Capítulo 12. Natsuki Kuga's Point of View.
-su señoría –bueno, alguien tenía que interrumpir ¿cierto? –si me permite decirlo… -no lo volteé a ver y en lugar de contestar guardé silencio, de esa forma no diría nada que pueda ser inadecuado -deben ahora salir e ir al banquete.
-claro –le respondí al final. Acomodé su mano sobre mi antebrazo y la miré detenidamente solo unos momentos, grabando en mi memoria la imagen que tenía ahora mismo de ella con su hermoso vestido, con su mano en mi brazo, toda ella brillando y siendo hermosa, respiré profundo, extasiada - ¿lista?
-por supuesto –di el primer paso y ella me siguió al instante, sin retraso. Caminamos sobre los pétalos blancos y pronto la multitud comenzó a lanzar pétalos rojos. En teoría era de esa forma porque el rojo representaba el amor, claro, yo tenía sentimientos románticos por ella y estaba dispuesta a despertar los mismos sentimientos en ella.
Más rápido de lo esperado y, sobre todo, porque iba pensando en otra cosa en lugar de centrarme en el recorrido, llegamos a la salida, con más gente de la que hubiera esperado aguardando, lanzando pétalos y vítores, no pude evitar sonreír, aunque sabía que nadie podía mirar mi rostro. Cuando dejé de ver a la gente, noté que el carruaje ya estaba ahí, por primera vez lo veía y me complació que era un carruaje digno de ella, me sentí impaciente por saber su opinión, sin embargo, la concurrencia comenzó a aclamarme, pedían que la cargara en brazos, todos estaban tan eufóricos que me sentí contagiada al instante, gire a verla, tenía las cejas alzadas en sorpresa y expectativa, así que me dije ¿Por qué no? Hice un hechizo más y sin que lo advirtiera apenas, me incliné un poco para pronto tenerla en mis brazos, no grito, pero se sujetó bien a mí, ella estaba muy sorprendida, seguro pensaba que podía tirarla al suelo, pues ¿Qué mujer podría sostenerla mientras carga una armadura completa con dos espadas?
-no te preocupes –le dije, ya que tenía su rostro muy cerca.
Mi escudero se aproximó con el caballo y la deposité suavemente sobre el animal, hice otro hechizo para ayudar al caballo a resistir mi peso, después subí también, nunca se sabía, el caballo era fuerte, pero tampoco había que forzarlo demasiado; agité las riendas y pronto salimos a todo galope en dirección al palacio, a nuestras espaldas la multitud aclamó nuestros nombres y me sentí muy emocionada por todo, creo que jamás había imaginado las cosas así, pero me gustaba.
Al ritmo al que íbamos, pronto llegamos al palacio, adelantándonos incluso sobre su majestad; por ello, luego de que la ayudé a bajar y se hicieron cargo del caballo, tuvimos que pasar a un salón, en lo que llegaba su majestad y algunos invitados. Pronto y casi de la nada nos quedamos a solas, dejando muy atrás el bullicio de tan solo unos minutos antes. Me quité el casco y me aproximé a ella, yo quería hablar, cortar el silencio, no la vi en tantos días y había mucho por decir, pero era un poco complicado, ¿de qué forma era complicado? No sabría decirlo, pero por lo menos hice un avance, hablamos de mi nombre y noté un ligero interés, nos interrumpieron, pero era mucho mejor a ver apatía o rechazo en su actitud. Volví a colocarme el casco y salimos para ir a situarnos al lado de su majestad, pronto, los padres de ella se colocaron en el lado opuesto, junto a la reina. Brevemente entristecí, a pesar de estar consciente de todas las ventajas de no tener a mis padres, eso no quería decir que no les echara de menos. Respiré profundo y me concentré en ver a la multitud llenar el salón, me distraje tan bien que no noté cuando su majestad se puso de pie y sonaron las trompetas.
-es para mí un honor, ofrecer una recepción digna para la fiesta que celebra el matrimonio de mi más leal sirviente con una de mis más queridas familiares –los aplausos no se dejaron esperar y me dije, sí, este es el momento adecuado, giré a ver a mi escudero que se hallaba a lo lejos, distrayéndose con cada cosa que pasaba a su lado, ya fueran sirvientes o invitados, aunque sorpresivamente, se dio cuenta cuando lo miré, al instante me mostró el estuche, listo para el momento, así que me puse de pie. Muchas veces he tenido los ojos de la gente sobre mí, pero esta vez realmente sentí las miradas sobre mí, no me deje intimidar y solo la miré a ella mientras le hice una señal a Takumi, el chico se aproximó rápidamente y con movimientos ceremoniosos me extendió el estuche.
-deseo darte un importante obsequio –le dije muy de cerca, solo para que ella me escuchara; abrí el escuche y tomé en mis manos la espada, también, con cierta ceremonia le extendí el regalo, así que ella se levantó a tomarla, cuando la tomó con sus propias manos supe exactamente que decirle, no lo ensaye, pero supe que todo lo que salió de mi boca era porque a pesar de que la admiraba por su belleza, también la admiraba por sus cualidades, aunque yo hubiera tenido actos que dijeran lo contrario –deseo que con esto comprendas cuanto te respeto y que deseo te mantengas intempestuosa, firme ante mí y ante todos, que jamás te doblegues, ni siquiera ante mí –y una de esas cualidades es que siempre se mostraba firme e imperturbable, de hecho, eso me seducía de ella.
-gracias –dijo al final, era notorio que no esperaba nada de esto y era justo lo que deseaba, dejarla sin palabras.
- ¡empúñela! ¡empúñela milady! –casi podía jurar que esa era la voz de Sir Kanzaki o Sir Yuuichi, quien quiera que fuera, funcionó, porque ella desenfundó y la espada brilló bajo todas las luces del lugar, me quede muy complacida. Pronto tuvo intención de volver a guardarla en el estuche, pero requerí el cinturón que ya le había encargado a mi escudero; este último, ni tarde ni perezoso me ofreció el cinturón, sin duda le daré una jugosa compensación por sus servicios. Cuando por fin estuvo puesto y la espada colocada…
- ¡Que comience el banquete! –dijo la reina, reanudando así el curso normal de eventos.
Claro que, no había pensado en esta parte de la fiesta, había pensado en todo, en lo que vestiría, en el anillo, el regalo, en lo que pasaría en la ceremonia, como luciría ella, como caminaríamos por la extensa alfombra de la iglesia, me había ocupado del carruaje y también del regalo, en los preparativos del castillo e incluso de la doncella personal de ella, pero olvidé por completo el banquete y que obviamente, no podía probar ni un bocado, no podía arriesgarme a levantarme siquiera el visor y mucho menos a quitarme el yelmo, de manera que vería a todos comer en la fiesta de mi propia boda. Bueno, siempre hay sacrificios, ya sabía que al casarme con ella renunciaba por completo a una vida sin armadura, si no hay sacrificios no hay ganancias.
- ¿no tienes hambre? ¿Por qué no levantas un poco el visor y…? –deseaba hablar más, pero incluso aquí debía tener cuidado, así que solo negué y hablé solo para ella –si no comes nada te verás muy… extraño para los demás.
-la gente siempre habla, pero no significa que sirva de algo –muchos, seguro hablan de mi a mis espaldas y es imposible callar la boca de las personas. Ella terminó asintiendo.
-por cierto ¿Cuánto va a durar la fiesta? ¿nos quedaremos aquí o…?
-solo hasta la media noche –le contesté, que ahora que pensaba… –después nos marcharemos a mi castillo.
- ¿al castillo? –la reina me había dado el itinerario, la fiesta no podía durar tanto tiempo y por norma los "novios" deben ir a pasar su primera noche en donde va a ser su hogar, pero… pero…
-me ha dado treinta días de descanso, así que los pasaremos allá, así tendremos tiempo para… -ahora que lo pienso… ¿Cómo debía ser nuestra primera noche? No puedo saltar inmediatamente a eso ¿o sí? No, no, definitivamente no -conocernos más –terminé por responder, pero en mi mente una señal de alarma sonó por todo lo alto en calidad de urgencia muy urgente.
-entiendo –ella siguió con su platillo, me pregunto si ella ya habrá considerado la primera noche… claro, claro que sí, ella estaba dispuesta a casarse con el piojo, es obvio que ya tiene bien entendido la mecánica de las cosas… ¿verdad? demonios.
Gracias a ese tema, me mantuve más en silencio de lo que hubiera planeado. Comencé a pensar demasiado en lo que sucedería, en mi mente, a pesar de estar mirando las distracciones, me imaginé qué debería hacer cuando llegásemos al castillo, cuando subiéramos las escaleras y entráramos a nuestra habitación… no lo admitiría ante nadie, pero pude imaginarme a mí misma arrancándole el vestido, hundiendo manos y dientes en su exquisita piel… de pronto sentí que mi corazón latió agitadamente y tuve que respirar profundo, pero luego… bueno, estaba bloqueada, no sabía que haría después y sobre todo, no sabía si sería adecuado, por eso… ¡debía buscar ayuda con el tema! ¿pero quién? ¿Quién podría ayudarme?
Por suerte hubo varios espacios de tiempo donde pude alejarme de mi asiento y probar alguno que otro bocado en privacidad, en uno de esos momentos me encontré a Sir Kanzaki. Sí, él sabe mucho de estos temas, seguro podrá ayudarme.
- ¡Sir Kanzaki! –le dije, alzando la mano mientras lo llamé, aunque… ¿sería Sir Kanzaki el más adecuado para ayudarme? Es todo un promiscuo y esto es un tema delicado…
-su señoría –contesto él. Demasiado tarde. Bueno, ya que estamos aquí ¿Qué tan mal podría salir?
-Sir Kanzaki –me aclaré la garganta –ya que estamos aquí… hay un tema que… necesito… consultar –no sé si él ya estaba imaginando lo que le preguntaría, pero tenía una sonrisa torcida.
-por supuesto su señoría, con toda confianza –no, definitivamente él no podría mantener la boca cerrada.
- ¿ya le ha avisado a Sir Yuuichi que ustedes dos se quedaran a cuidar a su majestad? –enseguida él se desanimó, casi podía jurar que él sabía lo que estuve a punto de preguntarle.
-no…
-vaya a decirle cuanto antes, porque mañana mismo comenzaran.
- ¿Qué? ¿y la fiesta?
- ¿Qué pasa con la fiesta?
-es la fiesta de su boda, ¡todos debemos beber hasta el amanecer!
-no en esta fiesta Sir Kanzaki, primero es el deber.
Él refunfuño y se fue por un pasillo. Yo respiré tranquila, aunque esa tranquilidad no duro demasiado, dudo que haya alguien aquí, o en toda la ciudad que pueda responder a mi pregunta… ¿o quizás sí? Bueno, pensándolo bien, no puedo ser la única en todo el país, sin embargo, no tengo tanto tiempo como para ponerme a buscar, de modo que la mejor opción para mí, era postergar la "consumación", y si lo pensaba bien, era lo mejor, tanto para ella como para mí. Si bien me sentía preparada para desquitar todas mis ensoñaciones, por otra parte, sentía que era demasiado pronto y si me ponía en su lugar, seria escandalosamente pronto, la mujer me había conocido hace menos de un mes, quiero que ella se enamore de mí, que llegue a amarme como yo a ella, que me deseé como yo a ella, y eso no se puede lograr de un día para otro, si lo pienso bien, si viene un sujeto y pronto nos tenemos que casar, sé que definitivamente no sentiría atracción de forma inmediata, por ello, tal como dije antes, lo más apropiado será conocernos más, solo entonces deberé de preocuparme por asuntos más íntimos, no se pueden apresurar las cosas, hay un orden, o al menos… creo que lo hay. Los sentimientos de una mujer son más complejos, o quizás, simplemente el humano como tal es complejo sin importar qué es.
Sí, me dije, asintiendo para mí misma, definitivamente así son las cosas, somos criaturas complejas, requerimos tiempo, tener en cuenta lo que ella está sintiendo, lo que ella puede estar pensando, de modo que debo actuar cautelosamente, trabajar en ganarme su confianza, en mostrarle las cosas buenas de mí y que vea que soy su mejor candidata, y necesito lograrlo antes de que la guerra comience… bueno, no puedo quejarme, yo fui quien ofreció el trato, por eso debo trabajar arduamente. En conclusión, hoy no será la noche de bodas que cualquiera esperaría, aunque no por eso, las cosas serán malas, por fin podré tenerla cerca de mí, en la misma habitación, ese simple hecho me produce emoción.
Respiré profundamente, hinchando el pecho y luego exhalé para regresar al salón donde la fiesta seguía su ritmo, ella no estaba en su lugar, pero la encontré hablando con la rubia que había llevado el anillo que me colocó en la iglesia. Debe ser su amiga, me dije, mientras la veía reír a lo lejos. Llevé mis dedos a donde estaba el anillo, que, aunque enfundado en el guantelete, lo sentía perfectamente en mi mano. Definitivamente es una mujer curiosa, jamás hubiera imaginado que ella me daría un anillo, pero me complacía.
- ¡Ahora se partirá el pastel! –salí de mis pensamientos y puse atención a mi alrededor, noté entontes que se aproximaba con su amiguita, juntas se sentaron en la mesa.
-Sir Kuga –lo que no esperé es que ella me hablara, así como así –es un honor por fin poder presentarme, soy Haruka Suzushiro, amiga de su esposa –me hubiera gustado contestarle, pero debía seguir ocultando mi identidad, así que solo asentí.
-Haruka, no estés molestando, toma vino –dijo mi esposa, hey… que bien se oye eso.
-no estoy molestando ¿verdad Sir Kuga? Por cierto, quería preguntar, ¿usted ama a mi amiga? –por dentro de mi yelmo, alcé las cejas y abrí los ojos un poco más, pero… ¿y ahora qué hago?
-Haruka querida, por favor, no le presiones.
-oh querida, solo quiero saber, es natural, no te lo ha dicho ¿verdad? Solo quiero saber si es por eso que te… ¡Ah! –de alguna manera, Shizuru logró distraer a la curiosa mujer.
-pero que alegría, ya viene el pastel, es tan hermoso ¡y que decorado! –yo también miré el pastel, ciertamente era muy bonito, pero supe que decía eso para llevar la atención a otra cosa –por favor, tráigame otros dos.
-que sean tres –verlas a ellas disfrutar del pastel, me hizo darme cuenta que no deseaba perderme del pastel de mi boda, así que salí a conseguir una porción, aunque la tuviera que comer a escondidas. Para esa labor, recurrí a mi fiel escudero. Definitivamente le daré un buen bono al muchacho.
Después de haber degustado el postre volví a mi lugar en la mesa de honor, junto a su majestad y a mi bella esposa tratando de evitar que su amiga me hiciera preguntas escandalosas. He de admitir que verla en apuros me resultaba gracioso, en especial porque, el que me hiciera preguntas, no significaba que fuera a contestarlas, después de todo, tengo la disponibilidad, el poder y la jerarquía para hacer lo que me venga en gana, aunque solo sea en relación a lo que corresponde a mi persona, pero ya poder hacer eso en este mundo y esta época, es todo un privilegio.
El tiempo siguió corriendo, sentí que el tiempo pasaba perezosamente lento y de igual forma, furiosamente rápido. Cuando veía a la concurrencia, la fiesta era animadamente aburrida, pero cuando volteaba a verla, no había suficiente tiempo para contemplarla por completo, para grabar cada palabra de su boca y cada movimiento de su cuerpo, lucia radiante, era una figura fulgurosa que brillaba no solo por sus joyas, sino por su sonrisa y la forma en que hacía las cosas, no había forma de detener el tiempo, ni siquiera con hechizos, no podría capturar su imagen por toda la eternidad, pero al menos, deseaba que se quedara en lo profundo de mi mente, así, bella y radiante. Sin embargo, todo lo bello debe terminar en algún momento, en algún lugar, y ya estaba por aproximarse ese momento.
-su señoría –fue mi fiel escudero el heraldo de la noticia –pronto será media noche –se situó a un lado de mí y me habló en voz muy baja - ¿preparo ya el carruaje? –yo asentí y él desapareció.
No paso demasiado tiempo para que su majestad se pusiera de pie y nos despidiera, con la multitud secundando la despedida. Bueno, es hora me dije, así que me puse de pie y extendí la mano para que me acompañara. No la vi muy convencida, pero finalmente tomó mi mano y se levantó ¿cree que pienso que no puede levantarse? ¿será eso? Aunque la duda quedó olvidada cuando vi que ella se despidió de sus padres y ellos le cuchicheaban cosas al oído, "no han de ser cosas buenas de mi" pensé. Casi me encojo de hombros, ya estoy acostumbrada, además… la mujer ya es mía, que importa lo que digan, ya no se puede deshacer, ya no importan ellos, ya no importa nada, quizá sean pensamientos maquiavélicos, pero ¡Qué más da!
Mordí mis labios que no podían dejar de sonreír. Suerte que nadie podía ver mi rostro. Cuando terminó de despedirse volvió a tomar mi mano, la coloqué en mi antebrazo y comenzamos el recorrido por la larga alfombra azul hasta las puertas del palacio, donde ya estaba el carruaje esperándonos, fuera del palacio la fiesta continuaba sin ningún tipo de interrupción, había muchas personas en un ir y venir que solo se vieron interrumpidos por el transitar del carruaje. De inmediato mi escudero abrió las puertas del transporte e ingresamos. Ella de inmediato se asomó por una ventana, despidiéndose de la concurrencia y también de su amiga que no se había conformado con la despedida anterior, sino que ahí estaba, con un pañuelo en la nariz, secándose las lágrimas y los… fluidos de su nariz. Golpeé el techo del carruaje y pronto comenzó el viaje, la gente se despidió y por suerte, poco a poco, comenzó a quedarse atrás. Exhalé, con cierto cansancio y alivio mientras me quitaba el yelmo, corriendo las cortinas para evitar que la gente mirara al interior. Me moví un poco, tratando de desentumir mis hombros, en realidad sentía cansancio, un cierto peso en el cuello. No había estado en una batalla, sino en una boda, pero se sentía similar por haber llevado por tantas horas la armadura.
Me apoyé en el respaldo del asiento y noté como ella iba en silencio, muy en silencio, tan en silencio que definitivamente paso por mi mente: "ella debe estar pensando algo" ¿Qué podía ser ese algo? Bueno, tantas cosas, la boda, la noche de bodas… lo que me inquietaba es si lo que pensaba sobre la noche de bodas sería con horror o simple curiosidad… pero no podía preguntarle, ¿verdad? Aunque, claro que podía preguntarle, pero no era ahora el momento para hablar. Decidí entonces, que debía hablar con ella en cuanto estuviéramos a solas, en lugar de tener la famosa noche de bodas habría una plática. Eso me hizo respirar con mayor tranquilidad. Levanté brevemente la cortinilla y noté que estábamos llegando a las afueras de la ciudad.
-parece que ya llegamos –le dije, dejando en paz las cortinas, ella de inmediato se asomó. Me coloqué el casco y el carruaje comenzó a detenerse. Cuando estuvo por completo quieto me puse en pie y salí, extendiéndole la mano para que bajara. No se notaba muy segura al bajar, era obvio que no supiera que estaba pasando, pero en mi itinerario las cosas estaban en perfecto orden.
- ¿vamos a ir en tu caballo… hasta el castillo? –dijo, luego de ver a mi caballo.
-sí, así es –la ayudé a subir y pronto yo también estuve sobre el animal. Takumi regresó al carruaje y dio media vuelta para regresar por la señora Sanada y las demás doncellas que regresarían al castillo posteriormente. Entonces comencé a recordar la serie de hechizos que necesitaría, tanto para mí, el caballo y para ella. Hechizos de resistencia, hechizos de fortaleza, hechizos de velocidad, de agudeza en los sentidos, de agilidad, de fuerza. Cuando terminé, noté que me miraba con los ojos bien abiertos.
-no te preocupes, todo saldrá perfecto, no suelo usar muchos, pero quiero llegar pronto en esta ocasión.
- ¿muchos? ¿muchos qué? –creí que sabría qué estaba haciendo al recitar hechizos, pero también es obvio que no sepa qué es lo que estaba haciendo si lo guardo con tanto esmero.
-debo confesarte algo –le dije, y esperaba que de verdad ella no me mirara con malos ojos –puedo hacer uso de la hechicería –ella estaba sorprendida pero no horrorizada, así que era buena señal ¿verdad? –y ahora he usado hechizos sobre mí, sobre ti y el caballo, llegaremos cuando mucho en media hora, pero sujétate bien, solo por si acaso.
Ella era bastante lista y pragmática, se sujetó a mi cuando el caballo comenzó a trotar, dejando de lado cualquier otro comentario.
-pero ¿Qué será del carruaje? ¿y mis cosas?
-he arreglado todo, tu doncella ha empacado todo lo que necesitaras en un baúl, ahora mismo el carruaje va a recoger los baúles y a las doncellas, también he pedido que ella venga, aunque llegará unos días después, junto con la señora Sanada y varias de mis doncellas, por lo mientras, ya hay varias cosas en el castillo que podrás usar y te quedaran a la perfección, y si no es así, pediré a la modista de la ciudadela que te las ajuste.
Me complació responder su pregunta, había pensado bien en como organizaría las cosas para que llegáramos en el menor tiempo posible al castillo y que el viaje no fuera largo ni cansado, después de todo, lo primero que quería hacer, era llegar al castillo y quitarme la armadura para dejarme caer en la cama, ya me dolía el cuerpo y no deseaba pasar más tiempo en una incómoda armadura. Además, ¡Claro que quería pasar mi primera noche con ella! Quería que la noche fuera lo más larga posible, estar cuanto antes en nuestra cama, no importaba nada más que eso, estar juntas en el mismo espacio, con perfecta calma y comodidad, sin nadie más que estuviera mirando, sin armaduras ni personal de servicio, solo ella y yo. Así que, por ese momento tenía una misión, enfocarme en llegar lo más rápido posible. Olvidé mi cansancio y fatiga para dirigir de manera óptima al caballo, lo dirigí tan bien que cuando menos me di cuenta, llegamos a los llanos que estaban frente a las puertas de la ciudadela, entonces deshice todos los hechizos que aumentaban la velocidad del animal. Tardé casi nada en llegar al rastrillo, mismo que se elevó casi al momento de detenerme y sonaron las trompetas, debí imaginarlo por las luces, pero aun así resultó sorpresivo ver que en el interior de la ciudadela había una celebración por todo lo alto debido a mi matrimonio.
Las trompetas sonaron y comenzaron a caer pétalos rojos, la gente nos rodeó, saludamos a la concurrencia, realmente me hacía feliz ver a tantas personas deseándome "paz y prosperidad". Quizá ella aún no se sentía parte de estas personas así que le dije en un susurro que saludara, pareció darse cuenta que sería lo más apropiado y comenzó a saludar a la multitud. Caminamos a un ritmo lento, pero continuo hasta llegar al final de la calle principal y comenzar a subir la cuesta para llegar al castillo. Saludamos por última vez y apresuré entonces al caballo. Al llegar a las puertas de la muralla hubo más pétalos, tuve que saludar a los guardias que lanzaron los pétalos mientras bajaba y la ayudaba a bajar. Jamás hubiera imaginado que esos hombres rudos lanzarían pétalos rojos.
-Paz y prosperidad, su señoría –me dijo inmediatamente el señor Ishigami.
-gracias señor Ishigami, ¿has sido tú el de la celebración de ahí abajo? –él no pudo esconder su sonrisa.
-su enlace no podía pasar desapercibido su señoría –me complacía más de lo que estaba dispuesta a admitir.
-está bien ¿está todo listo?
-claro que si su señoría, yo mismo supervisé todo, sus habitaciones las están esperando, además, he estado manteniendo el agua a la temperatura perfecta, anticipando su llegada.
-excelente señor Ishigami, gracias, además, necesito comer algo.
Creí que Ishigami se quedaría en la entrada, pero eso no sucedió, de hecho, se colocó al frente de la caminata, como si fuera nueva en el castillo, aunque seguramente para ella si sería algo nuevo, por eso no lo despaché y permití que encabezara el recorrido hasta llegar a nuestras habitaciones. Desde que cruzamos las puertas principales ella miraba con curiosidad, pero noté más interés cuando llegamos a las puertas que daban al edificio central. Al llegar e ingresar me pregunté si le gustará el edificio, los muebles o incluso su habitación. Quizás debí preguntarle cómo le gustaría su habitación… aunque pedí que fuera decorada en base al estilo más moderno y con el mejor gusto posible. Me inquietaba que no le gustara o que no se sintiera cómoda, además no decía nada. A veces el silencio es bueno, a veces no. Como fuera que fuese, llegamos hasta la entrada de mi probador y me despedí temporalmente de ella. Dentro, ya estaban diez doncellas esperándome, esta vez si iba a necesitar tanta ayuda.
Una vez que se cerró la puerta y la deje de ver, sentí una cierta calma, una calma al saber que pronto me quitaría esta pesada armadura. Ni bien había llegado al centro y una doncella ya se había ofrecido a llevarse el yelmo, entonces todas se aproximaron a comenzar con la tarea. Extendí los brazos y lo primero que me retiraron fue la piel blanca, luego el cinturón con las espadas y la medalla que me diera su majestad. Después me quitaron la túnica y de ahí comenzaron con cada pieza de la armadura. Conforme me quitaban todo comenzaba a sentir la ligereza de la libertad. Al terminar, me sentía tan liviana y tan desnuda que hasta sentí frío, así que corrí a la tina para una más que merecida ducha. Había llevado la armadura todo el día, necesitaba mucho una limpieza a fondo que se llevara todo el sudor. Las doncellas tallaron a fondo y más rápido de lo esperado el lavado terminó, salí de la tina y comenzaron a secarme.
-su señoría –dijo una –esto lo ha mandado Madame Kanzaki –yo alcé las cejas, ¿Qué cosa?
- ¿Madame Kanzaki? –quien se traducía como Mai, la muy embarazada esposa de Kanzaki - ¿Qué cosa ha mandado? –y por qué, me faltó decir. Esa mujer a veces podía tener retorcidas intenciones. Aunque soy la señora de estas tierras, a veces osaba jugarme bromas.
-un camisón, su señoría –oh, pero que considerada –un camisón que sugiere ser ideal para la noche de bodas –eso debió alertarme, pero no, fui, una vez más, inocente.
-muy bien, colóquenmelo –la doncella, con un rostro perfectamente serio, extendió la prenda que me coloco con ayuda de otra. De primer momento se sentía muy suave la tela, pero cuando miré abajo y vi la transparencia de la tela casi me da un ataque al corazón, ¡Era muy transparente! ¡Muy! Apreté el puño mientras pensé una sarta de groserías dirigidas a esa mujer.
-su señoría, le queda muy bien –comentó la misma doncella, pero yo no estaba muy convencida.
-no te parece que es muy… ¿revelador, Rosalie? –pero ella negó.
-es lo que está de moda, su señoría, no podemos quedarnos en el pasado –pero yo prefería el pasado a mostrarme ante ella con estas transparencias.
-pero no creo que hoy sea necesario… -le dije, aún revelándome contra la idea.
-al contrario, su señoría, hoy es el día ideal, con esto nadie podría resistírsele.
No era, por completo, el caso, pero no puedo negar que una parte de mí gritó con interés. Me lo pensé unos momentos. Hoy no iba a ocurrir ningún tipo de intimidad o contacto físico, es algo obvio, pero ¿de verdad este camisón serviría de alguna forma para, llamar su atención? No podía simplemente descartar la posibilidad si no lo intentaba y si estaba dispuesta a que ella se quedase conmigo, debía intentar todo cuanto fuera posible.
-bien, colóquenme la bata –le dije al resto de doncellas –ya debo ir a nuestra habitación.
Fue más un acto de audacia y fe, que de plena seguridad en lo que estaba haciendo. Esperaba no equivocarme y dar una impresión equivocada, porque si no, me iba a sentir muy incómoda y avergonzada, de ser así, probablemente no me sentiría con ganas de estar en la misma habitación para siempre… bueno, no hay que ser tan extremista, tal vez un mes… aunque era un mes que no podía darme el lujo de desperdiciar, quizás en otras circunstancias sí, pero no en esta ocasión. De manera que me enderecé, saqué el pecho, me despedí de mis doncellas que me desearon paz y prosperidad, y con una seguridad que no sentía, levanté el mentón y crucé la puerta.
Pero dentro de la habitación no estaba ella. Casi me desinflé al instante. Me quedé en mi sitio por unos momentos hasta que tocaron muy levemente la puerta de la habitación, abrí con curiosidad y encontré a una doncella que me traía unos bocadillos. Mi hambre se reactivó al instante. Me senté en un sofá a comer con avidez los bocadillos. Terminé de comer y ella no se hacía presente, así que dejé el plato fuera de la habitación, mañana podrían recogerlo. Al regresar volví a sentarme en el mismo sofá, a esperar. Había varias velas en la habitación, pero elegí quedarme solo con la luz de la chimenea, así daba un ambiente cálido y agradable.
Ella tardó tanto que comencé a preguntarme qué es lo que estaría haciendo, que tanto la estarían perfumando o arreglándola ¿era necesario tanto tiempo? Exhalé con lentitud, no quedaba de otra más que esperar. Estiré mis pies y me derretí en el sofá, quien sabe cuánto tiempo más pasó hasta que oí claramente como el picaporte de su puerta era girado. Inmediatamente sentí mi corazón latir con rapidez mientras mi cuerpo permanecía quieto. No escuché sus pies, se movía tan silenciosamente que parecía un gato, así que de pronto apareció en mi campo de visión.
-has llegado… -le dije, con lo que intenté que fuera una sonrisa moderada.
-sí… he llegado… -entonces nos quedamos en silencio. Me quedé, repentinamente, muda; sabía que tenía que hablar con ella, era ya el momento que había estado pensando y esperando, pero ahora que estaba ahí, no sabía muy bien como ordenar las cosas que tenía que decirle. Sin embargo, ella es muy intuitiva, se sentó en el otro sillón y se mantuvo en calma, mirando la alfombra. De cierta forma, creo que me transmitió su calma, cerré los ojos y supe que todo iría bien, ella es muy lista, estoy segura que no olvidaré ningún detalle importante.
-necesito explicarte algo… -pronto tuve sus bellísimos ojos mirando directamente a los míos –sé… lo que se supone que debe pasar en la noche de bodas… sé el propósito de que ocurra tal… acontecimiento, por eso, necesito decirte que no es necesario, además de que no es físicamente posible que ocurra –ya estaba, lo había dicho y ahora sentía cierta paz, o quizás también la percibía no tan tensa ¿lo estaré imaginando?
-dijiste antes, que no tenía que preocuparme por…
-sí, a eso voy, exactamente –sabía que no dejaría nada al aire –como te dije hace poco, puedo usar magia, no es que vaya a usar un hechizo, pero necesito explicarte que en mi familia se han transmitido estos conocimientos de hechicería y ciertos objetos con características muy especiales, el anillo que te he dado es uno de esos objetos –le señalé el anillo que le di en la ceremonia –el anillo es especial, tiene magia por sí solo –recordé entonces las historias que solía contarme mi madre sobre el anillo, eran cosas que no estaban escritas, conocimientos que se traspasaban de persona a persona.
- ¿tiene esto que ver con lo que lleva escrito?
-sí, es un lenguaje antiguo, el anillo lleva mucho tiempo en mi familia, garantiza la supervivencia de nuestro linaje… además, se decía que tenía el suficiente poder como para realizar un deseo, pero nadie lo ha hecho, pedir un deseo haría que el anillo se consumiese, dejándolo inutilizable.
-algo como ¿un único deseo? –pues, sí, de cierta forma, sí.
-eso se dice… como sea, nadie lo ha hecho, no es necesario, siempre ha sido más importante la supervivencia de nuestra familia y ese anillo lo ha hecho posible, pero tiene unas ciertas condiciones que cumplir –supongo que esta era la parte complicada, al menos para alguien que no entiende de estas cosas -no se necesita contacto físico, pero sí se necesita una conexión… afectiva, si no hay dicha conexión entre nosotras, no habrá descendientes, pero es algo conveniente ¿no lo crees? –era muy conveniente, si ella no llegaba a sentir algo por mí jamás habría una criatura que impidiera la separación, una criatura que le recordara siempre a mí, ella quedaría libre y sin ataduras.
- ¿Por qué? No estaríamos cumpliendo con el propósito del matrimonio.
-es conveniente porque, si no quieres quedarte conmigo, no tendrás que llevar una criatura de alguien que no quieres…
-pero no sería conveniente para tu familia… si te vas a la guerra y desapareces ¿Quién heredara tus tierras?
-no me importa dejártelas –y de verdad no me importaba, no si eran para ella. Que caso tendría ponerme a restringirle las cosas a estas alturas, estaba segura de lo que quería, la quería a ella y si ella no me quería, podía deshacerme de todo lo que había acumulado, para mí es un todo o nada, no tiene sentido que esté dispuesta a arriesgarlo todo y que al final no quiera dejarle todas mis posesiones solo porque no me corresponde, si hiciera eso no habría ningún sentido, significaría que mis sentimientos no eran auténticos y tengo la certeza de que lo son, por eso, si no llega a corresponderme, empezaré de nuevo en otro sitio con la tranquilidad de que hice mi mejor esfuerzo, sin arrepentimientos –si no eres feliz conmigo iré a algún otro sitio, si es que sobrevivo y… bueno, ya habrá más oportunidades para tener descendencia.
-sí, eso es en el caso de que sobrevivas –ese comentario me hacía pensar que talvez quiere que sobreviva…
- ¿te estas preocupando por mí?
-me parece que si –no pude evitar alzar un poco las cejas.
-eres más amable de lo que imaginé… -una pequeña revelación, supongo -solía… solía mirarte cuando ibas al castillo, no podía hablar contigo e imaginaba… -imaginaba como era en realidad, pero ahora tengo ahí la realidad y me gusta un poco más de lo que creía.
-yo también te miraba… siempre tuve curiosidad por "el caballero de su majestad", pero mi padre decía que no debía acercarme y hablar con un caballero, además, nadie habla nunca de ti, parece algo prohibido… así que, solo quedaba la especulación y el misterio… -especulación, misterio… cosas que a veces generan un prejuicio o expectativas falsas, cosas que pueden arruinarse al conocer la realidad.
- ¿estas decepcionada?
-no exactamente… sorprendida sí, aun, pero creo que tu belleza está a la altura del misterioso atractivo que tiene el caballero del reino… -sentí calor en mis orejas, esta mujer me estaba haciendo un cumplido sin siquiera proponérselo -es, digamos… creo que… dime… -entonces su voz cambio un poco, se notaba un poco más seria así que volví a mirarla - ¿Por qué quisiste contraer matrimonio conmigo? Aún no me lo has dicho, simplemente me has secuestrado y luego me extendiste el papel donde tenías el permiso de su majestad, pero…
- ¿no estás de acuerdo? –me sentí repentinamente cuestionada -pero si has aceptado el trato… y nos hemos…
-ya sé que acepté, pero… quiero saber porque yo –¿Por qué ella? me sentí brevemente sorprendida, pero tenía razón, he estado escapando de esto desde casi el principio, bien lo había dicho la señora Sanada y era de esto lo que había dicho su amiga, o más bien, la pregunta era diferente, pero sabía que la respuesta debía ser la misma. "Tengo que decírselo en algún momento" pensé, ¿Que mejor qué ahora? Es el momento de ser sincera. De cierta forma creo que estaba rehuyendo a decir las cosas de forma clara y directa porque sentía miedo de esas mismas palabras. Respiré profundo y exhalé rápido.
-llevas razón… creo que he estado evitando decirlo por miedo… -se fuerte, se firme –o vergüenza, tal vez ambos… no es algo característico de mi estatus, ciertamente… -uno, dos… tú puedes, tres, cuatro… no es difícil, cinco, seis -pero ¿Qué más podría pasar? Tenemos ya un trato y hemos contraído nupcias… -respiré profundo y decidí que debía acercarme a ella, miré su mano, estaba tan cerca ¿se molestaría si tomo su mano? Lo averigüé y ella no rechazó el contacto, incluso me dejó tocar sus dedos… –Shizuru, me enamoré de ti… -eso fue más fuerte de lo que fuerte que imaginé que sería decirlo -y he estado… - ¿asechándote? No, no -mirándote con devoción los últimos años… - ¡no puedo creer que lo dije! -creí que podría vivir así… pero no pude soportar que te comprometieras con… -ese enano del demonio -ese muchacho… por eso hice todas esas cosas, no hay mucho más que mis sentimientos de fondo… por eso, si tú no eres feliz conmigo, te dejaré libre.
-yo… -ella parecía pensar las cosas y eso era un poco… angustiante –no sé qué decir… no esperaba esto –esa respuesta es menos fatal de lo que imaginé.
-bueno, parece que no odias la idea, eso ya es suficiente para mí.
-es que, no es algo que pasara por mi cabeza, hay muchos otros motivos para un matrimonio que el amor… -supongo que, en su familia, así eran las cosas. Esas particularidades.
-lo sé… pero ese es mi motivo ¿estas satisfecha? –miré sus ojos insistentemente, quería ver si asomaba la duda por ellos, pero se notaba firme, conforme con mi respuesta y eso me hacía sentir cómoda con la situación actual.
-sí…
-bien… creo que es suficiente por hoy, deberíamos dormir… -y así mi espalda puede al fin descansar…
-ah, sí, claro…
-en cuanto al anillo, debes usarlo siempre si te interesa tener un heredero, además de que te luce muy bien… -ella miró una vez más el anillo –mi madre dijo que yo lo usaría algún día, pero por alguna razón siempre pensé que no me vendría bien…
-quizá ¿porque terminarías usando otra joya? –ella se estaba refiriendo al anillo que me dio ¿verdad? –sabiendo lo especial que es lo que me has dado, mi anillo no es nada –ella tenía una parte de razón, pero eso no significaba que su anillo fuera mal recibido, de hecho, me hacía feliz.
-no, gracias por darme un anillo, fue un detalle inesperado que me ha… enamorado aún más…
Estuve a punto de sonrojarme… o quizás si me sonrojé, pero volteé hacia la cama y me deslicé dentro antes de que ella lo hiciera también. El calor en mi rostro se disipó y entró por mi nariz la fragancia que perfumaba la cama, una fragancia agradable que daba cierta serenidad, sin embargo, mi corazón comenzó a latir muy rápido cuando me percaté de sus propios movimientos, ella se levantó del sofá y fue al lado contrario. No la miré, o al menos no inmediatamente… intenté resistirme a mirar para que no se sintiera incomoda con mi presencia, pero no podía negar que verla quitarse la bata era una visión sumamente provocativa, ver la tela deslizándose suavemente por su cuerpo, remarcando cada línea o curva… hacía que algo colgara de mi garganta y corriera intensamente por mi pecho, una sensación intensa y emocionante. Por desgracia ella volteó y me encontró mirándola, no tuve de otra más que permanecer calmada, talvez si la miraba con calma y como si fuera una situación nada extraordinaria, ella se sintiera mejor, aunque por dentro no me sintiera nada calmada.
