Capítulo 18.

Con el presente conocimiento, dejé la copia que había hecho en el estante y me llevé el libro original, aunque quien sabe si ese era el original, teniendo en cuenta que se podía duplicar infinitamente el libro, con los conocimientos adecuados, claro. Pronto abandoné la pequeña biblioteca, con el libro en la mano. Siendo este completamente invisible, caminé con tranquilidad y descaro por los pasillos del palacio, llevándome el libro a mi habitación. Una vez ahí, mientras ojeaba el libro con mucha más calma, me pregunté si Zhang sabría todos estos hechizos, se notaba que se había enfocado más en las pociones, pero si tenía tantos libros que eran verdaderamente útiles, seguro que los había repasado ¿o quizás no? La duda me resultaba alarmante. ¿Qué tal si ella me espiaba con un hechizo de invisibilidad? Entonces realicé un hechizo para volver visible cualquier elemento invisible en la habitación, me sentí mucho más calmada cuando no apareció nadie en la habitación. A veces entre más sabes, menos tranquilidad tienes.

Pasé el resto de la tarde en mi habitación, hojeando el libro hasta que unos toques en la puerta me indicaron que ya era hora de la cena. Me levanté y realicé en silencio el hechizo para volver invisible el libro y lo dejé en la esquina de la habitación. De esa manera abandoné la habitación con tranquilidad de que nadie lo encontraría, ya que el hechizo tenía una duración indeterminada. Supongo que el hechizo para ocultar la hoja debe ser una mezcla de varios hechizos que tienen una menor duración, aunque con sinceridad, quien sabe.

La cena transcurrió tranquilamente y cuando regresé a mi habitación me picaban las manos por hojear el libro, sin embargo, la doncella que me asistía me acompañó y me preparó el baño, usualmente disfrutaba la hora de la limpieza, pero hoy tenía otras prioridades ¿si cambiaba la rutina despertaría alguna sospecha? No podía saberlo, me encuentro en territorio enemigo, me han adoptado, pero sigue siendo un territorio desconocido, no podía darme el lujo de cometer errores. Se prudente, me dije una y otra vez mientras la doncella me tallaba la espalda. Al terminar ella me vistió, pero supongo que nunca le había dado verdadera importancia a todas las cosas que hace después de mi aseo personal, coloca las cosas en su lugar, se lleva las toallas, deja acomodada la ropa, me abre la cama, revisa la chimenea y cuando todo está en su lugar se marcha. Apenas ahora ponía atención a todas las cosas que hacen las personas de clase inferior.

Cuando salió de la habitación me aproximé a la esquina donde había dejado el libro y me senté en el sillón de siempre y unas velas a mi lado. Exploré un rato más el libro y descubrí una serie de hechizos que me facilitarían lo que ya estaba planeando. Iría a buscar pruebas en la oficina del estúpido asno que existía por general. Con las cosas que sabía ahora me sentí tentada a hacerlo esa misma noche, pero tampoco puedo ser tan imprudente, es demasiado tarde. Pero al día siguiente las cosas eran diferentes, había memorizado los hechizos importantes e incluso descubierto un par de hechizos más que eran verdaderamente útiles ¿Dónde había estado este libro en toda mi vida? Bueno, desde luego que había estado en este palacio, pero bueno, por suerte la iluminación había llegado a mi vida, aunque fuera en las más extrañas condiciones.

De manera que, en la noche, cuando por fin se marchó la doncella que me asiste, me quite el camisón de dormir y me coloqué la ropa de siempre, a pesar de lo molesto que es que yo lo tenga que hacer. Una vez vestida, me coloqué el hechizo de invisibilidad y un hechizo de silencio para que no se escucharan mis pasos. Salí de mi habitación y caminé presurosa por el pasillo. Era extraño, sabía que no haría ruido, aunque calzara los zapatos más ruidosos del reino, pero aun así me movía con demasiada tensión en mi cuerpo, no me atrevía a ir corriendo. Conforme caminaba por los pasillos y bajaba las escaleras para llegar a la entrada, fui calmándome al ver que no me topaba con ningún guardia, eso hasta que llegué a la entrada, ahí había dos guardias. Mastique groserías mientras los veía ahí parados sin hacer algo. Intenté hacer memoria sobre algún hechizo que sirviera, pero ninguno me venía a la mente. ¿Y si salgo por la puerta de la servidumbre? Entonces miré alrededor, ¿por dónde se va la servidumbre? No tenía ni una idea. Aquella noche no pude hacer más que regresar a mi habitación y repasar algunos hechizos, encontré entonces que existía un hechizo de seguimiento, mismo que utilicé la noche siguiente cuando la doncella se marchó a descansar.

El hechizo hacía que se marcara un rastro en el suelo por donde había pasado la persona que seguía, era un rastro temporal que solo yo podría ver y que desaparecería una vez que yo pasara por el mismo lugar. De manera que salté del sillón, arrojé el camisón y me puse las botas con la ropa de exterior, recité los anteriores hechizos y salí presurosa de la habitación. Siguiendo el rastro me di cuenta de que la doncella utilizaba pasillos que estaban ocultos, o más bien, pasillos que eran disfrazados con puertas que parecían paredes. Había una puerta al final del corredor que parecía una simple pared, pero que al cruzarla daba a un pasillo mucho más sencillo y que por lo que se podía notar, se usaba frecuentemente. Seguramente la servidumbre usaba esos pasillos para pasar inadvertida. Que astutos. Seguí el rastro que me llevó a las zonas por las que transitaban los criados e inevitablemente llegué a una salida que no estaba tan vigilada como la puerta principal. Grité de gozo en mi mente mientras cruzaba la puerta y salía del palacio. No reconocía esta parte del palacio, pero tampoco podía ser tan difícil ubicarme. Caminé por un largo rato, encontrándome a varios guardias vigilando hasta que llegué a la puerta principal, entonces tomé el camino de siempre hacia el cuartel.

Normalmente había un guardia cada dos metros en las escaleras del palacio, pero por la noche se duplicaba, por lo que quizás había más gente que de día, había escuchado de eso, pero era la primera vez que lo veía, por suerte no podían verme ni oírme, así que pasé frente a todos y pronto salí del terreno del palacio, caminado una larga distancia hasta el cuartel, el cual también tenía sus puertas cerradas y su buena cantidad de guardias. Quizás hubiera sido mejor venir de día, realmente se ve más complicado todo, pero ya estaba ahí, ¿Qué caso tenía regresar ahora? Murmuré hechizos de fortaleza, agilidad y fuerza, de esa manera escalé el muro hasta el otro lado sin que nadie me descubriera. No me costaba demasiado, pero de todas maneras era un poco estresante poner atención a cada cosa que me rodeaba, pues había demasiados guardias demasiado activos ¿Qué no tenían que dormir o algo así? Vaya, que molestia, pero también tenía que admitir que realmente, desde una perspectiva objetiva, que haya tantos elementos activos y dispuestos para cualquier eventualidad, es algo bueno.

Sorteé con poco esfuerzo a todos los guardias que estaban activos y llegué sin problemas a la zona donde usualmente había personal revisando documentos, de hecho, una de esas salas me pertenecía, pero la que estaba al final del pasillo pertenecía al asno, quiero decir, al general y no podía acceder a ella fácilmente. Pero ahora llegué sin más a la puerta, estaba a punto de abrirla cuando recordé que él había utilizado una poción y me dije, nunca se es lo suficientemente precavida. Si usó una poción, ¿podría usar algún hechizo? ¿colocar una trampa? Me quedé pensando unos segundos, sabía que había un hechizo para revelar trampas, pero no lo recordaba. Me estrujé la cabeza durante un buen rato hasta que llego, de alguna forma, lo pronuncié y no sucedió nada.

Volví a masticar groserías. Estaba preocupándome demasiado por un asno. Pero, lo cierto es que me sentía más tranquila. Abrí la puerta y miré dentro, pero solo había oscuridad. Invoque fuego en mi mano y alumbre la habitación tenuemente con fuego verde. Ahora ¿por dónde comenzar? Había varios estantes y en todos había papeles, pero por supuesto, él no sería tan estúpido como para dejar algún papel delicado a la vista, tenía que estar guardado, de modo que miré los documentos que estaban en los cajones. La mayoría era documentos sobre los diferentes presupuestos y como se distribuía el dinero para la milicia. Comenzaba a hartarme hasta que me dije, exacto, ahí debe aparecer quien movió los suministros. Fue una búsqueda larga, pero encontré el nombre del encargado en el transporte de las provisiones, si podía localizarlo, podría hacerle algunas preguntas que confirmaran o negaran los hechos, ya me encargaría después de silenciarlo de algún modo.

Anoté el nombre y salí de la oficina de la habitación, procurando dejar todo en su lugar, para eso utilicé un hechizo que regresó todo a su lugar inicial, bastante útil, ciertamente. Una vez que terminé con eso caminé presurosa al exterior del edificio, entonces noté que el cielo estaba aclarándose ¿tan tarde es? ¿Cuánto tiempo había pasado ahí? De momento me sentí un poco alarmada, mentalmente me repetí que debía tranquilizarme, entonces subí por el muro y pronto dejé el cuartel. Aun no amanecía y la doncella no me despertaba tan temprano, aún tenía tiempo antes de que llegara y descubriera que no estoy en la habitación.

Una vez fuera del cuartel, comencé un trote ligero pero constante para regresar al palacio, por desgracia, en la puerta de la servidumbre ya había gente movilizándose. Eran solo unos cuantos que estaban comenzando sus actividades, así que no fue difícil esquivarlos y pasar de largo hasta los pasillos que conducían a las habitaciones. Una vez que salí por la puerta que daba al pasillo de mi habitación, respiré profundamente con tranquilidad. No lo vuelvo a hacer. Sin duda es más fácil investigar de día. Menos estresante, seguramente. Como ya estaba en el pasillo que daba a mi dormitorio, fue cuestión de segundos para llegar a mi puerta, una última mirada a mi alrededor para que nadie viera como se abría y cerraba la puerta. Una vez dentro deshice el hechizo de silencio y de invisibilidad, me quite la ropa y las botas, cuidando dejar todo donde estuvo antes, solo entonces me coloque el camisón y me tiré a la cama, como si hubiera pasado toda la noche ahí mismo.

Un par de horas después, que se sintieron como una eternidad de sueño profundo, la doncella que me asistía me despertó moviéndome el hombro. Obviamente no había dormido lo suficiente pero aun así me levanté, dejándole un poco más de trabajo para vestirme a la doncella. Sin embargo, cuando tuve que mover mis piernas para salir del palacio, no había mucho por evitar, realmente tenía que moverme yo sola. Sin embargo, había un hechizo para quitar el cansancio y revitalizarme, solo que necesitaba que la doncella no estuviera presente, nunca se es lo suficientemente precavida. Una vez realizado el hechizo me sentí como si hubiera tenido el descanso de veinte horas. De manera que caminé al cuartel con renovadas energías, solo que al sentarme en aquella habitación donde llevaba a cabo algunas tareas, me topé con que no había nada importante que hacer, y que el nombre del transportista se paseaba por mi mente.

Pase dolorosas y ociosas horas en el cuartel hasta que me decidí a largarme. ¿Cómo encontraría a ese sujeto? ¿Cómo? No podía estar preguntándole a cualquiera en el cuartel. Si preguntas una vez es casualidad, si preguntan dos veces por la misma persona ya no es casualidad, menos aun si se pregunta una tercera vez ¿Cuántas veces tendría que preguntar por aquel individuo hasta encontrarlo? Estoy segura que con solo una vez que preguntara levantaría sospechas, no, esa no es una opción.

Por lo tanto, por la tarde no regresé al cuartel y me quedé en mi habitación estudiando el libro de hechizos. Repetí esa rutina por casi dos semanas hasta que encontré un hechizo de búsqueda. En este caso, al realizar el hechizo se revelaría ante mí un rastro que solo yo podría ver y que me llevaría a donde estuviera lo que estaba buscando, en el caso de una persona, estuviera viva o no.

Tomé entonces la decisión de esperar a la noche para salir por la puerta de la servidumbre y alejarme un poco del palacio, entonces realicé el hechizo, aunque contrariamente a lo que esperaba, el rastro no me conducía al cuartel, me llevaba a las calles de la ciudad. Tal vez fue a beber algo a alguna taberna, me dije, y llevé mis pasos en la dirección revelada. Para mi desgracia, el rastro no llevaba a ninguna taberna, hostal o posada con dudosos servicios, el rastro me llevó a las puertas de la ciudad, perdiéndose en la lejanía, lo que me indicaba que el sujeto no estaba en la ciudad y tendría que recorrer una distancia bastante grande que no lograría recorrer en unas horas y, por lo tanto, no llegaría a tiempo, ni aunque usara un hechizo de velocidad centuplicada. Regresé entonces al palacio, con las manos vacías y una molestia difícil de disipar.

Ese estúpido asno ha logrado demostrar que no es tan estúpido en algunas cosas. De hecho, teniendo en cuenta la situación y todas las variables, se perfectamente que está tomando buenas decisiones y no puedo juzgarlo como imbécil por eso, pero, aun así, no podía evitar sentirme gravemente molesta, porque eso afectaba a mis planes y yo quería volver, no, no quería, tenía que volver.

Caminé el largo trayecto de regreso con muy mal humor, estaba dispuesta a azotar algunas cuantas puertas, de hecho, lo hubiera hecho si no fuera peligroso, así que cuidé que mi molestia no llegara tan lejos, aunque ciertamente, cuando llegué a mi puerta y giré el picaporte, aún estaba bastante enfadada, cosa que se esfumo en un instante cuando ingresé a la habitación. Ahí dentro estaba Zhang, mirando curiosa la puerta, no podía verme, pero obviamente ya sabía que yo no estaba ahí y ahora sabía que alguien había abierto la puerta. De manera que regresé al otro lado y deshice los hechizos, para ahora quédame estática ahí en el pasillo… ¿Qué demonios estaba haciendo en mi habitación? ¿y que rayos iba a decirle? ¿Qué explicación daría? Puse a trabajar mi cabeza lo más rápido que pude hasta que oí unos breves pasos. Se me escurrió todo el enojo y en su lugar quedó un revoltijo de ansiedad, angustia, estrés y horror. Tomé un bocado de aire y coloqué la expresión más serena que pude, expresión que cambie al verla en la puerta, una expresión de falsa sorpresa.

-su majestad –le dije alzando un poco las cejas - ¿Qué hace usted aquí?

- ¿y tú que haces fuera? –si ¿Qué hacia fuera? Piensa, piensa, a veces lo mejor es decir la verdad, a medias.

-oh, su majestad –entonces le extendí la mano para que ingresáramos a mi habitación y nos sentáramos en los silloncitos, con la puerta cerrada –me avergüenza admitirlo –ella alzo una ceja –pero salí con la intención de espiar al general.

- ¿espiarlo? ¿Cómo? –bien, parecía que se lo había creído, perfecto.

-de alguna manera, siento que… son solo sospechas mías, debo aclarar, pero siento que él mintió con el asunto de los suministros perdidos –en su boca se formó una pequeña "o".

-ya lo veo –quizás ella pensaba lo mismo porque no se veía tan sorprendida.

-obviamente no podía acudir con usted sin tener ni una prueba, así que quería ir a mirar…

-y no encontraste nada… -yo sonreí.

-no pude ni salir del palacio, todo está muy bien protegido y no quería levantar sospechas.

-ya veo, por supuesto… yo tampoco lo creí, pero, aunque mandé a buscar tampoco mis informantes hallaron algo, ha sido muy astuto –oh… así que tiene informantes.

-que lastima su majestad, no podemos condenarle por nada.

-ciertamente no, se las ha apañado muy bien, demasiado bien, diría yo… -oh cielos, estoy salvada, ¡estoy salvada! Se lo ha creído todo, es perfecto. Y ahora…

-por cierto, su majestad, ¿Qué hace aquí a estas horas? –ella me volteó a ver, alarmada.

-oh… emmm… no podía dormir, pensé en charlar un poco –no le creí ni una silaba.

-por supuesto ¿hay algo que le angustie por la noche, su majestad? –ella se encogió de hombros.

-oh no, bueno, el asunto del general, por supuesto, estoy segura que me ha mentido, pero no hay mucho que hacer, solo… solo eso… y, y ah, sí, ya he mandado a hacerte una espada, quería saber tu opinión ¿Cuándo sería bueno entregártela? Obviamente debe haber una celebración, un banquete y…

-oh no, su majestad, no podría…

-claro que sí, insisto, solo me pregunto si sería adecuado al final de mes o quizás, antes de que partan al Reino Este, se vería bien como un acto solemne de despedida…

Si ella de verdad solo venía a preguntar esas boberías, yo me corto una pierna. La miré con curiosidad y sospecha ¿Qué quería de mí a esta hora? ¿dudaba? ¿sospechaba de mí? ¿hice algo que la llevara a sospechar de mí? Había sido muy cuidadosa ¿pero lo suficiente? La duda y la incertidumbre no me iban a dejar tranquila, pero tampoco había manera de sacarle la información, al menos no con el nivel de conocimientos que tenía, quizás con una poción, pero ¿cómo haría que bebiera una poción? Y peor aún ¿Cómo podría hacer una poción sin los materiales? No había forma de hacerla.

-además, creo que eso sería un acto de reconocimiento para los soldados y los asistentes, les quedaría muy claro que verdaderamente perteneces a la familia y yo me quedaré más tranquila –entonces algo llamó mi atención.

-ah, su majestad ¿no planea ir con nosotros a conquistar el Reino Este? –ella se quedó muda por unos momentos.

-me parece que no sería apropiado para alguien de mi estatus –yo me recargué en el respaldo del sillón y miré el techo.

-con todo respeto, pero no podría respetar a un rey, reina en este caso, que no hiciera las cosas por sí misma, no puedo respetar a alguien que sea débil –le dije, de manera descuidada –ah, pero, su majestad es diferente, claro, aún es muy joven, la Reina del Este también es joven, por eso yo me hacía cargo en su lugar.

-no me compares con esa chiquilla –tal parece que el comentario le había herido más de lo que había planeado.

-discúlpeme su majestad, he sido descuidada, no me haga caso –ella no me respondió, parecía seguir pensando.

-creo que tienes razón –me dijo, después de unos segundos, con las cejas bien fruncidas –mi padre jamás fue a una batalla, era un cobarde –yo me encogí de hombros.

-la gente valora esos actos, no digo que salte a luchar, pero podría ir y mirar la batalla desde un sitio seguro, eso animaría a las tropas, podrían pelear mejor porque sabrían que su majestad está mirándolos –con cada declaración ella asentía en silencio –además, podría vigilar de más cerca al general y comprobar su lealtad.

- ¿crees que sus mentiras sean tan graves como para comprometer la conquista? –yo me lo pensé un breve momento, la respuesta era obviamente que no, pero pretendí pensármelo un poco más.

-con sinceridad, no lo sé su majestad –se hizo el silencio por un breve momento, entonces volvió a hablar.

-he tomado una decisión Kuga Natsuki –y se puso de pie –yo, la Reina Zhang, Yuuki Nao, iré a la batalla por la conquista del Reino Este –yo la miré con la boca abierta, como si estuviera asombrada, luego aplaudí.

-asombroso su majestad, simplemente admirable.

-lo cierto es que siempre he querido ir a ver una batalla, debe ser bastante entretenido ver como aplastamos a esas sucias escorias –no pude evitar reír con algo de incomodidad al escuchar ese lado tan sádico.

-lo es, su majestad, lo es –ella se quedó pensando unos momentos, mientras miraba a algún punto de la habitación, seguramente imaginándose un panorama agradable, o quizá no tan agradable, el caso es que mantenía una breve sonrisa que a cualquiera le aterraría de ver en relación al tema, posteriormente regresó al presente.

-Kuga, es bastante tarde y he de retirarme, la conversación ha sido bastante beneficiosa.

-por supuesto su majestad, debe descansar.

-y no te preocupes más por el general, si sucede algo relevante te lo hare saber.

-por supuesto, todo sea por su grandeza su majestad.

Afortunadamente, después de esas últimas palabras ella se retiró de mi habitación. Me quedé tras la puerta, esperando escuchar algo, pero no conseguí nada, talvez se fuera, talvez no, pero de algo si estaba segura, o al menos tenía un 50 % de posibilidades, ella me tenía vigilada y si no era así, después de hoy, muy seguramente me tendrá más vigilada. Me fui quitando la ropa mientras pensaba las cosas, no podía hacer nada si me vigilaba, o más bien, no cambiaba nada, siempre he actuado como si hubiera espías invisibles, esto no cambiaba las cosas, lo único que, si generaba un cambio, es que había ciertas seguridades, la relación entre Zhang y el general se va fragmentando cada vez más mientras yo obtengo poder sobre ella. Ya no había nada que hacer en relación con la fecha del ataque, solo tenía que esperar un poco más, solo un poco más. O al menos esperar a que surgiera otra oportunidad, o talvez ya no tuviera que mover un dedo para que el general metiera la pata y se arruine así mismo.

Por eso me acosté con cierta satisfacción. Pero al día siguiente, cuando desperté por la mañana y mientras me vestía la doncella, recordé los hechos de la noche anterior. Había algo que casi había pasado por alto. Mi intuición me decía que debía preocuparme por algo, no estaba segura sobre qué, solo que no puede traer nada bueno el que Zhang llegara a mitad de la noche a mi habitación. Podía estar dudando de mi o quería algo de mí, y si quería algo de mí no podía ser alguna de mis habilidades, puesto que ya me tenía a su disposición en ese aspecto, de modo que, si quiere algo de mí, es, literalmente, mi persona. Eso es demasiado peligroso. Si ella lo quiere, realmente puede obligarme a tenerme, no puedo negarme.

Quizás me estaba preocupando en vano, quizás en verdad estaba en lo cierto ¿Quién podía saberlo? Hasta ahora no me he topado con algún hechizo que me haga saber los pensamientos ajenos, pero como sería útil una cosa así. Pasé el resto de la mañana pensando en ello hasta que me encontré a Zhang y el general a la hora de la comida, que como siempre fue bastante tranquila y silenciosa, solo que al final, para sombro del general, Zhang le informó que iría a la conquista del Reino Este y que debía hacer los preparativos necesarios para ello. Al sujeto casi se le salen los ojos.

-su majestad, puede ser muy peligroso, si usted se queda…

-es una decisión tomada, incuestionable, por tanto, es una orden que hagas los preparativos.

-admirable su majestad –le dije con solemnidad –simplemente admirable –enseguida sentí los ojos del sujeto sobre mí, de haber podido me habría clavado su espada, otra vez.

Era evidente su inconformidad, pero tuvo la prudencia suficiente como para no decir palabra alguna frente a Zhang, no así al día siguiente por la tarde, en mi pequeño estudio en el cuartel. Entró sin pedir permiso y azotando la puerta de la habitación, notablemente molesto.

-ha sido su idea, toda esa estupidez de que su majestad vaya a la guerra seguramente es una idea que le ha metido en la cabeza.

-general, ¿cree acaso que yo puedo hacer tal sugerencia? –le pregunté con bastante descaro.

-por supuesto, usted es una víbora, desde que se ha integrado a este reino y al palacio, ha estado conspirando, saboteando mis planes y ahora pretende poner en riesgo la seguridad de su majestad.

- ¿no cree que me está dando demasiado crédito?

- ¡por supuesto que no! –me quedé en silencio por unos momentos y me permití esbozar una sonrisa.

-entonces, de ser usted, yo tendría más cuidado con mis palabras, pues si tengo esa influencia con su majestad, quien sabe que es lo que puedo decirle después –al instante abrió más los ojos y frunció la boca.

-no se atrevería…

-según usted, parece que si lo haría ¿o ya no esta tan seguro? –torció la boca y la tez de su rostro enrojeció del coraje.

-ciertamente… ya no estoy tan seguro –me permití extender mi sonrisa.

-siempre hay momentos para recapacitar, general.

Pude darme cuenta de la inconformidad en la expresión de su rostro, inconformidad y molestia, pero que sabía que debía callarse. Obviamente no tenía tanto poder en Zhang, pero de alguna manera, parecía estar dispuesta a escucharme, no estúpidamente y sin las debidas consideraciones, pero si parecía interesarse por algunas cosas, en cierta manera, ella creía que me manipulaba, cuando en realidad yo la manipulaba, aunque de forma muy sutil, a mi parecer no tan sutil como quisiera, pero es joven y parece no percatarse, o quizás pretende seguirme el juego convenientemente, no puedo saberlo, lo que si se, es que sería estúpido de mi parte dar por sentado que puedo manipularla, no puedo confiarme de ninguna manera, por lo tanto, no voy a tratar de influir demasiado en sus decisiones, o al menos, con bastante mesura para no ser demasiado evidente.

-general, le sugiero que se retire a reflexionar sus acciones, yo por mi parte, tengo algunas cosas de las que ocuparme –tensó un poco más la cara y luego dio una muy torcida sonrisa.

-por supuesto, hay mucho que pensar…

Es evidente que es y siempre será un enemigo, uno de especial cuidado, no es tan estúpido como para dejarse llevar por sus emociones, si fuera más voluble ya me habría deshecho de él. Pero las cosas a veces no pueden ser tan fáciles, siempre hay obstáculos, siempre hay necios por doquier. Me recargué en el respaldo de mi silla y exhalé con cansancio… si tan solo se muriera… ¿y si le pongo veneno? No, no… ¿Qué rayos estas diciendo? Eso sería caer demasiado bajo… pero sería muy conveniente ¿no? No, no, claro que no… bueno sí, pero definitivamente no podría hacer eso.

¿O si podría? ¿podría? ¿podría? ¿Qué tanto me costaría? Pensé en ello el resto de la tarde, pensé en todos los hechizos que conocía y que me servirían para asesinarlo, definitivamente podría hacerlo sin que nadie lo supiera, podría, simplemente, hacerme invisible, entrar a su dormitorio y cortarle la garganta, o enterrarle una daga en el corazón, o ponerle alguna sustancia venenosa… si él muriera, me entregarían la dirección del ejército, de modo que aceleraría los preparativos para el ataque y cuando mucho estaríamos llegando el próximo mes… definitivamente es una idea tentadora.

¿Podría olvidarme de mis valores para llevarlo a cabo? No sentía exactamente fidelidad por alguno de los reinos, ni por la gente, por lo tanto, mi título era importante porque es conveniente, ¿debía llevar presentes los valores conferidos a ese título? ¿siempre, en cada momento y situación? Después de todo ¿Qué es ser un caballero? ¿no ya he roto esos votos? Había secuestrado a Shizuru, ¿Qué podía importar un general de un reino enemigo?... bueno, había secuestrado a Shizuru, pero no había asesinado a nadie, quizás esa era la diferencia. Sin embargo, había hecho un pacto, una promesa, y Shizuru me quería de vuelta.

-milady –la doncella que me atendía estaba en la puerta –he venido para avisarle de la cena –la miré con la mente llena de pensamientos completamente distantes, de cierta forma, ensimismada, aún incapaz de llegar a una resolución. Miré el escritorio, lleno de papeles, pero vacío de algún otro objeto, mucho menos de algún efecto personal porque no era mi escritorio, yo no pertenecía ahí, al otro lado del mar, en mi hogar, estaba una mujer esperándome, o al menos quiero creer que puede estar esperándome porque siente algo por mí, así que ¿lo iba a asesinar?

-sí –conteste –gracias por avisarme –me levanté, me alisé la ropa, tapé el tintero y abandoné la habitación, con la doncella tras de mí.

Asistí a la cena, donde todo fue silencio. Por suerte, era común que no hubiera platicas vanas para acallar el silencio, de manera que pude pensar con profundidad sobre lo que iba a hacer. Resultaría algo gracioso, quizás, ya que de alguna manera me iba a vengar por cómo me clavó una espada en el pecho, aunque claro, yo no clavaria una espada. Tenía que pensar muy bien el método que utilizaría para asesinarlo, ya que el método diría mucho sobre el asesino.

Pronto la cena terminó y nos despedimos, cada quien se retiró a sus habitaciones para no volver a vernos sino hasta el otro día. Entonces me puse a pensar en lo que parecería cuando encontraran el cuerpo, no quería que pensaran que fue un asesinato, quería que pensaran que fue un accidente o en todo caso, una muerte prematura, a pesar de que me gustaría cortarle la garganta o despellejarlo vivo… de modo que pensé y pensé en varias formas en las que la gente ha muerto, las personas somos muy frágiles, podemos morir de enfermedades desconocidas, o en un incendio cuando no ponemos suficiente atención al fuego de la chimenea… pero no, un accidente no, debe parecer una muerte "natural", algo como: "se acostó y ya no despertó", la muerte que preferiría cualquiera.

-hasta mañana milady –yo asentí a la despedida de la doncella, por fin se marchaba después de lavarme y ahora podía imaginar con holgura… ¿y si le apretaba el cuello? No, dejaría marcas… ¿y si le doy veneno? Es bueno siempre y cuando no eche espuma por la boca… ¿un golpe en la cabeza? No, definitivamente dejará un moretón… necesitaba algún brebaje, alguna poción, algún hechizo… pero no recordaba haber leído algún hechizo tan lúgubre y peligroso que provocara la muerte, aunque, a decir verdad, hay muchos hechizos que tienen usos menos siniestros y que pueden ser usados de formas retorcidas, eso depende del usuario.

Me senté en el silloncito de siempre, lamentando que la chimenea no estuviera encendida, pues recién comenzaba el verano y hacia bastante calor, era innecesario caldear la habitación, sin embargo, añoraba la sensación del fuego en el hogar, la luz tenue y mis pies sobre la alfombra. Entonces, hoy más que cualquier día anterior, extrañé estar en mi anterior casa, en mi castillo, esperar al final del día que ella entrara por la puerta de su habitación, fragante y reluciente… pero ella no entraría por la puerta y dormiría sola.

Me tallé un poco la frente y fui por el libro de hechizos. Hojeé el libro mirando esos útiles hechizos. No pude evitar suspirar mientras leía… hechizos para secar ropa, para endulzar alguna bebida, para limpiar el polvo… ¿y si usaba ese hechizo de secado? Lo podría dejar bien seco y tieso… pero enseguida se vería anormal, no podía usarlo. Seguí leyendo, encontrando hechizos nuevos, bastante útiles, pero que definitivamente no servirían para mi objetivo, de manera que regresé al principio y volví a mirar brevemente los hechizos que había, nada de lo que releía me daba una idea hasta que llegué a cierta temática: hechizo quita-arrugas, hechizo suaviza-telas, hechizo perfuma-telas, hechizo quita-quemaduras, hechizo quita-marcas… si lo asfixiaba ¿quitaría la marca de las manos? Hasta ahora era la única idea que me cruzaba por la mente…

No era una idea muy sólida, pero era la única que había hasta ahora, de manera que tome la decisión de ir al día siguiente a esa pequeña y ultra privada biblioteca de libros con hechizos. Por mientras, cerré el libro y lo oculté, luego me metí a la cama. Sentí un vacío en el pecho, un vacío extraño, un vacío que me impedía respirar bien por más profundo que inhalara aire. Debe ser por ella, me dije, debe ser porque la extraño, pero no puedo ser débil, no puedo caer ante la debilidad que provoca su ausencia, debo seguir adelante. Cerré los ojos e intente dormir, no lo conseguí y por consecuencia pasé una noche horrible, de modo que en cuanto se alejó la doncella me apliqué un hechizo que me quito el cansancio por no haber dormido bien, aunque ahora que lo pensaba, había un hechizo para poder dormir…

Así pues, pude cumplir con mis actividades del día, hasta que por la tarde fui a mirar los libros. Fue un largo rato de mirar títulos e imaginar su contenido, valorar si habría algo que pudiera interesarme, no fue fácil, necesitaba resultados inmediatos para asimilar una gran cantidad de información, de manera que no encontré una solución aquella tarde, ni en los días siguientes.

No obstante, no me rendí, busqué en los libros que parecían tener contenido peligroso, el resto, que parecía hablar de hechicería buena o en determinado caso, útil, ni los toqué, por desgracia, todo fue un buscar en vano, había multitud de hechizos, de pociones, había formas de elaborar venenos o que causaran enfermedades, hasta plagas, pero no existía un solo hechizo que asesinara sin dejar marcas, ni existía una poción que causara la muerte sin necesitar de raros y ultra caros ingredientes, lo que yo quería, sencillamente no existía. La mente humana que había desarrollado infinidad de hechizos peligrosos, no había creado ni uno que conllevara a una muerte no dolorosa, todos estaban creados para causar dolor, agonía y tortura, algo que no me desagradaba del todo, pero que no era útil en esta situación. Por lo que solo me quedaba intentar borrar las marcas… ¿funcionaria? Quien sabe, pero definitivamente tenía que intentarlo.

Si el hechizo que borraba las marcas funcionaba tal como yo quería, el general sería encontrado muerto sin causa alguna, sin ningún sospechoso y, por lo tanto, no habría a quien buscar para culpar y se encomendaría su cargo a alguien más. Con suerte sería a alguien que yo pudiera controlar, o quizás aún mejor, me darían el cargo.

Con la decisión tomada en cuanto al método, debía elegir el momento de la muerte ¿de noche? ¿de día? ¿en su cama? ¿en un pasillo? ¿en su oficina? Debía ser en un lugar que no hubiera gente, pero también convenía que fuese de día, haría las cosas más misteriosas ¿Cómo culpar a alguien cuando fue a la luz del día y con muchos guardias a su alrededor? Si, debía ser de día y lo haría a la mañana siguiente, así se celebraría el funeral por la tarde.

Acomodé en su lugar el último libro que había estado revisando, di un vistazo para dejar todo en orden y pronto abandoné la estancia. Tuve ganas de dar un paseo por el palacio ahora que me sentía un poco más tranquila, pero hacer algo diferente a la rutina de siempre podía ser sospechoso, así que me fui a mi habitación y esperé en calma hasta la hora de la cena. Quería hacerlo cuanto antes, quería hacerlo en la noche, pero debía ser paciente, ya había esperado por mucho tiempo ¿Qué tanto seria esperar un poco más? Toda espera siempre es recompensada, me dije como consuelo.

En un rato más apareció la doncella y acudí al comedor, como siempre fui la primera en llegar, momentos después apareció Zhang y tras de ella aquel asno. Lo vi comer mientras yo también probaba la comida. Todos pasábamos la comida en silencio, de alguna forma, el pensamiento de que esa sería su última cena me dio gracia. Por supuesto, no me permití mostrar ni una sola expresión hasta que estuve en mi habitación y la doncella se hubo marchado. Entonces me permití exhalar con pesadez y fruncir el ceño. Si bien estaba animada porque esto movilizaría las cosas, ganaba más el sentimiento de impaciencia e inconformidad.

Iba a matar a un hombre, pero eso no me perturbaba, ya había matado antes, aunque hubiera sido por causas justas o en guerra y esta vez tenía una motivación completamente diferente, una que se alejaba de todo lo que había profesado antes, y, aun así, no me perturbaba. De cierta forma eso me hacía tener una sensación extraña. Debería sentirme mal por lo que voy a hacer, debería al menos sentirme intranquila, pero no había nada de eso ¿Por qué seria? Sin embargo, a pesar de preguntármelo, esas dudas tampoco me inquietaban, solo estaban por ahí, en mi cabeza, como pensamientos pasajeros. Quizás este lugar me ha cambiado, me dije, cerrando los ojos y sintiendo la pesadez. Pronto me fui a dormir.

En la mañana, fue la doncella la que me despertó, ya con el desayuno puesto. Comí y bebí con languidez, de cierta forma, reservando todas mis energías para lo que intentaría hacer. Al terminar con el desayuno y vestirme, la doncella se marchó e hice lo mismo, salí en dirección al cuartel, el día se miraba igual que otro, no parecía que fuera a llover, tampoco hacia demasiado calor, los hombres a lo lejos estaban practicando, algunos estaban vigilando, otros hacían rondas. Cuando llegué a la estancia que yo ocupaba, me senté, miré los papeles frente a mí y supe que no podría mirar con verdadero interés alguno de ellos. A mi espalda había una ventana, así que mire, el sol aún estaba bajo, quería que fuera al menos medio día.

La espera fue agónica, sentí que en ese momento solo estaba viviendo para poder mirar el transcurso del sol por la ventana, lo miré tanto y tantas veces, que cuando estuvo en la posición correcta ya no me sentía segura de que fuera la hora adecuada, pero miré las sombras en el suelo, era el momento. Me asomé por la puerta de la habitación, prestando atención a cualquier sonido, se escuchaban los movimientos de algunas personas, zapatos, una que otra voz de fondo. Todo tranquilo. Cerré la puerta sin hacer ruido e hice los preparativos. Hechizo de fuerza, destreza, resistencia, velocidad, agilidad, alerta, sigilo, percepción, silencio e invisibilidad. Estaba segura de que la espada con la que me había atravesado tenía un hechizo, por lo que no podía subestimarlo de ninguna manera. Al terminar de colocarme los hechizos salí de la estancia y caminé hasta la oficina del general, con las orejas bien pendientes de mi alrededor.

Por suerte todos tenían algo que hacer, de modo que llegué hasta la puerta de su oficina sin demoras. Obviamente estaba cerrada pero no asegurada, así que abrí ligeramente y al asomarme encontré el rostro extrañado de aquel sujeto, era obvio, él solo vería que la puerta se abrió sola. No la cerré y en cambio entré, apliqué hechizos que mostraran la presencia o efectividad de algún otro hechizo en la habitación, pero estaba limpia, no había ni un objeto mágico. El hombre se levantó de su asiento, miró la puerta, miró fuera y terminó por volver a cerrarla, en cuanto volvió a sentarse me coloqué tras él y llevé mis manos a su cuello, sujetándolo con fuerza, pero sin romperle el cuello, pronto comenzó a retorcerse, entonces me acerqué a su oído.

-nunca le agradecí por darme esta oportunidad… -conforme pasaban los segundos la agitación del hombre era cada vez más violenta, se llevó las manos al cuello, intentó gritar, intentó levantarse, trató de respirar múltiples veces, y después de un tiempo sus brazos cayeron sin fuerzas a sus lados. Deje de hacer fuerza en su cuello y me acerqué para tratar de escuchar algún tipo de respiración, pero no había nada –supongo que ahora es tarde.

Lo dejé bien acomodadito en su silla, le cerré los ojos y apliqué el hechizo quita-marcas, lo apliqué en su cuello, donde había notables marcas rojas, sentí duda al momento de aplicarlo, pero pronto las marcas se fueron desvaneciendo. Me sentí feliz, por primera vez en varios días, o meses. Lo tomé de los hombros y lo acomodé sobre su escritorio, como si hubiera estado durmiendo. Ya para terminar me acerqué a la puerta, todo seguía igual, en relativo silencio, así que abrí la puerta, salí, volví a cerrar y abandone esa habitación. Cuando llegué a la estancia que ocupaba y me senté en mi silla, supe que de verdad la misión había sido un éxito.

Miré el sol por la ventana y deshice todos los hechizos que me había aplicado. No me tomó ni media hora despachar al general. Pero eso había salido tan bien porque tenía los conocimientos adecuados, antes no me habría salido tan bien y sin testigos. No estaba bien gozar la muerte de una persona, pero ciertamente yo lo estaba haciendo. Me había clavado una espada y luego me tuvo como su prisionera de guerra, cuanta humillación, la muerte por sí sola no sería suficiente, pero debía conformarme.

Volví a asomarme por la ventana, mirando a algunos sujetos hacer sus rondas, seguramente ya por esta hora mandarían a buscar al hombre, ya que casi siempre debía estar pegado a Zhang. Volví a sentarme en la silla y tomé algunos escritos para tratar de leerlos. Escribí un par de cosas hasta que un guardia tocó mi puerta y entró abruptamente.

-milady, ¡el general ha muerto! –tenía que fingir sorpresa, pero no sabía si me saldría bien la actuación.

- ¿Cómo? ¿de que estas hablando? –para hacer una buena interpretación, pensé en qué dirían mis zoquetes si les dieran la misma noticia.

- ¡El general murió!

- ¿el general se murió? –era estúpido, pero en la estupidez hay cierta naturalidad, supongo.

- ¡El mismo! –me quedé con la boca abierta por unos segundos.

- ¿estás seguro que está muerto? ¿no está desmayado por calor?

- ¡Estoy muy seguro! –entonces, fingidamente me llevé una mano a la boca.

-que terrible, debemos comunicárselo a su majestad.

-ya han ido a comunicárselo, con su permiso, iré a informar a los demás.

Una vez que el sujeto abandonó la puerta, me levanté y fui hasta el pasillo que daba a la estancia donde él estaba. El lugar estaba abarrotado de guardias, algunos poniendo orden, algunos discutiendo, otros en completo silencio, pero el alboroto acabó cuando Zhang apareció en el lugar. Uniformemente, todos callaron y permitieron que Zhang entrara hasta la estancia, seguida de un sacerdote. Solo entonces me pregunté, ¿podría darse cuenta de que alguien utilizó un hechizo en él? ¿tendría algún hechizo para eso? ¿se daría cuenta que fui yo? Me surgieron algunas dudas e inseguridades, pero ya era tarde, no había sido suficientemente cuidadosa, no tomé en cuenta eso, solo me quedaba esperar pacientemente a ver que se decía.

Una vez que Zhang ingresó a la habitación, poco a poco me abrí paso entre los guardias hasta llegar al quicio de la puerta y poder escuchar que es lo que decían. Mire como Zhang contemplaba el cadáver con estoicismo, hasta parecía no importarle demasiado, quizás solo fuera apariencia. El sacerdote examinó el cuerpo, lo tocó, pego el oído, le levantó los parpados y miró los ojos, tanteo su boca y se asomó a ver el interior de sus oídos. Después de eso, dio su dictamen.

-su majestad –dijo el envejecido sacerdote –ha sido una muerte natural, aún era joven, pero algunas veces sucede.

- ¿está seguro de que no le han matado? ¿no le han envenenado?

-muy seguro su majestad, no hay signos de envenenamiento, tuvo una muerte repentina pero tranquila.

-muy bien… entonces empiece con los preparativos, debemos enterrarlo -me contuve para no reír ¿una muerte tranquila? Ojalá hubiera sufrido más.