Charlotte y su madre regresaron a casa, estaban exhaustas tras recorre gran parte del pueblo sin ningún éxito en la búsqueda de su hermano.
Laura cerró la puerta con llave y se sentó en la mesa con una lámpara de aceite encendida.
-Mamá, he hecho todo lo que he podido.- se disculpó ella, a lo que en respuesta su madre negó con la cabeza.
-Vete a dormir Charlotte, no ha sido culpa tuya, mañana lo seguiremos buscando.- la joven solo asintió ante las palabras de su madre para después subir las escaleras hacia su habitación.
Escuchó a su madre llorar sentada en el salón y negó con la cabeza antes de entrar en su habitación y cerrar la puerta. Metió su mano en el bolsillo y de éste sacó al pequeño insecto que Pinocho la había presentado.
-¿dónde estamos?- preguntó el animal antropomórfico.
-En mi habitación, mi madre no puede saber que me he marchado, pero está en el salón, ¿cómo salgo de aquí?- dijo algo alterada al ver que eran las once, según el grillo un barco saldría a media noche del muelle, pero debían darse prisa o perderían su única oportunidad de averiguar si su hermano estaba en aquella extraña y al parecer siniestra isla.
El grillo se acercó a la ventana de la habitación, al suelo bajo la ventana está despejado y no parecía haber ningún obstáculo en la pared.
-Por la ventana muchacha.-
-¡La ventana!¿esperas que me salgan alas?-
-No, con una cuerda, o algo similar.- explicó Pepito.
Charlotte se cruzó de brazos e hinchó su mejilla izquierda en posición pensativa mientras inspeccionaba la habitación en busca de algo que la sirviera para bajar por la ventana. Sus ojos se detuvieron en la cama, ¡las sábanas! No llegarían hasta el suelo, pero la evitarían una caída de varios metros y la dejaría a unos centímetros de suelo. Empezó a atar ambas sábanas una al extremo de la otra para después enganchar uno de los extremos de la tela blanca a un pequeño gancho en el marco exterior, miró a los lados pero no vio nada, las calles estaba despejadas y las luces de las demás casa apagadas, nadie la vería marcharse. Tiró las sábanas por la ventana y echó un vistazo hacia abajo.
-No te preocupes Charlotte, no pasará nada, solo agarra bien la tela y apoya los pies en la pared, estarás en el suelo antes de lo que piensas, no te harás daño.- tranquilizó Pepito al ver las dudas en los ojos de la chica.
La chica hizo caso y con cautela y despacio descendió por la pared de la casa, de vez en cuando echaba un vistazo alrededor para asegurarse de que ningún vecino la veía. La joven miró por la ventana del salón viendo a su madre aún sentada en la mesa con la lámpara de aceite encendida y secándose las lágrimas con un pañuelo.
-"Volveré madre, y traeré a Francesco a casa."- pensó.
-Vamos, démonos prisa, tal vez aún estemos a tiempo de encontrar a tu hermano.- dijo Pepito.- Antes de que sea demasiado tarde.-
El grillo indicó la camino a Charlotte, quien lo llevaba sentado en su hombro derecho.
-¿y cómo perdiste a tu hermano si puede saberse?- preguntó con curiosidad el animal.
-Me puse a hablar con una amiga, debió pasar mucho tiempo porque empezó a oscurecer y entonces me di cuenta de que Francesco.-
-¿Y nadie vio nada?-
Ella negó con la cabeza.
-No, pregunté a varias personas antes de acudir a mis padres y nadie pareció ver nada.-
-Espero que lleguemos a tiempo... yo conseguí llegar a Pinocchio con el tiempo justo y aún así la magia de esa isla lo afectó, por suerte el hada azul pudo remediarlo.-
-¿De verdad eso es posible? ¿magia?-
-Vivimos en un mundo extraño, yo soy un grillo que habla y Pinocchio... bueno conoces su historia.-
-Lo sé, es que me resulta extraño, todo esto, cómo un lugar así puede estar en secreto, ¿nadie lo había visto antes? No hablo solo de Pinocchio, de los niños de ahora, aunque alguien se llevara a mi hermano hoy las desapariciones de niños han ocurrido durante generaciones según los relatos del pueblo y nadie se ha cuestionado nada, desaparece un niño, lo buscan y si al cabo de un tiempo no aparece se le deja de buscar, y se le olvida, pero... según tú y Pinocchio aquel carruaje iba lleno de niños, tendría que llamar la atención.-
-No sé que responder a eso, pero este pueblo es bastante grande, y está en plena expansión, en aldeas más pequeñas la gente se conoce y se protegen entre ellos, pero en un lugar tan grande las cosas son ás era de noche, todos estarían durmiendo y un carruaje por las calles no llamaría la atención.-
-Solo espero que lleguemos a tiempo, lo único que deseo es encontrar a mi hermano y volver a casa.-
El grillo revisó el entorno y dijo.
-Gira a la derecha y en el próximo cruce sigue todo recto, eso nos encaminará al muelle.-
La chica siguió las órdenes adentrándose por un camino de tierra rodeado de maleza y algún que otro árbol delgado y alto, casi tropezó cuando un altibajo en la tierra del camino la sorprendió al caminar y Pepito grillo salió volando de su hombro para caer en la tierra.
-¡Ay!- dijo al notar un dolor en el tobillo.
-¿estás bien?- preguntó su compañero.
-Sí, solo un poco de daño en el tobillo, pero puedo seguir.- contestó extendiendo la mano en rl suelo para que rl animal se subiera de nuevo a su hombro.
-¡Charlotte! Mira con lo que te tropezaste.- dijo al reconocer esas hendiduras en la tierra.- Son rastros de ruedas.
La joven se agachó y rozó con los dedos de su mano derecha el rastro.
-La tierra está aún removida y mojada, es reciente, de menos de una hora tal vez.-
-Entonces ese carruaje está cerca ahora, vamos si corremos lo alcanzaremos.- dijo Pepito.- No debe de estar muy lejos del puerto, debemos llegar a él antes de que los niños se vayan en ese barco.-
Ambos aceleraron en paso, debían darse prisa, eran las doce menos cuarto y solo disponían de quince minutos para llegar al puerto y encontrar ese barco, sería su única oportunidad.
