Capítulo 10. Cielos despejados.

Al fin se habían quedado solos. Lentamente todos habían ido separándose, marchándose con otros, hasta que ellos se quedaron solos. Aprovechando esa situación se habían escabullido hasta la colina del Dúo Terminal. Al final, justo antes del precipicio todavía estaban los restos del bloque ejecución esparcidos por todos lados. Desde que Aizen huyera, nadie había vuelto a ese lugar. Hasta ahora.

Aún iban de la mano. No se habían soltado en toda la noche. La luna pasaba justo por encima del bloque de ejecución.

- ¿Te acuerdas? – dijo Rukia.

- Si, como iba a olvidar que no me agradeciste que te salvara.

- Es verdad. Gracias Ichigo.

- No tienes porque decir nada. Se lo que sientes y que creías protegerme. Pero en ese momento era yo el que debía hacerlo.

Rukia se alejó un poco y su mirada se posó sobre el bloque de ejecuciones y el brillo de los recuerdos surgió en su mirada. Mientras Ichigo la miraba embelesado sin poder apartar la vista de su cara. De repente, Rukia giró un poco la cara para mirarle y sonrió. Pero fue una sonrisa que llegó a Ichigo a lo más hondo de su ser. Arrasó con las nubes y secó el agua de su alma. La iluminó con un sol eterno y cálido. Y fue entonces, cuando Ichigo supo que nunca dejaría de amar a Rukia.

- Te quiero, Rukia – esas palabras rasgaron el silencio que los envolvía y Rukia bebió de ellas como del agua más pura. Enrojeciendo volvió a girar la cara, dándole la espalda Ichigo. Este se acercó y apretó la mano de Rukia y se volvió hacia ella. Ella iba a hablar, iba a decirle que ella también le quería, pero el dedo índice de Ichigo se posó sobre sus labios entreabiertos conminándola a callar. Sin dejar de mirarla a los ojos ni un instante Ichigo movió su dedo hacia abajo arrastrando levemente el carnoso y húmedo labio inferior de Rukia. Pasó a la barbilla y fue descendiendo por el cuello lentamente. El índice de la otra mano se unió al recorrido y juntos rozaron los pechos de Rukia y siguieron hacía abajo. Al llegar a la cintura, Ichigo asió a Rukia con ambas manos mientras las desplazaba hacia la espalda, ascendiendo por ella muy despacio. Finalmente llegó de nuevo a su cara. Mientras sostenía su cabeza, pasaba los dedos gordos por las mejillas de la chica, mojándose las yemas de los dedos con las lágrimas de felicidad que habían empezado a surgir de los ojos Rukia.

Ella cerró los ojos por un momento y fue en ese momento cuando Ichigo la besó. Posó sus labios en los de ella como la caricia de una pluma. Un leve contacto que Rukia sintió como una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo. Ichigo se retiró y Rukia abrió los ojos. Sus ojos húmedos y brillantes. Sus mejillas teñidas de rojo. Su boca entreabierta. Todo invitaba a Ichigo a seguir besándola.

- Yo también te quiero, Ichigo. Siempre lo he hecho.

Entonces, sus labios volvieron a acercarse. Tímidos e inseguros primero, anhelantes y apasionados después. Se abrazaban fuertemente, como si no fuesen a verse más. Se separaron un instante, mirándose a los ojos, perdiéndose en los del otro. Un nuevo beso los volvió a unir, mientras Ichigo depositaba a Rukia en el suelo, donde continuaron amándose, a la luz de la luna, brillando más fuerte que nunca, bañándolos con la blanca luz de su cara.

A lo lejos, los ruidos de la fiesta se apagaban, mientras los shinigamis se marchaban a sus cuarteles, solos o acompañados, eso no era lo importante. Lo importante era que por un día, todos habían olvidado sus problemas para dejarse arrastrar por la magia de los cerezos en flor.

FIN.