Disclaimer: Inuyasha le pertenece a Rumiko, no me pregunten. ¡De ser mío, todo el Shichinin-tai estaría vivo! Como sea, yo sólo me entretengo manipulando los hilos en esta historia.

Advertencia: Shounen Ai. No es muy fuerte, pero aquí está.

Pairing: Jakotsu x Bankotsu. Inuyasha x Miroku.

Capítulo 15.- Remembranza.

------------------------------

Realmente había pasado mucho tiempo.

Más del que él hubiese deseado o sentido correr, en su condición sobrenatural, desde que se vieron por última vez...

En aquél momento Miroku les había mirado, sonriendo, y palpando cariñosamente su cabeza (había tomado un extraño hábito de tratarle como a un chiquillo, aunque él no podría decir que le desagradase) les había dicho que tenía asuntos pendientes que resolver en casa.

Eso fue tres semanas después de que Kagome se marchara. Sango había estado ausente desde mucho antes de eso (no podía culparla, le había afectado mucho sepultar el cuerpo de su hermano menor) y Shippou solamente había pedido que le llevase algo al volver.

Pero él había visto dentro de sus ojos que, pese a que el houshi realmente pensaba regresar, nunca iban a volver a verse...

En ese momento le había abrazado, tan repentinamente que asustó a los demás, y cabeceando había dicho que no se preocupara por ellos porque iban a estar bien.

Aún podía recordar la sonrisa en los labios de Miroku en ese momento. El tacto de sus manos sobre su torso y el alarmante beso fraternal que había depositado sobre su frente.

Y Sango... Sango no había dicho nada. Ella se marchó al día siguiente, en silencio, e Inuyasha no pudo culparla.

Supuso que el compromiso con Miroku seguía en pié, pero en los ojos oscuros de la joven asesina había visto tantos sentimientos mezclados que sintió miedo de preguntar.

A ella...

Pero ahora Miroku estaba nuevamente con él, dormitando a su lado y aún débil tras el repentino golpe de un resfriado.

"Al parecer Miroku-sama no ha comido nada desde hace un par de días", había dicho Myouga, y la sensación de ira acumulándose en su interior se multiplicó por millones.

Ese maldito de Sesshoumaru...

Sus ojos dorados encontraron el perfil pálido del monje, oscurecido por las sombras de la noche, y la repentina necesidad de tocarle le inundó violentamente.

Quería que Miroku despertara. Tenía tantas preguntas que hacerle... tantas cosas que decirle. Todo lo que había pasado mientras él no estaba... Deseaba saber cómo le había ido. Cómo se encontraba su maestro, su esposa...

Una desagradable sensación se acumuló en su estómago cuando le visualizó en compañía de una joven mujer (una miko, seguramente, dada su condición) y algunos niños pequeños, pero se enfrentó a ella con un movimiento brusco de su cabeza.

-Ten un hijo conmigo...

Y entonces aquellos labios sobre los suyos, calientes y húmedos... tan suaves y tan atrayentes que en ese momento se sintió incapaz de alejarlos de él... porque en realidad había sentido deseos de tomarle por la cintura y besarle él también, desesperadamente, sin importar si Miroku le había tomado por una mujer o lo que fuese.

"¿Inuyasha?"

Jadeó cuando se dio cuenta de que el houshi había despertado, y ruborizándose fuertemente sacudió otra vez su cabeza antes de inclinar la mirada.

Dos ojos violetas le devolvieron el gesto desde un nivel inferior, sobre el pasto recién nacido que forraba el pie del árbol en el que habían acampado, y nuevamente la imagen de un Miroku padre de familia le atacó con vehemencia, casi aterradoramente.

"Hey." saludó, con una voz rasposa. "Que bueno que despiertas... estaba considerando seriamente el comenzar a cavar una fosa." Su broma no le hizo ninguna gracia, pero en cambio Miroku rió, entrecortadamente, y se incorporó hasta quedar sentado a su lado.

"¿Cuánto tiempo dormí?" inquirió, bostezando y palpándose a sí mismo la frente. Su temperatura había regresado a la normalidad pero todavía le dolía la cabeza. Las náuseas tampoco habían desaparecido del todo y el cuerpo todavía molestaba, pero fuera de eso se sentía mejor. Descubrió a Inuyasha mirándole fijamente, con las manos puestas entre las piernas flexionadas y el largo cabello plateado escurriéndole sobre los hombros.

Así que le sonrió, amablemente, y por reflejo puso su mano derecha sobre la cabeza del hanyou y le sacudió el pelo cariñosamente.

Inuyasha se ruborizó ligeramente y casi estuvo a punto de ronronear (si hubiese sido un gato seguramente en aquél momento se encontraría tumbado a sus pies) cuando la mano de Miroku se escurrió por su nuca, sobre su cabello. Entonces repentinamente se hizo a un lado, irritado y con el rostro fuertemente sonrojado.

"¡No me trates como a un niño!" ladró, y los ojos púrpuras le miraron, sorprendidos.

"G-Gomen nasai..." se disculpó el houshi, encogiéndose de hombros. "No sabía que te molestaba..."

Se había vuelto a olvidar de que, pese a que Inuyasha aparentaba algunos años menos que él, era por mucho bastante mayor. Pero era sólo que siempre que le veía de aquella forma, tan vulnerable y casi pidiendo por un poco de cariño, algo se acumulaba dentro de su pecho y le impulsaba a acariciar su cabeza, abrazarle o simplemente tomar su mano de forma amistosa.

No creyó que a él le incomodase porque habían pasado varios meses desde que empezó a dejarse llevar por sus impulsos y jamás recibió protesta alguna...

Pero de pronto el cuerpo del hanyou se desplomó sobre su regazo, casi de forma infantil, y suavemente envolvió sus brazos alrededor de la cintura del monje, quien jadeó en sorpresa.

"N-No me molesta..." balbuceó el híbrido, apretando ligeramente su abrazo y enterrando su rostro en el regazo del humano. "Sólo me resultó extraño después de tanto tiempo..."

La sonrisa regresó a los labios del houshi, y en silencio llevó nuevamente su mano hasta la cabeza plateada. Sus dedos se enterraron dentro de los largos filamentos de cabello blanco y se encorvó ligeramente hasta que con la otra mano alcanzó a tocar la espalda del hanyou.

Se quedaron un momento así, sin decir nada. El rostro de Inuyasha todavía ardía y el cálido tacto del vientre del monje contra su mejilla acompañado de los movimientos suaves sobre su cabeza y su frente no estaban ayudando en nada.

Pero no se movió. Ninguno de los dos. Parecían encajar tan bien de aquél modo, y aunque Inuyasha se moría por comenzar a preguntar, decidió que por un momento eso era todo lo que necesitaba.

"Sigues siendo el mismo de antes, Inuyasha..." fue Miroku el primero en hablar, luego de varios minutos en silencio, y la cabeza de éste se movió sobre su regazo, hasta que pudieron verse a los ojos. Sonrió ligeramente y sus dedos tocaron una de las orejas del hanyou, quien se encogió de hombros y gimió audiblemente.

"¿C-cómo te sientes?" consiguió balbucear el más joven (considerando que los cincuenta años prisionero en el Go-Shin-Boku no hubiesen pasado), soltando su abrazo e incorporándose hasta quedar sentado sobre el regazo del houshi.

"Mejor, gracias." sonrió el monje, moviendo nerviosamente sus manos cerca de las de Inuyasha. "En realidad no sé qué sucedió, pero..."

"Myouga me dijo que no habías comido en varios días y por eso te desmayaste."

Las mejillas de Miroku enrojecieron ligeramente e inclinó la mirada. Es cierto que hacía un par de días que no conseguía comer nada pero nunca antes se había derrumbado por tan poca cosa...

"Fue Sesshoumaru, ¿Verdad?"

Sonrió. Casi podía escuchar la regañina que el hanyou estaba por ponerle.

Pero de pronto aquellas manos tomaron las suyas y suavemente el cuerpo de Inuyasha se apoyó sobre su pecho, sumiso.

"¿Por qué estabas con él?"

Ensanchando sus ojos, por primera vez Miroku no supo qué contestar.

------------------------------

Los labios de Renkotsu eran amargos y fríos. Incluso si era porque ambos estaban muertos, pero no encontró ninguna clase de calidez en el beso. Mucho menos porque aún podía sentir la mirada de Jakotsu sobre sí, insistente.

Jadeó y sintió cómo la lengua del subcomandante aprovechaba su descuido para colarse dentro de su boca bruscamente, azotando con violencia la suya y empujándole contra la roca caliente a su espalda.

No deseaba hacerlo y no podía comprender cómo era que estaba permitiendo una situación así. Sus manos se hicieron camino por el pecho del subcomandante, tratando de empujarle, pero ante la aparente caricia sólo consiguió que Renkotsu gimiera ligeramente y lo apretara más contra la roca, quemando.

Quiso gritar en ese momento, aventarle lejos y salir de ahí. Tomar a Jakotsu por las manos y decirle que todo aquello no era más que un error... un horrible error...

Pero entonces el recuerdo de aquél beso, tan dulce, tan suave, tan diferente a los suministrados por el cañonero reventó en su cabeza, aturdiendo, y se desplomó sobre el cuerpo de Renkotsu, quien le abrazó casi de inmediato.

Sus ojos azules se abrieron cuando los labios del mayor se separaron de los suyos y pudo sentir la respiración caliente sobre sus mejillas, agitada.

Veía a Jakotsu arrodillado todavía en el otro extremo, por encima del hombro del comandante, y encogiéndose sobre sí mismo deseó que nada hubiese sucedido... entonces el cuerpo delgado del capitán se incorporó, y lanzando una última mirada, salió del baño a pasos largos.

Cuando quiso seguirle la mano de Renkotsu tirando de su brazo le golpeó una vez más contra la pared, e irritado le propinó un golpe que el otro consiguió detener, con una sonrisa burlona.

"Hay cosas que debe entender, aniki..." sus labios acariciaron suavemente la frente de Bankotsu, y éste jadeó en repugnancia. "...que el más fuerte debe estar con el más fuerte es una de las lecciones que tendré que enseñarle..."

¿Pero qué había entonces de los sentimientos que guardaba dentro de su pecho?

Jakotsu no lo entendería. Renkotsu tampoco...

Cerró sus ojos y le vio nuevamente saliendo de los baños, dentro de la oscuridad de su memoria. Y en sus recuerdos pudo ver que él estaba llorando...

------------------------------

"¿Estás enojado?" la voz suave de Miroku le golpeó el cuello cuando éste se sentó a su lado, entre las raíces del viejo árbol. Un delicioso escalofrío recorrió su cuerpo conforme la respiración del houshi bajó por la piel de su nuca, pero fingió no darse cuenta.

Se reacomodó para darle espacio. Hacía algunas horas que habían cenado y ahora las primeras estrellas comenzaban a salpicar ya el cielo rojizo del atardecer.

Cabeceando, miró a su amigo de reojo. Miroku seguía sentado junto a él, con las rodillas flexionadas y la mirada fija en el horizonte.

"Sólo quiero que me digas por qué estabas con él.."

Sonriendo, Miroku se volvió para verlo.

"Ya te lo dije. Teníamos algo que hacer..."

Inuyasha ladró, irritado, y volvió a levantar la cabeza en un gesto arrogante.

"No creas que soy estúpido. Sé que Sesshoumaru jamás se rebajaría a recibir voluntariamente la compañía de un ser humano. Él te obligó a algo, ¿No es cierto? Además tú tampoco hubieras..."

"No puedo decirte que me obligó." susurró el houshi, y su cabeza se reclinó en el tronco a su espalda. "Pero tampoco es como si me hubiese dado muchas opciones..."

"¿Qué fue lo que sucedió?"

Miroku permaneció un momento en silencio, viendo fijamente el sol que parecía derretirse en la distancia. E Inuyasha lo miró a él, repentinamente fascinado con el efecto que la luz dorada producía dentro de las orbes violetas.

"Tú deberías saberlo, Inuyasha..." repuso de pronto el humano, y sus ojos parecieron endurecerse. "Ese es el motivo por el que estabas en aquél lugar, ¿No es cierto?"

Los ojos de Inuyasha se ensancharon y torpemente se echó para atrás. Hacía ya un rato que se había olvidado de su verdadero objetivo por dedicarse a cuidar de Miroku. Por la emoción que le provocó el volver a verle. Por la irritación a la presencia de su hermano...

No se había preguntado siquiera por qué habían venido ellos del sur, con la misma dirección por donde se suponía debió haber ido aunque en aquella aldea no consiguió ninguna embarcación.

"¿L-La Shikon no Tama?" alcanzó a balbucear, y entonces la mirada púrpura se posó sobre sí.

"Estabas buscándola, ¿Verdad?"

"No precisamente." respondió él, encogiéndose de hombros. El aroma desagradable de aquél demonio había desaparecido hacía mucho tiempo ya por lo que no había podido tomar un nuevo curso. "Pero había un youkai..."

"Sesshoumaru-sama también pudo olerlo." susurró Miroku, inclinando su cabeza. "En aquél momento yo volvía de hacer mi propia investigación cuando él llegó..."

Inuyasha miró a Miroku, con sus ojos dorados entrecerrados. Le estaba molestando que Miroku hablase de Sesshoumaru como si se tratase de un viejo amigo.

"Dijo que necesitaba que le indicase el sitio en donde la Shikon no Tama se encontraba, y que midiese el poder de aquél youkai con mis capacidades espirituales..."

"¡¡¿Te estaba utilizando!" chilló el hanyou, irritado, pero volvió a callarse cuando encontró a Miroku mirándole, sorprendido.

Riendo ligeramente, el houshi se frotó la nuca con una mano.

"Sí... bueno, algo así... solamente me pidió un favor y yo acepté ayudarle.." la mirada que recibió de Inuyasha no fue muy agradable, pero él se limitó a sonreírle.

"En todo caso." refunfuñó el híbrido, poniendo sus manos entre sus rodillas flexionadas en posición canina. "¿Pudieron encontrar a ese demonio?"

El monje negó con su cabeza, levemente.

"No, pero llegamos al Shikonji."

Las orejas de Inuyasha se agitaron cuando escuchó a Miroku mencionar aquél sitio.

"Ese es el templo en donde se encuentra la Shikon no Tama, ¿No?"

"...Iie..."

"¿N-Nani?"

El rostro de Miroku compuso un gesto indefinido, casi melancólico, y sus manos se encontraron sobre su regazo.

"La Shikon no Tama no estaba... nunca estuvo ahí."

Riendo entre dientes, Miroku inclinó su cabeza.

"El Shikonji estuvo vacío todo el tiempo... porque la Shikon no Tama fue destruida después de que fue completada por segunda ocasión..."

No quería ver la expresión en el rostro de Inuyasha. Estaría enojado, seguramente. Pero eso fue lo que aquella mujer le dijo...

"Fue traída aquí, pero por decisión común nos encargamos de destruirla... ahora no queda más que el recuerdo y el alma liberada de Midoriko, la sacerdotisa muerta... Sin embargo sigue existiendo en esencia, y ese es el único motivo por el cual el Shikonji fue construido en primer lugar."

Pero, si aquella criatura estaba buscándola...

"Ya veo." fue todo lo que Inuyasha dijo, y los ojos amatistas del monje le miraron, curiosos. Se había esperado al menos una grosería de su parte, pero en cambio el joven hanyou estaba sonriendo. "Al menos Sesshoumaru no te lastimó... aún más.."

El houshi le dedicó una sonrisa en vuelta, y suavemente una de las manos de éste se posó sobre su cabeza, acariciando cariñosamente el cabello plateado.

Inuyasha cerró sus ojos y Miroku hubiese podido jurar que por un segundo había estado a punto de ronronear.

"..me da gusto poder volver a verte incluso si se trata de una situación como esta, Miroku..." el nombre del houshi se escapó de los labios de Inuyasha casi con un suspiro, y la sonrisa se ensanchó en los labios del otro.

"...Inuyasha..."

Repentinamente el cuerpo del más joven se dejó caer sobre el suyo, pesadamente, y la cabeza de Inuyasha se apoyó sobre su hombro izquierdo mientras los dedos de Miroku se enredaban suavemente entre los mechones de pelo blanco.

Le gustaba mucho...

"Me hacías falta..." escuchó balbucear a Inuyasha, y sorprendido, sintió cómo sus mejillas enrojecían débilmente. "..tú... Kagome, Sango.. Shippou... todos se fueron..."

"¿Entonces Kagome-sama ya no...?"

"Nadie volvió..." rió Inuyasha, pesadamente, y se ruborizó también. "Deseé volver a verlos, pero debía quedarme con Kaede... y tú habías prometido regresar, así que te estuve esperando todos estos años..."

Se quedaron callados un rato, hasta que de pronto los brazos del hanyou volvieron a cerrarse alrededor de la cintura del humano, quien jadeó apenas audiblemente.

"¿Por qué no regresaste, Miroku?"

Había un tono desesperado en su voz que le lastimó.

En aquél entonces... claro que había tratado de volver... Lo deseó con toda su alma... pero su maestro se empeñó en tenerle cerca, después de haber aceptado alumnos nuevos, que su vida cambió y tuvo que hacerse a la idea de que, si ellos le extrañaban, irían a buscarle.

Pero nadie fue, y aceptar que no le necesitaban fue lo único que pudo hacer. Atendiendo nuevos estudiantes, chicos como él que venían de varias partes para convertirse en monjes. Así que no pudo volver...

Pero ahora estaban nuevamente juntos, pese a que Kagome, Sango y Shippou no estaban con ellos, y así pretendía que se quedaran. Incluso si Sesshoumaru le hubiese necesitado, eso ya no importaba. Él no importaba.

Entonces devolvió su abrazo, casi asustando a Inuyasha, y su rostro se hundió dentro del cabello plateado del hanyou entre sus brazos.

"Perdóname, yo no quise..."

Escuchó a Inuyasha suspirar, y estremeciéndose, se recargó sobre el árbol. Los brazos del demonio permanecieron en torno a su torso varios minutos más, ambos simplemente abrazados sin decir nada, hasta que nuevamente la voz quebrada de Inuyasha interrumpió el silencio:

"¿Y... cómo está Sango?"

Sonriendo, acarició suavemente la nuca del hanyou, quien se encogió dentro de sus brazos.

"¿Cómo voy a saberlo, si hace más de cinco años que no la veo?"

El corazón de Inuyasha pareció encenderse nuevamente en aquél momento, y asustado, presionó su rostro dentro del cabello negro del houshi.

De entre todas las respuestas que se había esperado aquella había sido la última...

..y sin embargo, pese a que le doliera admitirlo, la que había estado deseando escuchar desde un principio.

"Miroku..."

Le gustaba mucho decir su nombre, y secretamente, a Miroku le gustaba escucharlo llamándole.

------------------------------

Notas: ¬w¬ Ñehje! Pero ni se crean que las cosas van a quedarse como están XD pretendo hacerlos sufrir mucho, mucho uwu 8 Como sea. Ahí viene pronto una partecita dedicada a Suikotsu y más lagrimitas. Habrá que ver...