¡Hola a todos de nuevo! Increíblemente, aquí estoy hoy, en San Valentín, con una nueva entrega de este reto.
La verdad es que esta fecha nunca ha sido muy señalada para mí, porque la veo demasiado comercial, pero bueno, estaba acabando esto y pensé que sería buena idea subirlo hoy.
Sin más, espero que os guste, que la disfrutéis y decir que la siguiente parte está casi acabada.
Dislaimer: Los personajes no me pertenecen, pero visto lo abandonados que estamos pues solo nos quedan los fics para poder disfrutarlos por ahora.
3. Durmiendo
Fantasía
La noche se presentaba cálida en la capital nipona. El cielo estaba despejado, vislumbrándose con facilidad los cuerpos celestes en el firmamento, entre los cuales, la luna brillaba en su fase llena.
Era bastante tarde, y muchas de las gentes se encontraban ya en sus camas, en los más profundos y bellos sueños. Sin embargo, en una de las casas, un joven seguía trabajando concentrado, con un foco de luz artificial alumbrado los planos que tenía dispuestos sobre su mesa.
No era para menos, la noche era su momento, en el que normalmente su alter ego hacía su aparición y el tiempo en que nadie solía interrumpir sus labores. Dio un gran bostezo, mirando de nuevo todos los documentos que tenía sobre la mesa. Llevaba varias horas allí, sin siquiera haber ido a cenar a la casa de su amiga y vecina. Se levantó de su silla, estirando su cuerpo, permitiéndose asomarse a la ventana, mirando la casa frente a él, más concretamente, en la habitación de su amiga, la que, a juzgar por la luz que desprendía, también se hallaba despierta.
Suspiró, a la vez que decidía tumbarse en la cama y descansar unos breves minutos. Aoko había prometido ir a verlo esa noche, pero, al parecer le habría surgido otra cosa que hacer. Y eso, le apenaba, aunque jamás se lo diría. Desde que su amiga había conocido su secreto, se había autoproclamado ayudante, integrándose junto a él y a Jii en la planificación de los robos, a pesar de su negativa. Sonrió al recordarla aquel día, aunque por poco lo estampara en la pared a escobazos. Para él, había sido una alegría el que ella lo aceptara con su otra identidad, que lo apoyara y ayudara, aunque temía por su seguridad en cada robo, razón que lo había obligado a hacerla prometer que jamás estaría presente en ninguno de sus atracos, no sin quejas por su parte.
Todas las máscaras habían caído entre ellos. Ahora, volvían a ser sinceros el uno con el otro, salvo por una verdad que no se atrevía a confesarle. Y es que, si bien había aceptado su secreto, no sabía si también sería capaz de hacer lo mismo con los sentimientos que guardaba por ella. La amaba, tanto que dolía. Y, a pesar de ello, lo escondía como si ese fuera su mayor crimen, ocultándolo con una coraza que no se permitía romper. Aunque sabía, que algún día debería decírselo, porque si no, ella seguiría su vida y habría otro que le diría todo lo que él no se atrevía. Y no podría soportarlo, no sin haber luchado por ella.
Suspiró de nuevo, levantándose de su cama, dispuesto a seguir con su trabajo, no sin antes ir a por un poco de agua, que su garganta ya clamaba a gritos.
Bajó por sus escaleras con un rumbo claro, permitiéndose el de tomar también algún aperitivo para matar el hambre, para después, volver a subir a su habitación. Tendría que volver al trabajo.
Se dirigió a su cuarto con un suspiro. Aquello sin duda sería mucho más ameno con la ojiazul a su lado. Sonrió recordando esas ocasiones, en las cuales ella acababa quedándose dormida en su cama, sin siquiera taparse, algo que él hacía posteriormente, aprovechando ese momento para observarla en paz, deseando poder tener esa visión al despertar cada día. Algo que, asumía, era difícil de lograr. Pero tenía que ser sincero, y es que no siempre sus pensamientos eran tan inocentes respecto a ella. Era un hombre, enamorado y, por tanto, un hombre que la deseaba en todos los sentidos. Mentiría si dijera que jamás había soñado tenerla en su cama para algo más que dormir. Que nunca la había imaginado desnuda junto a él, ambos cuerpos entregándose al placer carnal de mil y una maneras diferentes, con ella gimiendo por sus caricias, clamando su nombre con sus ojos llenos de lujuria y completamente entregada a él.
Sin embargo, los sueños eran solo eso, sueños. Y, a corto plazo no imaginaba tenerla en esa situación. Más de una vez, creía haberle dado señales obvias de lo que despertaba en él, pero, o bien se hacía la tonta o bien no las entendía en su inocencia. Llegó a su puerta encajada, posando la mano en ella para abrirla, cuando una luz se encendió en su cabeza. Él no había encajado la puerta. La había dejado abierta de par en par. Tragó saliva ante la idea de que alguien hubiera entrado en esos segundos. Miró hacia la derecha, viendo una estatua sobre una de las mesas del pasillo, tomándola como arma por si acaso.
Se asomó en silencio, conteniendo la respiración, escuchando movimientos de sábanas. Había alguien, y debía estar en esos momentos tocando su cama. Entró con lentitud, intentando no advertir al intruso de su presencia. Sin embargo, cuando tuvo visión del colchón, abrió los ojos con sorpresa, así como también la boca, dejando caer la estatua ante el asombro, golpeándose en el pie, haciéndolo soltar un gemido de dolor.
—¿Te has hecho daño? — inquirió la voz de la mujer en la habitación, mientras él contenía la lágrima que pugnaba por salir de sus ojos, arrodillado tocándose el pie.
— No es nada. Solo…dame un segundo — pidió, intentando reconstruirse para la visión que tenía delante.
—¿Quieres que me vaya? — inquirió la mujer con voz apenada, aún desde la cama.
—¡Ni se te ocurra! — exclamó, alzando la cabeza, volviendo a encontrarse con su mirada, tragando saliva para volver a ponerse en pie, acercándose a ella a pasos lentos — Aoko, ¿qué significa esto?
La mujer lo miró dubitativa, fingiendo no entenderle — ¿El qué, exactamente? — preguntó con una mirada seductora.
Kaito parpadeó incrédulo. ¿Desde cuándo Aoko le mandaba miradas seductoras? Y, lo más importante, ¿desde cuándo se presentaba ante él de esa manera? Volvió a analizarla, algo que ella notó, pero fingió no prestarle atención. La mujer iba completamente desnuda, salvo por unas cintas que cubrían ciertas partes de su cuerpo, envuelta como si fuera un regalo, que, al parecer, sería para él. Siguió la trayectoria de las cintas, viendo cómo se habían liado en espiral alrededor de sus piernas, tapando su parte íntima, dejando a la vista parte de su monte de Venus, para después, liarse de nuevo en forma de espiral por su torso y brazos, tapando sus pezones, acabando en la parte baja de su cuello. Todo esto, rematado con un lazo en la parte izquierda de su cabello. Junto a ella, había una gabardina, la cual supuso que se habría puesto para salir a la calle y llegar a su casa.
Tragó saliva. Eso debía ser un sueño, un jodido y maravilloso sueño. Aoko no haría eso, ¿o quizás sí? Quizás, había captado sus señales y esa era su forma de actuar al respecto. Lo que estaba claro, es que pensaba aprovecharlo. Tenía a la mujer que quería frente a él, y dispuesta para una noche como las que tantas veces había soñado. ¿Qué más daba lo que la hubiera provocado?
— Me estás provocando — articuló, acercándose a ella, rozando con sus dedos su brazo derecho. Ella lo miró con una sonrisa divertida.
— Tú también lo haces — dijo ella, deslizando sus manos por detrás de su cuello, obligándolo a sentarse junto a ella.
— Yo no me presento desnudo en tu casa — rebatió, fijando su mirada en los labios rosados de ella, que parecían invitarlo a probarlos de una jodida vez — Aunque ganas no me han faltado de tenerte en mi cama.
Ella sonrió, complacida por esa respuesta — Lo sé — admitió, acercando su boca a la de él, rozándola. El mago intentó acabar con las distancias, pero ella no se lo permitió — Todo a su tiempo — le avisó ella, haciéndole gruñir — No paras de mandarme señales, a veces bastante dudosas. De provocarme con tus comentarios, con tu cercanía…Podías habérmelo dicho de frente, así, esto hubiera ocurrido mucho antes.
— No sabía lo que sentías. Llevamos demasiado tiempo juntos para perderte por una cagada — gruñó algo molesto. Si no se había lanzado antes a ella era por la carencia de señales. Creía que lo veía solo como a un amigo, o aún peor, como un hermano.
— A mí también me pasaba lo mismo — contestó, ahora con un tinte de seriedad, acariciando su rostro con su boca — Tenía tanto miedo de que te rieras de mí si te lo decía. De verte con otra mujer, tanto como Kid como Kaito. Cada vez que veía uno de tus robos estaba celosa, pensando en todas las mujeres que estaban detrás de ti, y las cuales no dudarían en cumplir cualquier deseo tuyo — admitió, volviendo a su boca, de nuevo manteniendo la distancia — Absurdo, ¿verdad?
— Mucho — afirmó él, cabreado ya por ese juego — Porque solo quiero que tú cumplas mis deseos. Ninguna más — aseguró, llevando su mano a su cadera desnuda, sujetándola, sintiendo como la mujer se tensaba levemente por su toque — Si supieras todo lo que he imaginado contigo…
— Demuéstramelo — pidió, uniendo finalmente sus labios, en un beso corto, el primero de ambos, que pilló al mago de sorpresa, ni siquiera había tenido tiempo de corresponderle cuando ella se separó, impacientándolo. Su rostro mostraba por primera vez esa noche algo similar a la inseguridad — Soy completamente tuya. Haz conmigo lo que quieras.
— Esa es una frase peligrosa — dijo Kaito, sintiendo la garganta seca. Tantas imágenes pasaban por su cabeza en esos momentos…Joder, había soñado mil y una veces con eso, con Aoko así, entregada completamente a él — ¿Estás segura? Porque te juro que lo tomaré al pie de la letra.
—¿Crees que estaría así si no estuviera segura? — cuestionó divertida.
Kaito sonrió ante esto, y ahora sí, tras dar las gracias a todas las posibles deidades existentes, se lanzó a devorar esos labios que tanto había anhelado. Aoko le correspondió desde el primer segundo, apegándolo a ella, haciéndole sentir todo su cuerpo. El mago gruñó complacido, sintiendo como su parte baja empezaba a pedir atención.
Se separó lentamente, volviendo a observarla, recorriendo con sus dedos el camino marcado por las cintas, relamiéndose los labios. Miró sus ojos, que lo observaban con impaciencia. Sonrió y volvió a tomar su boca, ahora de una manera más salvaje y segura, permitiendo por unos instantes que lo poseyera su instinto, tumbándola en la cama, teniéndola completamente a su merced.
— Eres preciosa — declaró, a la vez que sus besos iban descendiendo hasta su cuello, llegando a rozar la cinta, acercando sus dedos a la misma.
— C-Creí que parecía un hombre — alcanzó a decir la mujer, con la respiración irregular, desviando su mirada.
El mago la besó, obligándola a unir de nuevo sus miradas, mostrando arrepentimiento — Lo siento por eso. Sé que soy un jodido imbécil por todo lo que te he dicho durante estos años. No tengo excusa, porque ninguno de mis miedos debería ser justificante de esos comentarios. Pero, no sabía cómo evitar que supieras mis sentimientos, mis verdaderos pensamientos…
— Demuéstralos ahora, entonces — sugirió la ojiazul en un susurro, acariciando su mejilla, mientras sus ojos la miraban con absoluta devoción — Y jamás vuelvas a ocultármelos.
— No lo haré — prometió empezando a retirar la cinta de su cuello, tirando hasta quedar libres brazos y la parte superior de sus pechos — A partir de hoy, sí que no habrá ningún secreto entre nosotros, Aoko.
— Espero que esta vez sea verdad — rio, liando sus brazos alrededor de su cuello, atrayendo su boca a la de ella, a la vez que elevaba su torso, haciendo contacto con su cuerpo, enrollando sus piernas alrededor de sus caderas, uniéndolo todo lo físicamente posible a ella.
— Te lo puedo asegurar — contestó tras separar sus bocas, tirando de nuevo de esa dichosa cinta, ahora sí, revelando sus pechos y estómago.
Se incorporó, a la vez que la mujer lo soltaba, permitiéndole total libertad de movimientos. El mago lo aprovechó para ir recorriendo con besos todo trozo de piel expuesto, acariciando mientras con sus manos los lugares aún cubiertos, siguiendo el recorrido de las cintas, a expectativa de descubrirlos pronto. Aoko le dejó hacer, cerrando los ojos ante las nuevas sensaciones, con una sonrisa en la boca.
Kaito bajó por su cuello, besando cada rincón, en ocasiones recibiendo suspiros placenteros que solo lo instaban a continuar. Recorrió sus hombros, para después, no sin algo de nerviosismo, llegar a su pecho. Lo miró breves segundos, mordiéndose el labio al recordar varios comentarios poco desafortunados que le había hecho a la mujer sobre ese atributo, todos mentiras. Sus manos subieron de sus piernas, para acariciar sus dos pechos. Miró su rostro, por su expresión, parecía que no estaba haciéndolo tan mal. Con más confianza, retiró una de sus manos, para sustituirla con su boca, estimulando su pezón con su lengua, recibiendo al fin el primer gemido de la noche. Sonrió contra su piel, sintiendo como ella empezaba a respirar con un ritmo más acelerado, lo cual le animaba a seguir con su juego, buscando sonsacarle más gemidos, estimulando también su otro pecho con su mano.
— Eres tan perfecta para mí — susurró abandonado su pecho, para sin pausa, comenzar con el siguiente, a la vez que sus manos empezaban a descender, llegando hacia su intimidad, donde detuvo colocó su mano descaradamente.
— J-Jamás pensé que pud-dieras verme así — tartamudeó entre suspiros, intentando incorporar su cabeza, observando como su pecho era engullido por el mago, sin embargo, pronto volvió a recostarse, cerrando los ojos de nuevo.
El mago se separó tras varios segundos, orgulloso de su labor. La mujer abrió los ojos, mostrando las pupilas dilatadas y oscurecidas por la lujuria. Sus labios estaban rojos e hinchados de sus besos y sus mejillas tintadas de carmín. Su pecho subía y bajaba de manera nerviosa tras esos efímeros minutos tan placenteros.
El mago miró entonces hacia la ubicación de su mano, que había revuelvo las cintas que cubrían la intimidad de la chica, aunque no lo suficiente para visualizarla tanto como quería.
— Pues estabas completamente equivocada — respondió a su comentario, viendo como ella mordía su labio inferior, algo que no dudó en tomar como una invitación, volviendo a devorar su boca — Me daba miedo que pudieras ver todo lo que sentía, lo que pensaba sobre ti. Y, por esconderlo te dije cosas que no pienso en absoluto, y no sabes cuanto lo siento por eso. Eres perfecta para mí, Aoko, quiero que lo sepas.
La mujer sonrió ante esa disculpa, incorporándose levemente para volver a tomar sus labios, permitiéndose por primera vez acariciar al mago, aunque sobre la ropa, puesto que él aún no se había desecho de ninguna prenda. Y eso era algo que no podía continuar así. Lentamente, cambió los papeles, poniendo al mago debajo de ella, sin dejar de besarlo, colocándose ella estratégicamente sobre su virilidad, sintiendo su dureza, provocando gruñidos en el ilusionista ante el roce. Ella sonreía a la vez que se encargaba de retirar las prendas superiores del mago entre beso y beso, sin oposición ninguna. Pronto, dejó su torso desnudo, sonriendo contra su boca mientras sus manos empezaban a recorrer sin pudor, a la vez que sus caderas provocaban fricción entre sus partes bajas, impacientando al mago.
— Estás jugando con fuego — avisó, mientras la boca de ella empezaba a descender por su cuello, en un recorrido similar al suyo. Escuchó una risita en respuesta, volviendo a encararlo.
— Quizás es porque me quiero quemar — articuló, besando sus labios, reteniendo unos segundos su labio inferior con sus dientes de forma suave para no dañarlo — ¿No te parece? — inquirió seductora, repitiendo la acción con sus caderas.
El mago sonrió perversamente ante eso, tomándose la libertad de volverla a colocar en la posición del principio, bajando de nuevo su mano por la extensión de su cuerpo, liberándola al fin de las cintas que cubrían su intimidad, dejando solo algunos trozos en sus piernas.
— Entonces…— dijo, mientras su boca volvía a bajar por su cuerpo dejando besos, recto hasta su monte de venus, donde depositó el final. Volvió a unir sus miradas. El deseo era más que mutuo — Ardamos juntos.
Al pronunciarlo, permitió que sus dedos empezaran a inspeccionar su intimidad, acariciando sus labios vaginales y su clítoris, donde permaneció una de sus manos, mientras la otra se dirigía a su vagina, con la intención clara de prepararla para la penetración.
La muchacha no tardó en gemir ante esas caricias, gemidos que adoptaron un volumen mayor que los anteriores, así como también mayor frecuencia. La pudo ver completamente entregada, mientras él se dedicaba a acariciarla, a la vez que introducía sus dedos en su intimidad, de manera progresiva y tras asegurarse de no molestar a la mujer con sus incursiones. Sentía la molestia en su parte baja, que deseaba ser liberada y saciada, pero se contenía. Lo primero para él, era que ella estuviera bien, preparada y tranquila, algo que por lo visto no estaba haciendo tan mal. Aoko estaba entregada a él, a todas sus caricias, las cuales solo parecían darle placer. Sus ojos cruzaban miradas cada pocos segundo, las cuales él usaba de información para continuar, parar o cambiar el ritmo.
— Ka-Kaito — lo llamó, volviendo a provocar el choque de azul con azul. Esta vez, la orden era clara, aun así, la puso en palabras — Dejemos ya de jugar.
Él sonrió ante esa orden — ¿Es eso una orden? — inquirió divertido, ante lo que ella hizo una mueca, haciéndolo reír a carcajadas. Seguía adorando chincharla, aunque fuera solo un poco. Se acercó a ella, besándola castamente en la cabeza — Te puedo asegurar que estoy deseando penetrarte — murmuró en su oído, a la vez que tomaba su brazo sin queja, haciéndola tocar su parte baja — ¿Lo notas?
— Es difícil no hacerlo — contestó ella, buscando su mirada— Aunque creo que estaría mejor sin ese pantalón de por medio.
— Quítamelo, entonces — pronunció seductor.
— No hace falta que me lo digas dos veces — respondió la mujer, que, solo tuvo que mover unos centímetros su mano para alcanzar el botón y cremallera de la prenda, deshaciéndose de la misma en cuestión de segundos, mirando al mago de arriba abajo al terminar su tarea — Mucho mejor.
Kaito volvió a lanzarse sobre su boca, juntando sus cuerpos, ahora ya sin barreras, estando piel con piel. Su mano volvió a su vagina, que ya estaba húmeda, y parecía que sería suficiente para la penetración. Sin embargo, una luz se encendió en su cabeza de pronto, separándose de ella, que lo miró con extrañeza, cuestionándole con la mirada.
— No tengo condones — explicó, algo avergonzado, haciéndola sonreír.
—¿Por qué no miras en el bolsillo de mi chaqueta? — preguntó divertida, ante lo que él abrió los ojos con sorpresa — ¿Enserio pensabas que me iba a presentar aquí de esta manera sin tenerlo todo preparado? Aunque, sinceramente, pensaba que tendrías.
Kaito la miró indignado, a la vez que sacaba la caja de preservativos del bolsillo de su chaqueta — Me parece que tienes una imagen totalmente equivocada de mí.
Ella volvió a reírse ante su mueca, mientras él abría la caja, envuelta en plástico, sacando el necesitado preservativo para lo que iban a hacer. Volvió a su lado, cortando toda risa al atraerla de nuevo a su boca, mientras rasgaba el paquete y se colocaba aquella protección.
—¿Lista? — inquirió, rozando su virilidad con la entrada de ella.
— Sí — afirmó Aoko, que estaba sentada sobre él, teniendo los rostros a la misma altura.
Sin preámbulos, empezó a introducirse en ella de manera lenta, atento a cualquier señal que lo obligara a parar. Señal que no hubo. Pronto, sintió que su virilidad había entrado por completo. Sus ojos, que no se habían separado de los de la chica ni por un instante, mostraron alivio, algo que Aoko notó al momento.
— No te relajes ahora. Esto solo acaba de empezar — musitó, mordiendo juguetonamente el lóbulo de su oreja.
— Eso es lo mejor de todo — aseguró, haciéndola reír de nuevo, comenzando un lento vaivén que ella misma incrementaba.
Sus ojos volvieron a unirse, a la vez que sus cuerpos comenzaban a aumentar la velocidad, uniendo sus bocas con hambre, llenando la habitación de suspiros y gemidos. No paso mucho tiempo, hasta que el mago recostó a la joven, colocándose sobre ella, retomando el movimiento en esa posición, sujetándose a la cama con ambos brazos, permitiéndose una visión completa del cuerpo de la mujer, que no dudó en enredar nuevamente sus piernas en su cadera, acentuando cada embestida.
Eso era una maravilla. Un jodido sueño hecho realidad. El mago no podía dejar de repetírselo, mientras notaba a cada embestida el placer tomando posesión de cada parte de su cuerpo. No era solo ese acto, sino también el ver a esa chica de la que estaba enamorado entregándose de esa manera a él, sin inhibición alguna, clamando su nombre mientras gemía, pidiéndole más y más.
Volvió a moverse, colocándola sobre él, dándole ahora todo el control. Sobre él, empezó a moverse con celeridad, envuelta en su propio placer, aumentando el suyo, sintiendo como ambos parecían acercarse al clímax.
—¡Kaito! — clamaba ella, perdida en esas nuevas sensaciones que el mago juraba no dudarían en volver a vivir mucho desde ese momento.
— Aoko…Sigue, por favor — pidió. Estaba tan cerca, aunque aguantaría lo suficiente para que ella se corriera primero, eso lo tenía seguro.
Los gritos de ambos llenaban la habitación. Sus bocas volvían a buscarse una y otra vez.
Kaito
Sus bocas se separaron, mientras el ritmo se aceleraba.
—¡Kaito!
Kaito
El hombre la miraba, en esos momentos, perdido en la lujuria, parecía escuchar dos veces a Aoko. Lo que escuchaba no se correspondía a veces con los movimientos de su boca. ¿Qué demonios…?
Kaito, despierta de una vez.
Abrió los ojos, tardando varios segundos en ubicarse y darse cuenta de que todo lo que había sucedido era, realmente, un sueño. Su respiración estaba agitada y sentía gotas de sudor por su cuerpo, así como también su parte baja en pie de guerra. A su lado, visualizó a la culpable de su estado, con un rostro de preocupación, iluminado por la luz del sol proveniente del exterior. Se había quedado dormido sin darse cuenta y ya había amanecido.
— ¿Estás bien? Parecías estar teniendo una pesadilla — habló por primera vez Aoko, haciendo que el mago la mirara incrédulo.
¿Una pesadilla? ¿Enserio creía que había tenido una pesadilla? ¡Si ese sueño había sido el paraíso! Sin embargo, asintió con la cabeza, incapaz de decirle la verdad. Ni siquiera era capaz de mirarla a la cara después de todas las visiones que había tenido esa noche. La imagen de esa Aoko devorada por la lujuria era algo que seguramente permanecería en su mente toda su vida.
—¿Quieres hablarlo? — inquirió la muchacha, sentándose junto a él, colocando una mano en su hombro como apoyo.
— ¡No digas tonterías! ¡No ha sido nada! — exclamó, retirándose de su lado, acercándose más al filo contrario de su cama, desviando la mirada, sin ver el gesto de dolor de ella ante esa acción — Ahora cuando me vista iré a desayunar.
Escuchó un suspiro salir de sus labios — Eres un desagradecido. Encima de que vengo y me preocupo por ti — reclamó levantándose. Kaito la miró de reojo, parecía que iba a irse. Sin duda se había comportado como un absoluto imbécil, pero en el estado que estaba no era oportuno que ella permaneciera allí más tiempo. Aunque se aseguraría de pedirle perdón en cuanto fuera a su casa.
Aoko lo miró directamente, uniendo sus miradas por una décima de segundo, que fue lo que el tardó en volver a desviarla. La estaba cabreando, y mucho. Y ella no solía quedarse quieta cuando el mago la enfadaba.
—¡Levántate de una vez, Bakaito! — gritó enfadada, tomando su manta, tirando para quitársela, lo cual el mago no esperaba, no siendo capaz de sujetarla.
La mujer retiró por completo la sábana de la cama, dejando completamente visible el cuerpo del mago. Sonrió al ver su rostro de sorpresa. Estaba esperando su reclamación cuando reparó en cierta parte de su anatomía. Abrió la boca ante la sorpresa, intentado pronunciar algo, a la vez que sus mejillas se teñían de carmín. El mago, por su parte, adquirió la misma tonalidad e intentó cubrirse como buenamente podía.
— L-Lo s-siento — se disculpó, cerrando los ojos — M-Mejor te dejo solo — siguió, tirándole la sábana y saliendo apresurada de la habitación, y, seguidamente de la casa.
El mago maldijo en voz alta, recostándose de nuevo. Sabía que debería ir a desayunar, es más, sus tripas ya empezaban gruñir, deseosas de alimento. Sin embargo, no tenía ni la más mínima gana de enfrentar a Aoko en esos momentos. Miró su erección, aún latente a pesar de todo lo ocurrido. Se incorporó, dispuesto a ir al baño, donde, entre otras cosas más le valía darse una ducha fría. No quería ir, pero no era tan cobarde como para ocultarse. Así que más le valía estar al menos presentable.
Un cuarto de hora más tarde se dirigía hacia la casa colindante, con mil situaciones posibles en su cabeza. Entró como habituaba a hacer, dirigiéndose directo hacia la cocina, lugar habitual de reunión con Aoko y el inspector, al estar la misma junto a una pequeña sala de estar, ambas estancias integradas en una.
Al llegar, vio a Aoko de espaldas, recogiendo los rastros del desayuno. Absorta, al parecer.
—¿Llego demasiado tarde? — inquirió, tensándola al momento.
— N-No, para nada. Tu desayuno está en el microondas. En seguida te lo caliento — respondió, siguiendo espaldas a él.
— También puedo hacerlo yo. No quiero interrumpirte — articuló, dando un paso en su dirección.
—¡No! — negó, parándolo en seco — No me interrumpes, para nada. Tú solo siéntate — continuó tras su abrupta negación.
—¿Todo esto es por lo de esta mañana? — preguntó, aún sabiéndolo claro. Se llevó las manos a la cabeza, despeinando su ya desordenado cabello — Créeme, soy el primero al que le da vergüenza la situación, pero tampoco es para tanto. Es una reacción normal del cuerpo — explicó azorado. Tampoco estaba mintiendo, aunque eso no quitaba su vergüenza.
La muchacha suspiró, deteniendo sus acciones, pero sin darle la cara — Lo sé. Y lo siento, todo eso fue culpa mía — se disculpó, refiriéndose a la retirada de la sábana, aunque Kaito bien sabía que había sido culpable de todo en general, aunque no lo supiera — Ya se ve que te interrumpí — ironizó.
— Bueno…Para que vamos a negarlo — comentó el ilusionista, diciendo lo evidente. Parecía que el ambiente, aunque fuera mínimamente, se había aligerado.
Iba a cambiar de tema, cuando notó que ahí pasaba algo más. La mujer seguía sin mirarlo y algo le gritaba que ocurría algo que él no entendía. Estando así, una frase vino a su mente, una dicha por la Aoko de su sueño:
'Tenía tanto miedo de que te rieras de mí si te lo decía. De verte con otra mujer, tanto como Kid como Kaito.'
Podría ser…Abrió la boca, dispuesto a aclararlo, pero volvió a cerrarla. ¿Y si la cagaba? Era solo una suposición. Podría ser otra cosa o, simplemente, imaginaciones suyas. A fin de cuentas, un sueño era un sueño. Imaginó que fuera al revés, y no pudo evitar fruncir el ceño. Sin duda, no le sería grato saber que Aoko tenía sueños húmedos con otro. Por mucho que fueran solo sueños.
Se recostó sobre la pared junto a la puerta, junto a la cual aún seguía. Ahora, seguro. Solo pensaba probarla. Si se equivocaba, dejaría un margen para rectificar — ¿Acaso estás celosa? — inquirió, con un tono burlesco, tan característico de él, adoptando una expresión divertida, empezando su juego.
La muchacha reaccionó al momento, dándole al fin la cara, mostrando unas mejillas completamente rojas, no sabía si por la vergüenza o por enfado — ¿¡Por qué iba a estarlo, Bakaito!? — exclamó, poniendo sus brazos en jarras ante la acusación.
Kaito rio ante su reacción, aunque sus nervios internos ante lo que iba a hacer no cesaban. Estaba jugándose un buen golpe de fregona, como mínimo, si es que esa suposición era mentira — ¿Acaso me equivoco? — cuestionó divertido, recibiendo una mirada fulminante. Ella hizo amago de responderle, pero él se le adelantó — Porque si fuera, al contrario, yo sí lo estaría — soltó, dejándola muda de golpe, con una expresión de sorpresa y las mejillas aún más rojas, si es que eso era posible.
—¿Qué quieres decir? — musitó en un tono bastante bajo, pero no lo suficiente como para no ser oído.
El mago tragó saliva. De momento, todo seguía un curso esperado de sucesos. Ahora era cuando tendría sus respuestas. Se acercó a ella, haciendo que diera un paso atrás instintivamente, pero aún así, quedaron a escasos dos pasos de distancia, y con ella apoyada con las manos en el poyete de la cocina.
— Creo que está muy claro — articuló, recostándose él en los muebles frente a ella — Yo sí estaría celoso si tú tuvieras sueños subidos de tono con otro.
La mujer abrió y cerró la boca repetidas veces, incapaz de articular palabra, presa de los nervios. Su miraba bajó de sus ojos al suelo — Si es una broma, no tiene gracia — consiguió decir finalmente, sin siquiera mirarlo.
— Pero no lo es — aseguró, habiendo puesto todas las cartas sobre la mesa. Ahí era cuando debía esperar su reacción, para afirmar lo ya dicho o para reírse y hacerle creer que todo había sido una broma de muy mal gusto y recibir los escobazos de cabreo de la chica.
—¿E-Es enserio, de verdad? — preguntó, tomando valor para mirarle de nuevo a los ojos, en busca de cualquier mentira.
Kaito la observó. Ese rostro no parecía el de una Aoko molesta o incómoda. En ese momento supo que ya, si decía que sí, no habría marcha atrás. Aoko sabría sus sentimientos, pero, al parecer, aunque no le correspondiera, no la alejaría tampoco. Ya sí que no podía seguir mintiendo.
— Sí — afirmó finalmente, firmando su sentencia.
Ambos callaron ante ese último monosílabo, con la mirada fija en los ojos del contrario. Sin embargo, no era un silencio incómodo, ambos estaban perdidos en el azul del contrario, hasta que un aviso sonoro del microondas sonó, intentando recordar a los jóvenes de la comida introducida minutos atrás, ya calentada.
— Deberías desayunar antes de que se enfríe — comentó, sin moverse de su posición.
—¿Eso es lo único que tienes que decir? — preguntó alzando una ceja.
— No, creo que tengo bastante que decir, la verdad — contestó mordiendo su labio inferior y desviando la mirada.
—¿A qué esperas, entonces? — inquirió ansioso, tomando su rostro con sus manos, obligándola a unir miradas.
— Es solo que no sé por dónde empezar. Lo último que imaginé esta mañana al despertarme era estar en esta situación — explicó.
— Podrías empezar por contestar mi primera pregunta — sugirió, viendo como ella desviaba la mirada — Y, a ser posible, mirándome a los ojos.
Ella maldijo en voz baja, haciéndolo sonreír — Sí, lo estaba — afirmó, agrandando su sonrisa.
—¿Cómo estabas? — la picó.
—¡Estaba celosa! — dijo al fin, con algo de enfado — Me molestaba el imaginarte a ti en esa situación con otra mujer.
Kaito rio, lleno de dicha ante eso.
— No te rías — ordenó, con un gesto de molestia, a lo cual él solo pudo reír más fuerte.
— No me río de ti, solo me hace feliz — aseguró ante su rostro de pocos amigos — Aunque, para tu tranquilidad, te diré que la única culpable de mi estado de esta mañana, eras tú.
—¿Estabas soñando conmigo? — inquirió abriendo los ojos de sobremanera, con las mejillas volviendo a adoptar un tono carmín.
—¿No es obvio? — dijo, desviando la mirada — Eres la única que logra ese efecto inmediato en mí.
— Y…¿qué habías soñado exactamente? — preguntó, tragando saliva, recibiendo una mirada divertida del mago.
—¿Acaso quieres recrearlo?
— No es eso, idiota — negó avergonzada.
— A mi no me importaría — contestó el mago.
— Eso ya me lo imagino, pervertido. Sin embargo, las relaciones siguen un orden — comentó, roja al pensar en la situación que Kaito insinuaba.
—¿Relación? ¿Acaso estamos ya en una? — cuestionó levantándose de la silla, situándose a su lado, aprisionándola al sentarse sobre la mesa, justo frente a ella, tomando el respaldo de su silla entre sus manos, deteniendo cualquier tipo de escape y acercando sus rostros — Me alegra saberlo.
— Yo no he dicho que estemos en eso, solo he dicho que para llegar a ese punto primero deben suceder otras cosas — replicó, maldiciendo en su fuero interno al mago por su obsesión con cabrearla, cosa que conseguía con bastante facilidad ese día.
— Vale, entiendo. De acuerdo, lo acepto. Lo primero, a mi parecer, sería decir lo que sentimos de una manera clara, ¿no? — inquirió, ante lo que recibió una afirmación. Los ojos de la mujer fijos en los suyos, esperando ansiosa la continuación — Sinceramente, siempre había pensado que haría una declaración más original que esto — comentó, nervioso ante su mirada, a pesar de saber ya que era aceptado. Respiró hondo, uniendo sus miradas — Aoko, estoy enamorado de ti, desde hace ya tanto tiempo que no podría decirte cuando empezó. Solo sé, que quiero mi futuro contigo — el silencio los inundó unos segundos. El mago tosió — ¿Demasiado cursi?
— Quizás un poco — respondió la mujer, con una gran sonrisa en su rostro, cruzando sus brazos sobre sus piernas, recostándose en los mismos, mirándolo — Pero para mí ha sido perfecta.
— El siguiente paso, sería que contestaras, ¿no te parece? — la instó el ilusionista.
—¿Acaso no sabes mi respuesta? — lo picó, ante lo que el la miró de manera fulminante — ¿Sabes? Yo tampoco sé cuándo empecé a sentirme así. En un principio, creí que sería algo que no dudaría mucho, o al menos eso esperaba, porque estaba segura de que jamás me verías de esa forma. Sin embargo, da igual cuantos errores cometieras, lo que dijeras o hicieras. Te quiero, Kaito. A ti y a todas tus versiones — declaró, sonriéndole con cariño, tomando su mano.
— Ahora, ¿cuál sería el siguiente paso? — le preguntó el mago, mirando la unión de sus manos.
— Quizás, sería mejor que dejáramos ya los pasos y simplemente me abraces, ¿no te parece? — se rindió la mujer ante lo que ella misma había dicho.
— Me parece estupendo — aceptó Kaito, obligándola a levantarse hasta caer en sus brazos — Sabes que ya no puedes escapar de mí, ¿verdad?
Ella solo sonrió ante eso, envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo — Ni tú de mí.
— No pensaba hacerlo, tampoco — aseguró, apretándola entre sus brazos.
— Por cierto, ¿me dirás algún día qué pasaba en tu sueño exactamente? — preguntó curiosa, pues, realmente le gustaría saber qué era lo que había provocado esa situación de ensueño.
— Quizás, algún día te lo diga. Y, a ser posible, para recrearlo — contestó pícaro.
Aoko ahora no dijo nada, solo se mantuvo en ese abrazo cálido. Estaba segura, que eso ocurriría. Sin embargo, no solo sería con los sueños y fantasías de él. Aunque eso mejor sería comentarlo otro día. Por el momento, ya habían tenido suficiente con un solo sueño ese día.
