Disclaimer: HP pertenece a J.K Rowling


ENTRE COINCIDENCIAS Y DESTINOS

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Capítulo 3

Entre extravíos y encuentros

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-¿Perdón?- exclamó el hombre frente él, haciendo que rodara los ojos.- Me estás pidiendo ¿qué?

Kingsley alzó la mirada y enfrentó la verde esmeralda de Harry Potter en busca de algo que negara sus palabras anteriores, pero al no encontrarlo, se rindió ante lo que él mismo se negaba a creer.

Le estaba cobrando la deuda de vida.

Harry-héroe-Potter-le estaba cobrando una deuda de vida.

Esto sin duda era peor de lo que imaginaba. Cuando Harry había abierto la puerta de su despacho luciendo su imponente traje de Jefe de Aurores, Kingsley supo enseguida por su mirada que le traería malas noticias. Malas noticias significaban problemas, pero sin duda éste no era el tipo de problemas que él esperaba. Él esperaba un ataque, un incendio, robos masivos, la aparición de un mortífago, incluso se estaba preparando para recibir la noticia de una huída en Azkaban a manos de Parkinson, o algo así. No que le cobrara una deuda de vida que no había cobrado durante 3 años. El hombre frente a él hizo amago de su paciencia y le repetió lo que quería, despacio, como para que Kingsley pudiera procesarlo.

-Quiero que me des la custodia de Lily.

Lily. Lily Potter. La hija de Ginny Weasley y Harry Potter.

Joder.

Kingsley, como todo Ravenclaw, tenía la inteligencia y la sabiduría de su lado; y su inteligencia y gran sabiduría, le indicaban que Harry no estaba bromeando y había llegado a la conclusión de que ésta era la manera de que él cediera a lo que pedía y a su vez obtener lo él deseaba.

-¿Lo has discutido con Ginny?, creo que ambos podrían resolverlo –respondió con una leve sonrisa que pretendía tranquilizarlo.-No hay necesidad de llegar a estos extremos Harry-aconsejó, y la mirada del héroe del Mundo Mágico le mostró por primera vez insolencia; Kingsley supo que estaba llegando a su límite.

-¿Crees que no lo había pensado? Mira esto.

Harry le tiró unos papeles que sin duda eran actas de divorcio. Tenía la firma de ambos ex- contrayentes y afirmaba que cada uno se quedaba con un hijo y la menor tendría custodia compartida o la que dictaminara un juez. Pero la custodia compartida era solo una forma de decir que estaría con la madre y tendría permiso de ver a su padre por unos días cada semana. Haciendo uso de su gran paciencia, examinó los papeles frente a él. Harry dejó que lo haga, consciente de que aunque al principio pensó que era creación de Hermione, al examinarlo con más cuidado tenía una marca en la esquina superior izquierda que identificaba al creador del contrato como Terry Boot.

El jodido abogado de ambos.

Frunciendo el ceño, Kingsley se dió cuenta de por qué el moreno quería su favor. Que el abogado de ambos se pusiera del lado de la madre, era ya por sí mismo, una gran desventaja. Más siendo éste el mejor abogado del área.

Ginny sin duda le había ganado la partida. Aún si la defensa de Harry fuera legal, Boot manipularía al juzgado acerca del peligro que podía tener la niña al convivir con él, el horario que laboraba y el riesgo de éste. También podría alegar que había dejado en la calle a su esposa sin piedad, y eso no sería muy bien visto para los miembros del juzgado. La única manera en que Harry podría asegurar por completa su victoria, sin cobrar deudas de vida, sería casarse y que alguien pudiese reclamar la custodia de la niña como propia. Pero el hombre no tenía tiempo para eso.

-Esto está hecho por tu propio abogado, Harry.-Dijo tratando de averiguar si Harry sabía lo que esto implicaba, cuando Harry enarcó una ceja con furia y ganas de asesinar a Boot, Kingsley supo que sí, si lo sabía, y sí, estaba a punto de asesinarlo a él con tal de desahogarse. -Esto es malo para tí.

-Lo sé- dijo resoplando.- ¿Entiendes ahora porque lo hago?

Kingsley asintió.

-Sin embargo, tendría que explicar porque te la estoy dando, Harry, y el pago de una deuda de vida no es una razón válida. Aun si viene de mí. Necesitas una razón válida que la incapacite como la mejor opción de custodia. No sé. Pruebas como el maltrato hacia sus hijos.

-No tengo más testigos que los Weasley, pero ellos mismo son el problema. Van a estar a su favor completamente. ¿Entiendes? Necesito testigos de que es mala madre, pero que no pertenezcan a la casa de los Weasley; y no los tengo porque fuera de casa Ginny es la maldita esposa perfecta. Hoy dijo que Lily que la dejara descansar de una buena vez y la trajo a la guardería del Ministerio donde dijo amablemente que estaba mareada y cansada; ¿y sabes qué hizo? Fue a un jodido spa todo el día, cuando ayer ya se la había pasado de compras y el día anterior con sus amigas del periodico. –Inquirió Harry con ira-Así que necesito que te encargues de esto. No me importa como lo hagas, pero desde el momento en que te lo pedí la magia empezará a consumirte y a enloquecerte. Y tienes dos salidas a esto por que te aseguro que no la retiraré: O me das la custodia de Lily de algún modo u otro, o aceptas que la magia te destruya. Aún tengo muchísimas deudas que cobrar, pero tú eres la vía rápida y si tú no decides hacerlo, ya me ocuparé de que alguien con más preocupación por su vida lo haga.

-Harry, por favor.

Harry se sintió un poco culpable con el hombre. Era el mejor amigo de Arthur Weasley y debía sentir que estaba traicionando a su viejo amigo; pero a estas alturas del pedido, Harry ya no podía ceder. Una vez que lo hiciera, el Ministro podría decirle a Arthur como Harry planeaba asegurar la custodia de Lily, y entonces tendría a los Weasleys totalmente sobre él. Obtener la custodia con el aprobamiento de Kingsley, "técnicamente" de manera legal, cumplía las condiciones que Ginny había puesto -que eran conseguir la custodia por medio de la orden de un juez- y aseguraba que la manera en que lo consiguió no sería divulgada, porque el único que lo sabía era el mismo hombre frente a él.

Para rematar sus palabras Harry trató de manipularlo sentimentalmente. Entre los gryffindors funcionaba, pero no estaba seguro como funcionaría en Kingsley que estuvo en la casa azul y bronce. Tampoco es que estuviera mintiendo acerca de sus sentimientos, solo estaba expresándoselos a la persona correcta.

-Necesito que me la des- dijo en voz baja, consciente de que así le daba más poder y sentimiento a sus palabras, y éstas llegarían al corazón del hombre y le harían ceder más rápido- por favor.

-Harry, si esto es por Malfoy…

-No se trata de eso-dijo parando el rumbo de una conversación que no le convenía para nada. Necesitaba el apoyo de Kingsley. No que le dijera que estaba mal dando su aprobación para su amistad de su hijo- le están haciendo la vida imposible a Albus. Lo tratan como si fuera un estorbo en casa. Y Lily es pegadísima a Albus, podría ser un Gryffindor o una Slytherin. No han acabado con Albus porque yo estoy ahí, pero ahora Ginny me ha regalado la custodia de Albus, y con el divorcio se está asegurando de alejarme de Lily. No pienso dejar que le hagan lo mismo que a su hermano. Albus es su hijo, Kingsley, y a Ginny ni le importa que esté feliz, solo le importa que acepta a los Malfoys y que es un slytherin. Quiere destruir a Malfoy solo porque es él, no porque sea un peligro para nuestro hijo.

Ese matrimonio me estaba acabando Kingsley. A mí. A Albus. A Lily. Ella se está encerrando a diario en su habitación y llora sin parar. James se ha vuelto grosero e imposible. Me odia, me ignora y he llegado a escucharlo diciendo que…-se cortó.-En la Madriguera tratan a Albus como me trataban mis tíos, como si los ofendiera con respirar- dijo con la mirada perdida.- No quiero que Albus pase por ello. Me tiene a mí.

El Ministro puso su mano sobre la barbilla y miró al hombre frente a él. Comprendía la desesperación del hombre tratando de que su hijo no viva lo mismo que él vivió. El divorcio sin duda había sido un corte por lo sano y la elección más inteligente. Y él no podía decir que no quería a Harry, era uno de sus aurores favoritos y Merlín lo sabía. Se llevaba bien con él, era correcto y atento. Había salvado al Mundo Mágico, le había apoyado a desplegar su carrera política. Ahora Harry necesitaba su ayuda, se había separado de los Weasley, necesitaba apoyarse en alguien. Lo correcto era ayudarle, sin embargo, su petición lo estaba poniendo entre la espada y la pared. Resopló maldiciendo el día en que a Draco Malfoy se le ocurrió ofrecerle la mano al hijo del héroe mágico sin medir las consecuencias de esto y resopló.

-¿Tú apruebas, sinceramente, la decisión de tu hijo?- preguntó.

-Lo hago- dijo Harry mirándolo fijamente a los ojos y el Ministro pudo ver al chico de 17 años que deseaba con fervor salvar al mundo, con fuerza y determinación. ¿Hace cuánto que Harry no tenía esa mirada? Suspiró. Hace años.

Arthur le iba a odiar si se enteraba.

-De acuerdo.

-¿De acuerdo?- preguntó Harry emocionado llegando a conmover incluso a Kingsley. Algo dentro de él le dijo que había hecho lo correcto si Harry tenía tal perspectiva. Después de todo, puede que las cosas fueran para bien.

-He dicho que lo haré.-repitió- Ahora Jefe de Aurores- dijo seriamente- salga de aquí antes de que me arrepienta y lo despida, o lo mande a encerrar por chantaje.

Harry asintió y se paró para retirarse.

-Gracias, ministro.

-Seriedad y silencio ante todo esto, Auror Potter- dijo tranquilamente mientras lo veía salir. Menudo Slytherin que le salió Harry. Bueno, -era por una buena razón- se dijo. Ese pobre chico Albus no tenía la culpa de haber heredado solo los genes de Harry y que su padre se enredara con la familia más gryffindoresca que existía en la historia. Frunció el ceño.

Harry era un idiota, negarle la mano a Draco Malfoy para luego enamorarse de él.

Idiota.

Pero mejor hacer como si el no sabía nada. Haría lo que sea porque Harry sea feliz. Así, si tenia suerte no le cobraría la otra deuda de vida. Y bueno, si todo salía bien, no tenía porque morir.

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Scorpius tomó el diario que le ofrecía Damian, con preocupación. La última vez que Damian había llegado con un diario, después de todo, había traido noticias de su padre que hizo que los gryffindors se pusieran más agresivos con Al. Todo había podido ser controlado hasta ahora, pero a Scorpius no le gustaba los enfrentamientos.

-¿Es muy malo?-preguntó y la mueca de su amigo no le dio la respuesta que necesitaba.

-Lo suficientemente malo como para que la Directora lo vedase.

-¿Por qué? ¿Qué dice?-preguntó su amiga arrebatándole el diario-Oh. Oh…

-¿Qué?-preguntó el rubio intentando arrebatarle el papel a la chica, pero falló cuando ella saltó lejos de él- Alexander, ¿lo has leído?

Nott asintió, dejando de lado su libro. Él había conseguido el periódico de la mesa de profesores, después de todo.

-¿Si, solo sí?, dime que dice.

-Bueno, dice que hechizamos a Albus, o nuestros padres, dado el caso, para que se amistara con nosotros. Como queremos aprovecharnos de su buen corazón y cosas así.

Scorpius bufó

-Que estupidez.

-Al menos papá Potter parece de nuestro lado- silbió Jennifer,- aquí dice que le dijo a su esposa que se largara cuando ella quería poner una orden de restricción contra tu padre.

-¿Una orden? ¿Para alejarlo de quien o qué?

-De Albus.

-¿Al?

Damian alzó la ceja.

-Bromeas-exclamó quitándole el periódico a la menor-¿pero porqué? Ellos ni se ven.¿No se ven o sí?-preguntó a sus amigos.

-Mmm, bueno según el Profeta, probablemente el señor Malfoy está enamorado de Albus, mientras que el padre de Albus está enamorado de tu padre, Scorp.

Scorpius rió.

-Mi padre no está enamorado de Albus.

Damian dejó salir un suspiro aliviado. Sus amigos rodaron los ojos.

-Ni de ti, dado el caso.

-Te odio, Scorpius. En serio que te odio.

El rubio sonrió.

-El tío Draco está enamorado de la tía Astoria- exclamó Jennifer-esto es ofensivo y deberíamos pedir una retractación.

-Si, bueno-exclamó Damian-no está enamorado de Albus, pero que hay de Albus, ¿crees que le gusta el tío Draco? –cuestionó frunciendo el ceño y Jenni le dio un codazo.

-Oh, por favor Damián. Es imposible que a él le guste el tío Draco de esa forma.

-¿A quien no le gusta el Señor Malfoy?-preguntó la voz curiosa de Albus detrás de ellos y ellos saltaron. Con disimulo, escondieron el papel tras ellos.

-A todos les gusta el tío Draco, Albus-exclamó el italiano como burlándose de su pregunta.- Todos y cada uno de los slytherins lo amamos. Solo los idiotas no lo hacen.

Al sonrió divertido.

-Albus-exclamó Jennifer, empujándolo hacia su habitación – justo a tiempo. Tengo un vestido que quiero que veas. Quiero tu opinión; la última vez que escogiste mi atuendo, a pesar de que era mi menos favorito, me fue genial. Eres de la suerte.

Albus miró a los tres chicos que dejaban atrás con una mirada de auxilio. Ellos lo miraron con pena.

-Adios Al-rió triunfante Damian, despidiéndose con la mano-que te vaya bien.

Jennifer regresó.

-Tú también ven, Damian. Hazle compañía a Albus.

-¿Qué? No, por favor.

Mirando a sus amigos ser arrastrados, Scorp miró la mirada seria de su primo que le extendía el diario.

-Scorp,-inició el moreno-no te enojes con lo que leas, ¿vale? Ni tomes decisiones. Quizá lo que dice ahí es falso.

El rubio tomó el papel.

-¿Por qué lo dices?

Abriendo el diario, se sentó en un pequeño rincón y leyó todas y cada una de las líneas. Las fotos, pensó. Alguien, algún slytherin debió tomarlas, o había algo en la habitación aquel día. Pasando a través de las pequeñas historias, el slytherin frunció el ceño cuando leyó las palabras exactas de Ginny.

Tenerle en la cama.

Como si su padre fuera un… Los Malfoy no eran la diversión de nadie, menos un simple y desechable amorío. Por un momento quiso gruñir por la insinuación, y por otro reír al pensar que ellos dos se odiaban y era imposible. Miró detenidamente la foto del padre de su amigo, si parecía que había algo ahí. Qué tanto, era la pregunta, pero entonces, sin saber porqué, pensó en su madre, mirando al Jefe de Aurores con detenimiento. Como calculando sus movimientos.

Su mirada regresó a su padre, quien, con amabilidad ataba la corbata de Albus. Le había dicho a Al que era normal, pero no lo era. Draco solo así eso con sus personas más cercanas y preciadas. Y cuando le había preguntado por lechuza a su padre, éste le dijo que estaba agradecido con él por ayudarle. Parecía una buena respuesta entonces, pero ahora, sentía que le faltaba algo.

A su padre una vez le había gustado un chico en su juventud, ¿cierto?

¿Qué tan probable era que hubiese sido el padre de Al?

¿Qué tan probable era que esa mirada, esa mirada suave hacia él, más que agradecimiento expresara un deseo sin realizar? Se parecía a la que le brindaba a Scorpius, ¿no?

Scorpius era listo, y Alexander también; también eran pesimistas por naturaleza, desconfiar era lo suyo, pensó mirando a su primo quien tenía sus ojos verdes enfocados en él.

Le estaba diciendo que se preparara.

Scorpius no quiso preguntar para qué; asentó el peridico a su lado y miró al techo asintiendo. Después de todo, cuando el río suena es que agua lleva, ¿no era así?

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Hermione Granger podía decir que estuvo enojadísima con Harry Potter porque si bien en el colegio la había defendido cada vez que Malfoy le había dicho sangresucia, había dejado pasar por alto que su propio hijo le dijera lo mismo usando a su hija de intermediaria.

Ni siquiera se habían disculpado él o Albus con ella; pero pasada la furia inicial, fue cuando su mente se permitió analizar mejor las cosas. Que el matrimonio de Harry se fuera a pique fue la primera iniciativa de reconciliarse con él, pero Ron estaba tan en contra de eso que cada vez que trataba de acercarse al Jefe de Aurores se acobardaba pensando en el pleito que tendría a llegar a casa.

Pero era hora de hacer lo correcto, se dijo sujetando con fuerza los papeles en su mano. Si bien Malfoy no era santo de su devoción, sabía que su hija había sido grosera con su hijo al decirle que no parecía importarle que su madre haya muerto. Era cruel y sobretodo injusto, y si había algo que a Hermione le molestaba, eran las injusticias. Ella no había criado así a Rose. De eso seguramente la culpa la tenía Ron y sus hermanos, y sus primos. Y por favor, hasta sus abuelos.

Resoplando con cansancio, camino por los pasillos del ministerio, enojada con Ron por haberse escapado a quien sabe dónde y no ayudarla. Siguió pensando como disculparse con Harry. Hasta ahora no había notado que Rose había heredado el odio inmenso hacia los Malfoy que tenía toda la familia Weasley. No que Lucius Malfoy no se lo mereciera, pero Draco Malfoy en realidad no había hecho más que insultarles y molestarlos. Se había convertido en mortífago por sus padres, ¿acaso sus padres cumplieron órdenes de Voldemort para salvarle a él?

En algún momento del día, Hermione recordó la mano de Lucius Malfoy y la voz de Narcissa pidiéndole a Draco que se uniera de su lado en la batalla de Hogwarts, mientras Voldemort gritaba a los cuatro vientos que Harry había muerto. Pidiendóselo. Tres veces. Y esas tres veces Draco Malfoy había dudado, inseguro de lo que debía hacer.

Y al final había caminado hacia ellos.

La mirada de Malfoy en ese momento, mientras Voldemort se alegraba de tener al rubio en sus filas no había sido entusiasmo, ni orgullo, ni siquiera respeto. Había sido resignación, resentimiento, vergüenza.

Hermione también hubiera caminado hacia ese hombre si hubiesen sido sus padres quienes la llamaran, se hubiese odiado en el alma, pero habría caminado, y seguido a ese monstruo.

Todo este tiempo había estado furiosa del insulto dirigido hacia ella, que no lo había notado. Antes, ni uno de sus pensamientos había estado dirigido a Malfoy. Malfoy era parte de un pasado que Hermione no deseaba rebobinar. No fue hasta que Harry le había gritado a Ginny frente a todos que la guerra había acabado, que Hermione se permitió reflexionar acerca de la situación de los Slytherins de su generación y verificar que todos tenían sus razones para hacer lo que hicieron. Parkinson había tenido a sus padres en el lado oscuro, Blaise Zabini a su madre, Theodore Nott a su padre, Roger Davis a su hermana...

Quizá fuera una coincidencia, pero más bien pareció un juego del destino, porque mientras pensaba en eso, vio a Draco Malfoy por primera vez en años frente a ella. El rubio estaba terminando de firmar unos papeles. Por la maleta en la mano, Hermione podía decir que acababa de llegar de su viaje de negocios en el que se había marchado antes de que todo el pleito acerca de él y Albus explotara. Fue entonces cuando notó lo cansado que se veía Malfoy. Ni siquiera la había notado, frotaba sus ojos constantemente y bostezaba por momentos. El chico frente a él estaba tratándolo con frialdad, pero Hermione pudo notar que no parecía importarle a Draco, como si estuviera demasiado acostumbrado. Si se hubiera tratado de ella, estaba segura que el chico, por muy mal humor que se cargara Hermione, habría mínimo sonreído.

¿Siempre era tratado así?

Su mirada le recordó a dos personas. Irónicamente, le recordó a Harry mientras hablaba de la vida con sus tíos y a la vez a Albus, mientras pasaba el día en la madriguera.

Y jadeó.

¿Que habían estado haciendo?, ¿Cómo podían tratar a Albus de la misma manera que sus tíos trataron a Harry?

Peor, ¿Cómo no se había dado cuenta?

Unos pasos se oyeron por el pasillo cercano y Hermione pudo observar a Cho, quien trabajaba de inefable, caminar hacia Draco con una sonrisa y un gesto de bienvenida. Su mirada entonces fue cautivada por las ropas que el rubio traía. Era una túnica considerada en las familias sangre pura como una tradición. Era la túnica del duelo.

La prueba de que después de tantos meses, Draco Malfoy aún sentía la pérdida de su esposa.

Sin quererlo, que Rose le dijera que su esposa muerta no le importaba, anudó el estómago de Hermione. Empezó a sentir las ganas de llorar de arrepentimiento mientras su mirada recorría al rubio, quien sonreía a Cho amigablemente. Con el acercamiento de la inefable, el muchacho frente a ambos había aligerado su desprecio y mostraba una cara más amable mientras la saludaba. Cho Chang lo ignoró por completó con una muestra ligera de enfado, pero saludó al rubio de beso y con una sonrisa, para sorpresa del asistente y de ella. Él la recompensó con una sonrisa aún mayor y se permitió darle un suave abrazo.

Ambos tuvieron una breve conversación y finalmente Hermione observó a Cho reírse mientras se marchaba por donde vino. Entonces el rubio desvió la cara y su mirada se posó sobre ella. Su sonrisa desapareció y Hermione podría jurar que Malfoy parecía listo a defenderse de cualquier cosa que ella hiciera o dijese. Las ligeras ojeras le recordaron a Hermione que el Slytherin debía estarse dirigiendo a casa cuando ella interrumpió su camino, así que tratando de eliminar la incomodidad de ambos, solo saludó con un leve "Buenas Tardes" que logró que el rubio adquiriera una cara de desconcierto pero eliminara la desconfianza en su rostro.

-Buenas tardes, Granger.- respondió cortésmente y en un segundo, la recorrió con la mirada; ésta se detuvo en su abdomen. Por un momento pensó que el rubio diría algo sobre la procreación de los Weasley, pero contrario a eso el rubio solo recibió los papeles que esperaba y miró los papeles que ella cargaba, como calculando el peso de estos.

-¿Te ayudo?- pregunto cortésmente.

-¿Qué?- La mirada del rubio le señaló la gran pila de papeles que estaba cargando

-¿Qué si te ayudo?- repitió.

Hermione asintió ligeramente.

-Sería grandioso- contestó.

El peso entonces fue liberado de sus manos y se sintió mejor de lo que pensaba. Miró el maletín como cuestionándolo con la mirada, y cuando la mirada del rubio se detuvo en lo que ella veía, solo murmuró unas palabras y éste desapareció hacia lo que Hermione creyó Malfoy Manor.

-Te sigo.

Contrario a lo que pensaba al inicio, no le molestaba la presencia del rubio caminando a su lado. Al contrario, por alguna razón era relajante y protector, un sentimiento que solo lograba tener cuando Ron o Harry estaban a su lado, y que le hacía sentirse tranquila sin importar lo malo que fuese el día. Se preguntó si era por ello que el rubio siempre estuvo rodeado de gente en Hogwarts. Cuando empezó a vislumbrar el elevador que la llevaría al Departamento de Aurores y vió a Seamus salir de éste con una mirada curiosa al mirarlos, y dirigirse a algún lado, fue cuando se dió cuenta de que el destino de ella sin duda sería muy incómodo para el rubio. Más cuando se diera cuenta que estaba lleno de ex compañeros escolares.

-Emm… Malfoy- inició dubitativa

-¿Sí?- Malfoy la miró de lado y Hermione entonces se permitió mirarlo. Malfoy era guapo, mucho. Tenía en este momento una mirada amable y atenta que sin duda contrastaba su usual mirada de superioridad o desconfianza. Era incluso catalogada como una hermosa mirada inocente.

-¿Granger?- preguntó despertándola de su estado.

Hermione se sonrojó sin poder evitarlo y, no queriendo que el rubio la diera por descubierta, recordó lo que iba a decir.

-Estamos yendo al área de los aurores- dijo y pudo notar como el slytherin se tensó de hombros y recuperó esa mirada de precaución.- Si quieres, puedes devolvérmelos. No pasa nada, has sido de gran ayuda.

Malfoy pareció pensarselo por un momento pero negó con la cabeza.

-Está bien, son muy pesados. Y si estoy bien en estas fechas no debes poder usar mucha magia- fue lo que finalmente dijo.

Siguieron su camino en silencio pero mientras caminaban, Hermione pudo notar como todos los que se cruzaban en su camino veían al rubio con curiosidad, desprecio o como si fuera indigno de cruzar el lugar. Miró de reojo al rubio quien parecía no tomarle importancia y continuaba tranquilamente su camino y trató de ignorarlo también, envidiando el temple de Malfoy a ser el centro de las miradas; pero a mitad del camino no pudo evitar pararse de golpe, para sorpresa del rubio.

-¿Granger?- oyó en voz baja al rubio, pero lo ignoró- ¿Pasa algo?

-¡¿Es que no tienen nada que hacer?! - gritó y todo mundo la miró con miedo cuando sacó la varita. Cuando recibiera la primera llamada de atención por su conducta...bueno, culparía a las hormonas. Y si alguien hacía que lo hechizara, pagaría su cuenta en el hospital.

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Mientras caminaban hacia el cuartel de aurores, Draco se dio cuenta que había cometido una gran estupidez. Se dirigía al territorio de Potter, a quien le dijo la última vez que lo vio que debía estar muerto.

Cuando había llegado de su viaje de negocios, había notado lo mucho que los pasajeros de ida se le quedaban viendo. No es que nunca lo hubieran hecho, pero en vez de odio, desprecio o miedo. Había curiosidad.

Curiosidad.

No le quiso tomar importancia, pero cuando compró el diario, pudo notar la noticia del momento, que era el posible divorcio de Potter con la menor de los Weasleys. Los rumores aseguraban que un pleito surgió a raíz de que Potter aprobara la relación entre su hijo, Albus, con los Malfoy. Draco no hubiera creído que eso era verdad si no hubieran puesto una foto de él dandole la mano a Albus y otra donde Potter sonreía.

Sonreía.

Por Merlín

Y era una sonrisa suave, dulce, como la que Albus había mostrado al darle su mano y él había añorado en Potter en ese momento. Dirigida a ambos. Dirigida a él. Algo dentro de Draco se removió en su estómago y trato de fuerza de ignorarlo. Después hablaba de cómo el Jefe de Aurores había corrido a su esposa del cuartel cuando esta exigía que acabase con la amistad de los Malfoys y su hijo, y de como ella gritó que Potter quería al rubio en su cama. También decía cómo Harry Potter había hablado a su favor en su juicio para que éste no fuera juzgado y enviado a Azkaban; y una lista de cosas probables que demostraban que a Potter le agradaba, o incluso gustaba Draco Malfoy, por lo que las palabras de Ginevra Weasley debían ser verdad.

Con un poco de vergüenza sus mejillas se tiñeron ligeramente. Ya no podía correr. Pasado el alivio inicial que le dieron sus palabras al gritarle al ojiverde, con todo lo que había leído horas antes, ahora solo le daban ganas de evitar al moreno. Era una mentira total, se repetía. Potter solo hacía lo que hacía, porque debía. Porque era lo correcto. No porque quisiera tener a Draco como amante.

No pudo evitarlo, se sonrojó aun más.

- Malfoy- oyo la voz de Granger y no pudo evitar verla de lado tratando de no tropezar. En serio, tenía que olvidar el tema. Era una estúpidez avergonzarse como colegiala. Además, esto pesaba como cientos de rocas. Weasley era un inconsciente dejando a su esposa embarazada trabajar así. Maldita sea, en serio que pesaban. Se detuvo unos segundos y luego miró sus manos, ¿por qué Granger se obligaba a cargar tanto peso?, mejr aún, ¿Por qué estaba llevando todo al modo muggle si él si podía hacer magia?

-¿sí?- dijo consciente de la mirada observadora que le dirigía la castaña. Se sintió raro, si no fuera ella, Draco podría decir que lo estaba admirando. -¿Granger?- preguntó.

Hermione se sonrojó, y antes de que Draco se preguntara por qué, volvió a mirarle.

-Estamos yendo al área de los aurores. Si quieres, puedes devolvérmelos. No pasa nada, has sido de gran ayuda.

Esta era su oportunidad de huir se dijo Draco, pero contrario a sus pensamientos siguió caminando a su lado. Bueno, que no se diga que el sombrero no lo quiso poner en Gryffindor. Si Scorpius supiera….

-Está bien, son muy pesados- fue lo que finalmente dijo.

Caminaron en silencio, pero Draco pudo notar que había demasiada tensión en el ambiente con su presencia. No era que no estuviera acostumbrado, pero seguía siendo incomodo por eso. Trató de ignorarlo, pero la bruja a su lado no pudo hacerlo. Cuando la voz de ésta se escuchó fuertemente y con enfado, no pudo evitar sobresaltarse.

-¡¿Es que no tienen nada que hacer?!

Draco la miró sorprendido, pero luego se relajó, debían ser las hormonas. Gracias a Merlín ya no tendría que pasar por ello.

Puso una mueca triste.

¿Era cierto, no? Jamás volvería a pasar por ello. Nunca más.

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Una vez que subieron al elevador, la castaña silenciosamente apretó el botón que los dirigiría a su destino. Cuando las puertas se abrieron, todos miraron con sorpresa mal disimulada como ambos caminaban a la par, y finalmente lo observaron seguir a Hermione hasta su escritorio y depositar en él los papeles. Consciente de que los murmullos incrementaban decidió marcharse lo más rápido posible antes de que el Jefe de Aurores hiciese su aparición y Draco tuviera que tragarse sus palabras y agradecerle, o se viera sobrepasado y lo insultase. Otra vez.

-Bueno, eso es todo Granger.- dijo finalmente.

-Gracias, Malfoy- dijo la castaña suavemente.

-Gracias a ti- respondió. Nunca en su vida hubiera pensado que la chica que le dio un puñetazo sería quien exigiera que lo dejasen de ver de esa forma. Supuso que estaban a mano.

Ella sonrió entonces y de alguna forma a Draco le recordó a Astoria con sus ojos verdes y cabello castaño, disfrutando de estar nuevamente embarazada, con la esperanza brillando en sus ojos. La castaña obviamente no se le parecía. De hecho Draco podría decir que Potter se le parecía aún más. Pero algo dentro de Draco debía admitir que su sonrisa era similar, con un juste toque de dulzura e inocencia mezclado con carácter, con la ilusión de tener a un nuevo ser y poder traerlo al mundo. Draco sintió una pequeña ola de dolor, como siempre que recordaba a Astoria, invadirlo. Y por un simple momento envidió la suerte de la comadreja de aún tener a su pareja y de ser feliz.

Era tan injusto que él no lo fuera.

Negó con la cabeza queriendo sacudir ese pensamiento y sin quererlo sonrió.

-Felicidades por tu embarazo, Granger.

Hermione abrió los ojos sorprendida por la sonrisa, pero amplió mucho más la suya. Consciente de que todos los miraban le tomó de la manga de la túnica.

-Espera, Malfoy. Tan solo un momento.

Draco asintió y esperó a que Granger terminara de revisar el último cajón de su escritorio. Cuando frente a todos sacó una pequeña barra de chocolate y se lo extendió, Draco la miró confundido.

-Tómala, es mi forma de agradecerte por tu ayuda.

-No es necesario- repitió pero su estómago no pareció muy contento porque gruño levemente permitiéndole a Hermione escucharle. Draco se sonrojo recordando que no había comido nada y miró a los alrededores en busca de si alguien había escuchado su estomago gruñir.

-Lo es, vamos.- dijo alcanzandole aún más la barra.

-Gracias- repitió y volvió a hacer la señal de que se iba.

-¡Malfoy!,-llamó Hermione atrayendo nuevamente su atención- sobre Rose…- dijo dudando un segundo, pero quería aclarar que Malfoy no era tampoco su enemigo frente a todos, y que estaba en desacuerdo en la forma en que lo estaban mirando y tratando. Y nada mejor que hacer las paces frente a todos ellos. Respiró profundo, consciente de la mirada sobre ella y por fin haciendo un gran esfuerzo por los nervios en su estómago, y habló - lamento mucho lo que te dijo.

Los ojos de Draco se abrieron con sorpresa al igual que todos los presentes. Los murmullos comenzaron a crecer y Hermione pudo ver la incomodidad nuevamente en Malfoy. Cuando esto sucedía, Hermione creía que el rubio huiría en cualquier momento, así que quiso asegurarse que oyera todo. Miró alrededor en busca del pelirrojo que tenía por marido segura de que negaría las palabras de su mujer y al no encontrarlo lo miro nuevamente.

-Fue muy maleducado de su parte- siguió con el tono que Draco reconocía cada vez que en su adolescencia regañaba a Potter y a Weasley sin importar a quién tuviera frente a él. –suponer que tú y tu hijo no sintieron la pérdida de Astoria Malfoy. Hablare con ella para que no se repita.

-Granger eso no es necesario.- dijo Draco recordando que Albus ya los había defendido e incluso la había insultado a ella.

-Por supuesto, que si.- insistió.- Lo es.

-Es en serio, no lo es – dijo repitiéndose, pero a su mente llegó que era necesario a su vez disculparse a favor de Albus, pues este los había defendido de las palabras de la chica. Además, si él diese su mano a torcer solo un poco, podría aligerar los problemas que según Scorpius, el menor tenía en casa–Potter, Albus… - dijo corrigiéndose- él te insultó para defendernos. Sé que no fue mi decisión o la de Scorpius, pero lo hizo a favor de mi familia, y eso no fue correcto, tampoco. No tienes que disculparte. Yo lamento que tanto él como yo te hayamos llamado así.

Esta vez, fue Hermione quien abrió sorprendida los ojos. Nunca creyó que Malfoy se disculparía por algo en su vida, y que lo hiciera con ella fue algo que no supo representar. Pero en cierta forma le alegró y se dió cuenta de la razón por la que Harry defendía a Malfoy. Porque podía ser muy amable también.

Genial, pensó contenta. Ahora solo tenía que hacer las paces con Harry.

-Entonces- dijo extendiéndole su mano- ¿Amigos?

Draco no pudo evitar mirar la marca que se presentó frente a él cuando ella extendió el brazo ante su ofrecimiento. Se sintió culpable al admirar la palabra sangresucia en su antebrazo y sin pensarlo la acaricio. No notó la mirada fija de Hermione en él o sus mejillas rojas. Solo pensaba en su Marca Oscura. Siempre que Draco estaba fuera de casa tenía la necesidad de tapar los restos de ella, pero Granger mantenía la suya a la vista ¿Cómo podía verla siempre en su brazo? ¿No le recordaba el dolor, el miedo cuando se impregnó en su piel?

La parte Gryffindor de Draco, le dijo que estaba en deuda con chica por lo mal que la trato en el pasado, por la marca que ahora tenía en el brazo, y que el ofrecimiento de Granger, tan gryffindor como la pequeña parte de él que negaba, lo hacía con toda sinceridad, acortando una persona de su larga lista de enemigos. La parte slytherin le decía que entrar en contacto con Gryffindors en el Ministerio, más bien en el departamento de justicia, era peligroso, pero podía sacar provecho de esa situación.

-¿Malfoy?

La mirada de Draco volvió a los ojos castaños. Aunque siempre confiaba en su parte slytherin, y ésta tenía razón al decirle que podía obtener muchos beneficios- sobre todo en la forma en que lo trataban- también existía la posibilidad de que las cosas se pusieran en su contra, y no pudo evitar mirarla con duda.

-¿Qué hay de Potter?- preguntó. Definitivamente Draco no quería volver a enfrentarse verbalmente con él.

Hermione, sin dejar de mirarlo, negó con la cabeza.

-No creo que a Harry le importe.

Draco dudó nuevamente.

-¿Estás segura? Los Weasley no estarán contentos contigo, en especial tu marido.

Hermione hizo una mueca, y suspiró.

-Lo sé- pero aun así le extendió la mano a Draco, y él la miro de nuevo.

Durante lo que pareció una eternidad, Draco pensó su respuesta. Sin embargo alzó la mano y tomó la que la chica le ofrecía. Ya era "amigo" del hijo de Potter. Que más daba que lo fuera de Granger. Además ahora sería más ameno cuando necesitara trabajar con un auror. Siempre podía pedir que fuese ella quien le atendiera.

-Está bien–dijo y Hermione sonrió.-Sí, amigos, puedo trabajar con eso.

Guardó el chocolate en la bolsa de su túnica y haciendo una leve inclinación de cabeza se despidió.

-Adiós Granger.

-Adiós Draco.

No pudo evitar alzar una ceja ante la mención de su nombre, pensando lo muy confianzudos que eran los gryffindors, y Hermione dio una leve carcajada.

-Entiendo, a los apellidos. Aun no hay tanta confianza.

Draco solo rio altaneramente y Hermione se dio cuenta de que en realidad Malfoy le caía bien.

Muy bien.

.

Terry asentó los papeles que tenía en mano, en el escritorio, y miró a Ginny quien, impaciente, se mordía el labio.

-¿Qué quieres decir con que la casa te sacó?

-Me sacó, Terry. Justo lo que te estoy diciendo. De pronto estaba fuera de casa y mi ropa y mis joyas aparecieron a mi lado.

Terry releyó los papeles de divorcio.

-Pero es que no tiene sentido, las propiedades se discutirán ante un juez. A menos…

-A menos…-repitió Ginny.

- A menos que firmaras un prenupcial.

Ginny alzó la ceja y se cruzó de brazos.

-Por supuesto que no hice tal cosa.

-¿Estás segura?

-Claro que estoy segura.

-Debiste hacer algo.

-Qué quieres que te diga, Terry. Harry y yo decidimos casarnos y firmamos los papeles necesarios.

-¿Qué tipos de papeles?

-Los de datos personales, por supuesto. La compra de mueblería, las repaciones de la casa. La luna de miel y bueno, hubieron unos que Harry dijo que, según McGonagall, eran rutinarios en los matrimonios de familias tales como la Black o la Potter, y que él ya había firmado.

-¿Y los leíste?

-No, claro que no. Estaba escogiendo la vajilla, no tenía tiempo para esas cosas.

-Pero al menos tu abogado debió leerlo, ¿Quién rayos fue tu abogado?

-No teníamos. Harry se encargó de todo. Luego, te conseguimos. Era absurdo leerlos ¿no?, incluso Harry dijo que era un simple papeleo para unir nuestras bóvedas, pero mi familia no tenía ninguna bóveda así que no tenía caso, ¿no? Solo agregué mi nombre a la bóveda de Harry.

-¡Ginny!

-¿Qué?

-Claro que hablaba de la unión de las bóvedas, probablemente de las propiedades y de los hijos.

-No, no. Era rutinario.

-Ginny, Harry es heredero de la Casa Potter y la Casa Black.

-Pero él no sabía nada del Mundo Mágico. Ni de sus casas. No podría haberme tendido una trampa.

-No, pero probablemente Hermione le aconsejó recurrir a los abogados de la familia. Debió buscarlos, o encontrar nuevos.

-Pero eso es…

Quedando pasmada, la pelirroja dejó de hablar.

-No, no. Se supone…

-Las bóvedas deben ser de él, Ginny, tú misma lo dijiste. No tenías bóveda.

-Pero el matrimonio, debió darme la mitad de las bóvedas.

-No si se casaron por bienes separados.

-Pero él dijo que su bóveda era mía.

-Mientras fueras su esposa y si se hubiesen casado por bienes comunes. Probablemente solo era mera cortesía, y declaró que lo que era de sus legados familiares, antes de casarse, se quedaría en ellas. Eso implica las casas y el dinero de la bóveda, Ginny. En teoría debería regresarte el dinero que aportaste al matrimonio.

-Nada.

-Nada-afirmó Boot.

-¿Qué hay de los hijos? Los cuidé.-O al menos había intentado cuidar a James al principio, antes de descubrir lo útil de los elfos y su madre.

-Si los papeles indican lo que creo que indican. El heredero es de él.

-Pero aceptó renunciar a James. ¡Que la custodia sería mía!

-Sí, estoy seguro que Harry piensa que eso anula su contrato anterior, pero eso puede ser rebatido en juicio. Y definitivamente, Harry lo notará cuando hable con un abogado. Así, Harry tendría a James y a Albus, solo faltaría Lily.

Lily…

-¡No!-gritó. Lily sería suya. Lo habían planeado todo, ella tendría a su nena.

-Mira Ginny. Dado que es pequeña probablemente te la darán a ti, y la tienes en casa, ¿cierto? Quedate cerca de ella.

Ginny se congeló.

-¿Por qué?

-Bueno, legalmente puede quedarse con cualquiera de los padres por el momento.

Tomando su bolsa, la pelirroja salió de la oficina del abogado, quien solo suspiró al verla salir.

-¿Sabes que te estás metiendo en problemas? ¿No, Terry?- excuchó la voz de Marrieta, su secretaria. Quien, parada en la puerta, lo veía con decepción.

Evadió su mirada.

-Por supuesto que no, lograremos quedarnos con Lily.

Ella suspiró. Era una lástima que su jefe se enamorase de alguien como la pelirroja, y creyera ilusamente que podía ganarle al Héroe del Mundo Mágico en algo. Por ley natural, Harry tenía una estrella sobre él. Y ganaría, incluso perdiendo.

.

Ginny caminó de prisa por el ministerio, enfadada y buscando a Lily para llevársela a casa, lo más rápido posible, antes que Harry empezara a tramitar el juicio. Esto no estaba para nada bien. Harry no debió firmar, no debió dejarla sin un knut, sin casa, ni tener posibilidad de tener a James. No debería poder tener a Lily.

Por su cadáver que no lo iba a permitir.

Justo cuando encontró a la maestra para recoger a su hija, un elfo estaba hablando con ella. Frunció el ceño nada contenta de esperar su turno, aunque probablemente al hacerse más visible para ella, ésta fuese corriendo a atenderla. Siempre lo hacía, nadie sabía que ya no era la esposa de Harry. Se acercó más y carraspeó haciendo que los individuos volteasen hacia ella, fue cuando se dio cuenta que era uno de los propios elfos.

Maldito Harry.

-¡Pinky! ¿Qué haces aquí?- gritó.

-Pinky ha venido a recoger a la amita – respondió la criatura. – El amo Harry le ha dicho a Pinky que la llevase con él.

-No es necesario- dijo caminando hacia ella con tal enfado que incluso la maestra se dio cuenta de que había un problema- la llevaré a casa.

El elfo se sobresaltó pero no dejo que Ginny tocara a Lily.

-¡Quítate de una vez!- exigió.

-El amo Harry especificó que Pinky no dejara que la llevara con usted. Pinky es el elfo del amo Harry. El amo Harry no quiere que usted toque a la amita.

Ginny enrojeció y sacó la varita. Lily, que estaba detrás del elfo, retrocedió asustada.

-Señora Po…- la voz de la maestra se detuvo involuntariamente contra su voluntad y abrió los ojos espantada al darse cuenta de lo que estaba pasando. Ginny también lo notó.

Harry le había quitado el privilegio de usar su apellido.

-Señora Weasley- repitió la maestra. – Debe detenerse, está asustando a Lily…

Pero Ginny ya no la escuchaba. Sin darse cuenta su varita cayó al suelo. Estaba acabada. Sin dinero, sin profesión, sin el apellido….

El elfo quiso aprovechar la confusión y se volteó para llevarse a la niña cuando con espanto notó lo que estaba pasando.

Lily no estaba.

.

Luego de caminar junto a Granger, Draco se sintió un poco más ligero. Como si una pequeña parte de la culpa dentro de él, hubiera desaparecido, dejando alivio en su lugar. Aun así, salió del edificio bostezando ligeramente maldiciendo no haber podido dormir más de 5 horas en toda la semana. Cuando estaba a punto de desaparecerse, unos pasos rápidos se escucharon y volteó hacia donde se escuchaban. Una niña pelirroja, que corría a lo largo de la calle mientras lloraba, chocó contra él sin que pudiera hacer nada. Justo cuando él movía su varita. Pudo ver a lo lejos a una señora mirar la escena con espanto y el contacto de la pequeña sobre él. Aparecieron conjuntamente.

Cuando llegaron a la mansión Malfoy, justo en el jardín donde su madre tomaba el té en las tardes, Draco, con habilidad, sujetó a la niña para que no se golpeara. Debía tener 5 años a lo sumo porque era pequeña, quizá 4. Un poco preocupado por ella, se agachó a su altura y vio que seguía llorando.

-Oye, ¿Estas bien? ¿Cómo te llamas?

Cuando la pequeña alzó la mirada, Draco observó el verde de sus ojos con curiosidad. Le recordaban a alguien. Analizándola con detenimiento, el rubio observó como de pronto la mirada llorosa se convertía en una admirada y sonreía.

-¡Un príncipe!

¿Un principe? Es cierto que era rubio, se vestía elegante, y sus ojos eran grises. Pero con el sueño que se cargaba Draco dudaba que pudiese lucir justo como un principe. Además, era demasiado mayor para serlo. Un Lord, quizá. Un rey tal vez. ¿Pero un príncipe? Esta niña había leido demasiados cuentos de hadas, porque se veía feliz y sonrojada, mientras festejaba a su alrededor su suerte. Ojala su hija nunca fuera así.

Cuando la pelirroja lo abrazó, Draco se sorprendió bastante. Más cuando la voz de su madre se escuchó con sorpresa.

-¿Lily Potter? Draco, ¿por qué está ella contigo?

Draco cerró los ojos con dolor.

¿Ella dijo Potter?

No podía ser cierto.

Lily, Liliana, Lilian, como se llamara, volteó ante la mención de su nombre y contempló la imponente figura de su madre con una mirada aún más admirada, sus ojos finalmente se posaron en el bebé y sonrió.

-¿Madre?

La niña miró a ambos emocionada. Si él era un principe, y ella su madre, entonces era...

-¡Una reina! ¡Un bebé!.

Narcissa alzó las cejas bastante sorprendida y lo miró

-¿Draco?-se repitió sonando aún más severa-¿Por qué está la hija de Potter contigo?

Pero Draco ya no pensaba en más.

Ahora definitivamente tendría que mirar a Potter.