Un mes y unos cuantos días después, aparezco acá con el décimo capítulo...

Si he tardado tanto es porque la mitad (o más) del tiempo me la pasé dudando, pensando que ya no valía la pena seguir este fic. Aun dudaba siendo esta la parte que más me gusta o puede llegar a emocionarme de todo lo que llevo escrito hasta ahora.

Muchas gracias a aquellas/os que me dejaron reviews en el capítulo pasado, y disculpen si no los respondí, es que no pasaba por aquí en semanas.

Por último: me ha sorprendido muchísimo que este fic tenga más hits que Silencioso Confidente. ¿Será porque ya lleva más capítulos arriba o porque les gusta más? Cuéntenme.

Eso es todo por ahora, dejemos de lado las maneras y sigamos con la historia, que la dejé un poco picando la última vez¿eh?

- Lily, no lo hagas…- susurró alguien a sus espaldas.

Era Severus.

Lily dio un respingo de sorpresa en medio de su llanto. Severus Snape posó una mano en su hombro desnudo, una mano fría y de piel tosca que la llenó de miedo.

- Vete…- sollozó.

- No lo hagas- insistió Severus, con su voz grave tocada por la emoción.

Ella no pudo hacer otra cosa que llorar más intensamente. ¿Acaso el destino se quería burlar? Una vez que había tenido el coraje suficiente, o al menos una vez que había logrado olvidar la cobardía, por mero accidente, una vez que había logrado llegar, por fin, tan lejos…

Severus enmudeció sus pensamientos con otra mano en su cintura. Esta mano ya no era fría u hostil, sino tibia y tranquilizadora como pocas manos sintió Lily en su vida. Cerró los ojos y vio a través de su piel el final que la esperaba hacia delante: frío, rudo y doloroso pero, sin embargo, fugaz y corto; y vio el destino que aguardaba tras de sí: tibio, reconfortante, dulce, doloroso y, tristemente, demasiado largo.

- ¿Me vas a dejar solo?

La voluntad de Lily se quebró. Abrió los ojos y el terror la mortificó. Bajó las manos y las utilizó para aferrarse por si vida al resquicio de la ventana. Severus quitó la mano de su hombro y Lily sintió una angustia tremenda al sentir el gélido aire acariciar su piel cubierta por el sudor que un instante antes dejaba Severus, pero él volvió a posarla en su cuerpo para sujetarla de la cadera y bajarla de la ventana en un abrazo eterno. Allí, atada al cuerpo de Severus a través de sus manos blancas que rodeaban el cuello masculino, firme y fuerte, pendiendo de los brazos amados y ciegos, Lily se creyó muerta.

Luchó contra sí misma para no perder el conocimiento, y ocultó la cara en el pecho de Severus para llorar su terrible miedo. Él bajó la cabeza para pegar sus labios a la frente temblorosa de Lily, y apretó más el abrazo para no separarla de su cuerpo. Luego sus rodillas traicionaron su voluntad, y se avecinaron hacia delante para dejarlo caer al suelo.

Lily no quería abrir los ojos. No quería pensarlo otra vez, ni mirarle la cara para cerciorarse de que era real. No quería moverse por temor a resbalar, ni dejar de llorar por temor a hablar. La posibilidad de que todo fuera un sueño era demasiado grande como para darle lugar.

Él tampoco dijo nada por un rato, y comenzó a mecerse hacia delante y hacia atrás, incapaz de dejarla ir. La sensación de contener aquel cuerpo tan pequeño, tan frágil, que necesitaba de él para sobrevivir, lo aterraba tanto como fascinaba. Frotó su espalda vacilante para infligirle calor, y apoyó su mano sobre el cabello cobrizo que cubría su cabeza, desesperado por encontrar otra forma de sostenerla, cuidarla y protegerla de cualquier mundo exterior.

Lentamente los gemidos de Lily se fueron apaciguando, hasta que Severus habló suavemente.

- Sé que es difícil, pero quizás aceptes mi ayuda.

Lily quería hacer caso omiso a lo que escuchaba. Si hubiera tenido suficientes fuerzas –físicas y mentales-, se hubiera apartado de su pecho para alejarse de él. No debía ser tan débil. Ese era el hombre que horas atrás la había insultado de la peor manera¿y ahora se doblaba así ante él¿A qué juego jugaba, dándole aquellos giros bruscos a su vida tan despiadadamente?

Siendo incapaz de despegarse de su cuerpo, imploró en un murmullo entrecortado:

- Ya no me hieras más…

Sabía que se perjudicaba a ella misma diciéndolo. Resistirse a la ignorancia, más allá de todo fin racional, le provocaba un padecimiento agonizante.

Severus tomó delicadamente su rostro y lo apartó de su pecho para encararla. El ceño del joven hombre estaba fruncido, y había retirado las orejas hacia atrás, dándose una apariencia muy desgraciada y lastimera. Sus ojos lucían tristes, y escrutaron la mente de Lily de una manera diferente a la usual. Esta vez el delirio de sentirse examinada a rayos equis por el más preciso espía era dulcísimo y placentero, no pudoroso ni dañino. Lily no quiso pensar cuánto había de verdadero en aquella extraña sensación que le provocó el escrutinio, y simplemente abrió su mente a él lo más sinceramente posible, tratando de expresarle todo en una mirada. Toda su desesperanza, su desconsuelo, su melancolía, su dolor, su amor; todo su amor, todo su maldito amor, en una mirada.

- Jamás lo volveré a hacer. Te lo prometo. Créeme que nunca me arrepentí tanto de algo- dijo finalmente Severus.

Lily no entendía nada. Así que de repente, el imperturbable Severus Snape le estaba confesando su arrepentimiento por haber herido.

- No te entiendo- dijo ella entonces, y luego vaciló. Finalmente pronunció su apellido, tratando de sonar distante-: Snape. Tú adoras el daño.

Él parpadeó lentamente, demorándose, con los ojos cerrados, en las últimas palabras de Lily. Éstas parecieron retumbar en el corredor, y súbitamente el rumor de la lluvia volvió a entrar en el campo perceptivo de Lily. Sus mejillas se sonrosaron al situarse de vuelta en la realidad.

Pero Severus no lo notó. La volvió a mirar pesadamente y, sin dejar de sostenerla en sus brazos, le dijo:

- El daño nos ha criado. Nadie puede evitarlo.

Por el rostro de Lily rodaron tres lágrimas. Esa era su forma de intentar alejarlo del dolor por un pequeño instante, esa era su forma de tratar de compartir su pena, llorando lo que él no podía. Porque lo comprendía. Y porque Lily era capaz de perdonar cualquier ofensa de la manera más sumisa, sólo porque él era más fuerte que ella. Sí: allí estaba, compadeciéndose de la persona que más la hacía sufrir. Pero¿no lo amaba acaso¿No estaba deseosa de ayudarlo¿No se desvivía por tocarlo¡Claro que estaba siendo racional!

Severus vio que el llanto de Lily resurgía, y con una mano en su mejilla secó sus lágrimas. Abrió la boca para decir algo más, luego pareció arrepentirse y la cerró, pero finalmente dijo:

- Quisiera pensar que no es por mi ofensa que tú...

"Si supieras cuál es la causa…" se lamentó Lily. Recordó aquella noche en la que había intentado buscar formas de decírsela. Quizás aquella era la manera indicada. Quizás jamás encontraría otra. Así que se sintió de nuevo al borde del precipicio, a punto de darlo todo por un poco de paz, diciéndole débilmente y en voz baja, temerosa de sí misma:

- Tú eres la causa, Severus.

Al principio él no mostró reacción alguna, pero luego volvió a fruncir el ceño. Durante cuatro, cinco, seis segundos la idea dio vueltas en su mente hasta esclarecerse. Entonces Lily pudo percibir tristeza a través de sus inescrutables ojos.

- He sido la razón de tu intento de… ¿Suicidio?

El haber escuchado esa palabra fue un golpe duro para ella. De esa manera todo parecía tan estúpido que hasta le daba vergüenza. Bajó la cabeza y no dijo nada. Ninguno se movió por unos largos minutos, hasta que Severus la estrechó repentinamente contra su cuerpo otra vez. Era como si temiera que ella muriese de un instante a otro.

Lily sintió su pecho terso de nuevo, ocultándola del resto del mundo, y el palpitar extrañamente calmado del tibio cuello. No entendía, mas eso no importaba. Conocía la felicidad ahora. Y si le preguntaban qué se sentía, simplemente diría "Severus", porque aquella sería la única manera de expresar lo que la felicidad era ahora para ella. Severus. Un instante de éxtasis dentro de la más tortuosa agonía, que llenó todo su ser con violencia. Eso: simplemente eso. Sabía que el segundo pasado estaba sufriendo, y sabía que al segundo siguiente sufriría. Pero era ese, y solo ese segundo, allí. Era tirar todo por la borda para entregarse a ese soplo único e irrepetible; con toda la amargura encima, una luz que brillaba, cegadora, oscuridad.

Lily no recuerda ahora si fue ella o él quien se separó primero del hombro del otro para volver a tocarse en un exceso de adrenalina y excitación, si es que hubo una diferencia. No sabe, por más que llore, si él la amó en ese momento o solamente le concedió, misericordioso, el deseo. Cualquier respuesta¡ah, qué más da! Si fue el mejor de su vida. Si aún siente, como la última vez, sus labios buscando los suyos, encontrándolos, queriendo poseerlos, y buscándolos otra vez.

Severus acariciaba con sus dedos su cara, cuando no necesitó atraerla a sí para besarla. Lily tocó su cabello negro, su cuello blanco, sus mejillas pálidas, sus cejas anchas, su nariz aristocrática. Contuvo en sus manos toda la divinidad que pudo, mientras luchaba con intensidad por dominarla.

Severus se paró, sin dejar de besarla, levantando consigo a Lily, y caminó hacia delante, sin dejar de abrazarla, hasta que ella se apoyó en la pared. Entonces dio un paso más, y pudo sentir el acelerado corazón femenino en su seno. Tembló de frenesí, e hizo lo posible por contenerla aún más, buscando la forma de no perder ni un fugitivo céntimo de su calor.

Lily pasó sus brazos por los hombros de él para rodear su cuello con más fuerza, pero entonces cesó de besarlo. Por fin entendía las desmesuradas proporciones de todo aquello, y aunque sabía que terminaría rindiéndose, sintió una inmensa angustia al darse cuenta de lo que podría estar haciendo en realidad Severus: aprovecharse.

Posó su frente en la de él, y sus narices se tocaron. Él la miró extrañado, pero respetó su distancia y no se movió, esperando una respuesta.

Ésta no llegó.

Lily no quiso separarse, pero la tristeza calmó sus ansias de besarlo otra vez. Colocó su cabeza en el hombro viril, y cerró los ojos.

Media hora después, miraba sola el cielo raso de su habitación.

Lily comienza a garabatear con rapidez en una hoja de pergamino:

"Severus Snape:

Es mi último deseo,

Aunque pueda parecerte

Inútil, o incluso

Innecesario,

Que me escuches ahora

Que ya he vivido más que tú

Y estoy, al fin, lejos…"

La mañana siguiente Lily no concurrió a las clases. Por más ruidos que escuchase en su habitación, las insistencias de Érica no la sacaron de la cama. Durmió hasta pasado el mediodía, aunque no plenamente. Cada rato despertaba sudando, y se encontraba de nuevo. Así que se arropaba otra vez y cerraba los ojos amodorrada. No quería levantarse, y mucho menos tener que escuchar alguna clase aburridísima. Por el momento era mejor dormir, conferirse a los sueños, vivir por unas horas en algún espacio cero.

Cuando el fuerte sol le traspasaba ya los párpados con tal intensidad que era imposible ignorarlo, se calzó los pies con sus pantuflas (casi nuevas) y fue al baño evitando mirarse al espejo. Abrió la ducha y dejó correr el agua por su espalda, notablemente contracturada por las horas de reposo excesivas. Entonces se entregó al recuerdo, y sonrió de placer.

La noche anterior se habían despedido en silencio. ¿Qué debía suceder ahora¿Qué pasaría si se cruzaban sus miradas en algún corredor y él actuaba como si no la conociese, como si nunca la hubiese conocido¿Y si jamás se hubieran conocido¿Había sido solo un delicioso sueño?

¿Y qué pasaba si, por lo contrario, la estaba esperando tras la puerta de la Sala Común¿Qué querría él¿Qué debería ella contestar? O, mejor dicho¿qué querría ella contestar?...

No importaba. Ya sabría.

Salió de la ducha y no se peinó. Dejó que su pelo se secase a su manera. Tampoco se lo ató, simplemente se dio la pequeña libertad que tanto estaba acostumbrada a vetar. Notó que caminaba entre nubes cuando bajó al Gran Salón, y que ni siquiera se molestó por escuchar los ávidos de chismes llamados de Fiodta.

Salió a las afueras ignorando cuantas reglas posibles, dejando que sus pies guiasen su voluntad, y sin quitar la vista del lago radiante, se sentó bajo el árbol que frecuentaba. Relajó el cuello, tiró la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y respiró profundamente, disfrutando el silencio.

Sintió que una mano se posaba sobre la suya súbita pero suavemente y se sorprendió pero no se estremeció. Tampoco giró la cabeza. Sabía que él estaba del otro lado del tronco.

Severus se levantó y se sentó a su lado, de frente a ella. La observó inexpresivamente, pero siguió sosteniendo su mano.

Lily lo miró largamente. ¿Qué podría decir? Sobraban las palabras. Cualquier cosa estaba de más. Aquella situación, el delicado calor en su mano, era casi perfecta, y sería un crimen interrumpirla.

¡Ay, otra vez estaba equivocada!

- ¿Cómo estás?- preguntó con gravedad Severus, encontrando la frase perfecta que hiciera que un temblor recorriera a Lily.

Ella hizo una mueca que intentaba ser una sonrisa. ¿Cómo estaba? No podía negar que había sido feliz. Tampoco podía negar que por nada del mundo quitaría su mano de allí. Pero… ¿y ahora? Sólo quería que ese momento fuese eterno. Nada más. Porque algo más sabía era imposible. Eso era todo, el máximo, y lo agradecía con creces.

- ¿Por qué no has asistido a clases?- preguntó Lily, forzándose para sonar natural. Pensar que sólo habían cruzado unas pocas frases en cinco años y ahora debían hacer frente a lo que acababan de hacer.

Él también pareció notar lo irónico de la situación. Pero no lo mencionó.

- Supongo que no pude- miró hacia las montañas que rodeaban el lago, millas allá. Hizo una larga pausa. Luego volvió a posar sus ojos en ella y dijo-: He estado pensando en ti.

Lily desvió la mirada. Seguramente Severus ya había notado su pudor, pero éste se intensificaría si no rompía el contacto visual. Permaneció en silencio, expectante. No quería obligarlo a tener que hacer algo simplemente para postergar el momento inevitable en el que le rompería el corazón…

Pero él no agregó nada. ¿Por qué¿Por qué¿Es que acaso no tenía valor para decirle la verdad¿Es que acaso era demasiado cobarde como para confesarle su arrepentimiento?

Lily separó su mano de la de él y se levantó, molesta. Caminó unos pasos y observó la tranquila superficie del lago.

Él la siguió.

- ¿Qué te pasa?- le preguntó a sus espaldas. Ella no contestó. Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro-. No puedo ayudarte si no me hablas.

"Ayudarte". Eso había dicho. Lo dejaba más que claro: él sólo quería ayudarla. Y sí, quizás se había dejado llevar por el momento durante la noche pasada, pero ahora le estaba dejando sus intenciones bien claras. Él sólo quería ayudarla. ¿Y por qué demonios ella no podía dejar de llorar?

Lily no se dio vuelta y le dijo, con inmensa tristeza:

- ¿Qué he hecho, Severus¿Por qué lo hice¿Por qué llegaste justo a tiempo¿Por qué no me dejaste caer¿Por qué me cobijé en tus brazos¿Por qué acepté tus caricias¿Por qué cerré los ojos ante el enemigo?

Severus la interrumpió.

- No soy tu enemigo. Entiéndelo. Perdona, perdona lo que he hecho. Perdona que no te haya mirado nunca, perdona que te haya insultado. Perdona que te haya abrazado, perdona que…

Se encogió de hombros, incapaz de terminar la frase.

- ¿Para qué perdonarte, Severus¿Qué lograríamos con eso? Solo entonces me humillaría yo aún más.

Severus se acercó a ella y buscó su rostro. A diferencia de Potter, no la tomó bruscamente por el brazo ni la atrajo hacia sí… La enfrontó con respeto, sin necesidad de tocarla.
Tenía el ceño fruncido en una expresión de confusión y perplejidad.

- ¿Qué quieres decir?

¿Por qué se hacía el desentendido¿No entendía que el juego debía terminar? Pero¿qué juego¿Cuándo había éste empezado¿Y por qué había empezado…? Lily no se había preguntado aún por qué Severus había hecho lo que hizo. ¿Era que acaso, como en los cuentos, él también estaba enamorado de ella?

Se rió de sí misma, pero sólo salió de sus labios un gemido irónico. Lo miró, incrédula, y le preguntó:

- Dime¿por qué me salvaste? Respóndeme eso y taparás enormes zanjas. Así podré… Así intentaré seguir el sendero sin tropezar tanto.

Severus endureció su rostro de nuevo. Otra vez su mirada resultaba inescrutable.

- ¿Hubieras preferido la muerte?- preguntó con algo de sarcasmo.

Lily lo miró enfurecida.

- En caso de que no lo hayas notado, la respuesta clara es sí, prefería y prefiero la muerte a…- dudó- ¡Esto!

- ¿Esto?

Severus avanzó dos, tres pasos, hasta quedar a sólo un palmo de ella. Su postura continuó erguida, y sus ojos, tan firmes como era posible. Lily se sintió riesgosamente pálida, y fue incapaz de formularse la pregunta que debía responder. Si hubiera tenido las fuerzas suficientes para acortar la minúscula distancia que los separaba, ya no hubiera existido siquiera un cuestionamiento.

Él tomó un rizo color carmesí, y lo besó.

- ¿Por qué…?- susurró ella, más lamentándose que inquiriéndole, antes de refugiarse en el cuello extraño y peligroso. Se sintió aliviada al comprobar que él no la rechazaba. Luego volvió a mirarlo a los ojos, y le dijo, mansa-: Tienes razón. Te prefiero a ti.

- Mi vida vale lo mismo que la tuya. Quizás la única manera de hacerlas más valerosas es uniendo su precio. Por eso es aún estoy aquí, y por eso quise que te quedases conmigo.

De veras espero que les haya gustado. Ahora mismo estoy escribiendo el 11.

Saludos, suerte y gracias.

Dulce Nymphadora