5 de febrero

Tan pronto como puso los pies en el piso de madera, objetos comenzaron a volar hacia él.

—¡Estás vetado de mi casa, Draco Malfoy! —chilló una voz mientras más objetos eran lanzados hacia su persona—. ¡Lárgate!

Draco hizo un movimiento de varita y los objetos voladores, en parte libros, cayeron con un sonido pesado.

—¿Qué te pasa Granger? —gritó Malfoy. Una cosa era que hiciera un drama por nada y otra cosa era que lo atacaran apenas ponía un pie en SU casa que ÉL también había ayudado a conservar mediante rentas puntuales, de nada.

Hermione estaba sentada en el sofá frente a la chimenea, mirándolo con odio.

—¿Qué mierda?

—¿Qué mierda tú Malfoy? —chilló Hermione mientras le arrojaba un cojín. Draco bufó y lo empujó a un lado—. ¡Ya no vives aquí!

Draco había pensado, cuando llegase el momento, que sería amable y ella coherente, que escucharía de razones y todo se solucionaría con una gran carcajada inglesa, pero ella sencillamente… no quería escuchar.

—¿Por qué no hablamos? —intentó Draco, armándose de valor—. Todo será mejor cuando me escuches.

—No tengo nada que escucharte —dijo ella poniéndose de pie y dejando caer la manta que la cubría.

Y el corazón de Draco se detuvo.

La bruja más linda de su vida y la más exasperante para el caso, llevaba puesta su sudadera que habían comprado en un viaje a EuroDisney. Él había dicho que la odiaba, pero en secreto amaba tener una prenda cursi a juego. Y claramente, esta prenda era la suya, si el tamaño que le cubría medio muslo no era un indicativo.

—Sí tienes —dijo Draco con calma—. Todo es una mierda de malentendido que tú solita te has creado.

Hermione se detuvo y sus labios temblaron. Desvió la mirada antes de decir, con monotonía, como si recitara una poción que se había aprendido de memoria:

—No quiero escuchar tus razones, Malfoy. No valen nada. Eres un mentiroso, narcisista, poco empático, grosero y… y… y todo lo malo.

Draco suspiró y negó con la cabeza.

—Granger… ¿por qué realmente quieres que me vaya de aquí?

Hermione se recargó en la pared más cercana y bajó la cabeza, lucía exhausta, quizá tanto como él.

—Nuestros caminos necesitan separarse. Me acabo de dar cuenta que tú te vas a comprometer con una bruja misteriosa de la que yo no sabía nada y ciertamente, estoy sorprendida, no es como que tengas mucho tiempo libre y… —su voz titubeó—. Eso es porque pasas todo tu tiempo conmigo. ¡Y ni siquiera me había dado cuenta! ¡Hasta que vino el miércoles y no tenía pareja para el karaoke! ¡Y el sábado mis padres preguntaron por ti! Y a menos que tengas un giratiempo —susurró—, no entiendo cómo es que tienes una novia con la que te vas a casar y yo… ¡Ni siquiera llevo sola a Crookshanks al veterinario!

Sorbiendo su nariz pecosa, levantó la mirada y se encontró con la suya. Sonrió y esta vez, fue sincera.

—Quiero que seas feliz y si ya has pensado en comprometerte, entonces, ve por ello —metió la mano en los bolsillos de la sudadera y le extendió algo—. Toma, dáselo a la chica correcta. También es mi momento de comenzar a buscar a mi chico correcto, no puedo pasar otros cinco años de mi vida dependiendo de ti y tu amistad cuando —una lágrima resbaló—, claramente no podemos ser ésa clase de amigos.

—¿Qué clase de amigos? —preguntó con suavidad Draco, ignorando el anillo.

Hermione se limpió las lágrimas y se incorporó. La pared parecía su único apoyo.

—La clase de amigos que siguen juntos para siempre. Pensé que seríamos Harry y yo, pero se casó, compró una casa, tiene un hijo… Todos se van, hacen su vida y es momento de que haga lo mismo.

Draco tomó el anillo y sus ojos se detuvieron en su anular desnudo. Una suave línea pálida donde anteriormente había llevado otro anillo, uno mucho más bonito que la banda de oro blanco que sostenía en su palma: un anillo hecho de alambres de dentistas.

—Granger… yo… este anillo no era… nunca debiste verlo. Es un gran malentendido.

Las últimas palabras de Granger golpearon sus pensamientos y los desordenaron, pateándolos al fondo de la coherencia. ¿Quería decir que no volverían a ser amigos? ¿Ella quería a alguien más?

Hermione se encogió de hombros y asintió, mirando un punto en la alfombra.

—Quizá, pero me hizo darme cuenta que necesitamos nuestro espacio; lejos el uno del otro. Necesito encontrar alguien que me ame y para amar, Draco. Y no va a pasar si sigo pasando todos mis días contigo. ¡Hasta tú encontraste a alguien entre los miércoles de karaoke, los fines de museos y el veterinario de Crooks! ¿Soy tan perdedora?

Draco parpadeó varias veces antes de atreverse a preguntar, sintiéndose el idiota más grande del universo.

—¿Ya no quieres pasar todos tus días conmigo? Yo no me voy a casar, Hermione. Estoy aquí, para ti.

Hermione suspiró y lo miró a los ojos.

—Pero al final, nos vamos a separar, la historia nos dice que no vamos a estar juntos para siempre. No cuando… hay tanto entre nosotros. Ya no es sano, Draco y la espera no es eterna.

—¿Tanto entre nosotros? —repitió como idiota—. ¿Te refieres a quien… quien fui?

—Es porque por mucho que pasen los años, sigues haciendo cosas que… —Hizo un gesto con las manos y tragó saliva antes de decir—. No eres bueno en mi vida, Draco.

—Ni siquiera voy a preguntar por qué, Granger, creo que lo explicaste bastante bien.

Draco dio un paso a lo que era su antigua habitación y se detuvo, retrocediendo hacia la chimenea. Ni siquiera pudo verla a los ojos mientras pasaba a su lado.

—Enviaré un elfo.


¡Hola! ¿Les gustó? Quería terminarlo antes, pero ya me conocen... siempre se me va el tiempo.

Les envío un gran beso siempre a mis incondicionales y muchos corazones rosados.

¡Feliz San Valentín atrasado!

Un beso esponjado,

Paola