Disclaimer: Inuyasha le pertenece a Rumiko, no me pregunten. ¡De ser mío, todo el Shichinin-tai estaría vivo! Como sea, yo sólo me entretengo manipulando los hilos en esta historia.
Advertencia: Shounen Ai. No es muy fuerte, pero aquí está. Un poco de lenguaje fuerte también o.oU no se me asusten, el único asustado aquí es Bankotsu.
Pairing: Renkotsu x Bankotsu. Inuyasha x Miroku.
Glosario: Tatami – Material del cual se construyen los pisos en Japón. Generalmente el piso de una habitación se mide por el número de tatamis que ocupa.
Temee – Bastardo.
Capítulo 13.- Cacería de horrores.
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"Aniki..." su voz le llamó, pero no deseaba volverse para verlo. Así que se limitó a responder con un simple movimiento de su cabeza y un bufido irritado. "...la cena..."
"No tengo hambre." respondió, fríamente, mientras sus ojos acariciaban cariñosamente el metal roto de la hoja de Banryuu.
"...pero..."
"¡Dije que no tengo hambre!"
Hacía tiempo que Bankotsu no levantaba la voz sin motivos, pero Renkotsu no pudo culparle. Apretó sus puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos, y se mordió el labio inferior.
"C-como usted diga..." alcanzó a murmurar, y estaba a punto de marcharse, cuando la voz de su líder le llamo, repentinamente suavizada.
"Renkotsu..."
Se detuvo, sintiendo un repentino incremento en los latidos de su corazón, y sus ojos oscuros buscaron a su hermano.
"¿S-si?"
"...Banryuu..."
Parpadeó. Era verdad. Bankotsu no había estado llevando a Banryuu los últimos días. Agitándola y cortando cualquier cosa que se le pusiera enfrente por simple diversión. Y tal vez era por eso que todavía se encontraban en aquella miserable posada.
"¿Qué sucede con ella?"
"Está rota." la mirada azul se volvió, levemente, hasta que ambos pudieron verse. "Dime qué necesitas para repararla."
Hubo un momento incómodo de silencio. Hacía tiempo que Renkotsu no forjaba algo, y peor aún, en aquél lugar no había nada de lo necesario para reparar un arma como Banryuu, pero...
"Acero." dijo, entrecortadamente, y el apretón en sus puños se relajo. "Y madera de la que fue construida el mango."
"Sí, era madera negra." interrumpió el líder, con su mirada fija en los ojos de su subordinado. "Es fácil de conseguir."
"...sí... bien... un horno lo suficientemente grande para ponerla a calentar, y un martillo del tamaño necesario..."
Cruzándose de brazos, Bankotsu cabeceó.
No era que deseara hablar con el subcomandante, pero desgraciadamente era él el único capaz de forjar nuevamente la hoja de Banryuu.. así que estaba bien.
"¿Es todo?"
Renkotsu cabeceó.
"En ese caso tendrás los materiales apenas pueda conseguirlos." una sonrisa se estiró entonces en sus labios, y casi sin querer se volvió completamente para ver a su compañero. "Pero más te vale dejarla como nueva."
Y ruborizándose fuertemente, Renkotsu asintió repetidas veces, asustado del repentino cambio en el semblante de su líder.
No se esperaba que de un momento a otro éste le sonriera, le pidiese un favor (vamos, era el líder después de todo) y le hablase como si nada... y fue por eso que no supo cómo reaccionar cuando Bankotsu se puso de pie, camino hasta él y suavemente puso la palma de su mano derecha sobre su cabeza desnuda.
"Estoy tratando de olvidarlo, Renkotsu..." le escuchó decir, en voz baja, y sintió cómo toda su piel se estremecía. "...pero no esperes que de hoy a mañana pueda perdonarte."
Luego, con sus dedos desprendiéndose de la piel del comandante, Bankotsu se alejó por el corredor contiguo, a pasos cortos, dejando a Renkotsu en aquella habitación, mirando los trozos de una Banryuu deshecha sobre el piso de tatami.
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De todos modos cenaron los dos juntos, en silencio, cerca de dos horas después, cuando la comida estaba ya fría y a insistencia de Bankotsu no fue vuelta a calentar.
La mesa de la posada abandonada, de piernas cortas y madera brillante, ocupaba casi todo el espacio dedicado al comedor, de lado a lado, justo frente a las puertas de papel que daban al patio.
Bankotsu se había sentado en un extremo, sin permitirle a Renkotsu servir sus alimentos como acostumbraban ni mencionar nada referente a Ginkotsu. Y el subcomandante se había acomodado en el otro extremo, pese a que no estaba sintiéndose muy cómodo, a comer el plato con arroz del que había cocinado hacía ya varias horas.
Estaba frío, pero Renkotsu cocinaba bien, y esto era algo que Bankotsu admitía.
Y éste no pudo evitarse una ligera sonrisa cuando le vio servirse la segunda tanda de arroz y camarones.
Momentos después, todavía sin decir nada, el líder se incorporó, colocó un plato sobre otro y después caminó hasta el sorprendido herrero justo antes de sentarse a su lado, con las piernas dobladas debajo de su cuerpo.
Se quedaron un rato así, rodeados por el gélido silencio que les abrazaba cada vez que estaban cerca, hasta que, suspirando, Bankotsu apoyó un codo sobre la mesa y sobre la palma de su mano extendida su mejilla izquierda. Sus ojos azules se encontraron en ese momento con la mirada oscura del incómodo comandante, antes de que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios.
Y Renkotsu se ruborizó, comenzando a asustarse.
"Voy a darte una oportunidad." murmuró el líder, apenas abriendo la boca y sin despegar su mirada de la del otro. "Y más te vale que tus excusas me convenzan..."
Aunque ambos sabían que el hecho de haberle arrebatado la vida a Jakotsu premeditadamente era algo que no podía ser explicado...
..pero aún así comenzó.
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Los pies de Inuyasha se hundieron abruptamente en un agujero en el suelo arenoso, y jadeando, maldijo mil veces a la luna nueva.
Llevaba un manojo de hierbas entre las manos, de esas que había utilizado cuando Kagome se enfermó hacía muchos años, y todo lo que había podido conseguir en su deplorable estado de ser humano.
Las espinas de las plantas tropicales se le enterraban en las plantas de los pies, rasgaban la piel de sus brazos y su rostro y el molesto cabello negro se le pegaba al cuello, humedecido por el sudor de su cuerpo en la playa.
Pero todo eso era lo de menos. Se obligó a incorporarse, respirando profundamente y gruñendo groserías, y saltó hacia el borde del bosque, hasta las raíces del árbol entre las que la figura pequeña de Miroku descansaba, hecho un ovillo, vigilado de cerca por un preocupado Myouga.
"¡Inuyasha-sama!" exclamó el youkai, saltando hacia él cuando le vió aparecer.
"¿Cómo está él?" jadeó el hanyou, arrojándose precipitadamente de rodillas a un lado del cuerpo del monje. Su mano tocó nuevamente el rostro oscurecido por las sombras, retirando los mechones de cabello negro, y mordiéndose ligeramente el labio inferior apretó el puñado de flores que había conseguido.
Por supuesto no estaba todo. El hígado del jabalí, los insectos, los hongos... había podido conseguir sólo lo que estaba a la mano, imposibilitado por su cuerpo humano, y presionándolo todo con su puño derecho sobre una roca plana que había conseguido trataba de triturarlo hasta convertirlos en una pasta.
Un gesto de dolor se dibujó en sus facciones cuando el filo de la piedra se le enterró en la mano, rompiendo la piel y embarrando las hojas despedazadas con su sangre, pero no le importó. Tomó lo que había podido hacer entre sus dedos antes de tomar el mentón de Miroku y obligarle a abrir la boca.
Dos de sus dedos se atoraron entre los dientes del houshi mientras que con los otros dos empujaba la pasta dentro de sus labios entreabiertos.
Escuchó a Miroku jadear, le vio moviendo sus ojos entre sueños y frunciendo el cejo, pero no se apartó. La lengua caliente del monje chocó contra sus dedos y cogió el extracto de plantas que el hanyou había depositado dentro, tragando pesadamente y gimiendo conforme la mano de Inuyasha le sostenía.
Luego se quedaron así un momento, los dedos del medio demonio todavía dentro de los labios de su amigo y su mano todavía sosteniendo el mentón firmemente, hacia sí.
Esperaba que al menos la fiebre redujera, si no conseguía hacerle sentirse mejor, por lo menos hasta que consiguieran ayuda en el pueblo cercano.
Luego, soltándole suavemente, se frotó los dedos, humedecidos por el extracto vegetal y la saliva tibia del houshi. Su otra mano le sostuvo la mejilla ardiente y entonces permitió que un apenas perceptible suspiro se escapara de sus labios.
"Miroku..." susurró, inclinándose ligeramente hacia él, y su frente se apoyó sobre el hombro derecho del humano inconsciente.
Hacía tantos años que no se veían. Tanto tiempo de no saber nada de él, preguntándose cómo se encontraría, si se habría casado, si finalmente habría conseguido un descendiente. Y ahora, tras todo ese tiempo, hubiese dado todo para que su encuentro no hubiese sido de aquél modo.
Tenía tantas preguntas que hacerle. Deseaba encontrar respuesta a tantas dudas que solamente Miroku podría disipar.
El por qué estaba en aquél momento con Sesshoumaru. Lo que le sucedió... todo.
Pero Miroku...
Sintió una mano tocándole el rostro. Entonces se incorporó ligeramente, sorprendido, y su mirada se topó con dos oscurecidos ojos violetas que le miraban, indiferentes.
"¿M-Miroku..?"
La distancia entre sus rostros se cortó cuando la mano del houshi tiró de él, hasta que sus bocas se golpearon bruscamente por un momento, y sus ojos se encontraron unos frente a los otros.
Sintió entonces los labios de Miroku moviéndose contra los suyos, y antes de poder hacer algo, su voz rasposa interrumpió el silencio apacible de la costa.
"...ten un hijo conmigo..."
Hubiera podido gritarle, alejarse de él y golpearle, pero en cambio se quedó ahí, sintiendo la boca entreabierta del houshi sobre la suya. Su respiración tibia le golpeaba las mejillas, su frente sucia había tocado la suya y el agarre de su mano se desvaneció repentinamente. Y entonces, viendo cómo la mirada púrpura volvía a desaparecer detrás de los párpados cansados, fue que se percató de lo que sucedía.
Su rostro enrojeció violentamente, se incorporó precipitadamente y, viendo al muchacho sobre la arena con los ojos ensanchados, su corazón se aceleró casi sin que se diera cuenta.
El sonido de pasos cerca de él le hizo volver el rostro, todavía ruborizado, hasta toparse con la mirada repentinamente irritada de su hermano mayor.
"S-Sesshoumaru..."
El taiyoukai le dedicó una mirada fría pero no se detuvo. Caminó hasta él, y bruscamente le arrojó hacia un costado, arrodillándose al lado del cuerpo delgado sobre la arena y, sin ninguna consideración, tirando de él hacia su pecho en un abrazo posesivo.
"¡¿Qué estás haciendo!" chilló Inuyasha, aterrado, pero Sesshoumaru no le miró.
Y momentos después, entre los gritos del hanyou, el youkai se elevó, llevando consigo a Miroku, y se alejó de la playa de forma silenciosa.
"¡¡¡¡¡¡¡SESSHOUMARU!"
El grito de Inuyasha se perdió con el sonido del aire golpeándole los oídos.
Ya se encargaría él más tarde de recordarle que no debía jugar con sus juguetes.
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No supo cómo sucedió todo, pero de pronto se encontró a sí mismo sobre el piso, con sus muñecas firmemente sujetas por dos manos enguantadas y sus piernas involuntariamente abiertas bajo el peso del otro cuerpo sentado a horcadas sobre sus caderas.
Jadeó fuertemente cuando los otros labios asaltaron nuevamente a los suyos, con brusquedad, y un gemido gutural se atoró en su garganta al sentir la lengua ajena violando el acceso a su boca.
"R-Ren-kotsu.." es cierto que siempre había sido más fuerte que su subcomandante, más sin embargo en una batalla cuerpo a cuerpo, siendo tomado por sorpresa, sin más armas que sus manos o sus pies ambos sujetos por los de Renkotsu y el peso completo de la otra armadura sobre su cuerpo estaba premeditadamente en desventaja.
Intentó golpearle con una de sus piernas, pero la presión del pie del comandante sobre el suyo le hizo soltar un nuevo gemido de dolor, mezcla de la irritación, la histeria y el repudio.
¡¿Cómo demonios podía Renkotsu atreverse a...!
Habían estado hablando acerca de lo sucedido hacía cinco años en Hakurei, cuando repentinamente Renkotsu comenzó a insultar a Jakotsu, levantando la voz y pareciendo más enfadado de lo que Bankotsu le había visto en mucho tiempo.
Y al segundo siguiente estaba arrojándole sobre el suelo, sujetando sus manos con las suyas y cruzando una pierna por encima su la cintura delgada.
Ahora estaban así, con Bankotsu buscando desesperadamente una forma de alejarse de él y Renkotsu presionándole cada vez más contra el piso de tatamis, besándole de forma rabiosa.
El líder volvió a jadear cuando las manos de Renkotsu apretaron más sus muñecas, lastimándole, y la boca caliente se deslizó por su mejilla, siguiendo la línea de su mentón hasta llegar a su cuello en donde depositó una mordida dolorosa.
"¡¡Renkotsu!" gritó, verdaderamente irritado, y se sacudió sobre el piso, tratando de alejarse de él. "¡¡Déjame, me lastimas!"
Pero los labios del comandante se apretaron más sobre la piel de su cuello, seguidos por la textura de su lengua y una ligera succión.
"¡¡¡Maldita sea, Renkotsu, detente!"
Escuchó una risa entrecortada, un tirón de sus muñecas hasta levantarle y hacerle jadear de dolor.
"¿Cree que no vi lo que sucedió en el baño?"
Las palabras de Renkotsu consiguieron congelar repentinamente cualquiera de sus movimientos de oposición. Su corazón se aceleró abruptamente mientras todo su rostro se cubría de un nítido tono bermejo y las palabras se ahogaban en su garganta.
"Deseaba tanto estar a su lado, aniki, pero usted siempre le dio toda su atención a ese imbécil de Jakotsu."
Imposible...
"Aún así yo era su segundo. Su mano derecha... pensé que eso me hacía importante para usted. Aunque fuera sólo un poco especial... pero..."
"¡Renkotsu!"
Le dolía el tirón de sus brazos, la fuerza sobre sus muñecas y la presión que el herrero estaba ejerciendo sobre sus caderas. Nuevamente los labios del otro se posaron en su mentón, subiendo hasta tocar su oreja.
"Y entonces les vi en el baño anoche... ustedes dos... y Jakotsu estaba besándole..."
Un gemido de incomodidad se escapó de sus labios, mezclado con la voz del comandante y el sonido de sus cuerpos golpeándose. "No puedo entender lo que sucede con ustedes dos, pero no pienso permitir que sea Jakotsu el primero que..."
Los ojos azules del líder se ensancharon, aterrados, y entonces gritó cuando los dientes de Renkotsu le mordieron el cuello.
"¡¡¡HIJO DE PUTA!" exclamó, sintiéndose cada vez más asustado, enfadado y desesperado y maldiciéndose mil veces por no haber ido con los otros en busca de Mukotsu.
Las manos de Renkotsu volvieron a tirar de sus brazos al mismo tiempo que se levantaba para darle el espacio suficiente para ponerle boca abajo antes de que volviera a sentarse sobre su cintura, presionando su cuerpo sobre el suelo polvoriento. Sus brazos se vieron tirados hacia atrás, hasta que solamente una de las manos de Renkotsu los sostenía en una llave apretada sobre su espalda, y con la otra intentaba arrancarle la cinta roja que sostenía su armadura.
"¡¡¡COMO TE ATREVAS Y TE MATO, MALDITO IMBÉCIL!"
Riendo, el comandante tiró de la cinta y su armadura se aflojó, dejando paso libre a la tela de su haori.
"Como usted quiera, honorable hermano..." tiró de su cintura, consiguiendo que Bankotsu quedara arrodillado debajo de él, y le besó fugazmente la mejilla. "Pero eso será después de que recuerde que el segundo más fuerte soy yo y por lo tanto el único que merece estar a su lado..."
"¡¿Pero qué...!"
"No quisiera que Jakotsu volviera a quedarse sin su fragmento..."
Los ojos de Bankotsu se ensancharon todavía más, y soportando la embestida del cuerpo de Renkotsu contra el suyo gritó una grosería que murió entre un jadeo.
"¡¡¡Antes te quito yo el tuyo a ti, desgraciado!"
Renkotsu volvió a reír.
Su brazo libre se cerró en torno a la cintura del más joven y aflojó también la cinta que aferraba los pantalones al cuerpo de Bankotsu.
La tela cayó entonces sobre el suelo, al mismo tiempo que las mejillas del líder se ruborizaban furiosamente y un jadeo de indignación se escapaba de sus labios.
"En estos momentos no se encuentra usted en la mejor disposición de amenazar a nadie..."
El pecho de Bankotsu golpeó entonces la mesa frente a ellos, arrojando hacia un costado un vaso de barro. Su mejilla izquierda se posó sobre la madera fría, refrescando ligeramente la temperatura de su rostro, y de reojo alcanzó a ver el gesto de triunfo en la cara de su comandante.
"Temee..."
"Debe comenzar a tomar decisiones, aniki..." la lengua de Renkotsu se posó suavemente sobre la nuca de Bankotsu, y una sonrisa despectiva se dibujó en sus labios. "Tarde o temprano tendrá que hacerlo..."
Y luego sin más tiró de sus propios pantalones.
El agónico grito de Bankotsu alcanzó a escucharse hasta la habitación de Ginkotsu, donde gimiendo en voz baja, el otro guerrero inclinó su rostro.
Le dolía tanto que Renkotsu actuara de aquél modo...
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Notas: o-oU bien, para empezar este capítulo se escribió solo... OMG! Nunca pensé en hacer que Renkotsu (mi odio por él está comenzando a desaparecer... no sé) se comportara de tal forma O.o es decir, solamente iba a besar a Bankotsu y a decirle todo lo que sentía y ya... pero bueeeeno... #D a veces pasa. Mi pobrecito Ban-chan necesitará de mucho amor T.T...
