Disclaimer: Inuyasha le pertenece a Rumiko, no me pregunten. ¡De ser mío, todo el Shichinin-tai estaría vivo! Como sea, yo sólo me entretengo manipulando los hilos en esta historia.
Advertencia: Shounen Ai. No es muy fuerte, pero aquí está.
Pairing: Sesshoumaru x Miroku. Jakotsu x Bankotsu. Renkotsu x Bankotsu.
Glosario: Ora! – Hey!
-chin – Prefijo que indica exagerada familiaridad para con una persona.
Masaka – No puede ser.
Iie – No.
Capítulo 14.- Sólo miénteme.
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Los ojos azules se abrieron, irritados, cuando la luz del sol comenzó a molestarle el rostro.
Girándose ligeramente, Bankotsu gruñó. Un brazo se cerró alrededor de su torso desnudo, y de forma indiferente alcanzó a ver de reojo el rostro de Renkotsu apoyado en su hombro.
El subcomandante dormía todavía, desnudo también, tras una noche de poco sueño.
La habitación de Bankotsu, la más grande, permaneció en silencio durante algunos minutos más, llena de las dos respiraciones pesadas y el sonido de la nieve derritiéndose afuera, a través de la ventana.
"Shimatta..." refunfuñó el más joven, cuando trató de incorporarse pero el brazo de Renkotsu se aferró a su cintura y volvió a tirar de él sobre el futón desordenado.
Había sido así toda la noche. Después de haberle tomado sin ninguna consideración en el comedor (ya se encargaría de enviarle a limpiar las manchas de sangre sobre el piso más tarde) le había arrastrado hacia la habitación, sin mucha resistencia de su parte, y le había arrojado sobre el pequeño colchón en el fondo de la pieza.
Y luego de eso, sin importar sus gritos o sus lágrimas, Renkotsu no se había detenido durante mucho rato. Hasta que, sintiéndose él mismo agotado y tras haber visto que Bankotsu no hacía ya mucho para defenderse, se había desplomado sobre su cuerpo.
Y ahora esto...
Le repugnaba cada recuerdo. Cada sensación. Cada vez que los labios fríos se posaron sobre la piel de su cuerpo o los molestos dientes se enterraron en su carne blanda. Cada uno de sus roces. Cada cicatriz. Todo, todo le asqueaba.
Le dolía también cada miembro y ni siquiera quería tener que pensar en ponerse de pie ese día. Así que bostezó nuevamente, se reacomodó dentro del persistente abrazo de Renkotsu, e inclinando el rostro hasta que su frente se apoyó sobre un trozo de sábana limpia, volvió a cerrar sus ojos.
Seguramente todavía era muy temprano y los demás llegarían más tarde.
En todo caso, nadie se atrevería a entrar a su habitación sin su consentimiento.
Aunque el beso que depositó Renkotsu en aquél momento sobre la piel de su hombro le hizo saber que aquello no aplicaba con él.
×
Observando con ojos curiosos cómo la piel recubría el cuerpo pequeño de Mukotsu, Jakotsu se inclinó frente a su compañero.
Suikotsu se había vuelto para no ver lo que sucedía desde el momento en que la sangre comenzó a recubrir los huesos carcomidos y una sensación de náuseas le había dominado.
"Ohayou, Mukotsu-san." sonrió el capitán, cuando los ojillos redondos de Mukotsu le miraron, asustados. Y sin mucha alegoría le arrojó un par de prendas blancas parecidas a las que usó en algún momento de su vida.
Rato después se encontraron los caminando de vuelta hacia la aldea destruída, rodeados de las preguntas histéricas del más pequeño y de las risas de Jakotsu.
La mirada verdosa del espadachín se levantó hacia el borde del bosque, sonriendo, y comenzando a desesperarse por regresar a casa.
No quería imaginar lo que podría haber sucedido entre Bankotsu y Renkotsu mientras no habían estado.
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No se había acercado a él en toda la noche, pero tampoco se había alejado tanto. Le molestaba aceptarlo, pero había permanecido atento a cualquier clase de youkai que pretendiese acercarse a ellos mientras que él seguía durmiendo, y muy en el fondo, el hecho de no haber dormido nada para poder vigilar su sueño (aunque él insistía en que simplemente no estaba cansado) le asustaba.
Entonces, repentinamente, le vio moverse y sus ojos dorados se arrastraron completamente hacia él. Pero aún así no se movió.
Todo su cuerpo pareció sacudirse por un ligero temblor. Los ojos púrpuras se abrieron, débilmente, con un parpadeo rápido seguido por un quejido de incomodidad.
Hubiera deseado ir hasta él, darle un puñetazo por haberle hecho perder su tiempo de aquél modo y gritarle que ya no lo necesitaba así que podía largarse con Inuyasha o cualquier otro que estuviese dispuesto a soportarle, pero no pudo...
La mirada violeta se topó con la suya en ese momento, opacada por el cansancio y el dolor, y se sintió repentinamente asustado.
Miroku le sonreía.
"¿Estoy muerto?" le escuchó preguntar, con su voz calmada y un dejo de agotamiento.
Se limitó a girar el rostro y a sonreír él también, irónico.
"¿Te parece?"
El houshi rió, entre dientes, pero no se levantó.
"Solamente me preguntaba cómo era posible que alguien tan hermoso existiera..."
Los ojos de Sesshoumaru se ensancharon en ese instante, de golpe, y su rostro se volvió hacia el monje acurrucado fetalmente sobre el suelo.
"Para que sea posible, debo de estar muerto..."
"¿Q-qué..?"
La sonrisa de Miroku se decoloró, ligeramente.
"...o tan bello ángel no estaría aquí conmigo..."
Luego su respiración se volvió constante nuevamente, pausada, y su voz se consumió con el sonido del viento entre los árboles.
Sesshoumaru se quedó de pie a pocos metros de él, viéndole con el cejo fruncido y los ojos bien abiertos. Había una incómoda sensación de calor en sus mejillas pero no se preocupó mucho por eso, sino por el hecho de que el maldito ningen se había atrevido a hablarle de una forma tan familiar.
Se incorporó y dio un paso hacia él, irritado, dispuesto a darle lo que se merecía por hablarle como si fuesen de la misma especie.
"¡Nin-!"
El desagradable aroma de Inuyasha acercándose rápidamente desde el sur le hizo detenerse, levantar la mirada y componer un gesto de ira.
Tal vez iba siendo hora de recordarle a ese híbrido quién era el hermano mayor ahí.
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"¡¡Aniki!" sonriendo, Mukotsu se adelantó a los otros dos, a pasos largos y agitando un brazo hacia el joven sentado en el pórtico de una vieja posada, con el largo cabello negro suelto y sin su armadura encima.
Era algo extraño ver a Bankotsu yendo por ahí como si acabara de levantarse, pero no fue ningún inconveniente ni para Jakotsu ni para Suikotsu, quienes enrojecieron violentamente con la vista de los hombros desnudos entre el haori semiabierto.
"¡Ora, Mukotsu!" Bankotsu le devolvió el saludo, sacudiendo su mano derecha también desprovista de protectores. "¡Cuánto tiempo!"
Mukotsu rió, alegre, y se detuvo al llegar con él.
Jakotsu y Suikotsu se detuvieron también, a pocos pasos de ellos, y distraídamente fijaron la vista en la porción de piel visible de su líder.
"Estaba preguntándoles a Jakotsu y Suikotsu cómo pasó todo, pero no me han dicho nada."
"Ah, eso es porque no debiste preguntarle a ellos." sonrió el más joven, incorporándose torpemente y apoyando una mano en uno de los pilares de madera de la entrada. "Recuerda que aquí las preguntas se me hacen a mí."
"Gomen." respondió el farmacéutico, encogiéndose de hombros. "Me han dicho que Ginkotsu y Renkotsu no oo-aniki estaban con usted."
La sonrisa de Bankotsu tembló ligeramente, pero no tardó en recomponer el gesto de su rostro y hacerse a un lado para dar paso libre a Mukotsu hacia la casa.
"Están adentro. Puedes ir a buscarlos."
"¡Oh, no es necesario! También deseaba hablar con usted."
El líder cabeceó, lanzó una mirada a sus otros dos soldados y les sonrió, amablemente.
"Les iría bien un baño a ustedes dos."
Ruborizándose todavía más, el espadachín y el médico asintieron precipitadamente y entraron a la casa detrás de los otros dos, a pasos largos.
"Por cierto, Mukotsu." comenzó Bankotsu, andando con unos pasos lentos que no pasaron desapercibidos para Jakotsu. "Tus materiales están disponibles en tu habitación para el momento en que desees comenzar a trabajar."
La mirada del farmacéutico se iluminó de golpe y sonriendo, se detuvo.
"¿P-Puedo ir a...?"
"Seguro." asintió el líder, riendo entre dientes. "No esperaba otra cosa."
"¡Bien!" pero cuando Mukotsu iba ya a medio corredor, el sonido de pasos en el otro extremo le hizo detenerse, y con él a todos los demás. "¡Renkotsu no Oo-aniki!"
La figura alta del subcomandante apareció al final del pasillo, caminando hacia ellos, y viendo a Mukotsu cerca de él le sonrió ligeramente.
"¿Cómo has estado, Mukotsu?"
Haciendo una ligera reverencia, Mukotsu caminó hacia él.
"No han pasado muchas cosas... Bankotsu no Oo-aniki me dijo que podía ver mi habitación."
"Ah." moviéndose hacia un costado, Renkotsu señaló el corredor adyacente. "Es la tercera puerta a la izquierda. Tus cosas están en el armario de la ropa."
"¡Arigatou!" luego el farmacéutico desapareció por el corredor adjunto ante la mirada curiosa de los demás.
"Jakotsu, Suikotsu." saludó Renkotsu, caminando hacia ellos con una sonrisa en sus labios. Suikotsu sonrió también, tímido, y le devolvió el saludo, y Jakotsu frunció ligeramente el cejo antes de saludarle también.
Bankotsu no dijo nada. Permaneció de pie frente a ellos con la mirada puesta en ninguna parte y los puños ligeramente apretados.
"Llegan a tiempo para la comida." dijo el herrero, deteniéndose frente a ellos.
"En ese caso iré a darme un baño." sonrió el doctor, haciéndose paso y caminando hacia su habitación a pasos largos.
Los ojos negros de Renkotsu se posaron en Jakotsu entonces, sin borrar la sonrisa de sus labios.
"¿Y tú no deseas bañarte?"
"...yo..." las mejillas del capitán enrojecieron ligeramente al recordar el último baño que se había dado, y viendo de reojo a Bankotsu, notó que éste se ruborizaba también, casi de forma tangible.
Y al parecer Renkotsu lo notó, porque cortó la distancia entre ellos y sonriendo puso una mano sobre el hombro del líder.
"Aniki, preparé su comida favorita." exclamó, alegre, antes de revolverle el pelo con esa misma mano. "Así que lo mejor sería que usted también fuese a tomar un baño."
Pero Bankotsu permaneció en silencio, con la mirada perdida en algún punto indefinido del piso.
"Aniki..."
La mano de Jakotsu tratando de tocar el brazo de su líder fue interrumpida cuando Renkotsu le abrazó, sonriendo, y empezó a caminar hacia el baño a grandes trancos, casi arrastrando a Bankotsu.
"¡Vamos, le ayudaré a tallar su espalda!" exclamó, riendo, y el rostro entero de los otros dos enrojeció abruptamente.
Y tras un par de segundos de haberles visto desaparecer con destino al baño, Jakotsu sacudió su cabeza y echó a correr detrás de ellos.
No estaba muy seguro, pero Bankotsu estaba comportándose de forma extraña.
Tal vez todavía estuviese enfadado con él por lo de la otra noche, pero...
¿Por qué caminaba como si cada paso le lastimase?
×
Encontró a Suikotsu dentro del agua, en una esquina apartada, con los ojos cerrados y las mejillas ligeramente enrojecidas.
Su ropa estaba cerca del borde del baño termal, doblada en varias partes y cerca de sus sandalias.
Y a pocos pasos de ahí, ante la mirada agitada de Jakotsu, Renkotsu o Suikotsu, estaba Bankotsu, sacándose el haori por los brazos.
Los ojos verdosos del capitán se ensancharon enormemente, aterrados, cuando alcanzó a percibir varias marcas sobre toda la piel del más joven. Sobre sus hombros, sobre su cuello (no se había fijado bien en el momento en que llegaron ya que estaba muy lejos) y sobre el resto de su torso. Trozos de piel oscurecidos, enrojecidos o con marcas de heridas a medio cicatrizar que asustaron enormemente a Jakotsu.
Era casi como si Bankotsu hubiese sido golpeado por montones de piedras o como si fueran...
Sus mejillas se ruborizaron todavía más cuando pensó en aquella posibilidad, y sacudiendo su cabeza trató de alejar tan extravagantes ideas de su mente, pero cuando Bankotsu entró en el agua y Renkotsu se sentó cerca de él, el corazón de Jakotsu pareció sacudirse, estremecerse y repentinamente estallar.
Los ojos azules se enterraron en los suyos en ese momento, oscurecidos por algo que él no supo reconocer, cuando el brazo de Renkotsu envolvió sus hombros y con una sonrisa de triunfo y una mirada fría posó sus labios sobre el cuello delgado del joven líder.
Todo pareció girar en torno a Jakotsu. Las imágenes estaban comenzando a verse borrosas frente a sus ojos y pronto se dio cuenta de que había empezado a llorar.
La mirada azul de Bankotsu todavía estaba puesta en él, y había en aquellos ojos vacíos tanto al mismo tiempo, gritando, llorando, completamente aterrorizados.
La boca de Renkotsu cubrió los labios del más pequeño y éste, frunciendo el cejo, cerró sus ojos y le dejó proceder.
En aquél momento sus miradas se desconectaron. Renkotsu seguía sonriendo, y lejos, Suikotsu se había hundido en el agua sin decir nada.
Pero había algo dentro de su pecho, lastimando, rasgando. Rompiendo cada tendón y cada fibra de su corazón.
Y le dolía tanto...
Ahora comprendía bien por qué Bankotsu le había rechazado en aquél momento...
×
"¡¡Quiero que me entregues a Miroku!" la voz de Inuyasha estaba cargada de ira. Le aterrorizaba la idea de que Sesshoumaru pudiese haberle hecho algo en el tiempo en que estuvieron solos, y ahora estaba completamente dispuesto a llevárselo aunque fuese a la fuerza.
Pero los ojos dorados de su hermano se enterraron en los suyos, despectivos, antes de que una risa burlona se escapara de sus labios.
"¿Cuánto has tenido que correr para poder alcanzarnos, Inuyasha?" sonrió el taiyoukai, fríamente, al mismo tiempo que caminaba hacia él. Se había puesto inconscientemente frente a Miroku y ahora le cubría de la vista del hanyou con su propio cuerpo.
Inuyasha apretó sus puños, irritado.
"¡¡¡Voy a llevármelo conmigo!"
Sesshoumaru volvió a reír, en voz alta, y su mano tanteó suavemente el mango de Toukijin.
"¿Para qué lo quieres?" inquirió, con una voz arrastrada que le asustó incluso a él. Estaba dispuesto a dejar que Inuyasha se llevase a aquél humano que a final de cuentas no había sido más que un estorbo, pero algo muy dentro de él le había obligado a tomar su espada mientras le gritaba una y otra vez que, al menos por el momento, aquél humano le pertenecía solamente a él.
"¡¡¡No sé qué demonios pretendas, pero Miroku se ha enfermado por tu culpa y no voy a dejarle ni un minuto más contigo!"
Arqueando una ceja, Sesshoumaru sonrió.
"¿Acaso me estás amenazando, Inuyasha-chin?"
Las mejillas de Inuyasha enrojecieron. Hacía más de sesenta años que Sesshoumaru no...
Sacudiendo la cabeza para alejar de su mente recuerdos estúpidos, desenfundó a Tetsusaiga y la blandió frente a él con un movimiento rápido.
"¡Estoy hablando en serio, Sesshoumaru! ¡Quítate de mi camino!"
"¿¿O si no qué, Inuyasha? ¿Vas a matarme?"
"¡¡¡Eso voy a demostrártelo!"
"¡Sólo inténtalo, maldito híbrido!"
Pero entonces, nuevamente, cuando ambos se iban a arrojar uno sobre otro, Miroku despertó, violentamente, y se incorporó de golpe sobre sus rodillas.
Respiraba agitadamente, tenía los ojos violetas fijos en los dos demonios frente a él que le miraban con sorpresa y todavía se sostenía la mano derecha con fuerza.
"¡S-Sesshoumaru-sama!"
Ahí estaba de nuevo. El taiyoukai se sintió hinchar de orgullo aunque no entendía por qué y una sonrisa se dibujó en sus labios. Estaba volviéndose para ver a su hermano, cuando los pasos de Inuyasha se precipitaron hacia el houshi sobre el suelo y con brusquedad le abrazó, casi volviendo a arrojarle sobre el piso.
"¡¡¡Miroku!"
Los ojos de Miroku se ensancharon cuando vio la mancha roja arrojarse sobre él y su cuerpo se sacudió debajo del otro. Sus ojos estaban fijos todavía en el taiyoukai que le miraba a él también a algunos metros de distancia pero no tardó mucho en darse cuenta de que había alguien abrazándole. Alguien de pelo plateado y que usaba un traje hecho por piel de las ratas de fuego.
"¿I-Inuyasha...?"
El rostro del hanyou apareció dentro de su campo de visión, sonriéndole, y sintió cómo una de las garras de éste le tocaba suavemente el pelo.
Se ruborizó entonces, aturdido y sin comprender bien qué hacía Inuyasha ahí, pero no pudo reprimir la sonrisa que se dibujó en sus labios en ese momento.
"Han pasado muchos años, bouzou..." dijo Inuyasha, en voz baja, y sin saber bien por qué se ruborizó él también.
Miroku no había cambiado nada. El mismo rostro apacible apenas un poco más maduro. El mismo pelo negro y lizo. La misma vestimenta... Y con Inuyasha el tiempo parecía no pasar nunca. Se miraron un momento, sin dejar de sonreír, hasta que el carraspeo irritado de alguien cerca de ellos les hizo romper el contacto momentáneamente.
Sesshoumaru les observaba con una mirada de profunda ira. La piel de los nudillos se le había puesto más blanca que de costumbre y apretaba el mango de Toukijin entre su puño de forma histérica.
Miroku le miró, y con el cejo fruncido Inuyasha hizo lo mismo.
"¿¿Por qué sigues aquí?" gruñó éste último, irritado, y los ojos púrpuras del houshi se clavaron en él. "Te dije claramente que no me interesaba lo que estuvieras tramando, pero que iba a llevarme a Miroku conmigo."
Sesshoumaru no respondió. Se limitó a mirarles con odio, pero de todos modos no se fue.
"¡Además Miroku no se encuentra en condiciones para lo que tú desees, así que puedes irte largando y dejarnos solos!"
Nada.
El monje se ruborizó un poco más, asustado, y tomando suavemente a Inuyasha por los hombros, quien estaba sentado a horcajadas sobre su cintura, le sonrió ligeramente.
"Inuyasha... no te preocupes, ya me siento mejor..."
"¡Mentira!" exclamó el hanyou, mirándole. "¡¡Apenas anoche estabas ardiendo en fiebre y...!" tragándose sus palabras, vio con asombro un recipiente hecho de bambú tirado cerca de ellos, en el suelo. A algunos metros se encontraba el cuerpo muerto de un jabalí y más allá algunos otros animales que no había notado cuando llegó.
Esos mismos eran los que su madre usaba cuando él enfermaba. Los que había usado él mismo cuando Kagome... ¿Pero cómo...?
Se estremeció al sentir la mirada fría de Sesshoumaru en su nuca, y al percatarse de que Miroku también le miraba a él, se ruborizó furiosamente.
¡¡No podía ser!
"¡Masaka!" exclamó, saltando abruptamente hasta quedar de pie. "¡N-no me digan que ustedes dos...!"
Sonriendo, Miroku le miró. Tenía las mejillas débilmente enrojecidas pero ninguno de ellos pudo decidir si era por la fiebre o por alguna otra cosa. Sesshoumaru se limitó a girar el rostro hacia un costado, indiferente.
Pero cuando las palabras de Inuyasha se terminaron, ambos le miraron al mismo tiempo, con los ojos ensanchados y las bocas entreabiertas.
"¡¡¿USTEDES DOS ESTÁN JUNTOS!"
Ruborizándose violentamente, Miroku extendió sus manos hacia el frente y sacudió su cabeza de forma frenética.
"¡¡¡¡IIE!" gritó, mirándole con un gesto de horror en el rostro. "¡¡¡No es así!"
Inuyasha casi pareció suspirar de alivio ante la mirada de irritación de su hermano mayor.
¡¿Cómo se atrevía siquiera a sugerir que el gran Sesshoumaru se rebajaría a tomar a un asqueroso humano como compañero!
"En todo caso..." continuó el hanyou, extendiendo una mano hacia Miroku para que se pusiera de pie. "...nos iremos..."
"¿Q-qué?"
"No comprendo qué haces con este idiota, pero no voy a dejarte un solo segundo más con él."
"...Inuyasha..."
"Tal vez..." sin volverse para verlo, Inuyasha se encogió de hombros. "...tal vez hayas ayudado a Miroku, aunque no entiendo con qué objetivo... así que me gustaría que me lo explicaras de una vez..."
No hubo respuesta. El houshi inclinó la mirada, mordiéndose el labio inferior e inseguro respecto a qué hablaban, y el taiyoukai gruñó algo entre dientes.
"Haz lo que quieras." dijo, en voz alta, y los otros dos le miraron, uno con el cejo fruncido y el otro con una expresión de sorpresa. Les dio la espalda y empezó a caminar lejos de ellos, pero la voz de Miroku llamándole le hizo detenerse sin su consentimiento.
"¡Sesshoumaru-sama! ¡Espera!"
Hubo un momento de silencio mientras que Inuyasha les miraba, confundido.
"¿Q-qué sucederá con...?"
"Eso es algo que sólo me concierne a mí, ningen." repuso Sesshoumaru, apretando el mango de su espada de forma involuntaria y girando el rostro. "De todos modos no me has servido para nada hasta el momento."
"...Sesshoumaru-sama..."
Estuvo a punto de volverse, arrojar a Inuyasha lejos y tomarle nuevamente dentro de su abrazo, pero, aterrado, se resistió a éste deseo y volvió a echar a andar, a pasos largos.
Tal vez así sería mejor. Después de todo Inuyasha y él habían estado juntos desde mucho antes, y en aquél momento le resultaría incómodo llevarle consigo. Porque era peligroso. Porque tal vez él había sido el culpable de que se enfermase y porque, en el fondo, le asustaba el hecho de reconocer que tenerle tan cerca le había resultado placentero.
Dando un salto largo se mantuvo suspendido en el aire y se alejó apresuradamente de aquél lugar, enfadado, cansado y deseando volver a escucharle llamándole y sentirle sosteniendo suavemente la tela de su ropa.
De todos modos, aquello ya habría quedado en su pasado.
Ahora sería oportuno ir en busca de Rin y Jaken.
×
Notas: bueh o.o aquí termina la historia entre Miroku y Sesshoumaru :3 porque como ustedes saben yo prefiero la pareja de Inuyasha y Miroku y... bueno :P
¬¬ No, es mentira. Ya sé lo que va a suceder entre estos tres, pero por el momento así está bien. Y si se preguntan por qué Bankotsu está portándose de una forma tan pasiva, pues o.o... habrá que ver :3 ya me voy, dejen reviews!
Ps.– Por si no se dieron cuenta, tanto en el capítulo anterior como en éste, cuando Miroku comenzó a comportarse raro con Inuyasha y Sesshoumaru fue porque los confundió con chicas XD No se emocionen todavía porque falta mucho fanfic que escribir o.oUu...
