La Bruja Más Linda De Su Vida


24 de enero

Draco no sabía cómo se había metido aquí, realmente no lo sabía, si le preguntaras a su yo de dieciocho años dónde estaría a los veinticinco, te diría que en su mansión, casado, con un hijo en camino y haciéndose cargo del mundo, con una muy bonita esposa sangre pura de modales impecables y sonrisa permanente, cabello reluciente y unos padres orgullosos.

Y si a su yo de dieciocho años le dijeras que, en cambio, estaría viendo casas en una zona residencial un sábado por la mañana, naturalmente te diría que sí, que es lógico, bienes raíces y todo eso. Ahora, si le contaras que estaría en una zona residencial un sábado por la mañana acompañando a la bruja más linda de toda su vida, por la que sufre micro infartos cuando la ve sonreír, en un vecindario muggle, Draco te podría decir que es natural, porque es una bruja linda y él es un hombre débil a las brujas hermosas. Pequeños sacrificios, diría. Pero si le hablaras sobre esta bruja en particular, se reiría en tu cara, daría media vuelta tildándote de loco y se marcharía, o se desmayaría, dependiendo qué tanto le cuentes.

Bueno, suspiró Draco, mientras asentía con educación a lo que decía la mujer bajita, ni él mismo creía la situación en la que estaba metido en muchas ocasiones, justo en días como este, precisamente.

Escuchó su nombre en la otra habitación y Draco sonrió, excusándose. Metió las manos en los bolsillos y se asomó con curiosidad. Y sufrió otro micro infarto.

La bruja más linda de toda su vida estaba sonriéndole mientras extendía su mano y señalaba algo fuera de la ventana.

—¡Mira eso! —dijo con una gran sonrisa, brincando mientras Draco se acercaba. Señaló una pared cerca de la cocina y pasó sus dedos por unas pequeñas hendiduras. Sus ojos estaban brillantes mientras acariciaba la madera—. Sigue aquí.

Draco puso una mano en su espalda y la frotó con suavidad. Sintió el peso de la bruja más linda de su vida acurrucarse contra su pecho y suspirar. Ella le rodeó la cintura con los brazos y ocultó su rostro. Draco la abrazó y la dejó tener «su momento» como ella decía cuando las lágrimas de los recuerdos perdidos la golpeaban. La sintió soltar un suspiro y luego se alejó, una hermosa sonrisa en sus ojos.

—La quiero.

Draco asintió y miró las muescas de la pared: marcas de crecimiento.

La mujer bajita asomó su cabeza y les sonrió.

—¿Y bien? ¿Qué les pareció? Es una casa muy hermosa, en un excelente distrito escolar. Tiene tanta luz natural y un hermoso jardín… —les lanzó una mirada pícara—. Muy precioso para pequeños niños corriendo sin pisar las flores, pisos de madera natural y barandal, todos los ensambles son artesanales y originales. Claramente necesita unos pequeños arreglos, pintura nueva, pulir los pisos, pero está prácticamente habitable.

La mujer se detuvo y observó a su bruja pasar los dedos por las muescas.

—Decidimos no cubrir esas pequeñas cosas —explicó con una sonrisa—, creemos que le dan vida e historia a la casa. Ya si desea incluirla en la remodelación, podremos ocultarlas y…

—Así como está es absolutamente ideal —dijo su bruja llevándose las manos a su corazón y sonriendo—. Empecemos el papeleo; la quiero.

La mujer bajita sonrió y ladeó la cabeza, muy complacida.

—¡Por supuesto! ¡Vamos a la cocina!

Su bruja dio la vuelta y caminó hacia el mostrador, todavía absorta en sus pensamientos. Draco se aseguró que saliera de su rango y se giró a la mujer, poniendo una hermosa sonrisa en su rostro y los modales más exquisitos, pero la mujer se le adelantó con una sonrisa aún más afable.

—Quiero creer, Señor Malfoy, que seguimos con el mismo acuerdo ¿correcto? Sólo poner la mitad del valor en los papeles y todo a su nombre.

Draco asintió y miró hacia la cocina, su bruja estaba perdida mirando al jardín trasero.

—Sí, sólo la dejaré pagar la mitad del valor total, pero ella no tiene que saberlo —dijo con su sonrisa ganadora—. Sus derechos de mujer y todo eso.

La mujer rio por lo bajo y asintió.

—Espero que algún día le digas lo que hiciste por ella, todas queremos un esposo como tú, por muy feministas que seamos —Le guiño un ojo y se alejó, ordenando sus papeles.

El hombre suspiró y se recargó contra la pared, mirando la gran casa vacía pero tan llena de recuerdos. Era tan fácil no perderse en sus propios deseos dentro de una casa tan hermosa y antigua.

Niños corriendo, aprendiendo a deslizarse por el barandal de la gran escalera circular; cenas con sus amigos; personas siendo recibidas en el vestíbulo; sentándose frente a la hermosa chimenea de herrería; la altura ideal para un árbol de navidad natural tan ostentoso como los que tienen en la Mansión Malfoy; un jardín trasero y de setos altos para enseñar a un pequeño rubio a volar; espacio suficiente para crear un invernadero con plantas mágicas para pasar las noches mirando las estrellas y haciendo el amor bajo la luz de la luna; los cuartos suficientes para que una tropa de dos o tres niños pueda habitar cómodamente; una hermosa habitación principal con un vestidor tan agradable sobre el cuál él le haría el amor muchas veces; encerrados mientras los pequeños juegan abajo; velas románticas y un sinfín de cursilerías para adornar la gran tina donde acariciaría la hermosa espalda de su bruja mientras se sienta encima suyo. Y un gran lucernario en la entrada donde él la haría girar cuando le anunciara el primero, segundo, tercer embarazo, un ascenso en el trabajo o la felicidad de simplemente compartir su vida con él; las muescas de un crecimiento previo siendo acompañadas por otras nuevas; una cocina donde él la amaría entre vino y pasta…

—¿Es hermosa, no es así? —preguntó ella mirando el lucernario del vestíbulo. Su magia vibraba con la casa, la emoción, la nostalgia, todo junto la volvían absolutamente irresistibles—. Realmente la amo.

Draco asintió y la atrajo a un abrazo, aclarando sus pensamientos. Ella le sonrió y tiró de él hacia la cocina, los papeles ya estaban ordenados y listos para firmar.

—Ven, ¿podrías darle una revisión, por favor? —preguntó con una sonrisa, sus manos retorciéndose de emoción.

—Lo que quieras —contestó él y tomó asiento frente al a mujer bajita, leyendo los documentos con rapidez y eficacia ya practicada. Asintió y le sonrió a su bruja—. Está en orden, fírmalo.

Ella asintió y se sentó a su lado, firmando los papeles con su firma práctica y pulcra. Sacó un cheque de su bolso y lo extendió.

—La cantidad acordada —contestó con una sonrisa. La mujer bajita sonrió de vuelta y lo tomó sin chistar.

—¿Quieres que hagamos la remodelación básica? —preguntó la mujer tomando anotaciones en sus documentos. Ella negó con la cabeza y se puso de pie. Draco quería poner sus manos en sus hombros y abrazarla para tranquilizarla. El delicado equilibrio entre un ataque de pánico y emoción sana era cuánto vibraba su magia. Incluso la muggle podía sentirlo, estaba seguro.

Draco la observó un momento antes de hacerse cargo de la situación con una sonrisa fácil:

—Nosotros nos encargaremos de ello —Estiró su mano y acarició el hombro de su bruja—. Nos gustaría hacer todo nosotros mismos.

La mujer sonrió y asintió sabiamente.

—Primer casa y todo, ¿no?

Draco asintió mientras ella se escapaba de la habitación. Más "momentos", supuso él. Sonriéndole a la mujer tomó los papeles y los guardó.

—Sí, es un poco emocional al respecto —contestó con complicidad, rodó los ojos para dar el efecto deseado—. Nuestra primera casa y todo.

La mujer asintió y le tendió la mano.

—Nos tendremos que ver unas dos veces más, pero es toda suya a partir de este momento —Se estrecharon un momento y luego extendió una llave sobre el mostrador—. Felicidades, Señores Malfoy.

Draco asintió y acompañó a la mujer a la entrada.

—Un placer.

—Igualmente.

La mujer se fue caminando y Draco cerró la puerta.

Buscó con la mirada en la casa vacía y comenzó a subir las escaleras con una corazonada.

Ella estaba sentada en el piso de una gran habitación, la madera se veía rayada ahí donde alguna vez existió una cama y la luz entraba por una gran ventana al extremo, haciéndola lucir como la personificación del desastre: ojos rojos e hinchados, cabello apelmazado donde las lágrimas lo habían mojado, una nariz enrojecida y la expresión de mayor angustia que le había visto en muchos años.

Se dejó caer en el piso al lado de la bruja más bonita de su vida y la atrajo hacia su pecho, dejándola verter todas las lágrimas contenidas. La escuchó balbucear palabras sobre sus padres, el dolor, la felicidad, sus planes. La sostuvo mientras explicaba todos sus proyectos para la casa, colores y mobiliario. Le frotó la espalda mientras vibraba magia y explicaba cosas que mirándolo a los ojos no podría.

Draco la sostuvo todo el tiempo, incluso cuando el sol se ocultó y la oscuridad los cubrió como un manto de confesiones.

—Vamos a casa —dijo en algún momento su bruja. Se pusieron de pie y ella rodeó sus brazos en su cintura, como otras tantas veces lo habían hecho. Draco los apareció dentro del tapete de entrada, ni un centímetro afuera, lejos de los indiscretos ojos muggles. Entraron al departamento en silencio y se detuvieron entre dos puertas gemelas, una frente a la otra: sus habitaciones.

La vio titubear, tirar de su suéter y armarse de valor para preguntar:

—¿Puedes quedarte conmigo esta noche?

Draco asintió y la atrajo a un abrazo, uno reconfortante, esperó.

—Iré a cambiarme y regreso —susurró contra su cabello antes de soltarla y dar media vuelta.

Ella asintió y entró al cuarto contrario.

Draco estaba de regreso en dos minutos con su pijama puesta y una sonrisa cálida. Ni siquiera preguntó, cerró la puerta y se deslizó en la cama. El cuerpo cálido de ella amoldó al suyo mientras sus brazos la rodeaban y más lágrimas eran vertidas en su hombro. Entrelazaron sus piernas y sus manos se aferraron a su cintura entre llantos y susurros de tranquilidad.

La mantuvo entre sus piernas, acariciando su cabello cuando su respiración se volvió uniforme y sus manos se aflojaron del abrazo en su cintura.

¿Cómo se había metido aquí? Se preguntó no por primera vez en el día mientras la observaba dormir entre sus brazos. La amaba profunda y locamente, con cada parte de su ser, con todo el amor que su cuerpo podía contener. La amaba tanto que le dolía respirar sin decirle "Te amo" en cada exhalación.

La adoraba como una cosa obsesiva y profunda. O insana y ridícula, según sus amigos.

La quería desde hace siete años, de distintas maneras, en diversos grados, pero siendo sinceros, la amó desde que tenía dieciocho años; loca, profunda y obsesivamente. Y muy probablemente, la iba a querer hasta el final de sus días.

Hermione Granger la bruja más divertida e inteligente -obviamente- de su era, una excelente socia de bebidas y proyectos, su compañera de departamento y su mejor amiga, incondicional, leal como una leona y astuta como una serpiente, hermosa y amable, era la bruja más linda de toda su vida.

Y su corazón entero, su alma, mente y cuerpo, toda su riqueza, sus propiedades completas o la luna entera eran suyas.

Todo lo que tuviera Draco, era para ella.

Pero la bruja más linda de toda su vida no era suya.


¡Hola! ¿Cómo están? Tenía esta idea en mente como regalo del 14 de febrero, pero como siempre, se me hizo tarde.

Sin embargo, se los comparto con mucho amor. Es un mini fic de mini capítulos casi drabbles, consta de 14 (todo amor y corazones y un poco de drama, sí señor).

Ojalá lo disfruten. ¡Feliz 14 atrasado!

Un beso,

Paola