Un amable recordatorio a mis muy suspicaces anónimos: estoy haciendo todo lo posible por actualizar y concluir de buena manera la historia, pero creo que es muy bonito que si ya te tomaste el tiempo de sólo escribir «actualiza», podrías dejarme qué te gustó y qué opinas, ¡incluso tus teorías!, no sólo un nada bonito y exigente «actualiza» seguido de otro y otro anónimo. Recuerda que lo hago con mucho amor para ti y las otras personas que lo leen, así que me gustaría también ser correspondida con otra cosa que una fría exigencia. (Es una sugerencia).

Ahora sí, ¡vamos a ello!

¡Y no olviden que el próximo domingo termina la traducción de Desamparados y Callejeros!


De pronto, Hermione estaba sentada a horcajadas sobre su regazo, el cómo se había transportado o porqué su vestido estaba por encima de sus muslos dejando demasiada piel al descubierto eran apenas un recuerdo borroso, una de las últimas cosas en las que su cerebro se estaba preocupando mientras la lengua de ella se deslizaba por dentro de su boca.

Hubo un momento de claridad cuando ella se arrastró hacia adelante y arrastró sus dedos sobre su cabello y sus manos quisieron ir más abajo; hasta el dobladillo de su falda y por debajo de su ropa interior.

¿Ella querría eso? Por que Draco quería hacer muchas cosas y entre esas estaba deslizar sus dedos por debajo de su campante vestido y verla retorcerse por sus manos y otra parte quería atraerla y pegarla a su seguramente muy evidente erección hasta que ambos gimieran de necesidad… pero su lado racional le decía que esperase, que tomaran su tiempo y que ella no iría a ninguna parte, sobre todo, porque él no perdería esta oportunidad…

La silla rechinó por el doble peso, pero ambos lo ignoraron mientras sus bocas se fusionaban en una sola. Tantos años contenidos, tantos besos robados en la comisura de los labios, alientos compartidos después de una guerra de cosquillas, susurros bebidos por el otro en la oscuridad del cine, roces de sus manos sobre sus caderas con el pretexto de buscar algo detrás, dedos deslizándose por la espalda baja ayudándola a pasar la puerta… Años de acurrucarse juntos en el silencio de la noche con el corazón agitado y el pulso acelerado después de una mala pesadilla, tantos bailes que parecían decentes para volverse irreverentes entre luces de colores… Demasiadas ocasiones perdidas luchando por el deber y el querer, conteniendo el impulso de besarla y susurrarle las promesas más hondas de su corazón que ciertamente parecerían prohibidas y pecaminosas en un intento de plasmar la poco practicada ternura….

Y ahora, ella estaba sobre él: besándolo, bebiéndole el alma, tragándose sus promesas no dichas pero sí cumplidas, ahogándolo en un mar de su perfume favorito y rizos errantes.

Bien se podía morir en este momento.

Hermione empujó sus caderas hacia adelante e hizo contacto con su erección; ambos gimieron y ella abrió los ojos, separándose un momento del ataque a sus labios.

Draco abrió lo ojos y la observó.

Era un bello desastre de rizos alborotados, mejillas arreboladas y labios hinchados que lo miraba con los ojos más brillantes e incendiarios del universo.

Él tragó y esperó. Ella recorrió su rostro con la mirada, sus ojos, sus pestañas, sus pómulos sonrojados, su garganta temblorosa y su pecho que subía y bajaba totalmente descolocado. Hermione regresó su mirada a sus ojos y sonrió.

Su sonrisa iluminó su corazón que había permanecido en completa oscuridad como si de mil velas se tratara.

Él también sonrió.

Y sus bocas volvieron a chocar, enzarzadas en una gloriosa lucha de placer y agonía. Sus manos se deslizaron sobre su espalda y hacia su trasero en un movimiento lento. Ella contuvo el aliento mientras sus largos dedos se deslizaban titubeantemente hacia abajo, despacio, reconociendo el terreno y los límites de las preguntas mudas.

—¿Señorita Granger? —retumbó una voz chillona detrás de Draco . Hermione se sobresaltó y ocultó su rostro en su cuello con las mejillas enrojecidas de la vergüenza antes de mirar hacia abajo.

Draco se obligó a apartar la mirada de la bruja más linda de su vida mientras miraba la fuente de la voz: un pequeño elfo con una corbata café que desentonaba con sus enormes ojos rosáceos.

—¿Mademoiselle Ggangeg? —preguntó de nuevo el elfo mirándolos con los ojos más llenos de tristeza que había visto.

Hermione se aclaró la garganta y sonrió, como si no luciera hecha un desastre y estuviese en las piernas de un hombre.

—¿Sí?

—Soy Remi, su mesego esta noche —Miró nerviosamente detrás de Hermione, hacia la mesa puesta—. Pardon, ¿hay algo mal con su comida? —preguntó con su voz estridente. Draco sonrió ante la cara de vergüenza e incredulidad de ella, la bruja más avergonzada de su vida.

—¡No! ¿Por qué lo dices Remi?

El elfo miró a la mesa y luego a ellos con una mueca que parecía más una ceja arqueada que un puchero lastimero.

Pogque la cena ha estado segvida desde hace diez minutos Mademoiselle y no la han tocado. ¿Hay algo malo con el segvicio?

Draco escondió su sonrisa entre los rizos de la chica y la dejó tratar el asunto.

—¿Qué? ¡No! —exclamó ella removiéndose, pero Draco la mantuvo quieta y en su sitio—. Estábamos por iniciar con la cena… Sólo me distraje un poco…

El elfo hizo un sonidito de incredulidad y agitó sus enormes orejas.

—Dudo mucho que ahoga sea una cena de excelencia Mademoiselle, pego si me pegmite, podguía calentagla à ce moment précis.

Hermione asintió, luciendo por primera vez perdida en su vida. Parpadeó y miró a Draco. Éste sonrió y le apretó la cintura con calidez y una mirada que decía «Es tu gesto, Granger».

Oui, nous aimerions, merci Remi.

El elfo desapareció con la comida en un suave plop y Hermione miró a Draco de nuevo, ojos abiertos y una sonrisa en sus labios.

—¿Qué acaba de pasar? —preguntó ella en una suave risa y Draco se unió a ella mientras sus manos acariciaban su espalda con ligereza.

—Un elfo nos acaba de regañar, Hermione. Al parecer, estamos faltándole el respeto a la comida. Ingrat!

Hermione se rio de nuevo y un silencio cómodo se instaló sobre ellos mientras se miraban a los ojos. Sus labios se rozaron con suavidad en un último beso.

—Creo que no es tan mala idea —susurró ella contra sus labios y los ojos todavía cerrados en un plácido semblante de felicidad—, la cena.

Draco asintió y dejó a sus manos vagar unos momentos más sobre su espalda y sus rizos antes de besarla en la mejilla. Cálido, amoroso y tranquilo, como todos los días desde que se enamoró de ella, pero de alguna manera, se sintió todavía más cautivador y plácido, libre al fin.

—O podríamos ya sabes… —murmuró Draco con una sonrisa traviesa por el mero placer de verla sonrojarse—. Irnos y terminar con años de tensión.

Hermione se rio bajo y se removió en su regazo, ahogando un gemido cuando su erección presionó contra ella en el lugar indicado. Sus ojos se volvieron a encontrar y ella sonrió.

—Cenar, eso es lo que debemos hacer —dijo en un intento de convencerse a sí misma. Se puso de pie afanosamente evitando la mirada a su entrepierna y se sentó en su lugar, alisándose la falda y recobrando un poco de la vieja Hermione mientras bebía un vaso de agua. Draco la imitó y dio un profundo trago dándose cuenta de lo sediento que estaba mientras ella abría la boca una vez más y decía—. Y luego podremos acabar con años de tensión acumulada.

Draco escupió su agua mientras ella le daba una palmadita inocente en la espalda.

La comida apareció mágicamente en sus plateadas fuentes y comenzó a servirse en dos platos, poco dispuesta a ser ignorada nuevamente.

Una humeante sopa parmentier fue empujada sobre Draco mientras Hermione sonreía con suavidad y procedieron a cenar en un cómodo y entrañable silencio.

—Entonces, ¿fue para Astoria? —preguntó casualmente Hermione mientras tomaba un sorbo de su sopa. Draco se atragantó con su cuchara y tosió, quemándose la garganta y la lengua en el proceso.

—¿Q-qué? preguntó entre toses. Hermione lo miró con una sonrisa casual y siguió con su plato.

—El anillo, ¿lo compraste para Astoria?

Draco negó con la cabeza mientras seguía tosiendo, ¿cómo se había metido la cuchara hasta la garganta?

—N-no —tosió una vez más, luego bebió de su agua para ganar tiempo, debatiéndose entre la verdad o lo que le gustaría escuchar, se decidió por la verdad en un momento de debilidad—. Fue para ti.

Hermione abrió los ojos y dejó su cuchara a un lado. Draco la observó complaciéndose de su reacción.

—Lo compré la noche que nos emborrachamos, después de que cortaste con Weasley —puntualizó y se permitió otro trago para dejarla en vilo—. ¿Recuerdas que vinieron Pansy, Blaise y Ginevra? —Hermione asintió—, pues en un momento Blaise y yo nos separamos y lo compré.

¿Había sentido en decirle una historia más sólo a la mitad? Ciertamente no había funcionado, así que dejaría eso de lado y le diría todo, por vergonzoso, torpe o idiota que fuese, él se lo diría.

—Estaba acostado en mi cama pensando «sólo es tu amiga», «sólo es una pele más de tu amiga con su novio», cuando apareciste con los ojos rojos en mi chimenea. Eras un desastre y yo… bueno, yo sólo quería pedirte que lo olvidaras y nos fuéramos a otro sitio, juntos, los dos solos —Hermione dio un sorbo a su sopa y no dijo nada—. Y lloraste y hablaste y te quedaste dormida en mi cama… Y yo era un bastardo egoísta mientras pensaba «oh, no, esto olerá a ella» y tú te deshacías por otro canalla. En fin, ¿recuerdas después? Noches borrachos, días dando paseos en la Mansión. Creo que fueron las primeras vacaciones que te tomaste en tu vida, Granger.

—Yo… —lo interrumpió Hermione con ojos brillantes—. Es verdad. Desde que Voldemort regresó, no volví a tomarme días para mí y luego Ron y yo terminamos y… no podía regresar y tú estabas ahí —le sonrió, la sonrisa más bonita que le había visto en semanas—. Y sencillamente no me quería ir.

La sopa se elevó unos centímetros de la mesa, Hermione la detuvo en su sitio, ignorándola.

—Y fue idílico y doloroso, Granger —prosiguió Draco—. Estabas en mi cama esas tres noches, durmiendo abrazada a mí, pero llorando por otro mago. En el día eras dulce y yo sentí que habíamos dado un paso, pero en las noches llorabas y yo bueno, yo sólo era tu amigo, socios. Entonces fue la tercer noche: estabas particularmente… animada.

Draco tragó y desvió la mirada. Una cesta de pan se elevó ante sus ojos, arrojándole migajas.

—¿En serio no sentías nada, Granger?

Hermione no dijo nada, jugó con el dobladillo de su servilleta y tomó una respiración profunda mientras empujaba la cesta de nuevo a su sitio.

—Sí, sí sentía algo, Draco. Por eso corté con Ron —dijo con decisión—. Sí sentía cosas por ti y yo sólo… pero era muy pronto y no quería que pensaras que… eras un clavo o algo así.

—Eso dijiste mientras vomitabas —siguió Draco con un suspiro—. «No es el momento, Draco, pero quiero intentarlo, sólo no esta noche» y entonces aparecieron ellos tres y salimos a seguir bebiendo. Estaba pletórico, Hermione: era una oportunidad.

Ella levantó la vista y volvió a desviar su mirada, sus mejillas enrojecidas.

—Pero entonces entramos a ese horrible bar al que les gusta ir y… —Draco hizo una mueca—. Y bueno, estabas bailando con Theo y las chicas y yo no podía más. Blaise y yo salimos a tomar aire y fue cuando le confesé que… que yo… —hizo una pausa, no quería decirle lo que dijo en ese momento a Blaise—. Sentía cosas profundas por ti y luego me sugirió que te comprara un anillo y te confesara mi amor y estábamos muy borrachos y entramos a una joyería y tomé el anillo más ostentoso que encontré, dejé dinero y me fui.

Draco sonrió y acarició la mano de la bruja más linda y sonrojada de su vida. Su sopa tintineó y flotó, metiéndosele en el codo, pero ya estaba fría y de todos modos, había decidido ignorarla.

—Y entonces regresamos al bar y estabas encerrada en el baño llorando mientras Ginny intentaba confiscar tu varita porque querías desaparecer e ir tras Weasley. Tuvimos que sacarte a rastras…

Hermione ocultó su rostro en sus manos, avergonzada. Su cuchara de plata manchó su cabello, ella la espantó como si fuera un mosquito.

—Si hubiese sabido lo que sentías… yo… Ni siquiera habría ido a ti —Dio un suspiro tembloroso—. Eso fue horrible. ¡Oh, Draco! ¡Yo no sabía!

Draco le sonrió y tiró de sus manos abajo.

—Estuvo bien, Hermione. No tenías que tomar en cuenta los sentimientos de nadie, menos los míos cuando ni siquiera lo sabías, sólo sacar los tuyos, como dices, tener tu momento. Y esa es la historia del anillo: te llevé a la Mansión, te dejé dormir y regresaste a tu casa cuando estuviste preparada. Pero empezaste a pasar mucho tiempo en mi habitación, así que se me ocurrió llevarlo a la oficina y encantar mi escritorio, donde nunca metías la nariz, debo agregar con sarcasmo, porque sencillamente soy idiota. Y lo olvidé, incluso Blaise creyó que fue una alucinación de ebriedad… Hasta que lo encontraste —Acarició de nuevo su mejilla y se maravilló de lo hermosa que lucía avergonzada—. Pero debo ser sincero: nunca lo deseché porque me recordaba lo duro que debía trabajar para ser digno de ti, que un anillo horrible no iba a ser suficiente si quería que alguna vez sintieses por mí, la mitad de lo que sentiste por Weasley aquellas noches.

Hubo un tintineo y sus copas se rellenaron hasta el borde, urgiéndoles que las bebieran. Draco puso los ojos en blanco.

—Yo… oh, Draco —susurró de nuevo Hermione mientras se arrastraba a su regazo. La comida olvidada de nuevo a lo lejos. Tomó su rostro entre sus manos y lo miró con ojos brillantes, tanto como las luces fatuas que bailaban alrededor de ellos—. Yo no puedo amarte la mitad de lo que lo amé —Draco tragó y se acobardó, sonaba tan bien en su cabeza…—. Porque, Draco Lucius Malfoy —siguió ella sin inmutarse—, te amo como no he amado a nadie. Sólo me costó el triple de tiempo darme cuenta que estabas tan adentro de mi vida únicamente porque te amaba, como amigo, compañero, socio de bebidas y como la promesa de un amor verdadero.

Draco sonrió y acortó la distancia, besándola con suavidad y total adoración una vez más.

Sus sopas se estremecieron y salpicaron gotas por todo el mantel. Hermione bufó mientras su lengua encontraba camino dentro de su boca.

—Sé que esta es una cena romántica que costó todos mis ahorros y tenemos muchas cosas de qué hablar y quiero saber cada cosa, pero —Sus frentes estaban juntas y sus labios acariciándose mientras ella hablaba—, ¿quizá podríamos irnos? ¿alguna propiedad privada y escondida cercana aquí? —sus ojos tartamudearon mientras lo miraba—. ¿O una habitación de hotel? Por mí, estaría bien… Creo que Remi quiere asesinarnos pasivo agresivamente.

Draco no la dejó terminar mientras la besaba de nuevo y desaparecían entre destellos dorados y un cielo tan claro y brillante como solo París podría darles.


¡Hola! ¿Qué tal? ¿Qué vendrá? Todo mi amor a quienes han seguido preguntando por la historia, no, no la he dejado abandonada, pero las traducciones y la vida real colman mi tiempo, hago lo mejor que puedo.

Eterno amor a quienes la leen.

Un beso,

Paola