12 de febrero
Draco se dejó caer en su escritorio y suspiró de alivio después de un arduo día, tenía más trabajo que ganas de respirar, pero no importaba, todos los atrasos habían valido la pena. Cada maldito soborno que lo había hecho un poco menos asquerosamente rico era un paso en este juego de ajedrez llamado Hermione. Cada paso premeditado era una conclusión a siete años de espera.
En cierta parte, daba gracias a que Granger sí se hubiese tomado las vacaciones que le correspondían, no como él, que las pospuso, sencillamente porque no tenía a dónde ir. Sus planes de unas bonitas vacaciones sincronizadas en Italia se habían ido al traste hacía mucho.
Cerró los ojos un momento en la tranquilidad de su oficina y se relajó, deseó haber escondido esa botella de wishkey más a fondo para que las manos moralistas de Granger no la hubieran alcanzado. ¡Cómo le caería un trago en estos momentos! La creciente ansiedad que emanaba de cada maldito poro de su ser era, por lo menos, un paso más a una muerte prematura sino a la combustión espontánea.
La puerta se abrió sin ceremonias y Draco enarcó una ceja.
Theo Nott estaba en la puerta, mirándolo con esa sonrisita imbécil que odiaba. Ése hombre era un ave de mal agüero.
—¿Vienes para hacer una donación a los niños que se integran a la comunidad mágica? —preguntó con falsa amabilidad Draco mientras le empujaba un papel. Theo lo alejó con un movimiento y tomó asiento en el escritorio desocupado de Granger.
—Vengo a preguntar sobre éste supuesto mago anónimo que tiene por pasatiempo recolectar invitaciones —contestó Theo con una gran sonrisa. Subió los pies al escritorio y sacó un puro. Draco gruñó internamente y se enfocó en el primer papel de su pila de pendientes.
—Si no tienes algo que hacer en ésta oficina, vete.
Theo lanzó aros de humo y giró en la silla de Granger, luciendo bastante divertido.
—No creo.
—¿Qué es lo que quieres, Nott?
El mago sonrió de nuevo y sacudió su puro, la ceniza cayó en la madera reluciente. Draco apretó los labios y respiró un par de veces.
En ocasiones, apenas podía reconocer al chico escurridizo y siempre asustado que era Nott en Hogwarts. Con su padre en Azkaban, una nueva personalidad floreció: más imbécil y peligrosa. Se habían distanciado con el paso del tiempo y Draco no sabía por qué ocurrió eso, o quizá sí lo sabía, pero prefería ignorarlo. Porque la causa, como de otras tantas cosas en su vida, era Hermione Granger.
Y es que después de su rompimiento con Weasley, Hermione confesó que Theo le parecía atractivo.
Hermione estaba sentada en un taburete, Draco se encontraba detrás suyo, bebiendo un wishkey sintiéndose ligeramente borracho, un poco distraído observando su mano vagar por la espalda de ella con el pretexto de cubrirla de codazos involuntarios. Su corazón estaba feliz, habían bailado un poco y hubo ese momento donde ella le susurró algo ininteligible al oído… Quizá debería parar de beber para poder enfocarse… Pero se sentía tan contento…Y ella estaba casi recargada en su pecho, bien podría atraerla por los hombros o empujar su torso hacia adelante, la calidez de su cuerpo llamándolo como una sirena… La sentía transpirar ligeramente y su cabello se estaba saliendo de su coleta, creando hermosos patrones rebeldes que sería más que feliz de besar o enredar en un puño, para el caso… Ella estaba bebiendo su cerveza con calma. La vio tragar y un escalofrío involuntario lo golpeó en el bajo abdomen cuando pensó en ese puño de rizos y ella tragando con fuerza.
Silencio.
Todos se habían quedado en silencio.
Miró hacia arriba con lo que podría ser una imagen idiota de sí mismo.
Todos los miraban, expectantes.
No había puesto atención.
¿Querían su opinión de algo? ¿Quidditch quizá?
—Entonces, Hermione —estaba diciendo Diana de Transportes mirando entre ella y Draco con esa sonrisa problemática—, ¿no hay alguien que te sea atractivo en el Ministerio? Ahora que eres soltera, ¿saldrías con alguien?
Todos la miraron y luego a él, desde Jackson de Criaturas Mágicas hasta Potter y su esposa, parecían expectantes.
Draco no se movió, intentando no mirar ávidamente a Hermione y colgarse luces neones o empujarse contra su espalda y demostrarle lo borracho y duro que estaba...
Ella se sonrojó y se encogió de hombros, tomando un trago de su botella vacía, pareció darse cuenta, porque frunció el ceño y se inclinó hacia adelante, dejando la mano de Draco vacía y congelada, como si quisiera espacio.
—Me parece interesante Theo Nott. Slytherin, pasado oscuro y todo eso.
Hubo un silencio y luego Jackson dijo algo y todos rieron.
Draco sonrió con los demás mientras hacían bromas y se excusó al sanitario.
Tambaleante, vomitó todo el alcohol que había ingerido en el pequeño y mal ventilado baño del bar.
Las palabras de Granger rebotando en su cabeza mientras salía dando tumbos y se aparecía en su mansión.
No se molestó en despedirse, con las miradas de lástima que Diana, Jackson e ¡incluso Potter! Le habían dado, se marchó a casa y bloqueó la entrada de Theo a su mansión.
Perdido en sus cavilaciones, casi se había olvidado de Nott, pero el olor a puro era difícil de ignorar.
—Resulta que recibí esa clase de invitación hoy —Theo sacó un cuadrado bastante familiar a estas alturas, para Draco—. Pero no se me ocurre nada con lo que este supuesto mago anónimo pueda comprar mi tarjeta. Creo que la posibilidad de tener una conexión instantánea con ella está muy elevada a estas alturas.
Draco rompió la pluma que tenía en las manos y la arrojó sin ceremonias al suelo.
—¿Ella te envió eso? —preguntó Draco.
No podía creerlo, durante muchos años, pese a sus quejas, Hermione había organizado una lista y nunca había visto a Nott entre los confirmados. Incluso la lista que le dio Ginevra no incluía a Theo.
Sufrió otro micro infarto.
—No, Hermione me la dio personalmente después del almuerzo que tuvimos ayer —Theo sonrió y guiñó un ojo—. Es una bruja muy lista, pero también muy bonita…
Draco se puso de pie y arremetió contra el que antes fue su amigo, arrebatándole la tarjeta. La examinó y la quemó con un gruñido.
¿En serio, Draco, no sabes hacer otra cosa que gruñir?, pensó.
Theo soltó una carcajada y se puso de pie, era casi tan alto como Draco, pero un poco más escuálido. Aún así, tenía cierto porte agradable, según las brujas.
—Era una copia.
Guiñándole un ojo, abrió la puerta de la oficina.
—Quizá Granger necesita otro Slytherin en su vida.
Y se fue, dejándolo enfadado y con ganas de asesinar a alguien. De preferencia, a alguien alto, escuálido, de sangre antigua y que fumaba puros.
¿Cómo, en el nombre del maldito Salazar, se había metido aquí?
No.
Esto se acababa aquí, estaba harto.
