Advertencia: Shounen Ai. No es muy fuerte, pero aquí está.
Pairings: Posibles parejas a encontrarse en el fanfic- Suikotsu/Kikyou, Ginkotsu/Renkotsu, Inuyasha/Kagome, Inuyasha/Suikotsu, Miroku/Sesshoumaru, y la última pero la principal, Jakotsu/Bankotsu. Se me han ocurrido otras posibilidades; en caso de concretarse se las haré saber :P
Glosario: TaiYoukai - Guerrero Demonio (según mi propia traducción, pero acepto correcciones)
Shakujou - El cetro de Miroku.
Tanuki - Mapache (creo xD)
Capítulo 3.- El perro, el monje y el tanuki.
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Sesshoumaru tenía ojos muy fríos, y no era la primera vez que Miroku lo notaba, pero sí la primera mirada que el taiyoukai le dirigía específicamente a él.
No lo había visto desde aquél día, y cuando su camino y el de Inuyasha tomaron rumbos diferentes supo que no volvería a encontrarse con su hermano mayor.
Aunque no podría haber estado más equivocado...
Irguiéndose, sonrió ligeramente y sacudió su shakujou. Al menos podía estar seguro de que Sesshoumaru no habría atacado a los aldeanos y que no lo atacaría a él tampoco, ya no fuese por compasión o simpatía, sino porque alguien tan débil no merecía ni un segundo de su tiempo.
Entonces no le incomodó en absoluto ver que el youkai pasaba a su lado sin siquiera saludar, volverse para verlo o fingir que su presencia le causaba alguna especie de impresión.
Y estaba preparándose para volverse también y seguirlo, cuando la voz suave de Sesshoumaru interrumpió su tren de ideas.
"Estaba buscándote." dijo de pronto, y los ojos violetas de Miroku se ensancharon de golpe.
¿Había escuchado bien? O tal vez no estaba hablando con él...
Pero entonces Sesshoumaru volvió ligeramente su rostro, y viéndole de reojo, se detuvo para esperarlo.
"¿A mí?" inquirió Miroku cuando finalmente pudo encontrar su voz.
Las cejas de Sesshoumaru se arquearon, y con un gesto indefinido, regresó la mirada al frente.
"No veo a ninguna otra basura por aquí." respondió el demonio, girando su cabeza, y Miroku suspiró ligeramente.
Habría ayudado a Inuyasha durante la última batalla, pero no por eso Sesshoumaru iba a cambiar. Llevaría consigo a una pequeña niña, pero no por eso el resto de los humanos dejaban de significar escoria para él. Y se reprendió mentalmente por pensar, aunque fuera por un instante, que Sesshoumaru le sonreiría, le preguntaría cómo estaba y después comenzaría una animada conversación acerca del clima del día.
"Bien, supongo que soy afortunado." susurró el houshi, caminando hasta que estuvo a menos de tres pasos de distancia del youkai, y entonces vio como éste echaba a andar también. "¿Qué es lo que puedo hacer por ti?"
Sesshoumaru guardó silencio por algunos instantes, con su mirada dorada fija en los techos del templo que se levantaba por encima del bosque a algún par de kilómetros de ellos.
Miroku no insistió.
Sus pasos sobre el suelo mojado fueron el único sonido que interrumpió la calma alrededor de ambos por un momento, hasta que la figura regordeta de un tanuki apareció en su camino, reclinado contra un árbol especialmente frondoso.
Se había puesto de pie y miraba a su amo con los ojos bien abiertos, pero sus palabras fueron calladas por un gesto de la cabeza de Miroku. No quería cometer imprudencias en aquél momento, cuando Sesshoumaru se había rebajado a un nivel tal de buscar a un humano por pie propio e incluso permitirle caminar a su lado.
"Ese lugar donde la Shikon no Tama fue depositada..." habló por fin la voz del taiyoukai, y sorprendido, Miroku enterró sus ojos en el perfil delgado del otro. "...quiero saber en qué lugar se encuentra."
No supo qué responder en ese instante, y separando sus labios para hablar, los volvió a cerrar al percatarse de que no tenía nada que decir.
La Shikon no Tama... Había sigo resguardada por aquella comunidad de sacerdotes y sacerdotisas que se habían consagrado a protegerla con sus vidas de ser necesario desde hacía ya varios años. En un solo templo, vigilada día y noche por una nueva sacerdotisa, la misma a la que Inuyasha se había negado rotundamente a conocer.
Miroku sonrió amargamente al imaginar la respuesta a una pregunta que jamás quiso hacerle pero que ambos conocían bien: Inuyasha no deseaba volver a enamorarse.
"Tú eres un sacerdote." interrumpió Sesshoumaru, y levantando la cabeza, Miroku volvió a mirarlo. "Debes saber alguna manera de entrar ahí y ver que todo esté en su lugar."
¿¿Qué?? ¿Entre todos, Sesshoumaru, el hermano de Inuyasha, aquél que había demostrado de mil formas el desprecio que sentía hacia los poderes de la perla estaba preguntándole por una manera de hacerse camino hacia ella? Seguramente las lluviecitas matinales algo tenían que ver. Seguramente el fin del mundo venía y tenía ya poco tiempo para conseguir que una linda jovencita aceptara casarse con él... Seguramente... ah... ¿Qué estaba pasando con el mundo?
"¿Por qué?" se atrevió el houshi, sorprendido, pero la mirada que el youkai le dirigió consiguió apagar todo atisbo de curiosidad en él.
Más sin embargo encontró respuesta para su pregunta.
"La presencia de Naraku puede respirarse." fue lo único que respondió ante el completo asombro del monje, quien detuvo abruptamente sus pasos.
"¿D-de qué estás..?"
"Si ese maldito ha regresado estará buscando la forma de recuperar la Shikon." murmuró Sesshoumaru, y sin más se detuvo, tan de golpe que el cuerpo de Miroku golpeó suavemente al suyo.
"¡Discúlpame!" exclamó el humano, y con un salto se separó de él, casi tan asustado como sorprendido de que no estuviese muerto ya.
"¿Puedes ayudarme?" preguntó, ignorando las apologías del monje, y se volvió hacia él, hasta que sus rostros estuvieron a un palmo de distancia.
"¿Qué? ¿¿Deseas mi ayuda??"
No hubo respuesta y supo que su pregunta estuvo fuera de lugar.
"Bien...sí... imagino que podría hacerlo, pero... ¿No deberíamos..?"
"No." ladró el youkai, y estirando su brazo tomó el cuello del houshi entre uno de sus puños, bruscamente. "Puedo respirar el aroma de Naraku. Puedo sentir un enorme poder acumulándose, llamando. Y si me quedo de brazos cruzados... ¡Si ese infeliz regresara sería toda culpa tuya!"
"¿Po-por qué dices.. eso?" jadeó Miroku, cuando su shakujou golpeó ruidosamente el suelo y sus manos se aferraron con fuerza al brazo del imponente taiyoukai frente a él. "N-Naraku está... No.. no puede... Mi kazaana... no..."
El aire se acababa. Podía sentirlo. Comenzaban a dolerle los pulmones y la piel alrededor de la cual la mano del demonio se había cerrado. El rostro de Sesshoumaru comenzaba a verse borroso, y con un último jadeo, cerró sus ojos y tomó con uno de sus puños la manga blanca de la ropa del youkai.
Su cuerpo se desvaneció entonces, sin más apoyo que unas piernas que no estuvieron preparadas para sostenerle y le dejaron caer pesadamente sobre el barro.
"Debí imaginarme que... te daría miedo.." susurró la voz de Sesshoumaru, y sin más se dio la media vuelta y echó a andar con dirección al templo.
Si Miroku no deseaba ayudarle, alguien tendría que hacerlo. Alguien ahí adentro, aunque tuviera que matarlos a todos y amenazar al último con un destino igual si no le apoyaba..
Y adivinando sus pensamientos, Miroku tosió y, con un esfuerzo extra, se sujetó de la tela del pantalón del youkai frente a él.
"E-Espera.."
Se detuvo. Nunca antes había aceptado órdenes de un humano, pero esta vez se detuvo.
"Iré contigo..." le escuchó decir, y Hachi, a pocos metros ya de ellos, hubiera jurado que le había visto sonreír...
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Ni siquiera pudo llevar algo consigo que no fuese el poco dinero que cargaba en aquél momento entre su ropa, las túnicas negra y gris que llevaba puestas, su shakujou y el manojo de pergaminos que no se separaban nunca de él.
Pero no había podido objetar nada porque cuando se atrevió a separar los labios para hablar, Sesshoumaru se detuvo, esperó hasta que estuviera a su lado, y sin más, le había tomado entre sus brazos repentinamente justo antes de levantar el vuelo (A/N: Siempre he querido saber por qué Sesshoumaru puede volar OoU).
"S-Sesshoumaru-sama.." había comenzado, pero el gesto en el rostro implacable del taiyoukai por encima del suyo consiguió hacerle olvidar cualquier clase de pensamiento y limitarse a mirar el suelo a varios metros de sus pies con aire taciturno.
Hachi no había podido venir, o al menos así lo había ordenado Miroku. Por su propia seguridad y la de él mismo, era mejor no tentar su suerte y presionar a Sesshoumaru a llegar a sus límites.
No, no, así estaban bien.
Si de por sí ya era un hecho sorprendente que el demonio estuviese rebajándose a tocarlo, a pedir su ayuda ó a verlo… incluso reconocer su existencia era bastante degradante para él desde un principio.
Acababan de sobrevolar una cadena de pequeñas colinas, dejando muy atrás las montañas en las que el viejo Mushin se había quedado esperando por su retorno (y esperaba que Hachi hubiese cumplido con la misión de decirle lo que había sucedido) cuando de pronto Sesshoumaru, sin dignarse a inclinar la mirada, comenzó a hablar:
"No me has dicho qué camino debo tomar." gruñó, y Miroku levantó el rostro para verlo mejor.
"Para llegar al templo en el que la Joya de las Cuatro Almas se encuentra, debemos atravesar el primer mar." declaró, suspirando. "Se encuentra en una de las islas al sur del país, a algunos 3 días de aquí."
Sesshoumaru no respondió.
"…tal vez menos si no nos detenemos a descansar…" continuó el houshi, pero el demonio no dio muestras de escucharle. "Aunque posiblemente desees ir en busca de tus sirvientes.."
Nada excepto un débil movimiento involuntario de la mejilla izquierda del youkai.
"Es cierto, ¿Cómo se encuentra la pequeña niña que te acompaña?"
El tic se hizo un poco más notorio, pero Sesshoumaru permaneció callado. Y está bien, el monje no era estúpido. Respiró profundamente, no pudiendo evitar percatarse de que el cuerpo del taiyoukai despedía un débil aroma a perro muy parecido al de su hermano menor.
Inuyasha…
Sonriendo disimuladamente, Miroku reclinó su cabeza sobre su hombro derecho. Comenzaba a preguntarse qué habría hecho Inuyasha tras todos esos años. Si habría cambiado su aspecto, si habría conseguido deshacerse de ese terrible carácter suyo…
Y de pronto, ahogando una carcajada, se dio cuenta de que realmente lo extrañaba mucho.
Pero quién sabe… tal vez con todo lo que estaba sucediendo era cosa de poco tiempo antes de que volvieran a verse.
Y ese deseo comenzó a incrementarse dentro de su pecho, frenéticamente.
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Sentado en las escaleras cercanas a la choza de Kaede-obbachan, Inuyasha estornudó. Tenía su espada reclinada sobre el hombro derecho, igual que siempre, y sin particular emoción observaba a los niños de la aldea corretear a su alrededor, no haciendo caso de su presencia.
Interesante.
Hacía casi 55 años que había llegado a esa aldea por primera vez, cegado por el deseo de apoderarse de la Shikon no Tama, y dentro de su propia furia había destruido gran parte de la misma antes de ser sellado por aquella flecha sagrada.
La gente le había tenido temor desde entonces, y condenado a la soledad, su prisión se había extendido por un bosque entero al que las personas se acostumbraron a llamar El Bosque de Inuyasha.
Ironías del destino que aquella joven le liberara para que ahora, tras cinco años y nuevamente solo, proteger la aldea que vio nacer a la mujer que le condenó a su prisión inmortal se hubiese vuelto su único objetivo en la vida.
"Inuyasha-oniichan.." Llamó una vocecita, y con el menor interés se volvió hacia la persona a su lado.
La pequeña niña le sonrió antes de depositar una cadena de flores doradas sobre su regazo.
Las cejas del hanyou se arquearon en una mueca curiosa.
"¿Para mí?"
Cabeceando, la chiquilla se ruborizó y retrocedió un par de pasos.
"Son como tus ojos.." dijo, antes de que su hermana mayor le llamara y, riendo, se alejara del híbrido.
Mis ojos…
Se hubiera observado en un espejo en ese momento de no ser porque detestaba esa clase de cursilerías.
Más sin embargo…
Estaba inclinándose para tomar las flores, cuando un grito volvió a llamar su atención, y sonrojándose furiosamente arrojó el collar al suelo, aterrorizado.
"¡¡¡INUYASHA-SAMA!!!"
Volviendo el rostro, frunció el cejo.
"¿Myouga-jiji?"
El cuerpecito de la pequeña pulga se golpeó contra su nariz por un segundo antes de que, irritado, lo aplastara con una de sus manos.
"¿Qué haces aquí?" Inquirió, con voz aburrida, tras varias semanas de haberse acostumbrado a la ausencia del viejo youkai.
"¡¡I-Inuyasha-sama!!" Exclamó el anciano, recuperándose del golpe y saltando sobre el hombro de su amo. "¡Traigo muy malas noticias para usted!"
Y viéndolo con ojos bien abiertos, Inuyasha se dispuso a escuchar. Imaginaba tal vez que se tratase de un ejército de pulgas armadas que planeaban atacarle, como la última vez; o quizás un demonio nuevo en el poblado vecino, pero eso no era algo que a él no le interesara, ¿Verdad?
Más sin embargo la noticia aquella le cayó encima como un balde de agua fría.
"¿N-Naraku?"
Su mirada pasó casi de inmediato del cuerpecillo del demonio hacia el horizonte, donde alguna vez el Monte de las Ánimas se levantó, imponente.
Aquello tenía que tratarse de una broma…
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Notas: Este capítulo no me gustó ¬¬ pero bueno, son las 3:42 am y mañana (hoy) tengo examen general en la escuela XDU así que tendré suerte si consigo dormir 3 horas enteras :P ya me voy. En el capítulo que sigue prometo detallar el reencuentro de Bankotsu y Jakotsu :3 Dejen reviews!
