VI- Algunas Miradas Ajenas.
Sala de Reuniones, Acorazado Estelar Temible
Orbita Baja sobre Coruscant
24 minutos para la Hora Límite
-Con el debido respeto, vicepresidente, opino que ceder al chantaje es un grave error. Si permitimos que se vaya, habremos añadido una nueva arma al arsenal de los Separatistas, un arma que podría costarnos la guerra. Ningún planeta, ni siquiera Coruscant vale tanto -dijo el Almirante Erassim kel Trachta, gobernador militar de Coruscant, a la imagen de Mas Amedda.
Desde la perspectiva del militar, la peculiar reunión estaba teniendo lugar a bordo de la nave insignia de la flota de defensa de Coruscant y el era el único presente en carne y hueso. El resto eran solo proyecciones holográficas creadas mediante los milagros de la tecnología, meras representaciones de los verdaderos individuos situados en puntos muy distantes del planeta o en otras naves en orbita en torno al mismo.
Sin embargo, la distancia no era un obstáculo para la comunicación holográfica y las reacciones a su declaración no se hicieron esperar. Mas Amedda enarcó una ceja de forma ominosa y Jocasta Nu, la representante de la Orden Jedi en ausencia de miembros del Consejo, endureció todavía más su expresión, pero al final fue C34-Lan "Tirofijo", un soldado clon que de alguna manera había ascendido hasta el rango de Almirante y que en ausencia de los generales Skywalker y Kenobi comandaba la Quinta Flota, quién respondió.
-No puedo negar que mi colega tiene al menos parte de razón. Sabemos y Grievous también sabe que Coruscant es un caso especial. Creo que el peligro de volver a sufrir un chantaje como este es pequeño. En mi opinión, el verdadero peligro es dejar que Grievous escape. Si atacamos ahora, podemos acabar con la cabeza pensante del ejercito de la Confederación. Sin embargo, es casi seguro que Coruscant sufrirá daños muy considerables a no ser que el enemigo se rinda al perder a su líder.
-¿Es posible que pase eso? -preguntó Amedda, claramente interesado.
-Posible, pero improbable. Los capitanes rebeldes, especialmente los Neimoidianos, se sentirán tentados, pero es probable que Grievous haya sellado sus ordenes en los ordenadores centrales de todas sus naves ante semejante posibilidad. Sabemos que desconfía de la lealtad de todos sus subordinados. Así, si las ordenes han sido selladas y la tripulación intenta rendirse, los droides de seguridad de a bordo les eliminarán y ejecutarán las ordenes por su cuenta. Si optamos por usar la fuerza, el escenario más probable es que gran parte del planeta sea arrasada. Pese a esto, aconsejo atacar. Grievous es peligroso y si escapa, esta guerra puede prolongarse durante mucho tiempo. Debemos escoger entre un pequeño mal ahora o un gran mal más tarde.
-No debemos, almirantes. Debo. Y no puedo evitar preguntarme si estarían tan dispuestos a hablar de sacrificio si estuvieran conmigo en la superficie. ¿El insigne representante de la Orden Jedi tiene algo que añadir¿Alguna razón más con la que convencerme para cometer un suicidio político? -replicó el chagriano.
La Gran Bibliotecaria Nu miró con cierta sorpresa la imagen del alterado político chagriano, pero no hizo comentarios al respecto. La compostura del vicepresidente se estaba deshaciendo a ojos vistas y prefería no hacer perder los nervios al jefe de estado en funciones de la Republica.
-Hay algunas cosas que he notado que quisiera aportar, sí. De acuerdo con los diagramas que hemos visto antes, Grievous está disponiendo a sus fuerzas en una formación que recuerda al Asedio de Amosiv por el caudillo Hutt Murga el Negro, hace mil cuatrocientos años. Si estoy en lo cierto, cuando llegue el momento de retirarse, mantendrá algunas de sus naves orientadas hacia el planeta con todas las baterías de armamento cargadas al máximo y usará sus naves de mayor potencia para remolcar a estas mediante rayos tractores. De este modo, puede seguir amenazando el planeta hasta estar más allá del perímetro defensivo del escudo. Y las brechas del escudo son puntos débiles que puede explotar incluso después de eso.
Tirofijo y Trachta intercambiaron miradas y al final el clon asintió. La teoría aportada por la bibliotecaria se correspondía con el análisis realizado por los propios estrategas militares.
-¿Algo más?
-En efecto. Aunque acabar con el general Grievous y el conde Dooku sería una gran victoria, no hay garantías de que eso vaya a permitirnos derrotar a la Confederación. Y no debemos olvidar que a bordo de la Mano Invisible hay tres personajes muy querido. La muerte del canciller Palpatine sería un desastre. Perder además al maestro Kenobi y al caballero Skywalker sería un golpe tremendo para nuestra organización y una tragedia para la galaxia entera.
-Dado que están en manos del general, podemos darlos por muertos tanto si dejamos que Grievous se retire como si atacamos, si es que siguen vivos a estas alturas.
-Siguen vivos, almirante Trachta, estoy absolutamente segura. Y no estoy segura de que hayan caído en manos enemigas. Todos sabemos que Grievous es un asesino presuntuoso, que disfruta mostrando los trofeos de sus crímenes. ¿Por qué no ha mostrado a la galaxia el rostro ensangrentado o los cuerpos sin vida de dos de los más grandes héroes de esta República? Creo que es posible que sigan vivos y en libertad a bordo de...
La imagen de la vieja Jedi se desvaneció en un estallido de estática sin previo aviso, sorprendiendo al resto. Tras unos instantes de confusión en el que se pidieron explicaciones a gritos, alguien pasó a Amedda una nota que el político leyó de una sola mirada.
-Me notifican que una fuerza compuesta por varias divisiones droides ha conseguido atravesar el perímetro del escudo del Sector Uno a través de la Infraciudad y que el Templo Jedi está siendo atacado. Los observadores señalan que los escudos del Templo han sido alzados, pero que se aprecian ciertos daños en las antenas de telecomunicaciones. Ya se han enviado a la zona de combate a nuevos efectivos y la situación estará pronto bajo control. Podemos volver a lo importante.
-Debemos decidir que vamos a hacer, señor vicepresidente.
-Ya esta decidido, almirante. La maestra Nu ha hecho algunas observaciones que me han convencido de que intentar destruir a Grievous ahora sería un error. Abriremos un corredor para que salgan las naves enemigas, pero nuestras fuerzas se mantendrán listas para responder a cualquier ataque. En cuanto el enemigo esté más allá del campo defensivo, este será restablecido y ustedes tendrán su oportunidad para liquidar a ese maldito criminal. Además, obrando de esta manera damos tiempo a esos dos Jedi para escapar, suponiendo que sigan vivos y en libertad.
Los dos almirantes asintieron. Tirofijo con la obediencia automática a la autoridad que había sido grabada en los genes de todo el ejercito clon, Trachta con expresión tensa que dejaba clara sus reservas sobre las ordenes recibidas.
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Cabina, Odisea Espacial Gusano de Arena
En algún lugar del Borde Exterior
24 minutos para la Hora Límite
Las naves espaciales de la serie Odisea Espacial eran vehículos individuales de calidad relativamente baja, diseñados para clientes de clase media con deseos de presumir de nave propia. De puro débiles sus pantallas deflectoras parecían hechas de papel, sus sensores eran de muy corto alcance y su computadora de navegación era tan lenta que llevaba días trazar cualquier viaje de más de cien años luz. El Gusano de Arena era, en definitiva, una nave espacial apenas digna del nombre, idéntica a cientos de millones de naves similares diseminadas por el espacio estelar.
Y el único pasajero de la nave había escogido el modelo precisamente por eso, porque se trataba de una nave corriente y muy discreta. En su momento, su lentitud no le había parecido importante, pues trazaba sus planes a largo plazo y rara vez sentía prisa. Por desgracia, en aquellos momentos estaba sintiendo prisa. Y mucha.
La navecilla estaba en una orbita alta en torno a un planeta que brillaba como una gigantesca esmeralda verde suspendida en medio de la negrura del espacio. Un planeta agonizante, que hasta hacía muy poco había tenido por color dominante el pardo de los desiertos y el gris de las montañas pobladas. El resplandor esmeraldino era la manifestación visible de la muerte de un mundo entero. Y tal agonía producía aullidos en la Fuerza, lamentos de dolor que muchos eran capaces de oír incluso en distantes sistemas planetarios.
Aquello era lo que preocupaba al solitario tripulante del Gusano de Arena, único superviviente y verdugo del mundo moribundo. Había confiado en que la Sombra acallase los gritos, pero mientras disfrutaba de la hermosura de su obra, había sentido la retirada imprevista de la Sombra. Sospechaba que eso quería decir que el Otro, cuya presencia había sentido algunas veces, había sido destruido de alguna manera en algún lugar. Un posible obstáculo menos, pero su desaparición había ocasionado una preocupación mucho más grave e inmediata.
Si los autoproclamados Guerreros de la Luz notaban lo que estaba sucediendo y acudían a investigarlo, sería descubierto. Sus largos años de trabajo, su recién ganado poderío... todo quedaría reducido a nada. El pitido del ordenador al completar los complejos cálculos necesarios para saltar al hiperespacio le tranquilizó. Minutos después, el Gusano de Arena desaparecía sin ser visto en dirección al planeta resplandeciente, Coruscant. Tras el rato de preocupación, el piloto de la nave se permitió una discreta sonrisa al pensar en las posibilidades que se le presentaban.
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Nivel 0 (Azotea), Mega-bloque 243
Distrito del Templo, Coruscant
17 minutos para la Hora Límite
Los clones se afanaban ensamblando el centro de mando móvil con su eficacia y rapidez habituales. Cinco minutos antes, el suelo en el que estaban instalando su equipo había estado en manos separatistas, lleno de robotanques disparando contra el Templo Jedi. Esos mismos robotanques eran ahora chatarra incandescente. Los artilleros de las cañoneras habían hecho un trabajo sobresaliente, utilizando la fuerza justa para pulverizar las maquinas de guerra sin dañar la estructura de la enorme edificación. Y en una sola pasada.
Una vez terminada la tarea de los soldados, los ingenieros habían empezado a trabajar: desplegando las antenas que convertían el centro en un nexo secundario de comunicaciones, colocando los proyectores holográficos que permitían un seguimiento en tiempo real de toda la batalla y activando los pequeños generadores de escudo que protegían el conjunto. Esa energía aparentemente inagotable era uno de los argumentos de aquellos que postulaban que los clones no merecían ser considerados seres racionales. Aunque humanos en apariencia y desde un punto de vista biológico, eran engendrados por medios artificiales, creados y criados para la guerra. Para algunos, eso hacía que los soldados de la República no fuesen mejores que los guerreros mecánicos de la Confederación. Maquinas, de carne y hueso, pero maquinas a fin de cuentas.
Para mantener tranquilos a esos grupos radicales se había impedido que los clones alcanzasen los puestos superiores del escalafón militar, con sólo un puñado de excepciones. Los puestos de alta responsabilidad se habían cubierto con miembros de grandes familias deseosas de consolidar su reputación con gloria militar y, por supuesto, con los heroicos caballeros Jedi, obviando que las habilidades sobrenaturales de los Jedi eran más útiles en operaciones de pequeña escala y misiones de infiltración que en la dirección de ejércitos enteros.
A pesar de esto, muchos Jedi habían demostrado ser sorprendentemente capaces después de aprender las lecciones básicas del arte de la guerra. Algunos habían alcanzado la fama a escala galáctica gracias a sus proezas en el campo de batalla, convirtiéndose en héroes de las masas. Los dos maestros Jedi que hablaban tranquilamente en el interior de una de las aeronaves militares estaban entre los mejor conocidos, aunque sin alcanzar los niveles de popularidad del gran Kenobi. Ellos eran los lideres nominales de la operación, pero después de comprobar que el Templo no corría mayor peligro, habían dejado al mando a los oficiales clones. Tenían cosas más importantes que discutir.
Uno de los maestros era un hombre de gran estatura, gesto severo y piel oscura. Se trataba de Mace Windu considerado por muchos como el más poderoso caballero Jedi de su generación y que en sus campañas en la región de las Colonias había demolido metódicamente toda una serie de mundos-fortaleza de los rebeldes. Esto se correspondía bien con algunos aspectos altamente peculiares de su pasado y su personalidad que le distinguían de sus hermanos, como su incorregible amor por la lucha. Esta faceta de su carácter había preocupado y mucho a sus instructores Jedi, que habían sido incapaces de eliminarla. Recientemente, con el retorno de los Sith y la guerra, este aspecto había salido nuevamente a la luz y no pocos aficionados a las teorías conspirativas habían empezado a rumorear que era un servidor secreto del Lado Oscuro e incluso un adorador de los antiguos Señores Sith.
El interlocutor de Windu era una criatura alienígena de tamaño diminuto, piel verdosa y avanzada edad, delatada por sus profundas arrugas y el bastón con el que jugueteaba mientras hablaba con su colega. Era, por supuesto, el legendario Yoda cuyo aspecto frágil hacía que muchos no terminasen de creerse que era un guerrero casi tan peligroso como Windu, a pesar de ser famoso en toda la galaxia. Y si el humano era la encarnación del perfecto guerrero Jedi, el alienígena representaba el papel del sabio y erudito gracias a la experiencia ganada a lo largo de su larga vida.
-Una senda de destino perfectamente oculta a nuestra visión. Treinta años. ¡Treinta años¿Cómo es posible una cosa así? -preguntó Windu, mostrando con la inusual emoción presente en su voz lo mucho que le habían afectado las revelaciones de los últimos minutos.
-Más grande de los que nos atrevíamos a temer nuestra ceguera ha sido. Y más habilidoso de lo que esperábamos ha sido nuestro enemigo -sentenció Yoda con expresión tan preocupada como la de su amigo-. Lo que ha acontecido ignoramos, pero mayores son mis esperanzas ahora que desde el comienzo de la guerra. ¿Algo te dice tu inusual habilidad?
-No he tenido ocasión de meditar en los últimos minutos. Un momento, por favor -comentó Windu, cerrando los ojos y respirando hondo para acceder a su "inusual habilidad", como la había descrito Yoda, el poder de ver los "puntos de fractura" y las lineas del destino, un don sumamente inusual y valioso pero dificil de manejar, un poder que había marcado la anomala trayectoria de Mace Windu.
Aquella vez, Windu tuvo dificultades para obtener una imagen clara de la situación. La oscuridad ya no le obstaculizaba, pero el futuro... el futuro era ahora una cosa confusa, un amasijo de posibilidades y potenciales. Un destino había dejado de estar escrito en piedra y ahora quedaba poca cosa que Mace pudiera reconocer.
-Todo es caos, confusión y duda. Lo único que sé con certeza es que nuestro destino, el destino de nuestra Orden, el destino de la galaxia entera sigue descansando sobre los hombros de Skywalker. Él es nuestro punto de fractura.
-Eso temía. Uno tocado por el Lado Oscuro la clave del mañana es. Presiento que graves pruebas nos aguardan todavia.
-Estoy de acuerdo. Tendremos que tener cuidado a la hora de tratar con Skywalker. Yo también lo he sentido antes. La intensidad de su dolor, de su rabia y de su odio es pavorosa.
-Sí. Con cuidado, con prudencia, obrar debemos. De lo contrario...
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Notas del Autor: He vuelto y espero que este capitulo merezca la pena después de mis examenes. Gracias a ahmaira y Kir Kanos por sus comentarios, que me dan el impulso para seguir adelante. Hasta el proximo capitulo y que la Fuerza os acompañe.
