Eterno amor a ti mi querida Fran, NiaMalfoy y Giuliana por seguir aquí.
París
—¿Regresarás al trabajo? —preguntó Hermione mientras veían el amanecer desde los tejados del palacio. Ambos vestían sus pijamas y estaban rodeados de almohadas.
Draco estaba recargado sobre sus codos rodando perezosamente una botella entre sus manos.
—No. O sea, sí, ya sabes, para entrenar a los nuevos, pero no para seguir en el mismo puesto.
Ella asintió y se recostó en el regazo de Draco.
—Pedí mi cambio a DALM —dijo ella mientras Draco pasaba las manos por su cabello.
—Será bueno para tu carrera, estás desperdiciada en ese puesto y creo que hemos hecho un trabajo tan bueno, que el departamento podría seguir sin nosotros por muchos años antes de que alguien se dé cuenta.
Hermione asintió y se mantuvo callada un momento mientras el sol inundaba los jardines.
—¿Y qué harás ahora?
—Invertiré una pequeña fortuna, haré las cosas de finanzas para las que estudié y me haré cargo de la parte financiera de los Malfoy y las organizaciones que manejan, creo que hay mucho potencial y si se invierte bien, las partes como los niños huérfanos de la guerra podrían duplicar sus ingresos y no sé, me gustaría incursionar en financiación de proyectos emergentes, como el de los hombres lobos.
Hermione se levantó de golpe y miró a Draco.
—¿Piensas financiar esos proyectos?
Él asintió y miró su botella de nuevo.
—Puede ser benéfico si alguien les da la oportunidad y nada mejor que un ex mortífago malvado.
Hermione suavizó su mirada y se subió a su regazo, acarició su rostro y le sonrió y Draco nunca había visto a alguien más hermosa en el universo entero.
—Ellos merecen la oportunidad y tú también, Draco. Todos merecen ver lo inteligente, capaz, útil y preparado que eres. El hombre maduro y amable en el que te has convertido.
—Podrías agregar guapo y viril, también.
Hermione rodó los ojos y dijo con una sonrisa.
—Lo siento, nadie más merece ver lo guapo, viril y grande que eres.
Draco soltó una carcajada y la atrajo en un beso.
—Te amo, Draco Malfoy.
Nunca podría olvidarla con su pantalón de conejitos, sentada a horcajadas de él, besándolo como si lo adorara para toda la eternidad.
1ro de marzo
Una lechuza entró por uno de los pasillos y dejó caer un paquete sobre Hermione. Era El Profeta del día anterior y una caja para Draco.
Ella tomó el periódico y lanzó un grito mientras Draco examinaba la caja.
La lista de Hermione Granger se expande
Por Rita Skeeter
Población femenina mágica de Gran Bretaña, hoy es un día gris, me uno con ustedes en luto por todos los corazones rotos que esta noticia traerá consigo. Un luto que se extenderá por el país y postrará en su cama a centenas de féminas esperanzadas. Espero que, en los próximos días, ningún dementor se revele, porque difícilmente conseguiremos conjurar ni una voluta de patronus.
Y es que, estimadas lectores, Draco Malfoy, hijo único y heredero de los Malfoy y último en la línea Black, sobreviviente al sórdido régimen de Quiénes-Ustedes-Saben, ex mortífago reformado que todavía carga esa aura de rudeza y sufrimiento, pero con un corazón tan puro y noble que ha trabajado durante años como co-jefe en la «Oficina de Enlace Mágico para Jóvenes Magos», ayudando a decenas de niños en situaciones vulnerables para integrarse al mundo mágico, demostrando cuánto ha cambiado y lo mucho que adora a los niños, ha sido visto en público en compañía de Hermione Granger.
Y ustedes dirán, ¿qué hay de extraño en eso? El heredero de la infinita fortuna Malfoy y la Heroína de Guerra trabajan juntos desde hace años en el ODEMJM, y se había rumorado, mantenían una relación cordial pese al ya conocido carácter volátil y bastante fuerte que tiene la Señorita Granger que se había mantenido soltera durante casi una década, llamándola «La novia de Gran Bretaña», porque pensamos que se quedaría a vestir santos.
Pues al parecer, «La novia de Gran Bretaña» le ha arrojado el ojo al heredero Malfoy, engatusándolo con alguna pócima de amor, un filtro de belleza o alguna artimaña característica de las solteronas a punto de cumplir los treinta y tantos, pues han sido vistos por estos propios ojos, paseando por las calles de París tomados de la mano y mirando ¡anillos de compromiso!
¿Pueden creer eso? De ser uno de los solteros más codiciados del país, cuyas conquistas se han mantenido durante años en la total discreción como corresponde a un mago de su estatus, ahora es arrastrado por las calles de París de las muy callosas y huesudas manos de la Señorita Granger. Al parecer, sigue animando su patrón de hombres famosos y poderosos, desde Viktor Krum, Harry Potter o Ronald Weasley, ahora ha agregado millonario a la lista con el Señor Malfoy.
¿Será este el fin de la larga y sórdida lista de corazones rotos que Hermione Granger acumula? ¿O el heredero Malfoy será sólo otro nombre más para pisar en unas semanas?
Como sea, esta escrito….
Hermione gritó y arrugó el periódico, incendiándolo en el acto.
Draco levantó la vista de la caja que tenía en la mano y sonrió.
—¿Así que sólo soy un número más en tu sórdida lista?
—¡Esa perra! —gritó Hermione. Draco la atrajo y la besó, algo que descubrió, la calmaba casi de inmediato.
—Vamos, son puras tonterías —dijo él mientras le tendía la carta—. Y tonterías que nadie se creyó, porque mi madre envió esto. —Le tendió tres llaves ornamentadas y Hermione las miró confundida.
—Es una tradición de los Malfoy —explicó, de pronto sintiéndose nervioso mientras acariciaba el anillo de níquel de su mano—, arcaica, patriarcal y todo eso que odias, pero al parecer, mi madre sigue considerándola importante porque ya dio el primer paso —Hizo una seña a las llaves y dijo—. Son tres llaves para las bóvedas de los Malfoy, normalmente se dan en la noche del compromiso —Tuvo la decencia de sonrojarse y mantener su rostro inexpresivo—, cuando los novios firman su contrato de matrimonio, se acuestan frente a todos, garantizando que la novia sea virgen y ahora, arruinada para el resto, se debe casar con su prometido.
Hermione gritó y lo miró horrorizada. Draco soltó a reír al ver su expresión.
—Algo que claramente no se ha realizado, al menos, desde que mi madre se comprometió —Le aseguró con una sonrisa—. Y algo que claramente ya no podríamos hacer, porque ya te arruiné —agregó Draco mientras Hermione lo golpeaba con una almohada.
—¡Idiota!
—¡Es broma! —se carcajeó Malfoy mientras Hermione se ponía roja de la furia—. Yo fui el arruinado.
—Idiota —contestó ella con una sonrisa, como si últimamente nada pudiera enojarla en serio—. ¿Entonces tu madre ya sabe que te he arruinado para futuras mujeres y me mandó una bóveda en agradecimiento?
—No… en realidad, es algo que se entrega a la prometida para demostrar que ya se les considera parte de la familia Malfoy, como alguien digno de confianza, amor y aceptación —La miró con atención mientras decía la última frase—. A ella, sus padres y su linaje.
15 de marzo
Y nuevamente estaban en alguna reunión horrible a donde Draco no quiso ir, pero Hermione y toda su tropa fantástica terminaron arrastrándolo. Hacía calor y había demasiado personas en un lugar tan minúsculo como era el apartamento de «solteros» de Finnigan y Thomas y para ser sinceros, nadie se compraba su pinta de «solteros» en un lugar con juego de té, despensa completa y una inmaculada cubertería de plata de la cual, hasta su propia madre podría aprobar. Esto no era un departamento para chicos de veintitantos con toneladas de testosterona heterosexual, pero bueno, Draco no los iba a sacar de su fantasía autoimpuesta y menos porque estaba de mal humor.
Hermione ya lo había regañado y ni siquiera habían sido las siete de la noche.
Al parecer, encontró de mal gusto que se escabullera en los cuartos de Finnigan y Thomas para comprobar su teoría sobre cuál era el cuarto compartían y cuál sólo servía como la fachada heterosexual que necesitaban, según nadie.
Sólo para que conste, Draco se había escabullido buscando el baño, ninguno de sus anfitriones tuvo la preocupación de indicarle qué puerta era la correcta, así que se pasó en un pasillo con tres puertas y escogió una, naturalmente, la que no era la del centro, porque, ¿qué sentido tendría? Y bueno, aquí estaba, mirando muebles perfectamente ordenados de alguna tienda demasiado muggle y aburrida. Y voilà.
—¿Qué haces aquí? —chilló Hermione cuando lo atrapó pasando un dedo por una cómoda demasiado aburrida. Draco levantó su dedo triunfalmente, pero ella no parecía compartir su afición por los descubrimientos tácitos y obvios.
—Estaba buscando el baño —contestó él con una sonrisa. Se acercó con la sonrisa creciendo un poco más—, pero ahora que estás aquí…
—¿¡Estás loco!? —siseó ella, alejándose—. ¡Sal de aquí!
Draco sólo bufó.
—No seas aburrida, estaba buscando el baño y encontré esta habitación sin utilizar, aparentemente alguien de ellos o es vampiro y nunca duerme, o duerme en otra cama.
—Es de mala educación meterse en las habitaciones de los anfitriones —susurró Hermione con ese tono remilgado que le erizaba la piel, pero muy a su pesar, miró a su alrededor, apenas velando su curiosidad.
Él no se movió, sólo la miró con las cejas enarcadas.
—¿Sabes qué es de mala educación? Preguntar dónde está el baño y que el anfitrión señale vagamente hacia tres habitaciones. Técnicamente, no es mi culpa.
Hermione rodó los ojos hacia su declaración y entró totalmente al cuarto, tirando de él.
—Vámonos, alguien nos puede ver.
—Qué escándalo —murmuró él con aburrimiento—, ver a una pareja salir de una habitación, juntos, en una fiesta. Totalmente inesperado. —Se detuvo abruptamente y sonrió como gato—. ¿Pero qué es esto?
Hermione chilló cuando él tiró de un cajón y lo abrió.
—Oh mi…
—Pero quién lo diría —se regocijó él mientras ambos miraban dentro—, qué gustos tan… peculiares. —Le lanzó una mirada a Hermione, quien se había sonrojado mientras miraba hacia lo que parecía un gran cajón cubierto de telas de seda, plumas y un látigo largo de cuero oscuro—. ¿Crees que lo usan a menudo? —preguntó contra su oreja—. ¿Disfrutarán del juego de la dominación? —Acarició su espalda y la sintió arquearse bajo su toque—. Atarse, vendar los ojos, confiar su cuerpo al otro —Mantuvo su mano en su espalda baja y se acercó más, apretando sus caderas—. ¿Quién crees que sea el sub?
Hermione soltó una risita y cerró el cajón, alejándose de él.
—Esto es horrible.
Draco enarcó una ceja con curiosidad.
—Es decir, el que hayamos invadido su intimidad —explicó ella con las mejillas sonrojadas—, no lo que hagan a solas… eso es… —Draco esperó mientras ella se tocaba las mejillas—. Interesante.
—¿Te gustaría… probar alguna de esas cosas? —Realmente intentó mantener una cara de póquer mientras lo decía, ignorando los cientos de fantasías que había tenido sobre ella con las manos atadas mientras él pasaba plumas, telas y sus labios por cada parte de su cuerpo, sobre cómo le gustaría, sólo si ella quisiera, colocar su mano alrededor de su garganta y escucharla vibrar mientras empujaba profundamente dentro de ella—. ¿Usar algo de ese cajón?
Hermione lo miró con los ojos abiertos, horrorizada y con las manos todavía en las mejillas, dio dos pasos hacia atrás.
—¿Qué? ¡No! Puaj, Malfoy. Eres asqueroso —Hermione lo miró enojada y salió, abriendo la puerta de un tirón—. ¡Sal de aquí!
Cientos de fantasías se rompieron frente a sus ojos mientras ella lo miraba asqueada. No es que él deseara hacerle daño, pero había un mundo ahí fuera por explorar… aunque la mirada que le dirigió fue una que no había visto en sus ojos hacía muchos años…
Se enojó, porque estaba bien si ella no deseaba nada de eso, pero… ¿verlo con horror y asco?
Así que sí, estaba de mal humor mientras se recluía en una esquina y observaba a Hermione reír con Potter y Weasley.
Bueno, realmente estaba de mal humor por muchas cosas, ese fue sólo el detonante. Pero había sido una semana larga y horrible y sí, Hermione sí tenía la culpa.
Miró su vaso medio vacío y por un momento, apenas una fracción de segundó, consideró desaparecer de la fiesta e irse a dormir. Nadie se daría cuenta que él no estaba aquí, ni siquiera ella.
Mientras estaba en París, con su hermosa bruja, había estado en una nube, era como volar; emocionante, rápido, felicidad y libertad pura. Pero regresaron a «la vida real», como lo llamaba ella y él pensó, en su inocencia, que todo sería más o menos normal. Sí, habían discutido la mayoría de las cosas, reglar y nuevos límites mientras estaban felizmente ignorantes del mundo, pelearon bastante, pero coincidieron en regresar las dos habitaciones a su tamaño único original, eso no tardó nada. Ni siquiera hubo una pelea por qué cama desechar; la de ella. Porque, dijo Hermione, la de él era más grande, más nueva, más alta lo que sea que eso significara y era el lugar donde ella había pasado todas las noches desde que se fue de la casa, y antes de eso, fue el lugar que usurpaba cuando tomaba sus vacaciones en la Mansión Malfoy. El único lugar donde había dormido sin pesadillas.
Así que Draco tomó sus cosas que ya estaban en una caja, gracias Hermione, y las reordenó en la nueva habitación. Los libros, fotos y productos del baño permanecieron casi intactos, si acaso, había más libros que se habían añadido recientemente después de sus vacaciones. Entonces, casi el mismo día que llegaron de París, pudieron acostarse a dormir como una pareja que vivía oficialmente junta.
Esa noche, rodeado de la calidez de Hermione, supuso que todo sería más o menos normal. Sí, tendrían que seguir haciendo la lista de «cosas por comprar», rellenar el recipiente de Crookshanks, visitar a los padres de ella los fines y paulatinamente añadir a su madre en una visita ocasional (sólo quizá). Sí, ambos habían presentado su renuncia a Shacklebolt y tenían mes y medio por delante para seguir trabajando juntos entrenando a sus reemplazos, así que todavía podrían ir juntos a la oficina, almorzar y comer juntos, irse a casa juntos y ver algún programa en su enorme televisión recién añadida a capricho de Draco y casi todas las noches y algunas mañanas, tendrían el asombroso sexo que estaban descubriendo juntos, noches con las manos en el otro, besos lánguidos, perezosos y llenos de deseo para quedar dormidos extasiados y satisfechos. Probablemente tendrían una reunión paulatina con todos sus amigos y tendrían que anunciar que eran pareja, pero sólo eso. A su propio ritmo, juntos, encontrarían el camino.
Qué equivocado estaba.
—Ve tú primero —susurró Hermione mientras daba vueltas en la sala—. Olvidé algo, pero no puedo recordar qué.
—Te esperaré —contestó él con una sonrisa mientras se recargaba en la chimenea, pero Hermione lo miró furiosa.
—Dije que te adelantaras o llegarás tarde, me tardaré mucho.
Draco alzó las cejas, pero no dijo nada y se adelantó.
Probablemente las vacaciones prolongadas y nada planeadas que se tomaron fue un estrés total para ella, pensando en todos los deberes para nada urgentes que tendrían. Sí, se dijo él mientras abría la puerta de su oficina y comenzaba a recoger la correspondencia atrasada, sólo estaba nerviosa por regresar, eso justificaba que no se habían deseado un buen día después de años de vivir juntos.
Pero Hermione chocó contra su espalda y se separó como si fuera alérgica. Draco la miró sin inmutarse.
—¿Encontraste lo que te iba a tomar tanto tiempo?
Hermione se sonrojó y asintió, señalando su muñeca.
—Olvidé mi liga para el cabello.
Draco inhaló y exhaló y abrió la puerta, dejándola pasar primero. Ya adentro, señaló un frasco en medio de sus escritorios.
—Ahí hay docenas de ligas —dijo en un susurro. Hermione tuvo el descaro de parecer avergonzada mientras se hundía en montañas de papeles.
Si no lo supiera mejor, pensaría que ella estaba avergonzada de ser vista con él.
Algo que se sintió a una afirmación a la hora del almuerzo, cuando ella no quiso salir con él, farfullando algo de haber quedado con Harry. A excepción de algunas veces que peleaban, solían almorzar juntos y sí, a veces Potter o incluso Weasley, Pansy o alguien más, se agregaba a la lista, pero él no era excluido. Agregar, no excluir parecía ser la política de Hermione… Hasta entonces.
Para la hora de la salida, Draco tenía el ceño fruncido. Recogió su abrigo y se fue sin esperarla. Hermione apareció detrás de él apenas dos minutos después y se lanzó a sus brazos, besándolo.
Se le olvidó todo.
Hasta la mañana siguiente, cuando Hermione volvió a olvidar algo y le pidió que se adelantara.
Habían pasado toda la semana en ese incómodo baile de llegar, almorzar e irse por separado y tan pronto tocaran las cuatro muy privadas paredes de su departamento, ella se lanzaría sobre él y Draco, naturalmente, la perdonaría.
Ella había dicho algo sobre no querer darle más excusas a Skeeter o quien fuera para escribir sobre ellos, pero en algún punto mientras ella dormía contra su pecho, casi se sintió como una mentira.
Y así llegó el viernes y de nuevo, estaba atrapado en esa horrible «fiesta de bienvenida (muy heterosexual), al nuevo departamento de Dean y Seamus». Y sí, tenía derecho a estar enojado mientras se daba cuenta que de su semana, la única «tradición», si así podía llamársele, que ella había mantenido, era el viernes social con sus amigos.
Bah.
Draco llenó su vaso al borde, más allá de los límites sociales establecidos para el wishkey y le dio un profundo trago.
—Hola, Señor Malfoy —dijo Rose con una brillante sonrisa tan contagiosa, que hasta Draco se aflojó un poco. Rose, del Departamento Experimental de Mágicas Enfermedades, era una chica muy bonita, demasiada alta para su gusto, porque casi le llegaba a la nariz y él medía uno ochenta y siete, pero muy simpática y divertida. Además, aunque sólo estuvo un año por debajo en Hogwarts, siempre solía llamarlo «Señor Malfoy», algo que le parecía absurdo y que ella usaba para molestarlo, así que ambos, provenientes de familias tradicionales, se divertían usando las palabras más rebuscadas del diccionario.
—Señorita Rose —saludó Draco y la vio sonrojarse. ¿Tendría fiebre? ¿Habría pescado alguna de las enfermedades con las que trabajaba? ¿Sería contagioso?—. Qué placer verte en esta… —Miró a su alrededor—… En esta plebeya fiesta inaugural de dos compinches de morada.
Rose soltó una risita en su bebida.
—¿Tú también crees que no son compañeros?
Draco se encogió de hombros y ella le dio un codazo.
—La Señora Snyde, mi abuela, estaría dignamente sorprendida ante semejante muestra de cubertería de plata genuina.
—Y qué trabajo de orfebrería.
—Nuestras familias se sentirían honradas de poner sus huesudas manos sobre este recién pulido palo de… —Rose tomó un cucharón de plata de una repisa y sonrió—. De lo que sea, ni siquiera mis años de etiqueta me han preparado para saber el nombre de esa cosa.
—Presiento que no es el único palo que se ha pulido en este lugar en las últimas horas. —señaló con otro trago. Rose soltó a reír más fuerte de lo que él la había escuchado y él también sonrió.
Rose era agradable y siempre se encontraban en estas fiestas porque, aunque ella no era amiga directa de ninguno de los amigos de Hermione, siempre conocía a alguien que conocía a alguien que iría a esta clase de eventos donde se encontraban. Y gracias a Merlín, porque había tenido una semana muy volátil para intentar ser un cachorro detrás de Hermione. Si ella no se quería acercar o reconocerlo, él tampoco. Su resolución de irse sin ella se asentó en su estómago.
—Entonces —dijo Rose mientras llenaba sus vasos hasta el borde—, me han dicho que te vas del Ministerio.
—Las noticias corren rápido.
—Sí… —contestó ella con un dedo en el labio—. Pareciera que tienes tu propio corresponsal privado en El profeta y hasta en Corazón de Bruja.
—No leo últimamente el periódico —admitió él mientras daba un sorbo y fruncía el ceño, algunas gotas escaparon y cayeron en su dedo, lo lamió mientras decía—,son todas tonterías falsas sobre mí, puros chismes sin sentido.
—Supuse que todo era falso.
—Oh, lo es.
Rose sonrió brillantemente mientras él le devolvía la sonrisa. Ella miró su dedo en su labio un rato, toda ruborizada. ¿Sería de mala educación preguntarle sobre su fiebre y pupilas dilatadas? Porque en serio, lo que menos quería Draco en esos momentos, era una epidemia, pero ella lo interrumpió cuando abrió la boca.
—¿Qué harás después?
—Voy a abrir un apartado para financiar proyectos emergentes para estas cosas que se descubrieron después de la guerra y de las cuales nadie quiere hablar: terapia para la maldición cruciatus, prótesis de algún tipo y en realidad, cualquier proyecto que valga la pena y nadie quiera mirar dos veces.
Rose sonrió y le dio otro codazo.
—Suena increíble. ¿Qué opinan tus padres?
Draco se encogió de hombros.
—Le envié una lechuza a mi madre, ella le dijo a mi padre, naturalmente. Pero no recibí respuesta, así que deben odiarlo, pero da igual, lo haré de todos modos.
Ella asintió.
—Tenemos este proyecto —dijo de pronto, mirando a las personas bailar y platicar, más integradas de lo que ellos estaban, en un rincón de ese minúsculo departamento—, que nadie ha querido mirar dos veces, ¿sabes? —Draco inclinó su cabeza, interesado y ella siguió—. Es sobre un prototipo de escobas para personas débiles visuales, problemas de sordera y algunos otros padecimientos. Nos inspiramos en la tecnología muggle —Rose saltó y sacó un teléfono de su bolsillo. Draco enarcó una ceja y sonrió.
—Qué atrevida, Señorita Snyde, un teléfono muggle.
Rose se sonrojó todavía más y se lamió los labios. ¿Estaría deshidratada? ¿Debería sugerirle un vaso de agua o una pócima para la fiebre?
—Déjame mostrarte, tengo guardadas unas fotos —Ambos inclinaron la cabeza hacia las fotos que Rose le mostró—. Es algo como las bicicletas para discapacitados de los muggles….
Después de un rato de preguntas y respuestas, Draco estaba emocionado. Ese proyecto sería el primero en financiar, casi podía ver los pasos a seguir, cómo invertir, a quién presionar y cuánto alargarlo para que funcionara y luego, sería fantástico. Levantó la cabeza de los diagramas que Rose había dibujado con su varita y miró a su alrededor, buscando a Hermione. Quería hacerle señas para que se acercara y mostrarle el primer proyecto que lanzaría, ya se la imaginaba sonriendo y alentándolo…
—Y entonces, ¿te queda bien un almuerzo el próximo miércoles? —preguntó Rose, interrumpiendo sus fantasías—. Sería bueno si Daniel estuviera presente, hemos trabajado por nuestra cuenta un largo tiempo…—ella le guiñó un ojo.
—Claro —coincidió él y se abstuvo de pedir un lugar más para Hermione. Al final, recordó que ella no compartió almuerzo con él esa semana, ¿qué más daba la siguiente?—. Naturalmente, yo pago.
Rose rio y se sujetó a su brazo, un poco tambaleante. Quizá habían bebido mucho alcohol mientras hablaban emocionados, todavía hablaban correctamente, pero eso podría deberse más a clases de dicción que a su estado actual de alcohol en la sangre.
—No, yo pago —dijo Rose mientras se sujetaba de su codo, Draco la mantuvo erguida del codo—. Quiero decir, deme duro… quiero decir, el departamento… —Rose estaba roja mientras se mordía los labios, estaba tan cerca que podía sentir su calor irradiando cerca del suyo—. El DEME, que durante años ha esperado algún inversionista, paga.
Por Merlín, ¿esos eran sus pechos contra su brazo?
—Dreeeico —siseó una voz y Draco soltó a Rose para atrapar a Hermione que se arrojó hacia él—. ¿Dndéstabas?
—Aquí —dijo él mientras la sujetaba por las caderas, como otras tantas veces, pero ella lo abrazó por la cintura y se recargó completamente en él. Draco presionó una mano en su espalda para mantenerla pegada a su pecho y así tenerla de pie. Hermione era muy ligera para llevar… excepto cuando estaba borracha. Una vez en el piso, él no tendría ni una oportunidad para ponerla de pie a menos que alguien más la ayudara a llevarla.
—Wow, la Señorita Granger está muy… feliz —comentó Rose, de pronto más sobria de lo que estaba hace un segundo.
—Es una bebedora ligera —contestó Draco mientras Hermione le sonreía a Rose y recargaba la cabeza en su pecho.
—Toy felizzz —asintió ella mientras le palmeaba la cara a Dracp—. S'lo venía por una l'ga. ¿t'nes una l'ga?
Draco asintió y sacó de su bolsillo una liga para el cabello. Ella siempre solía atárselo cuando estaba «demasiado feliz». Hermione se la quitó y comenzó a luchar contra su cabello mientras Draco la mantenía de pie con ambas manos en su cadera, presionada contra su pecho.
—Seguramente tomó vino. Granger sólo necesita una copa y es todo —Rose se bebió todo su vaso y le sonrió mientras Hermione suspiraba y lo abrazaba por la cintura. Draco mantuvo su mano en su espalda, dándole caricias suaves. Pese a las probables réplicas de Hermione por la mañana de «mantener las apariencias», Draco la miró con afecto y le quitó un rizo errante de la cara.
—Afortunadamente, así de fácil de emborrachar, nunca se ha levantado con resaca.
—Ni una vezzz —coincidió Hermione mientras abrazaba felizmente a Draco y miraba a Rose—. Nisiqui'ra con toooo el vino que bebimoss en París.
Draco arregló otro de sus rizos.
—Gracias al cielo por las pequeñas misericordias.
—Claaaro —Hermione le dio una enorme y borracha sonrisa a Draco—. ¿Cama, Dreeeiiiicoo?
Rose chilló.
Draco sonrió bastante feliz de salir de ese minúsculo y plebeyo sitio, un poco menos enojado con Hermione que al inicio de su día.
Se volvió hacia Rose para despedirse, pero se había esfumado.
¡Hola, hola! ¿Qué está pasando? ¿¡Otro capítulo en una semana!?
Besos y muchas gracias por leer,
Paola
