36. Arrepentimientos con solución

El momento íntimo que Saga acababa de compartir con Shaka sí que había conseguido rebajarle considerablemente los altos niveles de mal humor acumulado. El juego que los había dejado bien sacudidos de placer en la cama lo habían reiniciado en el baño, aunque allí no pasó de besos, caricias y ciertos toqueteos íntimos que reafirmaron un poco más su mutua confianza.

Saga no se vistió de inmediato. Se cubrió la desnudez con un albornoz, se calzó las pantuflas y sintiéndose relajado de cuerpo y mente decidió andar hacia su rincón del salón y buscar el papel que le había dado Kanon antes de despedirse de él con sus malas maneras.

Ni lo había mirado. Saga se había limitado a meterlo dentro de su maletín con un colérico arrebato que lo arrugó sin consideración y en ese momento, al recuperarlo hecho un moñigo, no pudo evitar sentirse mal consigo mismo y con el hecho de haber usado a su hermano como el blanco perfecto al que disparar con su frustración.

- A ver qué has apuntado...- su zurda se coló dentro del maletín para buscar la funda de las gafas y cuando la tuvo a mano, se sentó en la silla y medio alisó el papel con la otra.- Por favor, hermano...tu letra es cada vez más diabólica...

Las gafas se asentaron en el puente de su nariz y procuró un mejor planchado del papel sirviéndose de las dos manos, intentando ni fijarse en la caricatura del Juez que asomaba por una esquina, en los garabatos con ínfulas de cenefa que descendían por uno de los laterales ni en los tachones que embrutecían las frases, hilvanadas con una calígrafía tan ecléctica como personal.

"¿Quién es Balrog? - No hay nada en internet. No sabes nada de él. Él lo sabe todo de nosotros. ¿Todo? ¿Cómo? ¿Y por qué?"

- También estoy dándole vueltas a esto, Kanon...- susurró Saga para sí mismo, ajeno a los silenciosos pasos que personaron a Shaka tras de sí.

Los brazos del forense le rodearon el cuello al tiempo que el lacio cabello rubio, todavía húmedo, se desparramaba sobre los dos.- ¿Te ayuda en algo? - su mirada también se fijó en las anotaciones del papel mientras una de sus manos se colaba entre la obertura del albornoz y se quedaba en contacto con la piel del pecho de Saga.

- No dice nada que no sepa...

"Las pruebas de las extorsiones no sirven de una mierda, Balrog te las desacreditará todas"

"¡¿Quién cojones es Balrog?!"

"Papeles de papá. Cartas de remitente anónimo. Matasellos de Lamia. Hablan de Thane. ¿Quién las manda?"

- Esas cartas...apenas he tenido tiempo de reparar en ellas...

Saga verbalizó sus pensamientos mientras volvía a rebuscar dentro de su maletín, invitando con cierto descaro a que el abrazo de Shaka le dejara libertad de movimiento.

- ¿Qué buscas? - Shaka deshizo el cariñoso abrazo y se movió un par de pasos para dejar que su cuerpo, vestido ya con sus habituales ropas de estar por casa, descansara contra el escritorio de Saga.

- Unas cartas que llegaron con la información que Úrsula le dio a Kanon. Si te soy sincero...- Saga bajó la voz ante el desaliento de tener que admitir que no le habían llegado las horas para poder estudiar minuciosamente todo lo que Aspros dejó en custodia de su secretaria - ...ni he pensado en ellas. Me ofusqué con otras pruebas y quizás ahí me equivoqué...Aquí están.

Saga abrió la carpeta de las pruebas que todavía no había compartido con el Juez y ahí vio las cartas que Kanon había manoseado, puesto que un par de ellas no estaban dentro del sobre, sino sueltas y desdobladas.

- ¿Y qué hay en ellas? - se interesó Shaka.

- Aparentemente alguien que defendía la integridad psíquica de Thane cuando mi padre lo condenó al psiquiátrico...- Saga leyó ambas cartas con rapidez, saltándose palabras pero haciéndose una idea general del tipo de contenido que guardaban.- Pero...- con la mano libre Saga se rascó la nuca y la presionó, echando la cabeza hacia atrás en un vago intento de seguir destensándose las cervicales - te juro Shaka que mi cabeza hoy no da para más...

- ¿Y por qué no llamas a tu hermano y lo hablas con él?

Saga guardó silencio. Recuperó el par de papeles desplegados y los oteó alternativamente mientras obviaba responder, centrándose en cualquier otro punto de atención que no fuera la figura de su gemelo.- En esta le insta a mi padre a que "actúe como el excelente fiscal que se presupone que es"...- citó textualmente, dejando el papel sobre el teclado de su ordenador.

- Rehúsas mencionar a Kanon porque os habéis vuelto a discutir ¿me equivoco? - La misma inexistencia de respuesta, y con ella, la confirmación de que Shaka acertaba en sus apuestas.- ¿Otra vez, Saga?

- Le debo una disculpa...- admitió Saga con la boca pequeña.

Shaka se sonrió ante lo típicas y absurdas que eran las riñas en las que se enfrascaban los hermanos y se acercó a la mesa circular del salón para coger el móvil de Saga y acercárselo a su orgullosa inacción.- Entonces llámale y se la das.- Saga alzó la mirada primero hacia el rostro todavía arrebolado de Shaka para, acto seguido, bajarla y posarla sobre el móvil, el cual se zarandeó juguetonamente ante sus ojos reclamándole atención.- Vamos, ¿a qué esperas?

El fiscal agarró el móvil de un tirón, con el orgullo rendido aunque todavía un poco dolorido, y buscó el contacto de su hermano. Sí, le debía una disculpa por haberse desquitado con él de todos los reveses con los que le había estado abofeteando Balrog. Y le urgía saber por qué Kanon se había olvidado de lo que acontecía en la sala y se había fijado en unas cartas anónimas que únicamente clamaban justicia por Thane.

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En un hotel céntrico de Atenas...

El beso que inesperadamente unió sus labios en lo que debía ser una despedida cordial a las puertas del hotel donde se alojaba ella les dejó a ambos paralizados en el tiempo, con el corazón golpeándoles el pecho y las miradas conectadas gracias a un amasijo de hilos invisibles que se habían ido enredando entre sus almas desde el preciso instante en que a ella se le antojó agarrarle del brazo e invitarle a recordar.

Recordar al hombre que ella amó aún sabiendo que su amor viviría vetado de correspondencia.

Recordar al hermano que él llegó a odiar con todas sus fuerzas, a pesar de añorar en el más secreto de los silencios el tacto de un último abrazo que no fue capaz de corresponder.

Recordar a Aspros y esas fugaces porciones de vida en que ambos habían podido ser felices a su lado.

Al salir de los Juzgados fue él quien se ofreció a pasear junto a ella hasta el hotel. Una vez allí fue ella quien se ofreció de nuevo a invitarle a tomar una copa de agradecimiento por su compañía y comprensión, y cuando se fue extinguiendo el tiempo que dignificaba ese pacto nacido para honrar sus respectivos recuerdos comenzó a florecer la nostalgia que los desarmó sin compasión.

Úrsula podría haberse despedido compartiendo los dos besos de rigor que la hubieran mantenido a salvo del hambre que sentían sus sueños truncados, pero su instinto eligió rozar esos labios que casi le replicaban la sonrisa con la que Aspros a veces le acariciaba el alma.

Defteros quiso retirarse del fuego pero su estómago se estremeció en su propio vacío y el escalofrío que bajó por su espinazo recordó todos los años transcurridos sin experimentar esa electrizante sensación, la misma que sólo sabe ofrecer el simple hecho de sentirse deseado por otro cuerpo dispuesto a regalarle atención.

"Sube conmigo" fue la maléfica tentativa que pronunciaron los labios de Úrsula cuando sus ojos se cerraron y ambas manos tomaron las de Defteros, dejando que sus dedos se entrelazaran y se estrecharan con anhelo.

Un beso en la frente y la intención de no irse fueron la muda respuesta a la que Úrsula se afianzó para surcar el camino que les conduciría a su habitación.

Una vez ahí, la razón de ambos quedó pendiendo del pomo de la puerta, alertando que ninguna intrusión en ese intercambio de anhelos, arrepentimientos y pesares, iba a ser bienvenida. Los labios dejaron paso a la descubierta de las lenguas y las manos comenzaron a librarse de las telas que ocultaban dos cuerpos esculpidos por los años.

Úrsula se sentó en la cama, atrayendo hacia ella a Defteros, besándose como hacía tiempo que ninguno de los dos lo experimentaba con nadie. Las palabras sobraron desde que sus pasiones cerraran la puerta tras su vorágine de sentimientos y él pasó su brazo por debajo de la espalda para alzarla un poco, incitarla a que le rodeara el cuello con firmeza y empujarla hacia la mitad de la cama, procurándose la comodidad que le ayudara a clavar una rodilla en el colchón y posicionarse sobre el dispuesto cuerpo de Úrsula.

Sus labios volvieron a encontrarse. Se devoraron con más nervio y ella enredó sus dedos entre los enmarañados cabellos de Defteros, que abandonó la boca para poder besar y saborear esa piel perfumada con un intenso y dulce aroma.

Un aroma que de repente le empujó en retirada.

La mano que se había atrevido a tocar un pecho desconocido se quedó quieta sobre el fino encaje que cubría el pezón endurecido por el deseo, y la erección que se estaba formando bajo sus pantalones todavía vestidos se apartó de la excitante calidez que surgía de entre las piernas enfundadas en lycra.

- No puedo, Úrsula...- la voz de Defteros surgió apagada. Rota. Completamente avergonzada.- Lo siento, pero no puedo...

Sus fuertes brazos se clavaron en el colchón, a ambos lados de la figura de Úrsula, y deshizo esa posición dominante procurando no rozar de más otro centímetro de piel ajeno a la que había sido la piel de su vida.

Úrsula no dijo nada cuando vio que Defteros se desplazaba hacia un costado para quedarse también tumbado, mirando al techo y asiéndose las greñas de la frente para echarlas hacia atrás, agarrándose a ellas con mano temblorosa y mirada licuada. Úrsula se comió los propios labios, se pasó el pulgar por debajo del labio inferior para borrar los restregones de maquillaje carmín que no quería imaginar afeando aún más su atrevimiento y se deslizó la tela de la falda hacia abajo, cubriéndose los muslos por completo antes de alargar la mano y dar con su blusa sobre la cama y tapar con ella la zona de los senos.

- No pasa nada, cariño...- Úrsula estaba a punto de llorar. Los ojos le ardían. El labio inferior le temblaba pese a estar mordido por la vergüenza que comenzaba a degustar hacia sí misma y se apretó todavía más la blusa sobre sus pechos, como si los quisiera proteger de sus propias ansias de revivir memorias aletargadas.

- Yo no soy Aspros...- Las grandes manos de Defteros acudieron a cubrir su propio rostro, a frotarlo para librarle de la pátina de bochorno que ensombrecía su mirada.- No lo soy...ni nunca me parecí a él...

- Perdóname, cielo...- Un hipido convulsionó en el pecho cerrado de Úrsula, que deslizó el brazo por encima de la cama hasta dar con el de Defteros, rozándolo levemente para rogarle una caricia carente de traición.- No debí...no...no...- tuvo que cerrar los ojos con fuerza para que el llanto no se apreciara audible, y las lágrimas de deslizaron por sus sienes hasta perderse en el desparrame de cabello rubio que yacía sobre las sábanas.- Sé que no eres Aspros...lo sé...pero...- la respiración entrecortada le detuvo las palabras, que se quedaron atascadas en su garganta hasta que el paso del aire pudo fluir de nuevo, junto con otra oleada de lágrimas -...le extraño tanto...Aún le extraño...Cada día de mi vida desde hace diez años...

Defteros le tomó la mano y la estrechó con fuerza, dejando su unión reposar entre las derrotas de sus almas. Úrsula desveló su mirada completamente enrojecida y aguada y ladeó su rostro hasta poder avistar el perfil de Defteros y las silentes lágrimas que también descendían por su morena piel.

- Y yo aún le odio...- masculló Defteros, abandonándose al destructor revuelo interno que le zarandeaba hasta la última fibra de todas sus contradicciones...

- Pero también le extrañas...- musitó Úrsula, sintiéndose un poco acompañada en su dolor.

- No, le odio Úrsula...por haberme presentado a Sasha...- los recuerdos de Defteros viajaron treinta y siete años hacia atrás, aterrizando justo en la pista de ese mediodía en que su gemelo le esperó a la salida del puerto mercante donde él era estibador, para presentarle rebosante de gozo la que era su prometida. Úrsula le escuchaba...le observaba a través del continuo fluir de su propia pena y dejó que él liberara la suya, la que se había estado evitando todo el día cada vez que era su turno de compartir memorias de su hermano gemelo - le odio por...por haberme pedido que fuera a cenar con ella el primer día que él antepuso su carrera a su amor por Sasha...le odio por no haberme escuchado cuando le avisaba de sus errores...porque si lo hubiera hecho...si me hubiera escuchado alguna puta vez en su vida yo no me habría enamorado de Sasha y...y...- Defteros estaba ganado por su propio llanto y tuvo que hacer un alto antes de seguir desprendiéndose de todo ese dolor que acarreaba él solo sobre sus mudos arrepentimientos - Aspros nos destrozó la vida, Úrsula...destrozó a Sasha y yo estoy aquí, ahora...contigo...y no, no puedo hacerle ésto, aunque ella no lo pueda saber...

- Lo sé, cariño...lo sé...- trató de tranquilizarle Úrsula, acariciándole la mano que tenía unida a la suya.

- Y...sí, odio a mi hermano...y me odio tanto a mí mismo también...porque aún tengo ese abrazo, ese último abrazo clavado aquí...- dijo, tragando saliva y dolor, golpeándose el pecho con la otra mano - porque el día en que me rogó que me fuera con Sasha no le correspondí...No se lo correspondí, Úrsula...mi jodido resentimiento hacia él no me lo permitió y luego...ya no le vi más...Murió dejándome un vacío que aborrezco, y que nada ni nadie ha sido capaz de reparar...Ni mi abnegación hacia Sasha...Ni el amor con el que ella me mira cuando me reconoce como quien soy...No hay nada que me devuelva ese jodido abrazo que no quise darle, y este rencor hacia mi propia acción sigue hiriéndome, Úrsula...y...- Defteros llevó de nuevo su mano hacia el rostro para restregarse los ojos y recobrar un ritmo más sosegado de respiración - lamento haberte hecho partícipe de esto...Tú...joder, si nos acabamos de conocer...

Úrsula se tumbó de medio lado, sin soltar el lazo que ambos habían hecho con sus manos y recolocó la tela de la camisa desabrochada sobre el torso de Defteros, cubriéndole una desnudez que ya no le hacía falta.

- A veces - susurró, sintiéndose ella misma algo más reparada - es más sencillo hablar ciertas cosas con desconocidos...y me alegro que nosotros lo estemos haciendo, cielo...aunque nos rompa y nos duela el alma…

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Mientras tanto, en el piso de Kanon

Aprovechando que Rhadamanthys estaba en la ducha, Kanon recordó ese sobre que había escondido con esmero al llegar de Esparta. No lo había vuelto a tocar desde que yendo de copiloto sacó partido de la concentración que el inglés requería para conducir y se lo guardó en el bolsillo de los pantalones. Que perteneciera a una clínica de urología y fertilidad masculina y que el receptor fuera su padre le llamó poderosamente la atención, pero más lo hizo el pequeño y nimio detalle de verlo cerrado, como si jamás se hubiera intentado siquiera abrir para leer el contenido. Tanto podían ser unos análisis rutinarios para descartar patologías cancerígenas, como algún aspecto relacionado con el funcionamiento sexual de su padre o lo que más claro se le presentaba en la mente a él: una prueba de fertilidad pura y dura ante la duda que asumía perenne sobre el origen de su concepción.

Las ganas que tenía Kanon de abrirlo y ver el contenido eran equiparables a la intensidad de un extraño sentido empático-fraternal que le impedía hacerlo sin poner al corriente de ello a Saga. Quería descubrir lo que había dentro, por supuesto que lo quería. Y una parte aún resentida de él deseaba descubrir unos resultados que le arrebataran la paternidad biológica al que siempre se había considerado su padre y al único que habían conocido como tal, o al menos así lo había sentido durante todo el trayecto de regreso a casa y antes de acudir a Thane para...para...

Nada.

No quería rememorar esa reciente tarde en la que Thane le había abierto el alma en canal, dejándola sangrar hasta no albergar ninguna gota más para derramar. No quería pensar en ello porque hacerlo implicaba sentir a su padre con una proximidad que aún no tenía digerida, y ahora, ese sobre con contenido clínico le llenaba de sensaciones encontradas.

Solo una cosa tenía clara en ese momento, por mucho que le costara admitirlo en su total crudeza: fuese lo que fuese que hubiera ahí dentro Saga debía saberlo también, aunque no estaba en condiciones de compartirlo con él todavía. No al menos hasta que su gemelo mayor se dignara a ofrecerle un grumo de confianza, y como a la vista estaba que Saga se hallaba en uno de esos trances en los que se asumía por encima de todo ser mundano y terrenal, tal vez esperar a que se acabara el juicio era lo más adecuado para lidiar con otro tema de naturaleza mucho más personal.

Kanon reflexionó todos estos rápidos pensamientos con el ceño arrugado y la mirada fija en ningún lado, hasta que de un arrebato volvió a doblarlo en cuatro veces y lo metió debajo del montón de objetos varios que rellenaban el cajón, asegurándose de dejarlo bien metido hacia adentro. Ni que el Wyvern lo abriera para coger pilas alcalinas, algún mechero o algún bolígrafo para llevarse al pub iba a poder verlo a no ser que hurgara en las entrañas del cajón con saña.

Con la misma que sacó el teléfono vociferando el tono de llamada adherido únicamente al contacto de Saga.

Kanon arrastró el icono de responder, se lo acercó al oído pero guardó silencio. No iba a ser él el que, encima de haber sido tratado como una alfombra pisoteable de bienvenida a casa, le diera paso a lo que fuera que quisiera decirle ahora su hermano.

En vez de hablar se fue hacia su chaqueta, sacó el paquete de tabaco y pinzó un cigarrillo directamente con los labios. El chasquido del mechero lo prendió a la primera y la calada de inicio coincidió con la voz de Saga dudando al otro lado.

"¿Hola?"

- ¿Qué quieres? - Le espetó de mala gana, dejándose caer sobre el sofá convertido en cama de alguien que aún no había aparecido por casa.

"Te debo una disculpa, Kanon...Esta tarde no me he portado de forma muy correcta contigo..."

- Ya lo sé, estaba ahí. No hace falta que me lo jures – respondió con sorna, quitándose un zapato y luego el otro con la ayuda del pie desnudo.

"¡Kanon, lo estoy intentando! ¿Tan difícil es también aceptarme una disculpa?"

- Joder...- masculló Kanon para sí mismo, aspirando una nueva calada mientras se tumbaba en lo que servía de catre para su tío - Vale, te las acepto...- con pereza alargó el brazo para acercarse la lata de coca-cola que se había bebido al llegar y así poder echarle la ceniza dentro - ¿quieres algo más? Porque la verdad, hermano...ahora mismo estoy muy ocupado - mintió, descaradamente y sabiendo de sobras que Saga no le iba a creer ni media palabra.

"He visto tus anotaciones..."

- ¡Aleluya! - exclamó sarcásticamente - ¿Y?

"¿Tú qué opinas? ¿Por qué las crees relevantes esas cartas anónimas? Sólo son de alguien que en su momento creía en la veracidad de Thane y lo defendía a su manera...Y ya está...no le veo más..."

- ¿Como que "y ya está"? - Kanon volvió a sentarse, sujetó el cigarrillo entre sus labios y se rascó un cachete de trasero por debajo de la tela de los jeans - ¿No has investigado nada?

"¡Yo también he estado ocupado, no eres el único con cosas que hacer!"

- Lamia, Saga...te anoté que el matasellos es de Lamia, y ¿sabes qué hay en Lamia?

"¡No, no lo sé! Pero deduzco que ahora mismo me lo vas a decir tú…"

- Ahí está el hospital psiquiátrico donde internaron a Thane, y del cual se escapó. E intuyo...- agregó, achicando los ojos ante el escozor que le provocaba la concentración de humo alrededor suyo, golpeando con el dedo índice un plano espacial que únicamente su dedo debía encontrar sólido - intuyo que fue alguien que trabajaba dentro y que conoció a Thane...que vio con sus propios ojos que era un hombre completamente cuerdo condenado sin razón.

"Vale, de acuerdo...tu razonamiento es plausible, pero...¿dónde quieres llegar con eso?"

- A descubrir quien fue el autor de dichas cartas y por qué lo hizo aún sabiendo o imaginando que su intención quedaría muerta en un cajón del Fiscal General de Atenas...o de Úrsula, lo que me lleva a pensar que si lo tenía ella en custodia, es porque papá lo creyó importante. Y si papá lo creyó importante, quizás su autor también lo sea, por alguna razón de la que no tengo ni puta idea.

"¿Y qué propones?"

- Ir a Lamia. Al hospital psiquiátrico e investigar ahí. ¿Shaka está aquí contigo?

"Eh...sí, claro...pero ¿por qué lo preguntas...?"

- Dile que mañana por la mañana me paso para que vuelva a dejarme el coche. Me iré a Lamia y averiguaré. Algo me dice que debemos dar con ese alguien que se preocupó de hacer llegar a papá sus impresiones sobre un paciente internado por supuesta enajenación mental.

"¿Y si no consigues nada?"

- Úrsula me abrió la puerta. Me dejó pasar e incluso me dio un abrazo antes de partir. Si fui capaz de conseguir eso después de cómo la traté siendo adolescente…puedo conseguir cualquier cosa, hermano…Confía un poco más en mí.