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Appetite for destruction
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El camarero trajo las cartas y Bulma tomó la suya con aire ausente. Comenzó a ojear el menú, pero su mirada parecía perdida en otro lugar, en otro instante. Con la mano derecha mecía su teléfono celular, que hacía un buen rato permanecía apagado.
Krillin y Yamcha la observaban preocupados.
Escuchar la voz de sus amigos frente a ella y su pedido de salir a cenar juntos fue un alivio para ella. Llevaba todo el día, pensativa. La noche anterior había casi atacado a un agente de la policía, como lo es Nappa y temía que en cualquier momento llegase Vegeta y la detuviera por algún motivo.
La idea de pisar la cárcel, aunque fuese por unas horas, la estaba volviendo loca. Y es que ese lugar estaba reservado para la gente más despreciable de la ciudad. ¿Es que ella ahora sería considerada eso por sus jefes? La respuesta la atormentaba también.
Por eso, el hecho de que sus amigos la hubiesen llamado para invitarla a distraerse en un restaurante, había supuesto una válvula de escape para ella. Al principio, al escuchar el teléfono, había pegado un salto del sofá, creyendo que era aquel detective pesado. Después de su amigo Krillin y se sintió mejor. Tras charla un rato con ellos, comprendió que necesitaba alguien con quien hablar.
Krillin y Yamcha fueron a verla. Al final la chica le había propuesto salir a cenar a los tres y les agradó la idea.
–Oigan, ¿ustedes creen que soy una mala persona? –dijo la mujer, mientras le indicaba al camarero lo que quería tomar.
–¿Qué? ¿Por qué dices eso? –replicó Yamcha.
A la muchacha no le quedó más remedio que contar a ambos el episodio funesto con el asistente del detective.
–Imagino que tienes la cabeza hecha un lío. Pero me alegro muchísimo de que nos hayas contado esto. Si la policía te llega a preguntar por ello, solo diles que tienes licencia para portar armas y que pensabas que te asaltarían.
–Esto va más mucho más allá del trabajo, Krillin. No quiero darle motivos a la policía para investigarme...
–Si hasta el momento no han dicho nada… Ya verás como todo queda en el olvido –agregó el hombre más alto.
El camarero les sirvió los primeros platillos. Bulma tenía hambre. Y, aunque tenía un nudo en el estómago, empezó comer. Buscó en su bolso y miró la pantalla de su teléfono. Nada. Ni una llamada de algún número de teléfono desconocido. Pero, ¿por qué? Cuando ella se marchó, Vegeta parecía molesto y algo indignado por lo ocurrido. Tenía un mal gesto.
Todo lo que quería era que pasase las horas, que sea otro día y volver a concentrarse en sus asuntos importantes.
Krillin y Yamcha comían y charlaba con ella. Intentaban distraerla con anécdotas y Bulma agradecía su esfuerzo, que estaba dando frutos.
En el otro extremo del restaurante se abrió la puerta y pudo ver como entraban dos personas. El primero era un hombre de baja estatura que vestía una chaqueta de cuero negra. El segundo era un hombre enorme y calvo de mediana edad con ropa casual. Iban charlando.
Bulma giró inmediatamente la cabeza y Krillin y Yamcha pudieron ver algo parecido al miedo en sus ojos. Miraron hacia la puerta y comprendieron.
Entonces los muchachos tomaron, cada quien la mano de Bulma y la apretaron fuertemente. "Estamos aquí, somos tus amigos y puedes contar nosotros para lo que quieras", parecía decirle aquellas manos.
–Vámonos, Bulma. Se han sentado al fondo, no tienen por qué vernos –susurró Krillin.
–No tengo que esconderme, yo estaba aquí primero y no he hecho nada malo.
–Ya lo sé, pero es una situación incómoda. Anda, vamos, te acompañamos a tu casa.
La muchacha se negó una vez más, frunciendo el ceño mientras continuaba cenando sin mirar a los recién llegados.
Una hora más tarde, los ánimos eran distintos. La conversación se centró en las desventuras amorosas de Krillin y Yamcha, que hicieron reír a la mujer.
Entre tanto Vegeta y Nappa terminaron la cena sin haberse dicho demasiado. Simples frases de cortesía por parte de Vegeta. Conversaciones forzadas. El asistente del detective le había dicho de la presencia de Bulma y sus amigos, pero al hombre parecía no importarle eso. Aunque Nappa no pudo evitar notar que su mirada siempre terminaba en dirección a la mesa de los tres.
–Pensé que le pedirías explicaciones sobre lo que pasó conmigo y el arma aquella noche.
–No es algo que me importe ahora.
El celular de Vegeta sonó en ese momento.
–¿Tienes que hacer una llamada personal a una línea erótica desde tu teléfono?
–El jefe acaba de enviarme una lista de los hombres importantes de la patrulla roja. Empezaremos a investigar el pasado de cada uno mañana.
–Oh.
–Te enviaré la lista –dijo tecleando en su teléfono–. Y estoy agregando el nombre de Bulma Briefs.
–Pero...
–No quiero comentarios tontos. Solo cumple con mis órdenes y avísame lo que encuentres.
Nappa decidió guardar silencio un momento. Estaba claro que Vegeta estaba hablando en serio. Lo que habían descubierto de la mujer le estaba afectando y él no sabía que decir para cambiar las cosas.
Lo cierto es que la muchacha le caía bien y no veía nada malo en ella, hasta ese momento. Además, no quería que se marche por una sospecha sin fundamento. Era de gran ayuda, de hecho, las mejoras que la mujer ideó para el departamento de policía, hizo que hubiesen menos policías heridos y mayor efectividad para llegar a las escenas del crimen.
–No creo que oculte nada. Si usa armas, debe ser para protección personal, como lo dijimos antes.
–Cierto. Si te hubiese visto aparecerte en la calle de ese modo, te habría disparado.
–¿Entonces...?
–No quiero tener dudas sobre ella. Tiene acceso a información importante.
–Oye, ¿crees que alguno de ellos sea su novio?
–Te he visto salir con muchas mujeres comprometidas a la vez. ¿Qué más te da?
–Simple curiosidad. Ninguno de esos tontos es mejor que nosotros, Vegeta.
El aludido guardó silencio un momento mientras desviaba su mirada.
–Estas claramente más interesado que yo en ella.
–Y piensas eso porque…
–Te la has pasado mirando hacia la mesa de ella.
–Tengo sueño, me voy a dormir
Decidió dar por terminada la reunión. La gente empezaba a irse también.
La mesa los tres amigos, estaba vacía, pues minutos antes, salieron por la puerta de salida sin mirar atrás.
Estaba recordando las últimas palabras que le había dicho Nappa, antes de que él decidiese dar por finalizada su visita a ese restaurante, cuando al levantar la vista de su teléfono, la vio.
Bulma se giró y pudo notar la presencia de su jefe.
–¡Qué tal jefe! -dijo ella con una sonrisa nerviosa.
–¿Todavía sigues aquí? –respondió él.
–Qué observador eres.
No era una noche demasiado fría, pero Bulma había salido en camisa de tirantes y el vello de sus brazos empezaba a notar el contraste de temperatura.
–Me voy a casa, jefe. Ya me fusilarás mañana.
–No he venido a fusilarte.
–¿Te da igual que haya amenazado a tu asistente con un arma? ¿Tienes fiebre?
–Imagino que llevas un arma para cuidarte de los peligros de esta ciudad. Y finalmente, no es asunto mío.
Bulma permaneció de pie, mirándolo fijamente.
–¿Siempre eres tan encantador con todos o es solo conmigo?
–¿Y tú siempre eres tan violenta?
–Ya te expliqué que...
–Si, lo sé.
–¿Vas a denunciarme? –soltó ella sin pensarlo mucho para no arrepentirse.
–¿Denunciarte por tener una licencia para portar armas en defensa propia?
–No por eso, por amenazar a tu asistente con dispararle.
–En estos días he oído a mucha gente decir que tiene ganas de dispararle. No es para tanto.
–Gracias –respondió ella sonriendo tímidamente por primera vez.
A Vegeta le agradó esa sonrisa. Y a Bulma le gustó la respuesta amable del hombre. Sólo llevaban unos minutos hablando y las cosas parecían ponerse a su favor.
De pronto, la muchacha sintió caer sobre su hombro una diminuta gota de agua del cielo, que rápidamente se convirtió en una tupida lluvia.
–Oye, no crees que debemos… –dijo ella señalando un parada de autobuses que estaba vacía a pocos pasos de ambos, mientras cubría con una mano la cabeza.
Vegeta solo asintió una vez con la cabeza cubierta por su fino saco oscuro.
Fuera del reducido espacio llovía a mares.
Ella exhalo un suspiro de exasperación. ¿Cómo haría para regresar a su casa en esas condiciones?
–Diablos. ¿Sabes?, antes de que vinieras esperaba a una de las personas que estaba conmigo en la mesa, que me llevaría a casa en su auto.
–¿Tu novio? –soltó sorprendiéndose de sí mismo y sin saber bien porqué lo hacía.
Bulma lo observó sorprendida un momento.
–L-Lo siento… no sé por qué dije eso. No es de mi incumbencia, lo sé –dijo él recobrando su tono de jefe.
–No. Yo… Es un amigo de la infancia, solo eso –dijo mientras contemplaba el atractivo perfil del hombre. Su ceño fruncido y su mirada iracunda. Un pequeño y agradable escalofrío le recorrió la espalda.
Vegeta observó el bello rostro de ella, su pelo húmedo que se pegaba a su rostro, el rubor de sus mejillas, sus grandes ojos azules y sus labios entreabiertos. Tenía que reconocer que la mujer era encantadora.
Hacía mucho tiempo que ella no besaba a un hombre como a ella le gustaba y verlo tan atractivo solo había servido para añadirle más leña al fuego.
Sin saber por qué lo hacía, cruzó la minúscula barrera que los separaba y lo besó en la boca.
Vegeta no supo en que instante había empezado aquello ni como había sucedido, pero, de repente, se vio envuelto en el beso más apasionado que le habían dado en su vida. Bulma lo estaba transportando a su mundo con tal intensidad que, en ese momento, para él no existía nada más que su boca y el delicioso sabor de la de ella.
Y entonces llegó Yamcha.
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El día anterior se habían besado en la calle y Bulma parecía estar manteniendo las distancias. Y a Vegeta no había podido ir detrás de ella.
La última semana había sido una locura y no había tenido tiempo de prestarle atención a Bulma. Habían tenido una inspección de trabajo y dos de sus trabajadores administrativos habían resultado ser inmigrantes ilegales con pasaportes falsos, lo que había supuesto un interminable papeleo y la ausencia de varios trabajadores que habían tenido que ir a declarar como testigos. Nappa había tenido una pelea en un bar y había pasado toda una noche detenido.
Para ella tampoco fueron días sencillos. Tuvo que lidiar con los reclamos de Yamcha por haberla encontrado besando a su jefe y némesis. Así mismo, pasó horas probando equipos de laboratorio defectuosos y algunas fallas en los nuevos patrulleros que ideó.
Cuando Bulma lo dejó atrás, después de haberle dado aquel beso impulsivo, había estado segura de que la imagen la atormentaría durante mucho tiempo. Pero los problemas habían empezado en cuanto había vuelto a su oficina y se había encontrado la nota en la que le comunicaban la situación de los equipos y varios mensajes a su celular, llamadas perdidas de Yamcha reclamándole su actuar. A partir de ahí, todo se había descontrolado y ella no había tenido ni un momento para pensar en sí misma. Mucho menos en Vegeta.
Nappa llegó a la estación pasado el mediodía. En cuanto vio a su jefe sentado sobre su escritorio, corrió hacia él.
–¿Dónde estabas? –preguntó el joven detective nada más verlo.
–¿Haciendo tu trabajo?
–He estado investigando a los hombres fuertes de la patrulla roja –le dijo acercando una carpeta con un sinnúmero de hojas en su interior.
–Qué tal van las cosas con Bulma, ¿eh?
–¿Cómo te enteraste de eso?
–Pues luego de que saliste del restaurante me quedé charlando con una de las meseras. Luego salí y lo vi todo.
–¿Todo? –le preguntó espantado y sonrojado.
–No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. Aunque debería estar enojado contigo.
–¿De qué hablas?
–Sabias que me gustaba.
–Te gustan todas las mujeres que se cruzan en tu camino.
–Ya, cierto, pero ella me parecía especial. En fin, jefe, no tengo problema en hacerme a un lado para que puedan ser felices.
–Hombre, gracias. Pero no fue más que un beso furtivo.
–Entonces, ¿no están saliendo?
–No la he vuelto a ver desde aquella noche. Ya sabes que estuve ocupado resolviendo problemas de la oficina.
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Bulma había terminado de trabajar tarde y lo único que quería era llegar a casa para poder descansar un rato y pensar en los últimos acontecimientos de su vida. Bajó al parking a buscar su moto y al encontrarla, acercó su puño a la altura de su barbilla. Y al presionar un diminuto botón de su teléfono inteligente, su ropa cambio en segundos al traje de cuero que solía usar.
Tomó el casco que estaba sobre el brazo del manubrio y se dispuso a colocárselo, pero su teléfono empezó a vibrar. Seguramente algún reclamo más de Yamcha.
Era una llamada.
–¿Diga?
–Soy Blue. Tenemos una nueva misión para ti, Bulma Briefs.
–¿Qué? N-No puedo. Les dije que tenía muchos asuntos por resolver en la corporación, no…
–Mira, niña, no puedes seguir engañándome con esas mentiras. O aceptas o te mueres.
La mujer se había quedado paralizada al oír el tono de voz de su jefe.
Hablaba en serio y ella lo sabía. Tenía que pensar en algo pronto.
–Yo no…
–Debería matarte ahora mismo. Pero te daré una última oportunidad para demostrar que estás de nuestro lado.
–Espera, te puedo explicar lo que ha pasado. Estoy…
–No intentes mentirme nuevamente o vivirás para ver un nuevo día. Sé que estás en la estación de policía. Estás vigilada.
Ella alzó la mirada y observó a todos lados en el estacionamiento, pero no vio nada sospechoso. No había nadie más en ese instante.
Estaban usando algo más que una persona para espiarla. Estaba segura de eso.
–Estoy haciendo lo que me dijiste la última vez que nos vimos.
–¿De qué hablas?
–El detective. Me dijiste que debía acercarme a él.
–Bien, haz que se enamore de ti y manipúlalo.
Bulma pegó un respingo cuando oyó unos pasos tras de ella.
–¿Se te ha estropeado la moto? ¿Quieres que te lleve?
Él mismo se sorprendió al escucharse hablar con tanta amabilidad, pues su personalidad era completamente distinta, pero ver a la mujer temerosa como un cachorro lo hizo doblegarse.
La científica cortó la llamada antes de contestar:
–Es la primera vez que eres amable conmigo después de tanto tiempo. ¿Por qué iba a rechazarlo?
Vegeta alzó ligeramente la ceja. Bulma tenía que estar burlándose de él. Ambos habían sido distantes el uno con el otro. Entonces recordó la manera en la que se había marchado aquella noche en que se besaron, dejándola sola sin decir una sola palabra, y su actitud distante en los últimos días.
–Siento haberme ido así el otro día –dijo acomodándose el reloj en la muñeca.
–Bueno, supongo que no fue apropiado de mi parte besarte tan de repente.
–Sí, bueno un poco –dijo él sonriendo brevemente por primera vez.
A Bulma le agradó esa sonrisa. Solo llevaban unos minutos hablando y las cosas parecían ponerse a su favor. Vegeta estaba de buen humor.
De pronto recodó las palabras de Blue y su intención de que envolviera a Vegeta en sus redes. Lo cual no sería para nada difícil, pero la convertiría en una miserable mentirosa.
Una raya más al tigre, pensó.
Vegeta la llevó hasta la puerta de su casa y detuvo el coche. Durante el camino ella pensó en la posibilidad de ser vigilada mediante algún agente no humano. ¿Pero qué? Y Vegeta no sabía qué decir para romper el silencio debido a su introversión.
–Gracias por traerme. Eh…
Bulma no sabía como continuar la conversación. Normalmente su facilidad de palabra no le asombraba pues ella era un genio, pero ahora buscaba desesperadamente una frase mágica que acudiese a su cabeza. Sabía a dónde quería llegar con Vegeta, pero no sabía cómo afrontarlo, así que decidió dar un rodeo.
–Necesito que mañana vayas al laboratorio. Tengo algunas consultas qué hacerte sobre los autos que estoy a punto de ensamblar –dijo sintiendo un pinchazo en su ego, pues nunca había necesitado de la opinión de nadie más que su padre para hacer su trabajo.
–A qué hora quieres que vaya. Tengo algunas cosas que hacer durante la mañana…
–Pásate en cuanto te sea posible. Estaré ahí mucho tiempo.
Un par de minutos más tarde salía del auto. Pero antes de despedirse, tomó valor para dar un siguiente paso.
–¿Tienes algo qué hacer mañana por la noche? –dijo acercando su cara a la venta del auto, que tenía el vidrio a la mitad.
–Ah…–balbuceo arqueando exageradamente las cejas–. No tengo nada qué hacer mañana.
–Genial. Te invito a cenar cerca de la estación.
Bulma lo observó un momento sin decir nada, esperando una respuesta. Pero la sorpresa de una inesperada invitación lo dejó sin palabras por algunos instantes. A Vegeta le gustaban sus grandes ojos azules. Tenía que reconocer que la mujer era directa cuando quería algo, y encantadora.
–Me parece bien –respondió seguro.
–Bien. Hasta mañana entonces, Vegeta –dijo la mujer guiñándole coquetamente un ojo.
En cuando lo vio marcharse, tuvo remordimientos. Nunca había intentado conquistar a un hombre por conveniencia, y no se sentía nada bien por ello. Siempre que un hombre le gustaba estaba con él para tener un romance o disfrutar del momento sin ningún tipo de atadura, pero lo que estaba por hacer era una canallada.
Por otro lado, su corazón le decía que no era del todo descabellado acercarse a él de la forma en que pretendía. Aunque el hombre en principio se empeñó en ser un sujeto arisco y abusivo al intentar que la despidiesen, pudo notar, debajo de su dureza, a una persona distinta: amigable y amable.
¿Le gustaba? Sí, y eso significaría que no tenía por qué sentirse culpable por conquistarlo. De todos modos, no tenía intenciones de manipularlo si llegaban a ser pareja. Lo que necesitara saber de la policía, ya lo sabía; y lo que no, lo podía averiguar sin inconvenientes vulnerando su sistema.
Y, con esa convicción, decidió poner fin a su debate interno.
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Notas de autor: Si pueden, dejen un review para continuar.
