Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Toei Animation.
Interludio I: El Hermano de Dragón Marino.
Siempre supo que había algo diferente en su hermano, Kanon no se entretenía con cualquier cosa y era demasiado inteligente para su edad, Saga siempre lo supo, pero eso no era lo que le parecía peculiar. Lo peculiar de Kanon era lo interesado que parecía estar con los relojes, lo cuidadoso que era a tan corta edad cuando se trataba de ellos, el extraño código que se había inventado y la gente que lo rodeaba, con la que se veía en secreto.
Saga recordaba a su hermano menor, cuando eran infantes, hablar a menudo con personas de distintas edades, a veces discutiendo y otras sólo intercambiando relojes.
La primera vez que lo vió en uno de esos intercambios secretos no tenían más de seis años, apenas estaban aprendiendo a escribir y Kanon ya sabía desarmar un reloj de manecillas con los ojos cerrados. Ese año a él le habían dado por su cumpleaños una pista para autos a control remoto, y a Kanon, con cierta resistencia, un juego de herramientas para relojes.
—¡Seré un relojero!
Declaró ese día, con un tono claro, como si hubiera practicado esa frase cientos de veces para poder decirla correctamente. Su padre sólo había sonreído ante la actitud de su hijo menor y su madre le había preguntado si estaba seguro de no querer ser doctor o policía.
Días después, en casa, Saga se había despertado en medio de la noche sólo para descubrir que su gemelo, con el que compartía habitación, no estaba en su cama. Los minutos se le hicieron eternos y no tardó en levantarse para buscar a Kanon, esperando encontrarlo en la habitación de sus padres o en el baño.
La primera vez que Saga vió a Kanon haciendo algo sospechoso, extraño, fue en su patio trasero, a mitad de la noche.
Kanon estaba sentado en el suelo, frente a él y sobre una pequeña manta extendida estaba su nuevo juego de herramientas, abierto y con algunas esparcidas por la manta; Kanon estaba demasiado concentrado con algo que sostenía entre sus manos, y estaba lo suficiente oscuro como para que Saga no pudiera distinguirlo todo a la distancia. El gemelo mayor estaba dentro de su hogar, escondido detrás de la pared, justo al lado de la puerta corrediza, esperando que nadie notara su presencia puesto que su hermano no estaba solo.
Sentado al lado de Kanon, había un adulto, de largo cabello negro y tez pálida, y caminando a su alrededor estaba una mujer peliplateada que utilizaba una extraña corona sobre la cabeza. Ambos eran desconocidos, personas que nunca había visto. Saga estuvo a punto de salir corriendo rumbo a la habitación de sus padres para decirles que Kanon estaba con un par de extraños, pero al mirar a su hermano notó que este lo estaba mirando, lo que fue suficiente para detenerlo. Saga se congeló en su lugar, y rápidamente se escondió contra la pared cuando el hombre a un lado de Kanon levantó la cabeza y miró hacia la puerta semiabierta, notando que el niño había detenido su tarea.
—Eres muy rápido —dijo el hombre con tono amable.
Kanon no respondió, sólo asintió y continuó con su trabajo.
—Dime algo, niño, ¿dónde está tu hermano? —la mujer se detuvo justo frente a Kanon, dándole la espalda a Saga que se había asomado levemente, dispuesto a correr en caso de que su hermano necesitara ayuda— Y no te atrevas a mentirme, recuerda que lo sabemos todo sobre ti.
—Si lo sabe todo entonces sabe en dónde está…
—Tiene un buen punto, Hilda, y se supone que no debemos interrumpirlo.
Saga miró al hombre sonreír mientras la mujer bufaba y volvía a levantarse para continuar caminando. De vez en cuando su gemelo subía discretamente su mirada y lo miraba directo a los ojos; no era necesario hacer algo más o hablar, a pesar de su corta edad ambos pensaban igual, interpretaban sus acciones, y Saga sabía que las ocasionales miradas de su hermano indicaban que no debía hacer nada, aunque no podía entender el por qué, eran jóvenes, no tontos, una de las reglas de sus padres era no hablar ni acercarse a extraños.
Tiempo después, cuando comenzaba a hacer frío, Kanon dejó sus herramientas en la manta y le dió el reloj al hombre. Era un reloj de pulsera, Saga no podía distinguirlo a la distancia, sólo vió al hombre inspeccionar el reloj, levantarlo y verlo a contra luz, para después entregárselo a la mujer que estaba a su lado, mirando con interés el reloj.
—¿Qué dices, Hilda? ¿Te gusta? —preguntó el hombre.
—Es un buen trabajo, considerando que es el trabajo de un niño —Saga vió a la mujer levantar el brazo que sostenía el reloj—. ¿Cómo debo llamarte ahora, niño?
Saga vió a su gemelo levantarse de su lugar y mirar a los adultos serio, con la misma expresión que había adoptado cuando anunció que sería un relojero.
—Dragón Marino, soy Dragón Marino.
—Muy bien, Dragón Marino, si estás de acuerdo, Hilda, no, Polaris, se encargará de tu dimensión —dijo el hombre, volviendo a agacharse—. Eres demasiado joven, esto podría resultar complejo, si hay algo que no entiendes puedes decirme y te lo explicaremos.
—Él me lo dijo todo… el hombre de mis sueños, pero… ustedes…
—Podrías decir que somos como policías —intervino Hilda—. Y tú, Dragón Marino, eres nuestro apoyo, como nuestra arma secreta, quien nos ayuda a complir con nuestro trabajo, y eres el más guapo de todos nuestros apoyos, ¿lo sabías? —dijo, provocando un sonrojo en el niño.
Saga debió haber escuchado más sobre el tema, algo acerca de relojes y misiones secretas. Era demasiado joven para entenderlo, pero sabía que a pesar de tener la misma edad, Kanon había comprendido más que él, Kanon sí sabía lo que esas personas estaban hablando, siempre lo supo, tal vez incluso antes de que supiera quién era.
Esa noche no intercambiaron palabras, Kanon alegó estar cansado. Sus respuestas se dieron con el paso de los días; su hermano menor le contó de los extraños sueños que tenía desde que podía recordar, siendo tan joven, eso podría ser toda su vida o apenas un par de meses, le había dicho de un hombre, de largo cabello rubio, vestido de blanco, con las manos llenas de dibujos y con un collar en forma de tridente. Kanon le contó que se había visto algo mayor, más alto, que había soñado que hacía relojes.
El menor no había podido explicarlo bien, todavía sin saber cómo expresarse correctamente, pero Saga sabía que su hermano era más maduro en algunos aspectos, sabía que a veces Kanon reaccionaba fuera de lugar, como un niño mayor, casi como un adulto.
Pero eso no era tan llamativo como las marcas en la piel de su hermano que aparecieron de repente, como si tuviera tatuados los pies y manos. Dibujos raros y pequeños que cubrían cada parte de su piel, desde las muñecas o los talones hasta la punta de los dedos, dibujos extraños que aparecía y desaparecía a voluntad de su hermano, y que sólo él comprendía. Los dibujos parecidos a tatuajes y el anillo que Kanon comenzó a utilizar a escondidas de sus padres eran lo segundo más llamativo, en especial porque, según Kanon, había despertado con el anillo puesto después de soñar con el adulto misterioso y tatuado.
El reloj que Kanon fabricó esa noche se lo dió a él, diciéndole que lo había hecho pensando precisamente en él, incluso le dijo que tenía un cabello suyo, así que eso obligó a Saga a aprender a leer los relojes de manecillas, y a preguntarle constantemente a su hermano menor por qué no le había hecho uno digital, como el que tenía su papá, con el que podía utilizar una calculadora al presionar un par de botones si quería.
Aunque nunca lo comprendió por completo, Saga ayudó a su hermano en todo lo que pudo; cuando esa gente se acercaba a su hermano para pedirle un reloj, él distraía a los adultos en la escuela, a sus padres o inventaba varias justificaciones a las preguntas de por qué Kanon no estaba presente. Llegaban en su mayoría adultos, pero de vez en cuando veía a Kanon acompañado por chicos de su edad, o adolescentes, todos con una actitud seria, a veces exigiendo que su reloj fuera reparado o dado de forma rápida. Saga podía recordar que alguna vez uno de ellos había sujetado con mucha fuerza el brazo de Kanon, lo suficientemente fuerte como para hacerlo soltar una pequeña pieza del reloj que reparaba, provocando que esta rodara por el suelo y se perdiera entre los arbustos que rodeaban el patio trasero de su casa.
En esa ocasión Kanon se había molestado tanto que había guardado todas sus cosas y se había adentrado a su casa, cerrando la puerta que daba al patio tras de sí y gritándole a su madre que había un extraño en su patio trasero. El sujeto, un adolescente, según recordaba Saga, había salido corriendo apenas escuchó a Kanon. Tenían nueve años en esa ocasión, lo suficientemente mayores para poder hablar entre sí con más libertad, para ese momento Saga ya estaba enterado de algunas cosas que cualquier otro habría pensado eran pura imaginación, sino fuera por todo lo que el gemelo mayor había visto en esos años.
—¿Ellos no se molestarán porque no le diste su reloj? —le preguntó a Kanon ese día, ambos encerrados en su habitación mientras la policía estaba en la sala con sus padres.
—No trabajo para ellos, ellos tienen suerte de que yo los esté ayudando —había respondido Kanon, guardando algunos de sus instrumentos. Después de un par de minutos en silencio, Kanon se había acercado a él para sentarse a su lado y comenzar a jugar en su consola de videojuegos—. Ya sé quién es el sujeto con el que soñé.
Saga había golpeado a su hermano con el control de la consola, el comentario dicho en tono tranquilo lo había distraído lo suficiente como para provocar su muerte en Street Fighter.
Uno de los temas más frecuentes entre ellos eran esos sueños que Kanon no habría podido explicar en su temprana juventud. El menor le había contado que el sujeto de blanco se había sentado con él en una playa en la que nunca había estado, le dijo en pocas y vagas palabras que el hombre le había contado sobre el mundo, más allá de eso, el universo, y una extraña cosa llamada El Mosaico. Kanon le había contado, con una leve emoción en su tono de voz y expresiones exageradas que existían muchos que eran como ellos, algunos rubios, adultos y más jóvenes.
Todo sonaba como ficción, algo que Kanon había sacado de alguna película o libro.
—Estaba recortando las revistas de mamá para la tarea de arte —contó después de reírse de su hermano por su mala partida—. Había un foto de él en una de las revistas, cuando soñé con él era un adulto, pero estoy seguro que es el mismo, mira, incluso la arranqué.
A partir de ese día, Kanon cargó a todos lados la página de la revista que tenía la foto de un niño menor a ellos, de grandes ojos azules y cabello largo del mismo tono, heredero de una empresa importante, según decía el artículo; la llevó consigo diciendo que le traería suerte, afirmando incluso que era la foto de su superior, la persona a la que le debía su talento.
Y cuando no estaba reparando relojes, discutiendo con gente extraña o mirando su recorte como si pudiera hablar con el niño en él, se divertía jugando como cualquier otro niño de su edad, con él y sus amigos. Saga siempre se mantuvo abierto y dispuesto a compartir a los amigos, o cualquier cosa que mantuviera a su hermano en la realidad de todos y no la propia. Quería que su hermano estuviera con él, que viviera su infancia a su lado.
Si lo hubiera sabido, si tan sólo Kanon hubiera insinuado algo, Saga le habría insistido más para que dejara de hacer relojes y se quedara con él, siendo un niño. Juntos, siempre juntos
Saga recordaba ese día siempre, vivía latente en su mente, pesaba sobre sus hombros, tan vívido y real como si acabara de ocurrir; jamás lo olvidaría.
Tenían doce, ambos estaban haciendo un visita escolar a uno de los monasterios en Meteora. Hasta el mediodía la visita pintaba para ser normal, su gemelo se mantuvo a su lado junto con sus amigos, discutió con Klaus sobre lo genial que eran los templos, en la cima del mundo, y eligió junto con Shura los mejores regalos de recuerdo para sus padres.
El ambiente era tranquilo, no hacía demasiado calor y no había demasiados turistas, lo que era perfecto para todos los jóvenes ya que les permitía más movilidad en el lugar y recibir la atención de guía, que mostraba una infinita paciencia. Parecía el día perfecto.
Ojalá las cosas se hubieran quedado así.
Saga supo que había algo mal cuando notó que Kanon había perdido la pose relajada y contestaba los comentarios de Klaus y Shura con monosílabos. Buscando el origen del cambio de comportamiento de su hermano, Saga miró a todos a su alrededor hasta que los encontró: un hombre y un adolescente que a todas luces parecían parte e hijo miraban a Kanon fijamente. Cuando eso sucedía, Saga solía mirar en sus muñecas, buscando algún reloj y después soltaba un suspiro de alivio porque no era algo grave; pero en esa ocasión, ver el reloj de hombre le causó escalofríos, mirar su expresión seria solo confirmó algo que él no se había detenido a pensar en ese momento, había sentido miedo.
Y el miedo aumentó cuando vió que su hermano se colocaba su mochila y le decía a sus amigos que iría al baño.
—Necesito que me cubras —le dijo en voz baja, acercándose a él.
Kanon lo había mirado a los ojos cuando se alejó, y Saga, como siempre, no necesitó que se dijera algo para entender. En esa ocasión no debía acercarse, y había algo más, un ligero toque de melancolía que le revolvió el interior a Saga y aumentó su miedo. Miedo a esas personas, miedo a que su interpretación de despedida en la mirada de Kanon fuera correcta.
Vió a Kanon acercarse a su maestro mientras el sujeto y su hijo se daban la vuelta y caminaban hacia una zona menos concurrida. Después de varios segundos su hermano comenzó a caminar en la misma dirección, quitándose el cabello del rostro y pateando una pequeña piedra en medio del camino. Saga lo vió alejarse, a paso lento y confiado, como siempre caminaba, tal vez tarareando alguna canción o con la mente centrada en sus propios pensamientos, su propio mundo.
Después de eso pasaron varios minutos, eternos minutos, y para cuando sus amigos comenzaron a preguntarse por el gemelo menor, Saga supo que algo no andaba bien, todos sus temores del momento se afirmaban conforme el tiempo continuaba corriendo.
Saga pidió permiso para buscar a su hermano y prácticamente se alejó corriendo del grupo, siguiendo el camino que Kanon había tomado. Esquivó a algunos visitantes y justo cuando estaba por llegar sintió que lo tomaban de los hombros y lo pegaban contra una pared, en un pequeño callejón entre una tienda de recuerdos y una tienda de alimentos. Sus hombros golpearon con fuerza la pared, aumentando el dolor que sentía por el fuerte agarre.
Frente a él estaba el adolescente que había visto con el adulto, de largo cabello azul atado, de rostro sin expresión y con más fuerza de la que Saga suponía al ver lo delgado que era. Él lo miró por largos minutos en silencio, escudriñandolo con la mirada, haciéndolo sentir incómodo mientras Saga intentaba soltarse de su agarre.
—¿Quién eres? ¡Déjame! ¡¿Dónde está mi hermano?!
Su pregunta final pareció hacer reaccionar al joven, que dejó de mirarlo para fijarse en un punto a sus espaldas. Saga dejó de pelear, el agarre no disminuyó en fuerza, pero ahora sabía que su hermano no estaba en los baños públicos, sino en una zona prohibida para los turistas, por dónde se veía que no había gente. Un lugar solitario era peligroso, Saga sintió que palidecía, el miedo aumentó tanto que ya ni siquiera estaba intentando soltarse.
—¿Dónde está mi hermano?
Cuestionó de nuevo, en voz baja.
El joven frente a él sólo volvió a mirarlo, en silencio. Sin ninguna expresión en su rostro, continúo sosteniéndolo de los hombros, para finalmente decir en voz baja, con un tono plano:
—Me ordenaron no dejar pasar a nadie, ni siquiera al hermano de Dragón Marino.
Saga negó; necesitaba asegurarse de que su gemelo estaba bien. Como el mayor, desde que era niño siempre supo que su trabajo principal era cuidar a su hermano. Debido a su trabajo con relojes, Kanon a veces podía resultar demasiado distraído; si él se desvelaba reparando o creando relojes entonces Saga se ocupaba de ordenar sus cosas y tener todo preparado hasta que Kanon era despertado por su madre; si Kanon perdía una de las piezas de sus relojes entonces él se ocupaba de buscarla, dejando que su gemelo continuara con sus tareas fuera de los relojes.
Lo protegía, probablemente desde mucho antes de que tomara conciencia de lo que hacía, y siempre sería así, de una forma o de otra.
Así que negó, se negó a aceptar esa orden. Decidido, empujó con toda su fuerza al adolescente y apenas sintió que el joven lo soltó, se alejó corriendo, justo hacia donde presentía que estaba su gemelo. Sin embargo, no pudo correr mucho debido a que fue jalado hacia atrás desde el cuello de su chamarra, siendo detenido en el acto.
Saga se removió, intentando que lo soltaran, pero por más que pataleó e intentó golpear, era obvio que el adolescente era más fuerte. De hecho, era tan fuerte como cualquier adulto, por lo que pudo sostenerlo con facilidad y controlarlo, hasta que Saga comenzó a emplear la técnica de Kanon y comenzó a gritar, esperando llamando la atención de la gente que estaba alrededor.
—Mocoso insistente…
Eso fue lo último que escuchó, el adolescente lo golpeó en la nuca, desmayándolo.
Despertó tiempo después, recostado contra una pared, escondido de las miradas de los turistas. Por la luz solar que iluminaba el día, Saga podía adivinar que no debió pasar mucho tiempo; con dificultad, se levantó y comenzó a caminar lentamente hacia dónde le habían indicado indirectamente que estaba su gemelo.
Apenas había recuperado la conciencia lo embargó una gran pesadumbre en su interior; se sentía desolado, solitario, como si fuera a perder una parte de él en cualquier segundo o cómo si estuvieran por destrozarlo. Mientras caminaba y después corría, sintió que la presión en su pecho aumentaba, conforme se acercaba a una de las orillas del monasterio, las lágrimas se acumularon en sus ojos y el miedo se adueñó de su corazón, se negaba a ponerle palabras a su presentimiento. Sólo se detuvo cuando sintió que sus manos y pies comenzaba a arder, como si las hubiera metido en fuego; el dolor fue tanto que terminó por caer al suelo, llorando por el dolor, no sólo en sus extremidades, ya que vió cómo poco a poco los extraños dibujos que tenía su hermano aparecieron en él, sino porque su corazón se había roto.
Se había quedado sin esperanzas.
Cuando llegó al lugar, muy apartado de los turistas y de los propios habitantes del lugar, lo primero que vió fue un espeso líquido rojo, derramado en pequeños y medianos charcos, y al adolescente que lo había detenido antes, arrodillado casi en medio de la escena. El joven sólo reaccionó cuando Saga se acercó a él, y sólo lo hizo para mirarlo, con los ojos desorbitados y algunas gotas de sangre que le habían salpicado en el rostro.
Nunca supo lo que ocurrió en ese momento, o cuanto tiempo había pasado desde que se alejó de su grupo, ni siquiera cuando le dieron la oportunidad de saberlo. Tampoco recordaba mucho de lo que había ocurrido en ese instante o posterior a él, sólo tenía breves flashazos de hombres uniformados que habían llegado poco después de él, y al hombre pelinegro que había visto esa primera noche con Kanon, sosteniendo al adolescente de los hombros mientras este le entregaba algo que más tarde le dieron: el anillo de su hermano.
Apenas tomó asiento, Saga suspiró y recargó la cabeza sobre la mesa frente a él, recibiendo de inmediato pequeñas palmadas en la cabeza de las que renegó casi de inmediato.
—Si sabes que soy mayor a la apariencia que tengo, ¿verdad? —le preguntó a Andreas Rize, que estaba frente a él con una tenue sonrisa.
—Estaba intentando hacerte sentir mejor, los últimos dos minutos han sido agitados —respondió el médico—, ¿cómo está todo?
—Mal, pero controlado, imagino que querrás los detalles en la reunión…
—Sí, hablando de eso… —Andreas volvió a mirarlo, serio— Hay algo que Hades quiere hablar contigo, antes de que Shaka venga por nosotros.
Saga estaba ahí por Hades, básicamente era el hombre que había iniciado todo eso; su revuelta, su alzamiento en contra de los responsables de que perdiera a su hermano.
Hubo un momento, hacía demasiados años atrás, en que Saga fue demasiado joven para comprenderlo todo por completo, no sólo el papel de su hermano, sino su importancia, y la carga que le habían dejado a él, tan joven e inexperto, pero dispuesto a cumplir con el papel de su hermano.
A paso resignado, salió de la pequeña habitación que fungía como comedor y caminó entre los estrechos e iluminados pasillos de su escondite. Estaban en una dimensión que no era tan protegida, una en dónde su relojero original había dejado de existir y ahora sólo había un chico que no hacía más que obedecer órdenes ciegamente; no era su dimensión, o la de Hades o Andreas, pero era el mejor escondite, y su única opción disponible.
Después de tocar la puerta que daba a la habitación privada de Hades, la abrió lentamente y encontró al hombre con su reloj, modificado para ser más avanzado, mirando un mapa general del Mosaico.
—Hasta ahora no tenemos ninguna fractura o un nuevo agujero negro —dijo Hades, suspirando exhausto—, creí que la crisis con Milo fue lo peor que pudo habernos pasado…
—En palabras de Kanon, fue lo peor que nos pasó hasta ese momento… el ahora es completamente diferente —intentó bromear Saga, entrando a la habitación y recargándose contra la ventana.
Hades asintió y miró a Saga. Después del llamado incidente de Dragón Marino, la apariencia de Saga había cambiado mucho, cualquiera que lo viera pensaría que era un chico de catorce años, inocente y tal vez algo perdido. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que ese tema había sido tocado, pero era necesario, Hades no quería problemas, ese era un momento importante y la muestra máxima sobre si su pequeña organización tendría éxito o no. Ante todo, debían de estar unidos, trabajar con el enemigo era una gran posibilidad y sólo esperaba que Saga no actuara como su apariencia decía que lo haría.
—Dentro de unos minutos será la reunión entre los miemnbros más improtantes de nuestro grupo y los más nuevos —dijo, mirando a Saga directo a los ojos, siempre directo y sin rodeos, continuó—. Milo estará ahí.
—¿Y sus amigos tambíen estarán? Camus y Aioria han mejorado bastante, y me atrevería a decir que la mente sagaz de Camus podría ayudarnos…
Hades negó con la cabeza y repitió:
—Milo estará ahí.
—Oh… te refieres al otro Milo… —Saga se interrumpió cuando Hades lo continúo mirando, casi repitiendole mentalmente que Milo estaría ahí, no el rubio que había conocido.
Entonces, como si un rayo le hubiera caído, recordó al adolescente peliazul arrodillado, con su expresión anonadada y un anillo en sus manos. Saga sintió que todo le daba vueltas, incapaz de moverse sólo pudo decir, en un leve siseo que sonó como el inicio de un sollozo.
—¿Por qué?
—El incidente con Milo, lo sabes, Saga, era necesario que se viera involucrado, probablemente sea la llave que necesitamos para que todo vuelva a la normalidad, o tal vez…
—¡Es un asesino!
—Eso no lo sabes —Hades mantuvo su tono y su posición, mirando como el niño frente a él cerraba las manos en puños, y pequeñas lágrimas se amontonaban en sus ojos—. Saga… sé que es difícil, por eso si no crees que puedas estar…
Saga salió de la habitación, no dispuesto a continuar escuchando los disparates de su jefe. Todavía podía recordar, como si apenas hubiera pasado un día, ese momento, el día en que perdió a su otra mitad. Jamás podría olvidarlo, y, a pesar del tiempo, todavía no sabía si podía perdonar. Perdonar al testigo silencioso que no había hecho nada o tal vez lo había hecho todo.
Se detuvo a mitad del pasillo, cuando frente a él vio a Kanon. No su Kanon, sólo un Kanon, un adulto, que no dudó en extender los brazos para que el niño de casi quince años lo abrazara, y se aferrara a él como un náufrago se aferrara a un salvavidas, perdido en medio de la tormenta.
—Me acaban de decir… —murmuró Kanon después de un par de minutos en silencio, aún sin separase— Te lo habría dicho yo de haberlo sabido antes.
—Lo sé…
—Saga… Todo sucede por una razón, el Mosaico es así...
Saga asintió, la muerte de su hermano estaba fríamente prevista, lo sabía.
Su hermano, su Kanon también; todos los relojeros de la primera generación sabían cómo sería su existencia y cómo terminaría.
—Él… —Kanon lo soltó y dió un paso atrás. Siendo el adulto se permitió sostener a su hermano de los hombros, para que lo mirara a los ojos— Sólo es un niño al que convirtieron en una máquina, intentó hacer todo lo que pudo, tú no lo sabes, pero yo sí… Sabes que lo odio casi tanto como tú, pero eso no significa que no lo comprenda, que no sepa por qué es así. Es su naturaleza Saga, lo convirtieron en eso.
No respondió; Saga sólo asintió lentamente. Cuando había ocurrido la ahora ya conocida como "crisis de Milo", él se había negado a ser parte al principio, hasta ese momento se había mantenido alejado de cualquiera de las versiones de Milo que pudiera encontrarse en el vasto Mosaico, pero el tiempo y saber que las dos versiones involucradas eran una chica y el rubio (nada de peliazules) lo habían hecho reflexionar. Ahora, frente a ese nuevo escenario, no sabía cómo actuar.
También sabía que su hermano tenía sus propias complejidades. Desde que Milo se había graduado como reubicador se había encontrado varias veces con ese Kanon, y en todos sus encuentros su hermano había perdido sus pequeñas luchas; Kanon no podía mirar a un Milo sin recordar sus aplastantes derrotas.
—Puedes no ir, quédate con Hades revisando los parámetros del Mosaico en búsqueda de agujeros negros o más problemas.
Kanon estaba por soltarlo, pero Saga alcanzó a tomar su mano antes de que se alejara por completo.
—Quedate conmigo.
Pidió Saga, sosteniendo la mano del adulto con fuerza. El hombre frente a él era su hermano, su gemelo, su igual, aunque ninguno perteneciera al mundo del otro y no fuera exactamente parecidos, uno era peliazul y el otro rubio haciendo a un lado las edades, pero sin importar como fueran las cosas, siempre terminaban juntos. Un alma fragmentada en dos.
—Toda la vida, hermano —contestó Kanon, con un leve asentimiento y una sonrisa. Sin poder evitarlo, soltó a Saga de los hombros para poder revolverle el cabello.
—¡Oye! —reclamó Saga, intentando peinarse— Recuerda que soy tu hermano mayor.
—Mi pequeño hermano mayor —se burló el adulto—... De acuerdo, hermano mayor, vámonos, sé que se te alborotan las hormonas como el adolescente que eres cuando ves a Shaka, así que hay que darnos prisa.
Kanon salió prácticamente corriéndo después de su declaración, con una sonora carcajada que provocó que el sonrojo en el rostro de Saga aumentara. Ese era su hermano menor, serio un momento y al segundo siguiente impertinente, y siempre sería así, por eso era el temido Dragón Marino.
