MOOSE
The urban nightclub
Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.
Capítulo 16
Lo mejor de regresar a Seattle fue estar con Edward de nuevo, pero rápidamente caí en cuenta de que no podía dedicarme solamente a él; mientras que él tenía que trabajar por las noches más de la mitad de la semana, yo no tenía nada que hacer.
La verdad es que las vacaciones de verano para mí estaban siendo más que dolorosamente aburridas, sin materias en la escuela por las que tener mi tiempo ocupado, estaba libre la mayor parte de los días. Eso lo sentí aún más cuando Jasper y Rose comenzaron a hacer su servicio en un bufete de abogados, y Emmett consiguió un trabajo de medio tiempo como asistente de administración en una exportadora de café local.
Desde antes había sabido, más por advertencias de mi mejor amigo que por mí misma, que me iba a aburrir. El dinero nunca había sido un problema, más porque Charlie me ayudaba en todo (bueno, me mantenía, pero ajá). El no tener esa preocupación económica me hizo sentir… como Renee. Literalmente.
Sólo me senté, abrí la mano y tuve todo para mí.
Me sentía fuera de lugar porque todos mis amigos ya trabajaban y sabían qué iban a hacer con su vida terminando la escuela. Yo aún no – eso era un abismo al que aún no me había querido asomar –. Lo único que me mantenía cuerda es que me quedaban tres semestres completos para poder descubrirlo antes de graduarme.
Una voz me sacó de mis reflexiones mañaneras.
—Si sigues pensando tanto, empezarás a sacar humo —Emmett me dijo divertido, abriendo el refri al lado mío y tomando una caja con jugo de naranja de él. Le gruñí, molesta por su interrupción y apuñale mi comida con el cubierto—. Uh, hiciste tocino y huevos, ¿puedo comer?
—Sólo déjale algo a Rose —contesté como si nada—. ¿Ya casi se va?
—Hoy es el día libre de Rosie, y mi horario comienza hasta las 1 —me respondió, tomando una tira de tocino y mordiéndola. Asentí—. ¿Y Edward?
Suspiré, triste.
—Seguramente durmiendo; ayer tuvo un turno pesado —fruncí el ceño—. Salió más tarde de lo normal, como alrededor de las seis. Hubo un disturbio afuera de Moose y tuvieron problemas con la policía.
Nunca me habían tocado peleas cuando había ido a Moose, pero ciertamente las había habido. También, de vez en cuando, según Edward, se producían chequeos de rutina. Lo de ayer había sido fuerte y dos personas habían terminado en el hospital; habían clausurado el antro por unos días en lo que hacían los cateos correspondientes. Edward no estaba preocupado porque Aro tampoco lo estaba; dijo que era algo común. No me pareció así, y de hecho lo sentí increíblemente peligroso para mi novio, pero no había nada que yo pudiera hacer.
—Uh, eso vi. Creí que ya no le había tocado porque en la nota decía que fue después de las cuatro de la mañana.
—Justo acababa de terminar su turno cuando sucedió, no tuvo la suerte de irse antes —suspiré, dejando mi comida de lado porque ya no tenía hambre—. Em, iré a verlo, ¿está bien? Regresaré en un rato.
—Está bien —asintió, sentándose en la mesa mientras yo me levantaba—. Cuídate, B.
—Tú también, Em.
Fui a mi habitación a recoger mi ropa para poder darme una ducha y lucir más presentable. Media hora más tarde bajé y le compré el desayuno a Edward en una cafetería que estaba a unos pasos de mi edificio antes de tomar un taxi y dirigirme a su departamento.
Ayer, bueno, hacía unas horas, cuando habíamos platicado, se había escuchado molesto e incómodo. Supuse que ser interrogado por policías y tener que desvelarse más de lo usual lo había puesto de ese humor, así que no lo presioné. Me había levantado temprano por la mañana y ahora que eran las doce podía ir a verlo sin sentirme mal por despertarlo.
No se lo había admitido, pero estaba preocupada por él.
Se había tomado su separación con Carlisle sorprendentemente bien e incluso habíamos ido a comer con Esme algunas veces. Al parecer, la pelea iba en serio y no tenía intenciones de perdonarlo en un futuro cercano. Nunca lo presioné al respecto.
Esme estaba bastante triste por tener a su familia separada, pero lo entendía. Aún no podía comprender cómo un alma tan noble como ella podía estar un tipo como lo era el Sr. Cullen, pero esas eran cosas íntimas, que nadie que estuviera por fuera de la relación podría entender.
Llegué al edificio de Edward bastante rápido y me dirigí a su departamento, abriendo la puerta del loft con mis llaves y entrando. Pude ver desde abajo el brazo de Edward que traspasaba el barandal del segundo piso y oí sus suaves ronquidos. Negué para mí misma, divertida.
Me puse manos a la obra, sacando su club sándwich y acomodándolo junto con las papas en un plato; también me dispuse a hacer limonada. Ni cinco minutos después escuché su gemido desde las escaleras.
—Ugh, eso huele bien, amor —sonrió, frotándose los ojos y caminando hacia mí. Me dio un suave beso; su aliento envuelto en menta—. No esperaba que llegaras tan temprano.
Me medio encogí de hombros.
—No tenía nada que hacer —admití, triste—. ¿Cómo estás?
Parpadeó hacia mí.
—Aparentemente mejor que tú —me contestó, sentándose en una silla y jalándome a su regazo.
—¡Edward!
—¿Qué tienes?
—¿Qué tengo de qué? —le pregunté, haciéndome la tonta—. ¿No debería decirte eso yo? ¿Qué fue lo que sucedió anoche en Moose?
—Te lo diré cuando me cuentes que está pasando contigo, corazón —dijo, golpeando mi nariz con su dedo amistosamente y haciendo que la arrugara en respuesta—. Dime por qué parece que alguien atropelló a tu perrito.
—Ni siquiera tengo perro.
—Bella —me advirtió—, sabes a lo que me refiero.
Rodé los ojos y me encogí un poco de hombros, sintiéndome algo vulnerable.
—Es solo que en la mañana estaba pensando en lo muy ocupado que estás siempre, igual que Em y los chicos. Y yo no tengo nada que hacer – me siento un poco inútil, ¿sabes? —solté de sopetón, recostando mi cabeza en su hombro para que no pudiera verme.
—¿Por qué crees que es eso?
—Solo… no lo sé. Me gusta mi carrera, me gusta lo que estoy estudiando, pero ¿verme haciéndolo? Me muero de miedo. Y tampoco es como que quiera probar las aguas trabajando en otras cosas como lo hace Em —contesté vacilante.
—Bella, no entiendo por qué te quieres forzar —me dijo, tocando mi barbilla para mirarme directamente a los ojos—. Todos tenemos diferentes tiempos, y no es necesario que hagas cosas que no te agradan solo para demostrar un punto.
—Lo dice el que tiene su vida trazada prácticamente desde que era un bebé —me burlé, pero me sentí mal al instante—. Lo siento.
—No te preocupes, cariño —hizo un gesto de desinterés con la mano—. Carlisle sabía lo que quería para mí, pero yo no. Luego descubrí el mundo de los bares, y heme aquí.
—Es bueno que lo tengas tan presente.
—Me dejé llevar con la corriente y lo descubrí, ¿por qué no lo haces tú?
—Porque me siento muy inútil. Ya sabes, nunca tengo nada que hacer; hay demasiado tiempo extra para mí —admití.
Sonrió y sus ojos verdes se iluminaron con diversión.
—Estás viviendo el sueño.
Puse los ojos en blanco.
—No eres el mejor dando consejos, ¿eh?
Su expresión se tornó seria.
—Bella, como dije, cada quien tiene sus tiempos. Lo descubrirás eventualmente, por lo pronto te queda un semestre de diversión antes de que tengas que hacer tu servicio. No te preocupes por trabajar, es más, mierda, no te preocupes por nosotros o lo que hagamos; definitivamente NO somos mejores que tú por estar más ocupados —me explicó—. Además, técnicamente estoy desempleado lo que resta de esta semana y la que viene; Aro está furioso, pero meh. Será divertido, tú y yo lo que resta de julio.
Parpadeé, sorprendida.
—¿Clausuraron Moose por tanto tiempo?
Edward se encogió de hombros.
—En realidad, cuando te clausuran no te dan un margen de tiempo completo; Aro tendrá que soltar bastante dinero para lograrlo y sus abogados estaban hablando de un periodo de espera de unos 10 o 12 días. Como comprenderás, eso incluye pagar nuestro salario, aunque no hagamos nada.
Asentí hacia él.
—Mierda, con razón está furioso.
—Sí, debiste haberlo escuchado ayer —fingió estremecerse y me reí. Me paré para que se acomodara en un banco del taburete y comenzará a comer.
—Come, sino se enfriará —le advertí, apuntándolo con la cuchara. Él hizo un gesto de «sí, general» y comenzó a comer—. ¿Qué fue exactamente lo que sucedió?
—Fue culpa del imbécil de Eric —me contestó, picando una papa y remojándola en cátsup—. Demetri se reportó enfermo ayer, entonces los ocho guardias estaban incompletos. Generalmente cuando eso pasa Alec o yo rotamos, ya ves que te he contado que a veces estoy como seguridad en la entrada.
Asentí hacia él, mientras servía la limonada en unos vasos para él y para mí.
» Pero ayer Moose estaba repleto, así que no convenía que yo dejara la barra y mandaron a Eric en la entrada. Toda la noche estuvo bien, pero a eso de que las cuatro de la mañana unos imbéciles demasiado borrachos comenzaron a pelearse en la entrada. Eso pasa seguido y lo único que hay que hacer es separarlos y mandarlos por separado antes de que se vuelva demasiado ruidoso como para que los vecinos alerten a la policía, pero el pendejo de Eric se paralizó y no le habló a ninguno de los otros guardias.
—Mierda, pobre —murmuré—. Debió haberse asustado mucho.
—Eso casi le cuesta la vida —Edward gruñó y rodó los ojos, negando—. Para entrar a Moose te tienen que checar. Siempre, Bella. No hay excepciones. Y él no lo hizo bien con estos dos borrachos o no sé, porque para el final de la noche uno de ellos tenía una navaja. Uno apuñaló al otro y bueno, fue un desastre. El hombre se estaba desangrando en el suelo y nadie podía acercarse porque el otro estaba amenazando con la navaja. Todo el mundo estaba asustado y por supuesto, llamaron a la policía.
Jadeé.
—¿Murió?
—Que yo sepa no. Sólo fue en una pierna, pero joder, no sé si puedan demandar a Aro por esa mierda o algo así. Estuvo muy fuerte y todo el mundo estaba en shock; la policía nos estuvo tomando declaraciones hasta las siete de la mañana —me contó, suspirando. Vi las ojeras moradas debajo de sus ojos y mi corazón se apretó, molesto de que Edward tuviera que pasar por algo así—. Es por eso más que nada que Moose no abrirá en unos días; no les conviene y están haciendo averiguaciones.
—¿Crees que los clausuren para siempre?
Edward se encogió de hombros, mordiendo su sándwich y tragando.
—Lo dudo, amor. Aro se pudre en dinero y lleva en el negocio mucho tiempo, tiene demasiadas conexiones como para que lo cierren por una pelea de borrachos. Además, Moose fue su primer antro. Él no lo dejaría caer así porque sí —explicó. Yo asentí, consciente de eso.
—Suena como que es un negocio muy peligroso.
Edward me echó una mirada por el rabillo del ojo y suspiró.
—Lo es, en general el negocio de los bares es así —sacudió la cabeza—. Es por eso por lo que Carlisle lo detesta; él mismo ha ayudado a Aro a salir de embrollos como este. Ahorita mismo, él es quien está llevando su caso. Aro debe estar pagando una pequeña fortuna como para que papá lo atienda y deje sus otros casos de lado.
Abrí la boca sorprendida.
—¿Cómo lo sabes?
—Llegó cuando nos estaban tomando declaraciones —me contó—. Sólo me dijo una mierda acerca de qué no decir y eso, aunque realmente no importa porque yo no estuve cerca de donde sucedió todo. Ni siquiera soy un testigo principal.
Me acerqué a él, dándole un pequeño abrazo y recargando mi cara en su espalda.
—Oh, bebé, lo siento mucho. Eso debió haber sido incómodo.
Sentí su pequeño encogimiento de hombros.
—No importa; esta vez se guardó su mierda para él. No sé si lo hizo porque estaba trabajando y ocupado, o porque realmente comprendió que no me importa.
—Como haya sido, eso es bueno, ¿no?
Asintió.
—Lo es.
Edward siguió comiendo y no quise molestarlo; parecía perdido en sus pensamientos, así que regresé al pequeño fregadero y comencé a lavar los trastes que quedaban ahí. Unos minutos después, él volvió a hablar.
—Oye, Bella…
Paré lo que estaba haciendo y le eché una mirada por encima del hombro.
—Mmh, bueno, no sé si tenga importancia decirlo, pero no quiero que haya cosas entre nosotros —dijo, y arqueé la ceja sin entender. Él seguía jugando con su sándwich; ya sólo le quedaba un pequeño trozo—. Ayer hablé con Tanya. Más bien, la llevé a su casa.
Mi mano se quedó atorada en medio del lavado de un plato. No le dirigí la mirada cuando hablé de nuevo, temerosa de que viera que estaba enojándome. Él se estaba explicando; debía darle el beneficio de la duda y no dejar que mis propios sentimientos me nublaran el juicio. Pero la punzada de celos me atacó sin poder detenerlo. Fregué con más fuerza.
—¿Por qué?
—Estaba asustada y yo… bueno, no sabía qué hacer. Luego vino Carlisle y me pidió que no la dejara sola, y tenía presión de demasiadas partes. La llevé a casa y tuve una plática con ella. Parece arrepentida —mi mano se crispó, ¿a qué quería llegar con eso?
—¿Y eso qué? —me mordí el labio con fuerza, tratando desesperadamente de reprimir mis celos. No estaba funcionando.
Oí el ruido del banco correrse detrás de mí y un segundo después Edward estaba a mis espaldas, abrazándome y pasando sus brazos por mi cuerpo. Suavemente alejó mis manos del fregadero y me obligó a voltearme, aprisionándome entre él y la encimera.
Él se irguió frente a mí, quedando a tan solo unos centímetros de mi rostro. Su cabello dorado – rojizo caía sobre su frente, viéndose más largo y rebelde de lo habitual por no haberse peinado.
—Hey, ¿qué pasa? —frunció el ceño, luciendo confundido—. No te estoy diciendo esto para que te enojes. Solo no quiero que haya secretos entre nosotros.
—Es que me lo dices así como si nada. Eso de que está arrepentida —discutí, sintiéndome mal por hacerlo, pero no era de las que se guardaban lo que sentían—. ¿Qué tiene si está arrepentida? Eso no te debe importar, ¿o sí? Es pasado. No importa.
Edward negó lentamente con la cabeza y mi corazón cayó, pero se apresuró a explicar:
—No, no importa porque yo estoy contigo. No era eso a lo que me refería cuando dije que estaba arrepentida —dijo, quitando su mano derecha de mi antebrazo y tomando mi mejilla. Sin poder evitarlo y a pesar de que me encontraba un poco a la defensiva, me recargué en él—. Tuvimos una plática y ya. No insistió sobre que regresáramos, y le repetí que estaba en una relación nueva. Solo me contestó que le hubiera gustado que las cosas entre nosotros no hubieran terminado tan mal. Después de eso dijo que no regresaría a Moose, porque ya no tenía caso. Así que a partir de ahora ya no trabajará ahí.
Parpadeé sorprendida ante esa afirmación. Tanya Denali no era de las que se daba por vencida tan fácil; de hecho, muchos de sus acosos hacia mí habían provenido precisamente de que ella no había dado su brazo a torcer acerca de que Edward ya no era su novio.
—Entonces, ¿qué? ¿Simplemente se rindió?
Edward soltó una risita.
—Me haces sentir como un pedazo de carne.
Le puse los ojos en blanco. —Sabes a lo que me refiero, tonto.
—Pues, supongo que sí —se medio encogió de hombros—. Sinceramente no me importa. Me alegra haber cerrado esa etapa de mi vida. Ahora eres tú, y para mi futuro seguirás siendo tú. No importa qué.
No contesté a eso, solo cerré la distancia que había entre nosotros dos y lo besé, cayendo entre sus brazos y relajándome una vez más.
Ambos éramos jóvenes, pero sí lo veía en mi futuro. Aunque lo único que afirmaría eso sería, después de todo, el tiempo.
.
.
.
El verano pasó como un soplo de viento, tan rápido que no me di cuenta. Lo mismo sucedió con mi cumpleaños en septiembre, con Halloween en octubre y con la mitad de noviembre.
Edward y Rosalie se la habían pasado de lo lindo planeándome una fiesta sorpresa. La habían hecho en el patio – jardín en el que Edward y yo habíamos tenido nuestra primera salida juntos. Incluso Ben había llevado a su banda para que tocaran para mí, sin Ángela por ahí, por supuesto.
Ese día nos pusimos ebrios a no más poder, resultándome con Emmett – sorprendentemente – como conductor designado. Alice y Jasper estaban medio arreglando su relación y también estuvieron ahí. Se veían muchísimo mejor que antes y lo agradecí enormemente; estaba feliz por mis amigos. A pesar de que Jasper la había cagado muchísimo, y en su parte también Alice, habían sabido salir del bache en su relación airosos. Aunque ahora ya no estaban pegados como lapas y reconocían que la dependencia mutua era mala, por lo que eran muchísimo mejor de lo que alguna vez fueron.
También con el pasar de los meses mi relación con Charlie mejoró demasiado. Me hizo varias visitas e incluso conoció a Edward durante el fin de semana anterior a mi cumpleaños. Me pareció gracioso que Edward estaba asustado de caerle mal a papá, pero no pudo haber sido más lo contrario. Ambos congeniaron bastante bien, y si no hubieran sido los dos hombres de mi vida de por sí, estaría celosa.
Bastó un sábado y un partido de los Seahawks para que ellos se volvieran como uña y mugre. Con Charlie llamando a Edward hijo y haciéndonos videollamadas cada pocos días, mi vida se volvía muchísimo mejor que lo que alguna vez hubiera soñado.
La única piedrita en el zapato tal vez fue Reneé. La había visto una vez cuando hizo un viaje de Portland a Seattle por motivos de trabajo, y fue lo suficientemente amable como para invitarme a comer para ver a mi hermano. Soporté, con seguridad, dos horas de incómoda conversación con ella para poder estar con Eric. Habían pasado dos meses desde entonces, pero tenía planeado darme una vuelta a principios de diciembre para verlo de nuevo. Ahora que sabía que existía, no quería que él pensara que su hermana no lo quería. Haría mi mejor esfuerzo por él.
—¿En qué tanto piensas? —la voz de Edward me pegó de lleno por detrás de mí.
Estaba arreglándome en nuestra – ahora – habitación. Él me había pedido mudarnos juntos después de mi cumpleaños, pero sabía que el loft que Esme le había dado, así que con su permiso lo había vendido. Con el mismo dinero había conseguido un departamento pequeño para los dos, en otra zona no tan cara como la de su anterior vivienda.
Así que ahora yo vivía con Edward. Y Rose, después de muchos ruegos por parte de Emmett, vivía junto con él también.
A veces extrañaba a mi antigua roomie rubia, pero nada era mejor que despertar en los brazos de mi novio diariamente. No lo cambiaría por nada.
—En nada en especial, solo en lo mucho que ha cambiado mi vida en todos estos meses —sonreí, viendo a Edward a través del espejo. Se estiró perezosamente en la cama y me contuve de decirle que arrugaría su camisa blanca si seguía así.
Era miércoles, un día antes de acción de gracias, y él había insistido en que tuviéramos nuestra propia celebración antes de la cena de mañana con todos nuestros amigos. Estaríamos visitando el nuevo departamento de Alice y Jasper, y Emmett, Rose, Alec y su nueva novia Gianna estarían ahí. Ahora éramos un grupo bastante grandecito, y actuábamos como una verdadera familia. Alice bromeaba una y otra vez con que todos nuestros hijos tendrían un montón de tíos y primos. Y sí. Los tendrían.
Edward me sonrió con apremio desde donde estaba recostado.
—Fueron demasiados cambios, pero estoy contento por cada uno de ellos —me dio una mirada de nostalgia—. Me alegra que estés aquí conmigo. Desde que te tengo, ya nunca me siento solo.
Me terminé de poner el pequeño arete de oro en la oreja izquierda y me volteé, caminado hacia la cama y aventándome a sus brazos, ignorando si mi vestido azul zafiro se arrugaría o no.
Edward había cortado relación completamente con Carlisle después de la última vez que lo vio, así que era común que de vez en cuando estuviera triste. Tenía esta situación un poco incómoda porque siempre que veía a Esme, se aseguraba de no hablarle jamás de su padre, ni ella a él. Esme estaba dolida por no hacer cambiar de opinión a ninguno de los dos Cullen, pero también lo entendía.
Carlisle y Edward no habían platicado desde la vez del altercado de Moose, y ahora Edward estaba de servicio, así que estaba a punto de terminar la carrera. Seguía trabajando en Moose por las noches, pero ahora solo los fines de semana.
Aro había estado algo decepcionado ante el cambio, ya que se habían hecho bastante amigos y lo consideraba su mejor barman, pero al final lo había entendido. Edward seguía repitiéndome que el día que pusiera su propio bar, lo haría inspirado en el propio Vulturi.
—Siempre estaré contigo —prometí, besando sus labios. Su mano traviesa se fue hacia la abertura de mi vestido y subió, acariciando y aprendo mis muslos. Me separé de él, riéndome—. Basta, arruinarás mi vestido y es nuevo.
Sentí su pequeño puchero contra la piel de mi mejilla.
—¿Ya te dije lo hermosa que te ves con ese vestido?
Me reí entre dientes.
—Ya me lo has dicho… Mmh, creo que 4 veces desde que me lo puse hace diez minutos.
—Bueno, que desconsiderado, ¿cómo que solo cuatro? —bufó, burlón—. Te ves hermosa, mi amor. Y decirlo cinco veces no es suficiente aún así.
Lo miré sonriente. Estaba segura de que mis ojos ahora mismo serían dos faros brillosos llenos de cariñoso amor, tan potente que empalagaría a cualquiera, pero no me importaba. Este era Edward. Y ambos nos entendíamos.
—Te amo —murmuré y me derretí contra él cuando su cálida respuesta me envolvió. Pero no debíamos olvidarnos de nuestra cita—. Vamos, vamos. Debemos irnos antes de que sigas arruinando tu camisa.
—Mmh —se quejó en mi cuello. Sus manos estaban enterradas en mi cintura, tomándome firmemente contra él—, ¿cómo es que se me pudo ocurrir que era una buena idea que tuviéramos una cita? Ahora mismo solo quiero tenerte. No puedo pensar con claridad.
Me reí.
—Vamos, en verdad quiero salir.
—Lo sé —suspiró dramáticamente—. Es mi deber presumirte y todo eso.
—¿Ahora quién es el que está hablando de mí como un pedazo de carne?
Se paró de la cama sin lucir culpable en lo absoluto y me ofreció su mano. Cuando la tomé, me jaló contra él y me pegó a su pecho.
—Deberíamos hacer algo para que no te tenga que estar reclamando a cada rato —retomó la conversación, fingiendo pensarlo—. ¿Qué tal si te tatúas mi nombre?
Le puse los ojos en blanco.
—No hay forma en el universo de que me veas tatuarme alguna vez. Solo conseguí el dragón y juré no hacerlo de nuevo.
El dragón de tinta roja seguía en mi antebrazo derecho, y me había dolido como el infierno. Fue lo primero que hice cuando entré en la universidad y, aunque me había gustado, no estaba segura de poder repetir una sesión de puro sufrimiento de nuevo. Las agujas y yo estábamos peleadas para siempre.
Edward también tenía un dragón en el antebrazo, bastante parecido al mío pero en tinta negra. Se lo había hecho antes de que nos conociéramos, lo que nos hacía pensar de vez en cuando que había sido el destino, por más ridículo que eso sonara.
—No eres divertida.
—Nunca dije que lo fuera —negué sonriente, sabiendo que no lo decía en serio—. Vamos, Romeo. Después de la cena tendrás tu postre.
Sus ojos verdes se oscurecieron ante la sorpresa.
—Espero no estar equivocándome con lo que me estoy imaginando.
Sonreí.
—Tendrás que unirte a mí y descubrirlo.
Media hora más tarde Edward y yo estábamos en La vecchia locanda (1), un pequeño restaurante italiano que habíamos descubierto en una de nuestras tantas salidas a "explorar". Lo habíamos amado desde el momento uno, especialmente por su dueño excéntrico Marcus Lombardi.
Él nos recibió, como siempre, con sus saludos demasiado entusiasmados y su habitual forma de ser burbujeante. Nos sentamos en una mesa alejada de los demás clientes, en uno de los ventanales más grandes. Estábamos tal vez a unos quinientos metros del puerto de Seattle, y las luces de los barcos se podían ver desde aquí.
—Amo esto —suspiré contenta después de mi última cucharada de risotto—. Marcus cocina delicioso.
Edward me miró divertido.
—Tal vez debería alejarte de este lugar. Creo que empiezo a tenerle celos a Marcus.
—Tonto —me burlé—. ¿Crees que Alice tenga todo controlado para mañana?
—¿Esa pregunta es en serio? Alice siempre tiene controlado todo… para todo. Siempre.
—Tienes un punto ahí.
Me sonrió, y dejó de comer. Su mano serpenteó a través de la mesa y tomó la mía, enredando sus dedos contra los míos. La calidez de su cuerpo inundó el mío y, como siempre que me tocaba, me sentí cómoda y feliz.
—Estoy contento de que tengamos este espacio para nosotros. Mañana será especial, ya sabes, nuestra primera celebración como familia —dijo—. Contaría Halloween pero no creo que una fiesta con demasiado alcohol sea una celebración familiar —rodó los ojos—. A lo que voy es que, Bella, de verdad estoy muy agradecido de tenerte conmigo. Sé que estamos juntos todo el tiempo, pero es importante para mí que sigamos teniendo citas y momentos así. No quiero solo estar contigo, quiero vivir contigo. Haz hecho mi vida más imposiblemente feliz de lo que alguna vez pensé desde hace seis meses. Te amo.
Mi corazón se estrujó de felicidad ante sus palabras. Esa era su manera de darme las gracias.
—Te amo, Ed. Ya te lo he dicho muchas veces, y te lo repetiré siempre. Me alegra haber dejado de verme los pies y haber volteado hacia arriba para verte en la barra esa primera vez en Moose. Siempre, desde el momento uno, supe que quería que fueras mío y yo tuya. Estoy completa desde que soy parte de ti —mis ojos se llenaron de lágrimas y parpadeé, tratando de sacudirlas. No era momento para llorar, incluso si eran lágrimas de felicidad. Miré nuestros platos y copas casi vacíos y sonreí hacia él—. Ahora, ¿por qué no mejor dejamos esto… y vamos por nuestro propio postre?
No lo tuve que decir dos veces. Sus ojos se oscurecieron y su agarre en mi mano se apretó, antes de soltarme y sacar su cartera. Lanzó un par de billetes sobre la mesa y me arrastró, apenas despidiéndose de Marcus. Él rio excéntrico y nos deseó una feliz noche.
Cuando salimos del restaurante, las estrellas brillaban en el cielo despejado. La luz de la luna llena nos pegaba de lleno y revoloteaba sobre la piel pálida de Edward, dándole un aspecto casi etéreo. Se agachó, dejando un pequeño beso sobre mis labios.
—Vamos, tengo muchas cosas que hacerte aún.
—¿Es una promesa?
—Lo es.
FIN
(1) La antigua posada.
Wow, les mentiría si no les dijera que estoy un poco triste. Empecé a escribir de nuevo en junio de 2022 y fue con esta historia. Altos y bajos, pero aquí está. Puse mucho de mí para terminarla.
Muchas gracias por seguirme a través de todo este viaje que es escribir. Espero ver sus comentarios, para saber qué les pareció este Edward barman y esta Bella sin guía. Yo siento que ambos se ayudaron mutuamente, especialmente porque ambos compartían problemas familiares que los hacían entenderse. Una lástima que Ed y Carlisle no pudieran arreglar sus diferencias, pero al menos Bella y Charlie si lo hicieron :)
Nos leemos en el epílogo, ¡las quiero! «3
