a ese antro ―habló serio.

—Ya discutimos eso, estaba preocupada, fin de la historia ―respondió ella mientras preparaba unas pastillas.

―¡No quiero que vayas allí, te lo he dicho mil veces! ¡Además…

Akane conocía de sobra el carácter de Taro y cuando se ponía así era mejor no hacerle caso ―Toma, es hora de tu medicación. ―Le abrió la palma de la mano y le puso unas pastillas.

―¿Qué es esto? ¿Quién te las ha dado?

Akane sabía cuándo se avecinaba tormenta ―Te las ha recetado el médico…

―¿¡Qué médico!? ¡El Dr Wú no está!

La chica de cabellos cortos cerró los ojos con fuerza ante el grito de Taro y volvió a abrirlos lentamente ―Pues… el que vino a atenderte… él te curó y me dio la medicación…

―¿¡Y cómo demonios has conseguido otro médico? ¡No habrás ido a buscar a…

Akane asintió sabiendo que la frase de Taro acababa en Shampoo. El castaño se llevó las manos a la cabeza ―¡No he conocido en mi vida a nadie más cabezota que tú, has regresado al Black Ahiru! ¡Y sola!

―No me vio nadie, entré por su ventana.

Taro se levantó con esfuerzo, quejándose del dolor y abrió una caja que tenía escondida donde guardaba el dinero que ganaba de las peleas, principalmente ―¡¿Esto es todo lo que nos queda?! ¡¿Le has pagado a un matasanos con nuestros ahorros?! ¡Además poniéndote de nuevo en peligro! ¡¿Qué coño vamos a hacer ahora?! ¡No solo tengo que cuidar de ti, también de mi hijo! ―bramó fúrico.

Akane comenzaba a sentirse bastante molesta y se lo hizo saber ―¿¡Y qué querías que hiciera!? ¡No tenías cuatro rasguños como siempre! ¡Estabas encendido en fiebre hasta el punto de delirar! ¡Me asusté! ¡Fui a buscar a Shampoo para pedirle ayuda porque no sabía a quién más recurrir y ella te consiguió el médico! ¡Ya saldremos adelante, como siempre!

―¡Akane, no voy a poder pelear en algún tiempo! ¡Ni siquiera sé si Mousse me va a dejar regresar! ¡Era nuestra mayor fuente de ingresos! ¡¿Por qué te empeñas en desobedecerme?!

La chica lo miró desafiante pero comenzó a llorar de pronto ―¡Deja de gritarme! ¡Creía que te ibas a morir!

Taro la observó con un nudo en la garganta ―Pero no llores… ―Se acercó a ella y la abrazó, aunque la soltó rápido al sentir la tensión en su cuerpo―. Malditas hormonas… ¿Es que no lo entiendes? Soy responsable de ti desde el momento en el que decidí que te quedarías conmigo.

―No tienes que hacerte cargo tú de todo ―dijo mientras se secaba las lágrimas.

Taro sonrió amargamente ―Espero que no me salgas de nuevo con lo del trabajo… Y ahora con más motivo te lo prohíbo, ¿quién crees que contrataría a una chica no sólo sin experiencia si no embarazada?

―Pero…

El castaño intentó incorporarse pero sintió un fuerte mareo que lo hizo sentarse de nuevo sobre el futón.

―¡Taro! ―gritó asustada.

―Estoy bien… solo necesito descansar…

―Tómate las pastillas ―suplicó la joven en un último intento.

El castaño hizo caso omiso a las palabras de Akane y se giró dándole la espalda. Odiaba sentirse débil, encontraría a ese extranjero y volvería a desafilarle. Nadie se burlaba así de él y salía ileso.

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Ranma llegó al cuartel puntual como siempre, al verlo entrar todos los allí presentes se pusieron de pie y le saludaron formalmente.

―Buenos días, coronel ―dijo Kirin. Ranma pasó de largo y se encerró en su despacho―. Tan simpático como siempre… ―murmuró mientras volvía a sentarse.

―No lo han traído hasta aquí por su simpatía ―respondió Ryoga que entraba en ese momento.

―Capitán, buenos días ―Kirin volvió a levantarse como si hubieran puesto un resorte en su asiento, Ryoga tocó en la puerta del despacho de Ranma y esperó a tener su consentimiento antes de abrirla.

―Si le han traído aquí es para que seamos sus niñeras ―dijo Saffron en voz baja―. Ya leíste su informe…

―O eso o le da un brote y nos liquida a todos ―respondió Kirin.

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―¿Qué quiere Hibiki? Estoy muy ocupado ―habló Ranma nada más verlo atravesar el umbral de su puerta.

―Solo le traigo los informes que pidió ayer, coronel. ¿Qué demonios le ha pasado? ―preguntó al ver los moretones de Ranma en la cara y los nudillos ensangrentados.

Tomó los informes y comenzó a ojearlos ―Necesitaba despejarme y me acerqué por el local de su amigo a tomar algo. ¿Y lo que falta? ―preguntó refiriéndose al informe que acababa de entregarle.

―Lychee se lo dará en un par de horas ―respondió sabiendo que no tendría una respuesta clara.

Desde que Ranma llegó a Shanghai con el que había tenido más trato había sido con Ryoga, quizá porque era lo más parecido a un compatriota que tenía alrededor, al ser de padres japoneses, no obstante, seguía sin terminar de confiar en él, francamente no confiaba en nadie ―Que sea en una hora ―puntualizó el hombre de la trenza.

―Se lo comunicaré ―Ryoga se dio la media vuelta para salir pero se moría de curiosidad por saber algo más así que no dudó en preguntar, volviéndose de nuevo hacia Ranma―. ¿Quién tuvo el infortunio de pelear contra usted?

Ranma levantó la vista del papeleo ―Mmm creo que se llamaba Baro, Maro, Taro… no recuerdo bien.

―Taro Ling, vaya… nadie le había vencido hasta ahora ―Ryoga sonrió de medio lado y a Ranma no le pasó desapercibido ese gesto. El hombre del colmillo pensó que en cuanto regresara a su despacho llamaría a Mousse para que le contara lo ocurrido y advertirle quién fue el hombre que peleó la noche anterior, había que tenerlo vigilado.

―¿Alguna otra pregunta que pueda resolverle? ―preguntó Ranma apremiando la salida de Ryoga.

―No, mi coronel. Estaré en mi despacho. ―Hizo el saludo correspondiente y se marchó.

Ranma cesó lo que estaba haciendo por unos breves instantes para rememorar la pelea de la noche anterior, hacía mucho tiempo que no encontraba un rival a su altura, a pesar de no haber tenido excesiva dificultad para vencerle, el tal Taro Ling le había encajado unos buenos golpes, desde luego su reputación era más que acertada. De pronto su mente se llenó de la imagen de la menuda chica morena de cortos cabellos y ojos avellana y de cómo bastaron unas palabras suyas para que a Ranma se le disipara toda la ira que llevaba contenida ese día en su interior. Sonrió al recordar cómo lo enfrentó, a él, que le sacaba al menos dos cabezas, sin embargo no percibió ni un ápice de miedo en su voz. Intentó centrarse en el papeleo, seguramente no volvería a verla, aunque Ryoga sabría cómo localizarla si era la novia de Taro. Pero qué haría cuando la encontrara, ¿se presentaría en su casa y le diría "perdona, no sé cómo lo haces pero necesito que estés a mi lado para no querer matar a todo el mundo" . Eso sonaba muy aterrador, así que lo dejó correr y se centró de nuevo en el trabajo.

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Pasados unos días Taro ya se encontraba mejor, era un chico muy fuerte y siempre se recuperaba bastante rápido, aunque bien era cierto que aún se quejaba al realizar ciertos movimientos, pero intentaba disimularlo lo mejor que podía.

—¡Tarooooo!

El grito de Akane hizo salir a toda velocidad al chico de cabellos castaños y ojos grises. La vio sentada en el suelo con las manos puestas en su vientre.

—¿¡Akane, qué ocurre!?

—Me… me duele mucho… —se quejó la joven.

—No seas quejica, tú no eres así, ven, ponte de pie. —El castaño la sujetó del brazo e hizo que se incorporara. Palideció al ver un pequeño charco de sangre donde la chica había estado sentada.

—¿Qué ocurre? —Lo conocía demasiado bien para saber interpretar cada uno de sus gestos y expresiones.

—No es nada, te llevaré al refugio para que te tumbes.

Akane miró al suelo y vio el charco de sangre —¿Qué es eso?, ¿estoy sangrando? —preguntó con un hilo de voz.

—No será nada… tú entra y yo iré a buscar a alguien que te pueda examinar, ¿de acuerdo?

La chica asintió pero estaba segura de que algo malo ocurría. Al cabo de una hora, Taro apareció con Shampoo y el mismo médico que lo atendió a él días atrás.

—Shampoo… —dijo Akane. La que había sido su mejor amiga se acercó y le tomó la mano.

—Akane, el doctor lo arreglará todo. Si quieres puedo quedarme…

La joven de ojos avellana asintió y le apretó la mano con fuerza. La necesitaba, sabía que ella hizo lo que hizo por miedo a Mousse. Se había sentido muy sola sin su amiga.

—Haga el favor de salir un momento —le pidió el doctor a Taro.

—No —contestó de manera brusca.

Shampoo se levantó e intentó razonar con él —Yo me quedaré con ella todo el tiempo, te lo prometo.

Taro la miró muy fijamente a los ojos, Shampoo se ruborizó al instante, sus sentimientos no habían cambiado pero después de lo ocurrido le era prácticamente imposible sostenerle la mirada durante mucho tiempo.

—Te hago responsable de ella, cómo le pase algo esta vez no seré tan indulgente contigo, ni aunque me lo pida Akane.

—Te doy mi palabra.

Taro salió y se cruzó de brazos. Esperó durante un largo rato hasta que por fin, Shampoo y el doctor salieron.

—¿Y? —preguntó nada más verlos.

—La chica está bien, pero ha perdido el bebé que estaba esperando, lo siento mucho —dijo el doctor.

Taro inhaló aire profundamente y cerró los puños con fuerza, ese bebé era lo único que podría retener a Akane y que no se fuera en algún momento con otro hombre.

—Taro, lo siento tanto… —Shampoo se acercó para abrazarlo pero cambió de opinión, no soportaría su rechazo una vez más.

—¿Cómo? —preguntó el castaño al médico.

El doctor suspiró —Es normal que lo haya perdido en su condición, está completamente desnutrida, su peso no es el óptimo y dudo mucho que estuviera tomando un multivitamínico para su estado, antes de las 12 semanas es común que haya pérdidas, sobre todo en chicas de su condición.

—¿Disculpe? —exclamó el artista marcial visiblemente molesto y ofendido—. ¿A qué se refiere con su condición?

El médico carraspeó —Me refiero a su peso, es evidente que está anémica, es conveniente que haga reposo absoluto de 24 a 48 horas y que necesite otra revisión en cuanto termine el sangrado. Después podrá hacer vida normal. Pueden ir al centro comunitario a que les ayuden con su planificación familiar si desean tener más hijos más adelante. Al ser tan joven se recuperará muy pronto.

El chico apretó los dientes con rabia, esa inconsciente se había quitado de la boca la poca comida que tenían para dársela a él mientras estuvo recuperándose.

—¿Cuánto?

—Yo correré con los gastos, es lo mínimo que puedo hacer, tú procura que ella coma —dijo Shampoo ―Estaba feliz de que su amiga no corriera peligro pero también porque aquello que iba a unirla a Taro para siempre no hubiera prosperado y se odiaba aún más por ese pensamiento tan mezquino y egoísta.

—No quiero deberle nada a nadie —respondió—. Hablaré con Mousse y buscaré otra alternativa para pagar los servicios del médico.

—Que beba mucha agua y que coma bien, es joven y fuerte a pesar de su delgadez. Esto no le impedirá tener hijos en el futuro, si lo desean. Y ahora si me disculpan, me están esperando en otro lugar. Señorita Shampoo… —susurró el médico al oído de la chica—. Ya nos pondremos de acuerdo para que me devuelva el favor que acabo de hacerle… —La chica sonrió coquetamente al doctor, esa sonrisa que automáticamente tenía para todos los babosos con los que tenía que tratar.

Inmediatamente Taro se puso entre ellos dos —Ella no paga mi deuda, encontraré la manera.

—Taro…

El doctor se irguió orgulloso y se alejó de allí. El castaño entró al refugio y encontró a Akane recostada en el andrajoso futón.

—Lo he perdido… —habló casi sin aliento.

—Lo sé —respondió secamente el joven.

—Sé que no ha pasado mucho tiempo desde que me enteré que estaba embarazada pero siento como si me faltara algo —La chica lo miró con ojos cristalinos.

—¿Por qué no has comido estos días?

—Yo… no podía dejarte solo. Cuando podía escabullirme ya no quedaba nada de la comida que desechan en el supermercado, Yan me ha dado algo de lo suyo pero apenas podía probar bocado, tenía un nudo en el estómago constante.

Taro resopló con fuerza —Has sido una irresponsable ―Akane lo observó sorprendida― ¡Ya te has desmayado varías veces por tu anemia! ¡Lo único que tenías que hacer era cuidar de que mi hijo creciera bien! ¡Yo me encargaba de todo lo demás!

Akane se puso en pie con una mano sujetando su vientre, aún estaba algo dolorida a pesar de la medicación puesta por el médico —¡¿Cómo puedes decirme algo tan horrible justo en este momento!? ¿¡Crees que no me siento lo suficientemente culpable para que encima vengas con esas!?

—¡Siempre estás más pendiente de todo el mundo antes que de ti! ¡Te lo advertí muchas veces! ¡En la calle solo sobrevive el más fuerte, no hay opción para los débiles! ¡Si yo no te hubiera acogido ya estarías muerta o en algún club vendiendo tus encantos por unas míseras monedas! ―Al ver la expresión horrorizada de Akane, Taro se dio cuenta de que acababa de volver a meter la pata―. Yo… no quería decir eso… no me hagas caso, por favor…

Akane enrojeció de rabia y frustración, bastante dolor cargaba, y no solo el físico, para tener que soportar la regañina sin sentido de Taro. Lo que él debía hacer era apoyarla en estos momentos, no echarle más mierda encima. Y no le valía de nada su disculpa, el daño ya estaba hecho —Esto jamás debería de haber pasado… —siseó entre dientes—. Yo no quería ser madre ahora mismo. Siempre he querido que mis hijos fueran fruto del amor entre sus padres y no de un… ―Akane se obligó a callar antes de poder decir algo que hiriera a Taro.

El castaño apretó los puños con rabia y sus iris grises se tornaron oscuros, aunque las palabras no hubieran sido pronunciadas sabía perfectamente a lo que se refería —¡Dilo! ¡De un revolcón por agradecimiento, ¿no?! ¡Era eso lo que ibas a decir!

Shampoo se atrevió a entrar alertada por los gritos ―Taro, por favor… Ella está convaleciente.

―No te metas en esto… ―habló sin mirar a la joven que dio un paso atrás.

—Olvida lo que te he dicho, ¿vale? ―Akane no quería ser cruel, no estaba en su naturaleza herir a las personas y menos aún a aquellas a las que quería pero se estaba hartando de que de vez en cuando le dejara caer que estaba viva gracias a haberla acogido, a pesar de haber descubierto lo mucho que él la quería, y no sólo de la manera que había conocido hacía poco más de un mes.

Taro se quedó sin palabras, sabía de sobra que Akane nunca lo había amado de la forma que él hubiera querido, pero escucharlo de su boca dolía demasiado —Si no lo querías por qué continuaste… —dijo finalmente—. ¿Era otro regalo de agradecimiento? ¿Condenarte a un hombre que no amas y criar a su hijo?

—¡Eres mi familia, maldita sea! ¡Lo único que me queda en la vida! ¡No era sacrificio quedarme a tu lado como siempre lo he hecho! ¡El bebé no tiene la culpa de nada! ¡Jamás se me pasó por la mente deshacerme de él! ¡Solo pido tu apoyo y esto es lo que obtengo a cambio! ¡Reproches y más reproches! ¡Siempre intentas cambiarme! ¡Yo soy así, Taro!

La chica rompió a llorar buscando un poco de comprensión pero el orgullo del joven estaba profundamente herido. Se dio la vuelta y salió del refugio con paso acelerado.

―Akane… Sabes que lo que te ha dicho no es cierto, ya le conoces, no se lo tengas en cuenta ―Shampoo se acercó y se sentó junto a la desconsolada joven, que posó su cabeza en el regazo de la chica de cabello violeta.

―Yo… no he querido hacerle… daño… ―contestó entre hipidos.

―Lo sé y él también, cuando regrese intentad hablar tranquilamente, verás como se solucionan las cosas ―Le hablaba mientras le acariciaba el pelo. Akane asintió.

―¿Te quedas… un rato.. conmigo?

―Claro que sí…

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Shampoo estaba en su tocador cepillándose el cabello y preparándose para la noche, aún continuaba aturdida por lo que acababa de pasar hacía escasas horas. Unos golpes secos en su ventana hicieron que se sobresaltara y perdiera el hilo de sus pensamientos. Se acercó cautelosa y la abrió de golpe cuando vio de quién se trataba.

—Taro, ¿qué estás haciendo aquí? —Sin mediar palabra el joven la sujetó de los hombros, la acercó y le devoró la boca. Shampoo se separó de él muy a su pesar, había añorado sus besos durante mucho tiempo, pero era obvio que estaba ahí por despecho, además, apestaba a alcohol—. ¿Por qué haces esto?, ¿qué pretendes? Si Mousse se entera de que estás en mi habitación te matará…

—Te necesito esta noche —dijo sin dejar de mirarla―. Mousse no me da miedo, no se va a enterar, he sido muy cuidadoso.

—¿Y qué pasa con Akane? Deberías estar con ella, acaba de perder a tu bebé —recalcó molesta.

Surtió efecto en Taro, soltó a la chica y se sentó en la cama, Shampoo hizo lo mismo.

—No creo que Akane quiera estar cerca de mí ahora mismo… Todo ha sido culpa mía, yo soy el que debería protegerla y mira lo que ha pasado… —Echó el cuerpo hacia delante y bajó la cabeza. Shampoo le acarició el cabello.

—No ha sido culpa de nadie, quizá ese bebé estaba destinado a no nacer por algún motivo —Taro se volvió hacia Shampoo y la abrazó con fuerza, ella se quedó estupefacta, sin saber muy bien qué hacer. El joven comenzó a besarle el cuello e hizo que ambos se tumbaran en la cama―. Taro… no deberíamos… ―. Él poseyó su boca antes de que terminara la frase, la chica quiso resistirse pero el tenerlo de nuevo allí era demasiada tentación, lo había añorado muchísimo. Ella lo amaba más que a nada en el mundo, haría lo que fuera por él y si la necesitaba en ese momento, la tendría.

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A pesar de haber hablado largo y tendido la relación entre Taro y Akane cada vez era más distante. Ambos intentaban actuar como si nada hubiera pasado pero la tensión podía cortarse con un cuchillo cuando estaban solos, lo que hizo que el castaño se ausentara cada vez más del hogar, incluso había noches que ni siquiera dormía allí. Akane se debatía entre la preocupación que tenía y la relajación de estar sola y no sentir esa tensión constante cuando él estaba en casa. Así que, esa mañana se levantó con un propósito en la vida. Ya estaba recuperada y había pasado suficiente tiempo a solas para poner en orden sus ideas. Necesitaba alejarse una temporada; pensó en Shampoo, en que ella la ayudara a buscar un sitio temporal donde quedarse pero sabía que se lo diría a Taro en cuanto él le preguntase. Yan tampoco era una buena opción, sería el siguiente al que fuera a buscar. Pensó en la señora Tang, ella alquilaba habitaciones, le había echado una mano unas cuantas veces en el negocio. Para nada quería hospedarse gratis, ella pagaría por su estancia.

Lo primero de todo sería ir al centro comercial, ya estaba harta de las prohibiciones absurdas de Taro, se vestiría con la ropa que Shampoo le regaló, se peinaría bien y pondría su mejor sonrisa, seguro que alguien le daba una oportunidad.

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Ranma decidió tomarse un descanso después de su sesión telefónica con el Dr Tofu, tenía una sensación extraña, se encontraba ansioso desde bien temprano pero no era la misma percepción de siempre. Decidió dejar a un lado el papeleo y pasarse por los entrenamientos de su equipo, incluso participar en ellos, un poco de ejercicio físico y mental no le vendrían mal, quizá hiciera desaparecer esa angustia que parecía acompañarlo desde primera hora. En cuanto abrió la puerta se topó con su secretaria.

—Disculpe coronel… La señorita "Konji" ha vuelto a llamar… —Ranma se tensó al escuchar ese apellido—. ¿Quiere que le pase la llamada esta vez?

—Es Kuonji y no —dijo con la voz a punto de quebrarse—. Si vuelve a llamar dígale que estoy en una reunión o lo que se le ocurra pero no me pase sus llamadas, ¿entendido?

—Sí, coronel…

En ese instante comenzaron a sonar todos los teléfonos a la vez.

—¿Qué ocurre? —La intuición de Ranma se activó, estaba seguro de que algo malo había pasado.

—¡Una explosión en el centro comercial, coronel! —Kirin hablaba atropelladamente—. ¡Todo indica que es un atentado! ¡La policía está en camino pero se requiere nuestra presencia!

Ranma sintió cómo un chute de adrenalina comenzó a recorrerle todo el cuerpo. Tenía órdenes de mantenerse alejado de situaciones conflictivas pero no iba a quedarse de brazos cruzados en su despacho.

—¡Movilice a todo el mundo! ¡Salimos ya!

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Cuando el ejército llegó se encontró con un escenario desolador, una espesa nube de polvo apenas dejaba ver el edificio, o lo que quedaba de él. Ranma parecía estar ausente, su cuerpo estaba allí pero su mente voló de nuevo hacia la guerra de Corea, su entorno parecía que transcurría a cámara lenta; gente saliendo del centro comercial, aturdida, con la cara desencajada por el miedo, ensangrentada, cubierta por el polvo, gritando y corriendo hacia todos lados intentando alejarse del lugar. Los miraba como si estuviera viendo una película y la cosa no fuera con él, al igual que el sonido de sirenas acercándose a toda velocidad hacia ellos, solo el llanto de una niña llamando a su madre lo hizo reaccionar, corrió hacia ella y se agachó con mucho sigilo para no asustarla. La niña estaba también cubierta de polvo, a simple vista, y para tranquilidad de Ranma, no apreciaba heridas graves en la pequeña, quizá un par de rasguños pero nada significativo.

—¡Mi mamá! ¿Dónde está mi mamá? —decía entre hipidos mientras se limpiaba la cara cubierta por las lágrimas, que apenas le dejaban ver al desconocido que tenía justo delante.

—Tranquila, la vamos a encontrar pero antes tengo que llevarte con esa señorita de allí, ¿de acuerdo? Iré a buscar a tu mamá —. La niña asintió y Ranma la tomó en brazos—. Lychee, hazte cargo. Tengo que hablar con el jefe de operaciones de la policía.

—Sí, mi coronel.

Ranma se dirigió raudo buscando al susodicho, no había tiempo que perder, cuando lo localizó aceleró el paso y, en cuanto estuvo a su altura se colocó delante, el policía al principio se extrañó pero enseguida reaccionó al ver sus galones.

—Soy el coronel Ranma Saotome, en este momento el ejército toma el control.

—Por supuesto… coronel Saotome… Soy el inspector Wang, el jefe de operaciones —. Era obvio que Ranma no le había agradado en absoluto.

—Acompáñeme mientras me pone al tanto de la situación —El Inspector le contó lo poco que sabía, puesto que habían llegado tan solo unos minutos antes. Ranma convocó a su equipo para estipular las órdenes—. ¡Evacúen el centro y las calles colindantes! —Se dirigió al inspector Wang—. Que la policía local cierre todos los accesos a esas calles —El hombre asintió enérgicamente—. ¡Que los guías caninos se pateen toda la zona con los perros especializados en la detección de explosivos! ¡Quiero un helicóptero controlando todas las inmediaciones desde arriba! ¿Los TEDAX están listos, inspector?

—Esperando sus órdenes, coronel.

—Bien, los quiero ya en la zona averiguando qué tipo de explosivo ha sido y si hay algún otro paquete sospechoso. A la judicial visionando las cámaras para ver quién o quiénes pusieron los paquetes y sólo, cuando se descarte la presencia de más artefactos explosivos, que intervengan sanitarios y bomberos.

—Entendido —Wang saludó a Ranma y corrió directo hacia su gente para cumplir lo antes posible sus órdenes.

—¡Seguramente haya gente atrapada así que no hay ni un segundo que perder, avisad a Hibiki, que reúna otro equipo y vengan hacia aquí cagando leches! —Fueron las últimas palabras del azabache antes de que su equipo se dispersara y se pusiera en marcha.

Cuando los TEDAX confirmaron que no había peligro de una nueva explosión, comenzaron las labores de rescate. Los equipos de emergencias auxiliaban a todo aquel que sacaban del centro comercial.

Ranma observó el edificio justo antes de entrar, o al menos lo que podía ver a través de la nube de polvo, no quedaba nada de la fachada principal, donde antes había una pared ahora sólo quedaban amasijos de hierros retorcidos y escombros por todos lados. Entró decidido, les habían advertido que tuvieran mucha precaución ya que podía haber riesgo de un nuevo derrumbe, su prioridad era buscar cualquier resquicio de vida. Su corazón latía desbocado, luchaba constantemente consigo mismo por no perder el control, tenía que demostrarse que había mejorado, que podía regresar a la acción sin ser un peligro para sus compañeros o para él mismo. Seguían sacando gente de los escombros. Cada vez que rastreaban una zona, la marcaban y continuaban por la siguiente. Al pasar por encima de una montaña de piedras y cascotes el azabache se detuvo en seco. De nuevo esa sensación de extraña calma, ¿por qué justo en ese momento? Se agachó para rastrear la zona, le llamó la atención un pilar que había caído pero no había llegado al suelo, se había quedado encajado en el amasijo metálico, se puso de rodillas y se asomó. Intentó agudizar la vista y pudo vislumbrar una especie de bulto, parecía una persona, la estructura le había servido de escudo. Con extrema rapidez quitó los escombros de alrededor y pudo meter medio cuerpo, lo suficiente para agarrar el bulto y sacarlo a la superficie, no le costó trabajo porque pesaba muy poco. Lo giró y comprobó que se trataba de una mujer, estaba inconsciente y cubierta de polvo, el cabello le cubría parte de su rostro.

―¡Oiga! ¡Señorita! ¿Puede oírme?

No hubo respuesta, lo que hizo inmediatamente fue buscarle la carótida para tomarle el pulso, cuando colocó dos dedos en el cuello de la mujer, le volvió a invadir esa sensación de paz interior que sólo había experimentado cerca de la chica morena de cabellos cortos, suspiró al comprobar que seguía viva. A continuación la tomó en brazos para que los servicios de emergencia la llevaran cuanto antes al hospital. Nada más salir del edificio, una camilla se acercó a él y depositó con mucho cuidado a la joven sobre ella, en ese instante sus cabellos dejaron su rostro libre y Ranma quedó boquiabierto, la reconoció de inmediato, era ella, la misma chica que se enfrentó con él hacía unas semanas, la misma que hacía que sus demonios interiores fueran casi inexistentes con su proximidad. Cuando vio que la camilla avanzaba hacia una ambulancia no se lo pensó, corrió hacia ellos y le preguntó a la enfermera de la unidad.

―¿A qué hospital la llevan? ―No podía perderla una vez más, necesitaba hablar con ella.

―Al Jiahui internacional ―contestó mientras le ponía oxígeno a Akane.

―Yo me hago cargo de esta chica, soy el coronel Ranma Saotome, llamen preguntando por mí para cualquier novedad, principalmente si la trasladan de hospital, ¿de acuerdo?

―Descuide.

Las puertas de la ambulancia se cerraron y Ranma volvió a sentir esa angustia y ese vacío que lo acompañaban constantemente.

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Pasadas lo que parecían 1000 horas y habiendo dejado todo bajo control, Ranma le pidió a Kirin las llaves del coche oficial para acercarse al hospital, antes pasaría por su piso a darse una ducha rápida y a ponerse un uniforme limpio. Se sentía extremadamente nervioso, no sabía qué iba a encontrarse al llegar, si aún seguiría con vida, qué le diría si recuperaba la consciencia… lo que sí tenía claro es que no iba a demorar más un encuentro con ella. Por fin sabría su nombre…

Preguntó en admisión en cuanto llegó, afortunadamente la enfermera había cumplido su palabra y apuntó a la chica como desconocida pero dando los datos de Ranma como la persona a su cargo. Le dijeron el número de su habitación y el azabache subió decidido. Cuando llegó la puerta estaba abierta, justo salía la doctora encargada de atenderla; una mujer alta de mediana edad, con la nariz ganchuda, extremadamente delgada, de cabello castaño oscuro recogido en un moño y pequeños ojos ambarinos.

―El coronel Saotome, supongo —dijo la mujer examinando a Ranma con cautela.

—¿Cómo se encuentra la chica? —Ni siquiera asintió confirmando su identidad, necesitaba saber que ella estaba bien.

—Está estable, le hicimos un TAC nada más llegar porque presentaba un trauma craneoencefálico y le solicitamos una analítica completa, salvo algo de anemia por lo demás todos los valores salen dentro de su rango. En un par de horas tiene programada una resonancia. ¿Puede decirnos su nombre?

—¿Aún no ha despertado? —preguntó preocupado.

—Sí… pero… no lo sabe…

Continuará…


Hola a todos! Madre mía cómo pasa el tiempo, ya estamos en diciembre, en breve vamos a empezar a comer turrón ñam ñam… Como os comenté en el capítulo anterior sólo por esta vez, en principio, subo este capítulo un viernes. La razón creo que ya la comenté, mañana me voy de viaje a Bristol y a los estudios Warner de Harry Potter. Estoy muy nerviosa! No me gusta nada el avión! Pero bueno, es un viaje corto así que lo aguantaré como pueda 😛

A lo que nos atañe, Qué os ha parecido mi capítulo de telenovela? Por fin Ranma y Akane juntos pero la protagonista no recuerda quién es ella… chan chan channnnnn. Ahora el título del fic ya os cuadra más, verdad?

Lo del bebé era inevitable que lo perdiera por lo que dijo el doctor, es muy difícil llevar a buen puerto un embarazo en esas condiciones. Y era normal también que Akane llegara a su límite con Taro y necesitara escapar de todo aquello. En fin, como os prometí a partir de ahora tendréis una dosis de Rankane, lo que no os voy a decir si será buena, mala o regular… jijiji

No me distraigo mucho más que tengo que organizar aún mil cosas. Muchísimas gracias por los reviews y por todo el apoyo que me brindais, de verdad que no sabéis cuán agradecida estoy. Mil gracias a mis betas que, como buena leo que soy me gusta el drama y ya les he dicho que si me pasa algo que ellas acaben el fic que ya saben todo lo que va a pasar, no han faltado comentarios que en fin… mejor que lo hagan bien o regresaré para amargarles las existencia. A mis locas que las adoro, os saludaré desde la fría UK. Ya se me congelan las retinas sólo de pensarlo. Baby! Ojalá podamos vernos allí, si no te espero en España, ya lo sabes.

Si no hay complicaciones la siguiente actualización será el 17 de diciembre. Nos leemos!

Sakura Saotome :)