Capítulo 6. Shizuru Fujino's Point of View.

Me sentí enfadada al darme cuenta de que me encontraba sin salida ¿Quién no lo estaría? Había logrado evitar ese destino al aceptar al joven lord Nagi, quizá fuera también otra ilusión, pero al menos había escogido yo al pretendiente, aunque supiera que no tendría control sobre el matrimonio, ya que en cuanto estuviéramos casados, él daría órdenes y a mí solo me quedaría aceptarlas, pero con este matrimonio ¿Cómo iban a ser las cosas? Al menos Nagi profesaba amor eterno y aparentaba ser dócil, tanto por sus sentimientos expresados como por su juventud e inexperiencia, pero ella estaba acostumbrada a mandar, a exigir, a castigar y utilizar la fuerza, ¿yo podría aceptar ordenes de una igual? ¿podría doblegar mi voluntad sabiendo quien es ella?

Esta situación podía tener dos vertientes, o nos ajustábamos sobre marcha en un matrimonio igualitario o terminábamos peleando en un choque de personalidades, haciendo de nuestra vida conyugal un suplicio… aunque quedaba lo otro… la guerra y que ella muriera o fingiera su muerte… ¿de verdad haría eso? ¿de verdad el caballero más importante del reino renunciaría a todo lo que tiene al no verme feliz? Imposible, me dije, sencillamente imposible, no dejas tu honor, las tierras de tus ancestros y tu estatus por nada, lo ha dicho solo porque quiere convencerme y a todo esto ¿Por qué quiere convencerme? ¿Por qué quiere desposarme? No hay duda de que su reputación le respalda, casi nunca ha hecho cosas que manchen su honor, así que ¿Por qué ensuciarse las manos secuestrándome? No podía comprenderlo… entonces recordé el libro de escandaloso y pecaminoso romance… ¿sería posible?

En el caso de que sintiera algún tipo de amor romántico por mí, ¿no debería haberlo mencionado antes? Si es ese el motivo debería haber sido lo primero a mencionar, en cambio solo dijo que quería evitar el matrimonio entre Homura y yo, sin ninguna otra razón ¿es un interés político? ¿venganza? ¿resentimiento? ¿algún tipo de placer retorcido? ¿hacer algo solo porque puede? No parecía ese tipo de persona, pero tampoco podía negarlo completamente porque apenas le he conocido.

Suspiré y me recosté en la cama, pasé largas horas hasta que la doncella vino a encender el fuego del hogar, avisándome que la cena ya estaba lista.

-está bien Akane, gracias –y no hice esfuerzo alguno por moverme de mi sitio hasta que llegara la charola y la sirvieran.

-lo siento milady, pero su señoría ya la está esperando… -giré a verla con las cejas levantadas.

- ¿cenare… cenaremos juntas? –pregunté con cierto asombro e incredulidad.

-si milady ¿quiere que la acompañe hasta el comedor? –asentí mientras me levante de la cama, alisándome la ropa después.

Era algo lógico que un huésped comiera con el anfitrión, pero esta situación no tenía nada de típico, había estado comiendo siempre encerrada ¿y ahora debía socializar con ella? ¿con alguien que apenas conocía? Respiré profundo y acompañé a Akane, ni siquiera sabía dónde estaba el salón del comedor así que fue un trayecto revelador; pasamos por el mismo pasillo de antes, bajamos las mismas escaleras, solo que esta vez entramos por otra puerta que nos llevó directamente al enorme comedor, era un comedor absurdamente grande, ¿Cómo podía ser posible que un mueble de ese tamaño hubiera entrado por las puertas? No tenía sentido y sin embargo, ahí estaba el mueble, de al menos unos veinte asientos de cada lado. Caminé siguiendo a Akane hasta llegar al asiento que estaba justo al lado del de ella, a la cabeza de la mesa, en cuanto me vio se puso de pie. Akane se quedó muy cerca de una pared y un lacayo se adelantó a moverme la silla, nos sentamos al mismo tiempo con dos sirvientes moviendo las sillas y otros más sirviendo la comida. Creí que diría algo, al menos lo más normal como un saludo o, no lo sé, alguna palabra por educación, pero no dijo nada y yo tampoco deseaba hablar.

Comimos en silencio, un silencio tan denso y palpable que se podría haber cortado con un cuchillo, la tensión hizo que comiera más rápido de lo normal y acabé antes, siendo eso de mala educación, pero ella no dijo nada, solo notaba su mirada de vez en cuando mientras avanzábamos con la cena. La noté en mi rostro, en mis parpados, en mi pecho, sentí que se detuvo mirando mi pecho ¿le gustara eso de mí? Luego miró mis manos… soporté el escrutinio de su mirada y cuando alejó sus ojos de mí, fui yo quien la miró insistentemente, tenía una expresión relajada y masticaba con lentitud, la piel de su rostro y manos se notaba más blanca de lo común, parecía empalidecerse en conjunto con el color de sus ojos y cabello ¿será acaso porque siempre lleva la armadura? Podría ser que quizá, casi no le daba el sol en la piel.

Lo que me hacía preguntarme ¿Por qué siempre llevaba armadura y ocultaba su identidad? ¿por los beneficios que obtendría al ocultar quién era? Me parece racional, ciertamente debía tener muchos beneficios por ello, aunque también sacrificaba su comodidad, ¿era más importante el poder para ella? ¿o simplemente le gustaba permanecer como un enigma? Tenía mucho que preguntar, pero no sabía si debía o no hacerlo… evité suspirar y dejé los utensilios a un lado del plato, entonces ella también dejó los suyos, indicando que había terminado, esperé solo unos momentos más y me levanté, di las gracias y me retiré, seguida de Akane. Mientras ella me seguía los pasos le pregunté si tenía acceso a la biblioteca y me confirmo que sí, llevándome.

-mirare si encuentro algo que leer, por hoy es todo.

-la esperaré en su habitación para ayudarla a desvestirse.

Cierto… necesitaba ayuda para aflojar los cordones del brial. Ella salió y me quedé a solas en el lugar, había muchos libros de cuero rojo, azul y negro, miré uno de cada anaquel hasta que encontré otro libro de escandaloso contenido. De momento me sentí avergonzada y me pregunté si alguien notaria que faltaba este libro… bueno, la vez pasada Akane me llevó uno de similar temática y no sucedió nada… nadie sabrá que lo he leído si lo leo muy rápido y lo regreso pronto, de manera que salí de la biblioteca con la obra y llegué a mi habitación donde la doncella me esperaba, como bien dijo antes, me ayudó a desvestirme y me pasó un paño por la espalda, quitándome el sudor, me quedé en ropa interior y me acosté. El clima era lo suficientemente bueno últimamente como para no preocuparme por el fresco… aunque haciendo énfasis en el clima, había notado diferencias, el norte era más caluroso que la capital, más aún que las tierras sureñas, eso debía contribuir a la riqueza de sus tierras, ya que significaba que los cultivos no lo tenían tan difícil, aunque no sabía si la agricultura era la clave de la riqueza de estas tierras, ya que en realidad, no sabía mucho sobre las tierras del norte, quedaban lejos de las tierras de mi padre y actualmente mi padre no tenía ningún conocido en estos lugares. Hablando de mi padre ¿estaría él al tanto de la situación? En la carta de la Reina ella decía que todo estaba arreglado con mis padres, ¿pero imaginaban por qué? ¿Qué era por una conveniencia político-militar?

Suspiré una vez más y acerqué la vela, luego abrí el libro que había traído y leí unas cuantas páginas antes de dormir, en ellas se hablaba de un joven noble que estaba cautivado por las bondades de una dama de alto estatus, sin embargo, no llegué a leer más. El amor parecía bello e interesante, pero ¿es realmente así? ¿ella piensa de esa manera? Apagué la vela y decidí dormir. A la mañana siguiente Akane entró más temprano de lo normal para ayudar a vestirme.

-su señoría la espera en el comedor, milady –me vistió con cierto apuro y bajamos rápidamente, tal como lo había dicho, ella ya estaba ahí. Igual que en la cena de ayer, no dijimos palabra alguna, solo nos dimos los buenos días y en cuanto termino el desayuno se levantó. Yo me quedé unos momentos porque me sirvieron un delicioso postre que no pude resistirme a comer, sin embargo, una vez terminado me retiré a mi habitación y continúe leyendo el libro, la historia progresaba y el joven confesaba su amor a la mujer, que estaba casada con el señor feudal, comienzan un tórrido romance y el marido los atrapa dándose un beso al pie de la ventana… al leer la situación sentí como el calor me llegaba a las mejillas. Si ella tiene predilección por este tipo de literatura… ¿quiere decir que piensa de esa misma forma? ¿tan pasional? ¿tan ardiente? Oh cielos…

Estaba tratando de calmar mis emociones cuando Akane se presentó en la puerta, diciendo que ella no había vuelto para la comida y me preguntó si deseaba comer en la habitación o en el comedor, elegí lo primero. Hice una pausa para comer y continúe la lectura por la tarde hasta la cena, ya que tampoco apareció para cenar, la tomé en mi habitación, me aseé con ayuda de la doncella y entré a la cama, en donde finalicé la lectura, al final, el joven amante tiene que marcharse, pues lo persigue el esposo, pero jura amor eterno y que un día volverá para no dejar morir su amor. Cuando terminé el libro, lo cerré y apagué la vela para dormir. Después de leer esto, ¿Cómo podía una mujer creer que algún día amaría a su esposo? aunque claro, no todas las mujeres tenían suerte al conseguir un marido joven, generalmente, muchas mujeres se casaban con ancianos, mientras los jóvenes se dedicaban a seducir a esas mismas mujeres atrapadas con hombres viejos y mi situación distaba mucho de alguno de esos arquetipos.

Con quien me casaría era joven, de exótica belleza y rudeza, ¿Por qué buscar en otro amante lo que ya habría ahí? Quizás la duda era si algún día sentiré atracción. Suspiré. Olvídate de lo que has leído, son tonterías, el matrimonio no es así, sirve para dos cosas, obtener hijos y unir bienes, mientras mantenga mi estatus y pueda obtener herederos, supongo que todo estará bien. De ser la relación tempestuosa, pondré distancia y tratare de pasar el mayor tiempo posible con mis padres o en la ciudad capital, eso si no llega a suceder la pronosticada guerra con la gente del oeste. Para todo hay solución me dije, y cerré los ojos para dormir.

Al día siguiente Akane volvió a levantarme tan temprano como el día anterior. ¿Vamos a repetir esto todos los días? Me levanté aun con sueño y solo después de lavarme la cara en la palangana que había traído la doncella, pude reavivarme. Ella me vistió con esmero y llevaba una sonrisita que parecía no borrársele, no supe de qué se trataba hasta que terminó de cepillarme el cabello, entonces ella me extendió una pequeña caja de madera.

-su señoría lo ha mandado para usted, milady –levante las cejas, aún no había aceptado nada, pero ¿me había enviado un obsequio? Tomé la caja y la abrí, encontrando una gargantilla, estaba compuesta por varios eslabones y en su parte más frontal había flores de oro con unos pequeños brillantes en el centro, era ligera y delicada, de buen gusto, aunque no me resultaba impactante, no era nada que no hubiera visto ya.

-gracias Akane ¿me harías el favor de colocármela? –sin embargo, tampoco podía ser tan grosera como para despreciar el regalo de mi anfitriona. Debía acéptalo y ponérmelo, eso es tener buenos modales.

-claro que si milady… -la sonrisa de ella disminuyó, la tomó en sus manos y se apresuró a rodear mi cuello con la pieza –milady ¿no le parece bella? –estuve a punto de responder con lo mismo que estaba pensando, pero me detuve, es obvio que si a una mujer como ella, una sierva, le regalan una joya de este tipo, seria enceguecedor y si contesto de la misma forma en que estoy pensando, puedo resultar pretenciosa y superficial, algo poco conveniente.

-es una pieza muy bella pero no sé cómo sentirme al recibir este regalo… aún tengo hasta el día de hoy para darle mi respuesta, no debería haber regalos antes… quizá busca que esto influya en mi decisión.

-estoy segura que su señoría no lo hace para favorecer su respuesta, milady, lo hace porque es la bondad de su corazón la que le da el regalo.

- ¿te ha dado un regalo así, entonces? –ella alzó las cejas.

-claro que no, pero yo no soy especial para ella.

-especial…

-si milady no fuera especial, no le habría pedido que se case con ella.

-crees acaso que ¿tiene algún tipo de sentimiento? –ella asintió.

- ¿Por qué no? Su señoría no dice muchas cosas, pero sus acciones hablan por sí solas –pensándolo bien, haber interrumpido mi matrimonio, raptarme, traerme a su castillo y mover sus influencias para desposarme, hacían evidente que quería casarse conmigo a como diera lugar, pero, ¿porque sentía amor por mí? ¿o lujuria? ¿ambición? ¿Qué? Y en todo caso ¿Por qué? ¿Por qué sentía lo que sentía?

-pero no haría daño que diga las cosas… de vez en cuando.

-bueno, su señoría puede ser muchas cosas, pero perfecta, no.

Después de la plática bajamos al comedor donde ella ya estaba esperándome. Note como sus ojos fueron directamente a mi pecho, ¿por eso estaría viendo mi pecho el otro día? La miré con detalle, pero no vi ninguna expresión en su rostro, era inmutable, casi como la armadura que siempre suele llevar… bueno, es preferible una persona distante que una persona conflictiva, quizá ese sea el punto bueno en este matrimonio. Me acerqué a la mesa, se levantó y nos sentamos al mismo tiempo, el desayuno transcurrió lento y tranquilo hasta el final.

-milady… -dijo, luego de poner los utensilios a un lado de su plato –a medio día terminan los dos días, le estaré esperando en la fuente del jardín interior este para escuchar su respuesta.

-llegaré puntual –entonces me levanté, me despedí con un gesto suave y salí del salón.

Pasé las horas en mi habitación, mirando algunas páginas del libro, en determinado momento fui a la biblioteca y me encontré con que ella estaba ahí, sentada en uno de los sofás frente a la chimenea que había ahí. Tenía una pierna flexionada y otra estirada en su totalidad, con el mentón apoyado en los nudillos de su mano izquierda, el cabello le caía por los hombros hasta el pecho, oscuro y por la luz del sol, brillante en algunas zonas. Por su expresión se notaba pensativa sobre algo y después suspiró. ¿Estaría pensando en mi respuesta? No planeo ser el centro de sus pensamientos, seguro debe haber una multitud de cosas preocupantes en las que pensar, pero ¿pudiese ser que estuviera dudosa de mi decisión? Pamplinas, es imposible me dije, ella sabe que me tiene atada, no debería mandarme regalos ni tener esa expresión de angustia… y tampoco puede ser que tenga sentimientos por mí.

Enfócate en lo real. Salí entonces de la biblioteca sin ser notada y regresé a mi habitación para dejar el libro. Lo único que me debe importar de este matrimonio es que no es una persona cualquiera, tiene un estatus igual al mío, no me busca por mi dinero y mis tierras, y una vez que nos desposemos, ya que dice que no hay ningún problema, nos apresuraremos a tener hijos que hereden las tierras que poseemos. De este matrimonio debo esperar lo mismo que esperaba del anterior, no importan los sentimientos, por ahora me ha tratado bien y eso ya es ganancia.

Horas más tarde Akane tocó la puerta y me acompañó brevemente a la fuente en el jardín que ella me había dicho, no estaba lejos de las habitaciones en las que me alojaba, de hecho, la fuente estaba casi enfrente de la puerta de mi habitación, solo que un piso abajo, por ello Akane solo me acompañó hasta bajar las escaleras que daban al corredor, un corredor abierto al jardín y con muchas columnas, mismo que tenía varios caminos para llegar a la fuente del centro. Camine sobre los adoquines, dejando atrás los pasillos, admirando las flores y los arbustos hasta llegar al centro, notando así que ella también venia al mismo tiempo que yo. Acortamos los pasos y nos reunimos en el centro, con la fuente a un lado. Nos quedamos en silencio durante algún tiempo, me resistía a decirle que aceptaba, pero debía decirlo, solo que las palabras eran difíciles de expresar, afortunadamente, ella habló primero.

- ¿Qué ha pensado sobre mi trato, milady? –preguntó, con la misma sobriedad que tenía en la biblioteca, es decir, con una voz profunda y calmada.

-su señoría –era la primera vez que le llamaba así y me parecía… extrañamente curioso –he decidido aceptar su trato –como si realmente estuviera pasando por la incertidumbre, ella sonrió al escuchar mi respuesta y me tomo de la mano, casi se me salen los ojos de la impresión.

-gracias, no te arrepentirás –no supe qué contestar, me sentía un poco molesta, sorprendida, confundida y extraña, entre otras cosas; quería ser indiferente, pero había tantas cosas que sucedían en tan poco tiempo a las que no estaba acostumbrada que no sabía cómo actuar –como no sabía si aceptarías no tengo un anillo de compromiso, aun, pero tengo un regalo para ti – ¿de verdad no sabía si aceptaría? ¿realmente creía que tenía la opción de no aceptar? Me sentí aún más confundida y en cierta forma, complacida de que no diera por hecho que aceptaría, que pareciera real que era libre de aceptar, aunque en realidad no fuese así - ¿no te gusta? –dispersé esos pensamientos para enfocarme en lo que tenía frente a mí, un anillo (no de compromiso), brazaletes, pendientes, un broche y un colgante, un colgante grande y pesado.

-no, su señoría, es hermoso, gracias –y realmente lo era, todas las piezas tenían brillantes rojos y grabados de rosas.

-debo ser sincera –le miré, curiosa –nunca he comprado joyas… -la revelación me pareció imposible, tan imposible que parecía absurda, pero decidí ser amable y contestar como si lo creyera.

-entonces, las guardaré con mayor aprecio, su señoría –después se mostró complacida –disculpe mi rudeza, pero ¿Cuándo planea que sea la boda?

-cierto, casi lo olvidaba, ya he hablado con su eminencia y se ha fijado en que la ceremonia ocurra en unos once días – ¿once días? ¿tan pronto? ¿Cómo era posible? -su eminencia es complaciente y si quieres tomar más días, no tiene ningún problema - ¿de verdad su eminencia era tan complaciente? En mi anterior compromiso no dio fecha alguna, esta se daría hasta que terminaran las amonestaciones ¿y a ella se la daban sin más? Resultaba ridícula la influencia que tenía.

-entiendo, me gustaría regresar con mis padres y saber los detalles para la fiesta de la boda… -corte melodramático a propósito - ¿o planea no dejarme volver a salir?

-los detalles, si, cierto, por supuesto que volverás, de hecho, esta tarde salimos a la capital, solo estaba esperando tu respuesta –de pronto me sentí aliviada, por fin podría regresar con mis padres, llegué a creer que no los volvería a ver.

-entonces, en el momento que indique, su señoría, estoy lista.

-claro, claro, iré a preguntar si ya están listos los preparativos, nos vemos más tarde, milady.

Entonces salió con mucha prisa. Debía tenerla si de verdad no se había adelantado por esperar mi respuesta. Un detalle a tener en cuenta, sin duda. Miré como abandonaba el jardín a pasos rápidos, poco a poco su espalda se perdió entre las puertas del edificio y yo regresé por las escaleras a la habitación que ya estaba adoptando como mía. Al llegar al final del pasillo, al pie de los escalones, ahí me esperaba Akane, curiosa e inquieta.

- ¿Qué le ha respondido, milady? –la miré unos momentos y luego respondí.

-he aceptado, por supuesto, no tengo opción –ya que esa en verdad era mi situación, sin opciones.

-oh milady, yo siempre pensé que aceptaría, pero llegué a tener mis dudas, sabe, todos en el castillo ya lo saben, es el tema ya de toda la ciudadela –entonces la miré impresionada.

- ¿Cómo es eso? –le pregunté con sincero interés.

-no sé cómo se enteraron, pero ya todos saben que su señoría se va a casar, hay quienes se han deprimido, su señoría es bastante guapa y tiene muchos admiradores.

-bueno, eso… es cierto… pero me asombra el nivel de cotilleo que se ha hecho.

-no es nada extraño, después de todo, estamos hablando de la señora de las tierras del norte.

Akane me acompañó hasta mi habitación y se puso a preparar el equipaje, no tenía muchas cosas, pero si tenía ropa, zapatillas y joyas nuevas que llevar. Entonces, mientras ella guardaba las cosas en un baúl, yo bajé a la biblioteca a dejar el libro en su lugar. Pase la mano por el lomo de varios libros que había en el mismo estante… al menos será curioso leer todos estos escandalosos libros de romance prohibido, tendré algo en qué entretenerme.

Tardamos más o menos una hora en partir debido al retraso del carruaje. Los baúles esperaron un buen rato en la entrada hasta que llegó el coche. Es curioso el carruaje que llegó, no era glamuroso, ni fino, estaba a penas a la altura de un vasallo, ¿Por qué tendría un carruaje así? Aunque viendo que no viajó con nosotras, supuse que no usaba uno y por ello… ¿no tenía uno? La idea tenía congruencia, lo verdaderamente importante es que estaba limpio y cómodo a un nivel aceptable, y como deseaba ya regresar a ver a mis padres, no pensé ni en quejarme, claro que no esperé que el viaje durara tres días, lo que me hacía preguntarme ¿Cómo? ¿Cómo me trajo de la ciudad capital a su castillo en una noche? Recordé casi al instante cuando quemó el pergamino en sus manos y sentí un cierto pánico mezclado con curiosidad, solo había una explicación… hechicería. En esa ocasión estaba tan sorprendida por todo lo que estaba pasando que apenas recordaba cómo había quemado el pergamino y no había caído en cuenta que ella utilizó hechicería… una cosa más que agregar a todo lo que ya poseía ella, parecía no acabarse el repertorio de sus posibilidades, aunque también me hacía preguntarme hasta donde llegaban sus habilidades en esa materia… esto solo aumentaba su grado de poder y peligrosidad.

Para cuando llegamos a la ciudad capital ya tenía bien asimilada la idea de su uso de hechicería y seria uno de los puntos que esperaba algún día poder tocar con ella, pero dejando eso a un lado… ¡Al fin llegábamos! El viaje fue tortuoso, lento y con muchos hoyos en el camino, además las posadas eran apenas aceptables, tuve miedo de que hubiera pulgas en alguna y por ello Akane cambio las sábanas, por fortuna, no se me pego ningún bicho y ahora llegaba en integras condiciones. El corazón me latía fuertemente por la emoción. Pensándolo bien, era la primera vez que estaba tanto tiempo lejos de mis padres, no se habían sentido tan mal los últimos cinco días… pero sin duda los extrañé y fue reveladora la idea de que podía desenvolverme bien sin ellos, bastante bien, diría yo.

La tarde avanzaba cada vez más rápido, pero llegamos a la residencia de mis padres antes de que anocheciera. Al llegar a las puertas, todos los caballos se detuvieron, pero los jinetes se mantuvieron montados, me pregunté si debía salir ya mismo o si esperaba a que el lacayo me abriera, sin embargo, fue ella la que desmontó para abrirme personalmente la puerta del carruaje.

-hemos llegado –dijo, apenas más alto que un susurro –le dejaré en la residencia de sus padres hasta el día de la ceremonia –extendió entonces su mano –le doy total libertad para planear la fiesta, no se corte en ningún detalle ya que todos los gastos los cubriré yo –"era lo mínimo que debía hacer" pensé y tomé su mano para bajar del carruaje –le veré en una semana, milady.

-sí, gracias su señoría… -me acompañó hasta quedar frente a mis padres, que ya habían salido personalmente a recibirme, mi madre me abrazó y en segundo lugar mi padre, despegándole por fin los ojos de encima, no la veía con las cejas fruncidas, pero tampoco la veía con alegría. Ella se despidió haciendo una media reverencia y dio media vuelta, nosotros hicimos lo mismo, y mientras íbamos camino a la puerta…

-sí, su señoría… –es lo que alcance a escuchar, luego noté como dos guardias de los que nos escoltaron se situaron a los lados de las puertas de la entrada a la residencia, inmediatamente asocie las cosas ¿los iba a dejar custodiándome? ¿lo hacía para que no escapara? Me sentí ofendida pues ya había dado mi honorable palabra.

-su señoría –le llame mientras buscaba llegar a ella, mi padre me siguió a unos pasos, seguro pensaba lo mismo que yo - ¿Qué significa que los guardias…? –ella se detuvo antes de subir al caballo, caminó solo unos pasos, hasta hablarme muy cerca del oído, para que solo yo la escuchara.

-se quedarán para cuidarla, milady –entonces se volvió y subió a su caballo en un movimiento rápido.

- ¿no confía en mí, su señoría? –tensé la mandíbula luego de decir lo último, ya en lo alto de su caballo miró hacia abajo, hacia mí, se quedó así unos segundos, inmóvil, para finalmente darse la vuelta e irse sin decir palabra alguna ¡Pero que grosería! Dos guardias fueron tras de ella y otros guardias se fueron por otros sitios mientras el carruaje daba la vuelta y se iba –que grosería, como si… como si…

-olvídalo –dijo mi padre –será mejor que no le hagas enojar –lo regrese a ver estupefacta.

-no le tengo miedo, padre, es solo una persona y…

-hay que hablar de muchas cosas, querida.

Su último comentario me inquietó, quería entrar y saberlo todo en ese mismo instante y así fue. Entramos al salón del té y mi padre en compañía de mi madre, me contaron los pormenores de la situación, ella gozaba de todos los privilegios que pudiera brindarle la Reina y eso incluía dar órdenes sin preguntar si uno estaba de acuerdo o no, cuando se presentó mi padre ante ella, fue como si simplemente le notificaran el nuevo estatus en el que me encontraba. Así que a la reina no le importó que me hubieran robado, no la sancionó, mucho menos la castigó, al contrario, le dio un nuevo permiso y exigió el anterior permiso dado. La peor parte fue para lord Homura, con una amenaza de perder sus tierras y el joven Nagi en el calabozo, no por nada la Reina era lo que era, hizo y deshizo a su antojo solo para complacerla ¿Por qué? ¿Por qué iba tan lejos?

-el verdadero problema es que Sir Kuga maneja todo el ejército del reino y se prevé una guerra… -comentó mi padre, después de platicar el encuentro inicial con la Reina.

-me mandó una carta donde también hablaba de una guerra y… e-él también lo menciono, ¿es verdad?

-su majestad habló conmigo en privado cuando él se marchó, ella le está muy agradecida, pero más que nada, él es el estratega y quien lidera a todos los soldados, sin contar que el ejército entero le es fiel, además, toda la zona norte del reino le pertenece… puede hacer lo que le plazca y la Reina no moverá ni una pestaña… -todo lo que decía mi padre ya lo sabía, después de todo, al leer la carta fue bastante claro que era una orden de su majestad el que me case con ella y que tiene todo su favoritismo en el bolsillo, además de dinero, influencia y hechicería –solo dime una cosa…

- ¿Qué es? –le pregunte, curiosa.

- ¿es cierto que no… no te tocó cuando te robó? –lo mire atónita.

-bueno… no, no sucedió –le dije, aun con los ojos abiertos –creí que eso sucedería, pero, no…

-aunque no haya pasado –dijo mi madre –a estas alturas ya todos lo saben, si no te casas con él por órdenes de su majestad, te casas para mantener tu honor y dignidad.

-al menos puedo confiar en que tiene honor… –dijo mi padre.

-su majestad no tendría a su lado a una persona tan repugnante, comparto la opinión de su majestad, además, si estaba tan desesperado por el amor que te tiene, era la única opción que tenía, oh el amor… -mi padre y yo nos quedamos en silencio –no fue la mejor opción, pero es todo un caballero, además es joven y más valiente que el adefesio de prometido que te echaste encima.

-madre, Nagi no es…

- ¿te has olvidado de decirle como salió huyendo del palacio de su majestad? –le dijo a mi padre –díselo, le sugirieron un duelo con Sir Kuga, duelo que Sir Kuga aceptó y Nagi salió huyendo cobardemente ¿Cómo te podría haber protegido un hombre así?

-bueno… nadie en su juicio enfrentaría al caballero de su majestad… -dije, en cierto modo justificándolo.

-por supuesto –secundó mi padre –además es mucho más bajito que Sir Kuga y jamás se ha puesto una armadura, es intimidante, obviamente.

-pamplinas, ¡pamplinas y más pamplinas! –se quejó mi madre.

Ambos tenían partes de razón. Nagi es demasiado joven e inexperto como para aceptar un duelo con ella, y a ojos de todos, "el caballero de su majestad, el caballero del reino" es invencible e incomparable y nadie se atreve jamás a hablar de él, claro que tiene bien ganada la reputación, al parecer ha rescatado a personas que lo necesitaban, les ha dado empleo, un hogar, condiciones de vida aceptables, es fuerte y no parece sentir miedo ante la perspectiva de la guerra, además, nunca me hizo daño, o al menos no daño fatal e irreparable a mi integridad física.

-querida, hoy ya es tarde –dijo mi madre, después de perder el tiempo en discusiones sin importancia que, de una u otra manera, redujeron mi estrés -pero mañana mismo estará aquí la diseñadora que envía su majestad para tu nuevo vestido.

- ¿nuevo vestido? –le dije sin entender, ya habíamos mandado a hacer un vestido para la boda.

-su majestad ha insistido –comentó mi madre con júbilo.

-entre otras cosas –completó mi padre –por cierto… hay… hay algo más… -dijo él, con cierta pesadumbre.

- ¿Qué cosa? –le pregunté angustiada, no me gustaba esa expresión.

-querida, sé que ya no hay mucho por hacer a estas alturas, pero… -se quedó callado unos momentos, me estaba torturando de la angustia –cuando estuviste en su castillo… -alcé una ceja, en cierta forma, desconcertada - ¿le viste? –fruncí las cejas ¿Cómo?

- ¿Cómo? ¿de qué…? –entonces me pareció comprender a que se refería.

-tu padre quiere saber si es feo –terminó por decir mi madre y yo abrí los ojos –ya sabes, que nadie le ha visto sin el casco.

-oh… -termine por responder ¿feo? Recordé su rostro, tenía una piel blanca, suave, impoluta, con pestañas negras y unos ojos inusualmente verdes, un tipo de verde que solo se puede ver en la nobleza, un verde encantador y una boca muy bien formada, claramente no era "feo" –bueno, no hay de qué preocuparse, si le he visto en el castillo.

- ¿y cómo es? –preguntaron ambos al mismo tiempo.

-bueno… diría que es joven y… -ellos fijaron sus miradas en mí, demasiado inquietante –bueno es… bastante bien parecido –ellos parecieron respirar en paz.

-esto me estaba matando… -dijo mi padre –nunca quise que te desposaras con un anciano y mucho menos con un deforme, ¡No sabía que esperar! –de cierta forma, lo comprendía.

-no es ninguna de las dos, pero no esperes que llegue sin su armadura –él enseguida volvió a verme con los ojos bien abiertos.

Al final, la fiesta de la boda sería celebrada en el palacio y la Reina también había insistido en ello, pareciera o no, la Reina era la mecenas de esta boda y, quisiera o no, la boda sería una de las más pomposas que hubiera imaginado para mí. Al día siguiente, tal y como había dicho mi madre, la diseñadora estaba puntual para tomarme medidas, mi madre quería un vestido que llevara diamantes o perlas, pero me permití interrumpirla y pedí algo menos cargado, simplemente que se viera elegante, de un blanco inmaculado y detalles en hilo de oro, tal vez algunos brillantes en el borde del escote, pero que no sobrepasaran la estética de la pieza. La diseñadora tomó notas y se dispuso a tomar medidas y unas horas después de aguantar los comentarios de mi madre, se marchó. Esta situación me hacía preguntarme ¿qué usaría ella para la ceremonia…? Una armadura, por supuesto, si no, no habría boda… ¿solo a mí me parece un desperdicio arreglarme tan finamente para la ceremonia y que ella llegue en una armadura? Que no te importe, me dije, que no te importe.

Por la tarde, a la hora del té, llegó mi amiga más cercana quien al parecer estaba viviendo un suplicio al aun no saber de mi seguridad y que obviamente estaba al pendiente para saber en qué momento yo aparecía… además de estar al día con los chismes.

- ¡Oh no puedo creerlo! ¡Estás viva! Dime, ¿a qué sucias perversiones te sometió ese degenerado? –abrí la boca para contestarle que no había sucedido nada, pero siguió hablando - ¡No! ¡no me lo digas! Seguramente no existen palabras decentes para explicar su lujuria… -siguió en tono dramático.

-Haruka, no pasó nada de eso…

-ya sé que te resistes por tu dignidad, ninguna dama de nuestro estatus aceptaría tan fácilmente las barbaridades que debes haber vivido, pero no te preocupes, yo salvare tu honor, ¡le plantare la cara en cuanto vea a ese lascivo y depravado!

-Haruka… otra vez exagerando… -después de un rato de escuchar sus alucinaciones de siempre, que como ya era costumbre eran fantasiosas e infundadas, pude explicarle la situación.

-entonces ¿estás diciendo que te robó para casarse contigo? ¿está enamorado de ti? –yo me quedé en silencio ¿enamorada? Me sentí nerviosa.

-no, claro que no lo está… aún no sé por qué, pero…

- ¿y qué otra cosa puede ser? –no podía ser posible porque ella es mujer y, bueno, no sé qué demonios pasaba con ella, no sé qué demonios piensa.

-no lo sé Haruka, pero no digas tonterías –discutíamos sobre ese punto cuando el mayordomo se presentó en el salón con flores y unos estuches de madera.

-milady, el lacayo de Sir Kuga ha traído esto para usted –eran flores rojas, fragantes y muy llamativas.

-gracias, deje todo en la mesa –una vez que el mayordomo salió, Haruka brincó de su asiento para ir a tomar el estuche y extendérmelo.

-ábrelo –dijo en casi una orden. Exhalé y abrí los estuches, eran unos pendientes con diamantes y rubíes junto con un anillo que era, claramente, el mencionado anillo de compromiso faltante –hay que admitir que el pervertido tiene buen gusto –me quedé en silencio por unos momentos mientras tomaba el anillo, me sentía un poco reacia, pero al final me lo coloqué donde se suponía que debía ir, sin embargo ¿Por qué mandaba otro obsequio? Ya estábamos oficialmente comprometidas, no entendía o… tal vez no quería entender.

-sí… tiene buen gusto… cuando estuvimos en su castillo me hizo unos cuantos obsequios más…

- ¿haz olvidado algo que te haya dicho, de casualidad? Algo como ¿amor eterno y así? –comentó con sarcasmo y yo suspiré.

-no dijo nada parecido… de hecho… hay muchas cosas que quiero preguntar, pero… es difícil.

- ¿Por qué es difícil? –yo volví a suspirar con pesar.

-porque tiene mucho poder y… de cierta manera, temo que se enoje… -Haruka fue la que suspiró ahora –le pregunté porque me robo y simplemente me contestó dándome el permiso de su majestad… me propuso un trato para que aceptara…

- ¿Qué trato? –siguió ella, curiosa.

-me pidió que nos casáramos y si para cuando estalle la guerra no estoy feliz, fingirá su muerte, liberándome del matrimonio.

- ¡oh santos cielos! ¡Pero qué barbaridad! Y… que románticamente atrevido… prefiriendo la muerte a que no seas feliz… ¿Qué más declaración puedes esperar?

-no seas tonta, solo fue para convencerme, pero no es así, la Reina prácticamente me ha ordenado desposarme con Sir Kuga, sabía que yo no tenía opción, no existe realmente algo tan absurdo.

-pero ¿Él sabe lo que la Reina decía en la carta? De no ser así, la proposición puede ser real.

-aun así, no fue claro desde el inicio… -ella suspiró.

-entonces pregúntale… -dijo ya, cansada.

- ¡Te he dicho que no puedo hacerlo!

La discusión se alargó hasta que ya era de noche y tuvo que retirarse a la casa de su esposo. Aunque no admití ninguna de sus opiniones donde aseguraba que el motivo del secuestro y la sucesiva "propuesta" de matrimonio, eran debido a que tenía sentimientos amorosos por mí, en mi interior si albergaba la duda, ya que encontraba cierta coherencia en los hechos que me hacían pensar que había sentimientos de por medio.

Al día siguiente, vinieron algunos emisarios del palacio para preguntar los colores que se usarían en el decorado, la cubertería, la mantelería, además de preguntar detalles y más detalles de los platillos, las sopas, los bocadillos, el pastel, las bebidas y algunas cosas más que me dejaron agotada y, a la hora del té, llego puntualmente Haruka para ponerse al corriente de las eventualidades.

-quizás esta demás esto, pero ¿ya acordaron donde vivirán después de la ceremonia? –la miré sin palabras y los ojos bien abiertos.

-no… pero supongo que viviremos aquí ¿verdad? –ella se encogió de hombros.

-no lo creo mi estimada… -me quedé en silencio. Cuando estaba en su castillo sabía que en algún momento volvería a ese casillo, pero ¿nos quedaríamos o regresaríamos? ¿o planeaba llevarme a otro lugar? –lo lógico es que te lleve a su castillo y ahí pases el resto de tu vida hasta que alguno de tus hijos sea lo suficientemente mayor como para ir a la capital y comprometerse, así como fue para nosotras.

-pero tú te has quedado aquí –le dije, manteniendo la esperanza.

-eso es porque mi esposo tiene un trabajo con la canciller.

-él protege a la Reina, es obvio que se quedará –ella terminó aceptando.

-tienes razón, entonces no nos dejaremos de ver –conluyó con una sonrisa.

-tonta, me asustaste –e igual que ayer, el mayordomo apareció en el salón.

-milady, un joven lacayo viene con instrucciones de Sir Kuga, ¿le permito la entrada o lo despido? –ambas nos volteamos a ver, no esperábamos nada como eso.

-déjalo pasar –el mayordomo entonces dio paso a un muchacho nervioso.

-muchacho, ven, apresúrate –le dijo Haruka, adelantándose a lo que yo dijera.

-milady –dijo él al estar frente a mí –tengo precisas instrucciones de su señoría, de entregarle éste presente en su nombre y en sus justas manos, milady –extendió las flores y otro estuche mientras se inclinaba ante nosotras.

-oh, pero que detalle –exclamó Haruka con humor.

-gracias –le sonreí al muchacho y tomé los obsequios.

-jovencito –le llamó el mayordomo –ya cumplió con sus órdenes, puede retirarse –el mayordomo era muy estricto.

-sí señor –entonces salió del salón con prisa y Haruka no demoró en hacer aspavientos para que abriera el estuche. Al abrirlo encontramos dos brazaletes con diamantes y rubíes, parecía obsesionada con los rubíes.

-oh, ese pervertido… rojo como el color de la pasión romántica y desbordada, ya lo veo, debe arder en deseos lujuriosos, yo sé lo que te digo –por alguna razón, no quería saber porque ella lo aseguraba.

-no seas tonta, hacen juego con mis ojos, igual que los pendientes de ayer.

-eso es muy simple querida.

Gracias a ese nuevo obsequio Haruka no quitaba el dedo del renglón, asegurando que ella sentía por mí un apasionado romance capaz de derretir el hielo en pleno invierno. De este modo, mis dudas crecían. Al día siguiente volví a tener que estar presente para la primera y apresurada prueba del vestido nuevo, posteriormente vino otro emisario de su majestad, pidiendo el escudo de mi familia y tuve que sentarme con mis padres para escucharlos decirme lo que pasaría en la ceremonia, esto, según ellos, para que estuviera preparada. A la hora del té volvió Haruka, e insólitamente, siempre que estaba ella llegaba otro obsequio y ella no paraba con su fantasioso romance, algo que trataba de acallar y restar importancia. En los subsecuentes días fue casi lo mismo, los emisarios de su majestad se detuvieron, pero la diseñadora volvió unas cuantas veces, Haruka vino cada día a presenciar el obsequio que me llegaba casi a la misma hora, entonces, tres días antes de la ceremonia, se me ocurrió algo.

-sabes, ya que me ha dado tantos obsequios… yo también le daré una sorpresa –le dije a Haruka, ella se llevó las manos a la boca.

-santo cielo ¿Qué planeas hacer, mujer impúdica? –la mire con los ojos entornados.

-le voy a comprar un anillo.

-oh… claro, un anillo –creo que lo que dije no era lo que ella estaba pensando.

-me acompañaras mañana por la mañana, no puedo salir a ningún sitio a solas y si voy contigo nadie sospechara.

-bueno, sírvete de mí, querida.

El tiempo era valioso en estas circunstancias, así que debíamos ir con el artesano cuanto antes. Al día siguiente, por la mañana, puntual como ya era costumbre, Haruka llegó para llevarme a comprar el anillo, tenía suficiente dinero para comprar una joya bastante respetable, por desgracia el artesano no tenía ningún anillo acorde a lo que yo requería, así que tenía que hacer uno completamente nuevo, era demasiado precipitado, pero con un pago extra aceptó el trabajo, dejé pagado y le encargué a Haruka que lo recogiera mañana antes de la ceremonia.

Después de hacer el encargo al artesano regresamos a la residencia y llegamos justo a tiempo para que llegara la diseñadora con el vestido, para probármelo una última vez y ver si ya era: "perfecto". El resultado de aquella prueba fue que todo ya estaba en su sitio con la prenda y pasamos la tarde juntas, a la hora del té se nos unió mi madre, ambas concordando en sus opiniones de que Sir Kuga debía estar "enamorado", y, el obsequio que mandó esa tarde no hizo menos que darles más cuerda en sus elucubraciones.

-oh querida –dijo mi madre –eso es toda una fortuna, Nagi te envió joyas, pero esto… es un tesoro.

-mi marido jamás me regalo alguna joya antes del matrimonio, es un tacaño.

-tu marido no es el caballero de la Reina, querida.

- ¿Por qué… habrá enviado tantas piezas? –pregunté, pero la pregunta era más para mí misma.

- ¿Cómo para qué? –dijo mi madre -seguramente desea que las uses el día de mañana, cielo.

-sin duda, es obvio si las manda un día antes de la ceremonia –completó Haruka - ¿o ya tenías unas que querías usar?

-bueno… me ha dado tantas que no se cual elegir… esperaba que me ayudaras, madre.

-querida mía, esto soluciona el problema.

Pasamos el resto de la tarde hablando sobre el vestido, las zapatillas y las joyas, hasta que después de la cena, por fin se marchó Haruka. Yo subí a mi habitación para por fin descansar, Youko me estaba terminando de colocar mi ropa para dormir cuando mi madre se asomó por la puerta de mi habitación y despachó a Youko, después de preguntarme como me sentía y confirmarle que estaba tranquila, al menos hasta ese momento, entonces me dijo que debía hablarme de la noche nupcial y lo que ello conllevaba, sin duda los libros que ella leía me parecían escandalosos, pero nada como lo que mi madre vino a mencionar ¿era real lo que decía? ¿era de esa forma? Oh santos cielos… ¡Definitivamente no se va a poder! Claro que eso era un alivio porque no me hacía a la idea de que algún sujeto introdujera algo entre mis piernas, pero también era preocupante.

Al terminar la charla prenupcial se retiró de mi habitación y me dejó con más dudas e intranquilidades de las que tenía. Haruka nunca había querido hablar del tema, solo decía: "cuando llegue el momento te compartiré todos mis secretos", pero ¿Qué clase de mórbidos secretos podrían ser?, asquerosos, por cierto. Me senté en la orilla de mi cama y suspiré ¿Qué podía esperar en la noche de mañana? Cuando antes había dicho que no había de que preocuparse, creí que era debido a algo desconocido que sucedía en el proceso, pero ahora… ¿ahora qué? Jamás habrá herederos, o al menos no había alguna forma físicamente posible. "No hay nada de qué preocuparse" volví a recordar y suspiré. Mañana sin falta pediré explicaciones y de ser necesario… solicitare la anulación del matrimonio y la Reina no podrá negarse. Sí, definitivamente esa es la solución a todo este enorme conflicto.

Abrí las colchas, me quité las zapatillas y me acosté. Tuve una noche inquieta, despertando cada cierto tiempo. Desperté cuando amaneció y volví a cerrar los ojos. Horas más tarde Youko entró para despertarme, pero yo ya estaba consciente tratando de volver a dormir, algo que ya no tenía caso alguno. La ceremonia tendría lugar a medio día, así que luego de levantarme comenzaron los preparativos, en primer lugar, una ducha a profundidad con sales aromáticas y pétalos de rosas blancas. Después me secaron con cuidado la piel y cepillaron mi cabello. Me colocaron las zapatillas de color blanco con pedrería y luego me vistieron un blusón. Posteriormente llego la diseñadora para ataviarme personalmente el brial ceremonial, lucia impecable y brillante, tenía grandes bordados de hilo de oro en las orillas de la falda, brocados en la orilla del escote que se pronunciaban hasta debajo de los senos, y la blusa interior también llevaba bordados, había hilo de oro en las orillas de las mangas largas y bordados muy elaborados en las mangas interiores, sumado a ello, la diseñadora colocó un delicado cinturón de oro para sujetar la pieza y que se hiciera énfasis en caderas y cintura. Era algo pesado y llevaba grandes rubíes, alcé las cejas sorprendida al mirarlo ¿sería parte del vestido? Parecía que sí.

Luego, Youko se aproximó con las joyas enviadas el día de ayer, dispuestas en el cofre en las que fueron enviadas. Entre mi madre y la diseñadora colocaron los brazaletes, solo hasta ese momento note que unos iban sobre el codo del brazo y otros en las muñecas, siguieron con los pendientes, los dos anillos que venían en el cofre y completaron el resto de los dedos desnudos con todos los anillos que ya había enviado más uno que agregó mi madre de mi propia colección, dejando el colgante para el final, que estaba conformado por un entrecruzado de cadenas de oro y diamantes, con uno de mayor tamaño en la parte central.

-estas casi lista –dijo mi madre - ¿Cuánto tiempo nos queda Youko?

-es casi la hora milady –abrí los ojos con sorpresa ¿tan rápido había pasado el tiempo? Pero si aún no llegaba Haruka con el anillo.

-entonces pongámosle ya el tocado de flores.

Como último detalle, colocaron una corona de flores blancas sobre mi cabeza, en la que iba entrelazada una tela ligera y transparente que cubría una parte del largo de mi cabello. Con ese último arreglo puesto, las cosas comenzaron a acelerarse. Salimos de mi habitación, bajé las escaleras y mi padre ya se encontraba esperándome, se notaba nervioso, pero sonrió al verme. Él, mi madre, Youko que llevaba el ramo y yo, subimos al carruaje. Mi corazón comenzó a agitarse cuando oí al cochero incitar a los caballos a jalar el coche. La iglesia estaba tan cerca, pero me pareció un viaje largo y angustiante ¿Dónde estaba Haruka? Cerré los ojos cuando oí que el cochero ordenó a los caballos detenerse. Bien, puede ya arruinarse el momento y la sorpresa, pero, aunque sea tarde se lo daré.

Respiré hondo cuando la puerta fue abierta, mientras mi padre salía del carruaje pude ver a toda la concurrencia, había mucha gente incluso fuera del recinto. Mi padre extendió su mano y yo la tomé para salir del coche. Sentí inmediatamente la mirada de todas las personas frente a mí y a lo lejos, al final del camino, en el interior del recinto, identifiqué su figura al lado de su eminencia. Sentí algo en el estómago y tensé los músculos. Me preparaba para dar el primer paso y vi como una cabeza de rubios cabellos pasaba con prisa e ingresaba al edificio. Haruka. Respiré hondo y comenzamos la caminata a través de todos los presentes, sobre el camino de flores que dejaban un par de niños. Conforme me acercaba a ella y detallaba su figura un estremecimiento me recorrió. Lucia tan… deslumbrante e imponente. Sabía que llevaría puesta una armadura, pero ahora veía que me había equivocado, ya que no por ello lucía mal en absoluto.

Llevaba puesta la armadura de acero templado en verde que ya había visto en su castillo, de un brillante verde esmeralda con grabados en oro que delineaban las orillas de las piezas que más se notaban, casco, hombreras, brazales, guantes y pierneras; había zonas del cuerpo donde era imposible que hubiera una pieza de metal, en ellas se notaba una cota de maya dorada ¿sería realmente de oro? Sobre la mayoría de la armadura llevaba una túnica blanca con el escudo de su familia en tinta verde y para sujetarla, llevaba cinturones con remaches de oro, cinturones que cargaban dos llamativas y muy decoradas espadas, esto sin olvidar la capa en verde oscuro y bordados de hilos de oro. Toda su indumentaria estaba en la misma frecuencia de colores, el plumero de su casco era largo y esponjoso en tono blanco, sobre sus hombros una piel de pelaje blanco, rematando todos sus accesorios con una lustrosa medalla sobre su pecho, de oro macizo con diamantes y esmeraldas.

Me fui acercando hasta que inevitablemente llegué frente a ella, me parecía que se notaba unos centímetros más alta que antes ¿sería por la armadura? Mi padre tomó mi mano y la traspasó a la suya, de momento me quedé mirando la ranura de su casco, donde debían estar sus ojos. Una de las cosas que me atraían del caballero de su majestad era el misticismo que le envolvía al jamás mostrarse, pero ahora, sabiendo la persona que había debajo del casco, deseaba ver sus ojos. Ella giro a ver a su eminencia y yo le seguí.

-con el permiso de su majestad –comenzó el hombre -la Reina Mashiro Kazahana, soberana de Fuuka, hija del alba que gobierna sobre el cielo, la tierra, el mar y más allá de lo que los ojos alcanzan a ver, comenzaré la ceremonia de matrimonio.

-proceda, eminencia –oí decir a su majestad tras de mí.

-su señoría Sir Kuga, de la venerable casa Kuga, señores de las tierras en el norte, caballero líder de la guardia real y fiel caballero personal de su majestad la Reina, ¿promete respeto, fidelidad y amor eterno a Shizuru Fujino, de la honorable casa Fujino, señores de las tierras surestes, hasta que llegue el fatídico día en que la muerte se lleve su alma? –con un movimiento de su cabeza indicó que sí -su señoría, lady Shizuru, de la honorable casa Fujino, señores de las tierras surestes y vasallos leales a su majestad, ¿jura lealtad, aceptación y entrega a Sir Kuga, de la venerable casa Kuga, grandes señores de las tierras del norte, hasta que llegue el momento en que las divinidades recojan su alma?

-lo juro, su excelencia –contesté yo, de forma firme y aparentemente sin dudas. Oí cerca como la armadura de Sir Kanzaki hizo pequeños ruiditos mientras se aproximaba, se paró a un lado de ella y abrió un estuche en el que había un añillo muy delicado, parecía ser de oro, pero tenía delgadas vetas en amarillo, blanco y rojo, dándole un tono muy inusual, tenía talladas unas flores con pequeños diamantes rodeando a una piedra inusual, más grande en el centro, de un tono blanco y matices iridiscentes, además, por dentro del anillo había unos grabados que no alcancé a leer. Lo tomó en sus dedos, extendió su mano hasta tomar la mía y deslizarlo hasta su justo sitio, encajando sin dificultad. Era una curiosa elección de anillo y tenía ganas de preguntar, sin embargo, entendía la situación y no podía hacerlo ahora, pero me le quede mirando unos momentos. Respiré profunda y pausadamente, era mi turno y esperaba que Haruka estuviera atenta, gire lentamente y ya estaba la rubia a mi lado, sentí un brinco en el corazón y ella abrió el estuche, me tranquilicé al ver la sortija tan perfecta como había imaginado que fuera. Le di el ramo a Haruka y tomé la joya al mismo tiempo que sujetaba su mano enfundada en el guante… ah, no esperaba eso… ¿ahora qué? Le mire entonces, queriendo atravesar la oscuridad de su casco para decirle que se quitara el guantelete.

-Sir Kanzaki –dijo en voz baja –ayúdeme con el guante.

-si su señoría –el aludido se apresuró a quitar la pieza y pude continuar con lo que me proponía. El anillo tenía un intrincado patrón tallado que rodeaba a varios pequeños diamantes de corte asscher, una mezcla muy proporcionada entre delicadeza y robustez. Esperé en verdad que fuera la talla adecuada, por lo que cuando lo deslicé en su dedo sin problemas respiré con tranquilidad. Entonces el mismo sujeto volvió a poner el guantelete, Haruka regresó el ramo a mis manos y su excelencia continuó luego de carraspear.

-por el poder que me confieren las sagradas deidades supremas, declaro a los contrayentes, unidos en virtuoso e inmaculado matrimonio.

Emití entonces, un corto suspiro. Ahora que oficialmente nos habíamos desposado, no lo podía creer, no sentía nada diferente, siempre imaginé que algo en mi interior cambiaria pero la sorpresa es que no hubo un cambio, simplemente me sentí más tranquila ya que con esto terminaba la ceremonia. Respiré profundamente mientras nos girábamos a ver a la multitud que aplaudía. Ella se giró a ver a la gente, noté como respiró muy profundamente e hinchó su pecho aun dentro de la armadura. Deseaba tanto poder ver su rostro para imaginar o sospechar que estaba pensando o sintiendo… tal vez, lo más obvio es que estuviese complacida, ahora que había logrado su objetivo, sería lo mínimo posible ¿no? Me sentí repentinamente molesta, se había salido con la suya, aunque no la odiaba realmente, sentí cierta punzada de molestia.

- ¿estas feliz? –le pregunté en cierto tono neutro, no quería dar a conocer mis emociones, pero si quería satisfacer mi curiosidad. Giró levemente el casco hacia mí, sentí su mirada y ya que no podía ver sus ojos, miré al gentío.

-más feliz de lo que alguna vez soñé que estaría… -por alguna razón que no comprendo, mi corazón brincó.

- ¿aunque sea solo por unos meses? –le dije, con la intención secreta de fastidiarle un poco.

-aunque fuese solo por unos días… -mi corazón latió apresuradamente ¿Qué locuras estaba diciendo en público? Sentí que me iba a sonrojar. Iba a llevarme la mano al pecho, pero me detuve, aun cuando sintiera que mi corazón iba a salir corriendo de mi cuerpo.

-su señoría –dijo su eminencia tras de nosotros –si me permite decirlo… -pero ella no dijo nada, insinuándole así que podía continuar -deben ahora salir e ir al banquete.

-claro –dijo en voz baja. Soltó mi mano momentáneamente y la puso sobre su antebrazo derecho, aun mirando en mi dirección - ¿lista?

-por supuesto –entonces comenzamos el largo recorrido hasta la entrada del edificio, caminado una vez más sobre los pétalos esparcidos mientras la gente a nuestro alrededor lanzaba más pétalos, esta vez, como era la tradición, rojos. Al alcanzar la salida, más gente comenzó vitorear mientas lanzaba pétalos al tiempo que llegó un carruaje nuevo deteniéndose en la entrada, era grande y ostentoso, supongo que ahora ese sería el carruaje oficial que usaríamos. Pronto, nos dispusimos a caminar hacia él, pero la gente, más que nada soldados que también habían asistido, comenzaron a aclamar que me llevara en su caballo.

- ¡su señoría, llévela en su corcel! –dijo alguno - ¡levántela en brazos! ¡llévela en su corcel como todo un caballero! –decían unos y otros. Abrí la boca por la sorpresa y ella giró a verme. ¡Imposible! Me dije, no podría cargarme trayendo todo eso encima, pero se agachó un poco y de un movimiento rápido me cargo en sus brazos ¿Cómo podía ser? ¡era físicamente imposible!

-no te preocupes –me susurró muy de cerca, mientras le pase un brazo por los hombros. Entonces alguien trajo su caballo que llevaba puesta una armadura en juego a la de ella, me puso sobre el caballo e imaginé que el animal no soportaría tanto peso, pero sí que lo hizo, nos cargó a mí y a ella, después tomó las riendas, las agitó y el animal salió a todo galope en dirección al palacio de su majestad, mientras atrás, la gente gritaba de admiración. Todo había pasado tan presuroso y tan increíblemente que mi corazón ya no podía ir más rápido.

Me apreté más a sus hombros mientras el caballo continuaba el trote hasta que finalmente llegamos a las puertas del palacio, superando a todos en la iglesia. Desmontó primero y me ayudó a bajar mientras unos lacayos se aproximaron a nosotras. Aunque habíamos llegado incluso antes que su majestad, ya había ordenes por lo cual nos guiaron hasta el interior del castillo. Donde usualmente eran las audiencias, estaba todo modificado y decorado finalmente para la recepción. Donde usualmente estaba el trono, seguía el mismo, pero estaban dispuestas varias sillas a su lado y una gran mesa. Los lacayos nos indicaron esperar hasta la llegada de su majestad, así que entramos a un salón conjunto, donde se podía tener un poco de privacidad al cerrar la puerta. Fue así como se quitó el casco y sus cabellos oscuros cayeron sobre el blanco pelaje.

-bueno… -dijo ella –pues ya estamos aquí.

-sí… aquí estamos… -se hizo un silencio que no concordaba con el alboroto anterior.

-Shizuru… -me llamó y en consecuencia respondí.

-Sir Kuga… -ella respiró profundo y se pasó la mano por la frente.

-cuando estemos en privado… puedes llamarme Natsuki… -abrí los ojos con impresión.

-es la primera vez que escucho tu nombre.

-sí… se ha ido olvidado… ha sido en parte a propósito… -fruncí las cejas.

- ¿por…? –tocaron la puerta, interrumpiendo; ella se colocó el casco y permitió entrar al lacayo.

-su majestad ha llegado y la gente ya está entrando, por favor su señoría, colóquense al lado de su majestad.

Ella asintió y me extendió su mano para colocar la mía en su antebrazo. Salimos y recorrimos una larga alfombra azul hasta llegar al lugar de su majestad la Reina, donde ella ya se había posicionado como invitada de honor, en el centro; entonces le dimos una reverencia y fuimos a sentarnos a su lado. Mis padres se sentaron en el lado opuesto. Pasó algún tiempo en lo que la concurrencia se situaba en los largos comedores que abarcaban la totalidad del extenso salón, fue entonces cuando su majestad se puso de pie y sonaron las trompetas para acallar al gentío.

-es para mí un honor, ofrecer una recepción digna para la fiesta que celebra el matrimonio de mi más leal sirviente con una de mis más queridas familiares –toda la afluencia aplaudió animadamente, con aceptación por sus palabras. Al terminar los aplausos imaginé que las cosas seguirían su curso, pero sorpresivamente, mi, ahora esposa, se puso de pie a mi lado e hizo una señal a alguien. Todo el público guardo silencio, expectante. A lo lejos, un muchachito llegó presuroso con una caja de madera de tamaño considerable, paso por detrás de nuestros asientos hasta estar a nuestro lado y le extendió la caja.

-deseo darte un importante obsequio –dijo en voz baja y me llevé una mano al pecho, sorprendida; abrió la caja y, se mostró ante mí y todos los asistentes, una espada con una funda de oro y rubíes. La sacó de su sitio y me la extendió, me levanté nerviosa y extendí los brazos para tomarla, entonces se aproximó más a mí –deseo que con esto comprendas cuanto te respeto y que deseo te mantengas intempestuosa, firme ante mí y ante todos, que jamás te doblegues, ni siquiera ante mí –entonces la soltó en mis manos.

-gracias –era curioso que dijese aquello, cuando me había visto obligada a casarme con ella, o quizás ¿ella de verdad pensaba que no había habido ninguna presión por desposarme con ella? De ser así, tendrían sentido sus palabras, de ser así, significaba que respetaría mi voluntad cuando llegara la guerra y ella tuviera que marcharse, ya fuera para volver porque yo lo quisiera o, no volver.

- ¡empúñela! ¡empúñela milady! –oí a lo lejos, jamás había tomado una espada en mis manos, pero hice el esfuerzo y la saqué de la funda, la hoja brilló y la concurrencia pareció complacida, entonces volví a guardarla en su funda y tuve la intención de depositarla en el estuche de madera.

-no… -dijo ella, extendió la mano y vi como el chico ponía un cinturón en su mano, un cinturón similar al que sostenía sus dos espadas. Se aproximó más y ante los ojos de los espectadores me ayudó a colocármelo, de modo que la espada se quedó conmigo el resto de la celebración.

- ¡Que comience el banquete! –exclamó su majestad.

Entonces, el ejército de sirvientes comenzó el ir y venir de la comida y bebida, a nosotros nos atendieron sirvientes diferentes a los de la concurrencia, pero no por ello los invitados fueron desatendidos. Solo entonces se me ocurrió pensar, mientras volteaba a verla, ¿Cómo va a comer sin quitarse el casco? Bueno, la respuesta fue sencilla, simplemente no probo bocado alguno, ni un trago del vino que se sirvió, debía ser difícil no tocar la comida cuando tanta gente estaba disfrutando de los exquisitos platillos que había proporcionado su majestad, más aún cuando es tu propia boda.

- ¿no tienes hambre? ¿Por qué no levantas un poco el visor y…? –pero ella negó –si no comes nada te verás muy… extraño para los demás.

-la gente siempre habla, pero no significa que sirva de algo –tenía lógica si tomamos en cuenta que las opiniones no tenían valor frente a su poder.

-por cierto –le dije, mientras cortaba el filete que me habían puesto - ¿Cuánto va a durar la fiesta? ¿nos quedaremos aquí o…?

-solo hasta la media noche –dijo ella y yo me sorprendí, mis padres solían decir que la fiesta de mi boda duraría días así que asumí que esta fiesta sería igual –después nos marcharemos a mi castillo.

- ¿al castillo? –junto con Haruka había supuesto que nos quedaríamos en la ciudad y ahora, todo cambiaba… un cambio inesperado que no sabía de qué manera tomar ¿sería bueno alejarme de mis padres? ¿de la seguridad que su presencia me daba? Estar… ¿por completo a su merced…? - ¿y… tus deberes con su majestad?

-me ha dado treinta días de descanso, así que los pasaremos allá, así tendremos tiempo para… conocernos más –tragué saliva y sentí que algo descendió por mi espalda, una especie de escalofrío.

-e… entiendo –entonces me apresuré a continuar con mi platillo. Me sentí insegura, pero traté de no profundizar en aquellos pensamientos, además, ciertamente, ya que estoy en su poder, puede hacer lo que ella quiera conmigo y quizás solo su majestad podría intervenir… pero no estoy segura de que quisiera hacerlo.

Bueno, se realista, quizás pasaremos la noche viajando, así que por lo menos, el día de hoy me salvaría de la noche nupcial y lo que ello involucra. Respiré tranquila y bebí algunas copas de vino mientras los eventos en la fiesta transcurrían. Hubo músicos, juglares, artistas haciendo actos de malabarismo con fuego y cuchillos, bailes e incluso una pequeña representación teatral. Luego llegó el momento donde por fin pude hablar con Haruka y lo primero que hice fue regañarla por no llegar a tiempo, ella se disculpó y le platiqué que me marcharía a la media noche.

-no puede ser ¿tan pronto? –asentí, entendiendo lo que sentía –así no podré darte mis consejos de alcoba –se lamentó. La mire con ojos entornados.

-esa noche aún dista para suceder…

-no importa, lo mejor que puedo decirte es que te relajes y te quedes floja, dolerá, pero…

-oh santo cielo, detente, no quiero escuchar eso de ti.

-escucha, parece raro, pero en realidad… -continuó ella.

- ¡Ahora se partirá el pastel! –se escuchó fuertemente a la distancia.

-cállate Haruka y acompáñame, quiero comer por lo menos tres rebanadas de mi pastel de bodas –Haruka me siguió hasta la mesa donde me sentaba y pedí una silla extra para ella, suponiendo que no importaría que mi amiga estuviera a mi lado en la mesa principal, pero no anticipé lo siguiente.

-Sir Kuga –dijo ella –es un honor por fin poder presentarme, soy Haruka Suzushiro, amiga de su esposa –pero ella no contestó nada y solo asintió con la cabeza.

-Haruka, no estés molestando, toma vino –le dije, para mantener ocupada su boca.

-no estoy molestando ¿verdad Sir Kuga? Por cierto, quería preguntar, ¿usted ama a mi amiga? –soltó ella y yo casi pego un grito.

-Haruka querida, por favor, no le presiones –le dije con voz suave, pero quería arrancarle la boca.

-oh querida, solo quiero saber, es natural, no te lo ha dicho ¿verdad? Solo quiero saber si es por eso que te… ¡Ah! -tuve que pisarle un pie.

-pero que alegría, ya viene el pastel, es tan hermoso ¡y que decorado! –comenté mientras ella apretaba las manos y se lamentaba –por favor, tráigame otros dos –le dije al muchacho que traía el servicio.

-que sean tres –comentó adolorida Haruka. De alguna manera, logré callar a Haruka y mantenerla alejada hasta que Natsuki tuvo que levantarse por algún motivo y salir del salón, entonces regañe a Haruka una vez más –por cierto, ¿Qué te dijo cuándo te dio la espada? –comentó, llevándose pedacito tras pedacito de pastel con un pequeño tenedor.

-varias cosas… -le dije, saboreando el pastel –que me respeta y que me mantenga fuerte.

- ¿no te dijo que te ama? En verdad que estaba segura de que eso te había dicho.

Si bien una declaración de amor habría sido igual de sorprendente, lo que había dicho era quizá, lo que más necesitaba escuchar en ese momento. El resto de la noche lo pase intentando que Haruka no se acercara suficiente y descubriera su verdadera identidad, aunque seguramente ella estaba acostumbrada a evadir gente. Sin embargo, a la media noche sonaron las trompetas y todo mundo detuvo lo que estaba haciendo para girar sus cabezas en nuestra dirección. Yo sentí un repentino palpitar. Su majestad se puso de pie y habló a la concurrencia.