Disclaimer: Harry Potter no me pertenece.


Entre coincidencias y destinos

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Capítulo 18

Entre culpables y heridos

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Severus suspiró cuando su poción echó el humo con la textura correcta y se volvió de ese color gris plateado que le recordaba a los ojos de Draco y Lucius. Pensando en su ahijado, el hombre detuvo sus movimientos y se quedó quieto por unos momentos, mirando el caldero que tenía frente a él. El niño de slytherin, que lo seguía por todos lados (como un pequeño patito, según Narcissa) había crecido bastante, ¿no era así? sonrió tristemente. Su rostro, su mirada, todo era distinto en él. El porte, la rigidez, la elegancia en sus poses solo podían hablar de un hombre versado en negocios y con decenas de experiencias, no todas positivas. Incluso tenía una forma propia de girar al dar la vuelta, pensó divertido, recordando todas esas veces en que de pequeño el rubio le había rogado que le enseñara a girar dramáticamente como él, para provocar impacto en su llegada o salida del lugar; y cómo cada vez que el niño lo decía, Lucius se carcajeaba burlándose de él y llamándolo dramático. Severus se sonrojaba entre ira y vergüenza, y le lanzaba una mirada mordaz a ambos, antes de negarse. Ahora, Draco había crecido para ser un elegante hombre y, cuando se encontraron con Minerva, era como se si hubiera encontrado con alguien nuevo, alguien diferente... y a la vez se hubiera topado con ese niño de cinco años que había convivido con él.

El heredero de los Malfoy lo había mirado con tanta dulzura cuando era tan pequeño, con tanta alegría y admiración mientras crecía, con tanta tristeza durante la guerra, y con tanta rabia e incredulidad aquella vez en los juicios... Severus siempre le había dicho que debía ser menos abierto con sus emociones, que no era bueno mostrar sus debilidades, menos si iba a ser un slytherin. El joven Draco fue el tipo de persona cuya mirada y expresiones reflejaban sus sentimientos, cosa que fue demasiado obvia cada vez que se peleaba con Potter; sin embargo, los juicios le enseñaron a Draco más de lo que Severus podría haber hecho. Después de ellos, cada vez que veía al otro no había más que indiferencia en su mirada. No, no era así. Luego de la guerra, Draco había perdido su vivacidad, su chispa, se había apagado. Parecía no saber qué hacer consigo mismo, dónde ir, qué decir. Parecía estar dispuesto a aceptar el trato que le daban, porque pensaba que se lo merecía. Y no lo hacía, no de la manera en que Severus lo hacía. Probablemente de todas esas veces que se encontraron, Draco ni siquiera lo había visto. Era difícil mirar algo más que a la gente insultando y golpeando a uno al pasar. Severus quiso enviar una lechuza, llamar por flú, aparecer frente a él y sacudir sus hombros, hacerlo reaccionar, rogarle que aprovechara la oportunidad que se le había dado al sobrevivir, pero sabía que no sería bien recibido. Que sólo lograría romperlo más. Pasó mucho tiempo para que algo más que los residuos de la guerra aparecieran en su rostro, y aún así podían verse, jamás se irían del todo. Draco había tenido que pelear, sobrevivir en un mundo donde su nombre valía menos que nada cuando antes lo hacía mucho. Había tenido que adoptar una nueva manera de vivir y pensar. De actuar. El niño que jamás quiso matar, ahora ni siquiera titubeaba al hacerlo. El adolescente que creía que las peleas eran frente a frente, empezó a jugar sucio para obtener victorias. Hacía movimientos bajo el agua, a espalda de los demás, lo más cautelosamente posible. Aprendió a ser sigiloso, disimulado. Estudió cada punto fuerte que pudo encontrar en los demás para sí mismo y su beneficio. Su rostro, una vez vivaz y brillante, ahora era una fría máscara de elegancia y formalidad en la cual difícilmente podrías encontrar si lo habías herido, si estaba triste, feliz o furioso. Muy pocas veces perdía su autocontrol en público. La única vez que había escuchado que perdió el control fue cuando se encontró con Potter, y probablemente era una de las muchas secuelas de su infancia.

Pero esta última vez, esa falta de enojo, de indiferencia practicada, había brillado por su ausencia. En cambio, Draco lo miró como aquellas veces en que Severus era gran parte de su mundo; como cuando era pequeño. Lo llamó Sev y le sonrió suavemente... Quizá porque estaba muriendo y ya no sabía qué pasaba, quizá hacía mucho que lo había perdonado, pero como un auto castigo, Snape se había aferrado al destierro. Como fuera, cuando el otro lo miró y le sonrió, mientras moría en sus brazos, de nuevo, Severus sintió ese nudo en la garganta, ese dolor atroz que lo recorrió cuando Lily estaba quieta entre sus brazos, sin respirar. Cuando entró en los baños, sólo para encontrarlo en medio de un charco de su propia sangre, con Potter gritando su nombre como si eso hiciera algo para sanarlo.

En el instante en que él lo miró, y sonrió, Severus se dio cuenta de lo mucho que lo había extrañado. Y cómo lo estaba perdiendo, una vez más.

Si pudiera dar mi vida, para dársela a él, pensó, lo haría justo ahora, en este momento. Lo que sea, haré lo que sea… Y, de alguna manera, ese milagro había sucedido y se lo llevaron de nuevo lejos de él.

Severus ya era viejo, y Draco ya era mucho mayor de la última vez que lo había visto bien. Ya no era tan delgado y pequeño como Narcissa; ahora se veía muy parecido a Lucius cuando todo el asunto de la guerra había empezado, incluso tenía a un hijo de la misma edad que él tenía cuando el que No debía ser Nombrado regresó. Fue triste saber que había pasado años lejos de su ahijado, que no lo había visto crecer, enamorarse, o casarse, que no había visto al nuevo heredero nacer y crecer. Merlín, Severus ni siquiera estuvo ahí el día en que el chico se convirtió en el líder Familiar. Draco había esperado tan ansioso el día en que se volviera Lord Malfoy... Había hablado por horas y días con lo que haría con el poder, cómo jugaría a través de las barreras de la mansión. Cómo exploraría los pasillos y habitaciones prohibidas para todos excepto para el Amo de la Mansión. Habían especulado juntos del proceso secreto para volverse líder. Salazar... Snape podía imaginar cómo fue finalmente ese día para él, solo con su madre, sin nadie que pudiera decirle qué hacer. Sin ninguna razón real para ser felicitado. Y se convirtió porque su padre no podía estar ahí. Como una medida de emergencia. Porque el estúpido de él lo había traicionado y metido en Azkabán. Pudo escuchar los probables pensamientos de Draco, acerca de cómo tenía que tener un heredero y entrenarlo para no perder el legado de la Mansión. En cómo tendría que enseñarle todo lo que no le enseñaron con rapidez, porque tal vez no habría tiempo. Y Scorpius, ese niño sin dudar creció viendo cosas que no debía ver. Y probablemente no fue el único, sus amigos debieron pasar por lo mismo. Eso, eso era lo que Severus les había dejado a los niños que guió a la guerra. Eso, o un ataúd.

Como muchas veces lo hiciera en los últimos años, el moreno se tomó tiempo para recriminar a sí mismo. Para bajar la cabeza y respirar profundo. Ellos no hubieran sido más feliz con Tom Riddle, solía decirse, pero eso no significaba que no le doliera que fuera tan infelices sin importar quien ganaba. Si tan solo no me hubiera unido a él, solía pensar, si no le hubiera dicho de la profecía, si no hubiera pedido ayuda a Dumbledore, tal vez hubiera podido tomar a Draco y huir. Tal vez hubiera podido enfrentarme a él directamente y crearles un puente a todos en el otro lado. Snape sabía que eran sentimentalismos, pero, por primera vez, cuando sus ojos se cruzaron con los del hijo de Draco, Scorpius, pudo sentir el peso de sus acciones y su corazón dolió. Parece que siempre alejo a los que amo, con el pretexto de hacerlo por su bien, pensó. Por instantes, deseó no haber hecho nada en contra de Voldemort. Quizá, si lo hubiera hecho, Draco no estaría desangrándose en sus brazos, pensó mientras intentaba sanarlo; pero sabía que ese pensamiento no duraría mucho, porque él jamás hubiera permitido que su chico viviera al mando de alguien tan voluble e irritable, que castigaba con crucios y muertes a quienes no hacía su voluntad. Ese hombre estaba enfermo, y tenía a la loca de Bellatrix como ejemplo moral.

Pero quién sabe, eras tan listo que quizá sobrevivías y lograbas volverte su favorito.

¿Qué estaba bien, qué estaba mal? Severus no lo sabía. Ya no. Cuando Draco era pequeño, él siempre había exclamado lo mucho que había querido seguir sus pasos. Se sentaba por horas a su lado, observando qué hacía, anotando. Reía de los sarcasmos de Snape, lloraba entre sus brazos, se quejaba en buscas de mimos. Severus jamás había tenido el valor para decirle el muy mal ejemplo que en realidad era, porque, en el fondo, no quería desilusionarlo. Draco era tan fácil de herir… y Severus había conocido a tan poca gente que lo apreciara.

Snape solo había querido protegerlo.

Pero lo había dañado en el proceso.

Eres como un padre para mí, había dicho una vez el rubio, cuando ocupó en su primer año un pedazo de su cama, porque tenía miedo de dormir solo después de la visita al Bosque Oscuro. Y el profesor lo había permitido, porque, ciertamente para Snape, Draco era como su hijo. Su inteligente, expresivo, alegre y travieso hijo.

Pero, sin importar sus mejores intenciones, el hecho era que Severus sabía que Draco y él no verían sus acciones de la misma manera. Lo sabía, y aún así las hizo; porque en realidad dudaba que Draco pudiera comprender, guardar silencio ante lo que hacía. Por eso no podía reclamarle que se fuera, que lo odiara. Sabía que algún día lo comprendería, quería creerlo… Pero, ¿cómo podía siquiera estar seguro ahora? Había cambiado por completo. Toda esa dulzura, toda esa carisma, se fue apagando a medida que pasaron los años. Draco pasó de ser expresivo a convertirse en una persona fría como él y Lucius. Había adoptado cosas de ambos sin notarlo, paulatinamente, como si, si te preguntaras cuando empezó el cambio, no pudieras definirlo.

Pensó en cómo la mayoría de las personas aún lo insultaban. Y cómo probablemente estaba matando si lo necesitaba, como si aquella vez que no mató a Dumbledore era algo de lo que debía arrepentirse. Era cierto que estaba orgulloso de todo lo que había logrado, lo hacía. Había hecho cosas malas, pero también grandes cosas. Había ocupado un lugar en el Consejo de Hogwarts. Dirigía a los slytherins. Era fuerte, firme y había logrado una familia. Eso no evitó que se decepcionara de no haber estado ahí con él. Había sido por un bien mayor, había salvado al hijo de Lily después de hacer que la mataran. Había librado a Draco de estar al mando de ese hombre. Había librado su propia consciencia. Era solo, solo que no había sido como Dumbledore lo prometió. Dumbledore había dicho que todo estaría bien al final, y él fue tan ingenuo como sus propios alumnos en creerle; y ahora estaba aquí solo, cuando pudo estar con su ahijado. Su pequeño ahijado que aún cuando el mundo se derrumbó a su alrededor había conseguido ser un Maestro de Pociones, aprendiendo de otros, haciendo orgulloso a otras personas.

Pociones curativas y transfigurativas, ¿eh?

Se preguntó si había algo aún que él mismo aún podría enseñarle. Si Draco siquiera consideró que Snape con gusto le hubiera enseñado. Que, si él lo pedía, siempre lo recibiría con los brazos abiertos.

Probablemente no.

Quizá solo ya estaba muy viejo y empezaba a pensar en su propia muerte y en cuan solo estaba. En cuánto quería volver a acercarse a su ahijado. Cuando lo había visto desangrándose, de nuevo por ese maldito hechizo que él mismo había inventado, Severus se odió y se dijo a sí mismo que Draco había lo correcto al alejarse de él. Nunca había sido un bien ejemplo a seguir. Con nostalgia, estaba a punto de empezar a envasar la poción cuando sus barreras brillaron y avisaron una llamada por la red flú.

-Adelante.

-Severus.

El pocionista tuvo que admitir que su corazón se congeló al oír aquella voz y el frasco que sostenía cayó al piso. Sabía que estaba libre, lo hacía, pero nunca esperó que él le hablara. Él era el que debía estar más enfadado, quien estuvo por años en prisión. A quien Severus había traicionado a pesar de lo mucho que él lo protegió de esos cuatro bravucones, cuando era pequeño, por el amor a una mujer. Una mujer a la que al final no le importó cuanto su querido esposo lo lastimó en el pasado, en cuanto peligro lo habían puesto antes de salvarlo, cuánto daño le había hecho a su autoestima, cuánto rencor le guardaba... Solo había ido y se había casado con su torturador. Había perdonado la arrogancia en Potter, todo su comportamiento pasado, pero no pudo entender la fascinación de Severus por las artes oscuras. No confió en Snape para controlarlo.

Quizá, tú sabes, si ellos no hubieran estado jodiendo tanto, yo no hubiera tenido una fascinación aun mayor. Una necesidad de poder manejarlas.

Como fuera, ¿Había sido parte de su castigo? Tal vez; pero probablemente todo se remontaba a que Severus la amaba, y ella solo lo consideró un amigo. Un amigo que estuvo con ella la mayoría de su infancia, que creció con ella, la cuidó mientras lloraba, la alentó cuando tenía miedo, pero, por supuesto, ella no pudo hacer lo mismo.

Y te vas, y dejas un bebé, con tus mismos ojos y la apariencia de ese bastardo, y mi ahijado se aferra a él de la misma manera en que yo lo hice contigo.

Era curioso cómo las cosas cambiaban la perspectiva de uno a medida que uno llega a una edad. Severus la había amado y había hecho muchas cosas por ella, pero cuando perdió el cariño de Draco, cuando sus dos mejores amigos se alejaron, cuando vio a los niños que cuidó siendo juzgados, él simplemente se preguntó si ese amor había valido la pena.

Desearía no haberte conocido.

Tú fuiste mi perdición.

Desearía haberte dejado ir. Encontrado a alguien más, y haber sido feliz.

Y sin embargo la amaba.

Supuso que así funcionaba el corazón a veces. De una manera cruel que te hacía sentirte atraído a la persona equivocada.

Tal como Dumbledore amó a Grindelwald.

Tal como Draco se amaba a Potter.

-¿Severus, estás bien?-exclamó Lucius, sacándolo de sus pensamientos.

-Lucius-respondió con voz cautelosa, indeciso por la razón tras la llamada del otro y sin saber qué decir. Decidió esperar a que el otro hablara. Cuando el otro pareció pasar por alto su titubeo (porque sí, había sido notorio) simplemente asintió y miró alrededor.

-Así que de verdad sigues viviendo en esta pocilga. Creí que siendo héroe de guerra estaría en mejores condiciones o vivirías en un lugar mejor.-El tono de voz del otro fue el del mismo disgusto que el de años atrás como si nada hubiera cambiado, y él hubiera pasado la flú de su lujosa Mansión a la pequeña casa de Snape tan diariamente como antes lo hacía.- Al menos debiste haber arreglado el estante aquel. Estuve más de diez años encerrado y aún así tu...

-¿Qué estás haciendo?-interrumpió su diatriba. Su tono casual al hablar de su encierro, cuando fue Severus quien lo puso en una celda en la que muchos enloquecían, lo llenó de culpa e ira.

-Supongo que llamar a un viejo amigo. No es que la mayoría de mis viejos amigos sigan vivos o libres. Y Salazar sabe que la Mansión vacía puede enloquecer a cualquiera. Claro que no es nada comparado a la celda, al menos aquí está tibio. Entonces, no tenía nada qué hacer, y decidí llamarte.

Snape rió sin diversión.

-No soy amigo de los Malfoy, creí que lo sabrías. No lo he sido por años, ni siquiera me saludan por la calle. No me han dirigido la palabra desde los juicios. No han mandado ni una lechuza. Lo cual no me sorprende, porque la población me ignora en general.

-O tu los ignoras, nunca has sido la persona más sociable.

Cuando Severus no respondió, Lucius lo miró a través de las flamas. Permaneció por minutos en silencio y luego suspiró.

-¿No podías dejarlo pasar, eh? Bien, he hablado con Narcissa, y Draco mismo. Él y ella, solo estaban heridos, Severus, tú lo sabes... Draco era tan joven y perdió a sus dos referencias paternas. Te culpó, porque confiaba en ti, y le rompiste el corazón. Tuvo que crecer de golpe, guiar a demasiadas personas, tuvo tanto peso sobre sus hombros... y Narcissa, ella...

-Ella estaba molesta conmigo por alejarte. Lo sé. ¿Por qué tú no estás molesto? Si lo estuvieras, no tendríamos esta conversación. Tendría un veneno llegando por correo, o una daga declarando enemistad.

-Que los aurores podrían usar en mi contra.

-Yo no les agrado tanto, y ambos sabemos que no diría nada en absoluto.

-He tenido mucho tiempo para enojarme, insultarte y desearte la muerte, Severus. He tenido tiempo de pensar en cómo regresarte el favor. En cómo deshacerme de ti incluso encerrado en la Mansión. Y luego vas y salvas a mi hijo, de nuevo, y todo ese odio simplemente desaparece y me recuerda que fuiste mi mejor amigo, y eres el hombre que escogí como el padrino de mi hijo. He pensado en cómo estuve ahí el día en que ellos mataron a Lily Potter y no hice nada para detenerlos, a pesar que sabía lo mucho que te dolería. Y no me culpaste por ello, te culpaste a ti. He pensado que es mi turno de culparme a mí mismo. Me pediste que dejara a Voldemort y no te escuché. Pensé que ganaría y se desharía de nosotros si lo traicionábamos como los demás. Estaba aterrorizado. Tú lo estabas. Draco aún lo está. Todos hicimos cosas para que Potter ganara, yo lo hice, Narcissa lo hizo y Draco lo hizo. Y cada uno de nosotros lo sabemos, sabemos que no es tu culpa. Draco pudo haber confirmado en la Mansión que ese niño era Potter, Narcissa que no estaba muerto en el bosque... No es totalmente tu culpa, solo no queremos aceptarlo. Aceptarlo es duro. Sabes como va la cosa, probablemente tu mismo estás tan anclado como ellos en el pasado.

Severus permaneció en silencio.

-He pensado mucho, Severus. Y no quiero hacerlo más. Quiero que vengas y ambos nos quejemos de cómo nuestro niño, al cual no hemos visto por mucho tiempo es un hombre ahora y se ha casado con Astoria Greengrass. Cómo ha tenido dos hijos con ella y está ahora casado con Potter y tiene tres más.

-¿Se casó con Potter?-exclamó incrédulo. -Me parece que no escuché tal hecho.

-¿Ves? Esa es la reacción que quiero-rio levemente el otro.- Ven y tomemos una copa. No tenemos que hablar. Solo, sentarnos y beber un buen vino como en los viejos tiempos. Ven y conoce a nuestra nieta. Ya estoy en casa, es hora que también vuelvas.

-Estás siendo un hufflepuff-exclamó secamente Snape, pero aún así lanzó un hechizo sobre su poción para conservarla y se encaminó a la chimenea, con un nudo en la garganta y los ojos con lágrimas atrapadas. -Espera un momento, estaré ahí tan pronto termine con esto.

-Está bien-respondió Lucius, y la chimenea se apagó. Severus la cruzó minutos después. Al otro lado, un hombre, cargando a una pequeña bebé, lo recibió.

-Su nombre es Berenice-dijo de inmediato, sonriendo de la misma manera orgullosa en que lo hizo años atrás cuando le presentó a Draco. Y, por supuesto, ese niño tonto, le pondría el nombre de una constelación para seguir la tradición. Con cuidado, acarició los suaves cabellos de la niña y sonrió cuando ella sonrió levemente también.

-Se parece a Narcissa.

-Si, también a la chica Greengrass.

Cuando Severus no respondió, Lucius supo que estaba totalmente enamorado de ella, y recordó el día en que le entregó a Draco en sus brazos. Ese día, Severus se había visto mucho más incómodo que ahora, intentando acomodarse para sostenerlo. En este momento, solo se veía nostálgico.

-Se siente como volver a empezar ¿no?-susurró Lucius y Snape asintió de acuerdo cuando Lucius le entregó a la criatura, quien se quejó levemente.

-Es hermosa.

-Si. Ahora que estás aquí, ¿puedes cuidarla un rato? Los demás no están y estoy exhausto. Y ella llora de rato en rato, por los dientes.

Snape frunció el ceño.

-¿Me has tendido una trampa?-exclamó duramente.

Lucius sonrió satisfecho.

-Por supuesto. Ahora, ve por una de tus benditas pociones y cálmale ese dolor.

-¿Por qué Draco no le ha dado una de las de él?

-Ha agotado sus reservas, y justo ahora está pidiendo la custodia de los hijos de Potter.

-¿Qué te hace creer que no me la robaré?

-Hazlo, y Draco y Narcissa tendrán tu cuello-advirtió con burla, pero a la vez, con una frialdad en los ojos que le aseguró a Severus que no bromeara respecto a ello.

-Creí que hacíamos las paces.

-Siempre queda que nos enemistemos, como era esperado.

Snape suspiró.

-Bien. Cuidaré de la mocosa. Todo sea porque mi ahijado tenga tantos hijos como los Weasley, como quiere. Escuché que quiere bebés Potter, ¿puedes creerlo?-Lucius gimió.-Merlín, espero que se parezcan a Draco.

-Sinceramente, no estoy seguro en cuanto a eso. He conocido a la pequeña. Te gustará, ella es muy parecida a Evans. Ellos son una pareja destinada, ¿sabes? La vida tiene una gran forma de joder. Resulta que al final, salvaste al alma gemela de Draco. Él no lo ha dicho, pero está agradecido. Y en definitiva tiene que volver a hablarte.

-¿Has hablado con él?

-No tanto como quisiera. Siempre está ocupado. Me pregunto si estaba así de ocupado durante su infancia. No me sorprende que se hubiera pegado como una lapa a ti.

Tomando asiento, y recibiendo la copa de vino que le era ofrecida, Severus asintió. Existía la posibilidad que Lucius lo estuviera envenenando. Como fuera, pensó tomando un sorbo. Severus había tomado algunas pociones antes de salir para evitar que ese fuera el caso, y el otro se veía agotado. No importa cuanto intentara ocultarlo, a su cuerpo le llevaría tiempo para adaptarse a las nuevas condiciones de su ambiente, y tener mejoras en las secuelas que una celda en Azkabán le había dejado.

-Él quería ser como tu. Te veía honorable, poderoso, intocable.

-Creo que, en realidad, él quería ser como tú. Sin tu cabello, pero haciendo que todos se asusten de ti.

-Ja, ja, já-ironizó el otro, pero aún así su mirada se mantuvo suave, mirando a la niña en sus brazos.

-Él te quiere, Severus. Lo sé. Solo es terco, como tú y yo. Vendrá, eventualmente.

Con el corazón pesado, Severus deseó que eso fuera cierto, y le sonrió a Lucius.

El rubio mayor también sonrió.

Entonces, simplemente se dio cuenta.

-Atravesé la flú y las barreras sin problemas.

Lucius rió.

-Lo hiciste, si.

-Eso no debería ser posible, ¿Me incluiste así de rápido?

-Oh, por Salazar, Severus. -Exclamó incrédulo Lucius-Draco jamás te quitó. Él simplemente no ha tenido tiempo de nada estas semanas. Y ahora que él es el Lord ni siquiera yo, el anterior Lord, podría modificar las barreras en su contra. Las barreras están aquí porque jamás las quitó, y no sé porqué. No sé si esperaba que algún día las cruzaras y pudieras hablar, o simplemente esperaba matarte o algo así.

-¿Él sabe qué estoy aquí?

-Por supuesto qué no.

El pocionista frunció el ceño.

El rubio rodó los ojos.

-Venga, vamos a ver mis pavo reales. Parece qué Draco no los ha matado.

-Esas cosas son una pesadilla, no sé por qué te gustan.

-Son elegantes

-Son un dolor de muelas, eso es lo qué son.

-Cierra la boca, tus tienes tus pociones y yo a mis pavo reales. No tienes nada que decir.-Dijo el mayor, antes de empezar a caminar a los jardines. Severus lo siguió con mala cara, y suspirando; y observando los pequeños cambios en la decoración y las barreras. Eran firmes, tranquilas, cálidas, pero también sentían qué atacarían en cualquier momento. Esas eran las barreras que Draco manejaba. Por primera vez, en mucho tiempo, Severus se sintió en casa.

Especialmente cuando Lucius se quedó dormido en el pequeño zócalo y él se quedó con un bebé en brazos que cuidar.

Y entonces, ese chico, Scorpius, llegó corriendo, agitado, gritando ¡Abuelo! una y otra vez, y se congeló al mirarlo sosteniendo a su hermanita.

-¿Scorpius? ¿Qué pasa? -preguntó Lucius soñoliento, abriendo los ojos y levantándose despacio.

-Papá me ha enviado magia ancestral. Creo que está en peligro. No debería estarlo ¿correcto? Se supone que fue al juicio de custodia. Necesito llegar a él-exclamó.

Con miedo, Severus se puso de pie al mismo tiempo que Lucius.

-No-respondió duramente Lucius cuando empezó a verlo correr, habiendo escuchado como se le escapó a Narcissa con anterioridad cuando Draco fue hechizado- no puedes irte. No te pondré en peligro. Llama a tus tíos.

-Yo debería ir a...

-Te quedarás-exclamó severamente Lucius. -Te quedarás y veremos que pasa, y entonces intervendremos. Pero lo haremos bien. Si solo te pasó un poco de magia significa que te está alertando que está vivo. Severus ven conmigo.

Con sigilo, Severus lo siguió.

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Fuera de la habitación donde estaban debatiendo la custodia, Narcissa jugó con sus manos, nerviosa. Sabía que Harry Potter era una gran influencia positiva para ellos, pero también estaba muy consciente lo mucho que su propia influencia y la de Draco podría ser considerada negativa para los niños. Los niños no parecían tener problemas con ambos, y se habían adaptado bien a sus costumbres y actividades, pero existía la posibilidad de que al final, simplemente desearan regresar a casa, con su horrible madre, y la espantosa familia que estaba frente a ella, mirándola. O que la jueza al final decidiera que un hombre con un trabajo tan demandante, con una pareja inapropiada, no eran lo que los niños necesitaban.

No. La jueza no lo haría, no nos quitaría a Albus.

Si bien Narcissa se llevaba bien con Lily, y usualmente pasaba el tiempo con ella, estaba muy consciente de que quien tenía más que perder ahí era Albus. Ese pobre chico maltratado, pensó. No había manera en que ellos dejaran que volviera con la familia que lo lastimó tanto, sin importar cuan arrepentidos pudieran estar, si lo estaban. Narcissa simplemente no permitiría que Albus volviera a pertenecerles, no solo por el bien del niño, sino también por su propio hijo. Así como Narcissa tenía un gran apego por Lily, Draco tenía uno por Albus. Albus había sido un punto de cambio en la vida de Draco. Ese niño había hecho algo en el corazón de su hijo al ayudar a Scorpius, había despertado algo cuando se encontraron en la tienda de túnicas, y ese algo le dio la oportunidad a Lily de avanzar en el corazón de su hijo. Ese cambio permitió que Draco no alejara el acercamiento de Harry. Si Draco perdía a Al no sabía como le afectaría, pero probablemente le dolería mucho. Narcissa conocía mucho a su hijo como para no notar la forma en que lo miraba, especialmente cuando estaba, lado a lado, con Scorpius. Quizá fuera eso. Esa sonrisa que se le escapaba cuando estaban uno al lado del otro estudiando o jugando quidditch. Al principio Narcissa pensó que se debía a que, de alguna manera, había visto realizada la imagen de un sueño de muchos años atrás. De él y Harry Potter, siendo amigos y estudiando en la misma casa, volando juntos. Pensó que Draco parecía divertido de que, en su lugar, sus hijos lo hicieran; pero no.

Probablemente, lo que tu corazón realmente desea cada vez que ve a Al, es que ese niño fuera tuyo.

Estaba pensando en la poción mencionada en el periódico, esa de la que nunca se enteró y luego Draco no se permitió hablar incluso cuando Narcissa preguntó y preguntó, cuando un vaso apareció frente a ella, y sonrió a ver a Luna.

-Estarán bien, Cissy.

Narcissa asintió y tomó el vaso, agradeciéndole a la mujer. Luna era el tipo de amiga de Draco, que aunque no comprendía del todo, le agradaba. Había traído a su vida a Lorcan, y a Lysander, y al adorable, amigable y dulce, Rolf. Era el tipo de amiga que la invitaría a cenar con los niños en un día de verano, o a un picnic en un día de primavera. Pasaría a tomar el té, solo para preguntar cómo estaba; y la miraba y sonreía, con ternura, como miraba a todos. Como si supiera lo muy sola que se sentía y quisiera ayudar. Como si comprendiera lo que habían tenido que vivir. Quizá lo hacía. Después de todo, aún, de vez, en vez, Luna le agradecería por el pequeño suéter de lana que Narcissa había tomado de su armario y le había puesto en sus hombros para protegerla del frío de la Mansión durante su encierro.

-Gracias, Luna. Lo sé, estoy realmente nerviosa. Me gustaría ir a casa, sabiendo que los niños irán con nosotros.

Luna se pegó a la pared de su lado asintiendo.

-Estoy segura que al menos Albus y Lily desean lo mismo. Has hecho un gran trabajo con ellos. Le he mandado una carta a Rolf, avisándole del juicio, y de la recién descubierta relación de Harry y Draco-comentó sin importarle la compañía.-También he visto ese nuevo anillo en su mano-aclaró la mujer-Estoy feliz por ellos. Rolf también lo está, y le alegra mucho que Lucius por fin esté en casa. Ha dicho que vendrá lo más rápido posible a visitarlos, y para conocerlo. Apenas logre encontrar lo que fue a buscar.

Narcissa sonrió, agradecida.

-Lo he echado de menos. El tan lindo Rolf-murmuró.

-Yo también, pero pronto estará en casa.

Quizá, por las tan continuas salidas de Rolf, ella comprendía a Narcissa.

-Luna-empezó, pero pronto las luces se apagaron y lo siguiente que sintió fue que la habitación se selló. No fue la única, todos se miraron confundidos. Y entonces se escucharon ruidos fuertes de la habitación de al lado. Donde estaban Draco, Harry, y los niños...

-¡Draco!-gritó.

Asustada por los recientes conocimientos de su hijo, corrió hacia la puerta y apuntó su varita, a punto de intentar abrirla cuando alguien la detuvo.

-Señora, ¡no! Puede ser una trampa.- Ella miró al hombre a su lado, el auror. Ron Weasley. -Por favor, cálmese. Llamaré a los aurores.

El pelirrojo intentó invocar un patronus, pero nada salió de su varita.

-Han bloqueado nuestras varitas.

-Narcissa-llamó Luna, preocupada- Narcissa tienes que irte.

-Pero...

-¿Irse?-preguntó Neville y Luna asintió.

-Tienes que irte, Narcissa. Sal de aquí y llama a los aurores. Podría ser peligroso sí...-La rubia dejó de hablar, pero supo por su mirada que ella sabía lo de ese grupo, cazándolos. Ella tomó su mano, y Narcissa miró la puerta nerviosa.-Yo les diré que has vuelto a casa, anda.

Acariciando la joya que la liberaría, Narcissa presionó el traslador.

No funcionó.

-No, no puedo.

-¿Qué?

-Hay algo. No, no funciona.

Luna la miró sin nada que pudiera decir. Neville intentó aparecerse. No funcionó.

-Creo que tenemos una barrera o algo así-comentó.

-¿Pero tan fuerte que incluso inactiva los trasladores?

-Parece que bloquea la magia en sí.

-¿Por qué?

Ron frunció el ceño, al ver a sus hermanos acercarse, y miró hacia la puerta.

-Creo que, en realidad, la pregunta es para quien.

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Gritos. Oscuridad. Polvo.

Debería haber estado acostumbrado a este tipo de situaciones, él era un auror. Era el Jefe de Aurores. Sin embargo, contrario a lo que debía sentir, su corazón latió con fuerza y empezó a entrar en pánico cuando las explosiones sonaron a su alrededor. Quizá era porque hacia tiempo no estaba en una situación así, rodeado día a día de papeleo, y juntas con las cabezas de los departamentos del Ministerio. Quizá era porque su familia estaba alrededor, sus pequeños hijos que jamás habían conocido la guerra, y su esposo que apenas acababa de recuperarse de casi morir, y podía sentir el miedo y la alerta emanando de cada uno de ellos. Quizá solo se debía a que se sentía como cuando tenía dieciséis años, cuando Voldemort atacaba una y otra vez, y Harry apenas sobrevivía. Como fuera, en un arranque de adrenalina tiró a James al suelo, antes de intentar hacer lo mismo con Lily; pero desgraciadamente su mano traspaso el aire y no la encontró. Aterrado, estiró la mano varias veces a su alrededor intentando encontrarla, sin embargo, un sonido fuerte golpeó sus oídos y lo hicieron oír ese horrible pitido que indicaba que acababa de ocurrir una explosión cerca de él, empezando a sentirse desorientado.

-¡Draco!-gritó asustado, pero al igual que él, la mayoría estaba gritando buscando a alguien y los gritos se interponían. Pronto los guardias intentaron prender lumos, quienes al parecer eran los únicos con las varitas al alcance. Sin embargo, los lumos jamás demostraron oportunidad de funcionar.

-¡Espera! Tengo uno de esas plumas muggles que se iluminan si aprieto un botón. Solo tengo que... ¡aquí está! -exclamó uno de los guardias. Apenas lo tuvo a la mano intentó iluminar alrededor. -Maldita sea, no ilumina bien-exclamó.- Todos, todos por aquí. ¿Pueden ver la luz?

La veían.

-Juntémonos, vengan.

-Espera. Las varitas,-exclamó su compañero-vamos por las varitas.

-Esos malditos desactivaron las varitas en el área-escuchó el comentario de Parkinson.- Sus lumos no funcionan correctamente, conseguirlas no cambiará nada. También nos apagaron la luz, para desorientarnos.

-Aún así, nos vendrá bien tenerlas en la mano-fue la réplica de Harry.

-¡Jueza Celestine! ¿Dónde se encuentra?-llamaron los guardias, y mientras ellos buscaban a la mujer y ella los buscaba a ellos, Harry empezó a entrar en pánico al no oír la voz de Draco, Albus o Lily en medio del desastre.

-¡Draco!-llamó nuevamente.

-Lo tengo, tengo Al-escuchó por fin.- ¿Tienes a James y a Lily?

-Papá, estoy bien-llegó la voz del niño, y aunque eso aliviaba a Harry, no pudo evitar notar que él no había dicho que tenía a Lily.

-Papá-sollozó la pequeña-Papá, ¿Dónde estás? ¡Papá Draco! ¡Mamá! ¡Todo está oscuro, estoy asustada!

-¡Lily!-gritó en respuesta Harry, indeciso acerca de porqué habían parado las explosiones.-Lily, guíate en mi voz.

-No, no sé de donde viene. Por favor, ven por mi, papá. Sálvame-exclamó con la voz temblorosa y Harry asintió, empezando a caminar, casi a ciegas, con la mano de James aferrada a él.

-Sigue hablando, Lily.

-Papá, papá estoy por aquí-repitió ella una y otra vez. Todo fue muy rápido, en un momento, Harry estaba moviéndose hacia ella, y en otro hubo una serie de explosiones, y el techo empezó a caer. Harry lo supo porque podía sentir el polvo cayendo sobre su cabeza. Por instinto, protegió al hijo que tenía en su mano. Especialmente cuando el polvo a su alrededor fue tan fuerte que empezó a toser.

-Maldita sea, lo solté, ¿Dónde está esa cosa?-se escuchó la voz del guardia mientras desaparecía la única luz del lugar.

-¿Encontraste las varitas?

-Si, ya las tengo.

-Potter,-gritó Parkinson- Potter mete a los niños bajo las mesas. Tantea con las manos, quizás estén cerca de ti.

No era una apuesta segura ante las explosiones, pero si ante los pedazos de concreto que caían sobre ellos. Harry tanteo alrededor, y pudo sentir el movimiento en James, hasta que él grito aliviado que había encontrado una.

-Métete debajo, James. Encontraré a Lily.

Su hijo obedeció justo a tiempo para un nuevo sonido explosivo.

¿Por qué explosiones?, pensó él ¿Por qué no solo lanzaban avadas por aquí y por allá? ¿Estaban en el mismo cuarto? ¿Eran los mismos de los ataques anteriores? ¿Era un ataque diferente? ¿Por quién estaban aquí? ¿Qué obtenían al interferir en un juicio de custodia?

Las explosiones, la oscuridad, era como intentar matarlos al modo muggle. No dejarían ni una huella mágica que los llevaran a los culpables. Si decidieran seguir una película muggle solo necesitarían disparar desde afuera.

Los pensamientos de Harry se interrumpieron cuando escuchó la voz aliviada del guardia exclamando que encontró la salida e intentaría abrirla. Como auror, Harry no creía que si los habían encerrado y oscurecido el cuarto, la puerta funcionaría, pero antes de que lo pudiera expresar, se escuchó un grito de dolor y se sintió un aire caluroso, golpeando con fuerza. Nuevamente la oscuridad y el silencio reinó, antes de que se oyera el movimiento de las personas, y un grito de total terror se escuchara. El gryffindor no tenía que adivinar para saber qué había visto el hombre que gritó. Ese era un grito que había escuchado cientos de veces.

Alguien había muerto o había sido horriblemente herido.

Casi podía respirar el miedo a su alrededor, y escucho cómo alguien tanteaba el piso. Entonces, cuando la luz de lapicero iluminó nuevamente una pequeña parte del salón, todos pudieron ver borrosamente el cuerpo del hombre, con un charco extendiéndose bajo él, probablemente sangre, y sin un brazo. El guardia, enfocado ahora por su compañero, veía a la nada, muerto por el impacto. Su amigo temblaba, mirándolo horrorizado antes de reaccionar y arrodillarse a su lado.

-¡Marcos, Marcos!-llamó una y otra vez- ¡Despierta! ¡No, no puede ser! ¡Marcos!

El hombre, quien había estado junto a Terry, y su clienta, gritaba dolorosamente ante su amigo fallecido. El abogado, con sus ojos abiertos a más no poder, como si no pudiese creer lo que pasaba, dejó salir un jadeo asustado y saltó lejos de ellos. Ginny parecía congelada en su lugar, antes de vomitar. Apenas les dio tiempo a los demás de procesarlo cuando cayeron más pedazos de concreto, de los cuales uno de ellos directo a la cabeza de Harry, dejándolo mareado. Se hubiera quejado, pero en su lugar, solo pudo prestar atención al grito femenino infantil en la sala, que únicamente podía pertenecer a su hija.

Rodeado de oscuridad, sin la certeza de qué estaba pasando, Harry sintió que perdería la cabeza.

-¡Lily!-gritó y empezó a buscarla a ciegas nuevamente, ¿Por qué, por qué estaba pasando esto? se preguntó una y otra vez. ¿Cómo podría sacarlos de aquí?

-¿Qué está pasando?-tartamudeó asustado Terry- ¿Por qué están atacándonos a nosotros? Es- volteó hacia Ginny-¿fuiste tú? ¿los rumores son ciertos? ¿Los trajiste a matarnos si no ganaba a tus hijos? ¡Malfoy!-gritó enojado- ¿fuiste tú, no es así?- exclamó el abogado terriblemente nervioso.

-Vete a la mierda-empezó Draco-¿estás loco? Estoy aquí también.

-No, no. No pueden ser ellos. Ellos prometieron que jamás los dañarían-se escuchó el susurro histérico de Ginny- ¿Por qué hacen esto? ¡Lily!¡A Lily no! ¡Lily!¡Lily! ¡Háblale a mamá! ¡Guía a mamá a tu lado! Esto no debería ser así-susurró- No así, no así... ¡Deténganse! ¡James!¡James! ¿Dónde estás?

Le tomó un momento a Harry para comprender que Ginny sabía lo que pasaba.

-¡Ginny! ¡Ginny! No encuentro a Lily. ¿Ginny, qué has hecho?

Pero ella no respondió, solo se repetía a si misma que esto no podía estar pasando.

Entonces empezó. Como si hubieran bombas en el suelo, nuevamente hubo explosiones por todos lados. Escuchó el grito de Albus y con su magia sin varita pudo lanzar un breve lumos. Se apagó en un segundo, pero brilló el tiempo necesario para que Draco supiera donde estaba y Parkinson disminuyera el impacto de la explosión junto a ella, protegiéndose una silla y alejándose lo más posible.

-Creí que no podíamos hacer magia-se quejó Pansy y Draco, quien probablemente rodó los ojos, Harry lo sabía, lo escuchó decir.

-¿Aún dudamos de él grandísimo Harry Potter? Tiene tanta magia que al parecer la barrera no ... - se interrumpieron sus palabras, y por un momento Harry pensó que le había pasado algo, hasta que él y Pansy exclamaron a la vez -¡Las barreras!

-¿Qué están...?-preguntó Harry pero entonces Draco y Pansy empezaron a susurrar ligeras palabras en latín.

-¿Puedes sentirlo?-preguntó Pansy.

-Si, si lo hago.

-Sea quien sea no es sangre pura.

-No, o al menos no contaba con que intentaríamos esto.

-¿De qué están hablando?

-Harry, escúchame con atención. Creo que esto es un ataque anti-mortífagos y de alguna manera pensaron que esta era la manera. No magia. Pero sin magia ellos tampoco pueden controlar los ataques, por eso los ataques son tan dispersos.

-¿Una manera irónica de morir, no? -exclamó amargamente Pansy- intentar matar a los que tienen sangre no mágica, y te matan si magia.

-¿Qué está pasando?-exclamó la jueza, escuchando el intercambio.

Las explosiones pararon.

-¿Creen que se acabó?-exclamó el único guardia restante, acercándose y exclamando que tenía las varitas y podían recuperarlas. Probablemente había sacado las otras varitas de la guardia de su compañero muerto. Algunas de ellas tenían sangre probablemente.

-Maldita sea, no sé cual es cual. ¿Pueden tomarlas?

-No veo nada.

-Hey, ¡no me toquen!

-Lo siento, Pans. Solo intentaba encontrar donde estaban extendiendo las varitas. Oh, lo tengo.

Intentando reconocer la texturas de cada una de ellas, Draco estaba casi seguro de tener la suya. Solo entonces, cuando su varita estuvo bien sujeta en su mano, la sintió vibrar junto a su anillo, y supo que debería ser lo mismo para Pansy.

-Lumos-exclamó y confirmó que si era su varita, y estaba llena de sangre.-Aquí, tomen su varita- ordenó el Malfoy, con un ligero dolor de estómago. La sola sensación de sostener una varita húmeda con sangre, le dio la sensación de vomitar. Aún así aprovechó y la limpió con su manga, intentando no pensar en cómo había terminado el hombre que estaba en el suelo.

-Protego-exclamó alternativamente con su amiga, rodeándolos momentáneamente con un escudo cuando hubo explosiones. Se acercaron poco a poco a los demás, para que sus hechizos también los protegieran. Sin embargo, no lo mantuvieron mucho tiempo solo lo esencial.

-¿Cómo hicieron eso?-exclamó el guardia, intentando invocar su propio protego y fallando miserablemente. Pansy se tomó segundos antes de responder.

-Magia ancestral. Nuestra magia no es tan fuerte para superar la barrera antimagia, pero la de nuestras mansiones sí. Sin embargo, es jodidamente cansado. Estamos sacando la magia fuera de su cede, la obligamos a viajar distancias grandes, la forzamos a entrar aquí, y luego a funcionar. Si no desactivamos pronto la barrera estaremos tan agotados que ni siquiera podremos caminar. ¿Quién falta?-preguntó, porque con la posibilidad de realizar un protego era mejor estar cerca de ellos, que lejos.

-No es momento de preguntas. Reúnanse y busquemos a Lily.

-Lily-gritó Ginevra enseguida, llamándola.

-Bien, todos búsquenla. Tiene que estar por aquí. ¡Lily! ¿Dónde estás?

Harry, como el Jefe de Aurores, tenía esa torpe pulsera que no solo daba su ubicación si lo necesitaba, sino que estaba hecho para situaciones así. Con fuerza, aprovechando el escudo temporal, empujó a su magia a la pulsera, la cual vibró ligeramente aunque no como normalmente lo hacía. Ellos vendrían, habían sido alertados, pensó. Sinceramente, Harry esperaba que la magia de comunicación funcionara hacia fuera.

Mientras tanto, puso todo su esfuerzo en encontrar a su hija, aprovechando la luz que Draco brindaba en los alrededores.

-¡Draco!-llamó Pansy luego de unos minutos, intentando alcanzar su brazo, con la mirada fija hacia un lugar y la voz temblorosa. Harry no sabía que pasaba pero pudo ver como el hombre rubio se congeló así que caminó a su lado, dispuesto a defenderlo de lo que lo hubiera echo quedar en ese estado. Excepto que no había nada de qué defenderlo, y no estaba preparado para ver esa escena.

Porque ahí, en frente de ambos, se encontraba el cuerpo de su hija, aplastado por una roca, en medio de un charco de sangre.

-No, no, no, -exclamó Draco reaccionando primero. -Tenemos que levantar esto, ayúdame Pansy, por favor ayúdame.-Empezó tratando de alzar un pedazo de gran roca, sin querer soltar su varita, para no apagar su propio lumos. Harry se mantuvo unos segundos congelado, escuchando el grito de Ginny, la maldición del guardia, abriendo la boca con horror y con el corazón al cien; en una mezcla de terror, shock y bloqueo mental.

Comprendiendo por fin la situación, el corazón de Harry se detuvo por milisegundos. No fue un dolor tan atroz como cuando sintió a Draco morir. No fue su magia y su cuerpo debilitándose, no fue su corazón latiendo con pesadez o rompiéndose en miles de pedazos, pero aún así fue tan doloroso que no podía respirar-No... ¡Lily! - gritó desesperado, corriendo hacia ella y tirando la varita de Draco en el proceso de acercarse. El lumos que había invocado el rubio se apagó apenas perdió el contacto de la manera.

-¡Harry, Harry no veo! El lumos, el lumos es más poderoso que ese aparato-exclamó y Pansy retiró el escudo e invocó un rápido lumos para que lo recuperara, antes de cambiar de nuevo de hechizo. -Harry o invocas el lumos o ayudas a sacar a Lily, pero has algo. Reacciona- exigió.-Vamos, si pudiste hacerlo sin varita puedes hacerlo con una.

En especial si te impulso magia.

Los gritos, en efecto, lo hicieron reaccionar; y en contra de sus propios sentimientos caóticos, Harry se esforzó en concentrarse e iluminar con su varita, pero había algo que presionaba a su magia a ceder, a no funcionar. Sabiendo que tal vez la vida de Lily dependía del tiempo en que Draco sacara a la niña de bajo la roca, se acercó e invirtió toda su energía en iluminar. La magia esta vez funcionó, como una pequeña lámpara infantil, de esas que no dan mucha luz; y Draco, al comprender que el resto dependía de él, tomó su varita y usó la magia para levitar la piedra fuera de ella. Pansy, a su alrededor, trataba de evitar con sus escudos que los mataran.

-Por favor, por favor-lloró Ginny, cuando por fin estuvo libre.-Por favor, Lily, despierta.

Harry no sabía que pasaba ahí afuera, con todos los testigos que se suponen que se habían quedado a esperar el resultado, pero rogó en su interior que llamaran a los aurores, que estuvieran vivos y vinieran a ayudar. La ira lo consumió al estar por segunda vez viendo como alguien que amaba moría, y él no podía hacer nada más que iluminar para que ellos vieran donde estaban.

Cuando por fin pudieron alejarla de la roca, notaron que había aplastado parte su cuerpo, entre ello la cabeza, y sangraba. Su cabello rojo, su precioso cabello rojo estaba llenándose rápidamente de sangre. Harry, cubierto de ella, dejó que su lumos se apagara, sin pensar en por qué esta vez el lumos había funcionado tan bien, y en medio de la débil luz del aparato muggle. Se veía destrozado, sus ojos empezaban a llorar.

-No, no, no-exclamó el auror, tomándola y arropándola en sus brazos. Todo volvió a calmarse mientras él lloraba. Y entonces empezaron de nuevo las explosiones.

-¡Protegos! Lancen los protegos-exclamó Terry asustado hacia Draco y Pansy, escondiéndose tras ellos; pero la única que lo hizo fue Pansy. Draco aún estaba observando a Lily con los ojos abiertos a más no poder.

-Las explosiones ya son aleatorias, como si no se decidieran donde estamos.

-Me preocupa la pausa entre ellas.

-Es porque nos movimos y permanecimos en un mismo lugar. Habían registrado donde estábamos. Ahora no lo saben. Tal vez ya notaron que estamos haciendo magia.

-Papá-gimió Lily, abriendo los ojos-papá no puedo respirar-jadeó.

Draco se mordió el labio, y volteó la mirada hacia su amiga, buscando a tientas su mano. El estado de Lily, sus palabras, no hacían más que recordarle su propio estado cercano a la muerte. Dos veces. Los gritos y el llanto de Harry le recordaban a él mismo aferrándose inútilmente a Astoria, antes de perderla. Sabía que debía moverse. Salir de ahí. Protegerse. Ayudar. Pero estaba congelado. Todo era tan oscuro que revivió viejos miedos, y la única razón por la que no enloquecía era porque sabía que Harry y Pansy, estaban con él.

Aunque no estaba seguro durante cuanto tiempo lo estarían, si continuaban así.

-Lily, Lily-el llanto de los niños, los gritos desconsolados de una madre como Ginevra perdiendo a su hija, le hicieron sentirse culpable de estar congelado en su lugar, recordando hechos que ahora eran pasado. En medio de esos pensamientos, solo pensaba en como la madre de Astri aún lloraba a su hija. En su propia madre, llorando en el funeral, al perder a la cuñada quien quiso desde su llegada a la mansión, en cómo lloraría por Lily si ella fallecía. Su madre podría...

El instinto de sobrevivir de Draco pareció recordar que su madre estaba ahí afuera, con las personas que se quedaron a ver los resultados: Ron Weasley, Luna, McGonagall, Longbottom... Su madre era una ex-mortífaga también, pensó aterrado. Sin protección de las barreras de Malfoy Manor.

Calma, se dijo. Ella podía transportarse a la Mansión con su anillo matrimonial. Estaba hecho para llevarla ahí de ser necesario. Apenas se tranquilizó a sí mismo, las dudas lo invadieron. Si, tenía su anillo, pero... ¿Había logrado activarlo para regresar a casa?¿Siquiera había podido intentarlo? ¿Era lo suficientemente fuerte para pasar una barrera como esta?

Resopló estresado. Tenía que salir, tenía que encontrarla. Estuvo a punto de dar unos pasos lejos, cuando vio nuevamente a su pareja abrazando a su hija.

Es fuerte, es lady Malfoy. Sabe qué hacer, ella te entrenó, Draco. Se dijo a sí mismo. Ella es la mujer que le mintió a Voldemort.

Ella sabía que tenía que ver por si misma antes de ver por Draco, quien como el líder tenía un mejor acceso a la mansión.

Ella estaría bien, se dijo una y otra vez. Lo iba a estar. Y Draco volvería a casa con ella. Tenía el anillo.

Con el anillo, podía aparecer directamente en la Mansión.

Malfoy Manor tenía la magia de decenas de Malfoy, y él ahora era el Lord. La Mansión era Draco y Draco era la Mansión. Y lo sería hasta el último de sus días. Ir a ella no era un problema. El alivio que recorrió sus venas se esfumó al recordar que lo haría solo. No podía arrastrar a Harry, aún no lo había presentado formalmente a la mansión. Sus anillos no habían sido modificados por la rapidez de su matrimonio así que él no podía aparecerse ahí como su madre. Ni siquiera habían consumado el matrimonio. La Mansión aún no lo veía como un dueño.

La Mansión no, pero los elfos sí.

La Mansión obedecía a la sangre. Los elfos obedecían a las Casas, en términos de familias, de magia familiar, a las uniones mágicas.

Había escuchado a Gripsy llamar a Harry amo.

Recordando a Dobby atravesando la Mansión, Draco exclamó firmemente.

-Gripsy.

Pudo sentir la unión con su elfo empezar a formarse, para ser cortada de golpe.

Tenían una barrera anti elfos también.

-No, no, no. Bloquearon a los elfos-gritó frustrado. Era como si ellos hubieran pensado en todo lo que ellos pensarían. Era como si supieran que aquella vez Dobby le había salvado el pellejo a Harry, e intentaran no darle esta vez esa oportunidad.

Otra cosa, piensa en otra cosa. Quizá si voy a la Mansión, razonó, podría llamar a madre con la magia, tal como llamé a los Weasley. Aquella vez ellos aparecieron solo porque usé a Ginevra como una conexión, pero en el caso de los Malfoy, yo soy el punto de conexión. Y si necesito un punto de conexión con los niños Potter, ciertamente prefería tener a Harry ahí.

¿Qué tan probable es que pueda usar la varita para aparecerme con él?, se preguntó. Se obligó a seguir procesando sus pensamientos, para encontrar una solución; pero estos eran una mezcla de qué podría hacer, sin encontrar una solución real.

Si fuera a Malfoy Manor, no podría llamar a Lily, no es un Malfoy. No puedo darle magia, no estamos relacionados de ninguna manera.

No había preparado ningún traslador para Harry, para los niños... No pensó, ¿Cómo maldita sea no se le ocurrió tener listo unos trasladores? ¿Cómo no pensó en que esto podía pasar?

Es porque son hijos de Potter. No deberían estar nunca en esta situación.

Tu y tus amigos, sus familias, tienen el acceso a sus propias mansiones, jamás habías necesitado un puto traslador.

No puedes volver a casa solo.

¿Cómo podrías ir abandonando a los demás?, ¿Abandonando a una moribunda Lily?

No puedes dejar morir a Lily.

No como dejaste morir a Astoria.

Como si fuera ese pensamiento el detonante que lo hizo volver en sí, sus pensamientos lo hicieron recordar que él cuidaba y jugaba con esta niña. Quien lo veía como un héroe que no era, quien lo llamaba papá y lo abrazaba en busca de protección. Que lo había consolado, con los ojos tiernos e inocentes, con la compasión que solo un niño pequeño que no sabía de la guerra, la pobreza o las preocupaciones podía dar. Esta niña, la niña que él empezaba a pensar como suya estaba muriendo. En los brazos del hombre que amaba y él tenía que hacer algo antes de que fuera tarde.

Tenía que usar el anillo, su única fuente mágica, para salvarla.

¿Pero cómo?

El anillo llamaba a la magia ancestral. Solo había algunas cosas que podía hacer con ella, especialmente en la Mansión, pero pasar magia y convertirla en energía vital era una de ellas. Pero, nuevamente, Lily no es una Malfoy. Si fuera Harry, pensó, quien compartía magia con él, tal vez hubiera resultado el traspaso de magia, pero Lily... Lily era una Potter, una Weasley, la magia de ambos era incompatible. Piensa, se dijo, piensa, por favor. Quizá si le paso magia a Harry, y él se la da a Lily...

Demasiadas filtraciones de magia, se escapará, no podrás soportarlo con la barrera puesta.

Si tan solo ella fuera un Malfoy...

-Traspasaré un poco de magia ancestral a Jen-exclamó Pansy, interrumpiendo sus pensamientos.-A raíz de lo que me pasó le dije que si estaba en problemas, le pasaría un poco de magia ancestral. Draco-exclamó tomándolo de los hombros. -Tenemos los anillos del legado. Sé que sabes lo que significa, pero lo diré porque estás en shock. Me apareceré en Parkinson Manor, y desde ahí explicaré lo que pasa a los aurores y moveré a los chicos para que nos ayuden. Haz lo mismo, Draco.

-¿Qué, ir a casa? ¿Solo?- Exclamó incrédulo. Era posible ir solo con el anillo, estaba haciendo magia gracias a él. Incluso podía intentar aparecerse con alguien, usando una varita, pero podría ser un catástrofe, sin importar cuanta magia pudieran traer de sus mansiones. Podría partirse el mismo y a su acompañante. No quería arriesgarse a terminar de matar a Lily o a su padre. Pero aunque pudiera, no podría dejar aquí a Al, ni a James. No quería dejar a Harry.

-No. Haz lo mismo, Draco. Manda un poco de magia a Scorpius, para que quede alerta. Le dije a Jen que te diría que hicieras lo mismo. Solo que lo olvidé, pero ella le dijo a Scorp, estoy segura que lo hizo. Sé que no te irás, así que hazlo para que él sepa que estás vivo.

-La magia de la mansión solo se traspasa cuando uno está muriendo, acabo de... voy a espantar a Scorpius.

-Te perdonará si sigues vivo. Probablemente irá al árbol a verificar tu nombre. Estará bien.

Draco asintió.

-Bien, bien-exclamó empezando a pasar la magia. Por favor, Scorpius, ayúdanos.

Soltó poca, no mucha, lo suficiente para decirle, hey aquí estoy. Él y Jenni eran muy cercanos. Probablemente ella estaría justo ahora en la mansión y le comunicaría su acuerdo con Pansy, y si no, iría a su abuelo. Y su padre, los sacaría de algún modo. Él era el antiguo Lord. Estaba ligado a Draco, estaba ligado a Scorpius. Lo haría, porque su esposa y su hijo estaban aquí, él encontraría la manera. Mientras, Draco usaría lo único que tenía y podía usar. Huir sin ellos sería cobarde. E innecesario. Pansy tenía un plan. Él solo tenía que seguirlo. Tenía conocimientos en hechizos curativos, pero sus habilidades de curación no podrían ser tan efectivas con esa barrera sobre él, y solía completar la sanación con pociones, que no tenía. Lo único que tenía ahora mismo, lo único poderoso que tenía era a su pareja destinada y a la magia ancestral.

E iba a usarlas.

Tenía que usarlas.

La magia ancestral, era poderosa, pesada, difícil de usar, pero tenía a un líder vivo. Con secuelas de su último ataque, pero vivo.

Si ella fuera un Malfoy...

-Sé lo que estás pensando y si quieres curarla, vas a tener que adoptarla ahora.

Adoptarla.

Adoptarla la llenaría de magia Malfoy, sería un momento, lo suficiente para eliminar la magia que no era suya y de su cónyuge. Era un momento en que su cuerpo resentiría la magia extra, que dolería, pero también un momento en que la magia ancestral se daría cuenta que ella era un Malfoy muriendo. Y permitiría a su padre, que también era el líder, salvarla con la magia de la Mansión. Ese exceso de magia en ella, sería un exceso de energía vital. Un exceso, pocas veces dado. No lo había lograr con éxito en Astoria. No lo había usado en él porque no tenía caso. Estaba muriendo, no podía curarse a si mismo, no podría controlar el proceso. La prioridad era el legado, debía pasarlo a Scorpius o de lo contrario Scorpius tendría que empezar desde cero el control de la mansión, o perderla para siempre. Ahora, ahora eso no era necesario.

-Pásale magia-le gritó Pansy-hazlo, ¡ya!

Potter la miró como si ni siquiera lo hubiese pensado y empezó a soltar magia a pesar de que, al parecer, no salía mucha. Ginevra se unió a él, pero en su caso era inútil. No tenían tanta fuerza. Además, Pansy no le decía a ellos, le decía a Draco.

-Vamos, Draco. Hazlo, también dale magia a él.

Dudando por un segundo, el slytherin finalmente comprendió el plan de su amiga. Harry era el padre, pero si las explosiones se reanudaban también era el único que podría protegerlos mientras Draco intentaba adoptar y salvar a Lily.

Al no obtener respuesta, Pansy agitó a Draco.

-Draco ¡Ya! Si no lo haces va a morir y todo será rojo... -exclamó antes de aparecerse.

Rojo... Draco realmente odiaba el rojo...

Rojo era el color del fuego devorando toda la habitación de los Menesteres, quemando a uno de sus mejores amigos. Rojo era el color de la casa que tanto se había empeñado en convertirlos en los malos, por siempre. Rojo, era el traje de los aurores que los torturaban en lugar de protegerlos. Rojo, rojo era el color de la sangre.

Esa que veía continuamente en los recuerdos que ese loco implantó en él y jamás podría superar.

Rojo.

Sus manos solían mancharse de rojo continuamente.

Y él odiaba esa sensación.

-¿Cómo lo hizo? Sácanos también-exigió Terry, pero Draco no escuchaba su rabieta. En cambio, miraba el llanto de Harry, sosteniendo a Lily como si ya la hubiera perdido. En Ginevra, desgarrada en la desesperación. Esa escena lo llevó mentalmente a ese momento, ese momento exacto en que recogió a Scorpius del suelo, luego del hechizo de Ginevra. Y luego, sosteniendo su tembloroso y pequeño cuerpo, alzó su mirada plateada y la enfocó en la mirada burlona de la otra. Pensó en cómo a Potter esa vez no parecía haberle importado su hijo. Pensó en lo injusto que era todo y la ira que lo recorrió, recordando esa promesa mental, esa enojada promesa mental de que ella pagaría por ello.

Sangre por sangre.

Draco se conocía, si Scorpius hubiera muerto esa vez, él no hubiera dudado en igualar la condición.

Un hijo por un hijo.

Hubiera ido por el más amado. En su mente, recordó que habría ido por el más amado de Ginny, James. No, había recapacitado. Habría ido por el bebé. La única niña de los Potter. Si hubiera sido antes, si en su lugar estuviera el Draco de Hogwarts, el Draco después de la guerra, o después de la despedida de Astoria... el Draco antes de Harry, no haría nada por ellos. Se complacería en su desgracia, en su dolor. ¿Qué se sentía atravesar el mismo dolor?, se hubiera burlado, ¿Qué se sentía que las personas a su alrededor pudieran hacer algo y no lo hicieran?

¿Qué dirías Ginevra, dirías que te lo mereces?

El Draco de antes no tendría porqué sentirse culpable. Él no la había matado, había sido su propia madre; y ese dolor, ese conocimiento, viviría con ella el resto de su vida, y era una ganancia para Draco. No tendría porque arrepentirse de no decir que podía salvarla, porque al fin y al cabo, no estaba usando esa magia ancestral, que provenía de su sangre pura que ellos tanto criticaban, para salvarla. La magia se sintió pesada, lista para atacar nuevamente. Empezaron los sonidos. Estaban en una esquina del lugar, pero tarde o temprano los herirían. Pansy ya no estaba para protegerlos, solo quedaba él. Por un momento, el rencor recorrió a Draco y casi alzó su varita, convencido de que podría aparecerse y dejarlos a todos aquí; sin embargo, un sollozo de Harry se escuchó de nuevo, y con él, Draco apretó los dientes y sintió el remordimiento. Se asqueo de sí mismo. Se asqueo de parte en lo que se había convertido, porque cuando era joven jamás lo hubiera dudado en salvar a Lily, pensó. Jamás habría tenido el valor de matar a nadie o dejarlo morir, incluso si no le tenía cariño, no por una venganza. No a un niño pequeño.

Pero esto es lo que todos ellos te volvieron- escuchó la voz burlona de Bellatrix en su cabeza, repitiendo las mismas palabras que le dijo antes de la batalla final.- Incluso él, la persona que más amabas, en la que tenías más esperanza de que te diera una mano, no lo hizo- se burló, después de tantas invasiones a su cabeza. Y desde entonces, la voz de tía Bella sonaba a veces, con sus pensamientos más oscuros.

Sobrevivir, Draco. No seas la vergüenza de la familia. Te sacó de Azkabán por lastima y te abandonó a tu suerte. Tu corazón dejó de ser inocente, toma el asunto por sus propias manos. Se llama sobrevivir.

Draco sabía que estaba roto. Con los años, una parte de él se había vuelto despiadada, calculadora, fría y destructiva. Todo es por la familia, se había dicho. Y Harry era esa familia esta vez, y era injusto para él que Draco quisiera castigarlo, por algo que no estuvo en sus manos. Algo que él no intentó pedir en el pasado. Silenciosamente se acercó a ellos y respiró profundo. Él no era el Draco de Hogwarts, no era el Draco de Astri, no era más ese hombre que quería herir a los niños Potter, él era el Draco de Harry... lo amaba y prometió amar lo que él amaba. Cuidarlo aunque no pudiera amarlo.

Era momento de cumplir esa promesa.

Draco no era como Ginevra.

Jamás lo había sido, y no lo sería hoy.

-Albus, James, a un lado.

-¿Señor Malfoy?-preguntó un titubeante Albus y James lo alejó de su hermana menor.-¿Puede salvarla?-preguntó dudoso, y él asintió y se puso a su lado. Se quitó la túnica, quedando en pantalones y una camisa formal a la que empezó a doblar las mangas.

-Espera, ¿Qué hace? Si deja de protegernos...-empezó el guardia. Draco lo ignoró.

-Ginevra tienes que quitarte.

-¿Quitarme?

-Ginevra, voy a adoptar a Lily.

Ojos verdes y castaños, se enfocaron en un él y jadearon de distintas formas de sorpresa.

-¿Adoptar?-preguntó Harry confundido.

-Está muriendo Harry, su respiración es demasiado ligera y errática, sus pulmones no absorben suficiente aire. Tu magia no alcanzará a sanarla a tiempo, la barrera presiona para que no lo haga, estás cansado, herido. Y hay explosiones, si le pongo...

Guardó silencio cuando fue empujado.

-¿Adoptarla, dices? Solo eliminarás mi magia. Lily es mía, yo la cree, nació de mí. La mantuve nueve meses en mi cuerpo, la crecí por años y tu crees que un solo año es suficiente para quedártela. Esto es culpa tuya, si tu...

-¿Su culpa?-exclamó Harry empezando a enojarse- ¿su culpa? Tú los trajiste a los niños. Lo dijiste. Son ellos ¿Quiénes son ellos, Ginny? ¿Cuándo terminarán? ¿Cuándo nuestros tres hijos estén muertos?

La mujer retrocedió. El horrible sonido en la leve oscuridad, las cosas volando a su alrededor. Pasaban segundos, pero el tiempo parecía eterno. Draco los envolvió en una burbuja de protección, pero empezaba a sentirse mareado y débil.

-Tengo que hacerlo ya, antes de que no pueda seguir sosteniendo la magia ancestral-exclamó. La ex-pareja lo ignoró.

-Yo, no se suponía que sería así. Ellos...

-¿Quienes son ellos?-repitió Harry y dejó a su hija suavemente en el suelo antes de ponerse de pie, listo para saltar sobre su ex-esposa.

-Por mucho que aprecie que estés en modo auror, necesito que estés en modo padre.-Exclamó Draco, parándose frente a ella como escudo.- Escucha, los Malfoy somos sangre puras. Nos regimos por magia ancestral. Magia que el líder controla. Si yo la adopto se llenará de esa magia y entonces yo podré no solo usar tu magia y la mía, para sanarla. Usaré la de la Mansión.

-Entonces, hazlo.

-¡No!-gritó Ginny.

-Eres tan egoísta que no puedes...

-Harry-llamó secamente interrumpiendo la desesperación del moreno.- Harry... Ella tiene razón. Yo estaría eliminando todo el rastro Weasley de ella, incluso, si no lo hago bien, estaré quitando todo el rastro Potter...

-No importa, te lo suplico, Draco. Sálvala. Prefiero que no sea mía a que muera. Por favor, si quieres vuélvela una Weasley-Malfoy, si quieres solo una Malfoy, solo, solo sálvala-exclamó abrazándola de nuevo, extendiéndola a Draco-sálvala por favor.

Draco titubeó ante tal demostración de desesperación.

¿Cómo alguna vez imaginó que tener a Potter rogándole algo de esta manera, con esta desesperación, lo haría sentir satisfecho?

-Harry...

Ginny apretó los puños, pero no se opuso tras esas palabras. Solo miró a un lado, herida y resignada.

Prefiero que no sea mía a que muera

Si ella lo dijera sería una mentira, pero para Harry no era un sentimiento falso, lo decía en serio. Lo había pensado también cientos de veces, respecto al hombre que ahora tomaba a su hija entre sus brazos, y esa había sido la razón por la que habían pasado tantos años separados. Porque él estaba consciente que Astoria le había dado a Draco algo que él no podía. Lo había motivado a vivir, a cambiar. Y si ahora Draco estaba dispuesto, si podía salvarla, Harry estaba dispuesto a renunciar a ella por completo, si con eso podía verla sonreír una vez más.

-Harry-volvió a susurrar Draco.

-¿Si?-se escuchó la débil voz.

-La salvaré, tranquilo-exclamó intentando tomarla, pero el moreno no la soltó-Harry tú... tienes que soltar a Lily y poner una barrera a nuestro alrededor, o moriremos. No puedo hacer las dos cosas.

-No sé si...-pudo oír el titubeo en él.

-Harry, eres el único que puede hacerlo. Mientras yo uso la magia de la adopción, usa esa magia para el protego. No tardaremos mucho, Pansy ha ido por ayuda.

-Pero la magia no está funcionando, tú y ella eran los únicos con la fuerza necesaria para hacerlos funcionar propiamente.

-Tengo dos anillos, Harry. Uno es tuyo. Estamos... somos una pareja destinada... podemos traspasarnos magia. Puedes consumir mis recursos mágicos-exclamó tomando su mano en apoyo.- Cierra los ojos, siente donde se unen. Es como un delgado hilo. Tira de él. Incluso si no es por mucho tiempo, mantén un protego. Sigues tus instintos. No podemos mover a Lily, no podemos... esto tiene que funcionar, Harry-exclamó con voz rota.

Harry se mordió los labios y respiró profundo.

Confiando, esperando en Draco.

Él empezó a entonar palabras en latín nuevamente. Palabras susurrantes. Después de varias de ellas, un circulo mágico y luminoso empezó a formarse bajo él, permitiendo a todos ver la destrozada habitación. Harry tuvo que utilizar mucha fuerza de voluntad para no voltear y usar los protego. Más tarde, se dijo, más tarde, preguntaría. Usó el protego, una y otra vez cuando empezaron a lanzar objetos contra ellos, y hubo más explosiones. Uso otros hechizos, evanesco, diffindo... Sentía el hilo de magia entre ellos, sentía el poder dentro de Draco, y podía sentir como su esposo se sentía cada vez más y más cansado. Como si al consumir su magia, Harry le estuviera quitando poco a poco su vida. Y entonces recordó las palabras de Pansy, acerca de lo difícil que era mantener ese tipo de magia activa.

Titubeó.

Y ese titubeo, lanzó a Terry lejos de ellos cuando algo lo alcanzó.

Los gritos no se hicieron esperar.

-¡Harry! Maldita sea-gritó Draco-no te detengas.

-Pero tú, te estás destrozando, puedo sentirlo. Es como si te estuviera matando. Como si estuviera exprimiendo tu magia y no dejara para ti, si yo sigo... No quiero perderte, no puedo perderte. Te amo... No puedo perderlos a los dos.

-No te diré que no duele, pero joder... Quiero vivir, si algo me golpea y quedo inconsciente...-escuchó. -Estaré bien, ella estará bien. Tenemos que estarlo. Somos Draco Malfoy y Harry Potter. Tenemos que sobrevivir, es lo que hacemos. No tardé, tardamos, tantos años para estar juntos, para morir apenas nos casamos. Si mueres, si dejas que yo muera, voy a perseguirte como fantasma el resto de tu vida-gruñó con dificultad.

Con todo el dolor del mundo, Harry siguió.

.

Draco apuntó su varita a la cabeza de Lily, y respiró profundo.

Sanguis magicae. Sanguis magicae. Sanguis magicae. Sanguis magicae. ...

La magia de la Mansión acudió a él, como si la barrera de magia no estuviera ahí. Fluyó con energía, como si fuera invencible. El primer pensamiento de Draco fue que estaba agradecido de ser una de las líneas más puras en Inglaterra, o de lo contrario, las reservas mágicas de la Mansión estarían sangrando, con la cantidad de ella que estaba usando. El segundo, fue que, por alguna razón, estar envuelto en ella lo hacía sentirse como el día en que tomó su lugar como Líder. La magia era cálida, reconfortante, poderosa. Pudo sentir como llenaba a Lily, intentando volverla parte de su familia. Podía sentir como su núcleo mágico intentaba rechazar el cambio de magia, como rompía la unión de esos dos linajes mágicos que lo conformaba, como pequeñas cadenas entrelazadas, empezando a ser invadidas por la magia de los Malfoy. Draco respiró profundo tratando de reconocer cual era la magia que eliminaría. Probablemente hubiera sido más difícil si la magia de Harry no vibrara con fuerza y poder, negándose a desaparecer. La magia de los Weasley luchó también, intentando no soltar a una de sus herederas y Draco maldijo interiormente, cantando una y una otra vez en francés, la fuente natal de su magia.

Ella será mía, ella será de mi sangre, ella es mi nueva heredera.

La he escogido a ella sobre otras personas.

He decidido que ella es digna.

Nuestra magia y nuestra pureza será una.

Nuestra sangre y vida la regirán.

Nuestro linaje será más poderoso.

Nuestra dinastía perdurará.

Los Malfoy permaneceremos.

Siempre permaneceremos.

Repitió el cántico una y otra vez, nervioso de si podría hacerlo a tiempo. Mientras más tiempo tardara en adoptarla, más tiempo sangraría, y su cuerpo se estresaría más y más. Cerró los ojos rogando, tomó su mano en un intento de que Lily sintiera que estaba junto a ella y confiara en lo que hacía, pero cuando la magia no cedió y desapareció, posiblemente porque también era una dinastía antigua y que a pesar de las creencias que defendían había permanecido pura, Draco sintió el enojo y la ira, pensando en que la magia de los Weasley y del mismo Potter era tan tercas que preferían matar a su heredera que abandonarla. Por supuesto, Draco no quería retirarle la magia de Harry, pero joder si molestaba, siseando amenazadora ante la idea de desaparecer también, aunque la magia de los Malfoy no la estuviera atacando.

Tu magia es una completa hipócrita, pensó Draco recordando lo muy rápido que Harry había dicho que no le importaba si desaparecía su magia; porque no era cierto.

Más fuerza, se dijo. Dame más magia. Invádela con más fuerza, ordenó a la mansión y esta obedeció, a pesar de lo mucho que Draco tenía que luchar para traer la magia hasta ahí. Por supuesto, el cansancio de esa acción, la sobrecarga de magia estresaba también su cuerpo; y a medida que Harry tomaba magia de él, empezaba a sentir el desgaste emocional y físico. Las gotas de sudor empezaron a invadir su frente y su corazón latió con fuerza, su cuerpo resistiéndose a dejar salir magia, porque, en teoría, la estaba solicitando a la mansión y debería quedarse en él y su heredera.

Draco mordió los labios con fuerza.

Debí presentar a Harry, pensó sintiendo como su respiración se hacía más pesada.

Un objeto cruzó junto a él, asustándolo.

-¡Harry! Maldita sea-gritó-no te detengas.

-Pero tú, te estás destrozando, puedo sentirlo. Es como si te estuviera matando. Como si estuviera exprimiendo tu magia y no dejara para ti, si yo sigo...No quiero perderte, no puedo perderte. Te amo...No puedo perderlos a los dos.

Te amo...

El corazón de Draco dolió.

No lo harás, quiso prometer, en cambio se esforzó aún más. Lo hería, lo estaba matando, Draco sabía que lo hacía, y quería llorar y quejarse, pero sí lo hacía, Harry se preocuparía por él. Y no tenía que hacerlo, debía preocuparse por Lily. Debía preocuparse por salir de ahí.

Respiró profundo.

-No te diré que no duele, pero joder... Quiero vivir, si algo me golpea y quedo inconsciente...-escuchó. -Estaré bien, ella estará bien. Tenemos que estarlo. Somos Draco Malfoy y Harry Potter. Tenemos que sobrevivir, es lo que hacemos. No tardé, tardamos, tantos años para estar juntos, para morir apenas nos casamos. Si mueres, si dejas que yo muera, voy a perseguirte como fantasma el resto de tu vida-gruñó quedándose sin aire.

Y entonces empezó a recitar nuevamente las palabras, agradecido de que el proceso no se hubiera cortado, con la interrupción del hechizo.

Vamos, Lily, pensó, con las mismas palabras saliendo una y otra vez de sus labios. No supo cuanto tiempo pasó antes de sentirlo, la manera en que la magia de los Weasleys en su núcleo se desintegraba y la magia de los Malfoy se enrollaba en la de Potter, adaptándose a ella, encajando perfectamente. Una sonrisa brotó de sus labios al sentir la calidez del hilo mágico que lo unía a ella ahora. Y hubiera casi llorado al pensar que de verdad, de verdad tenía una hija con su pareja destinada. Su conexión con ella vibraba en un tono totalmente diferente a Berenice y Scorpius. Era cómo un luminoso rayo de sol en medio de dos cálidos rayos de luz de luna.

Esta era la magia de Draco y Harry fusionándose como si hubiera nacido desde el principio de ellos dos.

Merlín, Merlín, pensó abrazándola. Lo había logrado. Ahora solo necesitaba declarar su nueva apariencia. No había eliminado la magia de Harry, así que en definitiva, sus rasgos propios del linaje Malfoy, los ojos grises, la piel pálida y el rubio, se mezclarían con su apariencia actual.

Su piel, Draco. Se verá preciosa con tu color de piel, escuchó la voz de Pansy en su cabeza y declaró a la magia que lo rodeaba.

Quiero el color de su piel.

No quería eliminar nada más. El cabello era de la madre de Harry, al igual que lo ojos. Los rasgos Weasley la abandonarían, de cualquier manera, y la magia compensarían los rasgos perdidos con los de su nuevo linaje. Solo habían cumplido un pequeño capricho de Draco. Como si Lily hubiera esperado ese abrazo, suspiró y Draco sintió como temblaba ligeramente a medida que su piel se aclaraba en un tono más parecido al de los Malfoy que al de los Weasley y sus pecas desaparecían. El proceso de adopción estaba terminado. Una vez que el proceso terminó, tal como dijo Draco, la magia detectó la falta de vitalidad, y se quedó en ella un poco más, empezando a sanarla en su gran parte, evitando las filtraciones de magia de ella, poniéndola en un estado de estasis.

Aquí estaba, aquí estaba, vibró de alegría el interior de Draco. El ritual seguía funcionando con la magia de la mansión, dándole más fuerza y poder del usual en él. Cualquier hechizo sería más y más poderoso. Tomó su varita y empezó sanarla como pudo, tratando no de dejarla como nueva, pero si lo suficientemente estable para que pudieran salir de ahí y ser atendida. En su interior, Draco razonó que ahora, si salía rumbo a la mansión, podría invocarla desde ahí, y usarla a ella como una conexión para sacar a Harry, a James y a Al. Estaba pensando en ello cuando un mareo lo hizo parpadear y sintió como su cuerpo tambaleaba.

Joder, no, ahora no, pensó.

Por favor, solo tengo que...

Pero lo estaba sintiendo. Su cuerpo estaba sufriendo agotamiento mágico. Había usado demasiada magia y energía en un pequeño lapso de tiempo. Demasiada, para su cuerpo, el cual ya había intentado antes traspasar la magia familiar a Scorpius.

Todo hubiera sido diferente si no hubiera tenido que poner energía en mantener abierta la conexión por la barrera, pensó.

Al segundo siguiente, estaba cerrando los ojos y cayendo hacia un lado, dejando oír un ruido seco.

La conexión de la Mansión, y la magia que traía con él, se fue tan pronto como lo hizo, dejando a todos en la oscuridad y sin magia otra vez.

-¿Draco?-preguntó Harry, al mismo tiempo que el guardia prendía la débil luz de su lapicero otra vez. -¡Draco!-exclamó hacia él.

Pero Draco no despertó.

-¡No!¡Draco!

Desesperado, intentó buscarlo y cuando encontró su cuerpo lo abrazó, abrazando también a Lily en el intentó. Acomodándolo, empezó a llamarlo, intentó soltar magia, pero solo pudo sentir cuan frío estaba, Las voces de los niños, de los demás, dejaron de escucharse en la mente de Harry y no supo cuanto tiempo pasó. Solo podía escuchar como todos los ruidos se reanudaban, como Boot jadeaba con miedo, escuchó a Ginny llamar a los dos adolescentes y murmurar que estarían bien.

Y entonces, las luces se prendieron.

Y la barrera cayó, demostrando un lugar destruido.

Los aurores habían llegado.

Alzando la mirada a las dos personas en sus brazos, Harry desesperado revisó su respiración.

Ambos corazones latían.

Y Lily, ella era rubia.

.

Millicent sonrió cuando la puerta de una de las tantas oficinas del Ministerio se abrió y por ella entró un hombre rubio, mordiéndose las uñas, visiblemente nervioso. Cuando el hombre la miró y abrió los ojos asustado al verla sentada en su escritorio, intentó dar la vuelta, solo para encontrar a Cho Chang apuntándole con la varita.

-Hola, Dennis-exclamó la serpiente poniéndose de pie.- Me parece que tenemos unos asuntos pendientes.