Epílogo.

- K…Kaien – intentó decir Rukia, pero las palabras se quedaron en su garganta, encogida por la turbulenta emoción que surcaba todo su ser -. ¡Kaien Fukutaicho! – gritó y echo a correr hacia él. Paso al lado de Byakuya sin darse apenas cuenta y, literalmente, se abalanzó contra Kaien abrazándose con fuerza a él.

- No puede ser – dijo y tras esas palabras rompió a llorar.

La mano de Kaien se depositó sobre la cabeza de Rukia y empezó a deslizarse por su pelo.

- Rukia…Otra vez nos vemos – le dijo -. No sabes cuanto te he echado de menos.

- Pero, ¿cómo es posible? – preguntó ella -. ¿Dónde está Ichigo?

- Está aquí – dijo señalándose al pecho -. Aquí dentro. Ahora volverá.

- Pero… ¿y tú? – dijo ella -. ¿Qué pasará contigo?

- Volveré a donde debo estar – dijo él -. Dentro de su alma. Fortaleciéndolo en los momentos en los que más lo necesite. Apoyándolo en los momentos de dolor. Y sobre todo, ayudándole a protegerte, Rukia. Porque esa es la razón por la que formo parte de su alma.

Rukia siguió llorando mientras agarraba con fuerza las ropas de Kaien.

- Pero no me dejes sola otra vez – suplicó.

- Nunca estarás sola Rukia – le dijo él y se agachó ante ella -. Siempre estaré contigo, mientras Ichigo lo esté. Y si de una cosa estoy seguro, es que él nunca te abandonará. Adiós.

Le dio un beso en la frente y le sonrió. Entonces sus ojos se pusieron blancos y su cuerpo cayó desvanecido al suelo.

- ¡KAIEN! – gritó ella desesperada y apoyó la cabeza en el pecho del muchacho y empezó a golpearle sin apenas fuerza hasta que unas manos suaves y cálidas la detuvieron. Entonces alzó los ojos y miró a la cara del hombre y lo vio.

- Para Rukia, me haces daño – le dijo él. Entonces ella se abrazó a él y volvió a llorar en su pecho.

- Tonto. Por qué me haces estas cosas.

El día había pasado. El sol se hundía ahora en el horizonte y sus últimos rayos iluminaron a Rukia e Ichigo, que seguían abrazados en la hierba, rodeados del resto de los shinigamis.

Gracias a ti, la lluvia está a punto de parar.