Cap 31

Todas las cosas empezaban a tener forma ya y poco a poco iba recuperando el aliento. Sentía la entrepierna húmeda y los tobillos flojos. Al salir de aquel cuerpo notó como éste se estremecía. Se sentó en el suelo, e intentó organizar sus pensamientos frotándose los ojos.

-¿Ocurre algo?- preguntó ella incorporándose sobre el pupitre del aula vacía en la que se encontraban.

Severus alzó la vista y la observó atentamente: despeina, todavía con la piel perlada por el sudor y los pechos desnudos, con una forma perfecta. La chica sonrió acentuando más aún el rosado de su rostro. Severus bajó la mirada. Había sucedido tan rápido...¿cuándo empezó todo¿cuándo ella se desabrochó el primer botón o al ceder ante la evidencia de sus palabras?

"Sólo yo puedo amarte..."

Aquella frase sonó pesada en su cabeza. Se recordó a sí mismo ante un espejo, examinando con atención su cuerpo, con más piel que músculo; la mueca amarga que formaba su boca, la prominente nariz, el óvalo afilado desprovisto de gracia y coronado por una cabellera lacia, su palidez extrema...Como lo odiaba...

Se frotó los ojos para salir de aquel recuerdo. La chica cogió la túnica de Severus y se la puso sobre los hombros, entonces algo cayó al suelo. Reconoció la pulsera verde y plateada. ¿Qué hacía Severus con ella acuestas¿No sería, a caso, de Evans ? Ella...ella siempre estaba en medio...La apretó en un puño, con fuerza, deseando que Lily desapareciera para siempre: Severus debía ser suyo. Moriría si se lo arrebataran de nuevo, si fracasara al intentar llenar su corazón solo de ella..Aprovechó un momento que el chico cavilaba por otros mundos para esconder la pulsera bajo su túnica. Habría que dar el todo por el todo.

Se deslizó hasta él y le abrazó.

-Vamos a hacerlo otra vez- susurró en su cuello

-¿Esta noche no deberías estar ocupada?- preguntó Severus encogiéndose para rechazarla discretamente.

-Lo tengo todo controlado- respondió ella burlonamente - Ahora tócame, soy tuya...Coge todo lo que te doy y no pienses en nada ni en nadie que no sea yo...

Y sus labios volvieron a enredarse, primero torpemente, luego expertos y hábiles, de forma casi salvaje. Cuando la espalda de Severus tocó el suelo Lilian se sentó sobre su tripa. Se inclinó hacia delante y sonrió.

-Te voy a hacer feliz...-le prometió- Porque...sólo yo puedo hacerlo...-el tono de voz de Lilian había cambiado radicalmente, su voz era aguda y entrecortada; su rostro se contrajo revelando una profunda tristeza- Déjame que sea yo...No quiero perderte...otra vez no...-Severus alzó los brazos despacio, intentando consolar aquellos ojos asediados por las lágrimas.- Mese...-susurró la chica.

Todas las mujeres eran tan parecidas...y tan diferentes a la vez. El color de las pupilas podía variar pero el sentimiento que despertaban en él era inmutable, su flaqueza. Intentaba ahora hacer algo, todo aquello que no pudo hacer por su madre a los siete años. En aquel tiempo se sintió tan inútil...

Abrazó a Lilian y rodó hasta colocarse encima de ella. Cubrió su cuerpo de besos despacio, sin prisa, intentando imitar un amor que no sentía. Engañando. Engañándola para que no doliera tanto, dejándola aferrarse a una tabla inexistente que pudiera salvarla de su soledad. Pero, a cada paso, cuando la lujuria era incontrolable, Severus, sabía que también se salvaba a sí mismo. La comprensión y el egoísmo estaban separados por un par de caricias, porque él también quería sentirse deseado, también lo necesitaba, y, aunque no fuera esa la fragancia de la piel que anhelaba podía soñar, imaginar que era hermoso y volver el rostro a la suciedad que envolvía su cuerpo. Por lo menos, se sentía menos culpable...Mas, Severus Snape, no era tan hipócrita, y en el momento donde todo se nublaba se sentía desnudo e indefenso, al borde de un abismo; ansioso por encontrar algo para que la profunda oscuridad no se lo tragara. Y ese segundo acababa con un gemido ronco.

Se dejó caer cansado, triste y sucio, terriblemente sucio, sobre un cuerpo del cual se compadecía, odiándolo tanto como a su persona...

Tembló. Aún no podía olvidar a Lily; su nombre, sus ojos, su pelo, todo su ser estaba en cada uno de sus latidos. Sonrió amargamente en su interior, dando la espalda a su compañera. Si quería que la olvidara, Lilian, tendría que arrancarle el corazón...

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"¡Quémalo, préndele fuego!" se repetía en su cabeza y Lily adivinaba en aquellas palabras la respuesta. "¡Quémalo, préndele fuego!" realmente era una frase estúpida que había surgido en un momento de descanso. Se había pasado estudiando toda la tarde y Patil, ante la expectativa de tener que pasar esquemas todos los apuntes del cuaderno de pociones había gritado a Annet que lo quemara. Entre risas, Lily se había fijado en el cuaderno de la chica: era rojo, de tapas rojas...Saltó de la silla y cruzó como un rayo la sala de estudio, desapareció por las escaleras del cuarto de las chicas, subió los escalones de tres en tres y, cuando llegó a su cuarto, cerró la puerta y echó el seguro.

"¡Quémalo, préndele fuego!"

La pelirroja se acercó despacio a su baúl. Y extrajo el diario de Lilian de entre su ropa. Lo observó, se había quedado completamente paralizada entre la emoción, la intriga y los nervios. Una llama, solo una, y se acabaría el suplicio. El olor a cítrico le golpeaba la nariz pidiendo que fuera lo que fuese lo que iba a hacer lo hiciera ya. Abrió el cuaderno y la primera hoja amarillenta pareció reírse de su ignorancia hacia el secreto que guardaba. Metió la mano en la túnica y sacó la varita. El cuarto pareció encogerse. "Fog" susurró y del extremo de la vara emergió una luz naranja, tremendamente caliente, como un pequeño sol que dejaba escapar algunas diminuta lengua ardiente y juguetona. Colocó la pelirroja el libro sobre la mesa y levantó la hoja dejándola vertical. Despacio, acercó el extremo de su varita a una distancia prudente...Ocurrió el milagro: finísimas líneas marrones comenzaron a tomar forma: "Agosto, 19XX..." rezaba.

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El pasillo estaba desierto. No se veía ni se oía apenas nada. La respiración de los cuadros que poblaban la pared era poco más que un susurro y ellos andaban descalzos para no hacer ruido (despertar a las pinturas podría suponer expulsión). James abría la marcha con el mapa en mano seguido de Sirius y por último Peter con la capa invisible al hombro. Tal vez fuera por su estado anímico pero habían descuidado el detalle de cubrirse con ella por si eran descubiertos. Sabían perfectamente lo apretados que andaban bajo ella y eso noche sentían que cualquier roce podía ser mal interpretado y estallar en pelea. Cada uno iba con su tema rondándole la cabeza y comiéndole las entrañas, con los nervios de punta, así que preferían mirar al suelo y callar, manteniendo las distancias.

El camino se hacía interminable. James cerró el mapa con la clave "travesura realizada" y lo guardó en su bolsillo.

-Aún no hemos llegado- apuntó Peter

-Aquí no hay nadie…-respondió James simplemente

Sirius se mordió los labios para no protestar el también y desatar una pelea

-James, no es seguro, haz el favor de abrir el mapa…- insistió Peter

-Joder…Peter, eres un coñazo, si quieres algo seguro quédate en la habitación, no pienso ser tu niñera…

James vomitó esas palabras sin pensar. Su compañero, desde luego, no se iba a quedar callado, al menos no esta vez.

-¡Prefiero largarme a que cuide de mi un gilipollas!- estalló

El silencio fue aplastante. Lo nunca visto acababa de ocurrir. James se volvió con ojos llenos de furia. Sirius se sobresaltó desde su posición de espectador

-¿¡Que coño has dicho?- Peter vaciló un momento. Dio un paso atrás el ver aproximarse al chico.- ¡Dímelo a la cara, para que pueda partírtela!

Tragó saliva, el corazón se le iba a salir del pecho.

-S-solo… quiero que abras el mapa…-replicó tembloroso

-Que te importa que nos pillen si al final somos nosotros los que te salvamos el culo, Petegrew- agregó James, Peter dio otro paso atrás

-¡Ya está bien!- intervino Sirus viendo como la situación se volvía exagerada.

-¡Dices que me salvas el culo, pero solo lo haces por puro orgullo¡Para que todas digan: "Oh, el gran James Potter..."!- dijo Peter en un acceso de flaca valentía.

-¡¡Cállate de una vez, Peter!-explotó Sirius al ver que los cuadros estaban empezando a despertarse y llenando el pasillo de murmullos cada vez mas audibles

Peter retrocedió un poco más. Un sudor frío le recorría la espalda y las piernas le temblaban y con voz también trémula despertó la ira de Sirius, hiriéndole en lo más profundo.

-¡Deja apoyarle¡Siempre que estáis juntos todo es un juego, los estudios, los amigos, las vidas de los demás... incluso Remus se ha convertido en un juego!- reprochó

-¡¡Yo jamás he jugado con Remus!- estalló, pálido, y notó como la bilis ascendía por su tráquea, un ligero mareo y unas ganas inmensas de golpear a Peter.

Pero no lo hizo. Su voz rebotó en todas las paredes hasta perderse al final del corredor. Todo quedó en absoluto silencio, los cuadros miraban petrificados como una finísima lágrima corría por la mejilla de Sirius. Peter, ante el impacto de una voz llena de ira, había quedado contra la pared, temblando y apretando contra su pecho la capa de invisibilidad.

-L-lo sien...-intentó decir viéndose acorralado y solo en aquel oscuro pasillo

-No, no lo sientes- le cortó Sirius secándose violentamente la mejilla.

Le dio la espalda y avanzó, con el paso igual de firme que su propósito de demostrar al mundo que Remus le importaba, que haría cualquier cosa por él. Y no solo enseñárselo al mundo, también Remus debía saber que nadie, ni siquiera él mismo podía alejarle de su lado. Entonces la señora Norris se enredó en sus piernas.

-Mira lo que trae la noche...encantado de verle, señor Black- saludó burlonamente una voz áspera.

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Allí estaba él, sobre una alfombra bastamente empolvada en el solitario pasillo de aire estancado. Las maderas crujían a su alrededor, como si fueran a desplomarse en cualquier momento. Algo cayó estrepitosamente haciéndose añicos en alguna de las habitaciones. Otros ruidos vinieron del fondo del pasillo minando la poca valentía que le costaba reunir. Pegado al rodapié del pasillo avanzó hasta la habitación del fondo a la derecha. El aire se hacía más cargado allí, una respiración fuerte te mezclaba con el silencio, un gruñido perpetuo se hacía nítido ahora que estaba cada vez más cerca, aquél hedor a podredumbre, sangre y sudor...Desde sus diminutas patitas atisbó un agujero hecho por ratones en las derruidas paredes y entró por él. Las finas agujas de luna que se colaban por los agujeros y huecos de la madera quebrada y astillada delineaban en plata el paisaje del horror: paredes llenas de manchas oscuras (que debía ser sangre seca), todo el mobiliario de la estancia destruido, el dosel de la cama, ahora coja, desgarrado, hecho jirones; el escritorio había sido derribado con brutalidad y le faltaban dos patas y todos los cajones. De la misma forma horizontal se encontraba en reloj de pie y , al lado de este , un bulto negro respiraba despacio.

Wormtail, siempre pegado al roda pie, avanzó hacia él. Unos vidrios rotos estorbaban su camino. Pasaba sobre ellos cuando sus patitas pisaron algo viscoso de una tonalidad rojo oscuro, que le hizo para en seco. Sangre...cristales...Remus estaba herido...Remus...Un cristal resbaló y aquel tenue sonido hizo que la figura oscura se volviera y escrutara la oscuridad con feroces ojos escarlata. La casa crujió, la rata se movió un milímetro y, antes de que pudiera reaccionar, la bestia se abalanzó sobre ella. Wormtail huyó y se escabulló por una de los agujeros de ratón de la pared mientras al otro lado Remus se ensañaba con el ya devastado reloj haciendo saltar aún más cristales, que se clavaban en sus patas y le hacía aullar de la manera más horrible. Se golpeó contra las paredes y la puerta, luchando por escapar de aquella polvorienta cárcel, intoxicado y frenético por oscuros deseos de sangre. Emitía sonidos guturales que solo podía pertenecer a un monstruo, mientras arremetía de nuevo contra todo lo que había a su paso. Peter lo observó todo desde su escondite, repitiéndose que aquel infierno no podía ser real. Ese no era el Moony que él conocía: un hermoso y enorme lobo de ojos dorados siempre juguetón, ese monstruo no era Remus, no lo era...

Temblando en su agujero pasaron las horas. A veces, Remus, se calmaba y se tumbaba jadeante o simplemente arañaba la puerta rogando porque alguien le abriera; otras, al más mínimo ruido embravecía y se golpeaba contra la paredes, hiriéndose con cristales y astillas. Y, temblando aún en su escondite el alba sorprendió al roedor. Oyó como aullaba desesperado, sus alaridos le atravesaban el alma. ¡Era insoportable¡Inhumano! Remus le transmitía toda su angustia y él quería gritar también y deshacer el nudo de su estómago y su garganta, salir de aquel aturdimiento. Los aullidos se fueron distorsionando, dando paso paulatinamente a gritos humanos cada vez más débiles. Hubo un golpe seco y todo quedó en silencio...

Conteniendo el aliento, la rata, asomó la cabeza y, entre aquel caos de polvo y destrucción, vislumbró una cabellera dorado esparcida por el cuelo. Salió del todo e intentó concentrarse para recuperar su forma humana. Cuando al fin pudo mirar como hombre prefirió cerrar los ojos. Remus se hallaba en un rincón, encogido, desnudo, con heridas en brazos y piernas, en los hombros también. Su delgado y pálido cuerpo se deshacía en pequeñas convulsiones. Peter no podía soportar verlo así...no más humillación, no más dolor ni sangre...no para Remus...no más...

Con el corazón en un puño se acercó despacio al débil cuerpo. Buscó con la mirada algo con lo que cubrir su vergüenza, el patetismo y horror de aquella escena. Se habría sorprendido al encontrar la ropa de Remus cuidadosamente doblada en un rincón si el ánimo se lo hubiera permitido; pero se sentía embotado, como atrapado en un burbuja. Tal vez fuera su propio anhelo de fingir que todo aquello no era más que un sueño...Con la túnica arropó en cuerpo de su compañero y le observó durante unos eternos segundos: estaba extremadamente pálido...Tocó su frente y cuando apartó la mano miró con horror las huellas rojas que había dejado sobre la piel de su compañero. Se miró las palmas. Estaban completamente teñidas de sangre, una sangre que empezaba a secarse, a oscurecerse sobre su piel; una sangre que no era suya, sangre de Remus...sucia...infecta como aquella casa, pútrida como el olor de la habitación, de aquel cuerpo...

Se levantó y empezó a frotarse compulsivamente las manos, intentando limpiarse. tenía que salir de allí y respirar aire fresco, quitarse todo aquel horror. Sus piernas respondieron sin esperar ninguna orden y huyó de aquel terrible lugar, siempre frotándose las manos para despegarse de la inmundicia. "No quiero ser un monstruo" pensaba desesperado, adentrándose en el estrecho pasadizo, avanzando torpemente por él, resbalando, levantándose, volviendo a resbalar. Era estrecho angosto, asfixiante...interminable. Un monstruo le acechaba, estaba seguro, podía sentirlo¡lo sentía!... Le estaba persiguiendo, seguro, estaba seguro..."¡No quiero ser un monstruo!" Su mente evocó la imagen del aquella enorme bestia cayendo sobre él, con los ojos inyectados en sangre, el aullido feroz...

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ALÉJATE DE MIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!!!!!!!!!!!!!!