Disclaimer: Inuyasha le pertenece a Rumiko, no me pregunten. ¡De ser mío, todo el Shichinin-tai estaría vivo! Como sea, yo sólo me entretengo manipulando los hilos en esta historia.
Advertencia: Shounen Ai. No es muy fuerte, pero aquí está.
Pairings: Mejor me limito a señalarlas conforme el fanfiction avance, ya que muchas ideas nuevas han surgido de mi retorcida mentecita y no creo poder guardarlas en ese orden. Sin embargo el Jakotsu/Bankotsu continúa en pie al menos por el momento.
Glosario: Tama – Joya.
Niisan – Hermano mayor (respetuosamente).
Otoutosan – Hermano menor (respetuosamente).
Hai – Sí.
Hakureiyama – Monte de las Ánimas.

Capítulo 5.- Mírame bien.
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"¿Éste fue el lugar donde…?"

Los pasos de Jakotsu se detuvieron a un costado de Bankotsu, nuevamente en aquél sitio. El paisaje se veía tan desolado durante el medio día como por las primeras horas de la mañana, y el viento frío golpeaba todavía con más fuerza ante la falta de arboledas que pudieran protegerle.

Aseguró todavía más su bufanda alrededor de su cuello y cuidadosamente colocó su cargamento sobre el piso, observando curiosamente el semblante de su líder.

De pie a pocos metros del otro, Bankotsu apretó la perla falsa entre uno de sus puños.

Sus ojos azules y vacíos firmemente enterrados en la osamenta fragmentada sobre el suelo, a kilómetros de donde había encontrado los restos de su querido Jakotsu.

"Aniki…"

"Renkotsu fue quien te…"

Una risita apagada se escapó de los labios de Jakotsu, quien se había sentado sobre la bolsa que llevaba consigo.

"Renkotsu no Oo-aniki estaba asustado…" dijo, mirando con una sensación de nostalgia el cráneo frente a ellos. "Estaba aterrado ante la idea de que Naraku deseara asesinarnos después y fue ese horror el que bloqueó sus pensamientos."

"Jakotsu… ¿Estás disculpándolo?" La mirada de Bankotsu se volvió hacia la figura delgada de su compañero, ligeramente sorprendido, y éste le sonrió levemente.

"¿Por qué no? Renkotsu no Oo-aniki era nuestro hermano sin importar lo malo que fuera." Luego se quedó en silencio unos momentos, reflexionando su propia frase. "Aunque realmente no era muy diferente de todos nosotros…"

"…"

Cuando regresó la mirada al esqueleto deshecho de Renkotsu sintió claramente cómo alguien enterraba algo dentro de su pecho y le retorcía implacablemente. Estaba asustado él mismo. Había sido Renkotsu quien se había atrevido a tomar la vida del cuerpo de Jakotsu, más sin embargo no difería mucho de él, quien la había arrancado de su cuerpo envuelto en su propia ira.

Pero Renkotsu no tenía motivos ni derechos para asesinar a Jakotsu.

No como el dolor que había experimentado él al enterarse de que todos sus hermanos estaban muertos. Nada comparado a la desesperación que sintió al saber que no volvería a ver a Jakotsu. Nada…

Respirando profundamente, Bankotsu se arrodilló frente al cráneo carcomido por el viento y el agua, y sin muchas ganas y sí una latente sensación de culpabilidad, introdujo bruscamente la Tama completa dentro de la boca rota.

Y cuando todo terminó, un agitado Renkotsu les devolvió la mirada, completamente atónito.

Sonriendo, Jakotsu extrajo un par de prendas de su cargamento y las arrojó al segundo de abordo, quien lo miró con una expresión de horror en sus ojos.

"¿J-Jakotsu?" su mirada oscura se clavó casi de golpe en el rostro inexpresivo de su líder, justo ante él, y casi reflejo se alejó ligeramente de éste. "B-Bankotsu no Oo-aniki…"

Bankotsu se puso de pie, sin hacer mucho caso de él, y sin decir alguna sola cosa le dio la espalda y echó a andar hacia Jakotsu, quien les observaba a poca distancia.

"Vístete." Ordenó, simplemente, sin volverse para verlo.

Y riendo, Jakotsu se incorporó también.

"Buenos días, Renkotsu no Oo-aniki." saludó, alegremente. "Han pasado muchos años desde aquél día."

Renkotsu sabía que no hubiese podido contestar incluso de haberlo deseado.

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Tenía realmente muchas preguntas que hacer, pero el hecho de que Bankotsu caminara al lado de Jakotsu a varios metros de él limitaba mucho su posibilidad de recibir alguna clase de información.

Todavía estaba sintiendo la enfermiza necesidad de saber el por qué de su regreso. El por qué de estar vivo una vez más, sin razón aparente, sin la previa explicación de su líder o alguna clase de muestra de alguno de ellos de recordar su compañía.

Debió esperarse esto desde un principio. En realidad lo hacía, así que cuando Bankotsu le dio la espalda no pudo sentirse menos que aliviado. Porque no hubiese soportado que cualquiera de los dos le recibiera con una sonrisa y los brazos abiertos.

Eso realmente hubiese sido aterrador…

Pero aun quedaba el asunto del retorno.

Torpemente llevó un par de dedos al antiguo sitio en donde sabía que se había encontrado su propio fragmento pero no encontró nada salvo una pequeña herida todavía abierta.

El tiempo no había transcurrido por su cuerpo como por el del resto de los mortales, aunque la cantidad de días, meses o años que había permanecido en su estado cadavérico eran algo que no podía conocer con precisión.

El espacio infinito a su alrededor, las cortinas negras que cubrieron sus ojos cuando Bankotsu le arrebató la vida se habían tornado extensas y vagas y habían transcurrido como un suspiro en el que su cuerpo entero flotaba dentro de una paz completa, siendo presa sólo de vez en cuando de aquellos recuerdos dolorosos.

Del rostro agonizante de Jakotsu.

De la mirada fría de Bankotsu.

Del cuerpo mutilado de Ginkotsu.

Y de esa asquerosa sonrisa en el rostro de aquél ridículo youkai.

Kouga…

Pero no podía odiarlo porque su único y verdadero asesino había sido su propio hermano mayor.

Aunque quizás tu tuviste la culpa… recitó una vocecita en su interior, y sacudió la cabeza para apagarla. Bankotsu confió en ti, y tú en cambio le quitaste la vida a quien más amaba…

¿Bankotsu amaba a alguien?

Sus ojos negros se levantaron, temblorosos, hacia el perfil ahora sonriente e infantil de su lider, justo frente a él, siendo parte de una alegre conversación a la que él no había sido invitado.

¿¿Acaso Jakotsu…??

Una sonrisa cruel se torció en sus labios, misma que murió cuando pudo reconocer que desde un principio había hecho todo por aquellos mismos motivos.

Moriría antes de reconocerlo, pero así eran las cosas, de algún modo, y era inevitable que sucedieran.

Después de todo era verdad que Bankotsu estaba siendo agradable con Jakotsu, pero en aquél momento no se encontraba él en la disposición de clamar por su atención; Suikotsu, Ginkotsu, Mukotsu y Kyoukotsu tampoco se encontraban con ellos, así que…

Respiró duramente y permitió que el viento deshiciera el nudo de la pañoleta sobre su cabeza antes de llevarse las manos a la nuca en un intento por recuperarla.

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La noche se acercaba cuando Sesshoumaru redujo ligeramente el ritmo con el que habían estado viajando, al percatarse de que el houshi entre sus brazos se había relajado considerablemente.

Inclinó la mirada sólo para percatarse de que dormía ahora, presa tal vez del agotamiento e incomodidad de viajar un día completo sin comer, beber agua o detenerse para estirar sus miembros.

Sin embargo no había tiempo en aquél momento para descansar ya que lo principal era encontrarse con aquella desagradable criatura, que pese a que no quisiera admitirlo, se arrastraba lentamente hacia el sitio donde se dirigían.

En su condición de taiyoukai le era imposible percatarse de qué tan grande era el poder que manaba el youkai en cuestión, y aunque el aroma fuese completamente diferente al de Naraku, había algo en él que le recordaba el insoportable hedor del monstruo.

Le aterraba la idea de que Naraku se hubiese encontrado escondido por aquél lapso de tiempo, y aunque en alguna otra ocasión lo había logrado, ahora el Hakureiyama no existía más y era imposible que pudiera volver a ocultar su presencia.

Más durante tantos años sin hacer un solo movimiento.

Y era precisamente por esto que necesitaba al monje. Podría percatarse de la magnitud del poder al que había decidido enfrentarse gracias a las capacidades espirituales del humano, y aunque la idea de llevarle consigo en todo momento era desagradable, al menos podría mantenerlo al cuidado de Rin y Jaken cuando todo hubiese terminado.

Sintió un ligero movimiento entre sus brazos y repentinamente se percató de que había pasado los últimos minutos contemplando el rostro apacible del monje.

"Sesshoumaru-sama.." Le escuchó murmurar, y segundos después sus ojos dorados se toparon con una mirada violeta oscurecida por el frío, el hambre y el cansancio.

Pero no respondió, envuelto en su característico orgullo de demonio.

Y con una sonrisa agotada, Miroku supo que no era apropiado mencionar que sentía deseos de ir al baño… así que suspiró, se frotó los ojos con un puño y masculló algo que Sesshoumaru no alcanzó a escuchar justo antes de reacomodarse levemente entre sus brazos y retomar su anterior actividad.

En aquél momento, aunque Sesshoumaru supo que iba a arrepentirse por estar siendo tan flexible con un humano, inclinó su cuerpo hacia abajo antes de avanzar en picada.

Y en su semiinconsciencia, Miroku no supo qué pensar.

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"Renkotsu." Llamó la voz calmada de Bankotsu, y sorprendido, el sub comandante del Shichinintai levantó la cabeza. "¿Cuál es el lugar en el que se encuentra Ginkotsu?"

Ginkotsu…

Jadeando ligeramente, Renkotsu cabeceó. Se detuvo por un momento, inspeccionó el lugar a su alrededor, sintiendo cómo los recuerdos le golpeaban como cañones, y de pronto la imagen destrozada de Ginkotsu apareció ante sus ojos.

"P-Por allá…" señaló, levantando su brazo pero desviando la mirada hacia ningún punto en particular.

Sus compañeros lo miraron un segundo antes de levantar la cabeza y observar en la dirección que Renkotsu les señalaba.

"Bien, vayamos a buscarle y salgamos pronto de aquí." Gruñó Bankotsu, en un carácter completamente diferente al suyo.

Jakotsu se encogió de hombros, sonriendo.

Sabía bien que Bankotsu se encontraba atravesando una de esas etapas de desequilibrio emocional propias de su adolescencia, pero no podía dejar de preocuparse por él.

Su joven líder, el más pequeño de todos… Encogiéndose de hombros, siguió caminando ahora a dos o tres pasos detrás de él, escuchando el caminar del segundo al mando detrás de sí.

Quería saber por qué las cosas entre ambos líderes se habían tornado tan tensas; y si bien era verdad que Renkotsu jamás aceptó del todo ser ordenado por Bankotsu, nunca se habían suscitado mayores inoportunos entre ellos dos.

Y sin embargo ahora Bankotsu actuaba como si no deseara tener consigo al comandante..

Realmente no quería ni siquiera pensar en que él tuviese algo que ver con la barrera forjada alrededor de ambos jóvenes, pero si las cosas seguían como hasta el momento, muy pronto tendría que empezar a preguntar.

El resto del camino transcurrió en un silencio incómodo para los tres asesinos.

Al frente marchaba Bankotsu, llevando todavía sostenida entre su puño derecho la única pieza rescatable de su querida Banryuu.

Más atrás caminaba Jakotsu, con un gran paquete envuelto en tela verde que había tomado de la última aldea con la ropa y herramientas necesarias para cada uno de sus compañeros.

Y al final Renkotsu, igual que antes, cruzado de brazos y sumergido en sus propios pensamientos.

Tal vez los deseos de volver a ver a su fiel compañero estaban descontrolándose, pero la emoción que sentía al saber que dentro de muy pronto volverían a estar juntos era algo que no podía permitirse dejar ver.

Menos cuando la situación estaba como estaba.

Y entonces, de pronto, Bankotsu se detuvo, extendiendo su alabarda rota hacia un costado para impedirles continuar andando.

Renkotsu fue el primero en acercarse, con el rostro cubierto por una expresión indefinida y los puños fuertemente apretados.

No quedaba mucho de Ginkotsu, de la misma forma que había sucedido con ellos. Varias piezas metálicas se habían oxidado a la intemperie, deshechas y maltratadas de la misma forma que los pocos huesos anchos que aun no habían sido removidos por criaturas malignas.

No había rastro del cabello rojo, pero sí varios montículos de tierra que cubrían piezas de su cuerpo mecánico. El mismo que Renkotsu había construido con sus propias manos años atrás durante días y noches enteros sin dormir.

Era por lo mismo que no podría saberse si el dolor que el Shichinintai estaba sintiendo dentro de su pecho era relacionado con la pérdida del amigo o de la creación. Más sin embargo se derrumbó, sujetando la mandíbula cubierta de tierra y agua, y en silencio se volvió hacia Bankotsu mirándolo fijamente en una súplica muda.

De cualquier modo su líder lo sabía, así que caminó hasta ellos, y sin ninguna consideración empujó la tama dentro del cráneo incompleto.

Luego, sin verdaderos deseos de volver a observar un espectáculo francamente desagradable, se dio la media vuelta y se cruzó de brazos. Deseaba realmente volver a ver a Ginkotsu, pero el hecho de observar cómo la carne surgía del barro era algo repugnante.

Espectáculo que había disfrutado solamente en dos ocasiones anteriormente: las dos ocasiones en las que fue Jakotsu quien regresó de entre los muertos…

Su mirada azul se topó con el rostro emocionado de su compañero en ese momento, mientras que éste permanecía atento observando el resurgimiento del cuarto de sus camaradas, y sin saber bien por qué sintió cómo el estómago se le revolvía, como si una extraña sensación de frío y calor entremezclados le recorriese la espalda y la temperatura de su rostro aumentara.

No quería ver, pero estaba seguro, sin necesidad de tal cosa, de que se había ruborizado.

El problema es que todavía no podía encontrar un por qué…

Un por qué de su nerviosismo cuando Jakotsu estaba cerca. De su repentina alegría en medio de momentos tensos cuando él le sonreía. El por qué de los sonrojos que se iban volviendo tan habituales que estaba comenzando a acostumbrarse a ellos, y el por qué de que su corazón redoblara su marcha cuando el suave tacto de los dedos de Jakotsu se escurría por la piel de su rostro en una caricia efímera.

Jakotsu… estuvo a punto de llamar, perdido dentro del hechizo que el inocente semblante del joven espadachín frente a él producía en su persona.

Jakotsu, Jakotsu… disfrutaba tanto al pensar su nombre. Al pronunciarlo. Al permitir que por sus labios cada una de las siete letras se deslizaran suavemente embriagándole en un éxtasis completo producto del veneno de tan simple palabra.

Jakotsu…

Y se reprendió mentalmente cuando el susodicho se incorporó con un salto, sonriendo ampliamente, y se aproximó dando brinquitos al cuerpo todavía destrozado pero nuevamente con vida de su antiguo compañero.

¿Por qué tenían sus pensamientos que traicionarle en momentos como aquél?

"¡¡Ginkotsu-niisan!!"

Pero su voz se tornaba como la más hermosa de las melodías a sus oídos, sin importar el tiempo o el lugar, sin importar el estado de ánimo o pensamientos en los que se encontrase sumergido.

"¿Jakotsu-otoutosan?" La voz metálica sonaba rasposa y gastada, pero los ojos sorprendidos de Ginkotsu eran los mismos que habían muerto quince años atrás.

"¡¡Ginkotsu, cómo ha pasado el tiempo!!" Exclamó la voz afeminada, alegremente, y a grandes pasos Jakotsu se detuvo ante el cuerpo empequeñecido de su hermano.

"¿Q-qué…?" La mirada vacía de Ginkotsu se topó con la figura de Bankotsu, a pocos pasos de él, quien se había vuelto para verle por primera vez desde hacía varios años. "¿Bankotsu-aniki?"

Sonriendo amablemente, Bankotsu cabeceó.

"Tanto tiempo sin vernos, Ginkotsu." Dijo éste, como único saludo, antes de volver a levantar la cabeza y enterrar la mirada en algún punto distante.

"¿Aniki…?"

"¡No hagas preguntas ahora, baka me!" Interrumpió Jakotsu, con una risita, mientras limpiaba el cabello rojo de cualquier suciedad posible. "Ne, ne, ¿No te alegra volver a vernos?"

"¡H-hai, hai..!" Sacudiendo con fuerza la cabeza todavía lastimada, Ginkotsu hizo su mejor amago de sonrisa. "…pero…"

Y escuchando un carraspeo poco convincente, la mirada del hombre metálico se volvió hacia un costado ligeramente apartado, en el cual la figura de Renkotsu se erguía contra las últimas luces del día.

Por un segundo fue como si el tiempo se detuviera para el asesino de hierro. Como un sueño. Como una más de las fantasías que había estado experimentando mientras su cuerpo era víctima de los más dolorosos tormentos.

Pero esta vez no había dolor, y sí los rostros sonrientes de Jakotsu y Bankotsu, y todavía más importante que todo, la mirada dura de Renkotsu.

La mirada que conocía tan bien… por la que fue capaz de darlo todo en aquella ocasión.

Pero es que era simplemente imposible…

"Re-Renkotsu-aniki…" jadeó, sintiendo cómo su corazón latía apresuradamente, y sin saber qué decir dejó que las lágrimas se acumularan nuevamente en sus ojos.

Renkotsu estaba vivo. Él estaba vivo. Sus compañeros estaban ahí, sin ninguna herida aparente, sin saber bien el por qué, y eso quería decir que su sacrificio no había sido en vano…

Deseaba fervientemente levantarse en aquél momento y abrazarse del cuerpo considerablemente pequeño de Renkotsu, pero imposibilitado, se limitó a sacudir la cabeza y continuar mirando el semblante frío de su comandante.

Entonces los ojos negros de Renkotsu se volvieron hacia él, con una máscara de indiferencia en toda su expresión, y jurándose que no iba a permitir a nadie ver más allá de su gesto duro, consiguió que la pequeña sonrisa que le dedicó a Ginkotsu no terminara convirtiéndose en una explosión de lágrimas.

"Habrá que reparar esas partes, Ginkotsu…" fue lo único que dijo, y sonriendo, su amigo cabeceó.

"Hai, hai."

Luego se quedaron callados un momento, simplemente observándose y olvidando repentinamente que había dos más de ellos a su alrededor.

Con una sonrisa fue Jakotsu el primero en alejarse de ambos, a pasos largos, y tomar bruscamente a Bankotsu por un brazo.

"¿Jakotsu?" Inquirió el más joven, sorprendido, pero sin motivos viéndose arrastrado lejos por el más alto de los dos. "¿Qu-qué es lo que estás haciendo?"

La sonrisa se ensanchó en los labios coloreados de Jakotsu mientras caminaba lejos del otro par, llevando consigo a su líder.

"Debería saber, Aniki…" comenzó, ruborizándose ligeramente. "…que hay momentos en que deseamos estar a solas con nuestras personas especiales…"

Y ruborizándose también, abruptamente, Bankotsu prefirió no decir nada más.

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Notas: No tengo idea de cómo se llamaban entre sí los miembros del Shichinintai, así que me lo inventé con respecto a las edades XD A mi parecer (en realidad lo leí, pero no recuerdo dónde Oo), Bankotsu es el más joven, seguido por Jakotsu y Renkotsu; luego me parece que está Suikotsu, pero no estoy muy segura de eso… respecto a Ginkotsu, Kyoukotsu y Mukotsu no tengo idea (y tampoco me pregunten edades concretas), pero prometo ponerme a investigar n-nUu… Lo que Ginkotsu sentía por Renkotsu me inspira ternura T-T así que no permitiré que vengan a criticar ¬¬ Y ya me largo porque tengo sueño.