—¿Felicidades?
Hermione soltó una risita nerviosa y luego se sonrojó y después comenzó a llorar, abrazando a Harry.
—¡Paulatinamente me voy a casar!
Harry se separó lo suficiente de Hermione para apretar la mano de Draco, quien no lucía tan asesino como había vaticinado. Incluso le sonrió.
—¿Quieren un café de Leila? —preguntó Malfoy mientras miraba por el pasillo.
El rostro de Hermione decayó un poco mientras él miraba hacia adentro. Draco, como por arte de magia la miró y se echó a reír.
—No estarás celosa de Leila, ¿verdad? —Hermione se entretuvo arreglando su anillo sin mirarlo al rostro y Draco se carcajeó—. ¡Tiene como setenta años, Granger!
Incluso Harry se rio un poco al pensar en la regordeta y muy amable secretaria del piso. Era como la abuela que desearía haber conocido.
—Ven, amor —susurró Draco con una sonrisa entrelazando sus manos—, vamos a contarle a Leila las buenas noticias. Quién sabe, tal vez te prepare un café.
—Es café de máquina —murmuró Hermione con los ojos en blanco, pero se dejó llevar con una sonrisa secreta.
Casi habían llegado a su piso, cuando el elevador se abrió y salió Rose Snyde, quien retrocedió cuando los vio.
—¡Señorita Snyde! —gritó Draco mientras agitaba la mano que mantenía la de Hermione fuertemente sujeta.
Rose lucía cara de terror mientras Draco remolcaba a Hermione hacia los elevadores. La puerta se cerró antes de que ella pudiera regresar al elevador. Snyde se giró con una sonrisa en su rostro y los encaró.
—Señorita Granger, Señor Potter, Señor Malfoy —saludó la mujer con su mejor sonrisa—. ¡Qué placer!
Draco empujó sutilmente a Hermione hacia su costado y le sonrió.
—¿Te dije que Hermione es mi prometida? —preguntó Draco con su mejor sonrisa mientras sonreía—. Ella aceptó casarse conmigo.
Rose tenía los ojos tan abiertos cuando miró el anillo en su mano, luego se formó una gran sonrisa en su rostro.
—¡Pero eso es fantástico! —chilló la chica, abrazando a Hermione—. ¡Le dije a Draco que serían increíbles juntos! Diana no me lo creerá —Miró el anillo y sus ojos brillaban con emoción—, ¿puedo contarle?
Draco miró a Hermione que todavía parpadeaba medio aturdida.
—Puedes contarle a quien quieras —contestó ella con una lenta sonrisa—, incluso a la Señorita Dwinells.
Rose chilló y abrazó a todos, incluido Harry antes de tocar el botón del elevador.
—¡No puedo esperar hasta la casa para decirle a Diana!
Desapareció dentro del elevador y todavía agitaba su mano cuando la caja se movió en horizontal.
—¿Es la compañera de Diana? —preguntó Hermione mientras avanzaban hacia la oficina. Se sentía tan bien decirle al mundo sobre ellos dos…
—Rose y Diana son algo así como Finnigan y Thomas.
—¿Pareja? —se incluyó Harry. Draco asintió con una sonrisa.
—¡Dean y Seamus no son pareja! —exclamó Hermione con una sonrisa mientras Leila los recibía en su oficina.
—¡Leila! ¡Adivina qué! —gritó Draco mientras arrastraba a Hermione hacia su escritorio.
1ro de mayo, más tarde
—¿Estarás ocupado el sábado? —preguntó Hermione mientras trazaba runas en su pecho, secretamente mirando el bonito y sencillo anillo en su anular. Draco la miró sin comprender—. Quería saber si me acompañarías al veterinario.
Draco acarició la pierna de Granger y le sonrió.
—Siempre te acompaño, Granger.
Ella asintió pensativa.
—Sí, pero creo que sería un buen momento para cambiar el expediente de Crookshanks; que diga Granger-Malfoy.
—¿Le estoy dando mi apellido a un gato?
Hermione ni se inmutó, sólo sonrió mientras le acariciaba la nuca.
—Le estás dando tu apellido al gato de tu prometida. Sí.
—Lo que quieras, prometida.
—Paulatinamente, tenemos que hablar con nuestros padres.
—Shhh.
1ro de mayo, muy tarde
—¿Qué haces despierta, Hermione? —preguntó Draco mientras bostezaba. Hermione estaba sentada en la sala, con varias carpetas a su alrededor. Ella agitó su varita y las guardó todas.
—Nada, no podía dormir y estaba adelantando trabajo —Abrazó a Draco y le sonrió—, pero ya acabé, vámonos.
Draco lanzó una última mirada a las carpetas de colores neutros antes de apagar la luz.
2 de mayo
La puerta del pequeño departamento se abrió de un portazo y Draco entró, pateando la puerta de regreso para cerrarla. Un cuadro de la entrada se cayó mientras Hermione era apoyada sobre el mueble del recibidor y empujada contra el espejo y él se metía entre sus piernas, besándola con fuerza mientras sus manos se deslizaban debajo de su vestido arrancándole gemidos desde lo más profundo.
Había sido menos horrible ir al memorial este año, con Hermione y su radiante anillo en su mano, fue como tener un patronus con él. Pero seguía siendo horrible y frustrante y se escaparon apenas terminó la lista de caídos. Así que era temprano, medio día por lo mucho cuando irrumpieron entre besos a su casa.
Sus manos se movieron a su túnica, empujándola por sus hombros mientras sus bocas se entrelazaban. Las manos de Draco tirando de su ropa interior hacia abajo. Hermione le ayudó a sacársela pateándola a algún lugar antes de regresar a desabrochar su cinturón.
Él gimió cuando ella acarició su longitud antes de arrojar el cinturón al suelo. Sus manos acariciaron su torso desnudo y Draco tiró de su mano izquierda hacia arriba, besando los dos anillos que cargaba su dedo anular con una sonrisa.
Los ojos de Hermione brillaron con complicidad y sus bocas volvieron a chocar mientras él se abría la cremallera del pantalón y ella metía la mano debajo de su bóxer. Él enredó sus rizos en un puño y apretó ligeramente. Hermione gimió.
Draco se lamió los labios con anticipación mirando hacia abajo mientras ella le daba caricias por debajo de la ropa y lo tomaba entre su mano para sacarlo.
—Verás, por mucho que considere natural las muestras de amor entre jóvenes, creo que es una falta de respeto que lo hagan frente a su padre —dijo una voz profunda y fría que heló la sangre de Draco.
Se suponía que él estaba recluido en la Mansión, lejos de él, de su departamento con Hermione, de su trabajo; lejos de su vida. Su corazón se detuvo mientras su mirada salía disparada hacia el sillón de una pieza que estaba rotado hacia la entrada. En él, sentado, con el bastón entre las manos y una mirada aburrida, se encontraba Lucius Malfoy.
Hermione chilló cuando lo vio y tiró de Draco hacia adelante, cubriéndose con su túnica.
—¡Padre! —exclamó Draco con un graznido poco firme y profundo, sonando sospechosamente a pánico—. ¡Esta es mi casa!
Lucius los miró sin inmutarse y enarcó una ceja mirando a su alrededor.
—Eso me han dicho.
—¿Cómo…? ¿Qué..? ¿Por qué…?
—Cinco minutos para que se alisten, Draco —dijo Lucius con el mismo tono aburrido que siempre usaba con él—. Estaremos esperándolos en el salón de té.
—¿Esperándolos? —se aclaró la garganta Draco para recobrar la compostura y alzó la barbilla con desafío—. ¿A quiénes?
Su padre lo miró largamente y luego a Hermione.
—Cinco minutos, Hermione.
—Sí, Señor Malfoy —susurró increíblemente suave y obediente, Granger—. Lamento que nos haya encontrado así.
Lucius suspiró y se puso de pie, sus rasgos se suavizaron por un segundo, antes de dirigirse a la chimenea.
—Es su casa. Cinco minutos.
Y desapareció en una llamarada
Draco se separó de Hermione y la ayudó a bajar antes de detenerla.
—Hermione…
Ella se alisó la falda y miró sus zapatos.
—¿Tienes algo que decirme? Sobre… ¿eso?
Hermione hizo un gesto al departamento.
—Dejé la fiesta de San Valentín a cargo de Theo, si el desorden cuando llegamos no te dijo nada, aparentemente nadie recibió mi invitación. Entonces estaban aquí todas las chicas solteras del ministerio y sólo Theo para ellas… como sea, me sugirió que buscara ayuda para encontrarte —Ella alineó un cuadro para no mirarlo—, aparentemente te habías ido.
—¿Y eso cómo te llevó a acordar una cita de té con mis padres ipso facto el anillo entró en tu dedo?
—Le prometí a tu padre que si… cuándo te encontrase y todo saliera bien, yo… Si nosotros decidíamos comprometernos o algo —Se sonrojó y tragó—. Yo te llevaría a la Mansión y tendríamos esos rituales con las llaves y todo lo demás. Al parecer —su voz se hizo pequeña—, pasar más de siete años sin un compromiso formal es un mal augurio para los Malfoy y… y de todos modos lo haríamos, ¿no? Lo del anillo real.
Draco miró a su bruja con los ojos abiertos y boqueó.
—¿Hablaste con mi padre?
Ella se encogió de hombros y le sonrió mientras le acomodaba las solapas de la túnica.
—Necesitaba saber dónde podías estar y para eso requería un pase a todas las propiedades Malfoy.
Draco palideció y la miró medio horrorizado, medio divertido. Tomó su mano y miró su anillo, el que él le había hecho hacía tanto, lo acarició y el anillo vibró con suavidad, calentándose en su mano.
Ella se retiró e hizo un gesto con la mano.
—Tarde o temprano nos íbamos a casar, Draco —dijo mientras abría la puerta de su habitación como si comentara el clima—. No es para tanto… ¿Debería usar estos? —Señaló su mano y se contestó sola—. Mejor no.
—¡Hermione! —gritó él siguiéndola—. ¡Pudo haberte usado para algo siniestro! ¡Lo conoces!
Hermione se dio la vuelta y rio.
—Oh, por favor, no es como si hubiese pedido mi sangre o algo así —Sacó un vestido de su armario y se dio la vuelta—. ¿Puedes desabrocharlo? Gracias. Sólo me preguntó qué sentía realmente por ti y en serio, Draco, nadie me había hecho esa pregunta. Le contesté y luego… —Agitó la mano del anillo mientras su vestido veraniego era reemplazado por otro más formal—. Dijo algo en francés y me ayudó a localizarte. A cambio, le prometí que los veríamos cuando nos comprometiéramos, ya sabes, no querían presionarnos demasiado.
—¿¡A quiénes!? —Sí, estaba gritando y siendo una maldita reina del drama, pero estaba entrando en pánico. La peor sensación del mundo era no tener la información en sus manos y sólo había dos personas en su vida que hacían eso y desafortunadamente, ésas dos personas eran Lucius y Hermione.
Hermione cambió sus tenis por tacones y alisó su cabello en un santiamén.
—A tus padres —dijo rodando los ojos—. Y los míos —agregó con una sonrisa brillante.
Draco hizo un sonido de ahogamiento.
—¿Entonces está pasando? —gritó Draco mientras daba vueltas. Hermione se recargó en la pared y lo miró—. ¡Pensé que lo íbamos a hacer a nuestro ritmo! ¡Me reuniría con ellos, luego con tus padres, luego cena en un restaurante muy caro, me pondría de rodillas de nuevo! ¡Desayuno en nuestro café, té con mi madre! ¡Tarde en todo lo de las novias!
Hermione empujó a Draco hacia la chimenea mientras seguía en su diatriba.
—Mansión Malfoy.
Estaban caminando por el Callejón Diagon después de uno de los momentos más vergonzosos de su vida adulta. Y es que Draco nunca había pensado que ser asquerosamente rico lo haría sentirse avergonzado, pero hoy, frente a los padres de Hermione y la propia Hermione, lo único que deseó Draco más que nada, fue que todavía hubiese dragones en las bóvedas para que alguno se lo tragara de una buena vez.
Habían llegado a la mansión Malfoy para ser recibidos por cuatro pares de ojos y apenas pudo intercambiar unos abrazos con Luis y Jean y una reverencia, ¿en serio Draco, una reverencia? Con sus propios padres antes de ser transportados a las puertas de Gringotts.
Hermione y él habían intercambiado apenas una mirada antes de ser arrojados a un carrito y sumergidos en las profundas bóvedas de los sagrados veintiocho.
—Bienvenidos a las bóvedas de los Malfoy —Había dicho Lucius mientras señalaba un semicírculo de cinco puertas de mármol blanco—. Humildemente —dijo su padre como si conociera el significado de la palabra—, les ofrezco las pocas riquezas que los Malfoy han adquirido a lo largo de los años, están completamente a su disposición, pues la familia es la familia —Las puertas se abrieron al mismo tiempo y un vapor de oro y joyas que casi tintineaban por su brillo, aparecieron ante sus ojos—. Me complace conocerlos finalmente y quiero que sepan que nuestros hijos y los hijos de estos, nunca padecerán de nada.
Draco quiso hundirse en ese momento cuando la risa de Hermione vibró en su costado. Ella lo miró con un brillo divertido en sus ojos.
Luis y Jean apenas parpadearon ante el derroche de riqueza y Draco los admiró por ignorar las pedanterías de su propio padre.
—Ahora, Hermione —continuó Lucius ajeno a las miradas silenciosas de la pareja joven—, ¿considero oportuno esta visita para pedirte que elijas tu anillo?
Cuatro pares de ojos los miraron sin parpadear.
Hermione se sonrojó hasta la raíz y Draco perdió el habla. Hacía demasiado calor, demasiada humedad, demasiada presión. ¿Sería malo si quizá, se desmayara? ¿Sería malo u oportuno?
—De hecho, Señor Malfoy —dijo Hermione con valentía—, esperaba que conserváramos estos dos —Miró a Draco quien había perdido sus bolas en alguna parte, al parecer—. Y en cambio, tuviésemos el anillo Malfoy para la ceremonia.
Jean y Narcisa miraron el anillo que Draco y Hermione habían elegido en Paris y sonrieron.
—Creo que es encantador, querido —dijo Narcisa con una sonrisa a Lucius—. Me parece una buena idea.
Lucius miró a Draco largamente antes de rodar los ojos y asentir.
—Como sea.
—Debo admitir —comentó Narcisa mientras paseaba con Jean ante lo que parecía más una galería de arte que una bóveda—, que estaba preocupada de que pasara otro año. El 7 es un número mágico y transgredirlo es doloroso y peligroso.
Jean miró a la madre de Draco y le sonrió.
—Son tercos, es verdad. Pero finalmente dieron un paso en la dirección correcta.
—Esas son supersticiones —exclamó Hermione—, un año más o menos no debería influir en ningún tipo.
Draco se sintió oprimido dentro de las cámaras de las bóvedas viendo a sus padres pavonearse entre el oro y profecías baratas.
—Nosotros tenemos una de las sangres más antiguas del mundo mágico y como es natural, nuestra sangre ha sido mezclada con un poco de sangre veela, un poco de sangre de dragón y otras cosas —Hermione miró a Draco y él se encogió de hombros mientras Narcisa movía sus manos—. Hay tanta magia en nuestras venas, que cuando el corazón se enamora, nuestra magia también fluye diferente. Un corazón roto hace una magia errante durante un tiempo, pero no pasa nada, al final, el corazón se repara y la magia fluye de manera natural por un único cuerpo. Pero cuando el amor crece y es correspondido, nuestra magia necesita al otro corazón para manar. Y ustedes, jovencitos, han sido correspondidos desde que se conocieron, pero su terquedad, torpeza y arrogancia los hizo alargar esto más de lo esperado.
Narcisa agitó su varita y un tapete apareció frente a ellos.
—Existieron contratos de noviazgo largos, pero ustedes rompieron todos los pronósticos.
—Lo que Cissy quiere decir —intervino Lucius golpeando el tapete—, es que el 7 es un número mágico, un número lleno de magia y ustedes no deberían jugar con la magia como lo hicieron, conviviendo sin aceptar sus sentimientos, eso hizo a su magia volátil y si cumplían más de siete años sin alinearla con su corazón, pueden morir. ¿Ves esto? —Todos los Granger y Draco se acercaron a mirar—. Es el árbol genealógico de los Malfoy, ¿ves esta mancha al lado del nombre de mi hijo? Eres tú.
Hermione jadeó y negó con la cabeza.
—Nunca he escuchado hablar de eso.
—¡Porque ningún mago o bruja que se considere listo ha dejado pasar tanto tiempo enamorado de otro sin aprender a comunicar sus sentimientos de manera asertiva! El tapete consideró que ustedes estaban en una especie de unión libre y a veces te tejía y a veces te desaparecía. Tuve que sacarlo de mi estudio porque era extremadamente exasperante su ir y venir.
Ambos jóvenes tuvieron el descaro de sonrojarse.
—¿Eso es El Ángelus de Jean-François Millet? —preguntó Luis mirando dentro de una de las bóvedas. Lucius se acomodó la túnica y se lanzó a una explicación sobre cómo había sido adquirido. Las dos mujeres también avanzaron, dejando a Hermione y Draco a solas.
—¿Qué está pasando? —siseó Draco mirando a Hermione.
—Creo que nos hemos salvado de alguna maldición de locura —murmuró Hermione.
—Saltémonos todas las formalidades —pidió Cissa mientras sacaba una carpeta pesada en la endeble mesa de té del solárium de los Malfoy—. Creo que todos nos conocemos lo suficiente para esto.
Jean y Luis asintieron mientras abrazaban a su hija. Lucius permaneció tan quieto como una estatua.
Cissa preparó la taza de té de Jean y Hermione sin preguntar. Luis sonrió mientras recibía café en vez de té y Lucius le añadió una gota de coñac. Draco observó la escena patidifuso.
—¿Porqué mi madre sabe cómo toman el té todos? —chilló más que preguntó.
Todos hablaron al mismo tiempo.
—A veces Cissa se pasa a tomar el té a la casa. —dijo Jean
—Tomo el té con Cissy todos los domingos cuando sales a correr. —contestó Hermione.
—Luis y yo hemos intercambiado correspondencia. —gruñó su padre.
—Le escribo a Lucius sobre el grandioso trabajo que haces. —sonrió el Señor Granger.
Draco se quedó callado antes de ofenderse y levantar la nariz.
—Mis padres ven más a los padres de Granger que a mí.
—Oh por favor Draco —lo cayó su madre con un ademán—, me interesaba conocer a los padres de mi futura hija.
—¿Cuánto tiempo…? —Ni siquiera pudo acabar la pregunta.
—Tres años.
—Lo reanudamos este año.
—Seis años, ¿verdad Lucius?
—Sí.
Tal vez sería un buen momento para desmayarse.
Mas tarde
—¿Han pensado cuándo sería la boda? —preguntó Cissy mientras revisaba su carpeta. Jean estaba hojeando una revista de novias—. ¿El concepto? ¿Cómo será la ceremonia? ¿Qué tanto se quieren involucrar?
—Diciembre —contestó Hermione sonrojándose. Draco apretó su rodilla y sonrió—, me gustaría una boda de invierno y si… si está bien… me gustaría hacerla aquí.
Lucius miró a Hermione largamente antes de sonreír.
—Lo que desee la novia.
—¡Oh, los jardines con nieve son exquisitos! —exclamó su madre, girándose a Jean y procediendo a detallarle las rosas rojas que florecían todo el año.
Draco bebió más té.
Luis se rio en su galleta.
—Y sobre la temática —dijo Hermione mientras sacaba una misteriosa carpeta de su bolso—, o lo que deseo incluir, aquí está.
—Es la que…
—Sí —susurró Hermione mientras Narcisa y Jean miraban sus notas, pedazos de tela y esquemas. Sus mejillas estaban encendidas mientras le sonreía—. Llevo trabajando en eso bastante tiempo.
Draco la besó con suavidad.
—No es que no tengas voz ni voto, sólo son ideas —explicó ella mientras él revisaba la carpeta—, cosas que se me fueron ocurriendo mientras pensaba en nosotros.
—Me encanta —dijo Draco con una sonrisa—. Lo amo.
Hermione sonrió mientras él apretaba su mano.
Ella era la bruja más linda de su vida e iba a ser suya antes de que acabara el año.
Este capítulo fluyó como las ondas en la marea y ya no falta mucho para terminar, lo prometo.
Un beso,
Paola
