10 de febrero

—Así que —dijo Draco mientras miraba el rectángulo de cartulina color rosa y extra alegre que tenía Blaise en su oficina. Lo examinó casi con indiferencia—, Granger ha decidido realizar una fiesta de San Valentín para solteros.

—Síp.

—Y sólo se puede entrar con esta cursi invitación.

—Síp.

—Y escogió San Valentín para esta supuesta fiesta.

—Síp.

—Pero todos los años hace una fiesta para sus amigos solteros, ¿sabías?

—Síp.

—Y este año es especial porque sólo se puede acceder con la invitación ofensiva.

—Síp.

—¿Y siguen siendo puros solteros?

—Síp.

—¿Y no dio otro motivo? ¿Algo sobre el comienzo de su búsqueda por un alma gemela? ¿Algo así de indiferente y cursi al mismo tiempo?

Blaise levantó la vista de sus informes y se encogió de hombros mientras tomaba otro pergamino y lo leía.

—Algo sobre una habitación vacía y la búsqueda de un nuevo compañero —le dio la vuelta al pergamino y lo firmó—. No especificó si de vida o de casa.

Draco rechinó los dientes mientras bebía su taza de té, estaba demasiado caliente y le agradeció a Merlín por ello o habría dicho algo muy feo.

—Ni siquiera se ha enfriado el cuerpo y ella ya está bailando con otra persona encima.

—Draco, no era una relación, deja de mostrarte tan despechado al respecto. Es toda tu culpa. Además —sonrió con su dentadura extra blanca y levantó las cejas—, estoy tentado a ir… Hay peores destinos que ser compañero de una muy, muy linda bruja. ¿Es de las que usan camisas holgadas mientras cocina descalza? Ciertamente parece una de esas mujeres que se estiran por el cereal que pone en la repisa más alta…

¡Plaff!

Un libro voló hacia su cara y lo dejó callado en un santiamén. Draco estaba furioso, la invitación arrugada en su mano.

—Tranquilo amigo —contestó Blaise, ajeno al chichón en su cabeza, lucía complacido consigo mismo—. Hablaba de la habitación vacía ¿qué pensabas? Ciertamente Daphne me mataría si me voy a vivir a un minúsculo departamento con una bruja que usa camisas holgadas y se estira por el cereal con unos pequeños pantaloncillos que suben cuando su mano...

Draco se puso de pie y caminó hacia la salida.

—No puedo dejar que Granger cometa esta tontería. Supuesta bruja más lista de su edad los calcetines rotos de Salazar.

—¿Y qué harás? —preguntó el moreno con una sonrisa, no ajeno a que se había llevado la invitación—. ¿Recolectar todas las invitaciones de los solteros potenciales que puedan querer ser sus compañeros de guarida?

Draco se quedó parado junto a la puerta, luciendo incómodo y enojado a partes iguales.

Blaise golpeó la frente contra el mármol pulido de su escritorio y gimió.

—Por Salazar, eso es lo que harás.

El rubio salió por la puerta sin admitir su muy evidente plan y Blaise sollozó.

—¿Por qué no sólo confesarse sus sentimientos y ya? Hay que ser así de dramáticos, los dos.

.

—Todos tus viáticos pagados durante tres años, Ginevra —dijo Draco mientras alimentaba al pequeño James en su periquera—. Tres años de comidas y las mejores camas en los mejores hoteles para tus viajes, Ginny. Tres años donde puedes llevar al mini-Potter contigo porque una niñera especializada viajará contigo.

Ginny se recargó en la mesa y miró a Malfoy con una sonrisa.

—¿La niñera sólo estaría disponible cuando viaje? —preguntó la chica con una sonrisa inocente haciendo rodar una lista en sus manos—. No sólo soy madre cuando viajo, ¿sabes?

—¿No lo mencioné? Un descuido de mi parte —dijo Draco mientras le limpiaba las mejillas regordetas a James—. Y cada vez que Potter esté en el trabajo, justo cuando se vaya y antes de que regrese, ella estará aquí.

Ginny asintió y leyó la lista en sus manos, indecisa.

—¿Y si en esos tres años me embarazo y tengo una baja por maternidad? Esta lista es muy valiosa…

—Entonces el tiempo se congela —contestó él haciendo una finta de escoba con la cuchara de tapioca.

—O podría, ya sabes, cubrir los primeros meses del nuevo bebé, en el supuesto que existiera uno, tres años después de concluido el trato… Todo esto, sin que Harry o mi madre, se enteren —Entrecerró los ojos hacia la lista—. ¿Veo el nombre de Cormac McLaggen?

Draco miró a Ginny a los ojos y suspiró.

—Trato.

Ginny sonrió y le deslizó la lista, recogiendo a James y bajándolo.

—Toda tuya, Malfoy.

—Eso espero —murmuró Draco mientras se ponía de pie y salía de la deprimente, horrible y chillona cada de los Potter. Se desapareció en el acto.

—¿A cuántas personas crees que el tío Draco ha sobornado? —preguntó Ginny a James mientras limpiaba su periquera.

—¡Tinto! —gritó James extendiendo su palma.

—¡Cinco! —exclamó Ginny con una sonrisa—. Yo digo que el doble. Dos veces cinco —Extendió las dos palmas hacia enfrente.

James se contó los dedos de las manitas y dijo con una sonrisa.

—¡Diez!

—¡Eso es! ¡Qué listo eres, James! Ahora, ni una palabra a tu papá, no estará muy contento de que te enseñe a contar con los sobornos del tío Draco.

—¡Tato! —James rio y echó a correr a la sala para jugar con el nuevo dragón que le trajo su tío Draco.

Ginny miró por la ventana mientras Malfoy desaparecía.

Quizá era un idiota la mayor parte del tiempo, pero era el idiota de Hermione; el que hacía que James se comiera su tapioca y supiera más de dragones que Charlie, el idiota que sabía calmar a su amiga con una mirada cuando tenía un ataque de pánico y siempre estaba para ella, con las cosas pequeñas y en actos tan grandes como la luna.

Ahora, sólo faltaba que Hermione se diera cuenta.


—Ahhghaah aaajghdggggrrd ankafdad —dijo Draco acostado en una silla de un consultorio dental—. Agggjda grrgdah

—Ya veo —respondió Luis Granger mientras aplicaba algo en sus dientes perfectos—. A mí, Jean me corrió de la casa cinco veces antes de resignarse a que no me iría de su vida.

—Aañññdaaadaaa.

—¡¿Cormac McLaggen?! —chilló Luis mientras se detenía y fruncía el ceño. Miró a Draco y él levantó las cejas—. Ni hablar, ese idiota no se va a acercar a mi hija.

—Ahhdaaahhha aajjaahajaggrra aha ana.

—Sí, me parece un buen plan —coincidió Luis mientras aplicaba agua—. Enjuágate.

Draco se incorporó y escupió en la charola. Luego, se volvió a acostar.

—¿Y su anillo de dentista?

—Adaaja jakañlala aaahggah aaagh.

—Amigo, estás en un serio aprieto. ¿Era muy difícil aclarar todo desde el inicio?

—Aaghadaa agha heaioii aagha daaah.

Luis suspiró y se retiró. Le hizo una seña a Draco y éste escupió de nuevo. Sentándose.

—Ay hijo, estás en un gran aprieto.

—Lo sé —contestó Draco mientras hacía muecas—. Lo estoy intentando, pero ella… desapareció para mí, incluso vino Dwayne (el tipo que olía a queso en navidad) a mi oficina y me preguntó si era cierto que Granger quería cambiarse de área, el muy imbécil cree que no noté su obsesión por los pies entaconados de Granger.

Luis suspiró y apagó la luz de la silla, se quitó los guantes y los tiró a un bote.

—Tengo la sensación —dijo el hombre con una mirada tan amable que le recordó dolorosamente a Hermione—, de que, si no arreglas esto, terminará definitivamente.

Draco se pasó las manos por el cabello y miró al hombre.

—Yo también.

—¿Así que este sábado no nos acompañarás a los museos? Le pregunté a Hermione por ti, pero ella dijo que estabas ocupado en un futuro inmediato.

Draco se encogió de hombros y suspiró.

—Quiero darle su espacio, es sólo que… no lo hace fácil.

—Es una Granger, hijo —se carcajeó Luis—. E hija de Jean. Ya deberías saber cómo es eso.

Draco gimió levemente.

—Tengo una vaga idea —suspirando, se tronó el cuello—. ¿Tienes esos papeles que debo revisar?


Salió del consultorio un poco más tarde, había pasado tanto tiempo ahí los últimos años, que conocía sus finanzas tanto como las de los Malfoy.

En un intento para agradar a su madre, Hermione les había contado sobre su carrera como Economista Mágico y el talento que tenía para duplicar y triplicar las acciones. Así que durante algunos años y con la ceja enarcada de Jean a cada primer paso, llevó las cuentas del muy próspero negocio de los Granger. Poco a poco, la ceja de Jean se acabó y Hermione suspiró aliviada por su aceptación final.

Para él, era un pasatiempo, algo que amaba hacer por Hermione y en poco tiempo, por el propio matrimonio: Luis y Jean. Asombrosamente se habían vuelto amigos después de varias circunstancias curiosas de la vida, tales como un viaje irreflexivo a China. Y ahora, los consideraba una parte elemental en su vida.

A veces, reclinado en su silla del cafecito sabatino satisfecho después de unos bollos y té, le gustaba quedarse en silencio y observar a los Granger interactuar. Se preguntaba, con secreta envidia, si así lucía una familia normal: una llena de amor.

Padres que adoraban a su hija, escuchándola hablar sobre su empleo que apenas comprendían, alentándola a comerse el mundo y lamiendo sus heridas. No había cabida a las apariencias en los veranos de campamento cuando Jean les preparaba el desayuno enfundada en su ropa de felpa sin una gota de maquillaje.

O cuando Luis roncaba sonoramente en una película tardía en el apartamento de ellos. Acurrucados los cuatro en el pequeño y cómodo sofá de Hermione, mirando una película extraña y cursi.

Sólo eran ellos cuatro los sábados a medio día al cerrar el consultorio dental mientras observaba al matrimonio quitarse sus batas con dientes horribles dibujados para partir hacia algún museo a pasar la tarde. Eran ellos cuatro cuando Jean lo tomaba del brazo y le explicaba algo extremadamente macabro sobre el cuerpo humano mientras miraban arte de Rembrandt. Él fingía estremecerse mientras su sonrisa lo delataba.

Muchas veces, se había preguntado qué sería dejar de tener el perpetuo sentimiento de que todo se acabaría de un día para el otro.

Sencillamente dar por hecho la seguridad y amor de una familia adoptiva mientras tomaba la mano de la bruja más linda de su vida.

Una mano con una banda de matrimonio a juego con la suya, para el caso.


¡Hola! ¡Ojalá hayan disfrutado el mini capítulo! ¡les envío un beso afelpado!

Paola