Hola!
Buenos, después de problemas de internet-te odio, izzi- y muchos excel, aquí estamos de nuevo.
Antes de empezar, les quiero contar un pequeño dato random, para escribir el cap anterior, me puse a investigar cómo estaban formadas las armadas, y puse algo muy similar a eso en el navegador y me arrojó a una pagina con planos y demás cosas filtradas en 2017 de la armada china XD Así que me imagino que ya no puedo entrar ni a China ni a USA jaja
Después mejor busqué "tipos de barcos militares" y listo! tres horas aprendiendo de barcos e historia naval :v
Trataré de centrar los capítulos más en el drama y el desarrollo de los personajes que en los planes de reinserción social de Catra. Trataré.
Y ya, solo como advertencia, el título del capítulo iba a ser "Pesadilla".
Enjoy!
Capítulo 20
"Nuevos Tratos"
Negro.
Eso era lo que Catra percibía.
Negro.
Un espacio inmenso y frío. No lo suficiente para hacerla temblar, pero lo bastante para que lo notara en los huesos. Una contradicción.
Estaba sobre una pequeña isla de piedra, con la cola levantada en señal de alarma y las orejas aplanadas ante su sinsabor. La oscuridad se retorcía, giraba y se encogía, como si toda ella fuera una gigantesca entidad que se hubiera tragado a Catra, quien afilo las garras y mostró los dientes en tensión. Después de mirar a todos lados, explorar su pequeña isla, flotante aparentemente, sentía la ansiedad crecer y reptar dentro de ella. Catra no era capaz de ver más allá de su propia mano. Y exploró con tiento, tratando de aplastar la creciente desesperación. De pronto, por el rabillo del ojo, durante las contracciones de la negrura, creía ver algún destello rojo a lo lejos, pero cuando volteaba, nunca había nada. Sentía el corazón en la garganta, la sangre en las orejas palpitaba, lo único que podía escuchar eran sus propios latidos acelerados. Después de un tiempo que pareció eterno, muy a lo lejos unas pequeñas luces llenaron el vacío. Como si estuviera en una gran cueva o edificio, con diminutas luces encendidas, tan alto y tan lejos que no era capaz de distinguirlas del todo. Junto a los puntos luminosos, unas líneas iban y venían, como gusanos retorciéndose, creciendo y contrayéndose, le recordó Isla Bestia y la desesperación se vio teñida de terror.
Los susurros en Isla Bestia no podían incapacitarla porque eran repetitivos. La misma Catra, la Catra adolescente, la pequeña llorosa, la Catra corrupta, cada versión de ella se turnaba en su día a día para susurrar en su mente todo el daño que le había provocado a Adora, no importaba si no fue intencional. Sólo repetían una y otra vez cada herida, emocional y física, que le había infligido. Pero el dolor existía y estaba aterrada de enfrentarlo por completo. Por eso había logrado segmentarlo y enfrentarse poco a poco con cada parte.
Aquí el dolor fluía por cada vena de su cuerpo, por cada pelo que la cubría. Casi prefería la negrura a esta luminosidad amenazante y pulsante, que parecía respirar lentamente sobre ella. Tenía toda la cola encrespada.
Con cada respiro, las luces parecían hacerse un poco más brillantes, y solo así pudo mirar que lejos de su isla, había otras más, formando un camino flotante. Lo bastante lejos para que tuviera que esforzarse en el salto pero no insalvable. Avanzó con cuidado, sintiendo los destellos rojos más que verlos.
Una luz blanca, pura y nítida, se asomaba a lo lejos. Era tanta su premura por escapar del vacío y las lucecitas, que avanzó con descuido, agitada.
Ya más cerca, pudo ver que la luz era el espectro que tanto temía. She-ra. She-ra en su grandeza. La She-ra extraña que jamás vería nuevamente. Lo que normalmente era su tormento, era también su alivio. She-ra la miraba con una sonrisa limpia, suave y cálida. Lo cual le dolía intensamente, pero la llamaba irrevocablemente a su lado en sus sueños. Esta vez se detuvo en seco. Esta She-ra la miraba como un ente implacable, en busca de terrible justicia. Era hermosa e inamovible. El corazón le dolía. El arrepentimiento la quemaba. Sentía terror de seguir avanzando y encontrarse con su destino, y a la vez la tentación de sucumbir a sus garras era imperativo. Tenía terror de enfrentarse al espectro y terror de quedarse en el vacío, rodeada de nada y negrura. Insegura, dio un pequeño paso hacia la luz, y otros caminos se revelaron.
No se decidía a avanzar por ninguno.
El espectro empezó a avanzar hacia ella, inexorable, apoyando sus pasos en la nada. Ahora que le habían quitado la opción de acercarse por sí sola, el instinto de Catra era huir. Y eso hizo. La cara del espectro era una fría máscara, no variaba su expresión para nada.
Catra se lanzó a un lado y corrió y saltó, con el corazón en la garganta y sin detenerse. She-ra no avanzaba ni lento ni rápido, con sus pasos seguros y firmes, con su cabello destellando danzando a su estela, y cada que Catra volteaba, la veía más cerca. Aceleró hasta que sintió sus pulmones arder.
Ahora los destellos rojos eran mucho más claros pero el pánico puro de Catra no le dejaba pensar en nada más que escapar del espectro que clamaba por su castigo, su justo castigo. She-ra estaba a punto de alcanzarla y aunque Catra tenía plenitud de rocas a las qué seguir saltando, el espectro solo tenía que estirar el brazo y la atrapa. Los ojos se le desbordaban, las garras de los pies le sangraban de tantos sprints. La mano abierta del espectro se acercaba sin dudar y Catra ni siquiera tenía voz para gritar. Ahí estaba, sobre ella, con su faz fría, ni odio ni dolor ni furia, solo determinación. Ni reconocimiento ni amor. No había nada personal en la cara del espectro.
Huyó.
Corrió.
La atrapó.
Gritó.
Y todo se volvió negro.
NEGRO
Catra despertó con la respiración agitada. Estaba en medio de los Bosques Susurrantes. Miraba a su alrededor sin comprender nada. Su cuerpo estaba intacto pero el corazón le iba a mil.
─¡Catra!─ Adora la llamaba.
La gata se levantó y corrió hacia la voz, detrás de unas hojas, se veía su figura. Catra la tacleó y entre lágrimas la llamó una y mil veces.
─Adora, Adora, lo siento tanto─ Cuando se dio cuenta que Adora no hacía ni decía nada, se levantó por fin de su pecho para encontrarse con otra pesadilla. Los ojos de Adora miraban sin ver. Tenía la boca ligeramente abierta. Catra se llevó las manos aterrada a la cara y se echó para atrás, arrastrándose lejos del cuerpo como pudo, sin dejar de verlo. La cara ladeada de Adora tenía unas pequeñas salpicaduras que veían desde su pecho. Y lo que Catra había visto como la chaqueta roja de Adora, era en realidad su camisa blanca, llena de sangre de terribles heridas abiertas en su pecho. Catra siguió retrocediendo hasta que chocó con un tronco. Los Bosques Susurrantes derrochaban vida y magia, pequeñas motas de luz bailoteaban en todo el rededor dejando pequeñas estelas tras de sí, pequeñas flores sobresalían entre el cuerpo de Adora y el resto del pequeño claro, incrementando el horror de Catra. Se fijó en los caminos rojos que la seguían para darse cuenta que sus manos, sus garras, estaban llenas de sangre y carne desgarrada.
Yo maté a Adora.
Estaba temblando, con los ojos enormes, se pasó el antebrazo por la cara y lo vio cubierto de sangre. Se había llenado el rostro con la sangre de Adora. Se abrazó a sí misma y enterró las garras en los brazos y las costillas. No podía seguir viva, no así.
─Adora…
Una figura desconocida y familiar se apareció en el claro. Era Mara, herida como en la simulación. Una tristeza infinita llenó su semblante. Apenas se sostenía en pie.
─Yo no quería que esto pasara. Me sacrifique para que pudieras tener una vida lejos de todo esto… para que nadie más sufriera─ Parecía decir a la nada, pero justo entonces, como si ya supiera que Catra estaba ahí, sus ojos la atraparon, implacables, dolidos ─Pero tú no pudiste escucharla, tenías que hacer que probara tu dolor, todos tenían que ver de lo que eras capaz─ Las palabras llenas de odio de Mara eran mucho peores que sus garras enterradas en su propia carne.
─No… ¡Jamás quise que algo malo le pasara! ¡Lo juro, lo juro!─ Respondió Catra en medio de un llanto que rompía el alma.
─Por tus decisiones Adora tuvo que sacrificarse. Nada de lo que hagas va a borrarlo─ Le decía Mara mientras caía de rodillas, cerca de la cabeza de Adora y con la mano menos lastimada, le cerró los ojos y le acarició el cabello destrozado. Catra era una intrusa, lo sabía, y no quería enfrentarse al juicio de Mara, como pudo, reptó lejos de ahí, sin dejar de llorar, se escondió entre unas rocas y grandes raíces, lejos de la luz, lejos del mundo, ojalá también lejos del dolor, pero ese era enteramente suyo. Lo traía en el pecho y en el alma. Se encogió lo más que pudo, deseando fundirse con su entorno. Nada de lo que hiciera compensaría jamás el hecho de que le había robado a Adora al mundo.
Su peor crimen jamás sería perdonado.
Cerró los ojos deseando morir. Deseando haber sucumbido en las manos del espectro.
Negro.
Todo era negro de nuevo.
La negrura ahora no se removía inquieta, si no que estaba matizada con destellos púrpuras que se desplazaban con velocidad. Buscó a su alrededor, temblando ante lo que podría encontrar ahora. Y lo que encontró la quería volver loca. Se veía a sí misma, destruida, corrupta, intentando aplastar a Adora mientras la realidad misma colapsaba.
NO
Quería ir hasta allá, destruirse definitivamente a sí misma. Ayudar a Adora. Detener todos sus errores antes de que fuera demasiado tarde. Pero era prisionera de una fuerza superior. No podía moverse, solo ver cómo la otra Catra parpadeaba el mundo a su voluntad y le restregaba a Adora todo su dolor, para contemplar como Adora solo se erguía entre lágrimas y ver incluso después de noquearla, como intentaba alcanzarla y el grito de Adora llamandola, era el grito de Catra, al ver como Adora se lanzaba rauda y determinada hacia el fin del mundo.
NO.
Quería gritar, quería pelear, quería llorar, pero solo podía ver como Adora era tragada por el vórtice en medio de una luz cegadora.
Negro.
La oscuridad se retorcía alrededor de Catra. Las sombras la lamían con perturbadora lascivia, le dejaban una sensación de asco en todo el pelaje. Todavía se estaba recuperando del encierro frustrante en su propio cuerpo, de ver sin poder hacer nada como Adora salvaba el mundo. Y ahora era prisionera de las sombras que se cernían sobre ella. Alguna chispa roja la sobresaltaba de pronto, en un repugnante beso.
De entre la oscuridad surgió una túnica roja que bailaba con las sombras.
—Pequeña bestia, no has aprendido nada. No importa todo lo que hagas, mi niña, no lograrás lo que tanto ansías— La voz era melosa, infecciosa.
De la negrura, se distinguía algo más negro incluso, y en el medio, unos ojos blancos, sin vida pero expresivos a la vez. Las sombras, frías, húmedas, repugnantes, viscosas, habían reptado por ella hasta inmovilizarla por completo. Sólo tenía libres las orejas y los ojos. No podía ni hablar. Sólo podía escuchar.
—Mi niña… Mi princesa… Sabes que el mundo nos repudia. Yo solo intenté hacerte fuerte ante este hecho. Nadie quiere a los despojos como nosotras— Seguía la voz melosa, cariñosa, nauseabunda —Jamás serás cómo ellas, nunca encajarás. No vales el tiempo ni la pena, mi pequeña bestia. Eso fue lo que traté de enseñarte todo este tiempo. Adora te tenía lástima, su pequeña mascota, solo eso eras. No importa cuánto intentes… —La voz seguía y seguía, terriblemente familiar.
No había crueldad ni desdén en su tono, si no el horrible aguijón de un cariño mucho tiempo negado, ante el cual su corazón se había herido aún más cuando descubrió que solo eran engaños y palabras dulces para salir de la prisión.
Estaba congelada. Prisionera en más de un sentido.
—Tarde o temprano mostrarán su desdén por ti y solo sufrirás más. Deja de intentar ser algo que no eres. No podrás mantener la farsa mucho tiempo...— Dulce, empalagosa, repelente.
Negro.
El negro la consumió pero siguió escuchando.
Podía sentir las lágrimas derramándose sobre sus mejillas, impedida por las lenguas de sombra.
Perfuma estaba con Entrapta en el laboratorio. Bow le había pedido que ayudara a la princesa de Drill a escoger las plantas más sencillas y nutritivas para que los Hordianos pudieran cultivarlas dentro de los muros de su prisión, como parte del plan emergente de Catra.
Se había sorprendido por partida doble cuando entró al laboratorio y Entrapta (¡Entrapta!) la calló señalando a una bola de pelos en el sillón. Hecha una bola, y bajo su capa, se adivinaba la figura de Catra. Ocupaba solo un cuadro del sillón de tres plazas. La consideración de Entrapta sólo aumentó su compromiso interior de mirar con ojos más amables y empáticos el comportamiento de la princesa científica.
Mientras trabajaban, Catra se retorcía ocasionalmente, se estiraba completa y volvía a encogerse. Una vez, Perfuma la quiso despertar pero Entrapta la atrapó con su cabello y negó, revelando tres cicatrices en su antebrazo. Perfuma le dio una mirada preocupada a Catra, pero siguió trabajando.
Catra temblaba, hacía muecas y se retorcía. Era claro que estaba teniendo pesadillas. Y la energía oscura que sentía venir de ella, a Perfuma la estaba alterando un poco. Hasta que no pudo más pese a la advertencia de Entrapta.
─No, no más… No… Por favor...─ Catra se sintió libre y se defendió.
—¡Ay!
Cuatro marcas de garras se veían en el brazo de Perfuma, eran superficiales pero ardían como el demonio. Las garras tenían el filo tan fino que era como cortarse con papel.
Catra se sacudió el cuerpo, intentando quitarse la sensación de las sombras asquerosas del pelaje. Estaba agitada. Miró a su alrededor y vio a Perfuma. Catra tenía lágrimas atrapadas entre sus pestañas que no habían terminado de caer. Encogió las orejas y se dio cuenta que estaban en el laboratorio. Se había acostado un rato después de terminar de revisar el estado de la prisión.
Entrapta se acercó hasta Perfuma, le revisó el brazo en silencio y le puso un spray antiséptico cuando vio que las heridas no eran graves.
Las palabras de su pesadilla resonaban en su mente.
—Catra… ¿Estás bien?
—No tienes que hacer eso, Florecita— Escupió la gata.
—¿Qué cosa?— Perfuma se acercó hasta ella.
—Fingir que te importa— Catra podía sentir en la piel cada palabra de su pesadilla.
Todas eran pesadillas habituales. Solo la de Mara era nueva. Su inconsciente no perdía el tiempo.
—Pero… Catra, no estoy fingiendo— La gata se levantó del sillón, se acomodó el cabello con las manos y respiró profundo, se puso de tal modo que no encaraba del todo a Perfuma —De verdad me importa lo que te pase—
Catra no dijo nada. Su mente le gritaba tan fuerte que solo eran mentiras. Y su corazón mutilado pedía la pequeña oportunidad de confiar en la sinceridad que derramaban las palabras de Perfuma. La princesa no la presionó, en cambio, fue hasta el pasillo y le pidió a un guardia que mandara traer té con una hierba que ella misma apareció. Y regresó con Catra, que la había mirado con cuidado, sintiendo una punzada al ver las heridas que había causado sin querer, se había terminado de acomodar la ropa y la capa para esconder su inquietud.
Perfuma se acercó con pasos lentos para que Catra tuviera plenitud de tiempo de decidir si se iba. Pero no se movió. Los sentimientos de Catra eran tan contradictorios que para mantenerlos bajo control solamente podía quedarse quieta. Perfuma podía sentir toda la oleada de tristeza y repudio que venía desde el cuerpo de Catra.
—Soy tu amiga, Catra— La mencionada respingó completa.
—¿Cómo puedes decir eso… después de… de todo?— Catra se abrazó a sí misma con un brazo nerviosamente. Quería que su voz se escuchara incrédula y escéptica, pero solo era un murmullo roto.
—Porque necesito creer que todo será mejor. Y tú estás trabajando tanto por lograrlo… — Perfuma se acercó lo suficiente como para que Catra creyera que la iba a tocar, y se odió por desearlo un poco. Al final, Perfuma señaló hacia el trabajo que estaba haciendo con Entrapta, mostrando las plantas y verduras que habían escogido. Entrapta estaba con su máscara baja, capturando datos en silencio —No puedo ni imaginar el cambio que representa para todos ellos y me apena decir, que jamás lo había considerado—
—¿Creer que todo será mejor? ¿Esperanza? ¿Eso es lo que esperabas que mejoraría las cosas?— Catra al fin pudo recuperar un poco de su voz dura. Perfuma le dio una sonrisa triste.
—No solo la esperanza. Me uní a la Alianza y la Rebelión gracias a que Adora me demostró que el universo te ayudará cuando te ayudes— Esas palabras golpearon muy fuerte a Catra, que contuvo su garganta y se alejó hacia las plantas con la cola rígida —Y tú eres la persona con más esperanza que conozco—
—No tienes que venir a...—
—Catra, date cuenta. Cada día sigues intentando cambiar las cosas, a pesar de cómo te criaron, de donde creciste… incluso de lo que hayas hecho— Añadió en voz baja y suave, amable.
Catra no tuvo que contestarle porque apareció una bandeja del té flotando. O eso parecía. En realidad Lily la traía apoyada entre su espalda y su cabeza, tras la pequeña zorrillo se derramaba un dulce olor de lavandas y jazmines. Los ojos de Perfuma brillaron tan solo la vieron. La gata pensaba que la princesa le estaba dando demasiado crédito. Ella solo estaba intentando saldar sus deudas de sangre y darle al mundo lo que Adora quería, solo que bajo sus propias normas. Porque a ella no le ajustaban los brillos, y la esperanza, a ella le había funcionado la planeación y saber mantener su posición para lograr sus metas.
Perfuma tomó la bandeja y acarició a Lily. Le ofreció té a Entrapta en la taza pequeña que el guardia había tenido el detalle de asegurarse que incluyeran en el servicio y después le ofreció con ambas manos una taza a Catra.
—Es un té para relajarse, se llama valeriana y creo que también debemos incluirlo en la lista de cosechas para el campamento— Catra no dijo nada más y tomó la taza y le dio un sorbo a la bebida ligeramente amarga, sin endulzantes. Quería un chocolate caliente. Perfuma se sentó en el lugar donde había estado trabajando con Entrapta y se puso a Lily en el regazo.
—Ciertamente una bebida relajante debería de ayudar a la armonía dentro del campamento. La incluiré en los requerimientos— Comentó Entrapta, más relajada ahora que habían dejado de hablar de sentimientos.
Siguieron trabajando un rato, poniendo al tanto a la comandante.
—Cuando quieras hablar, puedes buscarme, Catra— Ahora sí que la tomó de las manos —Podríamos empezar a trabajar con tus problemas de confianza y abandono— Ofreció con entusiasmo.
—No, no… Gracias, pero paso— Fue capaz de decir en medio de un siseo mientras se soltaba.
Perfuma se retiró con Lily pero no le dieron un respiro a Catra, porque entonces apareció Mehira.
—Ah, aquí estás— Exclamó el puma.
A Catra no le caía bien. Era un consentido, presumido y solo se la paseaba ronroneando cerca de Glimmer y diciéndole lo fuerte, determinada y magnífica reina que era, aunque no lo entendiera. Los maullidos de gusto y su constante frotar eran bastante de todos modos.
—¿Qué quieres?
—Glim te quiere ver, hay un problema en la prisión.
—¿Ahora eres su mandadero?
—Solo me pidió un favor, y como soy su amigo, lo hago con gusto.
—Lamebotas...— Susurró Catra, pero con el oìdo del puma, de todos modos la escuchó.
—Sólo estás celosa de que a ti no te acaricie nadie.
Y el puma salió corriendo antes de que Catra pudiera decir otra cosa. Gruñó y le dijo a Entrapta que iría al campamento. Mehira seguro ya había llegado de vuelta a allá. Su poder mágico era correr a super velocidad, así como el de Lily era emitir aromas florales.
El campamento prisión llevaba ya dos semanas operando y tenía una guarnición combinada de la Guardia del Mar, de la Nieve y de Luna Brillante. Separados en cuatro patios con fozos y defensas interiores, los prisioneros podían ser reasignados en cualquier momento. Entrapta tenía un sistema generando números aleatorios a diario para variar esa situación, a fin de que los prisioneros no pudieran ponerse de acuerdo. Cada patio tenía un sargento diferente y había diez cabos de vara por patio.
Los edificios dormitorios que habían sido contemplados para ser solo de una planta, terminaron siendo de tres para alojar a toda la gente. Catra había supervisado la llegada de todos los prisioneros, teniendo que trabajar muy estrechamente con Glimmer a lo largo de los tres días siguientes al banquete en las Salinas, y lidiar además de todo con los tontos animalitos mágicos.
Ahora tenía que ir a ver qué se le ofrecía a su majestad. Atravesó los terrenos de Luna Brillante hasta la plataforma de transporte donde la esperaba un esquife automático. Entrapta y Bow se habían lucido con este invento. Con demarcaciones con sensores a lo largo de todo el camino desde la prisión hasta Luna Brillante y Plumeria, los nuevos esquifes que habían podido recuperar de la invasión terrestre a las Salinas, los dos amigos geeks habían creado un sistema de transporte autonomo. Era casi un sistema vivo, los sensores se comunicaban entre sí con ondas de radio de amplitud modulada, intercambiando información de su alrededor de los Bosques Susurrantes, que era una parte muy tranquila, nada tan profundo como en donde habían encontrado la espada. Misma que debía de tener Bow porque había dicho que estaría trabajando con Darla.
A Catra no le gustaba mucho porque durante el trayecto no debía ocuparse de otra cosa. Y ni siquiera traía su propio pad para trabajar en algo, pero tampoco tenía ánimos de hacerlo. Después del pequeño despliegue emocional con Perfuma, estaba agotada, pero su cuerpo ya no la traicionaba, no se sentía cansada físicamente.
Cuando llegó al campamento, los guardias la saludaron y dejó que un poco de orgullo vacío la hiciera sentir mejor. Después de que Glimmer había sido casi complaciente después de la intromisión a la privacidad de Catra, ahora, después del nombramiento de la comandante y de la batalla, las cosas habían mutado a una interacción tensa, donde a veces las dos intentaban guardar las maneras, y solo bastaba que a una se le fuera la lengua para estar en medio de una lluvia mutua de comentarios ácidos y sarcásticos. Catra ya no era solo una prisionera intentando ganar puntos, por lo que la actitud estoica que había mantenido ya no le era habitual. El resto de las princesas se daban cuenta que estaban en medio de una constante competición de a ver quién podía más. Catra llevaba cierta ventaja, pero Glimmer no había sido princesa toda su vida para dejarse aplastar sin pelear.
Extrañamente, a Catra le empezaba a gustar este nuevo trato con Glimmer. Como ya no tenía que morderse tanto la lengua, podía descargar un poco de sus emociones en la reina, sin sentirse culpable de hacerla sentir mal, porque Glimmer rara vez la dejaba irse intacta. Pero rumiar los sinsabores con Glimmer era mil veces preferible a dejar que el odio que sentía hacia sí misma se expandiera y dominara su día.
Guiaron a Catra hasta donde estaba Glimmer, con un grupo de guardias y un Cabo de Vara, en el piso estaba esposado y de rodillas un prisionero. A Catra no la impresionó lo rápido que se acostumbraron algunas princesas a este tipo de tratos. Pero Perfuma y Bow estaban totalmente en contra. Spinnirella y Frosta simplemente comprendían la realidad de que los hordianos no iban a someterse sin más. Al lado de Glimmer estaba Mehira, sentado y moviendo la cola tranquilamente.
—¿Qué pasa, Brillitos?— Catra miró mejor al prisionero. Un hombre de unos 30 años, moreno y con grandes cicatrices que le atravesaban la cara y los brazos desnudos. El prisionero y el cabo de vara vestían los mismos uniformes que el resto de los prisioneros, que era una copia de los uniformes que ya se habían estrenado con Kyle y Rogelio, pero los pantalones en vez de ser negros, eran enteramente blancos, las únicas marcas de color, el lila de las playeras y los cinturones negros. La mayoría seguía usando las botas de combate rojas de la Horda, por lo menos hasta que pudieran suministrar nuevo calzado.
—Comandante Catra…— Habló el prisionero, incrédulo.
—Se rehúsa a comer— Informó Glimmer a Catra.
—¿Y cuál es el problema? Un prisionero menos es un problema menos para la Rebelión y toda Etheria— Contestó fría Catra, y miró con sus ojos implacables de felina al hombre que ciertamente parecía haber sido de un tamaño mayor. Glimmer respingo. Esa respuesta estaba fuera de lugar incluso para Catra, pero la gata no estaba de humor —Si no quiere comer, que siga cumpliendo con su rutina.
—¿Qué?— Saltó Glimmer.
—Él no quiere comer, ¿lo vas a obligar? Créeme que es más difícil hacer que alguien coma a que no coma.
—Pero no puedes solo dejarlo morirse de hambre.
Catra miró de nuevo al hombre, que lucía cansado y no luchaba. Adora no lo dejaría morirse de hambre, pero ella no era Adora. Aun así… Esto era para hacer todo mejor.
—Tu nombre e historial, prisionero— Ladró al final.
—Ayden, mi señora. Sargento segundo de la Tercera División Terrestre, incorporada a la Armada para tomar Salinas. Respondía ante la Capitán de la Fuerza Octavia. Tomado prisionero por la princesa de los vientos— El hombre levantó la cabeza solo un poco para responder, pero su mirada nunca se posó directamente en Catra, como le correspondía. Y no podía evitar disfrutar del respeto que desprendía el tono de voz del hombre.
Este era uno de los buenos soldados que le habían entregado su lealtad cuando mejoró el nivel de la calidad de vida en la Horda organizando todo lo que Shadow Weaver dejaba de lado o para último minuto, como conseguir en tiempo los insumos para las barras.
Glimmer achicó los ojos ante el "Mi señora".
—¿Por qué te rehúsas a comer?
—No puedo comer lo mismo que los rebeldes, mi señora.
—Ya no estás en la Horda, Ayden.
—No traicionaré a Lord Hordak, incluso si eso implica morir por inanición— Y Catra que pensaba que era uno de sus hombres.
—¿Lo ves? Solo es un fanático de Hordak más. Ponlo en las excavaciones y veremos cuánto resiste sin probar bocado— La mirada del hombre no varió pese a escuchar cuál sería su destino.
—No podemos hacer eso, Catra. Lo matará, ya lleva diez días sin comer.
—Es su decisión, Glimmer. NO puedes ayudar a alguien que no quiere. Te invito a probar si puedes obligarlo a comer. Y 10 días sin comer no son nada para nosotros ¿Verdad, Ayden?—
—No, mi señora.
—Bien. Mándenlo a las minas de Drill. Entrapta necesita materiales en todo caso.
—¿Entonces solo piensas explotarlo mientras te sea útil?
—Es mucho más fácil, y no necesitamos a gente como él aquí, para que los demás prisioneros crean que pueden hacer lo que quieran.
La mirada de Glimmer era un rotundo no, no dejaría que se llevaran al hombre a trabajar a las minas como trabajos forzados sin comer. Catra bufó.
—Traigan comida rebelde y las barras que encuentren— Ordenó a uno de los guardias —Y consíganme un pad.
—¿Para que lo quieres?— Le cuestionó Glimmer.
—Para enseñarle lo que vale su lealtad a Hordak— Entonces Glimmer le extendió el propio.
Catra manipuló el aparato un poco y le respondió el Capitán de Mermista, Evan.
—Comandante Catra— Saludó el salinense.
—Capitán, necesito hablar con la Capitán Octavia.
—La traeré en un momento— Evan desapareció de la vista y solo quedo en la pantalla el techo de algún cuarto en el Palacio de las Salinas.
Al escuchar el nombre de la cefalópoda, el prisionero se movió inquieto y los guardias le apuntaron con sus lanzas con blasters.
Glimmer tomó del hombro a Catra y se la llevó un poco aparte, ante el disgusto de la gata.
—¿Para que quieres a Octavia?
—En la Horda, tu oficial al mando es absoluto. Hordak es más como… Como She-ra para ustedes. Una leyenda. Muchos ni siquiera lo han visto y temen verlo, porque casi siempre representa cosas malas— Trató de explicarle Catra a Glimmer.
—Comandante, aquí está— Llamó Evan desde el aparato y pudieron ver a Octavia, que ahora usaba un boddy como el de Scorpia, en negro y morado, y en su parche se podía ver el ala dorada que era el nuevo emblema de la Rebelión. Octavia llevaba las manos esposadas y los tentáculos atados.
—Hola, Octavia. Te ves bien— La saludó Catra con sarcasmo. Octavia solamente frunció el ceño y esperó —¿Reconoces a este soldado?— Y la gata mostró al hombre que seguía postrado y que también reconoció a su capitán. Parecía sorprendido.
—Ayden, uno de mis sargentos en la Horda. ¿También fue capturado?
—Sí. Se niega a comer por la lealtad a Lord Hordak— Octavia se río un poco.
La lealtad era importante para ella, pero no tanto como la comida que tenía ahora a su disposición y el trabajo que estaba llevando a cabo bajo las órdenes de Catra. Y sabía que se lo debía a la gata.
—Sargento Ayden, no vale la pena morirse de hambre por eso— El mundo se le cayó a los pies.
—Ya escuchaste a la Capitán de Fragata Octavia, quien está trabajando en las Salinas justo ahora, como prisionera también— Concluyó Catra.
Glimmer frunció el ceño. No sabía que Octavia tenía un título nuevo.
—Gracias, Capitán Evan, puede proseguir— y cortó la comunicación.
Catra avanzó hasta el hombre y se agachó un poco para verlo.
—La Horda te dejo atrás para morir, y ahora tu comandante, tu oficial al mando, quiere que comas ¿Lo harás?— Dijo Catra con un tono de voz que Glimmer jamás le había conocido.
Era un tono de voz muy diferente, una caricia sugerente, que te invitaba a complacer para seguir escuchándola. El hombre no dijo nada pero estaba atrapado por Catra, ver a Octavia le había roto sus creencias.
—Aquí está la comida que pidió, comandante— Anunció uno de los guardias.
—Bien. Come lo que quieras—
Había un cuenco de sopa en la bandeja, una manzana y dos barras cafés de la Horda que habían salvado de los naufragios. Quizás si hubieran sido las grises… Pero el hombre tenía hambre y la sopa, a pesar de estar fría, olía y se veía mucho mejor que las barras cafés.
El hombre tomó el cuenco y se lo llevó directo a los labios. En cuanto empezó a beber, no pudo parar.
—Problema resuelto, alteza— Le dijo altanera Catra a Glimmer.
—Gracias por su tiempo, comandante— Le respondió lo más digna que pudo.
—Comandante, mi señora— Rogó Ayden, Catra lo volteó a ver —Ahora mi vida es suya, mi señora.
—Bien dicho, soldado. Llévenlo a su celda. No dará más problemas ¿No es así?— Dijo en el mismo tono acariciante.
El hombre solo negó mientras probaba la manzana, con las comisuras de los labios todavía sucios de la sopa.
Cuando los guardias se lo llevaron, se quedaron solo el Sargento en turno, Glimmer y Mehira. Catra le devolvió el pad a Glimmer.
—Quiero un reporte de comportamientos similares para mañana, sargento, en todos los patios—
—Entendido, comandante.
—Me voy, Chispitas—
—Espera.
—Tengo más cosas que atender.
—Pues deja que te lleve al castillo— Le respondió la reina y Catra no pudo esquivarla antes de la tomara de la capa y se aparecieran en medio de Luna Brillante.
Glimmer sabía que eso seguía causándole muchas molestias a Catra y no pudo evitar sonreír ante las orejas encogidas de la gata y cómo se había inclinado por las ligeras nauseas. Mehira no sufría para nada con sus teletransportaciones.
—Ya estamos aquí.
—Te odio, Chispitas.
—Fue mi placer.
—¿Qué más quieres?
—Quizás solo saber por qué Octavia es Capitán de Fragata.
—Detesto admitirlo, pero Octavia es buena con las maquinas y capitaneando barcos. Me sorprende que Frosta haya logrado hundirla y capturarla. Además, es fácil de persuadir.
—Tienes que informar al Concejo de estos nombramientos, ya se había hablado de eso en razón a Scorpia.
—Lo sé, será informado en la reunión de mañana, no podía retrasarlo más. Salinas requiere mucho trabajo todavía— Catra desestimó con un movimiento de la mano.
—¿Y a qué te refieres con que es fácil de persuadir?
Catra, que ya se estaba dando la vuelta, se volvió cruzando los brazos, y con la diestra con el índice extendido hizo un gesto señalando su ojo derecho, con una sonrisa ladina.
—Le saqué el ojo cuando yo tenía 10 años.
Como Glimmer no dijo nada, Catra la reverenció y se fue. Al fin podría ir a su habitación a descansar. Tal vez se acurrucaría con la muñeca de Adora. El recuerdo de la pequeña rubia diciéndole a Octavia que era una tonta, era demasiado agridulce.
Glimmer hizo una mueca de incredulidad y escuchó el maullido de inflexión alta que hizo Mehira.
—No creo que fuera broma— Le respondió la reina.
Bow llegó al laboratorio con una bandeja con una sopera y platos para él y para Entrapta.
—¡Saludos, Bow!
—Hola, Entrapta. ¿Cómo ha ido el trabajo hoy?
—Excelente. Ya sabemos lo que pondremos a cultivar a los hordianos y tengo nuevos datos sobre unas lecturas de Etheria— Respondió la tecnopata mientras se instalaba en la mesita junto a Bow.
—Wow. ¿Crees que esas lecturas sean algo importante? Mi dispositivo no ha detectado nada interesante en un tiempo.
—Son lecturas mínimas sobre cambios en las corrientes de energía del planeta, he ajustado los parámetros para que capten mejor los cambios y en 24 horas debería de tener suficientes datos para hacer una comparativa— Entrapta disfrutaba mucho de compartir con Bow. Siempre era entusiasta, amable y solía tener momentos de pensamiento lateral que le encantaban.
—Esperaré entonces. Quizás podamos descubrir nueva tecnología de los primeros para presionar a la Horda. Yo no tuve mucho éxito, Darla no va a cooperar mucho más sin el usuario de la espada— A Bow se le estaba pegando un poco toda la jerga de Darla y Entrapta.
—Ninguna de las princesas ha demostrado tener compatibilidad con la espada… Las únicas personas que han tenido alguna reacción con la espada son Adora y…. —
—Catra— Dijeron los dos al mismo tiempo, Entrapta con una mirada triste y algo preocupada y Bow también con tristeza al recordar a Adora, pero con cierta esperanza al pensar en cómo la espada parecía funcionar un poco con Catra en Isla Bestia.
N.A.
Bueno! Ahí está :3
De verdad quiero regresar a los capítulos más cortos. Espero no pasar de las 3mil palabras y volver el próximo viernes.
A su modo, las pesadillas me encantaron. Y hay un guiño! Alguien lo notó?
Por cierto, Mehira no viene a reemplazar a Melog. Nuestra gatito golem llegará en su momento.
Con la toma de las salinas, ya no le queda mucho a la temporada, y creo que ya sé cómo cuadrar todo, más o menos. Pero creo que el fic da fácil para otros 15 capítulos.
Carpe Diem
