Capítulo 9. Love's in the Air.
Los dos andaban descalzos por el césped, escuchando la algarabía de la fiesta a lo lejos. Caminaban a la orilla del río, donde la luna llena se reflejaba iluminando el entorno. Caminaban uno al lado del otro, sin tocarse. Ninguno de los dos hablaba como si hubiera una barrera invisible entre ellos.
"Hinamori"
"¿Si?, Hitsugaya" él la miró y ella se ruborizó. "Shiro" se corrigió.
"Tengo que decirte algo. Ya no puedo guardarlo más. Cuando ocurrió todo eso y quedaste en coma, pensé que me moriría sin poder decirte nada. Y cuando despertaste, fue como si volviera a nacer. Quería decirte que…"
"Te quiero"
"Disculpa"
"Eso es lo que ibas a decir, ¿no? Lo sé. No hace falta que me lo digas. Yo siento lo mismo. Pero…"
"Pero, ¿qué?"
"No estoy preparada. Todo lo ocurrido ha sido muy duro para mi y no quiero volver a sufrir"
"Conmigo nunca vas a sufrir. Eso te lo puedo jurar. Pero entiendo que quieras tomarte las cosas con calma" dijo Hitsugaya con la voz encogida por la emoción.
"Ojalá pudieras cumplir esa promesa." dijo ella en voz tan baja que él no la escuchó.
"¿Puedo al menos cogerte de la mano?"
"Claro" dijo ella y siguieron caminando con sus manos entrelazadas.
Seguían charlando entre todos mientras él se moría por dentro. Deseaba quedarse a solas con ella para decirle lo que sentía. Pero nunca aparecía la oportunidad. De repente, al ver que ella había dejado de hablar con el resto y le miraba a los ojo fijamente, supo que aquel era el momento. Se armó de valor y mirándola con pasión dijo las palabras que más le habían costado en toda su vida decir.
"Te quiero Ishida" dijo en voz baja.
Él se quedó de piedra. Ni siquiera eso había podido hacerlo. ¡Ella se le había adelantado! Pero que importaba eso. Allí estaba ella. Bellísima con el pelo recogido y el kimono rojo que resaltaba su figura. Diciéndole que le quería. ¡Qué más se podía pedir!
"Lo siento Ishida. No debí decirlo. Es que pensé que tu y yo…" había tardado mucho en responder. Ahora ella creía que él no la quería. Los demás se habían alejado un poco y no parecían darse cuenta de lo que hablaban ellos dos.
"No, Inoue. No es lo que piensas. Es que me has pillado por sorpresa. Nada más. Yo,…por supuesto que te quiero. Siempre lo he hecho"
"¿De veras? ¡Cuánto me alegro! Pensé que no te interesaba. Que creías que era una tonta sin cerebro. ¡Estoy emocionada! No puedo creerlo…"
Viendo que se estaba embalando, Ishida decidió cortar ese chorro de palabras sin sentido. Se acercó a ella, la agarró de los brazos e inclinándose la besó en los labios. Ella siguió hablando durante unos segundos, hasta que se dio cuenta de lo que hacía Ishida. Entonces comenzó a besarle ella también.
"Shunsui, ¿a dónde vamos?"
"Voy a enseñarte el lugar más bonito de todo el Seireitei"
"Pero si yo ya lo conozco. Siempre estás allí con el capitán Ukitake"
"No, te equivocas. Hay otro"
Mientras se movían haciendo uso del shunpa por todo el Seireitei, Shunsui la agarraba para que no se cayese pues ella había bebido demasiado. Mientras se encaminaban a ese, el lugar más bonito de todo el Seireitei, no podía dejar de mirarla. Sus ojos, su pelo, su aroma, todo lo enloquecía. Sus femeninas formas apretadas contra su cuerpo, hacían que le hirviese la sangre. Su nombre, Nanao, era música para sus oídos. Hoy la conquistaría al fin y para siempre.
Finalmente llegaron a su destino. Cuando Shunsui aterrizó y la soltó, Nanao dio unos cuantos pasos inseguros para finalmente recuperar el equilibrio y mirar a su alrededor. Lo que vio la dejó sin palabras. Estaban en lo alto de un de las torres más altas de la Corte de los Espíritus Puros. Desde allí se veía todo. Las luces de la fiesta, el río al fondo con los cerezos alrededor, las montañas al final. Y la luna llena. Eso era lo mejor. Parecía al alcance de la mano, de tan cerca que estaba. Era una visión maravillosa.
"Shunsui, esto es…"
"Bonito, ¿verdad?"
"Bonito dices. Esto es precioso. No puedo creer que exista algo así."
"Pocos días está así de bonito. Y hoy es el día en el que más lo está."
"¿Por qué?"
"Porque tú estás aquí"
Nanao se quedó sin palabras. No podía ser cierto. Este no podía ser su capitán. Este no era el mujeriego, borracho y acosador que ella conocía.
"Entonces es cierto. De verdad me quieres"
"Si. Antes, ahora y por siempre. Ya se que nunca lo he demostrado, que siempre he sido un irresponsable. Pero estoy harto. Por ti dejaré todas las tonterías. Quiero dedicarme por completo a ti. Si me das un oportunidad, no te defraudaré."
"De acuerdo Shunsui. Confiaré en ti. He de reconocer que estaría loca si te rechazara ahora. Esto siempre estará en mi corazón."
"¡Lo he conseguido! Ahora Ukitake tendrá que humillarse ante mi"
Nanao suspiró y le empujó. Shunsui perdió el equilibrio y se cayó del tejado. Un fuerte ruido indicó que había topado con algún obstáculo en su caída. Nanao se acercó al borde con cuidado y miró hacia abajo, viéndole despatarrado sobre el tejado de un saliente de la torre.
"¿Así es cómo piensas cambiar?" le dijo mientras se dejaba caer hasta él y lo besaba al llegar abajo.
"¿Dónde está el capitán Ukitake?"
"Creo que ha tenido que retirarse por uno de esos ataques"
"¡Qué mala suerte! Justo hoy"
Ukitake estaba en el cuartel de la cuarta división, sentado con las piernas cruzadas, esperando la llegada de la capitana Unohana. Había tenido un pequeño ataque de tos, nada grave, pero había acudido a que lo viese para poder hablar con ella. Al fin, entró por la puerta.
"Capitán Ukitake, me han dicho que ha tenido un ataque"
"Retsu-san, siento haberte hecho venir hasta aquí justo hoy pero…yo tengo que hablarte"
"Hacía mucho que no me llamabas así, Jyuushirou-kun. Desde que nos convertimos en shinigamis"
"Es cierto. Y la verdad lamento haber dejado de hacerlo."
"¿Y eso por qué?" le preguntó ella divertida. Empezaba sospechar algo, y lo que preveía la hacía muy feliz.
"Bueno, verás. Durante la academia estuvimos muy unidos. Luego al entrar cada uno en una división distinta nos distanciamos un poco. Lo que quiero decir, es que quiero recuperar toda la confianza que teníamos. De hecho quiero que seamos algo más que amigos"
"¿En qué estás pensando exactamente?"
"Maldito Shunsui, si me viera se reiría de mi hasta morir" dijo en voz muy baja.
"¿Qué has dicho?"
"Nada. Voy a dejarme de tonterías" se levanto mientras decía esto y se acercó a ella. Se paró justo delante de ella y la miró a los ojos, buscando respuestas. Ella le devolvió la mirada, sonriendo.
"¿Qué ibas a decir entonces?" le preguntó acercándose hasta que casi se rozaban.
Ukitake se puso colorado y abrió la boca para decir lo que deseaba decirle desde hace mucho, pero se hizo un lío por los nervios y no pudo hacer otra cosa que farfullar mientras la miraba atolondrado. Ella se rió y el sonido claro de su risa hizo que Ukitake se pusiese aún más colorado. Se retiró un poco y se dio la vuelta avergonzado.
"Ya sabía yo que no tenía que haber dicho nada. ¿Por qué haré caso a Shunsui?" decía en voz baja mientras miraba a la pared de espaldas a Unohana.
De repente sintió una mano sobre su hombro. Pequeña y delicada apenas si pesaba, pero transmitía una fortaleza inmensa. La leve presión de esa mano lo llamaba a darse la vuelta. Y así lo hizo. Y allí estaba ella. Con la trenza desecha y el pelo suelto alrededor de sus hombros. La boca entreabierta y los ojos brillantes. Unohana puso su otra mano en el otro hombro de Ukitake y se acercó. Él la miraba embelesado sin darse apenas cuenta de lo que ocurría.
"¿Estás bien, Jyuushirou?" dijo un poco preocupada al ver que él no reaccionaba.
"S…, sí. Claro. Estoy perfectamente"
"Bueno. ¿Vas a decirme eso tan importante?" le preguntó con un gesto de ligero reproche en la cara.
"Ah, sí…" la cogió de las manos y sin dejar de mirárselas lo soltó al fin de un tirón. "Yo-quería-que-supieses-que-te-quiero"
La cara de Unohana reflejaba una felicidad tan pura como la luz de la luna que entraba por las ventanas, bañándolos en su resplandor. Sin embargo, Ukitake seguía mirándole las manos, sin atreverse a alzar la cabeza. Por eso pensó que ella lo rechazaba.
"Lo entiendo. Siento haberte molestado. Me voy." Y sin mirarla soltó sus manos y se dirigió hacia la puerta.
"Jyuushirou, ¿por qué haces las cosas tan complicadas?"
Él se volvió asombrado y la miró a los ojos. Sonreían, al igual que si boca, y transmitían amor y deseo. Se había equivocado. Si le quería. Se acercó corriendo hacia ella y la abrazó con fuerza mientras la besaba.
