Para el sábado estaba programada una visita a Hogsmade pero, lamentándose, casi ningún alumno pudo asistir ya que debía quedarse a estudiar para los exámenes restantes. La biblioteca, las salas comunes, el Gran Comedor: por doquier se oían los murmullos de las plumas rasgando el pergamino y los dedos cambiando las hojas de los libros.

Lily estaba en la solitaria torre de Astronomía, tratando de escapar de la multitud y con la mirada perdida en el cielo, cuando el sol que salió tras una nube hirió no solamente sus ojos sino también su piel. Sintió un ardor en todo su pálido cuerpo, y huyó hacia las sombras. Desde allí observó, furtiva, la luz que se proyectaba y la odió. La odió por ser tan brillante y hermosa. Se asomó hacia los jardines y sintió repulsión por todos aquellos chicos que reían bajo ella. Los odió por ser tan felices en aquel día horrendo. Porque no era justo.

Se escabulló de allí, bajó. Trató de evitar que los demás alumnos la reconociesen, así que corrió y corrió. Comenzó a vagar por las mazmorras, deseando que la oscuridad que allí reinaba fuera verdadera, soñando que unos nubarrones traían llovizna consigo, allí dondequiera, y el mundo, adormecido, observaba tras las ventanas.

Dejó de caminar, se cubrió la cara con una mano y resopló. Se dejó caer, y lo llamó, consumida: ¡Severus!

Buscó la entrada de la Sala Común de Slytherin, y no la encontró. Fue al aula de pociones, por ir a algún lado, y halló allí a Severus. Estaba sentado en un pupitre, miraba al vacío. Vestía una túnica negra abotonada, diferente a la exigida por el uniforme, y sostenía la cabeza erguida a pesar de su postura demolida.

Lily lo rodeó y se sentó mirando para atrás en el pupitre que Severus tenía delante. Él mostró sorprenderse levemente al verla. Lily lo miró inquisitivamente, pero no le preguntó nada. Tomó sus manos y permitió que él acariciase las suyas.

- Eres hermoso- le dijo, y sin esperar respuesta lo besó.

Él tomó su cuello, y le correspondió suave y tranquilamente. Lily lo miró otra vez a los ojos.

- Gracias- agregó.

Severus besó sus manos y su cabello.

- ¿Qué hiciste esta mañana?- le preguntó.

Lily se encogió de hombros.

- Descubrí por qué te gusta tanto el negro- dijo, bajando la mirada para clavarla en su pecho. Usualmente hubiera estado radiante de haber entendido en algo a Severus, pero no era aquel un develamiento muy feliz.

Él, por su parte, rió, pero sin abandonar su amargura. Algún día lo vería sonreír verdaderamente, feliz, sólo que no era aquella la ocasión y, si ésta llegaba, dudaba Lily que lo amase igual.

- Ah, ¿sí? ¿Y por qué es eso?

- El negro es para todos. La luz… no es justa- susurró, sintiendo una mezcla de timidez, vértigo y miedo.

Severus cambió su expresión y la miró con tristeza.

- No deberías haberlo descubierto- dijo, y luego calló. Ninguno de los dos dijo algo hasta que él, con un atisbo de incomodidad, agregó-: Lo siento.

Lily intentó sostenerle la mirada. Era tan difícil, teniendo él aquellos ojos.

- ¿Tú crees que yo sería feliz sin haberte conocido? Porque no puedes lamentar algo que escapa de tu control.

- Probablemente.

Lily frunció el ceño y lo miró divertida. Se estaba mostrando sabedor de su conquista, y eso era una muy baja demostración de egocentrismo. ¡Ay, qué ganas de contradecirle! Pero si tenía razón, no podía.

- ¿Por qué lo piensas?

Él de repente se manifestó algo turbado, tímido:

- Si… si es verdad lo que-- lo que dices, y si considero lo que casi haces por… mí…

- Silencia- ordenó ella. ¿Qué podía pedir? Él ya lo sabía todo, y de cierta forma la conmovía saber que él era consciente de lo importante que era para ella-- le beneficiase aquello o no-. Lo sé.

Severus se levantó de su silla y le dijo:

- Ven, quiero mostrarte algo.

Lily lo siguió, encantada. Caminaba unos pasos tras él, tomada de su mano, sonriendo para sí misma. ¿Podría estar más contenta? ¿Podría gritar de alegría en ese mismo instante? ¿Podría ser todo aquello un sueño? Su entero cuerpo temblaba, atemorizada, aún, de aquella gran persona que guiaba sus pasos mientras ella se rendía, sumisa, y cerraba los ojos.

Salieron de las mazmorras y llegaron a la enorme columna principal alrededor de la cual se enroscaban las escaleras que unían la mayoría de los pisos del colegio, no sin antes cruzarse con algunos cuantos alumnos sorprendidos de ver a Snape de la mano de una chica. Entonces Severus perdió su vista hacia arriba, buscando el cielo raso.

- Tardaríamos demasiado…- dijo, algo ensimismado. Luego se volvió hacia Lily y pasó un brazo por sus hombros-. Sujétate bien.

Ella lo miró alucinada e hizo lo posible por reprimir la sacudida que le provocó sentir la calidez de Severus sobre sus espaldas. Cerró los ojos intentando ignorar su timidez y abrazó su cintura con firmeza.

- ¡Ascendio!- pronunció impecable y solemnemente Severus.

Lily definitivamente no se esperaba aquello. Sus pies se despegaron del piso lentamente, y al cabo de unos instantes una fuerza invisible propulsó a Severus hacia arriba con increíble rapidez, llevándose consigo a Lily. Ella sintió que su mente, todos sus perjuicios, todas sus teorías, toda su prudencia, toda su timidez, toda su madurez quedaba en el suelo, mientras se volaba aferrada a Severus. Entonces notó que estaba volando desde hacía ya dos días, desde aquella noche en la que se había entregado a sus besos y en la que había olvidado todo cuanto le preocupase.

Severus realizó un simple movimiento con su varita de roble oscuro y aterrizaron suavemente en séptimo piso. Estaba vacío. Como si nada extraño hubiera pasado, prosiguió su camino tirando de la mano de Lily. Rodeó un horrible cuadro donde dos trolls resoplaban de angustia y se plantó delante de una puerta. Ignorando lo extraño que podía aquello parecer, acarició aprehensivamente el marco con las yemas de sus dedos.

- El umbral más valioso de Hogwarts- murmuró-. Su magia me es inagotable.

Lily, expectante, dijo:

- Luce igual al resto. ¿Qué tiene de especial?

Severus se volvió hacia ella con un dejo de entusiasmo en su riguroso rostro.

- Probaré que te equivocas. Piensa qué es lo que más…

Un numeroso grupo que parecía ser de chicas de Ravenclaw irrumpió en la soledad del corredor y pasó a su lado haciendo demasiado estruendo como para notarlos, pero aún así, Severus enmudeció. Lily les hizo caso omiso y siguió mirando a su acompañante expectante, esperando que le siga hablando. En aquel momento, ¿qué más podía importarle? Pero Severus no pronunció palabra. Tenía la cabeza gacha, y observaba por el rabillo del ojo a las Ravenclaws.

Y tenía una buena razón para querer excluirse de la gente.

- ¡Evans! ¿La grasa de Snevillus capturó tu mano?- gritó Sirius Black, separándose del grupo. Tenía los ojos abiertos de par en par-. ¿Qué pensará James?

Severus apretó aún más su mano, como si la furia le impidiese medir su fuerza, e hizo un violento ademán de abalanzarse sobre Black, pero Lily lo frenó y dijo:

- Lo dices como si le debiera algo de respeto a ese engreído Potter, Black. ¿Y por qué no sigues persiguiendo a las chicas aquellas? Supongo que necesitas recolectar unas cuantas para engañar a Érica como se debe. Porque ella ya te aburrió, ¿verdad? ¿Dos semanas es demasiado para ti?

- La que parece que se aburrió aquí eres tú. Veo que estás practicando deporte de alto riesgo tocando a esa babosa muerta- acotó Black, señalando con un cabeceo a Severus.

- Expelliermus!- siseó Severus, y Black salió disparado cinco metros atrás. Lily, que ni siquiera había notado qué él había tomado su varita, lo miró asombrada: sus ojos destellaban una crueldad escalofriante, y sus músculos estaban tan tensos como nunca. Lily jamás lo había visto tan transformado; era como si toda su sangre se hubiera vuelto terriblemente fría-. Muffilato! Blindesto! - susurró reciamente al cuerpo casi inconsciente de Black.

- ¿Qué has hecho?- la voz de Lily vaciló.

Severus la miró como si de repente recordase que ella estuviera allí. No contestó su pregunta. Por lo contrario, se separó de ella y dio tres vueltas delante de la misteriosa puerta, murmurando palabras que Lily no pudo captar. Luego la abrió y le incitó a entrar. Ella echó un último vistazo preocupado a Black y luego penetró en la oscura habitación que se le presentaba.

Tras ella fue Severus, quien cerró la puerta.

Las características habitación en la que se encontraban jamás podrían haberse adivinado desde el exterior. Parecía como si ese cuarto hubiera sido tomado de otro castillo, de otro país, de otro mundo, y se hubiera ubicado en Hogwarts a regadientes. El cielo raso semejaba inalcanzable, y por entre las losas del piso se colaban musgos húmedos. Pero aún así, era un recinto cerrado: amplio, sí, pero finito. El único origen de luz que interrumpía la semipenumbra parecían ser las aguas danzantes de una enorme fuente circular que se ubicaba en el centro de la habitación.

Severus se paró junto a la fuente, observándola, y dándole las espaldas a Lily. Sus manos entrelazadas en la espalda baja; su silencio, temible. Los ojos de Lily se humedecieron al contemplar su silueta viril y negra recortada en la luminiscencia. Allí estaba el gran Severus Snape: en su escondite, ocultando su rostro, huyendo de sus propias lágrimas.

Lily se acercó a él, vacilante, y con ternura apoyó una mano en su hombro. Él la notó y giró levemente su cabeza, pero siguió sin mirarla.

- Severus…- dijo Lily, con la voz temblorosa.

Él apoyó sus manos en el borde de la fuente, pero su cabeza siguió erguida, desafiante. Lily se sentó allí junto a sus manos, y buscó sus ojos, pero él huía a su mirada. Entonces con una mano solitaria acarició sus párpados y sus labios, en una muda forma de asegurarle que no necesitaba hablar para hacerse entender.

Luego de unos segundos, Severus pareció despertar de aquel extraño trance y por un instante la miró con fijeza y, si Lily no estaba soñando, alarma. Volvió a apartarse de ella para tomar una profunda bocanada de aire, y dijo:

- Tapé sus oídos y cerré sus ojos- hizo una pausa-. Muffilato si no quieres ser oído y Blindesto si quieres provocar ceguera momentánea. Sencillo y útil- agregó, y luego volteó a encararla.

De su rostro había desaparecido todo rastro de sobresalto. Por lo contrario, lucía tranquilo. Lily esquivó ahora su mirada penetrante e intentó pensar en otra cosa.

- ¿Me dirás qué es este lugar?

- Sólo te diré qué es lo que he hecho yo para que sea real. Si lo repites, podrás visitarlo cuando quieras pero, por supuesto, solamente verás esta pequeña porción de grandeza así. Tú descubrirás algún día cuál es el verdadero truco.

- ¿Por qué tanto secretismo? ¿Realmente nadie más que tú conoce esta habitación?

- Me gusta pensar eso, aunque dudo que así sea. Verás, a menos que monte guardia en la puerta es imposible comprobarlo…- dijo con sarcasmo-. Lo que tienes que hacer es pasar tres veces frente a ella diciendo estas palabras: "necesito un lugar- comenzó, acercándose a Lily- donde descansar del mundo"- siguió, bajando el volumen de la voz y pasando sus brazos por la cintura femenina-… Aquí podrás ocultar tu mente- susurró a su oído-, olvidar la verdad- depositó un beso en su oreja- y oír el rumor del agua escurriéndose- Lily cerró los ojos-, por tus dedos…

Severus rozó apenas su mejilla con los labios prietos y con una mano colocó la cabeza de Lily sobre su hombro.

- ¿Por qué me cuentas todo esto? ¿Por qué me lo has mostrado? ¿Por qué has descubierto tu refugio ante mí?- preguntó ella.

Severus volvió a mirarla a los ojos. Repentinamente Lily sintió vértigo: había peligro allí. Él la miraba confundido, y penetraba en su mente en busca de respuestas. La agudeza de sus ojos era fría y dominante. El suelo que la sostenía se desvaneció. ¿Qué había hecho? ¿Cuál había sido su error? ¿Lo había ofendido? ¿Había despertado su crueldad?

¿Había despertado?

- ¿Preferías que no te lo cuente?- preguntó él, incrédulo. Casi sonó agresivo.

Lily se sorprendió. Severus la miraba como si acabase de preguntar si el césped era verde. En parte, tenía razón. No debía quejarse. Podría decirse que él se había abierto un poco a ella, ¿y cuándo más se había abierto a alguien? Mejor formulada la pregunta, sería: ¿alguna vez se había abierto?

Pero no podía negar que era extraño. Justamente por aquello, ¿por qué actuaba tan diferente con ella? ¿La veía diferente? ¿Significaba algo para él…? No. No debía pensar aquello. Sólo era aquel momento en aquel lugar: nada más.

- Lo siento- dijo, y bajó la mirada.

Severus siguió mirándola, ahora con cierta expresión de altivez. Realmente parecía Lily postrada a los pies de su rey. Entonces él tomó su barbilla y levantó su cabeza para que lo mire.

- ¿Cuán profundo es tu sentir?

¿A qué se refería? ¿Hablaba de su arrepentimiento o de su amor?... ¿Y no era eso lo mismo?

Un impulso violento y hermoso hizo que dos lágrimas desbordaran de sus ojos esmeraldas empañados. Negó con la cabeza, incapaz de encontrar palabras para su intención.

- No puedo medirlo…

Severus la besó impetuosamente, como si hubiese sido su respuesta la que le incitase a hacerlo. Lily tomó sus manos y las entrelazó con las suyas, acariciando sus dedos hábiles, sus palmas cetrinas. Buscó sus muñecas, buscó las venas de sangre que corrían fervientes bajo la piel, pero encontró sólo la tela fría de su túnica. Algo molesta, intentó desabrochar el primer botón. Entonces Severus se alejó furiosamente de ella, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. La miró por un instante con los ojos muy abiertos y el ceño fruncido, y luego se aferró la muñeca derecha, casi con desesperación. Parecía como si se hubiese quemado insólitamente.

- ¡Severus! ¿Qué pasa, qué--?

Lily se acercó a él, alarmada. Él la miró consternado, incapaz de decidir qué hacer. Seguía cubriéndose la muñeca derecha, y pasaba la mirada de ésta a Lily, y de Lily a ésta. Resopló de desesperación.

- ¿Qué tienes? ¡Severus, dime!- Lily perdió la paciencia. Estaba realmente preocupada- ¿Qué te pasa? ¡Dime! ¿Qué hice?- Tomó su mano derecha y tiró de ella, pero él no extendía el brazo. Lily lo miró con los ojos llorosos-. Muéstrame.

Severus normalizó su agitada respiración con la vista vidriosa clavada en ella. Así permanecieron, inmóviles, durante varios segundos. Y finalmente Severus se rindió y aflojó los músculos. Lily desabrochó la manga de la túnica con los dedos temblorosos, y fue descubriendo su piel desnuda.

- ¡Ah!- sollozó, y la conmoción venció a su fuerza. Se apoyó en Severus para no caer; él la sostuvo con rapidez. La sentó sobre sus piernas en el piso, e hizo un amague de volver a taparse el antebrazo-. No…- susurró ella con la voz débil.

Lily rozó con sus dedos de forma vacilante la piel herida de Severus. Desde el comienzo de la muñeca hasta la altura del codo, el brazo potente presentaba diversos cortes en diversos estados. Varios eran largos y finos, otros, profundos y hasta más anchos que largos. Sobre algunos cayeron las lágrimas incontenibles de Lily, a quien el llanto desconsolado le impedía ver con claridad lo que deseaba nunca hubiera conocido. Observó ahora sus propios dedos, y comprobó que dos de ellos estaban manchados de sangre. Había heridas recientes.

Severus cubrió su piel y con el brazo herido hizo que Lily apoyase su cabeza en su pecho. Dejó que ella llorase y oyese sus latidos retumbar en la caja hueca que era su cuerpo. Ella no hizo más que llorar y llorar, hasta que tuvo las fuerzas suficientes para levantar el rostro, apoyarse con una mano en su cuello y entreverlo por entre las lágrimas. Él le sostuvo la mirada, desarmado, con la expresión de quien acaba de asumir un muy grave problema. Lily intentó hablar.

- Tú te has… ¿Por qué…?

Lanzó un sollozo una vez más, y acarició el cabello negro con ternura, mientras tomaba su mano derecha con la otra mano. Severus se mantuvo impasible, con los labios fruncidos y los ojos tan secos como fuese posible. Pero la angustia pesaba sobre sus párpados y delataba su penuria.