CAPÍTULO 1

Hermione estaba comprobando la cartelera. Había una película que le llamaba bastante la atención, el tráiler le pareció interesante. Una mujer que se iba cargando a los tíos por una cuestión de venganza, podía parecer la típica película, pero siempre le habían llamado la atención las mujeres fuertes e independientes.

Luna todavía no había llegado y tampoco le cogía el teléfono, en menos de media hora iba a comenzar. Su amiga quería ver una romanticona, no es que no le gustara este género, pero ésta tenía pinta de ser bastante dramática. No sabía por qué se empeñaban en hacer películas así, ¿qué tenía de bonito que al final se separaran o que los protagonistas lo pasaran fatal?, bastantes cosas malas había en la vida real como para verlas también en el cine.

En ese momento sonó el teléfono:

—Hermione, el muy cabrón de mi jefe me ha dicho que me tengo que quedar a trabajar hasta el cierre, hay demasiada gente en el bar. No he podido llamarte hasta ahora —la voz de Luna sonaba bastante cabreada.

—Será capullo, siempre te hace lo mismo. Estoy deseando que lo mandes a la mierda.

—Te puedo asegurar que en mi mente está rebozado en ella —Hermione se rió.

—Bueno, no te preocupes, quedamos otro día para ver la película.

—¿Vas a esperar para verla conmigo?

—Sí, cogeré algo para cenar y me iré a casa.

—Siento no haberte llamado antes, me lo ha dicho a última hora y después el muy capullo no me quitaba el ojo de encima. Pero en fin, como están las cosas, no puedo permitirme dejar este trabajo.

—Lo entiendo, vuelve a trabajar, no vaya a ser que te diga algo. Un besazo, mañana hablamos.

Ya era tarde, tenían pensado ir a la sesión de las once y media. Al trabajar en un bar, su amiga casi siempre salía de noche. Volvió a fijarse en la película que le gustaba, comenzaba en veinticinco minutos. No había mucha gente a esas horas, era viernes y en agosto Madrid estaba medio vacío. Se disponía a marcharse, pero lo pensó mejor. Nunca había ido al cine ella sola, la verdad es que no le apetecía volver a casa y, al fin y al cabo, iba a hacer lo mismo; ponerse el pijama, cenar algo y ver una película.

Se decidió, y sin pensarlo más, se fue hacia la taquilla. Había dos personas delante de ella, mientras estaba buscando el monedero en el bolso se sintió observada y notó un cosquilleo en la nuca. Cuando lo encontró, se giró y se quedó paralizada.

Detrás de ella estaba el hombre más atractivo que había visto nunca: Alto, fuerte, y con los ojos verdes profundamente oscuros e intensos. Él la miró fijamente y un brillo extraño se reflejó en sus ojos. Un escalofrío la atravesó, pero no era miedo, deseo…, sí, eso es lo que sintió. Se dio la vuelta de nuevo.

La chica de la taquilla le estaba hablando, Hermione se dio cuenta y volvió en sí. Le dijo la película que quería ver. Seguía sintiendo su presencia detrás de ella, cada vez estaba más nerviosa y no entendía el motivo.

—Nueve euros —reclamó la taquillera.

«Madre mía, nueve euros. Me habría salido más barato ver la película en casa», reflexionó Hermione.

Cogió la entrada y siguió andando hacía el cine. Se moría de ganas de girarse y volver a mirarlo, pero no debía hacerlo, así que prosiguió. Le dio la entrada al chico de la puerta y avanzó por el largo pasillo. No desaparecía esa inquietud de su cuerpo.

Llegó a la sala, estaba medio vacía. Vio a dos parejas en las filas del fondo, unos en el lado derecho del cine y otros en el medio. Desde que había visto a ese hombre tan atractivo, su mente y su cuerpo se sentían cada vez más nerviosos e intranquilos. Respiró profundamente y buscó su asiento, estaba centrado, en la fila siete de quince. El aire acondicionado esta vez estaba perfecto, no hacía mucho frío. Llevaba un corto vestido de tirantes, un poco suelto por abajo y ajustado en el pecho, era realmente cómodo.

Cuando se sentó comenzó a sentirse más tranquila, no estaba sola en la sala y le apetecía mucho ver la película. De repente lo vio entrar. El corazón le retumbó fuerte y duro contra el pecho. Él comprobó su entrada y lentamente subió las escaleras. «Dios mío». Era alto y tenía un cuerpo increíble, llevaba unos vaqueros ajustados y una camiseta negra que dejaba ver sus brazos, fuertes y gruesos. Se imaginó rodeada por ellos y una sacudida de placer fue directa a la parte inferior de su cuerpo. «Para, estás fatal», se regañó a sí misma.

Siguió subiendo y se detuvo en la fila donde estaba sentada, la miró y comenzó a andar hacia ella. «No me jodas que se va a sentar donde estoy yo, ¡pero si el cine está vacío!», se sorprendió cada vez más agitada. Llegó donde estaba ella y se levantó para dejarle pasar. Él clavó de nuevo los ojos en los suyos. Parecía que la estaba desnudando con aquella penetrante mirada, en ese breve instante sintió lo grande y masculino que era. El espacio se le hizo demasiado pequeño y los cuerpos se rozaron, tembló de necesidad al sentir su presencia, su mirada, su roce.

Se volvió a sentar, él comprobó de nuevo la entrada y dejó dos asientos de distancia entre los dos. Liberó el aire de sus pulmones, que, sin darse cuenta había retenido por la tensión. Él volvió a levantarse y se sentó justo a su lado. La miró y se inclinó hacia ella.

—Este es mi asiento —le enseño la entrada para que viera el número, era justo el siguiente al suyo. No podía hablar, se había quedado con la boca abierta por la masculina voz que tenía.

«Hermione, di algo so imbécil» se recriminó.

—Ok, me pondré yo en otro asiento —se iba a levantar y él la paró agarrándola suavemente del brazo. Sintió el calor de su mano sobre la piel y la volvía a mirar intensamente. Notó que su cuerpo se volvía a estremecer.

—A mí no me molestas —aquella voz ronca y profunda la excitó de nuevo—. Podemos ver la película juntos.

Una perezosa sonrisa perfiló sus labios y en ese momento se apagaron las luces de la sala. Ese cruce de miradas la estaba matando. Finalmente con la oscuridad que los envolvía, encontró el poco valor que tenía. Hermione asintió y él apartó la mano del brazo. Los tráileres comenzaron y ella no hacía más que preguntarse qué narices estaba haciendo, se debería haber alejado, pero le atraía de una forma primaria, extraña y desbordante. Quería seguir sintiendo aquello.

La película comenzó, pero no podía concentrarse, sentía demasiado su presencia. Y su olor... era exquisito, hacía que quisiera comérselo, devorarlo y besarlo. En un instante él puso el brazo al lado del suyo, rozándole, piel contra piel. De nuevo el calor se extendió por todo su cuerpo, sintió la humedad crecer entre sus piernas.

Apareció la protagonista duchándose, se podía ver su escultural cuerpo, bronceado y perfecto. Un hombre entraba con ella en la ducha y se empezaban a tocar, a besarse. Esto no estaba ayudando, cada vez el ambiente se tornaba más asfixiante, tanto dentro como fuera de la pantalla.

«¿Estará sintiendo él lo mismo que yo?», se preguntó Hermione. Pronto lo sabría...

Los masculinos dedos se acercaron a su mano, la rozó suavemente con uno de ellos y Hermione le miró. Él seguía con la vista al frente, observando la película, como si no estuviera ocurriendo nada entre los dos. Volvió a mirar la pantalla. La protagonista estaba ahora medio desnuda, luchando con varios hombres, dándoles una buena paliza.

Él comenzó a acariciarle los dedos, e increíblemente todo su cuerpo entró en llamas. En ese momento, el aire acondicionado ya no le parecía tan perfecto, tenía demasiado calor. Se preguntó qué estaba haciendo, ¿esto es lo que se suponía que hacían algunas personas, incluso sin conocerse? Nunca había hecho algo así. Al menos en una discoteca hablabas un rato, decías tu nombre. Pero ahora, todo esto era nuevo para ella, y francamente le daba igual, solo quería seguir sintiendo aquello, algo que nunca, con ningún otro hombre había logrado sentir. Jamás nadie le había despertado sus instintos más ocultos con una simple mirada, con el roce de su mano, su olor, su voz...

La respiración de Hermione se agitaba por momentos. Le miró, a él también se le notaba cada vez más excitado y respirando con dificultad, su pecho ascendía y bajaba más rápido. Separó la mano de ella y la apoyó en el femenino muslo. Hermione se tensó. Él se quedó quieto, sin moverse, parecía que estaba esperando su aprobación. Dios mío, quería que la subiera hacía donde más anhelaba ser tocada por él.

Debería estar pensando en las consecuencias, pero se estaba dejando llevar. Se quería sentir como la protagonista de la película, fuerte, valiente y que no le importaba nada. Quería vivir el presente, ese momento, ese intenso instante. Él comenzó a deslizar la mano por el suave muslo, subiendo muy despacio. Se lo permitió, pero se paró justo al lado de su tanga, la proximidad la alteró y por un momento pensó que pararía. No sabía a qué estaba esperando.

Harry la vio observando la cartelera, seguramente estaba esperando a alguien. Le pareció un bombón que necesitaba saborear. Llevaba el pelo suelto y largo, le llegaba hasta la cintura, el vestido se le ajustaba en el pecho y la hacía extremadamente sensual. Se había endurecido solo con verla. La llamaron por teléfono y, por su expresión, le acababan de dar plantón. Vio como dudaba si quedarse o irse. Se alegró al ver que iba a entrar sola en el cine. Cuando ella le miró, supo en ese instante que iba a hacerla suya. Escuchó cuando pidió la entrada que iba a ver la misma película que él y no pudo evitar preguntarle a la taquillera que asiento había pedido para sentarse justo a su lado.

Ahora estaba allí, empalmado como nunca y a punto de tocarla en su zona más íntima, le había dejado llegar hasta ahí y no se lo podía creer. No pensaba hacer nada en el cine. Tenía pensado invitarla a tomar algo después de la película, pero al sentarse junto a ella y rozarla, un instinto primitivo y salvaje lo atacó. Quería besarla, era tan suave... Apartó lentamente el tanga con uno de sus dedos y logró tocarla, estaba muy húmeda y más que preparada. Dios mío, estaba tan excitada como él.

Escuchó que contenía un gemido y se endureció aún más, estaba perdiendo el control. Sintió la suave humedad entre sus dedos, el clítoris se había agrandado por su deseo. Sin previo aviso le metió un dedo, que hizo que un pequeño gemido brotara de sus labios, la vio agarrarse a la silla con más fuerza. En el aquel instante, ella deslizó la mano en su pantalón, comenzó a desabrocharle el botón y le bajó la cremallera.

—Sí... libérame —dijo excitado.

Metió la mano entre sus pantalones. Con su otra mano le ayudó para que pudiera acceder fácilmente a su erecta longitud. Por un momento dejaron de tocarse y se miraron. Necesitaban más. Él intentó apartar el brazo del asiento y, afortunadamente, se podía levantar. Ahora no tenían nada que les impidiera tocarse. Miró hacía las parejas que estaban concentradas en la película, apenas los podía ver, estaban detrás del todo. Se fue acercando hacía ella, la cogió del cuello con la mano y la acercó hacía sus labios. La besó suavemente, pero al instante comenzó a hacerlo de forma pasional, necesitado, quería devorarla.

Hermione pensaba que se iba a desmayar de placer, sabia tan bien, quería desnudarlo, que la hiciera suya en ese instante. Ya no pudieron pensar, ella levanto el brazo del otro asiento, mientras él la tumbaba y se ponía encima. Metió las manos entre sus muslos y le bajó el tanga. Comenzó a besarle el cuello, bajando hacía su hombro, le bajó el tirante y la mordió, siguió deslizando los labios hacía su pecho. Le apartó el vestido y desabrochó el sujetador. Con gran habilidad, ella se lo sacó y lo tiró al suelo. Empezó a lamerle los pezones, los mimó y succionó con fuerza. Ambos jadeaban entre murmullos.

Él deslizo la mano por su muslo, subiendo hasta su culo, lo acarició con avidez y extremada pericia. Ella tocaba su espalda, fornida y ancha. Era fibroso y duro. Se apartó y vio que se sacaba un preservativo del pantalón. En ese momento, algo le hizo pensar en lo que estaba haciendo, pero antes de que pudiera arrepentirse, ya se había vuelto a colocar encima de ella. La estaba poseyendo de nuevo, adueñándose de su boca de forma ardiente y pasional.

La miró a los ojos y vio la lujuria reflejada en ellos. Sintió que se hundía en su interior, abriéndola con su grueso pene, ensanchándola. Todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo, respondieron a ese deseo que iba en aumento. Quería gritar. Él sintió cómo su estrechez abrazaba su erección, suave y caliente. La empezó a embestir suave, lento, quería controlarse, pero era complicado. Ella le clavó las uñas en la espalda por el intenso placer que estaba sintiendo.

—Más... —suplicó Hermione, con la respiración entrecortada.

—Joder, nena, no puedo parar —confesó Harry.

Perdió el poco control que le quedaba, quería poseerla, duro y profundo. Hacerle arder de placer, quería que no acabara nunca. La empezó a penetrar más rápido, dentro, fuera, dentro, fuera. Vio como sus pechos subían y bajaban y los tensos pezones estaban deseosos de ser tocados. Se los volvió a chupar y los mordió. Hermione se puso un dedo entre los dientes para evitar gritar. Sentía que el orgasmo le iba a pegar fuerte e intenso.

—Córrete para mi preciosa.

Hermione sintió como la golpeaba el placer por todo el cuerpo. Tembló y él la besó profundamente haciendo que los gemidos se perdieran dentro de su boca. Se corrió dentro de ella. Había sido el momento más abrasador e impulsivo que era capaz de recodar.

Harry la observó, todavía tenían la respiración agitada. Se miraron a los ojos y él le acarició el cuello.

—Todavía no he acabado contigo... —le dijo con una maliciosa sonrisa en los labios.