—¿Draco?
Draco miró hacia abajo, luego hacia arriba, ¿había sido una ilusión? Al parecer sí, ahora, a parte de borracho, podía escucharla. Su voz, casi un susurro que se tragaba el viento, fue una daga en su corazón.
—¿Draco?
Él frunció el ceño y miró hacia abajo, la ciudad estaba iluminada cálidamente, se veía tan tranquila en la lejanía, gente bobalicona caminando por las calles abarrotadas, gente idiota comiendo en un restaurante demasiado lleno, personas muy estúpidas tomándose fotos a la distancia en cursis propuestas de matrimonio. Parejas atarantadas intercambiando regalos baratos y clichés para terminar en un sexo mediocre y borracho… Y muchas más personas sintiéndose más solas que cualquier otro día, odiándose, preguntándose qué están haciendo mal y porqué no hay nadie que los ame….
Tomó otro sorbo de su botella y se arrellanó en la escoba, dispuesto a ignorar sus alucinaciones.
—¡Draco! ¡Estoy aquí!
Draco giró la cabeza a un lado, luego al otro y a su derecha, deteniéndose en una ramificación, Hermione Granger estaba medio sujetándose con las manos a una parte de metal mientras sus piernas se movían en otra dirección sobre una escoba que parecía tener mente propia.
—Sé que no soy de tu agrado en estos momentos, pero —la voz de Hermione tembló cuando la escoba se movió más lejos—, agradecería mucho si me ayudaras a llegar a ti.
La miró largamente, parpadeando con lentitud mientras su cerebro bastante mareado procesaba toda la situación y hacía un balance rápido.
1. Estaba en París, sobre la Torre Eiffel bebiendo vino sobre su escoba. Solo.
2. Hermione también estaba aquí, montada en una escoba y pareciendo a punto del desmayo mientras el viento la empujaba en otra dirección.
3. Llevaba un vestido borgoña, el mismo que él sabía que utilizaría en una fecha como esta.
4. Su cabello era una ridiculez alborotada que se movía en todas direcciones.
5. Estaba en París con él.
6. En su mano izquierda llevaba nuevamente el anillo de níquel.
Draco se sentó bien en su escoba y se acercó a Hermione al momento que la suya salía disparada junto al viento. Hermione gritó y Draco se lanzó hacia ella, sujetándola contra su pecho mientras caían golpeando algunas partes de la torre. Cayeron en picado y Draco la sujetó con fuerza, empujándose con las piernas hacia un lado y luego el otro. Hermione se aferró a su cuello mientras el viento los empujaba.
—¡Agárrate a mí!
Vio las luces de algún piso acercarse velozmente a ellos, entonces Draco puso las dos manos en la escoba y frenó. Sintió los brazos de Hermione asfixiarlo mientras descendían con mayor suavidad en el piso más cercano de la torre, al parecer, el viento los había empujado hacia abajo y hacia un lado, pero en los niveles más bajos, el viento era menos agresivo y pudieron manejarse.
Puso la escoba en vertical y descendió. Hermione estaba aferrada a su torso, la cabeza escondida y las piernas alrededor de las suyas. Draco se estrelló con el suelo a propósito y Hermione rebotó en sus piernas, con un chillido aterrorizado, se aferró a su cuello.
En cualquier otro momento, Draco se habría sentido feliz por tenerla a horcajadas encima suyo con un vestido tan corto y en una ciudad tan romántica. Pero ahora ya no estaba tan seguro.
Aclarándose la garganta, la empujó suavemente.
—Quizá sea un buen momento para que bajes —dijo Draco mientras se estiraba en la escoba, alejándose de ella. Hermione desenterró su rostro de su pecho y miró alrededor. Sonrojándose, saltó de sus piernas y resbaló. Él la sostuvo mientras sus piernas temblaban y después se bajó de la escoba, sosteniéndola.
—Gracias —murmuró ella mientras se alisaba una falda muy arrugada—. No pensé… no sabía cuánto viento hacía y yo sólo… supuse que era tan fácil, te veías tan cómodo.
—Lo estaba —dijo Draco mientras examinaba su Nimbus 5000—. Pero desequilibraste mi escoba con ése salto —Unas ramitas se habían torcido y tenía una grieta en la cola. Probablemente su vuelo se torcería algunos centímetros de ahora en adelante. Hizo una mueca pensando en la precisión que necesitaba como buscador y suspiro—. No era necesario, Granger. Era perfectamente capaz de manejar tu escoba sin que hubieses brincado a la mía.
Hermione se sonrojó y suspiró.
—Lo siento, sabes cómo odio volar y el viento me estaba enviando al otro lado y yo sólo… quería llegar a ti y estoy segura que la escoba no estaba siguiendo mis indicaciones cuando salté… Ahora le debo una Saeta relámpago a Theo —gimió ella mientras se sonrojaba. Luego, lo miró a los ojos, pero Draco desvió la mirada, no podía soportar la mirada que le estaba, seguramente dedicando—. Draco yo…
El nombre de Theo fue como un cubetazo de agua fría. Hermione no estaba ahí con él; estaba ahí con otro hombre.
—¿Qué haces aquí? —la interrumpió él—. ¿Nott te trajo a una cena romántica, me viste allá arriba y no te reprimiste para burlarte de mí? —escupió Draco mientras buscaba otra botella en su abrigo y la abría, se montó en su escoba y se señaló a sí mismo—. Pues aquí estoy, ya me viste. Hecho una mierda. Adiós.
Dio una patada al suelo y comenzó a elevarse, pero las manos de Hermione se aferraron a su abrigo. El anillo brilló en su mano. Draco hizo una mueca.
—¡No Draco! No estoy aquí con nadie más —dijo Hermione mientras buscaba sus ojos, él se aferró a mirar el mango de su escoba. Sintió sus dedos en su mandíbula, buscándolo, pero se resistió. Lo que fuera que quisiera decir, no estaba listo para escucharlo mirándola a los ojos—. Vine buscándote, llevo intentando llegar a ti desde hace dos días.
Draco se encogió de hombros y se elevó, pero Hermione se aferró a su abrigo.
—¡Espera, Draco!
—No, Granger —dijo Draco mientras se alejaba de su agarre—. Esperar es lo más que he hecho y ya no tengo ganas de esperar más ¿cuál es la finalidad? ¿Verte enamorada, casándote, teniendo hijos y siendo feliz con otra persona? No. Terminé con eso.
—¡No, Draco! ¡yo soy la que te he esperado todo este tiempo!
Dejó de intentar flotar y levantó la vista. Hermione lucía unos hermosos ojos acristalados eternamente tristes. Ahora sí estaba muy confundido.
—¿Qué?
Ella le quitó suavemente la botella de la mano y la dejó en el suelo, luego tiró de él hacia abajo, pero no hizo el intento de bajarlo de su escoba, sus ojos quedaron a la misma altura.
Hermione lo miró a los ojos, parpadeando para alejar las lágrimas e inhaló con fuerza, como si estuviera armándose de valor.
—Llevo esperándote unos buenos… ¿cinco años? —dijo ella mientras acariciaba su mejilla. Draco parpadeó como el idiota que era—. Pensé que tal vez, tú te estabas tomando tu tiempo, Draco.
—¿Qué? —preguntó Draco.
Hermione se rio, algo agudo y desquiciado.
—Todas las veces que intenté insinuar algo más, tú sencillamente te retirabas, podía verlo, ¿sabes? Esas miradas, esos toques, todas las cosas que hacías por mí: pedir la despensa, llevar a Crooks al veterinario, ponerle las gotas al viejo bribón, pasar cada domingo con mis padres incluso quedarte más tiempo del debido en un puesto que odiabas, Draco. Todo tú, cada intento, podía verlo, pero siempre parecía que había algo que te detenía —Hermione inhaló y buscó su mirada, sus ojos brillaban mientras ella acariciaba su mejilla, un toque tan familiar que lo hizo inclinarse en su palma y suspirar—. Siempre había algo que te desanimaba y entonces, decidí esperarte.
—¿Qué? —Bueno, tenía que preguntar, porque estaba muy confundido, demasiado estúpido, según su propia opinión.
—Draco, he estado enamorada de ti desde hace… —elevó los ojos como si hiciera cuentas y luego lo miró de nuevo, su labio tembló antes de decir—. Como desde hace seis años.
—¿Qué? —repitió, porque nada sonaba coherente.
Hermione seguía acariciando sus pómulos y su cuello con una paciencia que jamás la había visto poseer. No hasta ahora.
—Estaba enamorada de ti incluso antes de que Ron y yo lo dejáramos definitivamente. Sólo no sabía cuánto te amaba hasta que encontré ese horrible anillo hace unas semanas. Y en ése momento supe que no podía soportarlo ni un minuto más.
Draco bajó de su escoba y se puso de pie, las piernas le temblaban, dedujo que por el frío, ¿por qué más? Se alejó de Hermione y dio vueltas, ubicándose. Estaban en el piso más elevado de la Torre Eiffel, pero todavía más bajo de donde se encontraba bebiendo. Había una jaula metálica y varias de esas cosas que usaban los muggles para mirar la ciudad. Dio varias vueltas mientras intentaba calmarse, Hermione lo esperaba, de pie, en el mismo sitio después de veinte minutos.
Seguía sintiéndose violento cuando ella le tendió una pócima color barro. Draco se la bebió sin pensar, odiaba las pócimas de sobriedad, pero esto, era necesario.
—¿Por qué tienes una poción de sobriedad? —fue lo primero que preguntó después de otras vueltas. Se sentía más dueño de sí mismo que al inicio.
—Supuse que, si estabas la mitad de borracho que dijo tu madre, ibas a necesitar una si… cuándo te encontrase.
Draco miró a Hermione parpadeando y finalmente se sintió consciente de su horrible aspecto. No se había bañado en mínimo dos días, o no de la manera correcta si estar remojando en alcohol y agua contaba. Había vomitado más de lo que deseaba admitir y había volado tantas horas que… Se detuvo y miró a Hermione, quien lo esperaba pacientemente.
—Tengo un cambio de ropa y hay un baño por ahí, podrías refrescarte —señaló con la cabeza un pequeño restaurante que tenía las luces bajas—. No hay nadie y yo no me voy a ir. Quizá sería bueno hablar cuando te sientas… mejor.
Entonces sí tenía una pinta deplorable si Hermione le estaba sugiriendo que se adecentara. Ella, que lo había visto sudoroso después de salir a correr cada mañana, cubierto de pintura después de pintar la casa de sus padres, que lo había visto cubierto de sangre y suciedad al finalizar la batalla de Hogwarts o después de la semana que pasó encerrado en una celda deplorable en el Ministerio esperando su condena. Si ella, que lo había visto en sus peores momentos decía que necesitaba refrescarse, entonces lo haría.
Y no porque deseara verse bien después de las cosas que le dijo, sino porque realmente no soportaba pensar en la terrible apariencia que proyectaba. Y como decía su madre, la apariencia era la mitad del camino a cualquier cosa que quisieras.
Tomó la ropa que ella le tendía sin decir nada más y entró al restaurante. Tenía las luces bajas, pero no había ni un alma, algo curioso en un día tan cursi y estúpido como el 14 de febrero, que uno pensaría, estaría a rebozar de parejas ridículas y cenas pesadísimas. Ugh.
Entró al baño y se dio una ojeada: se veía terrible. Tenía ojeras muy marcadas, una barba incipiente y desigual, el cabello grasoso y si su imagen pudiera proyectarlo, apestaba.
Se aplicó los mejores hechizos de limpieza que recordaba y buscó en sus bolsillos, Luis siempre le regalaba pequeños experimentos que hacía con la pasta dental procurando hacerla portable. Así que tenía esta cosa circular como una perla que, si frotaba lo suficiente, se convertiría en pasta real.
Cuando por fin terminó, su aliento olía mucho mejor, apenas unos pocos toques de todo el coñac que había bebido. Estaba seguro que no olía a sudor y su cabello se veía prolijo. Así que tomó la ropa que le había dado Hermione y se la puso casi sin mirarse, parecía un atuendo un tanto elegante para un día cualquiera, pero conocía la conocía y seguramente, ella no iba a ponerse a buscar entre su ropa casual y un atuendo formal.
El qué hacía ahí, todavía era un misterio.
Uno en el cual, por cierto, no estaba pensando, ya que no soportaría caer después de ilusionarse. Estrellarse de cara era lo que había hecho en estos últimos días y no estaba seguro de cuánto podía aguantar sin romperse definitivamente. Y siendo sinceros, si en algún momento tenía que hacer caso de su instinto de autoconservación, era hoy.
Salió del baño sintiéndose más dueño de sí mismo y menos el dramático jodido de hace unas horas. Si ella iba a arrancar su corazón y pisotearlo hasta dejarlo desangrarse en París, bien podía hacerlo luciendo limpio y sobrio.
Y ahí, parada casi en donde él la había dejado, Hermione en una penumbra silenciosa.
Vislumbró una mesa pequeña, dos sillas apenas iluminadas por la luz de la luna y algo encima que parecía comida.
Ella le sonrió con suavidad cuando se acercó y retiró una silla, haciéndole un gesto.
—¿Qué es esto? —Al parecer, era la única frase que su cerebro deseaba pronunciar esta noche.
—Una cena —dijo Hermione mientras señalaba la silla que sacó. Draco se sentó, demasiado confundido como para horrorizarse por sus propios modales—. Sé que piensas que lo mío son los grandes gestos: atardeceres en el Big Ben, amaneceres en Italia, noches robadas en la azotea de nuestro edificio, momentos en la encimera después de una terrible tensión. Todos, grandes gestos —hizo comillas mientras tomaba su propio asiento a su derecha, no frente a él—. Pero la realidad es, Draco Malfoy —agitó su varita y ciento de cálidas luces fatas se encendieron, brillos dorados replicaron por toda la Torre Eiffel, creando una hermosa luz que los cubrió—. Que los grandes gestos son lo tuyo. Y ha sido mi culpa dejarte intentarlo todos, entonces, quizá si yo hiciera este último y gran gesto —señaló la mesa y la torre para ellos solos—, finalmente, esta noche podríamos besarnos.
Draco no estaba seguro de cómo, pero de pronto estaba inclinado sobre la mesa, empujando algunos platos al suelo y atrayéndola por la nuca.
Y sin más miradas épicas ni gestos dramáticos ni atardeceres o fiestas de año nuevo, se besaron.
¿Les ha gustado? ¡Sólo nos quedan dos capítulos!
Un beso,
Paola
