Aquí va mi primer fic después de seis meses de bajón, el primero sobre One Piece, y el primero no yaoi. La pareja es Zoro (aish…) x Robin, aunque no profundizará demasiado – eso para próximos fics...mwahahhaah. –, y la historia rellena algún que otro hueco del manga con lo que me hubiera gustado ver, además de explicar el por qué del título.

No quiero extenderme mucho en comentarios, así que tan sólo haré un par de puntualizaciones antes de pasar a lo "interesante":

1 – Me baso casi exclusivamente en el manga (algunos pasajes, de hecho, los he transcrito casi al pie de la letra), por lo que es posible que, si estáis acostumbrados al anime, algunas cosas cambien – o quizás no; sigo la serie animada de pascuas a ramos, y no he llegado a esa parte, así que no estoy segura.

2 – Ya lo dije en el "Summary", pero, por si a alguien no le ha quedado claro, o no se lo ha leído –que todo puede ser –, lo repito: a lo largo del fic hay SPOILERS considerables de la saga de Skypiea, y en este primer capítulo, además, de Ohara. No me hago responsable de quejas porque a alguien le haya reventado algún detalle de la trama.

Disclaimer: Evidentemente, One Piece es creación exclusiva de Eiichiro Oda, anime al margen. Ni el universo de la serie, ni sus personajes, me pertenecen en modo alguno (más quisiera yo)

Y, sin enrollarme más, como dicen en Humor Amarillo...¡al turrón!


1.

Amparados por la cúpula que, a no demasiada distancia del Altar del Sacrificio, formaban los descomunales árboles de la jungla, e iluminados por las lenguas de fuego que crepitaban en la hoguera en torno a la cual formaban un corro, más de la mitad de la tripulación de los piratas Sombrero de Paja cantaba y bailaba alegremente, acompañados ni más ni menos que por toda una manada de lobos de las nubes, que inexplicablemente se les habían unido.

Motivos para festejar no les faltaban, aunque probablemente no les hubieran sido necesarios: al reencuentro de la tripulación tras haber superado con éxito Luffy, Usopp y Sanji la Prueba de las Esferas se sumaba la increíble noticia de que la "isla de dios" en que se encontraban no era sino una parte de la Jaya que Montblanc Norland había encontrado 400 años antes, y en la que, si resultaba cierta la historia de aquél, debería hallarse la mítica ciudad dorada de Shandora, con la evidente y jugosa posibilidad de hacerse con un gran tesoro que suponía aquel descubrimiento.

Así pues, brincaban despreocupados, del todo ajenos a los posibles peligros que pudieran acecharles, entre los que cabría incluir al mismísimo God Enel. Tan solo dos de los siete piratas, a los que se había unido en una breve charla un Gan Fall convaleciente, que poco tardó en regresar nuevamente a guardar reposo, permanecían ligeramente apartados, de sus compañeros y entre sí.

Sentado sobre las gigantescas raíces de un árbol, Zoro, enfrascado en sus propios pensamientos, mantenía su mirada fija en la fogata, alternando de cuando en cuando con largos, pausados tragos de la botella de sake que sostenía en una mano. El hilo de sus divagaciones le llevó en un momento dado a desviar su vista de las llamas y hacerla recorrer sin propósito alguno el panorama a su alrededor, hasta que finalmente se posó justo donde se situaba la otra integrante de la banda que no se había unido al baile: Nico Robin. Abandonando lo que fuera que surcara su mente en aquellos instantes, emprendió a continuación un discreto escrutinio, tratando de encontrar en ella cualquier indicio que pudiera confirmar cualquiera de las muchas sospechas que sobre ella guardaba.

Pese a la confianza que al instante el capitán (quien, contrariamente a las apariencias, distaba bastante de ser estúpido) había depositado en ella, manifestando que no le parecía tan mala persona, a él le resultaba inevitable sentir recelo por la presencia de aquella mujer, que en aquellos momentos contemplaba apaciblemente cómo disfrutaban sus nuevos camaradas, sus labios curvados en una débil sonrisa. Desde que se había unido a la tripulación, el espadachín había dejado claro por activa y por pasiva que no debían fiarse de ella. Ya había tenido bastante con el susto que les había dado Nami y su conato de traición para ir con Arlong. Si bien todo aquello se había solucionado con éxito, Zoro no podía dejar de pensar en las consecuencias que habría acarreado el caso contrario, y con la llegada de la arqueóloga tenía la impresión de que se abrían las puertas para que la historia pudiera repetirse.

- ¡Eh, Zoro, pásame otra botella! – la repentina demanda de Nami, señalando a una botella vacía que sostenía en la otra mano, puso momentáneamente en suspenso sus cavilaciones.

"¿Pero cuánto alcohol puede tragar?". Preguntándose cómo la navegante, con un cuerpo tan en apariencia frágil, era capaz de ingerir -y tolerar- aún mayores cantidades de alcohol que él mismo, le lanzó sin más dilación lo que pedía, y pronto ambos habían regresado a sus respectivas ocupaciones: bailar la una, divagar el otro, y beber ambos.

Recobrado el rumbo por el que fluían sus pensamientos, el espadachín meneó la cabeza: cualquiera en su sano juicio habría, como mínimo, mostrado obvias reticencias ante la nueva incorporación. La mismísima ex-vicepresidenta de Baroque Works que había luchado contra ellos, una mujer perseguida por el gobierno mundial desde los ocho años, que había trabajado a las órdenes de todo tipo de piratas y criminales de la peor calaña, especialista en espionaje y asesinato…y se les había unido sin apenas trabas... Les había faltado darle una fiesta de bienvenida. No es que no pudiera esperarse algo así de Luffy, se vio obligado a admitir, pero ¿de los demás? Recordó las circunstancias en que Robin ingresóen la banda: toda oposición, salvo él mismo, había sido barrida (¿o debería decir "comprada"?) al instante por un puñado de joyas, cosquillas y una cara bonita.

Creyéndose la única persona con sentido común en una tripulación de desequilibrados mentales, apuró el contenido de su botella exprimiéndola hasta la última gota, sin darse cuenta en un primer momento de que había sido sorprendido en su atenta -aunque, a juzgar por los resultados, quizás no tan discreta como hubiera deseado- vigilancia.

Al cabo de un par de segundos cobró conciencia de que los oscuros ojos de Robin le devolvían la mirada con análogas intensidad y curiosidad. Una incipiente sensación de nerviosismo comenzó a recorrer su espina dorsal, en consecuencia…pero no le daría el lujo de demostrárselo. Recogió el guante de lo que a todas luces consideraba un desafío, y tratando de aparentar la indiferencia de quien contempla la piedra más insignificante de un camino le sostuvo la mirada.

La "competición"-existente únicamente desde la de alguna manera distorsionada perspectiva del antiguo cazador de piratas- se prolongó durante breves y fatigosos instantes, que a Zoro se le antojaron horas, hasta que momentáneamente la mujer desvió su atención hacia la hoguera, debido a una repentina algarabía ocasionada por una broma de Luffy a Usopp. Sin retirar todavía su mirada de la arqueóloga, el joven de corto cabello verdoso hubiera cantado de inmediato silenciosa victoria, de no ser porque aquélla al punto contraatacaría con contundencia desarmándole por completo, al volverse nuevamente en su dirección luciendo una perturbadora, y ¿seductora?, sonrisa, que lo llevó a girar casi instintivamente su rostro – que, de paso, había ganado un cierto matiz rojizo y aumentado su temperatura en varios grados-, hacia otro lado.

Dándose cuenta de lo que acababa de hacer, se golpeó en la frente.

"Maldita sea,‍ ¿cómo he podido caer tan bajo?". Irritado, en parte consigo mismo, por aquel acto de debilidad, impropio de él, y en parte por lo que consideraba una provocación de Robin, destapó una nueva botella, próxima a sus inseparables tres katanas, y se la llevó a la boca. "¿Y qué demonios se propone esa mujer?‍¿Se cree que soy como ese estúpido cocinero, que correría detrás de un taburete con faldas y para quien un simple "hmm…parece que va a llover" es una declaración de amor eterno? Pues se equivoca completamente. Ha aprovechado un error mío, eso es todo, y no se repetirá. Desde luego que no."

Mientras Zoro seguía maldiciéndose mentalmente, a una cierta distancia Robin le observaba todavía, divertida, sin perder detalle de su reacción que, debía reconocer, le había sorprendido. No era la primera vez que lo hacía, de hecho, por motivos bien diferentes, aunque el espadachín no se hubiera apercibido de ello.

En su primer encuentro, todavía bajo la identidad de Miss All Sunday, justo después de haber partido de Whiskey Peak, le llamó la atención su juventud: nunca hubiera sospechado que el temido cazador de piratas Roronoa Zoro, que había incluso despertado el interés de su organización, fuera todavía poco mayor que un muchacho.

Contrastaba con esto último, como la mujer había podido comprobar al tener la oportunidad de tratarlo– si bien su relación distaba de poder ser calificada como "cordial", dados el escaso tiempo transcurrido desde que se había unido a la banda, el carácter introvertido de ambos y especialmente la extrema desconfianza hacia ella que el joven manifestaba sin reparos cada vez que tenía ocasión -, la madurez y sentido común que solía demostrar en general, más propios de un veterano curtido en mil y una batallas.

Y, sin embargo, en contadas ocasiones, como la que acababa de protagonizar con su reacción al intencionado flirteo con el que Robin, más en broma que otra cosa, había pretendido ponerlo a prueba, sacaba a la luz una timidez casi infantil,no muy diferente a la del doctor, Tony Tony Chopper.

En definitiva, todo un juego de contrastes, presentes en una personalidad a tener en cuenta y que atraía su curiosidad. Su inaccesibilidad, por otra parte, suponía una traba que, lejos de desanimarla, la incitaba a desear conocerlo más a fondo. Sería un desafío interesante… y probablemente divertido.

- ¡Eh, Robin! – la voz de Luffy captó de inmediato su atención. - ¡Vente con nosotros!

- ¡Sí, Robin!¡Ven a bailar! – repitió la invitación un Sanji aun más entusiasmado que su capitán, al que pronto se le unirían los demás.

Por toda respuesta obtuvieron una sonrisa cortés, acompañada de un gesto de la mano emplazándoles a continuar con la fiesta. Insistieron una vez más, sin éxito, y pronto volvieron a la juerga, la arqueóloga limitándose a observarlos.

La escena avivaba la sensación, presente desde que se uniera a la banda de Luffy, de que estaba viviendo un sueño del que todavía no había despertado, y del que esperaba no hacerlo. Por vez primera, se sentía libre de la pesada carga que constituía el ser una de los "demonios de Ohara", cuya mera existencia constituía por sí sola un crimen terrible para el gobierno mundial. Recordó entonces una de las últimas frases de su primer y, hasta el presente, único amigo, Saul, en el fatídico día en que su pueblo natal fue destruido por la aterradora Buster Call:

"¡Algún día, seguramente encontrarás a tus auténticos camaradas!"

¿Habría, por fin, llegado aquel día, y aquellos alegres jóvenes eran en verdad los "camaradas" que había predicho el gigante?¿O aquella agradable sensación, que hubiera identificado como felicidad de haber conocido alguna vez tal sentimiento, no era más que una ilusión, y antes o después se repetiría inevitablemente el ciclo de lo que hasta entonces había sido su vida?

Traidora o traicionada, en cualquiera de los dos casos, toda tripulación, todo grupo al que se hubiera asociado, había sido exterminado, resultando ella la única superviviente. Era más que consciente de aquella leyenda negra, una de tantas que se cernían sobre sus espaldas. Quizás era cierto que su misma existencia estaba maldita, después de todo, y algo tan en apariencia inocente como su anhelo de desentrañar la "verdadera historia" constituía un delito sumarísimo, o incluso una especie de…pecado.

En un vano intento por desechar las imágenes de un pasado que se empeñaba en regresar para atormentarla, volvió sus ojos a la hoguera, fijándose en Usopp que, con la colaboración de Sanji, la propia fogata y una sartén, trataba de asustar –con notable éxito, dicho sea de paso - a Chopper. Pronto todos, con la excepción del pequeño reno, a quien la broma hizo bastante menos gracia, estallaron en carcajadas.

Ante la vista de aquel cuadro, Robin se planteó si aquella paz y alegría, casi bucólicas, perdurarían así por siempre, o volvería a repetirse la misma historia; por su causa, las sonrisas presentes, futuros semblantes de odio y conspiración.

- ¡Uaghh!¡Maldita sea!¿Quién coño ha sido? – los bramidos de un Zoro que acababa de ser despertado del sueño en que había caído poco antes, al haber recibido en una mejilla las consecuencias de la mala puntería del médico de la tripulación, se elevaron por encima de las risas, más ruidosas si cabe de lo que ya eran antes. Chopper, aterrorizado, corrió a refugiarse junto a la arqueóloga, temiendo represalias por parte del espadachín. Afortunadamente para el más pequeño, la pereza disuadió a aquél, y el hombre de cabello verde volvió a tomar asiento, acomodándose y cerrando los ojos nuevamente, no sin antes dirigir una mirada amenazante al reno, y una segunda, ya familiarmente suspicaz, a la mujer de cabello oscuro.

Sumado este hecho a los pesimistas recuerdos y temores que atravesaban la mente de Robin, tuvo que hacer esfuerzos por no trasladarlos a su semblante y romper con un cuadro esencialmente alegre. Aunque quisiera, en el fondo, no podía culpar a aquel joven por sus prejuicios, pues no eran faltos de fundamento. Objetivamente, debía reconocer, su reacción era con diferencia la más sensata ante una desconocida con una trayectoria que no invitaba precisamente al optimismo. Pero, parte implicada como era ella, la objetividad en este caso, quedaba al margen.

Se puso en pie y comenzó a caminar en dirección al Altar del Sacrificio: un pequeño paseo le ayudaría a despejar la mente antes de acostarse; el día siguiente sería probablemente duro.

- Robin,¿a dónde vas? – preguntó Chopper.

- Sólo a dar una vuelta, doctor. – explicó la aludida, posando su mano afectuosamente sobre el gorro que el reno siempre llevaba en la cabeza. Éste, sonrojándose, inició un peculiar baile, mientras en su cara se dibujaba el vivo retrato de la alegría.

- ¡Idiota, no te creas que me vas a hacer feliz sólo por decir eso!

A coro, Usopp y Luffy respondieron:

- Pues lo pareces…

Y pronto lo estaban arrastrando de vuelta al corro mientras la arqueóloga se alejaba en la semi-penumbra. Esto no había pasado desapercibido para Zoro que, sin haber llegado aún a dormirse de nuevo tras el forzado despertar anterior, seguía su trayectoria con los ojos entreabiertos.