Y así llegaron y pasaron dos años más.
Hermione jamás se había quitado el anillo de alambre, estaba muy apretado y era imposible y no tenía tiempo para perder en eso, dijo.
Pero Draco tampoco se lo quitó.
Y la gente dejó de preguntar si estaban saliendo con alguien más.
Entonces, Draco se juró que la esperaría si ella quería tomarlo con más calma, uno, dos, tres o cuatro años, los que necesitara, él estaría ahí con ella.
Pero los abrazos furtivos pasaron a abrazos donde ella se apoyaba totalmente en él, o en sus manos enredadas en su cintura mientras la subía a la encimera de la cocina. O en manos enredadas en su cabello o besos en la comisura de la boca después de una noche de bebidas.
Draco se sentía hervir aquella noche mientras veían una película bastante explícita. Hermione se había acurrucado con la cabeza en su regazo, el tazón en su estómago.
Adoraba la comodidad de estar un día cualquiera con ella.
—Mímame —exigió la chica tomando una de sus manos y llevándola a sus rizos.
—Maleducada —murmuró Draco y juntó una coleta en su puño y tiró de él juguetonamente, ella gimió con suavidad.
El aire se le atoró en la garganta ante el sonido. Vio sus muslos apretarse y por primera vez en mucho tiempo, deseó que ella no estuviera acurrucada en él, no ahí, no en esa zona.
Draco tiró de la coleta con más fuerza y ella cerró los ojos, se mojó los labios y de un momento a otro, estaba sentada sobre sus talones, mirándolo con sus enormes ojos achocolatados que tanto le gustaban.
La luz de la pantalla su única iluminación y Hermione era hermosa así.
La bruja más linda de su vida.
Su corazón se detuvo cuando ella cerró los ojos y se lamió los labios. Draco se acercó casi sin respirar y besó su mejilla, dejando sus labios más tiempo del normal, ella tampoco respiraba cuando sus ojos se encontraron. Hubo un sonido hueco; el tazón resbalando de su regazo.
Su mirada era oscura y dilatada, un reflejo de sus propios ojos, su propia alma. Miró sus labios y luego a ella, con lentitud, esperando. Hermione miró sus labios y luego sus ojos y esperó. Sus ojos se cerraron y vio la punta de su lengua entre sus dientes, expectante.
El mundo dejó de avanzar cuando su aliento cálido lo rozó y le hizo cosquillas. Comenzó a cerrar los ojos.
Se tomaría su tiempo, había esperado tanto por esto… se tomaría todo el maldito tiempo del mundo con sus rizos en un puño y el futuro en la otra mano.
Convertiría un martes cualquiera pasando la noche en el sofá de Hermione en un «Gran, increíble y definitivo» gesto.
¡FLUSH!
Llamaradas verdes iluminaron la habitación y Hermione y Draco estaban cada uno en un extremo del salón, ojos abiertos y sonrojados.
Socios.
—¡Genial! —saludó Harry mientras los miraba—. ¡Están juntos!
¡FLUSH!
Ginevra apareció por la chimenea y Harry la ayudó a salir de ahí.
—¡Genial! ¡Están juntos! —saludó la pelirroja vibrando de emoción. Entonces sus ojos se entrecerraron y miró a cada uno y el tazón en el piso. Intentó parecer no demasiado culpable o excitado, pero casi ambas eran imposibles—. ¿Qué estaban haciendo?
Hermione tiró de su camisa larga y balbuceó algo.
—Viendo una película hasta que claramente interrumpieron —contestó él sonando lo más aburrido posible.
Ginevra hizo un ademán hacia Draco, luego brincó y gritó:
—¡Estoy embarazada!
Hermione chilló y se abrazaron. Draco estrechó la mano de Harry y luego fue abrazado por una pelirroja muy irritante e inoportuna.
—¿Qué película veían? —Su mirada se dirigió a la pantalla congelada y su sonrisa se volvió pícara—. O… con esa concebimos a James —Se palmeó la barriga todavía plana y Hermione se sonrojó.
Incluso Potter tuvo la decencia de parecer cohibido.
Farfulló algo sobre que se hacía tarde y se deslizó por la chimenea, su varita en su bolsillo y en calcetines.
Qué maldito anticlímax.
Hermione Granger era el gran anticlímax de sus gestos más románticos y tímidos para declararle sus sentimientos. Y al mismo tiempo, era la bruja creadora de clímax más voluble del universo.
La prueba, si siete años de roces de caderas y rodillas tocándose en un cine a oscuras o los gemidos bebiendo café, las mañanas de desayuno con sus camisas hurtadas y todas las veces que había cerrado los ojos involuntariamente mientras esperaba a que terminara la cena sentada con sus pequeñas faldas en la encimera de la cocina eran suficientes.
Cinco años de mirarla abiertamente con ojos de cachorro perdido, los dos primeros antes de eso, como el ente imposible y plátonico y año con año, el espejismo de un oasis que parecía tan próximo y siempre estaba más lejos cuando pensaba haberlo conseguido.
En algún punto, mientras Draco se daba una ducha de agua helada en la mansión, en un sitio que no olía como ella ni tenía todas sus botellas de shampoo y lociones para la piel apiladas ni sus toallas esponjosas ni el letrero encantado que decía "Ten un buen día" cada vez que se llenaba de vapor, se dio cuenta, no podía seguir así, su cuerpo iba a explotar como colegial inmaduro al verla inclinarse mientras bailaban en algún antro de mala muerte al que solía llevarlos Ginevra y Pansy.
Socios.
Fue en junio hacía dos años, poco antes de que definitivamente se mudara con ella cuando sintió que algo estaba pasando, fue seis meses antes de que Hermione confesara que Theodore Nott le atraía.
Había sido el viernes de bebidas y Ginevra y Pansy pidieron ir a un antro a bailar. Era su cumpleaños y Pansy insistió en celebrarlo. Draco se negó, sólo deseaba beber algunas copas, ver sonrojarse a Granger, acompañarla a su casa e irse a la suya a dormir. Pero Hermione se negó, anticipándose a su plan y lo arrastraron a un antro.
Y ahí estaban, los Potter haciendo cosas libidinosas y extrañas, Pansy coqueteando con Blaise y Theo perdido en algún punto con alguna chica extraña. Hermione había configurado su traje de oficina en un hermoso y muy corto vestido con la espalda descubierta. Draco tragó cuando ella lo condujo a la pista y comenzó a bailar.
Cinco años y pocas veces habían bailado así, con las luces estroboscópicas golpeándolos, la música alineada con su frecuencia cardíaca y demasiado poco espacio, recovecos oscuros para poner las manos y el sudor resbalando por su columna vertebral. No sabía si fue la botella que se habían bebido antes, la euforia de tenerla tan cerca frente a tantas personas o el hecho de que ella estaba de espaldas mirándolo a los ojos moviéndose a su ritmo y dejando que sus manos vagaran por su cintura y se deslizaran al dobladillo de su muy corto vestido.
No sabía qué había sido, pero ella no lo alejó cuando él le dio la vuelta y su muslo presionó entre las piernas de ella, levantando su vestido mientras su mano se deslizaba por su espalda hasta donde terminaba el escote bajo y ella lo rodeaba con sus brazos, frotándose, acercándose, pidiéndole.
Se habían desaparecido sin más y si hubiesen mirado alrededor, ninguno de sus amigos se habría sorprendido.
Contrariamente, se miraron entre ellos y murmuraron algo que parecía «finalmente».
Aparecieron en la puerta de departamento, todavía en esa posición tan pecaminosa. Draco buscó en su bolsillo trasero y sacó las llaves, empujándola hacia él, su corazón golpeándole en las costillas, una erección que no quería ocultar y su mirada siempre en su rostro.
La empujó dentro y cerró la puerta, aplastándola contra la pared del recibidor. Subió más su muslo y ella se frotó, emitiendo un pequeño gemido que lo hizo jadear.
—Me están matando los zapatos —susurró Hermione mientras se aferraba al mueble donde ponían las llaves. Draco se dejó caer frente a ella y tomó su pie envuelto en unas zapatillas finas. La miró a los ojos y la recorrió mientras ella flexionaba la pierna y su vestido subía un poco más. Besó su pantorrilla sin dejar sus ojos y con sus dedos, desabrochó la fina correa.
El zapato resbaló y masajeó el arco de su pie, ella cerró los ojos y gimió. Draco rio y depositó un beso más arriba, cerca del doblez de su rodilla. Hermione jadeó y abrió los ojos. Cambió de pierna y repitió el proceso; un beso en la pantorrilla, su aliento erizándole la piel y el masaje en su arco, las manos en sus muslos.
Lo tenía de rodillas y ella lo miraba desde arriba, labios abiertos y sus manos aferradas al mueble de la entrada. Acarició sus piernas desde el tobillo hasta las rodillas y la miró, ella asintió y Draco siguió su camino hacia sus muslos.
Ella los apretó con anticipación y él sonrió.
Era la bruja más linda de su vida.
Ni siquiera la había besado y deseaba que ya estuviera mojada por él. Se puso de pie y la miró, Hermione le sonrió y se despegó de la pared, tambaleante.
Se aferró a las solapas de su chaqueta para no resbalar.
Fue un cubetazo de agua fría: Hermione estaba borracha.
Draco se echó a reír y se despeinó el cabello, ¿cómo había sido tan incrédulo? Ella jamás habría aceptado eso si no estuviera ebria.
—Deberías ir a dormir —susurró alejándose. Hermione parpadeó y su mirada oscura y vidriosa desapareció, sus mejillas se arrebataron con vergüenza—. Estamos ebrios, Granger. Ve a dormir —repitió, tragándose todas las cosas que deseaba decirle y probablemente nunca haría.
Ella se mordió los labios, pero no dijo nada, clara señal de que estaba muy borracha.
La acompañó a su cuarto y la ayudó a meterse a la cama en silencio.
Le pasó su camisa enorme por encima del vestido y giró la cabeza mientras ella abría el pequeño vestido y caía al suelo. Draco la arropó no sin antes colocarle las calcetas afelpadas que sabía guardaba a un lado de su colchón.
—Feliz cumpleaños, Draco.
Draco cabeceó y cerró la puerta.
Felices veintitrés, SOCIO. Fue lo que en realidad la bruja más linda de su vida quiso decir.
Entonces Draco redujo sus días con ella y pasó más tiempo en la regadera masturbándose.
Sí, más tiempo tirado en su cama mirando el techo de la Mansión Malfoy, que rozando sus muslos mientras bailan en un antro de mala muerte.
O en su casa con su cabeza en su regazo.
O en la ducha de su departamento masturbándose pensando en la ropa pequeña que había encontrado por accidente en la lavadora.
O en su cama de la habitación de invitados masturbándose mientras por accidente se puso el jersey que ella le había robado y olía a ella.
Prácticamente quedarse con Granger era volverlo un vouyerista fetichista de cosas que no estaba muy seguro que fueran un fetiche a estas alturas.
Como la vez que entró en su cuarto buscando hilo dental y encontró un vibrador en el cajón que claramente él sabía guardaba el hilo dentífrico.
Un vibrador VERDE de silicón.
Un maldito vibrador.
¿Lo usaría mientras él dormía al otro lado del pasillo?
Él… él pasaba muchas noches durmiendo en esa habitación. ¿Alguna vez ella…? Mientras él dormía ¿se autocomplacía del otro lado? ¿Habría pensado en él?
Sofocante.
Sí, sofocante era la palabra que necesitaba.
Necesitaba un respiro de una tensión sexual que estaba seguro, era unilateral.
Entonces Hermione lo detuvo un día que quiso escabullirse temprano del Ministerio y le dijo con los ojos más inocentes y grandes que tenía, el rostro de alguien que claramente no guardaba un vibrador verde en el cajón del hilo dental ni usaba ropa minúscula de encaje ni gemía al probar la crema batida:
—Creo que deberías vivir conmigo, ya pasas más tiempo durmiendo en esa habitación que en la Mansión, comes toda mi despensa y has llevado a Crooks al veterinario, entonces creo que deberías vivir conmigo y pagar lo que usas —se desinfló mientras lo decía.
Y Draco sonrió.
—Es un paso muy natural —contestó mirando su mano aferrándose a su brazo, el anillo de níquel reluciendo en su dedo anular mientras pensaba en el vibrador verde o cómo su ropa olería perpetuamente a Hermione.
Y todas las noches que la tendría para él.
Bueno, con él.
Y así se fueron otros dos años, hasta la fiesta que parecía indignar a Hermione de sobremanera.
Sí, la de la cola quemada de Crooks.
Había llegado temprano de sus vacaciones navideñas en la Mansión, como de costumbre.
Apenas había cruzado la puerta cuando Hermione lo abrazó. Siempre de la misma forma, sus manos en su cintura, su cuerpo pegado y su rostro enterrado en su pecho. Draco se había acostumbrado a esta clase de abrazos de su parte. Se inclinó y buscó su mejilla besándola.
También se había acostumbrado a besarla muy seguido en la mejilla, con suerte, implicando que era un gran besador. Y ella siempre se reía y le devolvía el beso con sus manos todavía envueltas en su cintura y su cuerpo presionando el suyo.
—Amigo —había dicho Blaise un día mientras se bebía todo el contenido de su vaso—. Los socios no se abrazan así. Eso burbujea deseo sexual. ¿Seguro que la estás leyendo bien? Hasta yo me excité.
Draco hizo un gesto bajo mientras pensaba en todas las veces que ella había roto el momento.
Momentos más espaciados y quizá más tímidos con cada negativa.
—Te extrañé —susurró ella mientras le sonreía. ¿La sintió inhalar su aroma o fue su imaginación?
—Yo también te extrañé —contestó él mientras se dirigían a la cocina. Sus manos entrelazadas y ella liderando el camino. Pudo apreciar que llevaba una de sus camisas de seda y unos muy pequeños pantaloncillos. Sus rizos atados de alguna manera en una coleta y esa sonrisa hermosa que le paraba el corazón—. Por favor, prométeme que navidad la pasaremos juntos el próximo año.
Hermione rio y Draco la ayudó a subir a su lugar designado en la encimera. Sus manos se demoraron en su cintura antes de girarse y comenzar la preparación. Hacía dos años que habían decidido que él cocinaría.
Era mejor en ello y más eficiente. Hermione se encargaba de cortar y pelar los vegetales y él de prepararlos.
—¿Fue tan malo? —preguntó mientras él engullía una zanahoria. Siempre comía mientras preparaba comida y muchas veces Hermione se encargaba de tener sus zanahorias cortadas en bocados perfectos para acompañarlo mientras cocinaba.
—Sí, definitivamente prefiero pasar mi noche con Luis lavando los platos.
Hermione rio y lo observó atar la ternera con un nudo perfecto.
—¿Sabes? Nosotros también te extrañamos —se ruborizó y Draco metió la carne al horno que ya se había encargado de precalentar. Se limpió las manos y se giró hacia ella, se veía nerviosa y tan hermosa. Se paró frente a ella y le sonrió.
Su hermosa bruja, la más linda de su vida.
—¿Nosotros?
—Sí, Crooks, mamá y papá —hizo un gesto vago con su mano. El anillo de níquel brillando en su mano—. Te extrañamos.
Draco sonrió y atrapó su mano tirando de ella en un abrazo. Hermione abrió las piernas y acortó la distancia. La sintió tragar con nerviosismo y se aventuró a frotar su espalda más de lo normal, dejarla enterrar su rostro en su cuello, su aliento cálido acariciándolo.
Por Salazar si no la había extrañado, a ella, su olor, su calidez, su voz, sus abrazos…
—No parece que me extrañes mucho…
Los muslos de Hermione se apretaron en sus caderas y él casi gimió, al mismo tiempo que dio gracias de que la encimera fuera un poco más alta que su entrepierna. Ella levantó la cabeza y sus ojos se encontraron. Ella rodeó su cuello y sonrió.
—Podría demostrarte cuánto te extrañé.
Draco se quedó sin habla y asintió mientras dejaba que sus manos se deslizaran hacia sus caderas y más abajo, acercándola más.
—Quizá sería una buena opción.
Ella también asintió y se enderezó.
¡FLUSH!
Que se jodan todas las putas chimeneas mágicas, por favor y gracias.
Ginevra apareció en la cocina muy sonriente.
—¡Hey ustedes! ¡Dejen de besarse! —exclamó mientras pasaba a su lado y metía un pastel al frigorífico.
—No nos estábamos besando —susurró Hermione mientras se bajaba de la encimera sin mirarlo.
—Sí, lo sé. Dan más vueltas que un carrusel.
Draco suspiró y les dio la espalda, su medidor de frustración estaba al máximo.
¿No podía tener cinco minutos con su bruja? La había extrañado tanto esos días y…
Un tirón suave a su brazo y Hermione estaba ahí, mirándolo con decisión.
—¿Te quedarías a dormir hoy?
Draco asintió y sonrió.
—Siempre, Granger —rodó los ojos—. Vivo aquí, ya sabes… Y tengo una sorpresa para ti.
Ella se mordió el labio y negó con la cabeza. Lo miró con decisión.
—¿Te quedarías a dormir conmigo hoy? ¿Hablar y esas cosas?
La boca se le abrió y la miró tontamente.
Asintió demasiado rápido, ella se rio y desapareció en su cuarto.
—Iré a prepararme.
Y toda la noche fue de ensueño, ella con ese vestido que no se le escapó, era el mismo que había usado en su cumpleaños, colgada de su brazo, dejando su mano en su espalda demasiado baja para ser algo de socios. Ella recargada en su hombro riendo de algo que dijo Pansy, todo absolutamente no gritaba socios.
Entonces llegó Cormac-el-idiota-más-grande-del-mundo-McLaggen. La abrazó demasiado largamente y comenzó a acosarla. Hermione le dirigía miradas a Draco cargadas de intención confusas, pero McLaggen no la soltó.
Y así estaba, bullendo de frustración en su corazón (y sus pantalones también), mientras preparaba una pirámide de chupitos.
Crooks había aparecido y maulló, Draco lo levantó y lo puso en la encimera, recordando que debían ponerle sus gotas para los oídos, algo que claramente, McLaggen no sabía, gracias.
Había acabado con Crooks y estaba intentando calcular cuánto fuego necesitaría, cuando Ginevra apareció a su lado, con su sonrisa pícara y sus comentarios tan certeros como una duelista experimentada.
—Deberías ir a orinar la pierna de Hermione otra vez —comentó con una sonrisa. Draco rodó los ojos y siguió con su tarea—. Ya sabes Malfoy, mi amiga es muy guapa y lleva cuatro años sin salir con nadie. He estado pensando —tomó un chupito y lo bebió de un trago—, en que se reencuentre con Víktor Krum. Les concerté una cita en dos días.
Tres cosas pasaron al mismo tiempo; el comentario de Ginevra, el mal pulso de Draco al conseguir el fuego y la cola contoneándose de Crookshanks que tiró la pirámide incendiaria.
Ah, y la mano de McLaggen en el trasero de Hermione.
Un maullido y Draco se vio siendo el más estúpido admirando a un gato anciano con problemas en los oídos incendiarse.
Hermione gritó, Ginevra apagó el fuego y terminó vetado de la función.
—No necesito que te quedes a ayudarme, Malfoy.
—¿Y quién sino te ayudará a recoger el desastre de la fiesta? —preguntó Draco, ojos al techo y brazos cruzados, seguro de su victoria—. ¡Y vivo aquí!
—¡Nadie, Malfoy! ¡No eres mi maldito novio para quedarte siempre! ¡Lárgate! ¡Y no es una fiesta! ¡ES UNA MALDITA CENA!
SOCIOS.
Draco parpadeó un par de veces y asintió. Sin mirar a nadie, tragó saliva y tiró el polvo a la chimenea.
—¡Bien! ¡Me iré a visitar a mi madre! ¡Diviértete en tu maldita FIESTA, Granger!
NADA MÁS QUE SOCIOS.
Nunca tuvo el valor de preguntarle a Hermione sobre McLaggen o sobre ese recibimiento efusivo.
Como en todas las otras ocasiones, ella lo aceptó dos días después y no volvieron a hablar del tema.
Draco pensó que lo habían olvidado.
Hermione sencillamente lo agregó a la lista de porqué Draco es un imbécil.
¡Hola! ¿Qué les pareció? Parece que no tiene fin la penitencia de Draco, lo sé, pero estamos a cuatro capítulos del desenlace.
Eterno amor a Fran, Jess, Az y Caro.
¡Gracias por leer!
Un beso,
Paola
