Capítulo 16.

La visión era impactante, estaba conmocionada y solo sentí que algo se derramó en mi pecho, algo caliente, mi corazón dio latidos fuertes y lentos, pero la sorpresa e incredulidad me inundaban ¿Qué era…? ¿Cómo era posible…? ¿Quién…? Pronto oí los gritos de mis tres zoquetes, pero mi atacante no perdió el tiempo; por increíble que me pareciera, me tomo de un brazo y me cargó sobre uno de mis costados en su hombro, eso mientras yo tenía una sensación de adormecimiento en el pecho. No terminaba de creer ni comprender la situación cuando el atacante comenzó a correr conmigo en dirección al bosque, dejando atrás rápidamente a mis tres tupidos asnos. Mi atacante corría conmigo a cuestas, la espada aún me atravesaba, pero yo no sentía nada, solo sentía que no podía moverme.

-rápido, disparen –dijo el sujeto, rebasando árboles en los que había arqueros escondidos, al dar la orden comenzaron a disparar flechas para detener a mis estúpidos comandantes. Me tocó ver solo como una pequeña parte salía de su escondite y disparaba antes de que los sobrepasáramos, y justo cuando los dejábamos atrás salía el resto para lanzar flechas sin moderación; después de un considerable tiempo dejamos atrás a los arqueros y el sujeto seguía llevándome a cuestas ¿Por qué? Solo había una explicación, más adelante se vengaría de mí o me llevaba como trofeo, o, si le había ido muy mal, que era su caso, entregarme a su superior compensaría su derrota. Llevé mis ojos a la espada que sobresalía de mi pecho, si tenía suerte, moriría antes de que me sometieran a un interrogatorio.

Tenía que admitirlo, el sujeto era muy fuerte, cargó conmigo y mi pesada armadura hasta salir del bosque, siguió cargando conmigo hasta encontrar un caballo, subirme y salir a todo galope. Éramos solo él y yo, no había más enemigos o aliados, todos los demás se habían quedado a pelear, así que él debía ser el general, o al menos, esa fue mi conclusión. Cabalgamos por un considerable tiempo hasta que llegamos a un rio, del que conforme avanzábamos se iba haciendo cada vez más amplio, al seguir por ese rio se llegaba a una desembocadura que llevaba directamente a un pequeño golfo donde estaban un par de barcos estacionados. Al vernos llegar, los tripulantes ayudaron a mi captor y nos subieron a ambos.

¿Quién lo diría? Yo había sido la secuestradora de mi esposa y ahora era la captiva de esas estúpidas escorias extranjeras.

Una vez en la cubierta, mientras aún me llevaban a cuestas, intenté mover mis manos para tocar la espada que aún me atravesaba, pero no funcionó. Algo no tenía lógica, algo no estaba bien. Sentí que pude mover los dedos, pero eso no fue suficiente como para poder mover el brazo, estaba paralizada. Al principio pensé que era por la sorpresa, pero ahora no comprendía y tampoco me explicaba que aún siguiera viva. Hay muchas cosas que son incomprensibles en la vida, pero estoy segura de que definitivamente, cuando una espada atraviesa un cuerpo no hay otra consecuencia más que la muerte, y que aún estuviera respirando era más que insólito. Aunque había una posibilidad, quizás la espada que seguía atravesándome evitaba que me desangrara ¿sería por eso que aún seguía viva? Quizás sí, pero no terminaba de sonar coherente, un corte de esta profundidad hará que me desangre, con espada o no y, ahí había otro detalle, no veía una gota sangre, sentía algo frio en la zona, como si fuera la sangre que se enfriaba, pero eso no quería decir que hubiera sangre, solo se sentía de esa forma.

Cuando mi captor terminó de subir y llegó a la cubierta del barco, me dejó sentada en el suelo, así que pronto la tripulación comenzó a rodearme y murmurar entre ellos. Subí los ojos a ver al sujeto que me había raptado, me miraba curioso y en silencio, quise hablar, quise preguntar, pero mi boca no se movía, no me quedó de otra más que mirarlo a los ojos directamente, sí, quería amedrentarlo o provocar algo en él, pero eso no sucedió, me sostuvó la mirada, pero curiosamente no era una mirada desafiante, más bien parecía… ¿sorprendido? Solo en ese momento me di cuenta de que ya no traía mi casco, quizá ese era el motivo de su sorpresa.

- ¿cree que resista? –alcance a oír que alguien le decía al hombre, entonces se rompió la conexión visual que manteníamos.

-sí, definitivamente lo hará –respondió él y se giró a buscar algo en los alrededores –larguémonos de una vez de aquí, nadie regresara.

- ¿está seguro? Podría haber sobrevivientes.

-cállate y da la vuelta, necesito ir a la nave insignia cuanto antes.

Definitivamente era el general del ejército, podía jurarlo. Decía que resistiría ¿pero a qué? ¿a la tortura? ¿a los golpes? ¿a un interrogatorio? No podía ser nada bueno. Una vez más intenté hablar, quería que me quitaran la espada, tal vez así podría desangrarme y morir, si eso ocurría tendría suerte y no podrían torturarme para obtener información, pero por cómo veía las cosas, ese general es bastante listo y no planea dejarme morir, en cualquier otra situación, sobrevivir es bueno, pero aquí ¿a costo de qué?

Aunque, después de todo, no pude pedir que me quitaran la espada, no pude articular palabra alguna, seguía con el cuerpo paralizado. El general enemigo, después de dar la orden no se fue a ningún otro lado, se quedó frente a mí, mirándome fijamente, tenía un rostro serio, pero entre más lo veía, más lograba notar una, casi imperceptible sonrisa, apenas un leve movimiento en las comisuras de su boca en combinación con la expresión de sus cejas parcialmente levantadas, me decía que estaba ¿sorprendido y feliz? La tripulación comenzó a moverse, poniéndose en camino, ignorándome por completo y contribuyendo a sus labores. Era obvio que nadie abogaría por mí, yo era igual a ese general, pero en el bando enemigo, era la persona a quien más odiarían, porque yo era quien daba las órdenes y la responsable de su derrota.

Aún estaba por completo en el suelo, pero ese pensamiento me permitió relajarme un poco, el saber que al menos yo gané, así que cerré los ojos y respiré lentamente. Ya no podía verlo, pero seguramente el general enemigo me estuviera vigilando. Bueno, lo que sea que me pase, al menos tengo el consuelo de que gané la batalla, quizás no la guerra, pero al menos si este intento de invasión. Claro que aún podía suceder algo, quizá, si tenía suficiente suerte, los barcos que había dispuesto para cerrar el camino pudieran interceptar esta nave y evitar que llegue a donde estaba el resto de sus naves, si sucedía eso tendría la oportunidad de morir dignamente sin ser sometida a una tortura.

Me mantuve con ese pensamiento, era una esperanza a la que me estaba aferrando, a la que me aferré por largas horas en las que realmente, esperaba que en cualquier momento gritaran que se aproximaban barcos enemigos, a cada hora, a cada momento me decía, pronto lo dirán, pronto. Pero el sol del mediodía dio paso al sol vespertino y lamentablemente, el único aviso que dio el vigía en el palo mayor, es que la nave insignia se acercaba. Ahí se fueron todas mis esperanzas.

Tardó un rato hasta que la nave insignia se emparejó con la que me llevaba, solo entonces se colocaron unas tablas y dos marineros me cargaron de los brazos para trasladarme a la otra nave, estando ahí, me dejaron junto al palo mayor, apoyada en mi hombro izquierdo, librando la espada que aún me atravesaba. Lo que me hacía preguntarme una vez más ¿Cómo aún seguía viva? Han pasado horas y no he visto la sangre correr… seria acaso ¿hechicería? No encontraba otra explicación, podía ser posible que mi hechizo de resistencia fuera más potente de lo que alguna vez imaginé o… que la espada que me atravesaba tuviera algún hechizo, eso no era del todo descabellado.

Pronto, el general enemigo cruzó del otro barco al que me habían llevado, la tripulación de este nuevo barco también me miró con curiosidad, entonces noté como uno de los que me miraban de lejos fue a hablarle al general enemigo. Ambos discutían algo por lo bajo mientras me veían. En mi mente, la lógica me decía que estarían planeando como interrogarme, pero también me hacían pensar que, si habían utilizado hechicería en mí, entonces la situación podría pintar peor.

Comencé a sentir más angustia que miedo después de un rato, cuando el subalterno del general y este último se acercaron a mí, uno llevaba una copa en las manos. Al principio no me pareció demasiado extraño, pero me alarmé cuando el general enemigo se aproximó a mí, me tomó por la mandíbula y me abrió la boca, entonces el otro mequetrefe vertió en mi boca lo que había en la copa, hubiera querido no tragar, pero aún me sentía paralizada, así que, para no ahogarme, lo mejor fue dejar que el líquido pasara por mi garganta. En ese momento no fui lógica, pero después razoné que lo que me habían dado no podía ser veneno. No imaginé que pudiera ser hasta que sentí por detrás como me retiraron la espada que me atravesaba el cuerpo, enseguida esperé sentir la sangre, ya podía imaginar el charco que se haría y tal vez mis viseras inundando la armadura, sin embargo, eso no ocurrió. La armadura quedo agujereada, pero no hubo sangre y la parálisis se acabó, así que, con toda seguridad, habían utilizado una opción para sanarme.

Me llevé una mano ahí por donde había sobresalido el extremo de la espada, pasé un dedo por el agujero y al volverlo a ver de cerca no había sangre, estaba perfectamente limpio. Inmediatamente quise preguntar por qué, pero me retuve. Estaba ante el enemigo, no iba a hablar con mis enemigos ni aunque me hubiesen salvado, no iba a soltarles ninguna información, aunque me sanaran o me torturaran de nueva cuenta, de modo que apoyé la cabeza en el palo mayor y seguí guardando silencio, aun a pesar de tener al general enemigo frente a mí con su subalterno y toda su tripulación.

Y, por curioso y extraño que fuera, el general enemigo no me habló ni me preguntó nada, al ver que seguía con vida después de retirarme la espada se giró a dar órdenes de retirada. Lo sabía, me llevaría como disculpa por su fracaso, entonces me torturarían hasta la muerte o me asesinarían en una exhibición pública en su país, una muerte humillante es lo que me esperaba. Exhalé con cansancio. Tenía que encontrar la forma de escapar, si lograba levantarme y correr, podría saltar por la borda y morir, con el peso de la armadura me hundiría rápidamente, serian solo unos minutos de sufrimiento mientras me quedaba sin aire. Desafortunadamente, el general enemigo designo a un par de guardias que me ataron con unas cadenas al palo mayor, me vigilo primero uno y luego el otro sujeto, alternándose toda la noche y durante los siguientes días, así que no tuve forma ni modo de escapar en ningún momento, lo peor es que me dejaron ahí, en la cubierta para que pudiera verme el general, apartándome solo unos minutos cada cierto tiempo para llevarme a hacer mis necesidades en una pequeña habitación cerca de la cubierta.

El viaje duró algunos días y no se me hizo el milagro de escapar, aunque constantemente pensaba en realizar un hechizo de fuerza y saltar por la borda, pero también consideraba a todos los marineros que se interpondrían en mi camino y que la muerte iba a ser muy tormentosa, así que de cierta forma, eso mermaba mis ganas de suicidarme, después de todo, aun a pesar de todo lo terrible y desfavorecedora que era esta situación, no quería morir, aun quería vivir y regresar, aún tenía algo de esperanza, una loca esperanza…

Pronto volví a pensar en escapar cuando el barco atracó en unos muelles, desconocidos para mí, probablemente habíamos llegado ya al reino enemigo. Una vez que llegamos a territorio enemigo, toda la tripulación se preparó para abandonar el barco, aunque todo eso quedó atrás cuando el general salió y ordenó a los dos guardias que me custodiaban, que me llevaran con él. Ambos sujetos me tomaron de los brazos y me bajaron el barco, me hicieron caminar hasta llegar a un carruaje, el general enemigo planeaba cargar conmigo en ese carruaje, pero al acercarse más a mi arrugó la nariz, seguramente yo apestaba.

-tomen otro carruaje y no le quiten un ojo de encima –supongo que el olor era muy fuerte, pero no era mi culpa, yo nunca quise que me secuestraran y pasar días sin lavarme ¿o sí? Los escoltas respondieron que sí y tomaron otro carruaje para llevarme. Sentí que esta era una buena oportunidad para escapar, pero también tenía curiosidad. Había algo en el general y en el ambiente que le rodeaba que me causaba curiosidad, ¿Por qué nunca me había hablado? ¿Por qué nunca me había preguntado nada? ¿Por qué solo me miraba? ¿Por qué me había sanado? ¿Por qué me trataba con cierto nivel de dignidad? Si iba con ellos tarde o temprano descubriría la verdad, pero perdería mi oportunidad de escapar, aunque valorando también mi condición, me encontraba en territorio enemigo, rodeada de muchos soldados enemigos ¿Qué pasaría si lograba escapar? Tendría que deshacerme de la armadura, mezclarme con la multitud y huir, robar dinero hasta que juntara lo suficiente como para poder huir del país, entonces, aunque me tomara tiempo, podría regresar con Shizuru. Una vez que subió el segundo guardia al carruaje, este comenzó a avanzar, entonces lo decidí, al carajo con la curiosidad, tengo prioridades, iba a escapar.

Lo primero que haría sería recitar un potente hechizo de fuerza, rompería las cadenas y mataría a los guardias, después seguiría con el cochero, robaría el caballo y me largaría a algún despoblado. Lo malo del asunto es que no sabía hacia donde iba, si nos mantendríamos en esta ciudad o saldríamos de ella, si salíamos tendría una mejor oportunidad, quizá debía esperar a que llegáramos a una parte menos poblada, entonces miré por la ventana, pero en lugar de alejarnos o que las casas disminuyeran o se hicieran cada vez más espaciadas, el carruaje pasaba frente a casas cada vez más ostentosas. Eso me dio una señal, no estábamos saliendo o yendo a un cuartel, íbamos al interior de la ciudad, mi corazón latió fuertemente, eso no podía ser bueno ni ventajoso. Quizá debía hacerlo ahora o no tendría oportunidad de escapar. Miré a mis custodios, ninguno me quitaba los ojos de encima, pero susurraría el hechizo tan bajo que solo verían el movimiento de mis labios sin oír mis palabras. Los miré, alternando la mirada entre uno y otro, entonces comencé el hechizo, hice apenas unos movimientos muy breves con los labios, pero uno de ellos se levantó y me colocó con fuerza la mano enfundada en hierro sobre la boca.

Al instante me sorprendí. No parecían molestos, pero definitivamente no me iban a permitir ni siquiera mover la boca. Esto no está bien. ¿Será posible que sepan que puedo hacer hechizos? Es imposible. Sin embargo, si me cubrían la boca no podía realizar ningún hechizo que me diera fuerza y resistencia, tendría que empujarlo, hacer el hechizo rápidamente, romper las cadenas, matarlos y… el carruaje se detuvo. Se me acabó el tiempo y era lo que menos esperaba.

Desde afuera un guardia abrió la puerta del carruaje, ahí en el exterior había más guardias, enseguida intercambie miradas con el individuo que sujetaba mi boca. Negó silenciosamente y luego dejó de taparme la boca, entonces bajamos silenciosamente del carruaje. Ahí afuera no era un cuartel o una casa, era la entrada de un palacio, con grandes y largos escalones cubiertos por una inmensa alfombra roja que estaba flanqueada por guardias cada cinco escalones. Respiré profundo, resignándome a la situación. No tenía espada, tenía a dos custodios muy atentos a mí y muchos guardias a mi alrededor, lo que me esperaba… talvez una ejecución publica desde el palacio.

No tuve mucho tiempo para pensar en mi vida, en mis logros o en mis fracasos, ni siquiera en si había hecho las cosas bien en la última batalla, solo podría pensar que al menos había hecho bien las cosas con Shizuru. Dentro de todas las cosas, no me fue tan mal en esta vida me dije, logré comandar el ejército de mi reino, contrajé matrimonio con la mujer que más deseaba, conocí el amor y aunque fue al final, fui correspondida. No había arrepentimientos.

Los guardias me instaron a subir los largos escalones hasta llegar a la entrada del palacio, pasamos varias puertas, varios pasillos hasta que llegamos a la entrada de una estancia. Entonces los custodios tocaron la puerta. Yo tenía experiencia en esto, me llevaban a un salón de audiencias, uno pequeño y privado, pero definitivamente era un salón de audiencias y si lo era, cosa de la que estaba muy segura, vería al Rey en persona y eso no lo entendía del todo ¿Por qué me llevarían a ver al rey en un salón privado? Lo normal sería que me presentaran frente a todos los nobles y me sentenciaran a muerte culpándome por la derrota de su ejército, sus pérdidas monetarias, militares, y un largo etcétera, eso en caso de que no decidieran torturarme…

- ¡adelante! –dijeron desde el interior, entonces las puertas se abrieron por dentro e ingresé junto a mis custodios, ahí, hasta el fondo, en un trono de tamaño considerable y nada modesto, estaba sentada una chica pelirroja de ojos verdes, no pude ocultar mi sorpresa ¿Qué no el dirigente era un Rey de edad avanzada? –acérquense, su majestad desea verla de cerca –todo esto pintaba muy raro.

Mis custodios me llevaron hasta el frente de la mujer, era joven, quizá un poco más joven que yo, pero lo más asombroso era el inusual tono de sus ojos, tan raro y tan curioso. Quizás ella pensaba lo mismo que yo, porque se quedó mirándome por un largo rato con las cejas fruncidas. Yo también la miré, con curiosidad, con seriedad, con detenimiento y luego miré a las otras personas que había en la estancia, no había nadie más que guardias, un vocero y el ya tan conocido general enemigo.

-bueno, ahora sí puedo creerlo –dijo ella, apoyándose en su respaldo después de mirarme –así que eres Kuga –dijo ella - ¿Cuál es tu nombre completo? Hay que anotarlo en el árbol familiar –por completo arrugué el rostro y quizá solo me falto decir: ¿Qué? - ¿es que acaso no habla? –le preguntó a su general.

-me aseguré de que no sufriera ningún daño permanente, su majestad –entonces tomé aire.

-no estoy entendiendo que está pasando… creí que me trajeron aquí para ejecutarme.

-nadie va a ejecutarte –dijo la mujer –aún… -vaya, qué consuelo –Kuga, tú me perteneces –al instante me quedé pasmada y con la boca abierta ¿está loca? –hace mucho, mucho tiempo, una de mis tías fue al Reino Este, Fuuka, conocería el país y luego regresaría, pero no volvió, ella se quedó allá… sin embargo, para no entrar en demasiados detalles, cabe mencionar que ella traicionó a la familia y nunca más volvimos a saber de ella, hasta hoy, quizás. Hay rasgos característicos que te señalan como miembro de mi familia, el tono de tu piel, de tus ojos y tu uso de hechicería, normalmente me parecería irreal que pertenezcas a esta noble estirpe, pero hay cosas que lo hacen evidente.

- ¿hechicería? –ese punto era el que más había llamado mi atención.

-hechicería, no finjas que no, dicen que en batalla eres más fuerte que diez hombres, eso no lo logras de la nada –bueno, ella tenía un muy buen punto –la hechicería es algo que solo nuestra familia puede hacer en todo el reino –bueno, sabía que muy pocas personas podían, pero no sabía que tan limitado era el uso de hechicería –por lo tanto, tu perteneces a mi reino, me perteneces y tienes una deuda que pagar –ella está, definitivamente, mal de la cabeza –si me juras lealtad puedes quedarte, te perdonaré la vida y podrás servirme como un miembro más de mi familia.

-hay algo que no entiendo –le dije –tenía entendido que el dirigente actual era el Rey Zhang…

-bueno, era, ahora yo soy la Reina, puedes llamarme Reina Zhang –fruncí las cejas sin comprender –mi padre murió… en un desafortunado accidente, ya estaba muy anciano.

-pero ¿Qué no tenía varios hijos? –sabía que los herederos a la corona eran otros y no esta chica pelirroja.

-sí, ellos también murieron en un desafortunado accidente –bueno, algo me decía que ese desafortunado accidente no tenía nada de accidente, por lo tanto, estaba frente a una mujer muy peligrosa que había asesinado a su familia para heredar el poder.

-lamento mucho su perdida –ella asintió con fingido pesar.

-ahora, quiero tu respuesta Kuga, ¿te unirás a mí, o no? –yo me quedé en silencio, era verdad que había puntos que tenían cierta credibilidad, pero todo parecía muy fantasioso, sin embargo, por otro lado, aquí estaba en juego mi vida y tenía una oportunidad de sobrevivir.

- ¿Qué es lo que quiere de mí, exactamente?

-lealtad, con tu reino de origen y conmigo, olvida todo lo que tenías en ese basurero, yo te daré cinco veces lo que tenías antes.

- ¿a cambio de qué? –porque, aunque se decía ser de mi familia, nadie da nada por nada.

-de tu vida, de que no seas un estorbo en la conquista del Reino Este y contribuyas, solo eso… por ahora.

-majestad –le dijo el general que estaba de pie a su lado –ella está casada, hace poco contrajo nupcias con una familiar de la Reina, todo el Reino Este se enteró, no puede confiar en que ella colaborara.

- ¿es cierto? ¿has contraído matrimonio? –preguntó con molestia –que asco, encima de que tu sangre está contaminada con esa gente inferior, te has involucrado con… ¿con quién dices que contrajo matrimonio? –le preguntó a su general.

-una mujer que es familiar cercana de la reina… -la pelirroja alzo las cejas, sorprendida.

-una mujer… así que eres una rebelde, me agradas –yo no sabía si agradarle era bueno o malo, ya no sabía nada –aunque debo informarte que ese matrimonio no es válido –no le pregunte a que se refería, pero fruncí las cejas –tú perteneces a este reino –aunque siguiendo esa lógica, también pertenecía al otro reino… -y como yo no di mi consentimiento, el matrimonio es invalido, de modo que siéntete libre de escoger a otra candidata a matrimonio, o si lo prefieres, puedes optar por el concubinato, aquí si lo permitimos… -¿me estaba dando una indirecta?

-gracias…

-ahora, necesito tu respuesta –por un momento había olvidado ese detalle… - ¿juras lealtad o prefieres la ejecución? –estuve a punto de optar por "jurar" lealtad, pero mirando con detalle, esta mujer, aunque joven, no era nada estúpida, ella no se limitaría a mi simple palabra, algo debía tener preparado.

- ¿Cómo se asegurará de tener mi lealtad? –ella pronto sonrió con esos labios pintados de carmín.

-con una poción -una poción, ahí estaba el detalle… no sabía que existían ese tipo de cosas, de hecho apenas y conocía algunos hechizos, pero si lo que decía esta mujer era cierto y su familia sabía bien utilizar la hechicería, entonces no era para nada inesperado que pudiera hacer pociones… pensaba en eso cuando inmediatamente se iluminó algo en mi mente, claro, el general había usado una poción conmigo en el barco, por eso estaba ahora en perfectas condiciones, una poción que me había curado, literal, mágicamente, sin embargo, si tenía una poción para serle leal, ¿Por qué no simplemente me obligaban a beberla como habían hecho en el barco?

- ¿y porque simplemente no me obligan a beberla?

-por ser de mi familia tienes cierta resistencia a algunos tipos de hechizos, si yo te forzara a beber este tipo de poción, no funcionara, juras fidelidad o vas directo al cadalso.

-entiendo… -esto podría tener implicaciones mucho más complicadas de las que hubiera esperado. Si aceptaba la poción y juraba lealtad, seguramente regresaría al Reino Este como su enemiga, conquistaríamos el reino y derrocaríamos a la Reina, pero al menos tendría la oportunidad de volver a ver a Shizuru y garantizar su seguridad, a veces, es mejor estar con el diablo que en contra de él –que traigan la poción, la tomaré -desde lo alto y en su trono, la mujer sonrió complacida.

-yo hare personalmente la poción.

No pude evitar alzar las cejas, sorprendida, creí que ya tenía la poción y solo tenía que beberla. No sabía de pociones, pero ¿quizás necesitaba ser preparada y consumida inmediatamente? La hechicería podía ser complicada, al menos es lo que solía decir mi madre. Ella sabía muchos más hechizos, pero solo logré aprender algunos, de modo que, en este ámbito, mis conocimientos eran limitados. Pronto ella se puso de pie y bajó por los pequeños escaloncitos que elevaban su trono hasta llegar frente a mí, me miró unos momentos aún con esa pequeña sonrisita y después pasó de largo, alzando una mano, indicando que la siguiera, o quizás, que me llevaran mis custodios con ella, como fuera que sea, tanto mis custodios como el general y yo, seguimos a la mujer al exterior, caminamos por varios pasillos hasta llegar a una habitación donde había una espaciosa mesa con varios libros y materiales, cosas como hojitas, hierbitas, polvitos y palitos, cosillas que nadie tomaría en cuenta. Al llegar ella a la mesa, revisó los materiales uno por uno.

- ¿has hecho una poción alguna vez? –miré a mis custodios que se mantenían callados y luego al general, que no hizo ni el intento de abrir la boca, entonces supuse que me hablaba a mí.

-no –bien pude haber mentido, pero me vería más ridícula si mentía y después me pedía hacer alguna cosa que obviamente no sabía hacer –pociones no se hacer alguna.

-entonces tu especialidad son los hechizos –contestó mientas ella ponía unas hojitas en un recipiente.

-solo se hacer algunos hechizos.

-no seas modesta –ella continuaba agregando cosas y yo miraba con curiosidad.

-no soy modesta –ella volvió a verme, noté una breve molestia ¿no le habrá gustado como contesté? Los dirigentes podían ser tan… susceptibles…

-qué bueno que no lo seas, entonces… -realmente no sabía que tenía frente a mi ¿una mujer ególatra? ¿vanidosa? ¿ansiosa de poder? ¿de fama? ¿era perversa? ¿ruin? ¿cruel? ¿maliciosa? ¿sádica? ¿gustaba de la adulación? Si no sabía que tenía enfrente, no sabía que respuestas eran adecuadas o no… -talvez, después, te muestre como hacer alguna poción.

-esperare ansiosamente tal honor –aunque la adulación nunca fallaba.

-sin duda eres más astuta que mis hermanos –dijo ella, con una risita –los estúpidos me subestimaban.

-a riesgo de ofender a los fallecidos, tendría que ser muy estúpida si no reconociera que aquí estoy a su completa disposición –ella volvió a reír.

-es cierto, ellos definitivamente lo eran.

Tal parecía, que a esa mujer le gustaba la adulación y el desprecio sobre aquellos que la habían menospreciado. No era una situación que conociera, sin embargo, podía comprenderla. Después de aquello no volvió a hablar, mezcló algunas hiervas y ramitas, las puso en un recipiente con agua, luego pidió fuego y un sirviente llegó corriendo para asistirla, mientras el fuego iba caldeando el agua, ella arrojó algunos polvitos con pequeñas murmuraciones que no alcance a oír. A cualquiera esto le parecería absurdo o imposible, quizás hasta demoniaco, pero yo sabía bien que era muy en serio, por eso mismo estaba dudando. ¿Cuánta de mi libertad iba a perder al tomar esa poción? ¿Qué tal si después me volvía tan leal, que cuando quisiera salvar a Shizuru ella me ordenada no hacerlo y yo le obedecía? Eso traicionaría a mis sentimientos y los juramentos que había hecho… si eso llegaba a suceder ¿Qué sentido tenía beber la poción? ¿Qué sentido tenía continuar con mi vida? A menos que… miré la mesa donde había varios libros, detallé que había un par de ellos abiertos y aunque no podía leer lo que decían, por la forma del texto y las ilustraciones, parecía que explicaba cómo hacer alguna poción, si eso era cierto, posiblemente en este palacio pudiera encontrar información sobre algún hechizo o poción que lograra deshacer la que estaba por beber, es decir, había al menos y de momento, una esperanza.

Si bien eso era bueno, volvía la incertidumbre. ¿Qué tal si me vuelvo tan leal que, aunque encuentre una poción o hechizo que me ayude a revertir los efectos de esta poción, decida no tomarla precisamente por ser leal a esta mujer? Estuve a punto de suspirar profundamente, pero me contuve, quizá esto solo es por fuerza de voluntad, quizá las cosas no salgan tan mal, quizá, si me doy cuenta de que definitivamente no puedo contra esta poción, pueda cortarme las venas o beber veneno, a pesar de lo deshonrosa que sería esa muerte, pero peor sería traicionar mi palabra. Cerré los ojos brevemente, solo me queda esa esperanza. Después, volví a mirar lo qué hacia esa mujer, ella revolvía suavemente con un cucharon el contenido del recipiente. Después de un rato, ella pidió a su asistente que sirviera la poción en una taza. Mire como inclinó el recipiente, pronto el líquido amarillo y humeante comenzó a llenar la taza. Al terminar, el sujeto caminó hasta llegar frente a mí y me extendió el brebaje.

Miré la taza en las manos del hombre, humeante y de olor penetrante, ciertamente aromático, al menos parecía que no olía tan mal. Respiré profundo y tomé la taza en mis manos, estaba bastante caliente así que soplé un poco. La verdad, perdí tiempo deliberadamente tratando de enfriar el líquido, me tardé tanto que comencé a sentir las miradas de todos sobre mí, presionándome. Pronto llegó el momento en que ya no se sentía tan caliente la taza y debía tomar la poción. Maldita sea esta porquería, me dije mientras me acercaba la taza a los labios, ojalá que esta porquería no funcione. De modo que llegó el momento en que el líquido ingresó a mi boca, lo suficientemente tibio como para no quemarme. Al llegar a mi lengua noté un sabor amargo, pero conforme lo bebía fue perdiendo el sabor desagradable hasta simplemente sentirse como una bebida con un sabor raro, aunque no desagradable. Al terminar de beber le di la taza al ayudante y miré a la mujer, luego al general y los custodios, todos estaban mirándome, expectantes, y yo no sabía que decir o hacer, a decir verdad, no me sentía diferente y estas cosas hacen reacción inmediata, al menos así era con los hechizos.

-quítenle las cadenas –dijo la mujer.

- ¿está segura? –dijo el general - ¿realmente ya hizo efecto?

-por supuesto –contestó ella –ahora de verdad pertenece a este reino –entonces se dirigió a su ayudante –que le preparen un baño, ya no soporto el hedor –me sentí ofendida con ese comentario, pero no podía culparla, tenía razón, yo apestaba.

-pero, ella no ha dicho nada aún… -siguió el general, ella alzó una mano.

-ya basta –dijo en un tono que se asomaba su irritación –es una maldita orden.

-si su majestad –dijo el sujeto, mirándome receloso - ¿algo que quieras decir?

-ya era hora de que me traten como una persona, necesito un maldito baño ¿Qué soy? ¿indigente? –enseguida torció la boca, disgustado –su majestad –le dije a la mujer –gracias por la maravillosa oportunidad que me ha conseguido, no soy digna de tal honor, pero quiero agradecer la gracia que me ha otorgado, seguro no hay palabras en este mundo para expresar mi gratitud –ella sonrió más que complacida.

-es lo menos que podía hacer por mi amada súbdita, después de todo, no olvido que perteneces a mi familia, primero debía darte la opción, tenía que ser justa –sí, la estúpida se había tragado el cuento.

-es un honor, un verdadero honor, muchas gracias, ahora, si me lo permite, quiero dejar de ofender a sus exquisitos sentidos con mi horroroso hedor, así que tomaré el baño.

-proceda, proceda –dijo ella, cada vez más satisfecha.

No sé lo que había pasado, pero no sentía ni un gramo de lealtad por la mujer. Quizá ella tuviera razón, talvez en verdad soy resistente a los hechizos y no había funcionado la poción, o quizá en verdad era cuestión de tiempo …y eso me asustaba. Pronto, mis custodios me acompañaron fuera de la habitación, dejando atrás a la mujer que me negaba a llamar Reina, por lo menos en mi mente, y a su general. Una vez fuera, nos quedamos a un lado de las puertas, en silencio y sin movernos, yo agradecí ese momento de paz y quietud, me tallé un poco las muñecas donde había traído las cadenas, sin embargo, después de un rato ahí, me pareció que ese par de asnos no sabía que hacer ahora conmigo. No puede ser, me dije, parece que la estupidez se transfiere.

Aunque por supuesto, no podía decirles eso, aunque lo merecieran. De modo que traté de ser paciente y no decir nada. Debo admitir que tener paciencia con aquellos imbéciles fue difícil, de hecho, se me estaba acabando la paciencia cuando apareció el anterior ayudante de la mujer llamada Zhang, la cual, hasta ahora desconocía el nombre. Este ayudante llegó para realizar la orden de su reina, orden que implicaba mi aseo.

-sígame, por favor –me dijo el hombrecito, así que comencé a caminar tras él, igual que los dos brutos que tenía por custodios –a donde vamos ustedes no son necesarios –les dijo, luego de dar un par de pasos. Obviamente, no pude evitar sonreír.

-adiós –les dije, intentando no burlarme demasiado. Sé que estoy en desventaja, pero no podía evitarlo.

Una vez que los dejamos atrás, seguí al hombrecito por los largos pasillos del palacio. Debía aceptarlo, era una construcción exquisita, espaciosa y de hermosos detalles, asquerosamente lujosos, bordes y cincelados, caros y difíciles de lograr. Ciertamente el Reino Oeste era bastante rico, tenía un vasto ejército, muchas naves y una buena extensión de territorio ¿estaría a la par del nuestro? Mirando el castillo no podía saberlo, los hombres que solía mandar a obtener información no hacían mención de cómo era este reino, en realidad, sabia poco de sus condiciones económicas y eso, ahora que lo notaba, era malo… bueno, lo que puedo hacer, es investigar y solucionar esa falta de información.

-milady –dijo el hombrecito y lo miré con los ojos bien abiertos, hacía años que nadie usaba esa expresión conmigo –ya se ha dispuesto todo para que tome un delicioso aseo, dentro hay doncellas que le ayudaran con la tarea, además se ha provisto de un lindo vestido, más tarde volveré a buscarla para asignarle una habitación… -ah sí, deje de escuchar cuando dijo vestido ¿se refería a un cambio de ropa o a un, vestido, vestido? - …de modo que espero se sienta cómoda.

-sí, gracias… -dije, pero pronto me sentí contrariada.

Tomé el pomo de la puerta e ingresé, ahí dentro había seis doncellas, un poco menos de lo que estaba acostumbrada, pero podía adaptarme, entonces recorrí la habitación con la mirada, buscando la muda de ropa, por suerte la halle, di unos pasos y sin tocar nada examiné la prenda, definitivamente era un brial, una prenda que no estaba dispuesta a vestir por el hecho de que era, absolutamente, nada práctica.

-no usare eso –le dije a las mujeres –quiero unas calzas y un tabardo, de otro modo me resistiré a salir de esta habitación –entonces me acerqué a ellas y extendí los brazos.

-por… por supuesto milady –dijo una, que fue la que comenzó a desabrochar las hebillas de la armadura.

-también, quiero que se entienda que no pienso deshacerme de mi armadura –una vez que ella comenzó a quitar una pieza, el resto de mujeres se sumaron a la tarea –de hecho, quiero que sea aseada y pulida, nada más.

-sí, milady –después de años de escuchar otra forma de llamarme, esa expresión estaba irritándome.

Pero mis pensamientos quedaron en otra instancia cuando me retiraron la coraza y de ahí cayó al suelo la carta de Shizuru. Todas las doncellas vieron como caía el documento. A mi casi se me salen los ojos de la impresión, había olvidado que estaba ahí. Inmediatamente quise arrojarme sobre la carta y arrebatárselas, no quería que sus asquerosas manos tocaran lo que había hecho para mí la mujer por la que estaba arriesgando todo, sin embargo, preferí ser prudente. Entonces, una de las doncellas se agachó y tomó el papel.

-milady, esto es suyo –la extendió y yo la tomé con dos dedos, la mire brevemente, estaba manchada de sudor, sangre y agua salada, incluso se notaba que parte de la tinta estaba corrida.

-póngala ahí, donde no se maltrate más de lo que ya está –debía ser precavida, ¿Qué tal si pensaban que tenía contenido importante? ¿Qué tal me la robaban por eso? debía mostrarme fría con el documento, con el fin de que se percibiera que era una carta insignificante.

-claro que sí, milady –enseguida la doncella la colocó en un asiento.

-por cierto, ¿hay un herrero decente en esta ciudad? Quiero que le quiten la sal a mi armadura, es una armadura templada muy fina.

-claro que sí, milady.

Pude notar que les causé problemas a las doncellas con mis pedidos, pero había cosas que definitivamente no podía permitir, nunca se sabía en qué momento debía estar preparada para responder ante la situación y vistiendo un brial, definitivamente no podría actuar. Mientras me lavaban, una de ellas salió y demoró un largo rato hasta que regresó con prendas diferentes en las manos, por suerte, yo disfruté del aseo con calma, aunque al pendiente de mi carta, y cuando menos me di cuenta, ellas ya habían terminado de lavarme, me enjuagaban y secaban para pronto vestirme con prendas que visiblemente no eran de mi talla, pero que sin duda era mejor que andar sin nada encima. Me recargué en el respaldo de un asiento mientras me colocaban el calzado y exhalé, un poco cansada.

-está listo milady –la expresión era correcta, pero también extraña y no sabía si debía decirles algo, porque, aunque ahora era una persona "leal" a la reina, no sabía bien mi posición.

-han llegado por usted milady –dijo otra, que se acercaba desde la puerta.

-muy bien –entonces me puse de pie y fui a la puerta, simulé que estaba a punto de olvidar la carta.

-ah, cierto, cierto, la carta –de modo que una de las doncellas corrió a traerla –gracias –le dije, la doncella me hizo una brevísima reverencia y yo guardé mi documento entre mi nueva ropa. Al terminar salí de la habitación, ahí, afuera, estaba el anterior hombrecillo.

-milady, luce… -entonces miró la ropa que llevaba –esplendida –yo alcé una ceja.

-sabe que yo dirigía un ejército, ¿verdad? –la cara de confusión no se hizo esperar –no lama mis botas, los halagos infundados son irritantes.

-sí, milady –ahí estaba esa sensación extraña otra vez.

-lléveme a la habitación que se me ha asignado.

-sí, milady.

-después consígame una audiencia con su majestad.

-sí, milady.

Este sujeto era odioso. Después de la corta conversación, tal como lo pedí, me llevó a una habitación que no estaba realmente tan lejos de donde me habían concedido el aseo. La habitación era grande y vistosa, de tonos blancos y dorados, con una gran ventana que daba a ver al exterior donde se alcanzaban a ver casas y en la lejanía, el azul del mar. Una vez que el sujeto me mostró la habitación, se marchó. Por otra parte, yo me senté en un sillón y pasé los dedos por el descansabrazos. Al fin un poco de paz y quietud, me dije. Ahora mismo estaba a salvo, aseada y podía descansar, pero no me sentía para nada tranquila, mi posición era inestable, no sabía cuál era mi estatus, no sabía si podía mandar y exigir, no sabía que libertades tenia, así que debía aclarar eso, aquella mujer había dicho que me daría "cinco veces" lo que tenía, eso sería demasiado y… ciertamente tentador. Si en verdad puedo conseguir tanto… puedo cambiar mis planes.

Pero ¿volverme una traidora? ¿es verdad que pertenezco a este reino? ¿a quién en verdad le debo lealtad? Antes del anterior ataque al Reino Este, no sentía una lealtad en particular, no sentía un deber real, pero lo había hecho por mis padres, así que, en realidad, no había una verdadera fidelidad, lo cierto es que… simplemente me había convenido. Pura y simple conveniencia que había disfrazado con los ideales que caracterizan a un caballero de la reina. En esta situación ¿debía mantenerlos? No sabía que debía hacer y cuando eso sucede hay una forma muy fácil de tomar una decisión, tenía que sopesar ambos lados ¿Cómo? Con aptitudes ¿Cuál reino era más apto? ¿con cuál era más fácil la victoria? ¿Cuál tenía un mejor ejercito? ¿Cuál tenía más naves? ¿Cuál era más rico y estable? Al mejor le daría mi lealtad siempre y cuando me dieran todo lo que yo necesitara.

-milady –era aquel hombrecito desde el exterior de las puertas.

-pasa –le respondí en voz alta.

-su majestad le concederá una audiencia por la tarde, después del almuerzo –asentí en silencio –usted está invitada ¿gusta asistir? - ¿estaba invitada a almorzar con esa mujer?

-asistiré –le dije con seguridad, pero estaba curiosa.

-perfecto, yo mismo vendré a llevarla al comedor cuando sea la hora.

Entonces el hombrecito se marchó. Era interesante y curioso, quizás esa mujer sentía interés, curiosidad o en verdad quería tenerme de su lado y para eso iba a ser amable y generosa. Me dio risa ese pensamiento. Todos los dirigentes tratan de convencerte del mismo modo. Me recargué en el respaldo y respiré profundamente. Entonces recordé la carta. Busqué entre mis ropas y finalmente nos volvíamos a encontrar. Desplegué la carta y casi toda la tinta estaba corrida, pero había un par de palabras que aún estaban legibles: "vuelve conmigo…" di un suspiro entrecortado, me atravesó el pecho y garganta, doliéndome.

Me levanté del sillón y miré en derredor. Muy posiblemente Zhang se enteraría de la carta y por supuesto que mandaría a saber sobre ella, de modo que la mejor manera de que sobreviviera era dejarla en un sitio lo más visible posible. Di unos pasos y mire el espacio que había sobre la chimenea, la coloque ahí, donde se podía ver claramente desde cualquier lugar de la habitación. Si la dejaba visible, a quien enviara la encontraría fácilmente y cuando la revisara, se daría cuenta de que no había nada que esconder, pues todo el mensaje estaba casi borrado y lo que se alcanzaba a leer no era especialmente llamativo, ni siquiera se alcanzaba a leer el nombre o la firma de Shizuru, para cualquiera era una carta sin valor. Pronto perdería importancia y la conservaría sin problema.

Pero, aunque para cualquiera no decía nada importante, para mí lo decía todo. Tengo que volver. De modo que no había ninguna otra opción para mí, tenía que mostrarme como alguien muy capaz, alguien que Zhang necesitaba, no sería difícil teniendo a ese general incompetente. Sentí cierta tranquilidad y me acosté en la cama que estaba en la habitación, había pasado varios días en la incómoda cubierta de ese barco, necesitaba descansar, aunque no me sintiera del todo segura en este lugar. Bueno, lo peor que puede pasarme es que me corten el cuello.