Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Tokyo Ghōul, pertenece a Sui Ishida.
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Fem-Harry (como siempre).
Será convertida en una Ghōul, de forma igual a Kaneki.
Iniciará desde 1991 y no desde 1993. No tendremos a Fem-Harry (Artemisa), viajando atrás en el tiempo, como en el otro Fic.
Harem: Lily Potter (de una línea de tiempo alternativa), Hermione Granger, Daphne y Astoria Greengrass, Padma y Parvati Patil, Susan Bones (¿alguna otra Hufflepuff que se les ocurra, por favor?), Tōka Kirishima.
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Artemisa: Una Ghōul en Hogwarts (Versión 1.5) (O versión 1, pero modificada)
Capítulo 7: La Clase de Transformaciones.
Los alumnos de primer año de Hufflepuff y Ravenclaw, caminaron hacía el salón 104 del primer piso.
Sin embargo, las voces y murmullos, habían seguido a Artemisa, desde que salió de su habitación.
—Allí, mira.
— ¿Dónde?
—Al lado de la chica de castaña y de la pelinegra del ojo tapado.
— ¿La de las gafas?
— ¿Has visto su cara?
— ¿Has visto su cicatriz?
Ese tipo de comentarios, habían estado siguiendo a Artemisa a lo largo de los dos días en Hogwarts, y empezaba a cansarse de ello.
Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponían de puntillas para mirarla, o se daban la vuelta en los pasillos, observándola con atención. Artemisa deseaba que no lo hicieran, porque intentaba concentrarse para encontrar el camino de su clase.
En Hogwarts había 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Algunas llevaban a un lugar diferente los viernes. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar. Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad, no eran sino sólidas paredes que fingían ser puertas.
También era muy difícil recordar dónde estaba todo, ya que parecía que las cosas cambiaban de lugar continuamente. Las personas de los retratos seguían visitándose unos a otros, y Artemisa estaba seguro de que las armaduras podían andar. Los fantasmas tampoco ayudaban. Siempre era una desagradable sorpresa que alguno se deslizara súbitamente a través de la puerta que se intentaba abrir. El Fraile Gordo, siempre se sentía contento de señalar el camino indicado a los nuevos Hufflepuff, pero Peeves el Posterguéis se encargaba de poner puertas cerradas y escaleras con trampas en el camino de los que llegaban tarde a clase. También arrojaba papeleras a la cabeza, corría las alfombras debajo de los pies del que pasaba, les tiraba tizas o, invisible, se deslizaba por detrás, cogía la nariz de alguno y gritaba: ¡TENGO TU NARIZ!
Tenían que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios, cada miércoles a medianoche, y aprender los nombres de las diferentes estrellas y los movimientos de los planetas. Iban a los invernaderos de detrás del castillo a estudiar Herbología, con la siempre sonriente, feliz y soñadora profesora Sprout. La única persona más emocionada por Herbología, que la propia profesora Sprout, era Neville Longbottom, quien, en palabras de la mujer, era un erudito en la materia.
—Sean bienvenidos, a nuestro laboratorio. Aquí aprenderán la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones —comenzó la profesora Potter, quien tenía un tono de habla más calmado y un brillo de felicidad en los ojos, al tratar con la materia. Tenía el don de mantener a la clase en silencio, sin ningún esfuerzo. —Aquí los movimientos de varita, serán solo en casos muy específicos y no me sorprendería que muchos de ustedes duden seriamente que esto sea magia. No espero que lleguen a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos... Puedo enseñaros cómo embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte... —Eso SÍ que los sorprendió a todos. —Por supuesto, si es que nos volveremos a ver en EXTASIS, jóvenes. Espero que no me defrauden. —Todo se quedó en silencio —Y, siendo este nuestro primer día, quiero que lean el prefacio y los dos primeros capítulos de la clase. La semana que viene, el día viernes específicamente, tendremos nuestra primera poción, en parejas.
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Pero no fue solo en Pociones, sino que todas las clases que tuvieron a lo largo de esa primera semana, fueron solo lecturas del tema.
Y, aunque los Mestizos y Sangre Pura, comprendían perfectamente el porqué de esto (tenían que conocer el tema en el que estaban incursionando), los Hijos de Muggles, se sentían un poco decepcionados.
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—Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderán en Hogwarts. —Les dijo la profesora McGonagall, en su primera clase —Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya están advertidos. —Y transformó su escritorio, en un cerdo y luego de emocionarlos así, los hizo escribir una serie de complicadas anotaciones en el tablero y les puso un libro en frente.
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Se encontraba dando clases a Hufflepuff y Gryffindor, cuando Minerva notó algo, en la hija de James y Lily Potter (todavía intentaba hacerse a la idea, de que ellos dos tuvieron una hija, llamada Artemisa y no un hijo llamado Harry) —Solo otra de las mentiras y manipulaciones de Albus —se obligó a pensar. — ¿Hay algo que no entienda, señorita Potter? —preguntó Minerva, todavía intentando de hacerse a la idea, de que un tal Harry Potter, jamás había existido. Pero, por algún motivo, le era complicado, incomprensible. Como si algo no estuviera allí, pero tuviera que estar.
Artemisa acomodó sus lentes, sobre el puente de su nariz, gracias a su dedo índice. Y levantó la mirada, hacía su profesora pero no pudo evitar su mirada que iba desde el aburrimiento, al ansia de saber más. Minerva parpadeó y tuvo que recordarse, que su alumna vestía de negro y amarillo, no de azul y bronce. Era un tejón no un águila. —Es solo... llevamos algunos días de clase y estamos solo viendo la teoría. Como explicó el profesor Flitwick: Se necesita decir las palabras correctamente y el movimiento de varita firme y correcto, que no se olviden nunca...
Minerva no pudo evitar reírse. — (...) "no se olviden nunca del mago Baruffio, que dijo "ese" en lugar de "efe" y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho" —citó ella.
Artemisa asintió. —Pero... estoy...
— ¿Hojeando el libro de texto, viendo los hechizos, mientras distraídamente toma usted, notas de mi clase? —preguntó la mujer encantada y enternecida con la chica. Por instantes, veía a una Lily Evans de 11 años ante ella y en otros, a un James Potter de 11 años allí sentado. — ¿Entonces?
—Es solo que... no entiendo todo esto —admitió ella.
— ¡Es porque es una idiota! —se burló Ron Weasley, de forma muy escandalosa.
— ¿Por qué hace falta, un hechizo distinto, cada vez que quiero realizar un cambio? —cuestionó ella, confundida. — ¿Para transformar un animal en una Copa, necesito necesariamente el Vera Verto?, ¿para conjurar pájaros, necesito el Avis o para los transformar un gato en un caldero, el Felifors? —preguntó ella. —La transformación, siempre me dará un mismo resultado. Solo necesito el primer hechizo del libro: "Metamorfosis", eso tendría que ser todo. No estamos en Encantamientos, donde un hechizo me otorgará un chorro de agua y otro me dará una llama, pues son elementos completamente distintos. Desde mi punto de vista: el libro carece de sentido, al tener tantos otros hechizos allí escritos.
—Señorita Potter, cada hechizo le otorgará un resultado distinto, según la complejidad, tamaño y volumen de la transformación —dijo la mujer. Pero increíblemente, Potter negó con la cabeza.
—Recuerda usted obviamente, profesora el hechizo para transformar un libro en gato, ¿verdad? —la retó la pelinegra. La directora asintió, ¿A dónde quería llegar Potter? Entonces, señaló el libro de texto, que McGonagall tenía a la mano. — ¿Podría enseñárnoslo, con ese libro en su escritorio? —Pidió.
Minerva, con el ceño fruncido, sacó su varita mágica, miró a Potter y nuevamente el libro. — ¡Felifors! —al instante, el libro se transformó en un gato, el cual comenzó a maullar, enterneciendo a las alumnas. McGonagall entonces, miró a su alumna, quien señaló el libro de texto.
— ¡Metamorfosis! —exclamó Artemisa, transformando el libro en un gato, que maullaba y caminó hasta la incrédula Parvati Patil, quien se encontraba a su lado, quien comenzó a acariciarlo y el gatito maullaba, encantado. Todos, incluida McGonagall, se quedaron con la boca por los suelos. Apuntó al gato. — ¡Metamorfosis! —ahora, allí mismo, había un rompecabezas con la imagen de un gato. McGonagall abrió su boca con incredulidad. ¿Qué estaba haciendo Potter?, ¿Cómo logró esto?, ¿Cuándo aprendió esta forma tan revolucionaria, de emplear un único encantamiento de transformación? —Y todo lo que me hizo falta, fue tener una visualización: el objeto ante mis ojos y el objeto en el cual, deseo que se transforme. —Se encogió de hombros, como restándole importancia.
Minerva, veía todo lo que Albus le había enseñado. Todo aquello que ella creía un hecho en la magia. Todo lo que ella creía una ley inamovible de la Transformación y la magia. Todo lo que ella había enseñado a generaciones y generaciones de alumnos, venirse abajo. La profesora se movió, hasta el rompecabezas, revisando pieza por pieza. Lo desarmó, lo rearmó. Miró su varita y solo pudo mirar a su alumna, quien genuinamente se veía sorprendida por su reacción. McGonagall no era una Legeremante, pero casi que creía poder leer la mente de la chica: "¿realmente acabo de enseñarle algo tan obvio y básico, a una mujer que podría ser mi abuela?", o quizás estaría pensando: "¿es esto, verdaderamente un milagro?" Nuevamente, la directora y profesora de Transformaciones, se movió hacía el tablero y agitando su varita, hizo que las tizas escribieran el hechizo tradicional de primer año, en el tablero y los diagramas de movimiento de varita. Que las hermanas Patil, la señorita Bones, la señorita Abbott y el señor Longbottom, estuvieran empleando el método de la señorita Potter, no le sorprendió.
Pero ver que el grupo de cinco alumnos "rebeldes" acabaran de lograrlo, era algo que tendría que investigar y quizás, acercarse a Lily y Pomona, para saber más sobre esto. Despidió a la clase, sin siquiera moverse. Entonces, logró escuchar algo incluso, con su mente llena de pensamientos e ideas, sobre Artemisa Potter. Frunció el ceño y se acercó a la puerta, para saber de qué se trataba.
— ¡¿PIENSAS QUE ERES MUY INTELIGENTE AHORA, ¡¿EH?! —Cuestionó Ron Weasley celoso. — ¡ENSEÑANDO A LOS PROFESORES, COMO HACER MAGIA! —Mientras que varios habían logrado transformar el fosforo en una aguja, él solo logró prenderle fuego a su fosforo.
—No es eso —intentó explicar ella, algo aburrida por tener que hablarle al muchacho, que solo sabía gritar y ponerse celoso. Sí. Ella ya lo había notado en otras clases, que tenía con Gryffindor y la mirada envenenada de celos, del pelirrojo. —Es solo un método que conocí, leyendo. —Todos los libros de transformaciones, que tengo en mi casa, dicen prácticamente lo mismo y siempre se inicia, con el hechizo más básico... —ella terminó de decir eso, cuando fue tacleada por el pelirrojo quien, al tumbarla cayó sobre ella y se quebró la tibia o quizás el peroné.
— ¡RONALD BILLIUS WEASLEY! —Rugió la profesora McGonagall, quien le ayudó a levantarse y se encontró con la sorpresa de que sus piernas, estaban quebradas. — ¡¿QUÉ CREES QUE ESTABAS HACIENDO?! —Lo levantó con una versión más poderosa del Wingardium Leviosa. —Vendrás conmigo a la enfermería y serán treinta puntos menos, por atacar a una compañera de estudios. Señorita Potter —Ella fue ayudada por Ron Weasley y Justin Filch-Fletcher. — ¿Se encuentra usted bien, señorita Potter?
—Estoy bien. Fue solo la caída y.… el dolor en el trasero —Artemisa no pudo evitar reírse, al decir esa palabra.
La maestra la miró de arriba abajo y tanto ella, como Tōka, temieron que ella pudiera saber algo o siquiera, sospecharlo. —Por favor venga conmigo, usted también —pidió McGonagall. La pelinegra asintió y siguió a su maestra, siendo tanto ella, como Weasley, atendidos por la enfermera: Poppy Pomfrey.
Artemisa estaba bien, como comprobó Pomfrey, pero Ron tendría que pasar la noche en la enfermería, curándose. McGonagall le dio tal mirada a Ron, que le entró un miedo atroz y se juró a sí mismo, no volver a meterse con Potter.
Aunque Artemisa, intentó llegar a un acuerdo con la profesora McGonagall, por el bien de Gryffindor: —Profesora, no puede usted quitarles puntos a mis compañeros de estudios, solo por culpa de uno de ellos —McGonagall alzó una ceja —Que Weasley sea un idiota e imprudente, no significa que ahora toda la casa del león, vaya a sufrir por su culpa... ¿o sí?
Al final del día, Hufflepuff ganó 70 puntos, gracias a Artemisa y Gryffindor perdió 85, por culpa de Ron.
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El futuro de Hufflepuff parecía brillar como el oro. Gracias a que Artemisa Potter brillaba en clases, todo parecía ir más que bien. Todos señalaban con aprobación a los Hufflepuff y les decían la suerte que tenían, de tener a Potter en sus filas y los logros en clases.
Mientras tanto, el futuro de Gryffindor, por culpa de Ron Weasley, parecía estarse hundiendo el alquitrán.
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Al mismo tiempo, en la Casa Dumbledore presente en el Valle de Godric, se encontraban Albus y Severus, sentados en unas sillas.
—Entonces, ¿Cuál es tu plan? —preguntó Severus.
—La Piedra seguramente, ya debería de haberle sido devuelta a Nicholas —dijo Albus, lentamente. Se quedó en silencio por unos instantes, antes de suspirar. Pero no levantó la mirada, hacía Severus. —Sin estar presente y sin saber si quizás Tom, planea algo más en contra del colegio. Entonces será complicado planificar contraofensivas, al menos de que estas sean, hacía el país o Londres en general y no contra Hogwarts.
— ¿Deberíamos de traer a la Orden, entonces?
— ¿De qué nos sirve, si no sabemos en dónde podrá estar ahora mismo, el espectro de Tom y sin tener a Peter para que nos avise inconscientemente, sobre él? —preguntó el ex-director de Hogwarts, desconsolado de que sus planes hubieran acabado tan mal. Sin estar en Hogwarts, para guiar a un inexistente Harry Potter; habiendo sido Artemisa criada por su madre; conociendo su lugar en el Mundo Mágico.
Severus también estaba molesto. Con el reconocimiento de que era un Mortífago, quien, a último momento, se pasó al lado de la Luz, entonces no estaba encontrando trabajo en el Mundo Mágico.
Quedarse junto a Dumbledore, era la mejor idea. Luchar contra Voldemort… contra Tom Ryddle, luchar por corregir su error, que casi llevó a la muerte de su amada Lily y de (James) Potter... y la casi muerte, de Artemisa Potter.
Incluso si Lily no quería volverlo a ver, nunca más a los ojos o volver a entablar una conversación con él, incluso así, seguiría luchando contra el Señor Oscuro.
