Capítulo 13.
Una vez que dejo la bata a un lado e introdujo los pies entre las sábanas, ella comenzó una plática casual.
-por cierto… ¿cenaste algo? No habías comido en todo el día… creo… -ella podía ser tan amable y considerada que me hacía pensar que realmente se interesaba por mí.
-oh… si… me trajeron unos bocadillos las doncellas… -y el plato estaba en la puerta…
-me alegro, eso me estaba preocupando… -pronto se llevó las mantas hasta el pecho y nos despedimos, por decirlo de un modo.
Claro que, seguíamos ahí, plenamente conscientes, en la misma habitación, en la misma cama, con una buena distancia entre nosotras, pero, aun así, mucho más cerca de lo que llegué a imaginar… la perspectiva de esa realidad no me dejaba dormir. Cerré los ojos y aunque apenas escuchaba su respiración, eso era suficiente para que mi corazón latiera agitado porque, solo podía pensar que a solo un poco más allá de mí, estaba ella, con toda su humanidad reposando, con esos exquisitos hombros sobre la cama, con sus apretados senos bajo las mantas, con esa piel suavísima bajo el camisón, con una fragancia corporal que tenue, pero llegaba a mi nariz, un aroma que me hacía desear pegar la nariz a su cuerpo y sentir la calidez con mis propias manos… pasé largos minutos respirando profundamente con la intención de calmarme, entonces sentí como se movió en su lugar y una vez más sentí las pulsaciones aceleradas. Me repetí larga e intensamente que ella solo estaba tratando de dormir y una vez más, después de un considerable tiempo, pude volver a calmarme. Bien, esto no era como creí que sería… ¿Cómo puedo descansar así?
Esto era un poco difícil, nunca creí que compartir la cama con ella fuera tan complicado… o quizás es porque es ella, después de todo; si fuera la señora Sanada, sé con toda certeza que no me pasaría esto. Bueno, hay que ver el lado positivo, estoy en mi cama, una cama cálida y agradable, sin peligros, con la tranquilidad de que ella está ahora a mi lado. Eso es todo lo que importa, conseguí mi objetivo.
Sin quererlo tenía un poco tenso el cuerpo, pero comencé a relajarlo. No pude dormir por un largo tiempo, pero en algún momento dejé de estar consciente, aunque mi cuerpo, fiel a mis costumbres, me despertó temprano por la mañana. La luz que se colaba por las cortinas era muy suave, pero disipaba la oscuridad de la habitación, la volteé a mirar y ella dormía. Supongo que hoy puedo quedarme más tiempo en la cama. Esa era mi intención, pero después de un rato mi estómago pedía comida, así que tuve que levantarme y pedir el desayuno. Me quedé sentada en la orilla y mi estómago se calmó, cerré los ojos y esperé. Aun sentía cansancio y una breve comodidad al cerrar los ojos, todo era bastante cómodo hasta que alguien me tomó del hombro, seguramente la doncella del desayuno.
-oh, ya estás aquí Rosalie –ella asintió, me sentí un poco desubicada al principio, pero pronto recobré bastante bien la conciencia, giré a mirarla, ella también ya había despertado –buenos días –le dije.
-buenos días…
Después de saludarla aquella mañana nos sentamos en los sillones, acercamos una mesilla y comenzamos el desayuno. Noté que algo la incomodaba, quizá fuera que la mesa no combinaba con los sillones, o quizás no le gustaba desayunar tan pronto, hay quien tiene diferentes costumbres.
-te gusta aquí ¿o prefieres el desayuno en la cama? –tuve que preguntar, era mejor saber si le gustaba de ese modo o no, para cambiar de hábitos.
-yo em… no quisiera entorpecer su trabajo.
-eso no importa, lo pueden hacer en cualquier otro momento o… ¿es que no te ha gustado el desayuno? ¿Quieres otra cosa? Por favor dile a la señora Sanada lo que te gusta, oh, pero aún no llega… dile a Akane que venga –le dije a Rosalie –ella, además de tu doncella personal, también estará para ti, cualquier cosa que quieras solo díselo.
-claro… ya lo sabía –me hizo gracia su comentario, que torpe, era obvio que ya sabía cómo tenían que funcionar las cosas, después de todo es una mujer inteligente.
Seguimos con el desayuno, pero aún se notaba un poco vacilante, quizás era porque por primera vez despertaba al lado de otra persona. Debo ser paciente, ella se está acostumbrando a cosas nuevas, a mí no me cuesta porque es algo que yo he deseado, a pesar de que fue difícil dormir… bueno, quizás era una situación a la que poco a poco nos acostumbraríamos. Pronto llegó su doncella y fue con ella a su habitación. Terminé con la comida e hice lo mismo, fui al probador donde ya estaba Rosalie, lista para vestirme, solo hasta ese momento recordé el camisón traslucido que vestía, ahora que era de día y con más luz, se notaba mucho la transparencia, me avergoncé unos momentos al saber que ella me había visto con esa prenda, pero por otro lado, ella no dijo nada al respecto, quizás ni lo notó, de hecho, casi no me miró en todo el desayuno, seguro que ni vio la tela porque no está interesada en ese aspecto de mí. Por un lado, me tranquilizaba y por otro me sentía un poco inconforme, pero finalmente, hice a un lado el tema. Hay que ser práctica, si no lo mencionó significa que no está incomoda con eso, fin del tema. De modo que me quite el camisón y pedí una vestimenta sencilla con la que estuviera cómoda, después de todo, esto es un descanso, un descanso bien merecido después de trabajar años sin parar.
Al terminar de vestirme me sentí mucho mejor, por lo que fui a la puerta de su habitación y decidí que la invitaría a tomar un paseo. No tenía un itinerario, de hecho, no sabía ni que hacer ahora que estábamos juntas ¿Qué se supone que hace un matrimonio? ¿Qué se supone que debo de hacer para que ella me ame? O al menos sienta cariño por mi… no hay un manual para ello. Pero lo qué si tenía muy claro, es que quería pasar el tiempo con ella, disfrutar de su presencia y complacerla, así que buscaría cualquier excusa para estar con ella, o al menos en la misma habitación. Con esa resolución toqué su puerta y fue muy satisfactorio recibir una respuesta positiva.
Casi sonreí con totalidad al ver que aceptó sin siquiera pensárselo, pero me moderé, no quería parecer demasiado expresiva y asustarla. Hay que ser mesurada y prudente. Ella se levantó de su asiento y se acercó a mí en la puerta, lucia especialmente radiante por la mañana, luminosa, brillante, bellísima, más aún con esos ojos que relucían con la intensidad de rubíes y esa cabellera castaña. Me encantaba su cabello, me gustaba como lo lucia, la forma con que quedaba peinado, como brillaba, era una de las cosas que seducían de ella y, si bien el amarillo no era mi color predilecto, podía ahora asegurar que sin importar el tono que vistiera, lo encontraría adorable si venía con ella. Sin embargo, aunque me hubiera podido quedar en el mismo sitio a admirarla el resto del día, no podía parecer una idiota frente a ella, así que comencé a pensar donde la llevaría de paseo, aunque quizás había que empezar por orden.
-Shizuru, sé que ya has estado aquí antes, pero ahora creo que es un tiempo perfecto para mostrarte el castillo –le dije, mientras bajábamos por las escaleras – ¿En qué partes del castillo has estado?
-en realidad… he visitado algunos pasillos y la biblioteca, además de tu armería.
-bueno, entonces, ya que estamos aquí, empezaremos por aquí, esta es la torre de homenaje y es únicamente para nuestro uso exclusivo, sé que usualmente la torre de homenaje se puede usar para hospedar a invitados, pero soy una persona muy…
- ¿privada? –dijo ella, y llevaba razón.
-cierto, me gusta guardar mucho mi privacidad, de modo que toda el ala oriental sirve para invitados, fue en aquel edificio donde te coloqué antes.
-lo recuerdo bien –de pronto me pregunté si habrá estado muy incómoda, pero preguntarle eso a estas alturas podría resultar peligroso ¿Qué tal si me reclama? Lo mejor sería no ahondar en caminos peligrosos…
-de modo que ahora este edificio es tanto tuyo como mío, nadie más que las doncellas, la señora Sanada y en ciertas ocasiones el señor Ishigami, ponen un pie aquí, en la planta baja hay una sala de estar muy agradable que espero te guste y de no ser así, tienes total libertad para incorporar lo que sea de tu gusto, por otra parte, en los pisos superiores…
Quizá fuera tedioso, pero me escuchó con atención cada dato que le mencioné del edificio, incluso cuando la llevé a la terraza en el último piso, donde estaba la bandera con el escudo de mi familia, se mostró interesada, creo que le agradó bastante la idea que yo tenía de incorporar una bandera con el escudo de su familia. Me sentí feliz de escuchar sus palabras, aunque fueran cortas, pero aun así eran de agradecimiento y eso bastaba. Siempre y cuando la complaciera, era suficiente para mí, por ello ese mismo día mandé a hacer la bandera con el escudo de su familia.
-bueno, ahora bajemos, te mostrare con más detalle el edificio Este –le extendí una mano y de esa forma la ayudé a bajar los estrechos escalones que daban a la terraza de la torre. Bajamos con cuidado y fui platicándole porque había decidido que la torre del homenaje fuera construida de esa forma, le platiqué todo lo que pude hasta llegar al primer piso y comenzar a mostrarle le edificio Este. Quería que no se aburriera conmigo, quería que fuera agradable el recorrido, aunque tampoco quería abrumarla con tanta palabrería, pero me escuchaba con atención y eso me hacía emocionarme.
Quería controlarme, pero tampoco podía evitar emocionarme al ser ella quien me escuchara y estuviera ahí para mí. Era como un sueño. Quizás sí estoy soñando. No podía ser posible que estuviera ahí, dándome su tiempo, escuchando mis aburridos planes de construcción, luciendo tan guapa y radiante… y a la vez era tan real. Por momentos sentía la necesidad de tocarla, pero me retenía. Es real, es real, no tienes que tocarla, eso puede asustarla.
Recorrí con ella minuciosamente el castillo. Como bien le dije, era un castillo diferente porque yo quería que fuera agradable, cómodo, con sitios donde pasar el tiempo y que a la vez fuera el sitio perfecto para pasar cualquier tipo de crisis, una fortaleza impenetrable que resultara no solo útil, creo que esa parte le interesó mucho, quizás compartía mi idea, no lo sé, ella no emitía juicios, solo preguntaba algunas cosas y escuchaba con interés. No me parecía especialmente tímida, pero sí muy reservada con sus comentarios… o quizás yo estaba hablando demasiado. Creo que yo estaba disfrutando demasiado con su compañía, mucho más que ella la mía. Eso me hacía dudar por unos momentos, pero después esa misma duda que sentía se volvía resolución, tratando de mejorar mi ánimo. Llegaré hasta donde ella me deje llegar, me pegaré como una lapa tanto como pueda, no puedo desperdiciar esta oportunidad.
Luego de recorrer ampliamente el castillo la llevé al comedor, pues ya nos esperaban con el almuerzo. Fue un almuerzo delicioso, no solo por la comida, sino que luego de recorrer el castillo, ella tenía curiosidad sobre la arquitectura de los edificios y obviamente salió en la conversación que el castillo era, relativamente, reciente, ya que cuando ocurrió el ataque de los invasores, el anterior castillo fue severamente dañado e incendiado. Es así que le comenté todas las cosas que se tuvieron en cuenta para hacer un castillo completamente nuevo, desde el terreno, la proximidad con otras ciudades e incluso con el puerto, además de mejorar con diseños innovadores en las murallas que protegían la ciudadela.
Luego de prometer que un día la llevaría a mirar las ruinas del anterior castillo y terminar el almuerzo, le sugerí continuar con el recorrido del castillo. La llevé por las torres y las murallas, así pudo mirar el cuartel y todos los guardias también miraron a mi esposa. Un hecho que no tenía contemplado es que no podía controlarle los ojos a todo el ejército que tengo a mi mando, pero al menos cuando pasábamos, no la miraban descaradamente en mi presencia, pero no pude evitar sentir incomodidad, no quería que nadie la mirara, no quería que ninguno de esos bribonzuelos la mire y aspire a querer seducirla. Sé cómo piensan cada uno de esos sinvergüenzas y todo de lo que son capaces… pero, por otra parte, no podía hundirme en esos pensamientos, no podía encerrarla, eso iría en contra de lo que le había jurado, no podía ser igual que aquellos sujetos que encierran a sus esposas por miedo, no. Solo me quedaba confiar en ella y estar alerta con cualquiera de aquellos granujas.
Por eso, cuando terminamos el recorrido por las murallas y la luz comenzaba a decrecer, le sugerí ir al salón del té que había en la torre del homenaje, ahí me sentí mucho más tranquila y cómoda.
- ¿te gusta cómo está decorado? –le pregunté, mucho más cómoda que antes –me gustaría que cambiaras lo que no te guste.
-creo que es un gusto un poco rustico –no entendí si eso le gustaba o no… –estoy bien con la decoración, en realidad… nunca me preparé para inmiscuirme en esos temas.
-bueno, ahora es tuyo, puedes hacer lo que quieras, tengo un administrador muy bueno que te permitirá cualquier gasto, te lo llegaré a presentar, algún día tendrás que hablar con él y ver su trabajo cuando yo no este.
-te refieres… ¿a salir por alguna cuestión de su majestad? –me encogí de hombros.
-puede ser… -cosas de su majestad, hacer alguna diligencia a otra parte del reino… o simplemente ir a la guerra… quien sabe.
-ahora que recuerdo, no hablamos de esto antes, pero, después del plazo que te ha dado la reina ¿Qué harás? ¿volverás a la capital? ¿la reina te ha liberado de tu servicio en el palacio?
-volveremos, esto solo es un descanso de treinta días, al terminar regresaremos; planeo comprar una propiedad digna de ti, luego nos instalaremos ahí y estaremos yendo y viniendo cada cierto tiempo, su majestad me ha dicho que solo tengo que ayudarla de vez en cuando, pero no planeo abandonarla –ella me seguía con entendimiento la conversación, lo que me hacía pensar que no estaba en desacuerdo con viajar continuamente, eso me quitaba una preocupación ¿Qué tal si no quería estar viajando? Hay personas que odian los viajes en los carruajes y yo tenía que estar con ella tanto tiempo como me fuera posible –planeo que sea así hasta que ocurra el ataque extranjero.
- ¿en qué tiempo crees que ocurra? – ¿en qué tiempo? Los informes decían que había movimiento enemigo, pero nada concluyente.
-tal vez dos o tres meses… -ojalá demorara hasta el próximo año, o mejor, que no nos atacaran, quizás deberíamos atacar nosotros para evitar cualquier intento enemigo por conquistarnos, a veces la mejor defensa es el ataque, pero la reina no estaba segura de ese camino. En este caso, las inseguridades de una niña que solo me traían complicaciones, yo estaba segura de poder sostener un ataque al enemigo pero tampoco puedo culparla, quiere ser precavida, no quiere enviar una campaña a territorio extranjero con un final desconocido, no quiere obtener el desapruebo del reino, pero al menos me quedaba la seguridad de que había trazado y distribuido a todos mis oficiales de la manera más óptima por todo el reino, nadie puede poner un pie en la ínsula sin que yo me entere, gracias a eso he atrapado a muchos rufianes que buscaban colarse al reino –en fin, no te preocupes por eso, mi ejército está bien distribuido, me enteraré apenas se acerquen.
Luego de aquellas variaciones en el tema hablamos de qué casita debíamos comprar en la capital, eso nos trajo una conversación mucho más amena. Yo le quería comprar una casita del tamaño del palacio, pero no había nada así, sin embargo, estaba dispuesta a comprar cualquier sitio que le gustase, derrumbarlo hasta los cimientos y construir un pequeño palacio a gusto y complacencia de ella, después de todo, tenía los recursos para satisfacer todos los caprichos que pudiera tener, aunque ella se mostraba demasiado mesurada.
-no te limites, tengo suficientes ganancias que he acumulado y aunque no regrese –de la guerra que se aproximaba -la puedes vender –ella se quedó callada con una expresión seria ¿le habría incomodado lo que dije? ¿significaba eso que se preocupaba por que yo regresara? Ojalá que fuera así.
-milady, su señoría, la cena esta lista.
-gracias Rosalie –contesté y nos dirigimos al comedor, hoy me sentía con mucha hambre –me pregunto que habrán hecho de cenar.
Pasamos una cena tranquila con pocas palabras. La noté algo meditabunda, quizás aún estaba pensando en lo de la casa o la amenaza extranjera, no podía saberlo con exactitud y tampoco quería forzarla a una conversación sobre ello si no quería hablar de eso, sin embargo, no se sentía un ambiente tenso y eso ya era ganancia.
Al terminar la cena regresamos al mismo saloncito de té y aunque pretendí hacerle conversación para que se quedara a tomar alguna bebida, parecía que quería más irse a asear que quedarse a tomar algo. Si lo pensaba bien, el día de hoy debió haber sido mucho más agitado que el ritmo normal en el día de una dama como ella, aunque para mi fuera experiencia tranquila, después de todo, no me había colocado la armadura ni cinco minutos en el día, me sentía tan ligera y animada, definitivamente no podría dormir el día de hoy. Miré detenidamente la copa en mi mano… ¿debería embriagarme? No, ¿Qué tal si hacia algo estúpido? No podía cometer errores.
-Rosalie –le dije a la doncella que estaba sustituyendo a las ya tan usuales Senou y Aoi -necesito un favor.
-sí –ella se aproximó, nunca se iban demasiado lejos, siempre estaban ahí para mí, aunque fuera solo una de ellas -dígame su señoría.
-quiero que mandes a preparar mi aseo y una gran copa del licor más fuerte que haya –la mire serio –esto es un secreto Rosalie, ¿comprendes?
-sí su señoría –yo asentí con la boca fruncida.
-no estoy cansada, si no tomo eso no podré dormir y no quiero que el chisme ande por los corredores del castillo ¿de acuerdo? –ella asintió con lentitud.
-sí su señoría, nadie tiene porque enterarse.
-bien, vaya por favor.
Rosalie se fue con mi encargo y demoró algunos minutos para regresar y decirme que ya todo estaba preparado, además de asegurarme de que ya tenía lo que había pedido bajo total discreción. Le daré un bono a esta chica, lo merece. Junto con ella fui a mi habitación, me desvistieron, me lavaron, secaron y vistieron, solo entonces, cuando terminaron de sacar algunas cosas las doncellas, volví a llamar a Rosalie.
- ¿se han ido las demás? –ella asintió con la cabeza - ¿sabes si las doncellas de milady ya han terminado de ayudarla hoy?
-sí su señoría, hace unos momentos –yo asentí y luego miré mi camisón, el mismo camisón de tela muy transparente, estuve a nada de dejar salir un suspiro, pero de desgracia.
-bien, bien, está muy bien -entonces busqué donde estaba mi monedero, a veces había tantos recovecos que olvidaba donde ponía las cosas, por suerte lo encontré y saqué unas monedas –usa esto para comprar más de mi encargo, del más fuerte que haya en la ciudadela, solo por si acaso, lo demás tómalo como un agradecimiento, si necesitas más, házmelo saber.
-si su señoría, le he dejado su pedido en la habitación, nadie ha entrado ahí más que yo.
-perfecto, puedes retirarte por hoy Rosalie, descansa.
-si su señoría.
Ella salió por la puerta del vestidor y yo me quedé de pie por unos momentos, luego ingresé a mi habitación, ahí había una mesa junto a un sillón, en esa mesa estaba una copa de tamaño considerable con una buena dosis de licor. No me lo tomé de inmediato. Me senté en el sillón con la copa en los dedos, meditando que estaría haciendo ella en estos momentos ¿estaría ya en la habitación? ¿me estaría esperando? ¿estaría esperando para hablar como la vez pasada? ¿me vería con el camisón transparente? ¿pensaría mal del camisón? Después de un rato dejé la copa en la mesilla y me levanté a mirar por la ventana, parecía ya ser tarde ¿pero suficientemente tarde para que ella estuviera dormida? Deambulé un poco por la habitación, entre más caminaba menos sueño tenía, me sentía demasiado alerta, si no tomaba el licor, no podría dormir en absoluto.
Volví a asomarme por la ventana, ya estaba bastante oscuro. Si no me duermo ahora no podré levantarme temprano… aunque… realmente no había motivos para levantarme temprano… como sea, mejor mantener los buenos hábitos. Regresé a la mesilla y me bebí el licor de un tirón, dejé la copa en la mesa y me senté en el sillón a que hiciera efecto, quien sabe cuánto tiempo pasó para que comenzara a sentir una pesadez. Solo entonces me levanté del sillón y entré a la habitación compartida, encontrándome con que ella ya estaba acostada y hasta durmiendo. Me deslicé entre las sábanas, me acomodé bien y luego dejé de saber del mundo hasta la mañana siguiente. Desperté muy temprano, ella aun dormía con placidez y yo ya tenía hambre, así que fui a mi habitación y pedí el desayuno desde ahí. Cuando Rosalie subió con la charola, venia acompañada de la doncella que se hacía cargo de Shizuru.
-buenos días su señoría –me dijeron ambas, tan amables y serviciales como todos los días.
-buenos días Rosalie, Akane –me había sentado en el sillón de la habitación, así que solo me acomodé mejor mientras ellas disponían la comida.
-su señoría, ¿debería también traerle el desayuno a milady?
-ella aun duerme, no es necesario –comenzaba a sentir que el hambre me iba a hacer un agujero en el estómago –déjenla dormir, ayer la llevé de un lado a otro, no está acostumbrada a esa fatiga.
-claro su señoría –dijeron ambas y así, pronto pude comenzar con la comida.
Como ya era costumbre, Rosalie fue al vestidor a sacarme la ropa de aquel día, esta vez ayudada por la otra doncella, para cuando terminé el desayuno ambas ya tenían en las manos la vestimenta del día de hoy así que pude deshacerme de aquel escandaloso camisón transparente… que, por cierto, eso me recordaba a que un día debía ir a ver a esa mujer y… ¿amenazarla? Por una parte, me sentía ofendida, pero por otra aún no sabía si funcionaría ese camisón o no… quizá aún no debía emitir un juicio.
Luego de vestirme y que las doncellas me vistieran, decidí hacerle una visita al administrador, seguramente ya estaba al tanto de mis solicitudes, después de todo le había pedido a la señora Sanada que transmitiera mi mensaje para hacer ya un proyecto, por lo que me sentí muy complacida cuando llegué al estudio del administrador y ya tenía una proyección de recursos, materiales y hasta contratos para las posadas que había en el camino. Pasamos largas horas poniéndonos de acuerdo con los detalles del presupuesto, pero sobre todo discutiendo las ofertas que ofreceríamos a los posaderos, quería que esos lugares se volvieran más que un parador, querían que fueran un alojamiento decente donde no sintiera que podían pegárseme pulgas, que se invirtiera bien y resultaran una hospedería digna de mi ilustrísima esposa. Ah… eso sonaba tan bien. No me atrevía a decirlo en voz alta, pero solo en mis pensamientos se oía bien, ya con eso bastaba para sentirme de buen humor.
-su señoría –dijo el administrador –le llama la doncella –en el quicio de la puerta estaba Rosalie, así que la hice pasar con un movimiento de mi mano.
-su señoría, ya se le espera para el almuerzo.
-que rápido pasa el tiempo, lo veo después.
Hablando de mi esposa, seguro ya me estaría esperando en el comedor. Aceleré el paso y fui a su encuentro, casi llegamos al mismo tiempo al salón del comedor. Ella lucia radiante, como todos los días, llevaba un vestido rojo que combinaba con sus ojos, un rojo vino que realzaba el tono de su piel, una piel tan exquisitamente suave que tendría que desquitar mis ganas de ponerle las garras encima con todos los muebles del castillo. Es tan guapa, tan linda, tan divina, pero debía tener paciencia, no podía saltarle encima como una bestia, debía respetarla, aunque todos esos deseos sucios y lascivos estuvieran revoloteando por mi cuerpo, debía ser fuerte ante las tentaciones.
Respiré profundo y después de saludarla nos sentamos en la mesa. No hablamos mucho durante la comida, una vez que probé el primer bocado comencé a sentir el hambre, de manera que me ocupé con la comida, sin embargo, al terminar la comida le pregunté si le gustaría pasar un rato en el salón del té, tomando por supuesto, unas buenas tazas de té, aunque las mías llevaban piquete, un poco de licor mezclado no hacía daño, al contrario, le daba más sabor al té, aunque, por eso mismo no abusaba tanto del té, le daba tragos pequeños para no terminar embriagándome.
Aquella tarde platicamos sobre lo que haríamos al día siguiente y lo que usualmente ella solía hacer, al menos antes de haberse casado. A medida que me iba contando sus actividades y la veía hablar, recordar o sonreír, no podía hacer otra cosa más que imaginármela en pláticas desde el inicio del día hasta el anochecer, la imaginé pasando tardes enteras hablando animadamente, tal como ahora estábamos haciendo. Yo quería eso para mí, pasar días enteros hablando con ella, mirándola, escuchándola, se estaba cumpliendo porque estábamos ahora mismo ahí, pero como me gustaría que fuera para siempre.
Debía tener cuidado con esos pensamientos, no eran del todo malos, pero a veces es bueno no confiarse, ella no me ama, puede elegir no quedarse conmigo. Cuando sopesaba esa alternativa me sentía sin aire, pero no era otra cosa más que la verdad. Aun así, debo tomar todo lo bueno que se dé, no puedo desperdiciar ni siquiera estos momentos de pláticas superficiales, incluso esas platicas valían la pena.
Aunque no conté con que en la conversación saliera aquel mocoso enano; mencionó que de haberse casado con él habría ciertas similitudes en su matrimonio y que estarían presurosos por tener hijos. Casi al instante me explotó algo dentro, un ramillete de pensamientos desagradables que jamás me habría gustado externar, tan desagradables e hirientes que tan solo de pensarlos me sentí mal, por eso no los dije, pero eran pensamientos que surgían porque me hacían sentir que yo no era adecuada para ella, yo no podía darle hijos de una forma normal, no podía llevarla a la habitación, arrojarla a la cama, abrirle las piernas y después de unos minutos levantarme porque ya había cumplido. No podía hacer eso porque no lo quería y no estaba en mis posibilidades, el saber que no podía hacerlo me irritaba porque me sentía en desventaja, no tanto por querer algo que no podía, sino porque me hacía sentir menos frente al enano. Era una sensación asquerosa la que obtenía de aquello, pero también era una realidad que tenía que afrontar y aceptar. No soy como el mocoso y jamás voy a serlo. En cierto punto eso no me hacía sentir tan mal, valgo bastante la pena, entonces razoné, lo que me descontrolaba era pensar que a Shizuru le gustara más ese trato que el que yo le estaba dando.
Esa avalancha de pensamientos y sensaciones era aborrecible, tuve que retirarme con la excusa de asearme para no comprometer nuestra relación que por ahora era buena. Subí las escaleras con cierta calma, una calma violenta, en la que te mantienes tranquila mientras aprietas los puños y tu cabeza hierbe. Subí las escaleras hasta llegar a las habitaciones y luego continúe subiendo hasta llegar a la terraza de la torre, ahí exhalé con cansancio. Me llevé una mano a la frente y me senté en una esquina. Quizá estoy exagerando porque, ella no puede preferir algo que nunca ha tenido, estoy exagerando por esa parte… aunque si repasaba la conversación… me iba peor… parecía solo interesada en tener hijos sin importar qué o quien. Ya sabía que para eso nos educaban, pero aun así era demasiado irritante.
Pronto comenzó a dolerme el estómago y no sabía si era porque había comido mucho o me estaba dando dolor por el disgusto. Me quede ahí en la terraza de la torre hasta que oscureció. Ahí arriba hacia más frio que en cualquier otro lugar, el viento golpeaba con más fuerza y frialdad, la ropa que llevaba puesta no era apta para ese clima y supe que debía salir de ahí, pero me crucé de brazos y fruncí las cejas, aún no había llegado a una buena conclusión, no sabía cómo regresar a verla sin saber que hacer… o pensar… o al menos que postura tomar para cuando la volviera a ver. Cuando volviéramos a hablar ¿debía hacer como si nada hubiera pasado? ¿sería eso lo adecuado? Cerré los ojos, tratando de pensar, pero el frio me estaba resultando doloroso.
-su señoría –estaba tratando de pensar cuando Rosalie se asomó por la trampilla que daba al techo –le he estado buscando por todas partes.
-he estado aquí Rosalie, pero guarda el secreto –ella asintió - ¿Qué sucede?
-ya es hora de la cena y milady ya debe estar ahí –yo asentí lenta y silenciosamente, aun no sabía qué hacer, no podía verla aún.
-Rosalie, regresa y finge que no me encontraste –ella pareció quedarse un poco confundida e incómoda, pero al final asintió y se retiró.
Esperé unos minutos y como quien no quiere la cosa, a pesar del frio, me levanté para bajar por la trampilla. Inmediatamente después de cerrar la trampilla sentí una diferencia de temperatura, no era cálido el interior, pero sin duda ya no me dolían los brazos y las piernas del frio. Bajé los escalones hasta llegar al piso, entonces me quede ahí y mire alrededor. Este piso estaba casi vacío, solo había un par de sillones y una pequeña alfombra, más algunas cajas de madera, todo lejos de la trampilla. Fui a sentarme en uno de esos sillones, pronto sentí hambre, seguramente tendría que pedir la cena en mi habitación, pero no sabía si bajar ahora mismo o más tarde, no sabía nada, quizás debí haber bajado a la cena, parece que la estoy evitando… no, no parece, la estoy evitando ¿para esto me casé con ella? qué vergüenza.
Quizá lo último que razoné me dio la convicción para levantarme de ese sillón, bajar hasta mi habitación y sonar la campana de servicio, un rato después apareció Rosalie, entonces le pedí que me trajera la cena y prepararan el agua para mi baño. Se fue y regresó un rato después, con la cena y varias doncellas con el agua. Mientras ellas preparaban todo para el aseo yo cené con cierta calma, al terminar fui a que me desvistieran y me lavaran el cuerpo, hoy era uno de esos días donde no me sentía con ánimos para participar en el tallado de mi propio cuerpo. Después de lavarme, secarme y vestirme, Rosalie y las demás se despidieron.
Entonces, me quede ahí, de pie, en medio de mi habitación, sin moverme. No sabía si ya estaba Shizuru en la habitación, no sabía si estaría molesta… no, seguro que no le gustó haber cenado sola, a nadie le gustaría, yo estaría molesta. Quizá lo mejor sería olvidar el tema y tener una actitud sumamente ligera, sin darle importancia alguna a lo ocurrido, si no le resto importancia a todo este panal de pensamientos solo terminaré teniendo más problemas, si no les doy importancia… tal vez desaparezcan… talvez. De modo que moví mis pies hasta la puerta de la habitación compartida, apreté bien el cordón de la bata, giré el picaporte lentamente y entré lo más sutil a la habitación, pero ella aún no había llegado. Dejé salir un suspiro. Se me antojaba un poco de sidra y casualmente había dejado una botella en el guardarropa, así que tomé una de las copas que siempre estaban dispuestas en mi habitación, la llené y fui a sentarme en el sillón frente al fuego del hogar, a esperarla.
Debo actuar casual, me dije, mientras extendía los pies por la alfombra y sentía el calor del fuego en los dedos. Siempre que hacía eso era agradable. Bebí varios sorbos de sidra y me fui desinflando poco a poco en el sillón, en cierto modo, relajándome hasta que oí claramente como abrió la puerta, al instante me asomé a ver y me topé con sus ojos que denotaban claramente que estaba molesta, sentí que debía decir algo que me salvara de esa mirada acusatoria.
-lo siento, se me paso la hora de la cena… -le comenté con casualidad, aunque creo que eso lo empeoró.
- ¿por qué no fuiste? –me respondió inquisitiva, parecía más una exigencia que una pregunta normal.
-estas molesta… -bueno, no me quedaba de otra más que afrontar las consecuencias –lo siento, no volveré a dejarte sola en la cena.
-solo quiero saber porque –no, no parecía eso, estaba molesta y quería respuestas que le satisficieran, sin duda una mujer ruda… eso me gusta.
-yo… no sé qué decir –lo malo es que seguramente ninguna de mis respuestas ligeras la complacería, así que tocaba decir la verdad… o la verdad a medias para no profundizar demasiado –solo subí a pensar y cuando me di cuenta ya era muy tarde, las doncellas me estaban buscando…
-pensar qué cosa… -seguía con su indagación… mala situación, muy mala. Quizás lo mejor era soltar lo que había estado pensando… no, eso sería aún peor, sería catastrófico, sería horrible, me odiaría, me diría cosas hirientes y yo también diría cosas hirientes de las que después me arrepentiría, así que no podía decirle las cosas que había pensado, al menos no todas, o quizás lo que tuviera más lógica dentro de las cosas que habíamos hablado y una de ellas era…
-que quizás si hubiera nacido de una forma diferente… tu podrías ser más feliz conmigo… -entonces dejé salir el aire en mis pulmones, no era con exactitud lo que había pensado, pero si era una parte de las cosas que había sentido. Ella se quedó sin palabras momentáneamente.
-nada en nuestra situación es común –en seguida me sentí mal, era cierto, pero aun así me pesaba -pero tú ya sabías eso y me ofreciste un plazo de prueba ¿no es así? –la volteé a ver, quería ver su expresión al decir eso, quería saber el contexto en el que me lo decía –llevamos apenas un par de días, aún no sabemos qué puede pasar hasta que se acabe el tiempo –me sorprendieron esas palabras, ¿quería decir que ella está realmente abierta a darme una oportunidad de verdad? ¿Qué no le importaba que no fuera un matrimonio tan diferente? -trata de hacer que me enamore de ti para que sea feliz contigo… y eso incluye no dejarme plantada en la cena - ¿es obvio que no esperaba una respuesta así? ¡claro que voy a hacerlo! Tenía que hacerlo, debía hacerlo, por eso hice tantas cosas, ella tenía razón, no he llegado tan lejos como para comenzar a dudar ahora.
-lo enmendaré –ella me volteó a ver, aun con una mirada seria.
-eso espero –vaya qué si podía ser demandante, creo que hasta daría mejor las ordenes que Sir Kanzaki.
Enseguida volteó a quitarse a bata, la observe mientras lo hacía. Aventó la bata en el sillón que estaba hasta el fondo de la habitación, un poco lejos de la cama ¿debería mandarlo a cambiar de sitio? colocarlo un poco más cerca para que resulte más útil… luego se deslizó entre las mantas y se tapó hasta el pecho, mirando el techo e intermitentemente en mi dirección, parecía decirme que fuera ya a dormir junto a ella, pero solo lo parecía. Bueno, yo también debería ir a dormir, ojalá que la sidra haga algún efecto, hoy no había tomado el otro licor que es más fuerte. Me levanté con lentitud y como quien no quiere la cosa deshice el nudo que sujetaba la bata, sabía que ella estaba mirando, no con una mirada fija, pero sé que de vez en cuando sus ojos me miraban… y me va a ver con este camisón casi transparente… ella no había dicho nada pero yo me sentía demasiado expuesta, sentía ganas de matar a Mai pero no sabía si estaba haciendo el ridículo o este estúpido camisón estaba funcionando… finalmente me quité la bata, la dejé en el sillón y fui a la cama, tapándome hasta el cuello.
Después de quedarme quieta en la cama, ni ella ni yo volvimos a movernos. La noche era fresca y las mantas se sentían bastante confortables, pero al mismo tiempo no sentía tanto frio como para estar tan tapada, así que bajé un poco la colcha y cerré los ojos. Estaba tensa al principio, pero luego de un rato comencé a sentir una pesadez en el cuerpo, como si me fuera enterrando en la cama o como si estuviera muy pesada, creo que era como dejarme caer, una sensación bastante cómoda porque sentía que la cama y la almohada eran tan suaves y mullidas que no habría otras que se compararan… tan suaves, tan, tan suaves, fue lo último que recuerdo pensar, porque en algún momento dejé de saber de mí hasta que me desperté a la mañana siguiente.
Había dormido sin interrupciones, profundamente y sin sueño o pesadilla alguna, de cierta forma sentí como si hubiera cerrado los ojos y los hubiera abierto después de un rato, pero un largo rato que me permitió descansar y ahora me sentía con renovadas energías. Me quedé un poco de tiempo en la cama, con los ojos bien abiertos, sin sueño, así que la miré, ella dormía profundamente, con la boca abierta, lucia graciosa, es obvio que cuando duermes no puedes mantener una expresión sobria, así que lucía relajada. Me la quedé mirando un rato y luego me levanté, me parecía escuchar algo, pero no sabía que era, así que me asomé por la ventana encontrando que algunas gotas golpeaban la ventana. Allá fuera llovía bastante, pero a pesar del cielo nublado había bastante luz en aquella mañana. Un día nublado pero luminoso, me gustaba, daban ganas de quedarme en la cama todo el día con ese fresco que estaba en el ambiente. Por extraño que pareciera, me sentía muy animada, aun con este clima lluvioso. Luego de un rato la lluvia aminoró y se aclaró un poco más el cielo, justo en ese momento ella apareció moviendo la cortina.
-te has despertado –le dije de buen humor –buenos días.
-buenos días –creo que aún estaba molesta por lo de anoche, sonreí con cierta resignación. Es una mujer difícil pero aun así no puedo cansarme de ella.
-me he despertado y estaba lloviendo, pero ya se están despejando las nubes, podremos salir sin problemas –le dije de forma casual pera cortar ese ambiente tan tenso que había - ¿quieres que pida el desayuno a la cama? –finalmente me volteó a ver.
-sí, estaría bien –tenía que hacer algo para que su ánimo mejorara.
-vuelve a la cama ¿o quieres desayunar en los sillones? –ser amable era una de esas cosas, ser amable y complaciente.
-no, el desayuno ahí estará muy bien –quizás si yo me metía a la cama una vez más, ella se sentiría en confianza para hacer lo mismo e incluso tomar el desayuno ahí, de manera que me metí entre las colchas y me sentí feliz cuando ella hizo lo mismo.
- ¿has dormido bien? –realmente quería que ella estuviera cómoda –he querido preguntártelo, ¿te gusta la cama? ¿es suficientemente suave?
-es bastante suave, debe estar a la altura de su majestad –ese comentario me hizo sentir mejor.
-me preocupaba que las cosas no te gustaran.
-me gustan, estoy bien con todo –aun así, me parecía que no estaba del todo cómoda, aunque tampoco sería muy congruente que de la nada se sienta perfectamente bien con alguien que hasta hace poco ha conocido –no te preocupes, ya te habría dicho algo que me desagradara.
-me alegra escuchar eso, no quiero que pretendas ser amable –y se lo dije con total sinceridad, quería que decir las cosas con sinceridad fuera algo esencial en este matrimonio.
-no lo haré –quizás fue el tono de su voz el que me hizo confiar en que decía la verdad.
Un tiempo después las doncellas llegaron y me animé al ver que ella se quedó en su sitio en la cama. Yo no tenía esa costumbre, hasta me sentía un poco extraña, pero ahí estaba yo, en la misma cama y aun en bata, me sentí feliz de compartir algo diferente con ella. Al terminar ambas nos retiramos a vestirnos, mientras me colocaban la ropa mandé a preparar los caballos, conforme pasaba la mañana el cielo se aclaraba y entraba el sol por la ventana, sería un día estupendo para mostrarle los alrededores del castillo, aunque noté que ella no se lo esperaba cuando finalmente vino a recogerme.
Aunque no montamos los animales inmediatamente, antes quise mostrarle el edificio del personal, el edificio de tropas y la torre donde se guardaban los suministros. Si subías hasta el final de la torre podías encontrar en el último piso una terraza que había en su lado norte, esta terraza tenía la vista en dirección al anterior castillo, que en su momento solía ser un castillo que estaba en el mar, de manera que podías ver el mar y si ponías suficiente atención, algunos vestigios del castillo anterior, de cierta forma era como poder recordar una parte de lo que había sido mi anterior vida. Obviamente no pude evitar mencionárselo, así que le prometí llevarla un día de estos.
Poco después bajamos de la torre y seguimos un breve recorrido hasta finalmente llegar al establo, solo entonces montamos en los animales y recorrimos juntas los alrededores, con un sol que se volvía más fuerte conforme pasaba la mañana y llegaba el medio día. Por suerte, la potencia del sol no fue tan extrema como para obligarnos a volver. Miramos los caminos que rodeaban al castillo, algunos pequeños jardines y las flores. Trataba de ser prudente y no hablar demasiado para no hastiarla, pero a veces se me salían comentarios, después de todo no quería que se sintiera aburrida, entonces le conté el secreto de los pasadizos de escape que solo conocíamos el constructor, algunos trabajadores y yo. Quizá contarle sobre los pasadizos tan inmediatamente era algo precipitado, pero ya era mi esposa ¿Qué más me quedaba, sino confiar en ella?
Con eso en mente me explayé en información del castillo que quizás o muy posiblemente no le importara, pero fue bastante amable al fingir que sí. Me dije que debía seguir adelante con mis mejores intentos de agradarle y que debía ponerle siempre atención para detectar si había algo que no le gustara, pero al menos por esos momentos todo fue tranquilo y agradable. No bajamos a la ciudadela, tenía pensado espaciar bastante bien los sitios que visitáramos para tener suficientes excusas que me permitieran estar con ella. Para cuando llegó la hora del almuerzo, regresamos al castillo, al terminar pasamos la tarde en el salón de té, comentando el recorrido de en la mañana, fue una tarde estupenda, una tarde maravillosa, fue una conversación mesurada, tranquila, con ciertos silencios, pero también muy amena. Pero sobre todo me sentí feliz de estar con ella toda la tarde y que fuera todo tan agradable, de hecho, me sorprendió mucho ver a Rosalie informándonos de que la cena ya estaba lista. Supongo que así es como debe ser un matrimonio, o al menos esa era la idea que tenía en mi mente, pasar largos ratos juntas, aunque no estuviéramos haciendo algo con exactitud, simplemente compartiendo el mismo sitio en paz y comodidad… aunque claro, tampoco me molestaría que quisiera sentarse a mi lado y tomar mi mano o… bueno, esas cosas. No te apresures, me dije.
Después de la cena nos separamos y fui a asearme, le pedí a Rosalie un poco de licor, solo para controlar mi energía desbordante, no podría dormir si no tomaba un poco. Al terminar el ultimo sorbo entré a la habitación y me acosté inmediatamente, ella ingresó solo un poco después y al verme ya acostada fue directo a la cama. Ella parecía pensar en algo ya que no me dio las buenas noches y suspiró, debía haber algo pasando por su mente, estaba que rebotaba por preguntarle, pero fui prudente, le di su espacio y finalmente, ella me comentó sus inquietudes sobre su doncella, así que traté de hacerla sentir lo más tranquila posible, pero por dentro comencé a pensar en posibles opciones para la doncella. Podía desde deshacerme permanentemente de ella, hasta mandarla a trabajar a las minas o enviarla a otro continente en barco, con eso pensado me sentí más tranquila, aunque todo se aclararía al día siguiente, pero me sentía mucho más resuelta al tener en consideración tan buenas opciones para una negativa. De hecho, me despreocupaba tanto el tema que no supe ni en qué momento me quedé dormida.
Aunque el tema revivió con el desayuno, pues justo estábamos en eso cuando una de las doncellas le notificó la llegada de la susodicha. Como era de esperarse, la doncella preguntó si desistiría de sus servicios y para mi sorpresa no lo hizo, decidió quedarse con todas, un hecho que me produjo cierta curiosidad. Ella decía que le agradaban y quería conocerlas, además de la señora Sanada, eso me agradó, porque quería decir que le importaba el personal, que le importaba establecer vínculos con las personas del castillo, que quería involucrarse porque planeaba quedarse aquí y tal vez quería quedarse conmigo… eso o le agradaba la idea de no mover ni un dedo y tener a muchas personas a su servicio, algo que me parecía desentonar con ella. Como fuera, yo estaba dispuesta a ser complaciente y darle tantas doncellas para su servicio como quisiera.
Un poco después de eso acordamos que la llevaría a la ciudadela y por la tarde la dejaría hablar con la recién llegada doncella. Cada quien hizo lo propio en su arreglo personal y mucho más rápido de lo que esperé, ya estábamos bajando por el camino empedrado rumbo a la ciudadela. Sentí un vértigo mientras bajábamos, una sensación que mezclaba nerviosismo y emoción. Sabía que las personas no serían groseras con ella, eso me tranquilizaba, pero también me sentía emocionada por presentarla a mis residentes, era una especie de orgullo que no sabría cómo describir con exactitud.
El camino entre el castillo y la ciudadela se acabó, pronto llegamos a la calle principal así que la ayudé a bajar del caballo y la insté a entrar a visitar todos los establecimientos más cercanos. Al menos por hoy había planeado que recorriéramos los sitios que estaban en la calle principal y poco a poco, día tras día, la llevaría a ver toda la ciudadela que rodeaba el castillo. Era una estrategia, cuando ya no tuviera más ciudad que mostrarle la sacaría y la llevaría a ver los alrededores, ya lo tenía bien planeado, si por día la llevaba a un sitio diferente tendría la excusa perfecta para estar con ella y hacer algo nuevo, lo importante era que no se aburriera y nos siguiéramos conociendo, construyendo un vínculo entre las dos, poco a poco, día tras día, minuto a minuto.
Para mi fortuna las personas de los locales fueron muy amables, y aunque ella se mantuvo con seriedad y una sonrisa muy tenue al principio, conforme íbamos avanzando en nuestro recorrido, pude notar que dejaba de estar tensa. Notaba su tensión, la notaba en sus hombros, los tensaba sin que se diera cuenta y por ello me di cuenta como comenzó a relajarse. La comprendí, ella parecía muy madura, muy serena, a veces muy firme y segura, pero no es fácil llegar a un sitio nuevo donde no conoces a nadie y desenvolverte rápidamente entre personas desconocidas, pues una cosa era la amabilidad y el respeto en su trato, y otra cosa muy diferente era sentirse en confianza, a eso había que sumarle que su doncella pronto llegaría y nuestra situación debe ser algo a lo que aún no se acostumbra. Me gustaría decirle que no había aquí nadie que le pudiera hacer daño, que mataría a cualquiera que se atreviera a hacerlo, pero preferí que ella se diera cuenta de ello por sí misma. Quizás lo logré cuando noté que comenzaba a relajar sus hombros y su sonrisa era menos tensa. Aunque por supuesto, ella es bastante inteligente y llegó a la conclusión de que no todos mis ciudadanos podían tenerme en gracia, y a eso lo llamo nada más que conveniencia, por ello estaba segura que nadie se atrevería a ofenderla, por simple conveniencia.
Al terminar nuestro recorrido por la calle principal, el cual fue largo y bastante prolongado por los comerciantes que nos invitaban a su establecimiento, regresamos al castillo justo a tiempo para la hora del almuerzo. Aquel día fue agradable, pero también notaba que aún había algo rondando por su mente, su doncella debía ser muy importante para ella, ojalá que tome una buena decisión, sería muy triste deshacerme de ella.
