Disclaimer: Inuyasha le pertenece a Rumiko, no me pregunten. ¡De ser mío, todo el Shichinin-tai estaría vivo! Como sea, yo sólo me entretengo manipulando los hilos en esta historia.
Advertencia: Shounen Ai. No es muy fuerte, pero aquí está.
Glosario: Hanyou – Híbrido.
Oni – Ogro.
Mononoke – Criatura mágica perteneciente al Sengoku Jidai.
Shimatta – Es una palabra altisonante.
Capítulo 12.- Humanos.
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Comenzó a darse cuenta de su situación minutos más tarde, cuando el sol empezó a ocultarse entre las montañas del oeste, lentamente, cubriendo todo su cuerpo de una brillante luz rojiza que hacían que su armadura y su cabello plateado destellaran.
Dio una sacudida, y los brazos del monje se aferraron un poco más a su cintura, tan suavemente que apenas si se dio cuenta.
Tras lo que le había dicho podía estar más tranquilo, pero aún así seguía inquietándole el hecho de que un demonio con un aroma parecido al de Naraku anduviera suelto por ahí.
Más aún cuando ni siquiera lo había visto pero había logrado incomodarle.
"Su esencia no es tan poderosa..." le escuchó decir, con voz tímida, y su mirada se inclinó hasta él. "No deberías preocuparte tanto."
Pero pronto se arrepintió de haberlo hecho, porque la luz del atardecer cayendo de frente sobre su cuerpo delgado y ensombreciendo su rostro le hacía parecer una especie de criatura sobrenatural. Tan hermoso, tan etéreo que le dio miedo seguir mirándole por más tiempo... pero sus ojos se negaron a alejarse de él, y torpemente cabeceó, todavía viendo fijamente dentro de la mirada púrpura del houshi.
"..Sesshoumaru..."
Llámame de nuevo.
Le gustaba la forma en la que el humano pronunciaba su nombre.
"Todavía no comprendo por qué estamos haciendo esto..."
Sesshoumaru no respondió de inmediato. La caricia del viento sobre su rostro comenzó a volverse más fresca conforme la noche se acercaba, y levantando la mirada, frunció el cejo.
"Él huele como Naraku." dijo, enterrando ligeramente su garra dentro de la piel del monje cuyo jadeo llegó hasta sus oídos de forma placentera. "No sería nada bueno para ustedes que un demonio así llegara a este mundo ahora, ¿no?"
Sonriendo, Miroku arqueó las cejas, incrédulo.
"¿Te estás preocupando por nosotros?"
Una risa insípida se escapó de los labios del taiyoukai, pero sus garfios se desprendieron de la piel del otro, haciendo que suspirara. "No seas tan arrogante, ningen. Sesshoumaru-sama nunca se preocuparía por unas criaturas tan insignificantes como ustedes.." bufó, fuertemente, y su rostro se volvió hacia un costado. "Pero no me gustaría que alguien como Naraku apareciera nuevamente..."
Los hombros del monje se encogieron, y la sonrisa dio paso a un gesto indefinido en su rostro.
"De todos modos... si deseas alcanzarlo, no creo que sea necesario ir en su busca..."
Los ojos dorados del demonio se estrecharon ligeramente.
"Quiero decir... no estamos seguros de que se trate de Naraku, pero de ser así, tarde o temprano te buscará para vengarse... o..."
"Dices eso porque tienes miedo." la voz fría del taiyoukai interrumpió las palabras de Miroku, y la mirada de éste volvió a buscar la suya.
"¿Por qué dices eso?"
"En aquél momento..." Sesshoumaru se calló un momento.
La imagen del houshi de pie frente a él, con los ojos ensanchados y la túnica gris agitándose contra su cuerpo por la brisa matutina apareció en sus recuerdos, y asfixió una sonrisa en sus labios.
"...en aquél momento tú estabas..."
Miroku sonrió, ligeramente.
Aquella mañana había vuelto del pueblo vecino, en donde se levantaba el templo de una de las cuatro almas de la Shikon no Tama. Había estado escuchando rumores acerca de un demonio muy poderoso que aparecía cerca de las montañas del este; que se alimentaba de la sangre de los Onis, Mononokes y Youkais insignificantes que habitaban las tierras que rodeaban las faldas de las montañas y desprendía una débil presencia maligna.
Una que Miroku no había tomado en cuenta, mezclándose con todas las demás, hasta que la noche previa había aparecido repentinamente, levantándose de forma escabrosa por encima de todas las demás presencias y volviéndose cada vez más y más fuerte, hasta que...
Se apagó.
Y haciendo un viaje de urgencia al poblado más cercano, había ido en busca de alguna clase de respuesta que el sacerdote encargado del templo pudiese brindarle.
Fue entonces que, regresando al no encontrar nada, Sesshoumaru se atravesó en su camino.
Su cabeza se giró un par de grados, hacia el frente, y la luz del sol le lastimó los ojos. Se llevó una mano al rostro casi por reflejo, soltando repentinamente su abrazo alrededor del cuerpo del demonio, y bruscamente ambos se tambalearon.
"¡No hagas eso!" reprendió el youkai, irritado, y su abrazo se cerró protector alrededor de la cintura del monje, quien jadeó, asustado, antes de volver a envolver sus brazos en el torso de Sesshoumaru.
Luego permanecieron un momento en silencio, escuchando el sonido del viento y el tintineo de los anillos del shakujou apenas agarrado dentro del puño derecho del humano.
"G-gomen..." alcanzó Miroku a balbucear, respirando agitadamente.
Repentinamente estaba sintiéndose más cansado de lo normal; los ojos se le cerraban y estaba sintiendo deseos de devolver el estómago.
Inclinó su cabeza, y bruscamente enterró el rostro en el espacio que había entre el cuello y el hombro de Sesshoumaru. La cabeza estaba lastimándole, y la espalda le dolía mucho.
Sintió cómo los músculos del taiyoukai se tensaban, y tomándole como a irritación, trató de apartarse.
Pero entonces todo a su alrededor comenzó a girar, y con un gemido apretado, la luz a su alrededor pareció revolverse hasta desaparecer en un remolino que le devoró violentamente.
Luego nada.
Escuchando el desvarío en el nivel de la respiración del houshi, Sesshoumaru se detuvo momentáneamente.
"¿¿Ningen?"
No hubo respuesta.
Frunció el cejo, irritado, y comenzó a considerar las posibilidades de arrojarle al mar en aquél momento.
Pero...
"Shimatta..." gruñó, entre dientes, y sin saber por qué, se apresuró hacia la playa que se extendía ya bajo sus pies.
La piel del monje tocando su cuello se sentía caliente, ligeramente húmeda y de una u otra forma agradable... aunque aquella temperatura no estaba siendo normal ni siquiera para un youkai.
Pero cuando sus pies tocaron suavemente la arena y abrazando al houshi se disponía a ir en busca de ayuda, la mirada sorprendida de su hermano menor se topó con la suya.
"...I-Inuyasha..."
Se dio cuenta de que el hanyou no estaba mirándole a él cuando, a grandes trancos, avanzó hasta ellos y bruscamente le empujó hacia atrás.
El cuerpo de Miroku cayó pesadamente sobre el suyo, sobre la arena fría, y ambos ahogaron un gemido de dolor.
"¡¡¡¿QUÉ DEMONIOS LE HICISTE A MIROKU!" escuchó gritar a Inuyasha, y con los ojos bien abiertos, sintió cómo los brazos del joven híbrido apartaban el cuerpo delgado del humano del suyo.
En aquél momento casi sintió deseos de apretarlo nuevamente en su abrazo y gritarle a su hermano que les dejara en paz.
Pero no hizo nada...
Y sintió miedo al darse cuenta de que se había acostumbrado al tacto del otro cuerpo contra el suyo.
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No fue difícil encontrar a Mukotsu, pero Jakotsu y Suikotsu tuvieron que alejarse bastante de la pequeña aldea que habían tomado como base temporal.
Habían estado caminando por varias horas y el día estaba comenzando a terminarse, por lo que el capitán se detuvo repentinamente, en el mismo silencio que les había venido envolviendo desde que comenzaron el viaje, y el joven doctor se detuvo también, sin decidirse a volverse para verle.
"Está oscureciendo." se quejó Jakotsu, y se frotó ligeramente la nuca con una de sus manos. "¿No crees que sería más noble de nuestra parte buscar un lugar donde pasar la noche?"
Suikotsu cabeceó, torpemente, y levantó la mirada.
"Será dentro de 20 minutos." dijo, con voz tímida, y Jakotsu le miró de reojo.
Estaban progresando. Al menos ya le había dicho algo...
Sonrió levemente.
Hacía varias horas que se había percatado de que Suikotsu le tenía miedo, pero lejos de incomodarle, aquella situación le agradaba. Y era precisamente eso lo que le incómodo. Es decir, Suikotsu era uno de sus mejores amigos, y la idea de inspirarle temor le aterrorizaba; pero le sobrecogía todavía más el hecho de estarlo disfrutando.
Porque mientras él le temiese, existía entre ambos una especie de amenaza latente que Suikotsu debía recordar.
No te acerques a Bankotsu, porque él me pertenece.
Rió, vagamente, al darse cuenta de sus pensamientos, y sus mejillas se ruborizaron ligeramente cuando el insípido recuerdo de los labios de su joven líder sobre los suyos le asaltó.
Pero se encogió de hombros al sentir la mirada confundida de Suikotsu sobre sí.
"Vamos, busquemos el borde del bosque." dijo, en voz alta, y apresuró sus pasos, siendo seguido de cerca por el otro asesino.
Se preguntaba qué estaría haciendo Bankotsu en aquél momento, y con Renkotsu...
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Todavía no podía creerse que había indicado a Jakotsu y Suikotsu marcharse dejándole a solas con aquél maldito.
Bien... había sido una salida cobarde el enviar lejos a Jakotsu para no tener que hablar con él. Con Suikotsu, porque le horrorizaba pensar en lo que Renkotsu sería capaz de hacerle de estar a solas con él, pero...
"¿Por qué demonios no fuí con ellos?" se quejó, entre dientes, mientras su puño derecho se enterraba en el piso del umbral de la puerta.
Había estado ahí sentado desde que ellos se marcharon, sin hacer nada más que observar el movimiento del sol en el cielo y el balanceo suave de las ramas de los árboles agitados por la brisa fresca de los primeros días de primavera.
Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en sus labios cuando notó una de las primeras flores abriéndose en el desnudo árbol de cerezos que había a pocos pasos de la casa, y el recuerdo fugaz de Jakotsu, de pie cerca de él y observando la caída de los pétalos rosados alrededor de ellos llegó a su memoria.
-Es muy hermoso, aniki...– le escuchó decir, dentro de su cabeza. -Algún día, cuando sea demasiado viejo como para continuar luchando, deseo vivir en una casa rodeada de cerezos...
El problema es que su vida fue interrumpida prematuramente y jamás alcanzó a tocar aquél sueño.
Cerró sus ojos cuando el grito apagado de Jakotsu llegó hasta sus oídos y entonces pudo verle, a pocos metros, estirándose sobre la nieve y extendiendo uno de sus brazos hacia él mientras las lágrimas le corrían abruptamente por el rostro pálido.
-¡¡No lo lastimen!– se escuchó gritando a sí mismo, sintiendo el agarre de un par de fuertes manos en su espalda.
-¡¡¡Aniki!
Y su mirada... le había dolido tanto ver aquella mirada opacada por las lágrimas y el horror...
-Jakotsu...– fue en ese momento que cerró sus ojos, sintió el empuje de alguien contra su nuca, y prometiéndose a sí mismo que algún día se vengaría por todo, el dolor punzante de la piel de su cuello rompiéndose fue lo último que pudo recordar.
Entonces abrió sus ojos.
Había estado sintiendo aquello por Jakotsu desde entonces y fue por eso que su corazón se desgarró incluso antes que su cuello, cuando pudo ver su sangre goteando sobre la nieve, rodeados de fuego, armas y cadáveres, y se había prometido cobrar venganza.
Rió entre dientes al darse cuenta de todo.
Porque no fue Banryuu... jamás había sido Banryuu... el odio acumulándose dentro de su pecho se había vuelto más fuerte conforme la eternidad pasaba frente a sus ojos y sus sentimientos por Jakotsu se volvían cada vez más profundos.
Había cortado las cabezas de quienes osaron poner sus manos sobre Banryuu, pero muy por encima de eso, porque se habían atrevido a tocar a Jakotsu... su Jakotsu...
La luz del sol iluminaba apenas su rostro, desapareciendo dentro de la oscuridad que comenzaba a envolverle. Su mano derecha se cerró alrededor del mango roto de Banryuu que aún llevaba consigo y, suspirando, se puso de pie.
No deseaba entrar en la casa y encontrarse con Renkotsu, pero era mucho mejor a quedar como un cobarde delante de él. Así que haciendo acopio de todo su valor, dio la espalda al sol y entró por la puerta, dentro de los pasillos oscuros que se lo tragaron entero.
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"¡¡Inuyasha-sama!" saltando hacia el hanyou, Myouga-jiji agitó sus bracitos. "¡Que bueno que llega, estaba empezando a preocuparme por...!" sus ojos se ensancharon al percatarse de que su amo llevaba algo entre los brazos, y deteniéndose, se dio cuenta de que se trataba de una persona. "¿¿Inuyasha-sama? ¿Quién...?"
La mirada que le envió el hanyou le hizo callar de golpe, y aproximándose a él, logró apenas evitar que las rodillas de Inuyasha le aplastaran.
El hanyou se había arrodillado a las raíces de un árbol, cerca del fuego que había encendido momentos antes, previos al instante en que el aroma de su hermano comenzó a acercarse a él, y sorprendido, se percató de que no estaba solo.
Pero negándose a creer que ambas esencias estuviesen juntas, había salido en su busca.
Y ahora el cuerpo de Miroku se desprendía de sus brazos, antes de tocar suavemente la alfombra de arena fría.
Inclinándose más hacia él, una de las manos de Inuyasha tocó su rostro, empujando varios mechones de cabello negro hacia un costado y humedeciéndose levemente con la delgada cortina de sudor que cubría su piel.
"¡Inuyasha-sama!" volvió a llamar el viejo youkai, cerca de él. "¿¿S-se trata de Miroku-sama?"
El hanyou no respondió. En cambio se incorporó bruscamente, se volvió, con un gesto de ira en el rostro, y se proponía a volver sobre sus pasos para encontrar a su hermano y darle su merecido, cuando el sonido de pisadas interrumpió el silencio del ocaso justo antes de que Sesshoumaru apareciera tras un arbusto de plantas tropicales.
Y chillando, Myouga se cubrió la cabeza.
"¡¡Sesshoumaru-sama! ¡¿Qué hace usted aquí!"
Bueno, en definitiva nadie iba a hacer caso del pobre youkai aquella noche.
Los ojos del taiyoukai se limitaron a plantarse fijamente en la mirada de su hermano menor, retadores, y frunciendo el cejo avanzó hacia ellos a pasos cortos.
"¡¡Detente!" exclamó Inuyasha, de pronto, pero el otro no pareció haberle escuchado. "¡¡Sesshoumaru! ¡¿Qué demonios le hiciste!"
Una sonrisa irónica se alargó en los labios del demonio, y entonces se detuvo.
"¿De verdad piensas que el gran Sesshoumaru se tomaría la molestia de lastimar a tan insignificante ningen?"
Sintiendo cómo la ira se acumulaba en su interior, Inuyasha apretó sus puños.
"¡¡¡No te expreses así de él!"
Las cejas delgadas del youkai se arquearon, indefinidamente, y su mirada pasó del rostro de su hermano al del humano que se había hecho un ovillo en el suelo.
"¿Por qué no?" las palabras se escaparon de su boca de forma fría, y frunciendo el cejo, vio cómo Inuyasha desenfundaba a Tetsusaiga.
"¡¡¡Escúchame bien! ¡Si algo llega a sucederle a Miroku, te voy a...!"
"Oh." interrumpiendo, sus ojos se desprendieron del semblante agotado del monje y regresaron para ver el gesto de coraje en el rostro del hanyou. "Veo que te preocupas mucho por este humano." estaba sonriendo, pero de una u otra forma, interiormente, no sentía ningún atisbo de sorna por la situación.
Al contrario. Estaba enfureciéndose cada vez más... si Inuyasha no se quitaba de su camino pronto, tal vez él...
"¿Acaso se trata de alguien especial?" inquirió, aunque conocía bien la respuesta, y vio cómo Inuyasha ensanchaba ligeramente sus ojos.
"¡Déjate de estupideces!" gritó éste, a su vez, componiendo un gesto de indignación. "¡Por supuesto que es importante!¡¡Miroku es mi mejor amigo!"
Repentinamente sus mejillas enrojecieron. Sesshoumaru estaba viéndole de una forma extraña, casi podría decirse que con más cólera que otras veces, y él a cambio acababa de confesarle sus sentimientos por el houshi.
¿Realmente se trataba de su mejor amigo? Es decir, él jamás antes había sentido cariño por alguien que no fuesen Kagome o Kikyou. Pero...
Una carcajada entrecortada interrumpió sus pensamientos, y notó que era su hermano quien reía.
"Amigo."
Enrojeció todavía más.
"¡¿Qué tiene eso de gracioso!"
"Veo que, como siempre, tus impulsos humanos te derrotan, Inuyasha..." la mirada vacía del taiyoukai se levantó, notando cómo finalmente los últimos rayos del sol se colaban por entre los árboles y la oscuridad les envolvía violentamente. "...especialmente en noches como ésta..."
Y cuando sus ojos volvieron a inclinarse, era un humano el que le devolvía la mirada; con su largo cabello negro cayéndole sobre los hombros y la espalda y la mirada marrón puesta sobre él, iracunda.
"Vaya, cuánto tiempo sin ver esa faceta tuya, Inuyasha."
La sonrisa cruel se ensanchó en los labios de Sesshoumaru cuando el hanyou empuñó todavía más fuertemente a su ahora pequeña Tetsusaiga y le miró con odio.
"¡¡¡Será mejor que te largues de aquí o yo voy a...!"
"¡¿Qué!" exclamó entonces él, riendo. "¿¿¿De verdad piensas que puedes derrotarme en ese estado, pequeño Inuyasha?" sus risas aumentaron cuando vio a su hermano ruborizarse todo y apretar tanto su espada que los nudillos se le pusieron blancos.
Llevando su mano hasta el mango de Toukijin, estaba disponiéndose a desenfundarla, cuando el movimiento brusco del cuerpo cerca de ellos llamó la atención de ambos y volvieron el rostro al mismo tiempo hacia el houshi que se encogía todavía más sobre la arena, respirando pesadamente.
"S-Sesshoumaru-sama..." le escucharon jadear, entre sueños, antes de que soltara un quejido y apretarse la muñeca de su mano derecha por reflejo.
El rostro de Inuyasha palideció de golpe al mismo tiempo que la sonrisa de Sesshoumaru daba paso a un gesto de sorpresa seguido de una nueva sonrisa, esta vez ajena a cualquier clase de burla pero llena de una especie de orgullo que le asustó.
"¡Inuyasha-sama!" volvió a gritar una vocecita al ras del suelo, mientras daba saltos. "¡Miroku-sama tiene mucha fiebre! ¡Lo mejor sería que...!"
Pero el pie derecho de Inuyasha se enterró en la arena, sobre Myouga, antes de que éste pudiese siquiera terminar de hablar.
Volvió a arrodillarse a un lado del houshi, a tantearle el rostro, y torpemente retrocedió cuando le sintió moverse y toser con las manos puestas sobre la boca.
"S..se ha resfriado..." murmuró, con voz entrecortada, y su mano tocó suavemente el rostro pálido del muchacho a sus pies. "...por eso tiene fiebre..." entonces se volvió, abruptamente. "¡¿Por qué...!" empezó, buscando a Sesshoumaru, pero sus palabras se quebraron instantáneamente al percatarse de que su hermano había desaparecido.
Frunció el cejo, inclinó la mirada hasta su amigo, y sosteniéndole por un hombro volvió a preguntarse por qué demonios Miroku había llamado al taiyoukai mientras dormía.
"Keh!" ladró, irritado. "Seguramente el muy cobarde se ha largado."
Pero sin importar qué hubiese sucedido con él, se incorporó, sabiendo que tenía que hablar con el humano, y se dio la media vuelta antes de adentrarse en el bosque a pasos largos.
"¡¡Cuida de él, Myouga!" gritó.
Y luego la oscuridad se lo tragó dejando a los otros dos en un silencio incómodo.
Suspirando, Myouga saltó sobre el rostro de Miroku y le observó dormir.
Le estaba asustando el hecho de que el aroma de Sesshoumaru estuviese sobre el cuerpo del acólito en aquél momento.
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Notas: Noooo, este capítulo sí que no me ha gustado T.T! Pero bueno ¬¬ La otra vez leí un fanfic (Yakusoku wa Iranai, realmente no recuerdo quién lo escribió, pero es muy dramático u.u) acerca de los últimos momentos del Shichinintai o.o Búsquenlo. De leerlo también, a cualquiera le hubiesen dado ganas de escribir algo parecido XD y es todo... adiooox.
