Capítulo 11.

-Shizuru, ya ha comenzado, acabo de dar órdenes exactas, solo haz lo que te pido y todo estará bien.

- ¿ha comenzado? –le dije, después de quedarme sin reaccionar por unos segundos que me parecieron muy largos - ¿Qué ha comenzado?

-el ataque, debes irte, ya están arreglando todo, te iras al castillo inmediatamente, ahí estarás completamente a salvo, yo debo ir al Este, al puerto.

- ¿ataque? ¿ahora? ¿en este momento? –ella pareció un poco estresada en ese momento, pero contestó con calma.

-sí, he dado órdenes, si tus padres deciden ir contigo depende de ellos, de todos modos, he mandado por ellos, pero lo que sea que decidan, te vas ya, ¡ahora! ¿comprendes?

-sí –entonces volteé a los lados, sin saber qué estaba buscando o si buscaba algo.

-debo irme, te mantendré informada –entonces me dio un beso en los labios y caminó hacia la puerta, ya en el marco se detuvo y volteó a verme –recuerda siempre el amor que tengo por ti –entonces salió de la habitación.

Yo me quedé unos segundos de pie, sintiendo que algo me apretaba el estómago. Me había robado el aliento, pero no sabía si era por mis sentimientos por ella o por la situación… honestamente creo que eran ambas cosas impactándome al mismo tiempo, su resolución, su declaración tan honesta y directa removía todos mis sentimientos… y la situación presente me hacía aletargarme aún más. Me senté en la cama para digerir lo que estaba pasando, sus palabras, su forma de decirlo, su voz, la convicción en sus ojos… ¡No hay tiempo para esto!

Me levante de inmediato, volteando a ver la habitación, debía cambiarme, debía guardar algunas cosas. Me dirigía a llamar a las doncellas y de pronto por la puerta entraron Youko, Akane y Erstin, todas apresuradas y un poco nerviosas.

-milady, su señoría ha dado órdenes –dijo Akane, apresurada y angustiada.

-lo sé, vístanme, rápido, además hay que guardar las alhajas y unos cuantos vestidos –le decía, mientras me quitaba el camisón y ellas se movían frenéticas por la habitación.

-ya estamos en eso milady –dijo Erstin, que entraba a mi vestidor.

Sin embargo, solo unos segundos después, mientras me colocaban el vestido, entró el resto de las doncellas y entre todas sacaron prenda tras prenda, colocando todas las cosas en los baúles, con rapidez y efectividad, de este modo en solo unos cuantos minutos las cosas quedaron empacadas y llamaron a los lacayos para que las subieran al carruaje. Pero, para mi sorpresa, no solo subió personal del servicio, también subieron guardias a bajar los baúles, estaba tan sorprendida que casi olvido lo que estaba a punto de hacer.

-milady, ya todo está listo, debemos partir –me dijo Akane, presurosa.

-lo sé, solo espera un poco –entonces, en medio del caos fui al escritorio de la habitación y escribí de forma rápida una nota para Haruka, invitándola a venir al castillo, seguramente Natsuki no se negaría, ya después me preocuparía por lo demás. Al terminar la nota doblé la hoja –por favor, ve que alguien se la llevé a Suzushiro.

-se lo encargaré al mozo, mientras baje y suba al carruaje.

Entonces salimos presurosas, yo corrí por los pasillos y bajé las escaleras lo más rápido que pude, al llegar al recibidor pude ver como ya estaba el personal esperándome al pie de la puerta, con un sequito de guardias alrededor. Salí para subir al coche, entonces noté que no era solo uno, eran dos coches y todo el personal estaba reunido ahí mismo.

-milady, en cuanto usted lo diga partimos –me dijo Youko.

-solo unos momentos en lo que regresa Akane –pero ni bien termine la frase la aludida llego por detrás de la casa.

-está hecho milady –todo el personal volteó a verme entonces.

- ¿ya no falta nadie? –pregunté y todos se miraron entre sí.

-nadie milady –yo asentí, mirando a todas las doncellas, las mujeres de la cocina, los guardias y los mozos de cuadra.

- ¿también nos acompañarán los caballeros? –le pregunté a uno de los guardias, hombres al servicio de su majestad.

-su señoría nos ha ordenado escoltarla hasta sus tierras mi señora, tenga por seguro que llegará así se desate una tormenta –me dijo con cierta solemnidad.

-vámonos entonces.

Inmediatamente todos subimos a los carruajes y los caballeros montaron sus caballos, cinco minutos después ya estábamos llegando a las puertas de la ciudad capital. Esta vez el viaje no fue tan calmo como las veces anteriores, esta vez no hubo descansos en las posadas, solo parábamos de vez en cuando debido a necesidades urgentes, otras veces solo para que los caballos descansaran un poco, pero fuera de eso, los carruajes iban a la mayor velocidad posible, haciendo un tiempo récord al llegar al castillo en más o menos un día y medio, quizás menos, teniendo en cuenta que llegamos poco después de la salida del sol. Para cuando llegamos, el personal del castillo y la ciudadela ya nos esperaban, apenas los carruajes se aproximaron a las murallas, el rastrillo fue levantado, dejando entrar sin hacer pausas y volviendo a cerrarse las puertas inmediatamente.

Los carruajes continuaron el camino hasta llegar a las puertas principales del castillo, donde ya nos esperaban la señora Sanada e Ishigami, el mayordomo, para recibirme a mí y al personal que me acompañaba.

-milady, me alegra que haya llegado sana y salva –comentó la señora Sanada –su señoría ha mandado órdenes.

-me imagino que si –contesté, justo cuando bajaba del carruaje –solo me dijo que viniera aquí, no hubo tiempo para más ¿Qué ha dicho?

-nos ha encargado su cuidado, ha de saber que en su ausencia usted es la señora del castillo y estas tierras, por lo tanto, siéntase libre de hacer lo que deseé, sin embargo, no lo tome a mal, pero se nos ha pedido protegerla sin importar el costo milady…

-en otras palabras… milady, no puede abandonar el castillo por ningún motivo, no hasta que acaben los ataques enemigos –completó el mayordomo.

-entiendo… -aunque en ese momento pensé: ¿para que querría abandonar el castillo?

Pero más tarde esa pregunta fue respondida. Tan solo unas horas más tarde, me llegó la respuesta de Haruka, ella había decidido quedarse en la ciudad capital, argumentaba que el ataque en la ciudad capital había sido repelido y por ahora la gente estaba a salvo, además de que era su deber mantenerse a lado de su esposo. La respuesta de Haruka tenía sentido y la comprendía, hasta cierto punto no era una respuesta sorprendente, pero aun así quise ofrecer mi ayuda. Sin embargo, más tarde me llego una carta de mis padres, ellos habían recibido una nota de Natsuki, pidiéndoles acompañarme al castillo, pero ellos declinaron la oferta, me escribieron respondiéndome que ellos se marcharían a nuestras tierras en el sureste, ya que su deber era proteger esas tierras. Me sentí entonces, verdaderamente tentada a marchar hacia donde mis padres, esas también eran mis tierras, quería estar también con ellos, de cierta forma me sentí como si traicionara mis orígenes al quedarme aquí y no allá, donde había nacido, en la tierra que heredaría algún día, una tierra que me correspondía cuidar, pero no estaba ahí, estaba aquí, lejos, muy lejos…

Suspiré y me senté pesadamente en un sofá de mi salón del té… si no me hubieran dicho que no me dejarían salir de ninguna manera, ya estaría encaminada a mi habitación para volver a empacar los baúles. Me siento un tanto oprimida, con una orden impuesta que viola mi voluntad… pero también comprendo que ella solo quiere que yo esté segura, que su intención es que yo esté lo mejor posible para que ella no tenga ninguna preocupación y pueda ocuparse de los intrusos de la mejor manera… así que tiene que valer la pena, vamos, tú puedes, le dije en mi mente, échalos a patadas lo más pronto posible, para que regreses conmigo y todos estemos bien, todos estemos seguros y juntos, tú puedes.

Ese primer día en el castillo fue de los más difíciles, mi mente estaba en un sitio muy lejano, imaginando cosas que no sabía con exactitud, era mi mente sobre todo imaginando escenarios desconocidos. Pero en los días siguientes, con la calma reinante en el castillo, parecía que no existiera ningún ataque, ninguna guerra, intrusos y muertes. La angustia inicial bajó, y con la ayuda de las doncellas todo se sentía tranquilo, algunas veces venia la diseñadora a traerme algún vestido, cada que la veía me decía que esa mujer en cualquier momento reventaría, y de cierta forma el pensamiento me hacía gracia. Los días de té con las doncellas, los paseos por los jardines del castillo… algunas veces subía a lo más alto, donde estaban las banderas y miraba la ciudadela, miraba el paisaje, miraba los contornos de las montañas que se veían en la lejanía, montañas tan lejanas llenas de árboles, tan verdes, pero tan lejos que era imposible percibirlos, solo se veía el margen de la sombra verde oscura, pero, aun así, vacíos aquellos caminos, aún sin nadie a la vista, aún sin que ella regrese…

Casi dos semanas después la calma comenzó a desaparecer y fue reemplazada por la ansiedad ¿era normal que pasara tanto tiempo? No se sabía nada sobre el ataque, ni siquiera la señora Sanada tenía algo qué decirme y ella siempre estaba informada ¿Por qué aun no sabía nada de ella? ¿todo estaría bien? ¿Por qué no manda una carta? Pero la falta de comunicación no era realmente el problema, el verdadero problema que no me dejaba en paz era la culpa, el remordimiento… "debí habérselo dicho" me decía todas las noches cuando estaba en nuestro dormitorio, cuando hundía la nariz en la almohada que siempre usaba ella… debí habérselo dicho… ¿Qué tal si no regresa por mi culpa? ¿Qué tal si piensa que no le quiero y por ello decide no volver? ¿Qué tal si piensa que no siento nada por ella y eso hace que se sienta desanimada? ¿y si eso hace que pierda la batalla? Debí… debí…

Por momentos me sentía culpable y en otros me sentía optimista, trataba de ver las cosas de la mejor forma… aunque luego volvía a lo mismo, a sentir culpa; además de su silencio, la falta de comunicación no ayudaba porque a pesar de que yo quería enviarle una carta para no esperar a que fuera ella quien se comunicara primero, ni el mayordomo Ishigami ni la señora Sanada, sabían a donde mandar la carta, nadie sabía en qué parte de la ínsula estaba ella.

-solo espere un poco, pronto tendremos noticias milady –me decía la señora Sanada, cuando la llamaba para preguntarle si sabía algo. Pero así transcurrió una semana más, sin noticias, sin cartas, solo silencio…

Entonces me levantaba por las mañanas y me dejaba vestir, solo para bajar al salón del té y quedarme ahí el resto del día, en silencio. A veces me quedaba en el sillón de siempre, otras, me sentaba en el sillón que ella solía ocupar, como para sentirla más cerca, aunque fuera solo de esa manera… en otras ocasiones cambiaba y me recostaba en un diván cerca de una ventana, muchas veces en silencio, mirando las paredes, o mirando el anillo que me había dado… aún recordaba lo que había dicho, "el anillo tiene magia", así que pasaba los dedos sobre la piedra de brillos iridiscentes, pensando… si es mágico, si puede cumplir un deseo… ¿podría pedir que ella sobreviviera? ¿o que ella ganara la batalla? Si pidiera ese deseo… ¿se consumiría el anillo? ¿se volvería negro? ¿dejaría de brillar? ¿ardería? ¿se desintegraría? O simplemente ¿se le acabaría la magia?… de ser así ya no podría haber descendientes y nuestro matrimonio… nuestro matrimonio perdería uno de sus más importantes propósitos… así que la cuestión era ¿pedir que Natsuki sobreviva? ¿o que nos sea concedido un descendiente? Si Natsuki llegase a morir un descendiente heredaría todo, pero si sobrevive gracias al anillo jamás habrá descendientes y todas sus tierras serian legadas a alguien más… aunque dijo que yo heredaría todo, eso no me hace sentir bien…

No, no quiero tomar esta decisión, es demasiado cruel… es demasiado frío y calculador… me hace sentir insensible, me hace tener que tomar una decisión que no quiero tomar, no quiero tener que elegir entre lo que debo de hacer y lo que quiero hacer… si eligiera su vida sobre tener descendientes sé que tarde o temprano me sentiría vacía y sin propósito… pero sé que si eligiera mi responsabilidad no me sentiría nunca tranquila… ¿es correcto no tomar una decisión? ¿Qué pasaría si no lo hago? ¿de qué me sentiré culpable después? Me llevé las manos a la cabeza, a poner mis palmas sobre mi frente, no podía estar pasándome esto, no podía, no quería esto, las cosas no se suponía que fueran así, debían ser más fáciles… pero los sentimientos no son tan fáciles…

Por varios días sufrí al no saber qué decisión tomar, al no saber nada sobre ella, al tener en mis manos una decisión difícil, una decisión que fuera cual fuera sabía que en el futuro no me sentiría satisfecha con los resultados, sin embargo, un día llego lo que más necesitaba, una carta suya. Me encontraba en la terraza tomando el té muy temprano por la mañana, cuando la señora Sanada apareció por un extremo, respirando agitadamente y con el rostro enrojecido.

-milady, ha llegado al fin –me dijo, y sin perder un segundo más me extendió la carta. Mis ojos se abrieron tanto como pudieron y sostuve el papel, una carta suya, me repetí en mi mente. La había deseado tanto que ahora que la tenía en las manos no quería romper el sello, sin embargo, con una calma impropia del momento despegué el sello y saqué el papel. La miré por completo antes de leerla, era breve, entonces, antes de leer las palabras finales comencé a leer desde el principio hasta que inevitablemente llegué al final. En la carta explicaba que había sido una guerra sin tregua, había habido ataques por todas partes en el Sur y el Este, los ataques habían comenzado en el puerto al Este de la ciudad capital, luego atacaron en el puerto Sur mientras hubo ataques en el Oeste, varios ataques por muchas partes al mismo tiempo con la intención de llegar a la ciudad capital, pero los habían repelido, sin embargo el día de hoy se esperaba una batalla campal en las colinas Surestes, algo cercanas al puerto Sur, ambos ejércitos estaban reunidos y había un momento de paz, la paz que antecede a la tormenta, entonces aprovechaba este momento para escribirme, para decirme que necesitaba mi respuesta hoy, lo antes posible, antes de que comenzara la batalla…

Me levanté tan rápido que tiré la silla en la que estaba sentada y salí en dirección a mi habitación. Me olvidé de la señora Sanada y me concentré en llegar a mi habitación tan pronto como pude para tomar papel, pluma y tinta, y escribirle lo más rápidamente legible que podía la respuesta que tanto había ansiado decirle: "vuelve conmigo para que sigas enamorándome". Era una frase pequeña, no del todo sincera, no del todo directa, pero decía lo suficiente si ponía atención, pues le decía que ya estaba enamorada de ella, de ninguna manera ahora podía abandonarla y pedirle que se fuera, la necesitaba aquí, quería sin duda alguna que volviera, entonces me permití agregar una línea más: "hay muchas cosas que quiero decirte, así que regresa" luego de aquello firmé la carta, la doblé, la metí en un sobre, la sellé con cera y me giré para ir en busca de la señora Sanada, quien para mi sorpresa, estaba a unos metros tras de mí, aguardando. No tuve que decir más, extendí la carta y ella la tomó de inmediato, saliendo en ese mismo instante para enviar la carta.

Cuando desapareció por la puerta me senté pesadamente en la silla frente a mi escritorio… todas las dudas comenzaron a hacerse presentes… debí haber escrito más, debí haberle dicho las cosas más directamente ¿habré sido lo suficientemente clara? Debí haberle dicho que la quiero… ¿Qué había escrito? ¿lo escribí bien? ¿se veía legible? ¿debí haberme tomado un poco de más tiempo para darle una respuesta más extensa? No… no… estaba bien, estaba todo bien, dije lo más importante, le pedí que volviera, ella entenderá.

Unos minutos después la señora Sanada volvió, igualmente con la respiración agitada, el rostro acalorado y unas cuantas gotitas de sudor se notaban en su frente. Alcé las cejas en una pregunta silenciosa, entonces me confirmó que había mandado la carta, solo quedaba esperar, me dijo, le agradecí, con cierto tono ausente, entonces se retiró.

Pase de estar sentada frente al escritorio a acostarme en mi cama. La ansiedad me invadía, el miedo, la tristeza, la desesperación ¿Qué estaría sucediendo? Deseaba estar ahí, deseaba saber si le había llegado mi carta, me gustaría ver su expresión al leerla, ver su pequeña sonrisa, podía imaginarla… la veía en mi mente sobre su caballo vistiendo su armadura, el cielo azul despejado y con los rayos del sol haciendo que el metal en verde brillase aún más, con sus espadas enfundadas, con su plumero blanco, sosteniendo las riendas del caballo que igual llevaba armadura, una figura deslumbrante, regia, impactante, fuerte, intimidante, desenfundado su espada y arrojándose sobre un mar de enemigos, abatiendo uno tras otro con estoques sin fin, derrotando a cientos de enemigos y al final, cuando el ultimo haya caído, se quitará su casco y su cabello ondeará al aire… quisiera estar ahí para ver eso, eso me daría paz, me daría tranquilidad…

Desafortunadamente no sucedió, nunca fui y no hubo más cartas por ese día. ¿Habría ocurrido la batalla? ¿habrá ganado? Nunca imaginé que pasaría por este tipo de tortura… odio las guerras, ya lo he decidido, las odio, no tienen nada de bueno, ojalá no volviera a haber una guerra jamás…

Aquella noche no pude dormir. Me decía que debí haber recibido una respuesta, me decía que seguramente era algo malo, pero también me decía que talvez aun estuviera ocupada, que hubiera mucho que hacer después, así que yo sola me consolaba en aquel aspecto, pronto verás que regresa, que aparece perfectamente con su ligera sonrisa en los labios, ya lo verás, ya lo verás.

No tuve más opción más que mantenerme con esos pensamientos, porque al día siguiente tampoco hubo alguna carta, no hubo noticias, no se sabía nada. Era algo normal, los ataques habían sido en el Sureste y el castillo estaba en el Noroeste, era de un extremo al otro, es normal que aún no haya noticias, me repetí. Pero después de cuatro días la desesperación era demasiado… me sorprendí a mí misma al verme flaquear en esta situación, al verme a mí misma ser tan débil, al no mantenerme tan firme como hubiera querido… pero también me dije ¿Qué importa? ¿Quién está aquí para juzgarme? No hay nadie, nadie puede saber, nadie sabe lo que estoy sintiendo…

-milady, una comitiva –me dijo de pronto Akane, apareciendo casi de la nada en el salón del té.

- ¿Qué dices? –la miré casi sin entender que era lo que decía - ¿una comitiva?

-si milady, vienen al pie de la llanura y se logran ver muchas armaduras milady.

Me levanté en seguida y ni tarde ni perezosa corrí al establo. Bajé los escalones con tanta prisa que muchas veces pisé mi propio vestido y me desesperé al haber tanta distancia entre el salón del té y los benditos caballos. Sin embargo, luego de varios minutos de caminar con prisa llegué y ordené un caballo. El mozo se vio contrariado y tuve que exigirle con más contundencia, finalmente preparó el caballo y salí tan rápido como pude. Al llegar a las puertas los guardias me abrieron sin decir palabra, en lugar de contradecirme simplemente me acompañaron presurosos, de esta manera bajamos hasta la ciudadela, cruzamos la calle principal y al acercarnos al rastrillo éste ya estaba siendo levantado, no tuvimos que detenernos en absoluto.

Al terminar de pasar por el puente insté al caballo a correr lo más rápido posible, desde mi sitio podía ver la comitiva, ya podía ver a la gente, se notaban varios caballos, personas a pie, unas cuantas carretas y varias armaduras, pero ninguna diferente en forma u color y eso comenzó a desesperarme. No es lo que tú crees, me dije, e insté al caballo a ir más rápido, tan rápido que dejé a los guardias que me acompañaban, tan rápido que tuve que maniobrar con el caballo para no estamparme sobre los jinetes que venían hasta el frente de la comitiva. El caballo se detuvo y pude ver que Sir Kanzaki era uno de los jinetes que lideraba la comitiva.

Mi corazón estaba agitado, sentía las palpitaciones en los oídos y sentía que no podía hablar, sentí que mi voz se había ido. Él detuvo su caballo y al verme desmontó, yo hice lo mismo y sentí como regreso mi voz.

- ¡Sir Kanzaki! –le dije impaciente, con los latidos golpeándome el pecho –Sir Kanzaki… -le dije una vez más, mirando sus ojos dorados, sintiéndome en pánico al notar el silencio, la expresión sobria en su rostro y la línea de su boca descompuesta.

-milady… -él dio unos pasos y entonces noté que llevaba algo en los brazos. Mi respiración se volvió pesada –su señoría… -él se quedó sin palabras, mirando el suelo con las cejas fruncidas, tomó el envoltorio que llevaba, era una tela que con lentitud desenvolvió para finalmente mostrar que guardaba celosamente el casco de acero templado en verde… el casco que llevaba un plumero blanco, el casco que Natsuki había usado en nuestra boda… solo el casco.