El regreso de Snape
Cuando los estudiantes se dieron cuenta de que el profesor Snape había vuelto a la normalidad, hubo una clara decepción. A muchos de ellos les había llegado a gustar el pequeño Snape, especialmente después de los eventos entre él y la profesora McGonagall. Ahora los alumnos se estaban preparando para otra semana de clases antes de las vacaciones de Navidad y no esperaban con ansias la clase de Snape.
Varios estudiantes ya se habían enfrentado a su ira, con puntos reducidos y detenciones por razones ridículas. Sin embargo, la mayoría de los Slytherins fueron castigados todos los días durante una semana por mantener en secreto el plan de Draco, lo que llevó a la señorita Granger a ser hospitalizada. También tenía planeado darle detención al sr. Weasley, así como a varios otros estudiantes, por lo que habían dicho cuando era un niño pequeño, aunque Ronald Weasley recibiría un castigo por mucho más que palabras.
El profesor Snape entró en el Gran Comedor y ocupó su lugar en la mesa de profesores, contento de finalmente poder estar en el lugar que le pertenecía y no entre los Gryffindors y en una silla alta de bebé.
Tan pronto como el profesor Snape se sentó, frunció el ceño a los estudiantes que lo miraban, que era prácticamente todo el Comedor. Inmediatamente apartaron la mirada y Severus empezó a tomarse su café. Miró alrededor y sus ojos se posaron en la sabelotodo de Gryffindor y se dio cuenta de que no se veía tan alegre como solía estarlo, también notó que miraba continuamente al lugar junto a ella, donde él se había sentado cuando era un niño. Cuando ella volteó hacia su mesa, sus ojos se cruzaron y el rostro de Hermione se puso de un bonito color rojo. Él sonrió interiormente, sabiendo que ella no olvidaría pronto el beso que compartieron.
Era momento de que su plan comenzara. Le dirigió una mirada fría y apartó la mirada de ella, fingiendo no notar la expresión de dolor e incertidumbre de su rostro. La siguió observando a través de su mirada periférica, mientras ella volvía a su desayuno. Sin embargo, lo que captó su atención, fue la mirada fija de Minerva McGonagall.
-¿Qué?
-¡Sabes perfectamente "que" jovencito! No creas que he olvidado lo que dijiste. Ya no eres un niño pequeño, Severus, y soy libre de darte una paliza - gruñó. Severus sólo arqueó una ceja.
-¿En serio? Dime, ¿qué te hace pensar que permitiría tal cosa? - dijo arrastrando las palabras, notando que Albus estaba detrás de Minerva, tapándose la boca para contener su risa. Remus y Poppy se podían ver en el otro extremo de la mesa haciendo lo mismo.
-¡No lo dejaré pasar, Severus! No puedo creer que me faltaras al respeto frente a los estudiantes. Necesitas aprender a respetar a tus mayores - espetó. Varios alumnos no pudieron evitar voltear a mirarlos cuando los escucharon.
-Y ciertamente eres mayor - se quejó, sorbiendo su café.
-¡Escuché eso! - gruñó - ¡Te voy a hechizar y te dolerá hasta la siguiente semana!
-Minerva, deberías relajarte. No quisiera que te lastimes la espalda o empieces a toser bolas de pelo por el esfuerzo - dijo Severus en un tono aburrido.
-Hasta aquí - espetó Minerva y se levantó.
Severus no perdió el tiempo, saltó de su silla y salió corriendo por la puerta de profesores. Podía escuchar los pasos de Minerva resonando en el pasillo mientras lo perseguía, maldiciendo y gritando. También se podía escuchar a todo el Comedor en carcajadas.
-¡Albus! ¡Detén a la loca! -gritó mientras evitaba sus maleficios.
Abus escuchó a Severus por los pasillos y empezó a reír tanto que estaba llorando. Odiaba admitirlo, pero le encantaba ver a Minerva cuando estaba enojada, y era agradable que esta vez su ira estuviera dirigida a Severus en lugar de él.
A pesar del estado de ánimo ligeramente deprimido de Hermione, no pudo evitar reírse junto a los demás. Era muy divertido ver a la versión adulta del profesor Snape escapando de la profesora McGonagall mientras ella trataba de hechizarlo.
-¡¿Crees que estoy loca?! ¡Te mostraré lo que es estar loca, murciélago ermitaño!
Los estudiantes se rieron aún más fuerte al escuchar a la estricta profesora gritarle al profesor más temido de la escuela. Y entonces los oyeron correr por el pasillo y voltearon a ver la puerta abiertas del Comedor justo a tiempo para ver una mancha negra que pasaba a toda velocidad seguida de una verde.
-¡Albus! ¡Llamala! - La voz de Snape resonó por todo el comedor, provocando que las risas comenzaran de nuevo.
-¡No soy un perro Severus!
Severus dobló en la esquina y corrió tan rápido como pudo hacia las mazmorras. Miró hacia atrás y notó que Minerva sólo estaba a unos metros de distancia.
¡¿Qué diablos?! ¿Cómo me puede seguir el ritmo a su edad?
-¡Muy bien! ¡Lo siento Minerva! - gritó deteniéndose y girándose hacia ella. Minerva seguía con la varita preparada, pero Severus levantó las manos para indicar que se rendía - Creo que ya jugamos bastante, me disculpo por todo - Minerva lo miró con recelo, bajando su varita una fracción.
-No creo que de verdad lo sientas - dijo secamente.
Por supuesto que no, pero mientras dejes de perseguirme, diré lo que quieras escuchar.
-Lo siento, y en estos momentos también mis pulmones lo lamentan - suspiró, inclinándose hacia adelante y apoyando sus manos en sus rodillas. Minerva frunció los labios y guardó su varita.
-Será mejor que recuerdes con quién te estás metiendo la próxima vez, Severus. Te hechizaré. - advirtió y se alejó.
Espiado al Señor Oscuro, tu amenaza no es nada.
Severus, sin embargo, se guardó sus pensamientos. Realmente no estaba en condiciones para estar corriendo por los pasillos, ahora que ya no era un espía se había ablandado, después de recuperar el aliento, finalmente regresó a su salón de clases, murmurando sobre como no pudo ni terminar su café.
Sentado detrás de su escritorio, llamó a un elfo doméstico y pidió otra taza, apoyó los pies en el escritorio y sonrió a los marcos de fotos recién colocados que descansaban en una esquina. Las fotos de Hermione semidesnuda.
Espero que se de cuenta que están aquí…
Severus se relajó con su café y miró alrededor de la habitación, era agradable volver a estar en su escritorio. Había echado de menos la sensación de control a la que estaba acostumbrado. Sus ojos volvieron a las fotos y tragó saliva, recordó el momento en que vio su cuerpo desnudo cuando aún tenía la forma de un niño.
¡No puedo creer que estoy deseando a una alumna!
Unos minutos después, escuchó a los estudiantes del otro lado de su puerta, sonrió y se puso de pie. Desilusionándose a sí mismo abrió la puerta y se acomodó donde era menos probable que se toparan con él, sonrió viendo todos los rostros confundidos, mirando alrededor de la habitación y luego la puerta con curiosidad.
-¿Dónde está el profesor Snape? - preguntó Seamus.
-No lo sé - dijo Neville con miedo.
-Quizá todavía se esté escondiendo de la profesora McGonagall - se burló Ron, mientras se dirigían a sus asientos.
Hermione sólo puso los ojos en blanco y sacó sus libros, pergamino y pluma, acomodándolos sobre su escritorio y sentándose pacientemente a esperar, sin tener idea de que el profesor a quien esperaba se encontraba ahora frente a todos.
-¿Estás bien, Mione? - preguntó Harry en voz baja.
-Sí, estoy bien - dijo con desdén, sintiendose de todo, menos bien.
-Me pregunto ¿dónde está el bastardo grasiento? - dijo Ron, mirando a su alrededor. Hermione lo fulminó con la mirada y estaba a punto de decir algo cuando el profesor Snape apareció de repente frente a todos.
-El "bastardo grasiento", sr. Weasley, está a un metro de usted - se burló Snape. El rostro de Ron se puso pálido y luego rojo en un lapso de tiempo muy corto.
Los alumnos parecían incómodos con Snape tan cerca de ellos, pues ahora era de conocimiento común que el profesor estaba bastante bien dotado y la clase no pudo evitar bajaron de su rostro a su entrepierna. Severus notó el gesto y puso los ojos en blanco. Volteó a ver a la señorita Granger y notó como sus ojos se movían rápidamente de su entrepierna, a su rostro y al escritorio, estaba tratando de no mirar y él no pudo evitar sonreír ante eso.
-A pesar de lo fascinantes que han sido los rumores últimamente, preferiría que dirigieron su atención a mi rostro, en lugar de la parte delantera de mis pantalones - espetó, viendo como los estudiantes se ponían rojos y evitaban el contacto visual - Ahora, he notado que sus calificaciones incrementaron desde que … no pude dar clases, y no puedo evitar preguntarme si es porque finalmente decidieron prestar atención y aprender el material que he estado intentar meter en sus duras cabezas desde su primer año o el director se apiadó de ustedes.
Toda la clase se quedó en silencio, sabían que el profesor Dumbledore les había dado puntajes más altos a algunos estudiantes por ser amable, aunque a la mayoría les había ido mejor sin tener tanta presión, como cuando Snape daba la clase.
-Creo que un examen es necesario - dijo con aire de suficiencia.
-Oh diablos - gimió Harry.
-¿Qué le pasa sr. Potter? ¿Tiene miedo de conocer el material? No me sorprende en lo más mínimo - se burló Snape. Harry lo miró, pero no dijo nada. - Guarden todos sus libros, dejen sólo un pergamino y una pluma. Las preguntas aparecerán el la pizarra y permanecerán ahí durante dos minutos, tiempo suficiente, si conocen el tema.
La clase gimió al unísono y se dispusieron a seguir las instrucciones, mientras el profesor merodeaba por el salón viendo a los estudiantes, muchos de ellos seguían sin poder hacer contacto visual y sonrojándose. Una vez que todos estuvieron listos agitó su varita y apareció la primer pregunta.
-¡Empiecen! - espetó.
Se empezó a escuchar el sonido de las plumas sobre el pergamino, mientras los alumnos trataban de responder antes de que la pregunta cambiara. Severus dejó que sus ojos volvieran a vagar hacia la señorita Granger, quien echaba un vistazo al pizarrón y respondía la pregunta, esperando por la siguiente pregunta.
Sabelotodo...
Hacia el final de la clase, los estudiantes finalmente habían terminado sus exámenes y a ponerlo en su escritorio. La señorita Granger, por supuesto, fue la primera en acabar, y parecía estar soñando despierta.
-¡Granger! - gritó sorprendiendola. -Presta atención en mi salón de clases, no me importa que ya hayas terminado.
-Lo siento, señor - dijo dócilmente, haciéndolo sentir culpable.
¡Tienes que hacer esto! ¡Tienes que hacerlo! ¡Tienes que saber!
-Debería, señorita Granger. No tolero a los estudiantes que no prestan atención - espetó.
-Pero…
-Diez puntos menos para Gryffindor, no discuta conmigo - dijo y regresó a su escritorio.
-Trae las bragas torcidas - gruñó Ron, pero Snape lo escuchó.
-Otros diez puntos menos para Gryffindor por ese comentario, sr. Weasley. Además, le sugiero que tenga cuidado conmigo, le aseguro que mi mordida es peor como adulto - dijo con una sonrisa malvada. Muchos estudiantes ya habían escuchado esa historia, pero Harry fue el único que se atrevió a soltar una pequeña risita.
-¡No es gracioso, amigo! - gruñó Ron, mirando a Harry. Seamus y varios otros chicos comenzaron a reír cuando vieron la cara de Harry ponerse roja por tratar de aguantarse la risa.
-Sr. Potter, ¿qué le pasa? - preguntó Snape con una sonrisa, sabiendo cuál era el problema. Harry enterró la cabeza en sus manos, mientras su cuerpo se estremecía con una risa silenciosa.
-¡Deja de reírte, Harry! ¡Ese bastardo me dejó macas! - Espetó Ron.
-Otros diez por … -comenzó Snape, pero fue interrumpido por la risa histérica de Harry.
-¡Detente! ¡Soy tu amigo! ¡Deberías haberme ayudado, en lugar de dejar que me mordiera la pierna como si fuera un pollo!
El comentario de Ron sólo logró que Harry se riera más fuerte. Seamus se unió a él, junto con otros estudiantes, pero Harry fue el único que se cayó de la silla, riéndose hasta ponerse rojo y quedarse sin aliento.
-Sr. Potter … -comenzó el profesor Snape, pero el chico claramente estaba perdiendo la cabeza y por mucho que odiara admitirlo, encontraba la escena bastante divertida. Sus ojos brillaban con diversión, pero mantuvo su rostro impasible, molestar a Weasley había demostrado ser interesante después de todo.
-¡Mione! ¡Esto es tu culpa! - Ron dijo con una voz casi aguda.
-¿Mi culpa? - se burló - Se ríe de ti, no de mi.
-¡Es porque dejaste que Snape se saliera con la suya cuando era un niño! - espetó Ron
El profesor Snape sonrió y se reclinó contra su escritorio, permitiendo por primera vez disturbios en su clase, sólo porque encontraba cierta satisfacción en ello.
-¡Claro que no! - replicó ella.
-¡Claro que sí! ¡Lo dejabas tener lo que quisiera, hacer lo que quisiera, comer lo que quisiera y tratarnos como quisiera! - discutió Ron - ¡Dejaste que ese maldito niño me atacara y me mordiera! - los estudiantes reían disimuladamente y miraron a Snape, para encontrarlo con una sonrisa en el rostro y viendo la escena con atención.
-¡Era un niño pequeño Ronald! ¿Me estás diciendo que un niño pudo contra ti? - espetó enojada.
-¡Eso no es lo que dije! ¡Puedo contra él!
¿De verdad, sr. Weasley? Me gustaría verte intentarlo
-¡Entonces tal vez deberías haberlo enfrentado, en lugar de culparme por como actuaba! ¡¿Olvidaste que es un profesor?! ¡¿Qué querías que hiciera?! ¡¿Darle unas nalgadas?! - siseó.
Harry estalló de nuevo en carcajadas y esta vez se le unió Seamus.
-Ella dijo … darle nalgadas - jadeó Harry, mientras lágrimas corrían por su rostro.
-¡Cállate, Harry! ¡Y Mione, tal vez deberías haberlo hecho! ¡Ese imbécil se merece una buena paliza!
-Otros diez puntos Weasley, no se olvide que sigo aquí - se burló Snape.
-¡Ronald, el único que necesita una paliza eres tú! - chasqueó Hermione.
-¡No es mi culpa que estés enamorada del idiota! - Replicó Ron, a lo que se escucharon varios jadeos en el salón.
-¡Eso es suficiente! - Intervino Snape de inmediato, no quería avergonzar así a la señorita Granger. Hermione miró a Ron en estado de shock y luego ese shock se convirtió en ira.
-¡ESTÁS CELOSO PORQUE SU POLLA ES MÁS GRANDE QUE LA TUYA! - gritó. La risa de Harry prácticamente se convirtió en tos, mientras se atragantaba, tratando de recuperar el aliento y toda la clase jadeó en estado de shock, mirándola con los ojos completamente abiertos, antes de voltear a ver a Snape que casi se había caído de donde se recargaba en el escritorio. Nadie había visto al profesor con los ojos tan abiertos por la incredulidad.
Hermione le dio a Ron una muy enfurecida última mirada antes de recoger sus cosas y salir del salón sin pedir permiso como acostumbraba, por el momento eso no le importaba, aunque parecía serena, estaba hecha un desastre. Ella acababa de admitir frente a todos que había visto sus … partes. También lo había hecho frente al propio Snape.
No creía que pudiera sentirse más mortificada.
