Capítulo 15.

Al día siguiente, Sir Kanzaki la acompañó por la mañana, pero al terminar se reunió conmigo y se quejó amargamente del suplicio que fue lidiar con la curiosa amiga de Shizuru. No pude evitar reírme, para Sir Kanzaki había muchas cosas que eran un suplicio. Escuché sus quejas y terminé preguntándole que sitios vieron, si había notado uno que le gustara a ella, pero Sir Kanzaki no me ayudó con eso, él no había notado un interés particular, de modo que fue hasta la noche en que me enteré que ella quería ir conmigo y que juntas decidiéramos un sitio. Me parecía innecesario, pero también una decisión demasiado tierna y considerada ¿Cómo no amar a esta mujer?

Como debíamos ir juntas, hubo que esperar algunos días hasta que finalmente tuve un descanso, su majestad estaba esclavizándome y tuve que zafarme de su yugo. Afortunadamente, tuve un buen día de descanso para mirar detenidamente todos los sitios disponibles. Si bien yo estaba ahí para ayudar con la decisión, era solo una fachada, yo estaba dispuesta a adquirir el sitio que ella quisiera, me interesaba solo complacerla; por eso, cuando mencionó que le gustaba una propiedad que no estaba exactamente en venta, hice todo lo posible para obtener la propiedad, me costó un poco convencer a la canciller, pero luego de que su majestad la mirara ceñuda, sorprendentemente, lo reconsideró y aceptó vender. Era obvio que había una influencia de su majestad en ese cambio de opinión, pero por esta vez, realmente no me importaba en absoluto, no me importaba si con eso complacía a Shizuru.

Hicimos el trato casi al instante y siempre bajo la mirada de su majestad. Le pagué una buena cantidad de plata por la propiedad y al final del día ya tenía una nueva propiedad que complacería a mi bellísima esposa. Por eso, cuando llegué y le di la noticia, que fue recibida con un entusiasmó moderado, no pude evitar sentir que no había sido la expresión que esperaba, quería hacerla feliz, pero quizá estaba olvidando quien era ella, una propiedad, por muy grande que sea, no parece ser algo que le cause mucho interés. Solo entonces, en lugar de sentirme contrariada, pensé en que debía esforzarme más.

Es posible que le interesase más el aspecto de la decoración y esas cosas que la propiedad en sí, llegué a razonar. De modo que le di total permiso para arreglar y decorar como más le gustara, incluso, llegado el momento, "convencí" a algunos de mis subordinados de ayudar, todo para que las cosas quedaran en el menor tiempo posible. Fue así que en menos de una semana nuestra modesta vivienda estuvo perfecta para mudarnos. Tuve que pedirle un permiso a su majestad para ir a supervisar todo, afortunadamente, para cuando cayó la tarde, todo quedó en el lugar que Shizuru quería. Era notoriamente un estilo muy diferente al mío, no era exactamente mi gusto, pero tampoco era exactamente desagradable, de forma que tenía la disposición para no darle importancia al tema. Lo importante es que la biblioteca, donde estaba mi escritorio, era agradable y las habitaciones que nos pertenecían también lo eran, seguiríamos manteniendo una convivencia muy cercana, con eso estaba bastante bien, era lo que más me importaba.

Cuando todos se marcharon y solo se quedaron las doncellas con el resto del personal de servicio, me di cuenta que haría falta un poco más de personas que ayudasen al mantenimiento de la propiedad. Fui entonces a la biblioteca a mandarle una carta a la señora Sanada donde le pedí enviar a las doncellas que no necesitase. Justo terminaba la carta y se la daba a mi escudero cuando llegó Senou a avisarme que la cena estaba lista. Me levanté y llegué muy rápido al comedor, ya que estaba relativamente cerca de la biblioteca, la esperé algunos momentos y de pronto ahí estaba esa mujer, sonriente y brillante. Seguro está feliz por la casa, si es por ello entonces yo estoy feliz. La cena pasó muy rápido, era nuestra primera vez cenando en aquel comedor, pero las cosas se sentían muy bien, el ambiente era ameno, era agradable, pero me sentía mucho mejor en el castillo, quizá pronto me sienta tan cómoda como me siento en el castillo, entonces recordé, pronto se cumpliría otro mes y podríamos regresar al castillo, de modo que no pude evitar mencionárselo.

Aún no estábamos ahí, pero ya quería regresar para estar con ella y ser un poco más libre y relajada, quitarme la armadura y pasar algunas tardes tomando el té. Al instante me imaginé ahí, como había sido solo unas semanas antes, pasando la tarde en el salón del té, o pasando una mañana de ocio en la terraza del castillo, solo ella y yo, hablando de cosas sin importancia o de cosas interesantes, cosas de ella misma, de su vida, de sus recuerdos, de lo que le gusta. Me gustaba estar aquí con ella, pero me gustaba más estar con ella en mi castillo. Sin embargo, en la conversación salió la amenaza del ataque extranjero, eso ensuciaba mi felicidad, ahora mismo las cosas están muy bien, bastante bien, pero tenía dos opciones, o tomaba la futura guerra como una calamidad, o simplemente un obstáculo que debía partir en dos para proteger mi felicidad. Definitivamente partiría en dos a cualquiera que fuera una amenaza.

La cena terminó y como era debido, fuimos a asearnos para poder finalmente dormir, con todo el movimiento que había ocurrido, era necesario descansar. Las cosas parecían perfectas cuando nos fuimos a la cama, pero lo cierto es que la vida muestra su imperfección cuando más perfecta luce, son esas ironías de la vida. Estaba bastante dormida cuando comencé a percibir un movimiento en mi hombro, un movimiento ajeno, extraño, abrí los ojos y no entendí que pasaba hasta que vi a Senou justo en la orilla de la cama, con un candelero en la otra mano. Al instante fruncí las cejas, no enojada, sino extrañada.

-su señoría –dijo ella en un susurro –noticias terribles, un ataque en el puerto y Sir Kanzaki esta abajo, es de urgencia –apreté la mandíbula, un ataque y Sir Kanzaki aquí, solo significaba una cosa.

-trae mi armadura y dile a Kanzaki que suba.

Ella asintió y se fue rápidamente, yo me quedé unos momentos en la cama, sentada al lado de Shizuru, ¿Qué podría pasar? Probablemente la guerra ya había empezado ¿Qué debía hacer? En cuanto a la guerra, ir a lucharla, en cuanto a Shizuru… ¿debía despertarla? ¿debía despedirme? Quizás era un ataque insignificante y no valía demasiado la pena, quizás me librara rápidamente y podría volver, quizá tuviera más tiempo. Miré donde estaba ella, apenas visible pues el fuego en el hogar ya era muy pequeño. Aún era demasiado rápido, necesitaba más tiempo para lograr que ella sintiera algo por mí, para que su decisión fuera contundente, para que ella estuviera segura de quedarse conmigo y que no me dejara después de la guerra, o más bien, que no me pidiera dejarla. Es demasiado pronto, me repetí, ¿Por qué justo ahora? Las cosas están tan bien que siento que ya casi he alcanzado lo que tanto he querido… la vida… la vida no podía ser tan injusta ¿o sí? Apreté la boca y las cejas, molesta, entonces vi como las doncellas se asomaron brevemente por la puerta, seguramente ya estaban listas.

Me levanté de la cama con cuidado para no despertarla, arrojé un par de troncos al hogar y fui con ellas. Al pasar a la habitación contigua ya había varias doncellas ahí, con todo listo en las manos, me quitaron la bata, me colocaron las ropas y luego, gracias a la habilidad lograda al colocarme la armadura por tanto y tantas veces, cuando entró Sir Kanzaki yo estuve lista en el tiempo justo, así no me vio en paños menores y con una muy decente apariencia. Nada más entrar se acercó, antes de que abriera la boca deseé que la urgencia no fuera tan dramática, pero lo cierto es que mis deseos no fueron escuchados.

-ha llegado un destacamento a la ciudad, mientras que en el puerto ya ha comenzado el ataque, nos reportan que hay un aproximado de cincuenta naves.

-ya veo –me molestaba y me sentía fatal, pero debía mostrar fortaleza no haciendo aspavientos - ¿ya has mandado a reunir a todas las tropas? ¿Qué tan lejos ha llegado esa avanzadilla?

-tomó por sorpresa a los guardias, pero ha sonado la alarma y todos han arremetido contra ellos, de modo que es probable que ahora mismo ya los hayan neutralizado, lo más importante es el ataque en el puerto.

-seguramente intentan hacer un ataque muy rápido que les haga llegar a la Reina y derrocarla cuanto antes, un ataque sorpresa, pero estamos muy bien organizados, pronto nos desharemos de…

-su señoría –nos encontrábamos en una cierta calma Sir Kanzaki y yo hasta que mi escudero llegó desesperado al salón –han llegado más refuerzos enemigos, la lucha esta pareja ahora mismo –inmediatamente sentí un brinco en mi pecho.

-llama a todos, debemos repelerlos cuanto antes, no pueden llegar al palacio –sentí que perdía la calma y la desesperación me inundaba, pero debía luchar contra eso, debía actuar con calma y mesura, no caer en el caos y establecer prioridades –Senou, tomen todas las cosas que necesiten y partan inmediatamente con Shizuru al castillo, sin peros, sin demoras, sin excusas, llévenla aun con cualquier alegato que tenga, márchense lo más pronto posible, Sir Kanzaki, que unos guardas las escolten, iré a despedirme y nos marchamos al frente.

-sí, su señoría –dijeron tanto Sir Kanzaki como las doncellas.

Ellos se precipitaron a la puerta y pronto abandonaron la habitación, por mi parte respiré profundo mientras caminé al dormitorio, al entrar ella estaba despierta y de pie. Había más luz y podía admirarla con mayor facilidad ¿será esta la última vez que la vea? Lucia tan bella, tan sensual, tan tentadora, era difícil no admirarla y perderse en su belleza, pero debía hacerlo, había una emergencia, ahora mismo era el momento que tanto había deseado que no llegara, y que, aun así, estaba destinado a suceder. Hay una urgencia, no lo olvides, resuelve tus prioridades, por eso estas a cargo de este ejército, no olvides.

-Shizuru –de pronto me sentí estresada y agitada -ya ha comenzado, acabo de dar órdenes exactas, solo haz lo que te pido y todo estará bien.

- ¿ha comenzado? ¿Qué ha comenzado? –quería decirle todo de forma rápida y breve para no perder tiempo, aunque quizás eso la estaba confundiendo.

-el ataque, debes irte, ya están arreglando todo, te iras al castillo inmediatamente, ahí estarás completamente a salvo, yo debo ir al Este, al puerto.

- ¿ataque? ¿ahora? ¿en este momento? –conforme pasaban los segundos me sentía más contrariada, seguramente ya me estaban esperando abajo, debía ir a ayudar en la batalla para protegerlos a ellos, pero sobre todo para poder protegerla a ella y yo estaba aquí, sin embargo, debía comprenderla y tener paciencia.

-sí, he dado órdenes, si tus padres deciden ir contigo depende de ellos, de todos modos, he mandado por ellos, pero lo que sea que decidan, te vas ya, ¡Ahora! ¿comprendes?

-sí –creo que perdí un poco la calma en eso último, pero lo que menos necesitaba era entrar en demasiados detalles o que ella protestara y no quisiera hacer lo que le pedía, necesitaba que ella cooperara para que yo pudiera actuar con tranquilidad, necesitaba saber que ella estaría a salvo en el lugar más seguro que había podido crear.

-debo irme, te mantendré informada –quien sabe si habría otra oportunidad de vernos, o cuanto duraría esta lucha, así que quise despedirme con un beso, uno breve y después, solo por si ocurría algo grave, lo mejor era decirle la verdad para que no me olvidara ni a mí, ni a mis sentimientos –recuerda siempre el amor que tengo por ti.

Me hubiera gustado que ella me diera una respuesta, pero la situación no era tan sencilla como para esperar pacientemente una respuesta, a veces hay situaciones donde las palabras sobran, donde hay tantas cosas en un tiempo tan corto que es difícil procesar todo y te quedas sin palabras, esta era quizá, una de esas situaciones, no hay tiempo, no hay lugar para tomarse de las manos, no hay lugar para sentimentalismos, solo para salir a enfrentar al enemigo, así que eso mismo hice, salí de la habitación y bajé rápidamente las escaleras, caminé presurosa por el largo vestíbulo y fuera ya estaba esperándome Sir Kanzaki con el caballo listo.

Monté el caballo con rapidez y salimos con premura, el ataque había llegado por el Este, por el mismo camino que daba a la ciudad portuaria. Era extraño. ¿Cómo era posible que atacaran la ciudad portuaria y no nos enteráramos? ¿Cómo era posible que supiéramos del ataque solo y justo cuando estaba ocurriendo el ataque en la ciudad capital? ¿o es que no me habían informado bien? Pensé en preguntarle a Sir Kanzaki, pero si él tuviera más información ya me habría hecho saber, de modo que quedaba esperar.

Los caballos corrieron presurosos, internándonos en el centro de la ciudad, cruzando por las calles vacías en las que se podía notar como en algunas corrían soldados que acudían al ataque, soldados recién alertados que habían sido tomados desprevenidos, igual que yo. Dejamos atrás a esos soldados y seguimos con celeridad hasta llegar a la puerta Este de la ciudad, ahí las puertas estaban cerradas, pero se oía un gran ajetreo del otro lado, rápidamente exigí un informe mientras desmontaba y subía para llegar a lo alto de la muralla.

-al principio era solo una avanzadilla que fue descubierta su señoría, pero han ido llegando más y más, un mensajero nos avisó del ataque en el puerto, es terrible, al parecer no pudieron repeler el ataque, son muchas las fuerzas enemigas, por eso han podido llegar hasta aquí su señoría –apreté los dientes con molestia mientras terminaba de subir los escalones y me asomaba para ver el otro lado de la muralla, ahí abajo había varios soldados enemigos, era casi la misma cantidad de fuerzas que los repelían como los que peleaban para invadirnos. Qué vergüenza ¿Por qué no salían todos los holgazanes que estaban de este lado?

-que los arqueros sigan disparando hasta que salgamos –entonces me giré y volví a bajar las escaleras –Sir Kanzaki, ordené que se reúnan, saldremos ahora mismo.

Por suerte Sir Kanzaki era mi vocero y el que se desgastaba la garganta gritando ordenes, de manera que cuando terminé de bajar las escaleras, simplemente me coloqué al frente de todos los soldados reunidos, éramos suficientes como para extinguir el ataque. Murmuré en voz baja hechizos de fortaleza, agilidad y fuerza, entonces desenvainé la espada y de un movimiento del sable di la orden para abrir las puertas, estas se abrieron y finalmente, frente a mi estaba la batalla. Todos salimos para sumarnos al ataque, antes parecía una lucha igualada, pero una vez que se sumaron los soldados que se habían reunido, la batalla terminó rápidamente. Gracias a mis hechizos pude acabar con varios soldados enemigos sin sufrir daño, al último le di una estocada en el estómago, saque la espada antes de que cayera quejándose y regresé a ver a mi alrededor para enfrentar al siguiente, pero ya no quedaba ningún otro, a mi alrededor los cuerpos enemigos yacían en el suelo y los gritos de pelea habían cesado.

Respiré profundamente y enfundé la espada. El sujeto que recién había despachado estaba quejándose en el suelo. Maldita escoria, pensé al verlo, de hecho, iba a rematarlo, pero antes volteé a mi alrededor, el resto de mis fuerzas hacía lo mismo, sin dejar a algún sujeto vivo, entonces pensé que este podría servirme. Me agaché y le quité el casco, mirándolo detenidamente no parecía diferente a alguno de nosotros, pero aun así era el enemigo, no había lugar para la piedad, él no la tendría conmigo. Estaba a punto de hacerle unas preguntas al sujeto cuando llegó Sir Kanzaki.

-todos han sido erradicados su señoría –me dijo con orgullo, yo asentí en silencio y me incorporé.

-que se lo leven y que vean que información nos da, si no habla en menos de una hora mátenlo.

-sí, Sir Takeda, llévatelo –a su vez, él delego la tarea, quizás había algo más que me quería decir –ya he mandado hombres al puerto, necesitamos saber que tan mal están las cosas allá.

-y, sobre todo, hasta donde han llegado estas basuras –le dije, mientras veía como Sir Takeda se llevaba al sujeto de un tobillo –tomen a cuantos puedan y sáquenles información, no podemos perder tiempo, cuantos son, hasta donde han llegado, quien es el líder, cuantos barcos, cuáles son sus órdenes, todo Sir Kanzaki, lo quiero saber todo.

-sí, su señoría, lo averiguaremos.

Pero esas sabandijas no soltaron información tan fácil. Al primero que atrapamos, es decir, al que se llevó Sir Takeda tuvimos que cortarle la garganta después de dos horas de hacerle preguntas porque nunca soltó ni un número, pero lo hicimos frente a otros cuatro enemigos que habíamos capturado, eso sirvió de ejemplo, lamentablemente, los que si querían hablar no tenían la información necesitábamos, de modo que era una situación frustrante.

-que busquen a más –le dije a Sir Kanzaki, bastante irritada –atrapen a todos y no los dejen en paz hasta que me digan sus números.

Sir Kanzaki parecía un poco impresionado por mis órdenes, pero las acató en la medida de lo posible, ya que habíamos extinguido el ataque y ya no se veían más enemigos, tuvieron que rastrearlos el resto del día, para cuando capturaron a algunos, ya comenzaba la noche. Yo no había podido descansar, ni siquiera había pensado en quitarme la armadura, menos aun cuando trajeron a dos sujetos que recién habían encontrado. Al instante fui a ver el interrogatorio, me senté a escuchar sus balbuceos. Fue una larga hora de escuchar suplicas, quejidos, gritos e insultos, hasta que por fin.

-por el puerto Sur… -dijo el sujeto, cansado de los latigazos mientras estaba colgado de cabeza –habrá un ataque en el puerto Sur esta noche.

-maldito imbécil –escupió Sir Takeda –si es verdad el ataque está por comenzar.

-dejaremos la primera y la quinta división para resguardar el palacio y la ciudad, Sir Takeda, Sir Kanzaki, movilicen la novena y la décima para salir ya mismo, envíen un llamado a la doceava para que cambie de posición a una más central y que le quede cerca asistir en caso de necesitarlas, en el Sur están la cuarta y octava división, podrán resistir mientras llegamos.

Ambos se marcharon rápidamente a cumplir mis órdenes mientras le ordené a mi escudero preparar mi caballo. Tal parece que no dormiría esta noche. Sin embargo, me dejaba tranquila que ahora mismo Shizuru estaría resguardada en el castillo, a salvo de cualquier ataque, con la onceava división en el interior de las murallas, con el resto de los guardias que ya de por si protegían la ciudadela. Ahora mismo ese lugar estaba tanto o más protegido que el palacio, nadie tocaría un solo cabello suyo. De manera que puse rumbo al puerto Sur con cierta tranquilidad, lo único que me generaba una huella de incertidumbre es que no sabía que sucedería cuando acabasen los ataques ¿debía volver? Tenía la sensación de que si regresaba no sería tan malo, pero, por otra parte, ella no me había dado ninguna respuesta. Necesito algo más sólido que su disposición para conmigo, algo un poco más directo… ¿sería querer demasiado?

Me permití tener estos pensamientos mientras cabalgábamos lo más rápido y naturalmente posible hacia el puerto Sur. Tardamos varias horas y cuando quedaba un tramo relativamente corto envié a un explorador para verificar la situación, no pasaron ni diez minutos cuando regresó con la noticia de que los soldados resistían en las murallas y que los ataques se centraban en las puertas Norte y Sur. Podía dividir las fuerzas y atacar ambos frentes o utilizar ambas divisiones para atacar una y después otra con superioridad numérica, lo cual sonaba mejor.

-démonos prisa y vayamos a la puerta Norte –les dije a Sir Kanzaki y Sir Takeda.

Al menos en ese momento todo salió a pedir de boca, llegamos a la puerta Norte y pudimos abatir a tantos enemigos como pudimos. Las fuerzas que defendían las murallas salieron a combatir luego de vernos llegar, de modo que el ejército que intentaba escalar las murallas y derrumbar las puertas, pronto se vio amenazado desde dos lugares diferentes, no tuvieron oportunidad, la batalla duró apenas unos minutos, logramos aplastarlos sin dificultades, sin embargo, de alguna forma, los enemigos de la puerta Sur lograron enterarse y se retiraron, abandonaron el puerto por los muelles y escaparon rápidamente en sus barcos, no sin antes incendiar los que teníamos detenidos ahí mismo, fue una gran pérdida.

-bueno, Sir Kanzaki… -le dije, mientras veía como ardían nueve de nuestros mejores barcos –ya sabe qué hacer con los enemigos sobrevivientes.

-no pierda cuidado, los trataremos bien y para el medio día conseguiremos algo.

La noche comenzaba a acabar y los primeros claros del día comenzaban a vislumbrarse. Habíamos ganado, pero me dolía el cuerpo y necesitaba quitarme la armadura. Mis doncellas no estaban aquí para ayudarme, no era el lugar indicado para ellas y eso me estaba irritando mucho, necesito un maldito baño. No quería utilizar a los hombres, pero no me quedó opción, movilicé a los que estaban más descansados para que me consiguieran cubos de agua que pedí llevaran a la habitación que me asignaron en el cuartel de esa ciudad. Después fue mi escudero quien me quitó la armadura y se retiró, con la orden de limpiarla y dejarla reluciente. A solas tuve que quitarme el resto de las prendas y asearme con agua fría, no era de mi agrado, pero era mucho mejor a permanecer con el sudor y la sangre. Al final, cuando terminé de vestirme me arrojé a la cama, pero me dolía tanto el cuerpo que no podía dormir. Volví a llamar a mi escudero y le dije que consiguiera el licor más fuerte que hubiese en la ciudad, tardo un largo rato, pero volvió con una botella y una copa. Miré la botella con curiosidad y escepticismo, incluso cuando me sirvió una copa miré el líquido con desdén, sin embargo, solo necesite dos copas de ese licor para sentir el estado de embriaguez.

-recuérdame felicitarte por conseguir esta cosa… -le dije, con pies y manos extendidos por la cama.

Bebí un par de copas más y olvidé que rayos estaba diciendo, la habitación flotaba y mis ojos pesaban. Cuando desperté me sobresalte al instante ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿habían cesado los ataques? ¿habían apagado el fuego en los muelles? ¿Cuál era el estado de la ciudad capital? ¿Qué información habían obtenido? Me levanté súbitamente y sentí un mareo que me regresó a la cama, estaba potente ese licor, no olvidaría traerme unas cuantas botellas.

Después de unos cuantos minutos el mareo pasó y salí de mi habitación, llamando a mi escudero y a Sir Kanzaki, Sir Takeda o quien rayos estuviera cerca. Por fortuna no había ocurrido ningún ataque, la capital estaba tranquila, el fuego había sido extinguido y los prisioneros habían hablado.

-la mayoría no sabe de ningún otro ataque, algunos piensan que volverá a haber otro esta misma noche, pero son solo conjeturas, por lo menos conseguimos el número de naves, son cincuenta y siete en total, con órdenes de atacar los puertos cercanos a la ciudad capital, así que seguro intentaran atacar el puerto Este otra vez –fue Sir Takeda quien me reportó las noticias, Sir Kanzaki había ido a descansar un poco.

-sí, supongo que sí, el puerto Este es el que está más cerca del palacio, pero ya lo han intentado una vez… -era, ciertamente, un poco complicado defender varios frentes a la vez, por eso había creado divisiones que defendieran los principales puertos, el problema era que no sabía con qué potencia atacarían, ya que, al parecer, estaban rondando en nuestros alrededores… por eso… -al parecer he cometido un error… -entonces Sir Takeda me miró desconcertado.

- ¿en qué aspecto? –aún estaba pensando las cosas, pero la verdad es que habíamos obtenido muy poca información.

-los informes decían que estaban aumentando sus fuerzas, creí que sería un ejército enfocado en el ataque terrestre, como la vez pasada, y quizá eso intentaron al inicio, pero ahora que han visto que somos fuertes en tierra se concentrarán en los ataques marítimos, no tuvimos información sobre qué tantos barcos eran y que tan fuertes eran en ese aspecto, pero no es excusa, he fallado… me confié en como ya sabía que atacaban…

-un error lo comete cualquiera –me dijo, quizá tratando de ser amable.

-no para alguien en mi posición –inhalé profundo y exhalé, mis cejas estaban fruncidas por completo, estaba molesta conmigo misma –de manera que debemos mandar a llamar a nuestros barcos y enfrentarlos en el mar.

Si bien quería movilizarme lo más pronto posible, tuve que permanecer en el puerto Sur por un considerable tiempo, no podía moverme imprudentemente. Durante mi estadía tuve que dedicarme a enviar instrucciones, tuve que enviar mensajes a todos los puertos para saber por dónde se habían visto naves enemigas, después, esperar respuesta. Esencialmente se les había visto en zonas Sur, nada en el Norte, así que mandé a llamar a todas las naves para que se reunieran en el puerto Sur, mandé instrucciones precisas, no quería que todas regresaran al mismo tiempo, eso podría ser peligroso al estar separadas, así que pedí que se fueran reuniendo al tiempo en que iban recorriendo la costa. Lo interesante es que mientras llegaban al puerto Sur, se habían dejado de ver naves enemigas.

-algo están planeando, no creo que se hayan retirado –esta vez era Sir Yuuichi. Yo asentí a su comentario.

-estoy de acuerdo, es posible que se hayan dado cuenta del repliegue y quieran atacar por el Norte, pero a estas alturas solo queda esperar, no puedo mover las naves de un lado a otro, si atacan por el Norte, las divisiones que están ahí deberán resistir hasta que lleguemos.

Pero el ataque Norte que pude sospechar no ocurrió, dos días después de que llegaron todas nuestras naves, un total de veinticuatro elementos, la flota enemiga atacó un pequeño puerto en el Suroeste que quedó desprotegido. El enemigo había aprovechado bien, pero se veía venir que atacarían en algún lugar, solo era cuestión de tiempo… y ahora ¿Qué?

Al instante de enterarme del ataque tuve el impulso de mandar refuerzos, seguro la gente que vivía en ese pequeño puerto y los alrededores estaría siendo atacada, pero por otra parte… tenemos inferioridad naval, así que debemos compensarlo con las fuerzas terrestres, de manera que no podía enviar primero a los barcos, si quería ganar esta guerra debía desgastar al ejército enemigo en tierra y luego enviar a las naves para que remataran a todos los que buscaran escapar en sus barcos. Por lo tanto, había que sacrificar al puerto Suroeste, necesitaba que entraran en tierra, que abandonaran sus barcos para así poder golpearlos con todas mis fuerzas. No me gustaba tener que perder, de hecho, no me gustaba perder ni una pizca de territorio, pero era necesario.

-no acudiremos a ayudar al puerto –enseguida mis tres zoquetes se levantaron molestos, yo exhalé, molesta también –pero si alguien pregunta diremos que fuimos a defender a todos esos pueblos y que cuando llegamos era tarde, no quedaba nadie vivo… -mis tres granujas estaban tomando aire para replicar, pero con el objetivo de evadir sus alegatos continué hablando -no queda de otra más que dejar que entren y se sientan confiados, en el mar no somos fuertes, si no hubieran quemado las nueve naves que teníamos aquí, tendríamos un poco más de probabilidades, pero nos sacan poco más del doble de naves… -mis tres zoquetes ahora volvieron a sentarse, con rostros apesadumbrados y con las cejas fruncidas –por eso permitiré que entren por el puerto Suroeste, pero quiero que llamen inmediatamente a la división siete y doce, dejaré que se confíen por unos días, eso dará tiempo suficiente para que los rodeen por el Norte y el Oeste, mientras la ocho, nueve y la diez nos moveremos por la costa, después, si las cosas salen bien, podremos cerrarles el paso a su huida con nuestras veinticuatro naves –finalmente todos asentimos con la cabeza, era lo mejor que se podía hacer –tenemos que organizar bien a las divisiones siete y doce para que los rodeemos al mismo tiempo, Sir Kanzaki, encárguese de eso.

Dar órdenes y hacer planes era sencillo, lo complicado era realizarlas. En los próximos días estuvimos coordinando los movimientos de las divisiones, recibiendo informes sobre los exploradores de las divisiones siete y doce, ya que esas divisiones debían llegar un poco antes, ellas servirían de señuelo para hacer que el enemigo se adentrara a tierra firme, tenían que entrar lo suficiente como para alejarlos bastante de sus barcos y luego cerrarles el paso. Fue complicado y tedioso, pero finalmente, después de días y días de organización, llegó el momento que había esperado.

Tuve suerte de tener subordinados que acataban bien las órdenes y eran precavidos. Las divisiones siete y doce cumplieron con lo esperado, enviaron a varios guerreros a servir de señuelos, los fueron llevando cada vez más al interior, fingiendo que huían, solo para hacer entrar al ejército enemigo a una trampa mucho más grande. Por desgracia, el puerto Suroeste fue destruido por completo junto con su gente, los informes no mencionaban sobrevivientes, tristemente así era mejor, porque así nadie hablaría de como los abandonamos, de cómo perdimos en esa región, y también, así nadie sabría de las desgracias y sacrificios que se tuve que hacer.

Cuando llegó el último informe de que el ejército enemigo se había adentrado en las campiñas centrales en dirección a los altiplanos, supe que era el momento de movilizarnos, en seguida mandé a mis tres zoquetes a movilizar a las divisiones ocho, nueve y diez. Era ya el momento de partir a la batalla definitiva. Tuve muy poco tiempo para recoger los papeles y mi pobre escudero aún menos tiempo de preparar mi armadura. Sin embargo, mis tres dependientes levantaron a las tropas más rápido de lo que imaginé y pronto, las tres divisiones estaban ya en marcha, conmigo a la cabeza.

Mandé varios exploradores a monitorear los alrededores, a asegurarme de que nos movíamos por completo en secreto. Cada que regresaba un explorador a informarme de que no había soldados ni un poco cerca me sentía aliviada. Tardamos casi un día y medio en llegar a las campiñas por donde había pasado el ejército enemigo. Inmediatamente mandé informantes para que cerraran la trampa. Al instante de que las divisiones tomaron su verdadera posición, el ejército enemigo comenzó a inquietarse, sin embargo, sabía que estaba rodeado, así que solo le quedaba esperar. Era la calma antes de la tormenta, o más bien, la calma que precede a la matanza. Ambos, el enemigo y yo sabíamos lo que pasaría, solo era cuestión de tiempo, los dos estaríamos alerta a cualquier movimiento. Es como estar receloso de cualquier movimiento imprudente del otro, solo esperas para ver quien se mueve primero.

-su señoría –era Sir Yuuichi –ya las tres divisiones están en sus puestos, mientras que la siete y la doce solo esperan sus órdenes, no podrán escapar –yo asentí en silencio.

-mañana a primera hora –le dije, comenzaba el atardecer, no era conveniente iniciar una batalla de noche.

- ¿y si nos atacan en la oscuridad?

-es obvio que estaremos preparados, Sir Yuuichi.

-sí, su señoría.

Me retiré a una pequeña tienda que habían colocado para mí, di instrucciones de mantener a algunos guardias vigilando, pero probablemente no haría un movimiento imprudente el ejército enemigo… aunque tampoco eso se puede saber.

Como quiera que fuera, la batalla definitiva estaba ya muy cerca y… ahora que me ponía a pensar en ello… no tenía una respuesta, pero más importante, me había olvidado escribirle a ella. Había pasado días sin dormir, días y días con la armadura puesta, bebiendo licor para poder descansar, pero no era escusa. Exhalé pesadamente mientras me llevé los dedos a la frente ¿Sería demasiado tarde? Me apresuré al improvisado escritorio donde leía y contestaba informes, tomé un papel en blanco y comencé a escribir, necesitaba una respuesta de ella, necesitaba algo con que ir a luchar, talvez, si tenía suerte, la respuesta pudiera llegar mientras nos desplazábamos al campo de batalla, o quizás no… solo tenía que intentarlo.

Comencé explicando un poco las cosas que habían sucedido, más como justificación para mi falta de comunicación; también tuve que mentir sobre los ataques al puerto y sus alrededores, después de todo, las cosas se sabrían tarde o temprano y solo debía haber una versión, sin embargo, eso no era importante, lo que de verdad necesitaba, era su respuesta ¿quería que me quedara con ella, sí o no? Al terminar la carta exhalé pesadamente. Ahí estaba, la pregunta para obtener la tan deseada respuesta… realmente espero que su respuesta sea positiva, pero si no lo era, de igual forma debía aceptarla. Me repasé los dedos por la frente antes de llamar a mi escudero, cuando me sentí tranquila, pude llamarlo y darle la carta.

-ve con el mensajero que este más descansado y que salga a toda velocidad, necesito que se la lleve a Shizuru en mi castillo y que espere una respuesta, ve, rápido.

-sí, su señoría –el muchacho salió presuroso y yo me senté pesadamente en un tronco que tomamos como asiento. Ojalá traiga una buena respuesta, ojalá.

Un rato después el chico volvió para decirme que el mensajero ya había partido a toda velocidad. Volví a pasarme los dedos por la frente, si lo pensaba bien, yo tardaría mucho menos en ir y regresar hasta mi castillo, incluso podría verla una vez más antes de la batalla… el punto era que no se sabía qué podía pasar en cualquier momento, si bien tenía a tres granujas que podían hacerse cargo, yo soy quien lidera este ejército, no puedo ausentarme ni por un momento, ese es el precio de tener tanto poder. Suspiré pesadamente y fui a tumbarme a un catre en la tienda que me habían montado. Me sentía indecisa, pesarosa, cansada… quería ser positiva y me decía que las cosas iban a salir bien, pero había algo que no se sentía bien. No sabía que era, solo había algo. Quizá fuera la ansiedad, la angustia, el estrés… quizá.

Volví a llamar a mi escudero y le solicité una copa de licor. Al servirme lucía un poco preocupado, entonces sucedió uno de esos momentos donde ves claramente que una persona está pasando por una circunstancia difícil y te enfrentas directamente al dilema de: ¿me entrometo o no? Por un lado, es mi escudero, siempre deberá serme fie. Así que construir una buena relación entre los dos es algo bueno, pero por otra parte… no me importa. En ese momento no me importaba nadie más, tenía suficientes cosas de que ocuparme como para preocuparme por un mocoso imberbe. Tomé la decisión de que si él no decía algo yo no indagaría, no necesito una carga más.

Bebí toda la copa de un solo trago y luego extendí el brazo para que la llenara. Bebí tres copas más en silencio, luego lo mandé a descansar. Me acosté en el maltrecho lugar que me habían colocado y cerré los ojos, mi cuerpo estaba adolorido, pesado y aun así estaba muy consiente, aun después de tomar media botella de ese licor fuerte que me había conseguido Takumi. Di una vuelta, luego di otra vuelta, me tapé, me destapé, nada me sentaba, estuve bastante despierta e incómoda hasta que llegó un momento donde comencé a sentir que podría dormir, por desgracia, fue casi al mismo tiempo en que comencé a escuchar ruido de armaduras en movimiento. Abrí los ojos sin rastro de sueño, por imposible que me parezca, y me senté en el catre. Exhalé con cansancio, sin duda había sido una noche infructuosa.

La gente comenzó a movilizarse cada vez más, ansiosos por darle fin a este conflicto. Yo también estaba deseosa de acabar con todo esto. Llamé, una vez más, a mi escudero para que me ayudara a colocarme la armadura. Con solo él como ayudante, la colocación era mucho más tardada, así que, al cabo de una hora, pude por fin colocarme el casco y salir de la tienda. No paso demasiado para que Sir Kanzaki, Sir Takeda y Sir Yuuichi se presentaran con informes de cada división, todo listo para comenzar el ataque en cuanto yo lo ordenara. Asentí en silencio. Miré el cielo, había un sol que estaba oculto por las nubes, pero aun así lograba ver su posición, era temprano, aún quedaban unas cuatro o cinco horas para el medio día, y aun no llegaba la respuesta… probablemente no llegue a tiempo, me dije. No podía retrasar más el ataque, era necesario actuar ya, la gente estaba impaciente, tanto la mía como la del enemigo, pronto estallaría la batalla.

-llamen a todos a sus filas –le dije a mis tres tunantes –manden mensajes a las divisiones siete y doce para que tomen posición y comiencen el ataque al escuchar las trompetas.

Los tres salieron presurosos, pronto todo el campamento se volvió un ir y venir, pero al cabo de diez minutos todos estuvieron en sus lugares, formando filas y filas de valientes guerreros. Cuando estuvieron correcta y perfectamente formados, Sir Takeda y los otros dos llegaron a avisarme, entonces mi escudero me acercó el caballo y monté al animal. Comencé un trote ligero para llegar hasta el frente de la formación, esto mientras decía en voz baja los hechizos necesarios para la batalla. Pronto llegué al frente con mis tres zoquetes siguiéndome de cerca, frente a nosotros, a una distancia considerable, estaba el ejército enemigo que nos esperaba ya con espadas y escudos en alto. Mi corazón dio un latido fuerte y respiré profundo, era ya el momento.

-Sir Kanzaki… -lo volteé a ver, a punto de ordenarle sonar las trompetas, pero detrás de él se notaba movimiento fuera de lugar, así que me moví para ver detrás de él, los tres, extrañados, se hicieron a un lado, girando con curiosidad; entonces vi que un mensajero se aproximaba, venía a toda velocidad con el caballo casi desbocado, sin embargo, pudo detenerlo para que no chocara con nosotros, luego bajó del animal y me extendió una carta. Cuando miré el sello volví a sentir un latido fuerte y un vértigo en el estómago. Asentí sin mirar al mensajero, pues mis ojos solo miraban la carta. Era al fin la respuesta a mi pregunta, había llegado justo a tiempo.

Respiré lentamente mientras despegué el sello. Al extender el papel me encontré con unas pocas líneas así que fue fácil y rápido de leer, y comprender. Ella decía que volviera. El resto de palabras implicaban más cosas, pero lo más importante es que ella quería que yo volviera, me quería con ella, me quería para el resto de nuestra vida, estaba lo suficientemente segura como para afrontar una vida juntas, lo he logrado. Sonreí, por supuesto. Luego volví a leer la carta, no era directa, pero insinuaba que estaba enamorada de mí y que había cosas que quería decirme. Pude haber llorado ahí mismo de felicidad y estrés, pero me limite a sonreír en silencio bajo mi caso mientras apreciaba los finos trazos de su caligrafía. Nunca había visto su letra, pero justo ahora era un momento magnifico para admirarla.

-su señoría –dijo Sir Yuuichi, trayéndome al mundo presente - ¿todo bien?

-perfectamente –le contesté, doblé la carta y la guardé dentro de mi armadura –que toquen las trompetas, es hora de sacar de nuestro reino a esta basura extranjera.

- ¡sí, su señoría! –respondieron los tres.

Después de ese momento las cosas comenzaron a acelerarse. Se tocaron las trompetas dos veces para comenzar el ataque con flechas, fueron dos olas de flechas hasta que el enemigo comenzó a aproximarse a nosotros, entonces desenvainé la espada y di la orden de que la infantería comenzara el ataque. Al inicio el ejército comenzó a avanzar manteniendo la formación, pero una vez que coalicionaron ambos ejércitos, la formación se perdió. Yo, que formaba parte de la caballería, no me moví, no lo haría hasta que fuera necesario, necesitaba mantener una posición que me permitiera dirigir a la gente, por ahora no podía arrojarme a la batalla, además, por lo que se notaba, no duraría demasiado, cuando mucho una media hora.

Mis tres zoquetes y yo mirábamos desde una distancia prudencial, en alguna ocasión algún soldado enemigo se aproximaba a nosotros, pero era despachado inmediatamente. El ataque iba tan bien que supuse que nadie de la caballería tendría que mover un dedo, la infantería y las falanges se encargarían de todo, o al menos eso fue lo que pensé hasta que a nuestras espaldas, sin pleno aviso y con unos gritos infernales, se aproximó un ejército enemigo ¿Cómo era posible?

Inmediatamente nos giramos, algunos tuvieron que bajar de los caballos porque el ejercito que nos rodeaba iba a pie, por lo que atacarían al caballo antes de que los detuviéramos. La primera línea fue a enfrentarlos, después la segunda. Miré a lo lejos, había un pequeño sequito de entre los que se notaba el líder del ejercito enemigo. ¿Era una trampa? ¿Habían avanzado premeditadamente? Definitivamente no, porque no tenían forma de saber mis planes, simplemente el general enemigo había sido precavido. Eso era admirable, pero era nefasto para mí.

-bien torpes –les dije a los tres que me rodeaban, enseguida sentí sus miradas con molestia -es el momento de destrozar esos estúpidos asnos.

-sí, su señoría –dijo Sir Takeda, los otros dos se quedaron callados.

-capturen al general, quiero tener una plática con él.

Cada quien salió por su lado a cortar cuellos y agujerear cuerpos, por mi parte al principio los contaba, pero después de un tiempo deja de ser importante a cuantos has eliminado, ya solo cuenta que el sujeto que está enfrente caiga y no se levante para continuar con el siguiente. De esa forma continúe con todo sujeto que tuviera enfrente hasta que dejó de haber enemigos a mi alrededor, giré a mi alrededor, encontrándome una vez más al ejército enemigo agonizando en el suelo, mientras a lo lejos algunos de mis guerreros aún lidiaban con uno que otro soldado enemigo. Exhalé con cansancio y volteé a ver el lugar donde había comenzado la batalla, en ese lugar ya no había enemigos de pie, al contrario, mis soldados remataban a los enemigos que estaban desperdigados en el suelo y levantaban a los heridos. Habíamos ganado, sin lugar a dudas.

Volteé a buscar a mis tres torpes comandantes, dos estaban sentados en el suelo y a lo lejos Sir Takeda discutía algo con un soldado. Decidí entonces sentarme en el suelo mientras miraba la discusión ajena, yo también quería tomarme un momento para descansar, no tenía demasiado cansancio, pero me apetecía, ese fue mi error. No me di cuenta de que estaba demasiado cerca de los árboles y tampoco pude percibir que entre los árboles había enemigos escondidos. Había utilizado hechizos de destreza, resistencia, fuerza, agilidad y velocidad, pero no había incrementado mi percepción, así que fui completamente ignorante de que hubiera alguien entre esos árboles. No me enteré de nada hasta que sentí como algo se me incrusto por la espalda, fue un dolor punzante, pero realmente no sabía que estaba pasando hasta que por el frente de mi armadura emergió la punta de una espada.