Disclaimer: Inuyasha le pertenece a Rumiko, no me pregunten. ¡De ser mío, todo el Shichinintai estaría vivo! Como sea, yo sólo me entretengo manipulando los hilos en esta historia.
Advertencia: Shounen Ai. No es muy fuerte, pero aquí está.
Pairings: Posibles a encontrarse en el fanfic- Suikotsu/Kikyou, Ginkotsu/Renkotsu, Inuyasha/Kagome, Inuyasha/Suikotsu, Miroku/Sesshoumaru, y la última pero la principal, Jakotsu/Bankotsu.
Notas: Sentí muy feo cuando vi a Bankotsu morir T-T y entonces comencé a preguntarme qué habría pasado con sus restos o.o así que aquí está. El villano en cuestión no tiene nada que ver con Naraku, pero tampoco pienso profundizar mucho en su historia. Por cierto que, como la serie en Cartoon Network Latinoamérica va apenas terminando la parte del Monte de las Ánimas, no sé bien qué suceda después, así que pido disculpas por cualquier clase de dato que pueda presentarse a futuro y contradecir la lína del fanfiction. Recuerden, se trata sólo de ficción o.oU
Glosario: Bankotsu no Oo-aniki- Lider (hermano mayor) Bankotsu.
Shikon no Tama- Perla de Shikon.
Una vez más
Capítulo 1.- Huesos.
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Oscurecía. Las nubes comenzaban a teñirse de tonos dorados y azules, rojos, violetas y naranjas; arremolinadas y regordetas pastando por el cielo por el que poco a poco comenzaban a asomarse las primeras estrellas.
Terminaba apenas el invierno y la nieve todavía se rehusaba a marcharse de las colinas y caminos escarpados por los que nadie se atrevía a andar hacía largo tiempo ya.
Después de que aquél terrible monstruo llamado Naraku había desaparecido de la tierra hacía ya largos 5 años. Más sin embargo muchos de sus soldados seguían ahí, esperando, rumiando sus odios en espera de que su señor regresara de las tinieblas para clamar venganza.
El día en que las cosas cambiaran por completo y la asquerosa época de paz y tranquilidad diese paso a una de guerras y pestes que se expandiría por todo el país. Por todo el planeta.
Era por eso que nadie iba ya por ahí. Porque los monstruos que habían sobrevivido solían devorar a todo aquél ser humano o youkai que se hubiese atrevido a apoyar al bando contrario.
A todo aquél que fuese indigno de pisar las tierras de su señor...
De cualquier modo la figura delgada se irguió contra la luz del sol poniéndose a lo lejos, entre las montañas oscurecidas ya entre penumbras. Sus pasos lentos arrastraban consigo la larga túnica de tela marrón, el vaivén de su cabello blanco agitándose con el viento y la delgada sombra que se escurría a sus pies, silenciosa.
Se detuvo entonces, al pie de el enorme cráter, y sus ojos carmines descendieron en busca de algo que no podría ver entre la profunda oscuridad del fondo inalcanzable. La expresión plana de su rostro dio paso a una ligera sonrisa, apenas visible bajo el paño que cubría la mitad de su cara, y sin siquiera detenerse para pensarlo se arrojó dentro de la negra garganta de roca.
El sonido de las pequeñas piedras que arrastró consigo cayendo contra la pared de barro fue lo único que quebró el silencio que siguió a su descenso.
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Inuyasha se reacomodó en su puesto sobre la rama del árbol, dejando que sus piernas colgaran alrededor de las hojas y que su cabello largo le cayera sobre los hombros desordenadamente.
Todo a su alrededor era tranquilidad; el chirrido de los grillos, los pasos de las personas yendo a sus casas al final de sus labores y las despedidas amistosas.
Y así habían sido los últimos cinco años, desde que Naraku se había marchado, desde que su poder había alcanzado límites insospechados y no había youkai más poderoso que él en el mundo con excepción de su propio hermano mayor.
La vida se había vuelto muy aburrida.
Más desde que sus propios amigos se habían ido también para continuar con sus vidas; Sango de regreso a casa para construir una sepultura apropiada para su hermano menor y reconstruir su aldea; Miroku de vuelta al templo que le vio crecer, en compañía de su viejo maestro y el tanuki a su servicio; Shippou con la familia de kitsunes que había decidido adoptarle a él y a esa pequeña niña que había sido la última de la línea de los Hermanos Relámpago, y Kagome... Kagome una vez más a su tiempo, sin retorno a la época feudal cuando el viejo pozo fue sellado por decisión de ambas épocas.
Sin consultarle a él, a Inuyasha, cuyos sentimientos eran lo que menos le interesaba al resto del mundo.
Kagome...
La última vez que se vieron había sido aquella tarde, cuando Kagome tomó sus cosas, subió al pozo, les sonrió a todos y con una sonrisa prometió que estaría de vuelta muy pronto, cuando sus exámenes hubiesen sido aprobados.
Pero los días pasaron, los meses y los años y Kagome no regresó nunca, porque aquella enorme roca a la que Inuyasha no podía tocar más que durante las noches de luna nueva obstruía su camino.
Y las personas a su alrededor se alejaron también, dejándole sin importarles su sufrimiento. Porque una vez que Inuyasha aprendió a confiar en los humanos recordó el por qué de sus anteriores miedos: Todos se iban y le dejaban solo. Siempre, y ese era su destino...
Kagome...
La única mujer que lo habría dado todo por él.
Kagome...
La extrañaba tanto...
"¿Inuyasha?" la voz de Kaede-obbachan le hizo inclinar el rostro, desganado, y encontrarse con la mirada oscura de la vieja sacerdotisa. "Inuyasha, ¿Qué haces ahí?"
"Keh." gruñó, sosteniendo el mango de su espada y volviendo a levantar la mirada al sol que ya no era más que una pequeña línea difuminada a la distancia. "Nada de importancia."
"Deberías bajar." dijo la anciana, llevándose las manos detrás de la cintura. "La cena está lista, ¿No tienes hambre?"
Inuyasha no respondió de inmediato. Permaneció un momento observando el sol, hasta que no fue más que un débil resplandor que comenzó a morir lentamente, y con un suspiro saltó del árbol junto a la anciana.
"¿Qué preparaste hoy?" inquirió, echando a andar al lado de Kaede, quien se limitó a sonreír.
"Tallarines." fue su única respuesta, y cuando el hanyou no respondió ella supo que la había escuchado.
Había sido así los últimos cinco años, cuando Inuyasha decidió quedarse para proteger la aldea que vio nacer a su amada Kikyou, cerca del viejo pozo sellado y el árbol por el cual aún podía conversar con Kagome de vez en cuando.
Luego ambos se quedaron callados hasta que la casa de madera estuvo ante sus ojos.
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La túnica marrón arrastró consigo algo que sabía que no eran rocas. Entonces se detuvo, levantó el shakujou que llevaba consigo y, golpeándolo contra el suelo pedregoso, una débil luz amarilla se encendió rompiendo bruscamente la oscuridad a su alrededor.
Los trozos de material putrefacto, de madera y acero, de tela, cabello y huesos esparcidos por el suelo parpadearon bajo el destello dorado.
Levantó una ceja, metió una mano a su bolsillo derecho, y con una mirada despectiva se arrodilló frente al cráneo seco por cuyos agujeros oculares un par de pequeños ojos rojizos brillaron un segundo antes de apagarse y desaparecer con un chirrido y las pisaditas de algún bicho rastrero alejándose.
"Has estado durmiendo mucho tiempo." susurró, con su voz suave, y volviendo a golpear su shakujou contra el suelo, los trozos de huesos comenzaron a acumularse alrededor del cráneo, uniéndose unos con otros como piezas de un rompecabezas; formando una estructura ósea que en algún tiempo tuvo piel y carne alrededor. "Es momento de que despiertes una vez más." y con el débil destello de sus ojos carmines, el empuje de sus dedos dentro de varios puntos entre los huesos y el brillo púrpura de algunos trozos de joyas, la luz se desvaneció.
Se quedó un momento así, sosteniendo el fragmento frío contra el hueso duro del cuello que lentamente se fue cubriendo de una masa cálida y palpitante que supo que era materia viva. Podía escuchar la carne renaciendo frente a sus ojos, el crujido de los huesos amoldándose al cuerpo, el goteo de la sangre, y, de pronto, el débil palpitar de un corazón.
Pulsaciones que poco a poco fueron aumentando su ritmo hasta que su propia respiración se vio quebrada por una más, y con un jadeo, el cuerpo frente a él se incorporó, violentamente, en busca de algo a qué aferrarse.
Las manos se cerraron alrededor de la tela oscura de su túnica, y con una sonrisa, dejó que la luz volviera a encenderse a su alrededor.
Los ojos azules le miraron, ensanchados, y su mirada carmín la sostuvo, desafiante.
"Buenas noches, Bankotsu." saludó, con una sonrisa, y disfrutó de ver la expresión atónita en el rostro frente al suyo. "¿Dormiste bien?"
No hubo respuesta.
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Estaba vivo una vez más. Podía sentirlo. No era más el sueño de un espíritu incorpóreo que vagaba alrededor de los restos de su cuerpo. No era más el anhelo por volver a respirar y tocar, de volver a sentir su propia piel, de verse y saber que los demás le verían también.
Estaba vivo una vez más.
¿Pero por qué?
"Inuyasha..." balbuceó, recordando el rostro maltrecho mirándole con lástima que se llevó como último recuerdo; observando el largo cabello blanco de la criatura frente a sí y escuchando aquellas palabras una y otra vez dentro de su cabeza nuevamente viva.
"Inuyasha no está aquí." respondió la voz, etérea, y sus ojos temblaron ligeramente cuando la mirada carmín sostuvo a la suya.
"¿Quién eres tú?" se atrevió a preguntar, repentinamente asustado de la respuesta.
"Mi nombre es lo que menos importa ahora." sonrió el extraño, inclinándose hacia él. "Lo importante ahora es que te he devuelto la vida nuevamente."
Los ojos azules de Bankotsu se ensancharon ligeramente.
"¿Naraku?"
"No. No soy Naraku." replicó el desconocido, tirando del paño que cubría su rostro y dejando a la vista sus facciones refinadas. Una chica. "Aprendí mucho de él, más sin embargo el muy idiota murió antes de terminar de enseñarme todo lo que sabía." una risita se escapó de sus labios, y suavemente extendió su mano cerrada al frente, justo ante los ojos del Shichinin-tai. "No obstante te he traído a la vida con su mismo propósito: Debes luchar mis batallas y convertirte en mi esclavo."
Sintiendo cómo los latidos de su corazón aumentaban su ritmo, Bankotsu retrocedió sobre el suelo, con las rocas enterrándose en su piel desnuda.
"¿¿¿La Shikon no Tama???" jadeó, observando la perla casi completa dentro de la mano abierta de la joven. "¿C-cómo es posible..?"
La mujer inclinó ligeramente su cabeza.
"Te equivocas." susurró, poniendo su segunda mano sobre la primera. "La Shikon no Tama permanece resguardada en aquél templo al que un youkai como yo tiene prohibido entrar."
"¿¿Eres un youkai??"
"Así es." sonrió la joven, volviendo a dejar a la vista la perla. "Y ésta no es más que una réplica de Shikon."
"¿¿Replica??"
"Una réplica que posee el 40 de los poderes de la verdadera Shikon." asintió ella, incorporándose. "Casi tan poderosa como 100 fragmentos juntos." su mirada carmín se inclinó nuevamente hasta toparse con la de Bankotsu, y sonriendo, se volvió hacia él. "Y será toda tuya si aceptas trabajar para mí."
Bankotsu permaneció un momento callado, observando fijamente la joya sobre la palma del youkai. "¿Por qué harías un trato así con un humano?" inquirió de pronto, frunciendo el ceño. "¿Deseas que sea un instrumento para tus planes del mismo modo que hizo Naraku?"
La mujer rió.
"Algo así. Y sin embargo yo te dejaré vivir." llevándose una mano al rostro volvió a cubrir su boca y su nariz con el paño. "Esta réplica será tuya y no voy a exigirla. Esta y seis más, que deberás usar para traer de vuelta a todos tus compañeros."
A todos.
"Una vez que hayan aniquilado a mis enemigos ustedes serán libres de hacer lo que deseen." continuó ella, inclinándose hacia él. "Es más, ni siquiera voy a vigilarte."
Un silencio incómodo los rodeó, y respirando profundamente, Bankotsu giró su rostro hacia un costado. Su largo cabello negro escurrió por sus hombros y su espalda desnudos y, torpemente, se sujetó los tobillos con los puños.
"¿Qué pasa si no acepto?"
Y volviendo a reír, la mujer empujó la perla dentro de la frente del cadáver sin que Bankotsu pudiera reaccionar.
Una onda de energía cálida y placentera le recorrió el cuerpo con fuerza, haciéndole palpitar y arder con la necesidad de ponerse de pie, tomar sus armas y correr en busca de sus amigos, de ver la luz del día y el deseo ardiente de cobrar venganza una vez más a quien se había atrevido a volver a arrebatarle la vida.
"No te estoy dando a elegir." escuchó decir a la voz femenina, antes de que la luz, los sentidos y todo su mundo volviera a sumergirse en tinieblas.
Apenas alcanzó a abrir la boca cuando su cuerpo golpeó el suelo duro.
"Lo haré..."
Aunque desde un principio supo que sería así.
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Notas2: Sé que es muy corto, pero sinceramente no se me ocurre nada más que agregarle. Prometo que de algún modo los capítulos siguientes serán más largos, o al menos hasta donde me parezca apropiado terminarlos. Trataré de escribir un fanfic largo con una historia que no sea sólo un pretexto para llevar a los protagonistas a la cama (sería la primera, porque generalmente siempre escribo con esa intención XD), pero en caso de no conseguirlo, espero que no me odien... se aceptan reviews, mails y flames con los que asar mis salchichas :3
