Capítulo 19.
Después de la muerte del general se suspendieron algunas labores, por lo que dejé lo que "estaba" haciendo antes del evento. Para mi sorpresa, Zhang me pidió que le hiciera compañía, por lo que me mantuvé con ella hasta la hora de la comida. En la comida… por la tarde… y hasta la cena. En todo ese tiempo tuvimos oportunidad de comentar la muerte, de atar cabos, de sacar conclusiones, pero cualquier duda que tuviera, la conducía a la conclusión del sacerdote. Ella no había notado que se usó magia en el cadáver, ya me lo hubiera echado en cara y confrontado, es más, me hubiera hecho arrestar y con seguridad estaría en lo más profundo de un calabozo, con grilletes en brazos y manos, sin olvidarse de la tortura, obviamente. Pero, no había ninguna sospecha sobre mí, hasta donde se notaba.
De manera que le hice compañía hasta que inevitablemente, y por fortuna, ella fue a sus habitaciones y yo a las mías. Entonces disfruté de un relajante baño con agua bastante caliente. Esta vez no me senté a meditar en el sillón, me fui directo a la cama, estaba cansada, no sabía que lo estaba hasta que me acosté y sentí que el cuerpo me pesaba. Había sido más estresante de lo que había supuesto, pero estaba hecho y casi terminado. Pronto sentí como todo mi cuerpo parecía hundirse en la suavidad de la cama, era relajante, pero lo más importante es que era solo un paso más para poder volver.
Al día siguiente fue la ceremonia de despedida del general. Se llevó a cabo en el gran salón del palacio, bajo la dirección del mismo sacerdote del día anterior. Obviamente dio un largo y tedioso discurso que no tengo ganas de recordar en mi vida, de ser por mí lo hubiera mandado a callar, pero mantuve la compostura hasta que terminó la tortura, después de todo, Zhang me pidió que la acompañara.
Tal solicitud de compañía me despertaba ciertas inquietudes. Por un lado, me hacía pensar en la posibilidad de que Zhang me nombrara general del ejército, pero por otro… ¿Qué tal si se me estaba pegando con otras intenciones? Con la intención de vigilarme o… intenciones más sucias… ya lo había pensado antes, cuando apareció en mi habitación, ¿o serian conclusiones precipitadas, causadas por una mente retorcida? Podía ser, podía ser…
En un principio pensé en que sería alguna de esas dos posibilidades, luego, conforme transcurrió el día, pensé que podían ser las dos juntas, o que una dependiera de la otra. De ser así me negaría. Por ese motivo no toqué para nada el tema del nombramiento del nuevo general, de ser posible lo evitaría hasta que ella lo mencionara directamente, me aterraba la idea. Con lo que no conté, es que, al día siguiente, poco tiempo después de terminar el desayuno, sería convocada a un sencillo salón de audiencias, donde me esperaba Zhang y el sacerdote. Al llegar los guardias me abrieron las puertas y dentro todo estaba en silencio, sentí como si me hubieran estado esperando solo a mí y fue incómodo, por no decir que en seguida me puse tensa y alerta.
-su majestad, he acudido lo más rápido posible –era mentira, ni siquiera había corrido, pero en cambio ella asintió en comprensión.
- ¿Qué es lo que tenía que decirme? –le dijo Zhang al sacerdote, lo que me hizo pensar que la reunión aún no había comenzado, algo extraño.
-su majestad, sé que el cuerpo del general aún esta tibio, pero, es necesario nombrar al nuevo ocupante del puesto –enseguida sentí sudor escurriéndome por la espalda.
-cierto… -se tomó unos momentos y luego me miró fijamente –Kuga Natsuki pertenece a mi familia, no tengo nada más que agregar –al menos podría haber dicho que tengo habilidades y experiencia…
-por supuesto su majestad, por supuesto, una acertada decisión, debemos oficiar un nombramiento…
-eso es obvio - ¿es que acaso yo no tenía opinión? Aunque tampoco es que pudiera negarme…
- ¿Cuándo…? –comenzó él y ella trono los dedos, llamando a un criado que se acercó presuroso.
-más tarde le informaré cuando se hará la ceremonia, retírese por ahora.
-por supuesto su majestad, estoy a sus órdenes.
El viejecito se retiró con pasos cortos pero rápidos, mientras Zhang le dijo algo al oído al criado, algo que no conseguí escuchar. Rápidamente el sujeto se fue y finalmente nos quedamos Zhang y yo en el saloncito, sin nadie más de por medio. De momento no supe que decir, en cierta forma esperaba que esto sucediera, pero creí que antes me preguntaría, y que me haría alguna proposición rara… aunque este escenario era el mejor, porque el nombramiento no estaba condicionado, de modo que pronto supe que decir.
-su majestad, gracias por concederme tal honor –e hice una reverencia. Ella agitó la mano, como restándole importancia.
-la decisión era lógica, no podría confiar en nadie más –claro, ella daba por hecho que le era completamente fiel.
-aun así, su majestad, me siento honrada por el honor –toda esta palabrería era una molestia, pero era parte del protocolo, ¿Cuál es el protocolo? Adularla y no dejar de adularla.
-desde hoy pasarás las audiencias conmigo y por las tardes tendrás que ponerte al corriente de todo lo relacionado a la incursión del Reino Este.
-por supuesto su majestad, será un placer.
Por lo tanto, subí los pequeños escaloncitos que hacían una diferencia de nivel entre el trono y los solicitantes, para finalmente situarme al lado de Zhang. Bueno, volvía a tener mi viejo puesto, solo que en un lugar diferente. No me importaría quedarme, siempre y cuando tuviera a Shizuru a mi lado, por eso no podía quedarme aquí.
Zhang tuvo un par de audiencias más en ese pequeño y privado saloncito, pero al terminar nos pasamos al gran salón de audiencias, con muchos plebeyos haciendo fila, esperando poder exponer alguna dificultad, si tenían suerte, la mitad serian atendidos, y si tenían aún más suerte, unos cuantos de esos tendrían una solución a su problema. Era gente de clase baja, insignificantes y mediocres, pero necesarios para las labores más molestas, por lo tanto, se les debía atender, aunque fuera una molestia.
Traté de relajar el rostro y mirar un punto determinado en la lejanía, ahora mismo estaba en desventaja. Este trabajo no me era desconocido, pero nunca había estado desempeñándolo sin armadura y espada, mis expresiones eran visibles, no podía estar frente a la gente con cara de aburrimiento o con molestia por escuchar asuntos estúpidos e insignificantes. Por eso, cada que sentía que estaba perdiendo la compostura, respiraba hondo, hinchaba el pecho, tensaba la espalda y miraba otro punto lejano. Fue una mañana muy dura. Por suerte, por la tarde pude dedicarme a asuntos que eran verdaderamente más importantes, como lo era el ejército, las provisiones y a revisar todos los papeles que tenía aquel asno en su despacho, para eso llamé a varios encargados y ayudantes, los puse a sacar todo y leerlo, y como realmente no había mucho papeleo, en un día estuvo zanjado ese asunto.
Para cuando finalmente me acosté esa noche, me dolía la espalda y el cuerpo me pesaba, además de que no podía dormir, por suerte conocía un hechizo efectivo. De manera que, a la mañana siguiente, por mucho que me fastidiara, fui a situarme al lado de Zhang en las audiencias, no sin antes aplicarme un hechizo de resistencia y fortaleza, gracias a eso pude aguantar satisfactoriamente las audiencias hasta que llegó la hora de la comida y le informé a Zhang que ya me había puesto al corriente con todos los asuntos del general.
-eso ha sido rápido, me has sorprendido –estuve a punto de ser petulante al contestar, por suerte me corregí a tiempo.
-es solo que ya estaba al corriente de casi todas las necesidades del ejército, solo había papeleo que revisar.
-entonces… ¿no hay duda alguna en que el ataque deberá ser en agosto? –yo expresé una breve sonrisa.
-me complace informarle que, si está de acuerdo, puedo organizarlo para mediados de julio.
-estoy muy de acuerdo –contestó ella, con una gran sonrisa en los labios.
No hablamos más después de aquello. En mi mente estaba pensando en todo lo que tenía que hacer y lo que quería hacer al llegar al Reino Este, y ella, muy seguramente, estaba pensando en lo mismo, en lo que haría y todos sus planes de conquista en el Este y en los Reinos Norteños, aunque a mí, todo ese tema, no me importaba en absoluto, solo quería salir de aquí en una pieza y llegar a mi casa. Aunque… ¿Qué podría detenerme ahora mismo de asesinar a Zhang? Lo pensé bien, valoré las posibilidades, realmente no había nada que me lo impidiera.
¿Debería, entonces, asesinarla? Lleve mis ojos hacia ella, que disfrutaba de una buena tarta como postre y un sorbo de vino, ¿Qué ganaría con matarla? ¿Qué perdería? Obviamente tendría complicaciones, todos los guardias me perseguirían, aunque si encubriera el asesinato podría escapar de una ejecución, el caso es que saltarían demasiadas sospechas si Zhang moría dos días después que el general, aunque sin pruebas la gente no tendría nada en contra mía y podría hacer lo que me viniera en gana, el problema sería con las personas que se pelearan por el poder… todo apunta a una situación muy complicada y riesgosa.
Bueno, es lógico que tendré que asesinarla, solo debía escoger bien el lugar y el momento, y si tenía suerte en ello, hasta podría quedarme con este reino, después de todo, se supone que soy parte de la familia real y no queda nadie más, el truco es dar los pasos correctos. De modo que primero debía ganarme a los hombres del ejército, debía hacer que fueran fieles a mí, debía ganarme su confianza, y eso solo podía conseguirlo luchando. El caso es… ¿Cómo ganarme al ejército sin dañar demasiado al otro ejército? Porque quería volver y tener aún una buena relación con el Reino Este, después de todo, Shizuru pertenece a él y no quiero que me termine odiando por la guerra, pero no sabía cómo lograrlo, solo que… fingiera.
-julio comenzará dentro de dos días –dijo Zhang, sacándome de mis pensamientos –ese día he mandado a preparar una ceremonia para tu nombramiento –comentó ella, mientras le ayudaban a levantarse de la mesa.
-muchas gracias su majestad, me honra con sus atenciones –ella hizo un gesto con la mano.
-está bien, a mí también me complace recompensar a quien se lo merece.
En un principio creí que sería una ceremonia breve, solamente un acto protocolario que tenía como fin lograr el reconocimiento público de mi poder y autoridad, pero la ceremonia fue más esplendida de lo que imaginé. Quizá debí imaginarlo cuando miré la ropa que me llevó la doncella para prepararme, era ropa nueva, hecha de materiales finos y de costosa manufactura, e incluso llevaba joyas en los brocados de hilo de plata. Serian prendas absurdamente costosas, pero que, en lugar de declinarlas, las vestí sin problema. Me lo merezco, me dije, mientras la doncella me vestía.
Posteriormente, al llegar al gran salón y ver a la gran concurrencia, todos engalanados con sus mejores prendas, supe que no era algo tan breve, menos aun cuando el sacerdote estaba rodeado de otros sacerdotes más, parecía todo un comité. Nunca había sido protagonista de una ceremonia tan pomposa y contrariamente a lo que alguna vez imaginé, no me disgustaba del todo. Podría acostumbrarme, pensé, lejanamente.
Me encontraba en la entrada del gran salón y frente a mí, toda la concurrencia estaba pendiente de mí. En cierta manera me recordaba a cuando contraje matrimonio, había demasiadas personas, aunque claro, el motivo y mi sentir eran muy diferentes. Fue un buen momento, parecía chiste que muy pronto haría un año de aquel evento. Bueno, mejor dejar los buenos momentos para otra ocasión, de modo que enderecé la espalda y esperé a que el estúpido a mi lado me anunciara. Quizás era muy estúpido, porque tuvo que llegar alguien a reprenderlo y así, finalmente me anunció a los asistentes.
Al terminar el anuncio se hizo el silencio y el orden, y si antes sentía las miradas sobre mí, ahora se volvió una sensación más pesada. Pronto di los primeros pasos para llegar a hasta donde estaba el sacerdote y Zhang; la gente me abrió camino sin quitarme los ojos de encima, no percibía hostilidad, quizá era simple curiosidad o ganas de confirmar algo, supongo, pues sentía muchas de sus miradas directamente sobre mis ojos. Pronto llegué al frente, entonces el sacerdote dio un largo discurso, ensalzando las cualidades que obviamente no estaba seguro de que yo poseyera, pero que fingió que sí. Al terminar, Zhang se puso de pie y yo hinque una rodilla, dijo unas palabras y un apurado criado se aproximó con una espada que desenfundo y puso sobre mi cabeza, al terminar, enfundo la espada y me obsequio un medallón como prueba de su favor, sumándole a eso la misma espada que había usado anteriormente. La recibí con elaboradas reverencias mientras el gentío aplaudía.
Obviamente, después de eso, hubo una modesta fiesta que duró el resto del día, con comida y bebida como para alimentar a la concurrencia y al ejército, o al menos una tercera parte. Bueno, dije modesta, pero lo cierto es que no fue exactamente modesta, aunque estaba bastante acostumbrada a los derroches de dinero, Zhang superaba mis expectativas, es bastante obvio que este reino tenía sobrados los recursos y me preguntaba si siempre había sido así, si era verdad que había tantos recursos o si pudiera ser que fuera solo apariencia… nunca se podía saber con certeza la realidad de un reino, a veces los reyes se endeudaban terriblemente con otros reinos o con alguno de sus terratenientes.
Que importa ahora, un día descubriré la verdad me dije, así que me permití olvidar el tema y disfrutar de la fiesta, comiendo y bebiendo con libertad. Mientras miraba a la multitud de desconocidos, no podía evitar volver a recordar la fiesta de mi matrimonio, había sido muy feliz en esa ocasión, pero había tenido que evitar a la gente y no comer, ocultándome, yo había aceptado eso, era el pago por contraer matrimonio con quien yo había querido, lo aceptaba perfectamente, pero estando aquí, siendo libre y yo misma, me era muy difícil no comparar y pensar, que en cuanto regresara al Reino Este tendría que volver a esconderme bajo un yelmo… y apropósito de yelmo… había perdido el de mi armadura… necesitaría otro.
Después de mucho pensar, tratar de no recordar y por supuesto, beber una considerable cantidad de licor, decidí retirarme antes de abrir la boca o hacer algo inapropiado, tenía una buena resistencia al licor, pero nunca se es demasiado cuidadosa. Por lo tanto, me acerqué a Zhang, le hice una profunda reverencia cuidando no caerme y le dije que me retiraba, ella alzó su mano un poco, en señal de consentimiento, entonces un criado anunció mi retiro. En ese comento casi se me salen los ojos, ¿Por qué lo hacía? Me giré a ver al gentío, encontrándome con miradas pendientes de mí, hice una sonrisa un poco forzada y di una muy, muy ligera reverencia con la cabeza, pues toda esa gente era inferior a mí. Al terminar el movimiento salí por una puerta lateral y caminé sin descanso hasta llegar a mi habitación, no pasó demasiado tiempo para que apareciera la doncella de siempre.
La cabeza me pesaba y no sentía que pudiera mantenerme muy bien de pie, estaba teniendo un muy buen control, pero eso se estaba acabando, por esa razón al llegar a mi habitación le pedí que me diera unos minutos a solas y que yo la llamaría. Una vez que salió, fui a buscar el libro de hechizos, pasé las páginas rápidamente, casi podía recordar en que página exactamente estaba el hechizo que necesitaba, pero no podía recordar la pronunciación, por suerte, encontré el hechizo de desintoxicación, me lo apliqué y en un instante todo volvió a estar bajo mi control. Después de eso me juré que me aprendería el hechizo.
En los días siguientes comencé a convivir más con los soldados a mi mando, reorganicé todo el ejército, solicité un cinturón para mi nueva espada y un yelmo para mi armadura, aunque no fuera igual. En eso ultimo surgieron unos cuantos problemas, debido a que había reestructurado el ejército, ahora quedaba mucho menos tiempo para el momento de lanzar el ataque al Reino Este, así que requería el yelmo en menos de dos semanas y el estúpido herrero se negó a entregarlo tan pronto. Me enfurecí tanto que le solté tan tremenda bofetada que lo mandó al suelo.
-me entregaras el yelmo a tiempo… –le dije con voz tranquila –no es una solicitud ni una opción -lo vi temblar brevemente, hecho que me complació, quizá al fin captó el mensaje satisfactoriamente, de modo que me di media vuelta y salí de la herrería.
Al salir del lugar di unos breves pasos y me quedé mirando la afluencia de personas, era una zona comercial, era lógico que hubiera mucha gente, y aunque en general, solía desconocer a la mayoría de la gente en el reino en el que vivía anteriormente, aquí me sentía por completo fuera de lugar, en medio de gente desconocida y extraña, las personas que pasaban me miraban fijamente a la cara y después bajaban la mirada, me apreciaban con curiosidad y duda, hasta podría decirse que con una actitud crítica. Quizá no estaban seguros de quien era yo, quizá dudaban de mí tanto como yo dudaba de ellos. Es una actitud normal y perfectamente entendible, pero no quería decir que me gustara.
Respiré profundo y alcé el mentón, enseguida me topé con unas mujeres que me estaban mirando directamente a los ojos, al devolverles la mirada giraron el rostro, incomodas. Solo unas semanas más, me dije mientras comencé a caminar. Ya todo estaba dispuesto, había redistribuido las provisiones, estimado y presupuestado los gastos en la ausencia del personal militar, además de los gastos que generaría la guerra, también había estimado las bajas que habría e ideado un plan de ataque, el cual, pese a mi experiencia, habilidad y la gran ventaja numérica, no había sido nada fácil, porque, al final de cuentas, quería lograr la conquista de forma en que hubiera la menor cantidad de bajas. Y, por absurdo que pareciera, Zhang se dio cuenta. La creía una chica que no sabía nada de estrategias de ataque, pero pudo notarlo, por suerte, le dije que, si se usaba esa estrategia, tendríamos mejores números para gastar en su campaña en el norte.
"Serán menos bajas ya que conozco las estrategias y organización del ejercito enemigo, así podremos usar esos números en el norte, porque ahí no sé qué pueda pasar, no sé cuántos soldados se perderán". Zhang estuvo conforme una vez que le dije eso. Pero, aunque era verdad, también había una parte de mentira. Yo iba a regresar al Reino Este y el territorio se sumaría al Reino Oeste, de modo que no quería que la gente pensara que los había atacado con todo, sabiendo que en un pasado habíamos estado en el mismo bando, no me haría ver bien, y yo necesitaba que las cosas, la situación, fuera aceptable para que Shizuru estuviera feliz conmigo y se uniera a mí, esa era mi esperanza, esa era mi intención.
Por lo tanto, ya que conocía la ubicación de todas las divisiones, solo tenía que atacar conjuntamente esos lugares para paralizar a todo el ejército y justamente, ese era el problema, la correcta organización de todo el ejército con distancias tan largas entre sí, de modo que creé una nueva modalidad de comunicación de mensajería. Solo esperaba que funcionara correctamente.
Como aún no estaba segura de la eficacia de los mensajeros, puse a trabajar a tope en las últimas dos semanas que quedaban a toda la tropa de nuevos mensajeros que había creado. Fue largo y cansado, pero había sus recompensas, al menos podía disfrutar de llamarlos idiotas o imbéciles cuando hacían algo mal. Sin embargo, cuando llegó el día, a pesar de que aún no estaban del todo preparados, yo estaba más feliz de lo que jamás había estado en todos estos últimos meses. Estaba tan feliz y concentrada en el lugar al que llegaría que casi olvido ir por mi yelmo, pero por supuesto, en ningún momento me olvidé de recoger la carta de Shizuru que estaba en mi habitación, después de todo, sobrevivió a todo ese tiempo. De modo que, unas horas antes de subir al barco, tuve que ir a recoger mi nuevo yelmo.
-le suplico me perdone su excelencia, me faltaron algunos detalles –me dijo el herrero, mientras yo veía el yelmo en silencio y con la boca torcida. Era un yelmo fino, con buenos detalles, pero el metal no estaba templado, su coloración era común y corriente.
- ¿te parezco alguien vulgar? –le dije, estaba muy… molesta.
-no, su excelencia –bajó la cabeza y se agachó.
-mira mi armadura, pedazo de asno –pero él no hizo el intento de mover la cabeza –mi armadura esta templada, mira el color –seguía en su lugar y tuve que tomarlo del cabello –te estoy ordenando.
-sí, su excelencia, ya la veo, es un color hermoso.
-sé que es un color hermoso y por eso esperaba un yelmo a su medida.
-su excelencia, solo que… aquí no conocemos esas técnicas… -entonces lo solté.
-su majestad se jacta de la superioridad de este reino, pero ¿no pueden hacer armaduras templadas? ¿es una broma? –pero el herrero no dijo nada, se quedó quieto en su lugar –que asco… -entonces tome la bolsa de monedas y se la tiré en una mesa –tendré que conformarme con esta cosa…
Estaba disgustada y no me importó ser grosera. Después de todo, no sabía que sucedería en el enfrentamiento, pero podía decir con seguridad que haría lo necesario para no tener que volver al Reino Oeste, de modo que no me importaba qué dijera o qué opinara un herrero mediocre. Si tenía suerte, encargaría un nuevo yelmo en el Reino Este.
Con el horrendo yelmo bajo el brazo y ya resignada a usarlo, subí al caballo que me habían dado, en dirección al puerto. Cabalgué con holgura, pasando por las estrechas callejuelas donde solo debía circular la gente. Aprovechándome de mi posición y mi poder para hacer lo que me diera la gana en medio de gente mediocre, visiblemente molesta por la intromisión de un caballo en un sitio tan limitado, pero nadie podía decirme nada. Quizás fuera porque por fin me marchaba de aquel asqueroso reino que extendía mi felicidad a hacer lo que me diera en gana, además ¿Qué era un poco de incomodidad para los plebeyos? Ya estarían acostumbrados, me dije, mientras sonreía un poco.
Por suerte, más pronto de lo que hubiera esperado, salí a la calle principal que llevaba al puerto, estando ahí divisé la nave insignia y el lujoso barco que llevaría a Zhang. En un principio pensé que Zhang viajaría en la nave insignia, que es de la que provienen todas las ordenes, pero por suerte Zhang no tenía pensado perder ni una sola de sus comodidades y a mí no me importaba viajar en un barco diferente, ya estar en un barco de regreso, era un colosal progreso a mi situación de ida al Reino Oeste, es decir, de ir encadenada y en medio de la cubierta, a ir en la nave insignia con una, aunque pequeña, pero bastante bien adecentada habitación.
Mientras rememoraba todo ello, llegué a los muelles donde estaban cargando las provisiones y los soldados se estaban presentando para subir a los barcos. Pude haberme integrado e interactuar con mis asistentes, pero me quedé sobre el caballo, a esperar que fuera la hora de partir. Fue una, aparentemente larga pero entretenida espera, pues cuando me di cuenta, el carruaje de Zhang llegó al puerto y sus criados comenzaron a subir sus baúles, mientras ellos corrían, Zhang bajó del carruaje y pronto nos encontramos con la mirada. Ella caminó hacia mí y yo bajé del caballo.
-ya ha llegado el día –me dijo ella con una sonrisa socarrona.
-ha llegado, su majestad –también me hubiera gustado sonreír, pero me mantuve lo más estoica posible.
-en parte, siento envidia de ti, tú no tienes que dar un discurso de despedida.
-seguro sus súbditos se sentirán agradecidos por sus palabras.
-ya lo creo que sí.
Y tal como dijo, cuando nos informaron que todas las provisiones habían sido subidas a los barcos y que todos los soldados abordaron, el vocero comunicó a la multitud que debía escuchar el discurso de despedida de su majestad. Obviamente yo me mantuve a su lado desde el principio hasta el final, pero, aunque estuve presente, no escuché ni una palabra, mi mente estaba en otro lugar, al otro lado del mar. Ya cada vez queda menos para verte.
Al terminar el estúpido discurso, la gente aplaudió y pudimos por fin, marcharnos del mugroso puerto. Zhang subió a su barco y yo subí al que me correspondía, cuando por fin desataron los amarres, las velas fueron izadas y la nave se movió, sentí que al fin estaba haciendo un progreso verdadero. Usualmente la sal del mar podía resultarme un poco molesta, pero no en esta ocasión, de hecho, me mantuve en cubierta hasta el anochecer, tocando de vez en cuando un bolsillo donde había guardado la carta de Shizuru, recordándola, recordando nuestro juramento mientras veía hacia adelante por donde avanzaba el barco. Me hubiera gustado usar un hechizo y acelerar el avance, pero en cambio usé un hechizo que volvía los vientos favorables. Eran mediados de julio y normalmente se sentiría un nada agradable calor veraniego, pero gracias a los hechizos, el viento refrescaba y había nubes que impedían los fuertes rayos del sol.
Los conocimientos que había adquirido en hechizos fueron bastante útiles, tanto para asearme, como para mantener limpias mis prendas, para no sentir calor y hacer un viaje mucho más agradable y menos incómodo, y por supuesto, hacerlo lo más corto posible, por eso usé hechizos para buen viento tanto como fue posible y lo suficiente como para que no pareciera anormal, un viento tan bueno; aunque fue inevitable que surgieran comentarios optimistas entre la tripulación, diciendo que los dioses nos bendecían con buenos vientos y sin tormentas. Pero los dioses no intervendrían si yo podía evitarlo. De esta manera, el viaje que llevaría casi una semana, tomó un poco más de tres días.
Tres días y casi al atardecer por fin vi tierra en el horizonte. Mi corazón retumbó en mi pecho, sabía que Shizuru no estaría ahí, en aquella tierra que estaba viendo frente a mí, lo sabía, pero allá, mucho más allá, en algún lugar del reino, estaría ella, ahora mucho más cerca de lo que ha estado de mí en todos esos tortuosos meses. Tuve el impulso de arrojarme por la borda e ir hasta ahí, de correr hasta llegar a mi castillo, de parar todo y abandonarlo todo, pero tuve que ser prudente, no podía jugar ni confiarme con Zhang, tenía un gran ejército y nunca debía dejar de ser precavida, de modo que comencé a dar órdenes a los capitanes, para que comenzaran a organizarse e ir a atacar el sitio asignado.
El primer paso era que las tropas tomaran su lugar en los puntos costeros que daban a los principales condados o poblados donde estaban las divisiones del ejercicito Este, después, en cinco días, que era más o menos el tiempo que se toma en alcanzar el punto más lejano, se lanzaría el ataque conjunto, sin dar tiempo a la movilización y comunicación de las tropas enemigas. El plan consistía en un solo ataque contundente. Así lo planeé y así se hizo. Al quinto día, yo personalmente ataqué la ciudad portuaria que estaba casi inmediatamente a la ciudad capital.
El ataque fue tan fuerte y tan numeroso, que pude atravesar la ciudad sin obstáculo alguno para así continuar con el resto de la brigada hasta llegar a las puertas de la ciudad capital y atravesarlas sin problema alguno. Esto fue fácil ya que no estaban enterados del ataque de la ciudad portuaria, mucho menos de los otros ataques a las demás divisiones, lo único que pudieron hacer a tiempo, fue cerrar las puertas de la muralla que rodeaba a la ciudad, aunque eso no sirvió para nada, pude echarlas a bajo con dos arietes al mismo tiempo, después de todo, yo conocía bien esas puertas.
Una vez que las puertas cayeron, los batallones entraron como marejada, atacaron a todo el que les hizo frente, pero fieles a mis órdenes, no atacaron a nadie que se rindiera. Eso me sorprendió, eran mejores soldados de lo que pude haber esperado. Por desgracia para mis planes, la superioridad numérica fue demasiada en aquella batalla, no tuve necesidad de abandonar el caballo para pelear, eso evitó que los soldados a mi mando me vieran luchar con ellos, por lo tanto, no ayudaría a simpatizar con ellos. Bueno, me dije, a veces no puedes tener todo lo que quisieras.
-su excelencia –pronto llegó un mensajero –las divisiones cuatro y ocho han sido neutralizadas, aquí los detalles –entonces me extendió un rollo.
-muy bien hecho –tomé el documento, pero no quería leerlo ahora mismo.
-su excelencia, ¡Su excelencia! –pronto llego otro mensajero a todo galope –las divisiones tres y siete están inmovilizadas.
-perfecto –tomé el documento que me extendía –con eso ya tenemos a más de la mitad de su poder militar –entonces me giré a mi asistente –rodeen el palacio y ordenen la rendición en nombre de su majestad.
-sí, su excelencia –entonces se adelantó con un batallón a cumplir mi orden.
-infórmele a su majestad que pronto tendremos la rendición de la Reina –le dije a otro de mis estúpidos asistentes.
-en seguida su excelencia.
Entonces, por unos breves momentos me quedé sola en medio de una calzada. Conocía ese lugar, por fin estaba en un lugar conocido, por fin no me sentía extraña, pero ahora estaba atacando el lugar que había sido mi hogar. Lo miré con detenimiento, miré a la gente que estaba en el suelo, rendida ante los soldados extranjeros, sin embargo, me topé con las miradas sobre mí, no podían ver mi rostro, pero veían mi armadura, y pronto, gracias a los hechizos que me había aplicado, llegaron a mis oídos los susurros de la gente y los soldados vencidos.
-es el caballero del reino…
-no puede ser, murió en batalla…
-nadie encontró su cuerpo…
-nos ha traicionado…
Quería gritarles que no era cierto… pero sí era cierto. De modo que me mordí la lengua. Sabía que esto iba a pasar. Quizá habría sido más fácil cambiar de armadura y aparentar ser otra persona, pero quería volver como yo, como lo que había sido y retomar mi lugar, pero ahora que escuchaba lo que decían… sentía ganas de cortarles la garganta. Había pasado por muchas cosas para poder volver, ¿y me salían con eso? ¿solo eso podían ver? ¿solo traición? ¡Era sacrificio! Un sacrificio enorme que hacía para poder mediar en la situación, un sacrificio para poder volver con Shizuru, pero esa gente ignorante solo pensaba en que había cometido traición.
Pronto comencé a enojarme tanto que las riendas del caballo quedaron más delgadas por la fuerza que puse al apretarlas. Por suerte, antes de que dijera o hiciera algo, llegó Zhang, en un carruaje que no sabía de donde había salido, seguramente lo había llevado en su nave o utilizó un hechizo, no podía saberlo con certeza porque aún había muchos hechizos que desconocía.
-mis felicitaciones, fue mucho más fácil y rápido de lo que previste.
-habría sido más rápido si aquel asno me hubiera escuchado antes –le contesté, en referencia con aquel estúpido cadáver.
-y nunca me cansaré de darte la razón –decía Zhang, feliz y complacida.
-su majestad, su excelencia –regresó entonces mi estúpido asistente –no quieren aceptar la rendición –yo exhalé, molesta.
-era de esperarse, tendré que presentarme… su majestad, si me acompaña, sabrán que estoy por completo de su lado y accederán a la rendición –sin embargo, Zhang se quedó callada, pensando unos momentos.
-no quiero su rendición, manda al resto de la brigada y que aplasten a todos los que estén en el palacio –ciertamente, era una buena decisión, yo también la habría tomado, más aún cuando rechazan una rendición honorable, pero tampoco quería verme tan radical, a menos que…
-por supuesto su majestad, yo personalmente le traeré a la Reina a sus pies –al decirle eso, Zhang sonrió espeluznantemente.
-estoy ansiosa por verlo –le extendí una mano en dirección al palacio, cediéndole el paso a ella.
El carruaje de Zhang comenzó a moverse y yo subí al caballo, emparejándome con ella. Les di un último vistazo al grupo de personas que estaban sentadas en el piso, aquellos que se habían rendido y murmuraban sobre mí. Ciertamente, debo parecer por completo una traidora al escucharme.
Una vez que comenzamos a avanzar, mi asistente también se desplazó tras de nosotras y llamó a las tropas restantes que estaban desocupadas. Solo bastaron unos minutos para llegar al palacio, el cual por supuesto, estaba cerrado a canto y lodo. Por primera vez desde que tuve una posición de poder y autoridad, tuve que tomar aire para hablar tan fuerte y claro cómo me diera la garganta y pulmones.
-en nombre de su majestad, Zhang, Reina del Oeste, ¡Solicito su rendición absoluta! –pero no se escuchó ni un ruido como respuesta – ¡De no acceder, tiraré las puertas y eliminaré todo acto de rebelión! –pero una vez más, no hubo respuesta. Miré brevemente a Zhang, que miraba las puertas y el balcón por donde muchas veces dio algunas palabras la Reina, Zhang estaba esperando con fervor que entrara y trajera a rastras a la Reina. Bien, si eso es lo que quiere, me dije, bajando del caballo y desenfundando la espada que la misma Zhang me obsequiara. Avancé unos pasos y llamé a mi estúpido asistente, quien corrió presuroso a mi lado –dentro debe estar el general del ejército junto con sus tenientes, ellos son los que me enfrentarán y yo los mataré, de modo que sigue el camino principal a la izquierda, te llevara a las habitaciones de la Reina, cuando la tengas ellos estarán acabados ¿entendiste?
-sí, su excelencia –parecía un mocoso estúpido y entusiasta, del que se puede esperar que termine cagando todo, pero en realidad, eso estaba bien para mí.
Pronto los soldados se reunieron a mi alrededor, iban a adelantarse a la puerta, pero les ordené detenerse, en su lugar, sujeté firmemente la espada y de un tajo atravesé las puertas con un corte diagonal, pronto, la mitad de una de las puertas cayó, dejando ver el recibidor que estaba en el otro lado. Todos esos idiotas se quedaron pasmados, mientras avancé, le di una patada al resto de la puerta y quedó completamente libre para transitar.
- ¿Qué esperan? ¡Ataquen! –para cuando mi estúpido asistente gritó eso, yo ya estaba subiendo las escaleras, dejando los cadáveres de tres guardias en el suelo.
Ciertamente, la espada que me había obsequiado Zhang tenía un filo increíble, que lástima que tuviera que ser manchada con la muerte de las personas que antes protegí. Era una lástima, una verdadera lástima, pero tampoco me estaba sintiendo especialmente mal, todo es por ella, todo es para poder estar con ella. Con ese pensamiento podía estar bien y continuar. De modo que no enfundé la espada y continúe avanzando, hasta que me pregunté ¿Dónde estarían esos zoquetes? ¿o es que acaso no estaban en el palacio? ¿estarían en la fortaleza? ¿en otra ciudad? De ser así no habría mucho en lo que me entretuviera, tendría que matar el tiempo con algunos otros guardias, de ser posible, me gustaría escapar a la penosa tarea de encarar a la Reina.
Pero, al menos por una vez, había ocurrido lo que quería que pasara. Estaba dudando sobre hacia donde avanzar, cuando apareció Sir Takeda, encarándome con una espada en ambas manos. Perfecto, me dije, ahora podré tontear con él mientras mi estúpido asistente toma a la Reina y se acaba toda la faramalla. Con lo que no conté, es que también aparecería Sir Yuuichi, pero él tras de mí. Pude tomarme un tiempo para girar y mirarlos a los ojos, ambos me miraban con las cejas totalmente fruncidas, completamente alertas, sin decir una palabra. Antes habrían dicho alguna palabra, me habrían preguntado algo, al menos me habrían hecho un reclamo, pero estaban por completo en silencio, quizás ¿dudarían de que era yo?
-quítenle el yelmo –escuché más lejos, y pronto la figura de Sir Kanzaki apareció por un pasillo –sabremos así quien está bajo esa armadura –eso dejaba más claras las cosas, estaban siendo precavidos porque no sabían quién ocupaba la armadura. Me quede inmóvil, sin saber muy bien que hacer ¿dejaba que me quitaran el yelmo? ¿dejaba que me vieran? No quería matarlos, pero tampoco podía jugar demasiado con ellos, podían darme una sorpresa y atravesarme la armadura, necesitaba que se pusieran de mi lado, pero ahora mismo no podía decirles nada, solo necesitaba que se rindieran después de intercambiar algunos golpes no críticos… pero estos asnos no atacarían tan blandamente, irían con todo, era lógico, pero también me era problemático. Estuve a punto de suspirar cuando Sir Takeda se aproximó con un golpe a mi cuello, repelí el ataque con un solo movimiento que casi lo hace caer, entonces supe que hacer.
-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –les dije, con la voz más neutra y grave posible.
-de modo que, si es usted, su señoría –dijo Sir Kanzaki.
-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste, si no, eliminare todo acto de rebelión.
- ¿Qué? –dijo Sir Yuuichi tras de mí.
-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –volví a decir.
-su señoría esta embrujada –dijo Sir Kanzaki, con los ojos bien abiertos y con el ceño totalmente fruncido –hace poco me lo dijo un informante, pero yo… no supe que creer…
- ¿no pudiste creerlo? –dijo Sir Takeda.
-no sabía si debía creer en la ilusión de que estuviera viva…
-pero ahora mismo ya no es ella –dijo Sir Yuuichi - ¿Qué haremos? ¿Cómo podemos quitarle el embrujo? Lo que se decía de Zhang era cierto, es una bruja, tal vez si la matamos…
-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –entonces levanté más la espada como advertencia.
-no parece como que nos vaya a dejar ir fácilmente…
Sin querer, mi tres brutos zoquetes habían llegado a una conclusión bastante beneficiosa para mí. Si creían que estaba "embrujada" seguramente me perdonarían todo lo que había estado haciendo, todas las muertes y el que hubiera traicionado al reino, así podría volver con Shizuru sin ninguna repercusión, simplemente diría: "esa no era yo" y me zafaría de cualquier problema, era brillante, ¡Era brillante! Solo que ¿ahora cómo me libraba del supuesto "embrujo"?
- ¿Cómo se embruja a alguien? –preguntó Sir Takeda, aun sosteniendo la espada con firmeza.
-no lo sé, supongo que les dicen algo… quizás si decimos las palabras adecuadas podamos quitarle la maldición.
-Sir Kanzaki, el medallón que le prestó su majestad, ¿lo tienes? –dijo Sir Yuuichi desde atrás.
-lo tengo –contestó aquel baboso.
-yo escuché que ese medallón puede deshacer maldiciones.
- ¿estás seguro? –preguntaron los otros dos. ¿De dónde sacó semejante idiotez?
-claro que sí, hay que usarlo para quitarle el embrujo.
-qué bueno que lo traigo hoy justamente –de verdad están crecidísimos en eso… claro que esto era absurdamente favorable para mí. Pronto Sir Kanzaki se quitó algunas partes de la armadura, buscando en el interior de sus ropas un medallón muy parecido al que alguna vez me diera la Reina como gratitud y reconocimiento… ¿Por qué Sir Kanzaki tenía un medallón así? ¿me había sustituido? ¿la Reina le había dado mi lugar a él? ¿tan rápido? ¿Shizuru lo sabría? ¿estaría de acuerdo? ¿y si ella lo había propuesto? No… estoy pensando tonterías, pero… ¿Qué pasó mientras yo no estaba? Apreté con todas mis fuerzas la empuñadura de la espalda y tensé la mandíbula… ¿será que acaso Sir Kanzaki…? - ¡aquí esta! –dijo después de unos momentos de rebuscarse - ¿Qué hacemos ahora?
-debemos ponérselo, es obvio –dijo Sir Yuuichi.
-nosotros la distraeremos y tu deberás colocárselo, Sir Kanzaki –entonces aquellos dos comenzaron a aproximarse y yo volví a tensar el brazo que sostenía la espada.
-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –les dije como advertencia, pero ellos no hicieron caso y continuaron su avance.
Pronto, Sir Takeda arremetió con un golpe que iba hacia mi brazo derecho, golpe que detuve con la espada, entonces Sir Yuuichi intentó golpear mis piernas, pero alcancé a ver el filo de la espada y de forma rápida bloqueé el ataque, fue entonces cuando Sir Kanzaki se abalanzó sobre mí para ponerme el medallón. Lo vi muy claro, tenía a mi alcance la oportunidad de cortarle la garganta, o atravesarle el estómago, o cortarle al menos una pierna, pero algo dentro de mí me dijo que esperara, que esperara a descubrir la verdad, entonces le retorcería el cuello después de arrancarle la piel. De modo que no le di ningún golpe letal, simplemente un corte con la espada que solo alcanzo a rozarle la frente del su yelmo. El filo de la espada cortó el metal, pero no lo suficiente como para atravesarlo. Mientras mi espada seguía su curso, Sir Kanzaki me colocó el medallón, al sentir que la joya tocó el acero de mi armadura me quedé quieta, pretendiendo que sucedía algo.
Ahora debía actuar como si de verdad hubiera funcionado su plan, es decir, como si se hubiera despejado el "embrujo". Me llevé una mano a la cabeza y me encorvé, exagerando y creando algún tipo de reacción, sentí como estaban pendientes de mí, entonces solté la espalda, la dejé caer al suelo, me llevé las dos manos al yelmo y me lo quité, quedando por fin, expuesta ante ellos.
-Sir Kanzaki… Sir Takeda –les dije, simulado sorpresa - ¿Qué ha pasado?
-la Reina del Oeste te secuestró y nos ha atacado, tiene el palacio bajo su control, ¡debemos ir a ayudar a su majestad!
-no puede ser… ya… ¡Ya lo recuerdo todo! – ¿sonaría convincente? –ahora mismo hay un escuadrón buscando a su majestad para llevarla ante Zhang, ¡vamos!
- ¡Sí! –se tragaron por completo el cuento. Me siento orgullosa de mí, pero también me siento decepcionada de mis tres estúpidos zoquetes…
Bueno, me dije, ¿ahora que debía hacer? Tenía que traicionar a Zhang si quería volver al reino, pero si quería aún más poder del que tuviera antes, con mucha más riqueza y grandes expectativas en campañas futuras, debía quedarme con Zhang… así que, ¿Qué era más importante? ¿Qué era lo que de verdad quería? ¿de verdad salvaría a la Reina y regresaría a mi antiguo puesto? ¿a estar a las órdenes de una niña? ¿ocultándome por siempre? Bien dicen que cuando abres una puerta, es difícil volver… pero si me quedaba con Zhang también debía estar a las órdenes de alguien más. Tuve que darme prisa en decidir, corríamos sin parar por los pasillos, buscando al escuadrón que había mandado a buscar a la Reina, pero no había nadie a la vista, sin embargo, ese corto lapso en algún momento se acabaría y encontraríamos a alguien, tal vez a mi anterior asistente, talvez soldados, tal vez a la Reina, quizá imaginé que encontraríamos a cualquiera menos a Zhang, y por desgracia, fueron todos ellos juntos, arremolinados en el salón que tenía el balcón donde solía hablarle la Reina a la ciudadanía, y justo eso estaba haciendo Zhang.
-súbditos del Reino Este –dijo Zhang, con una voz más potente de lo que alguna vez le escuchase –yo soy Yuuki Nao, llamada Zhang, la que Reina en el Oeste, hoy he tomado su reino.
Zhang terminaba de decir eso cuando llegué al salón. Ella estaba parada en el balcón, con la Reina atada a su lado, sostenida por uno de los guardias, el cual mantenía el filo de una daga en su cuello. Inmediatamente mis zoquetes se quedaron inmóviles. Era una situación delicada, así que les di una señal para que volvieran y se quedaran fuera de la vista de los demás. Me coloqué el casco y me aproximé suavemente a Zhang, justo cuando terminaba su dialogo.
-que buena estrategia, así los habitantes entenderán que el reino está acabado –Zhang sonrió sórdidamente.
-se debe dar el ejemplo –me respondió –deben entender bien quien manda –por increíble que parezca, no vi a tiempo la daga que empuño Zhang contra la reina. Me moví en consecuencia, aunque no a tiempo, mi cuerpo estaba tan sorprendido como abrumado, o quizás, solo quizás, no me sorprendió en absoluto que Zhang apuñalara a la Reina, después de todo, solo di un paso y alcé la mano.
-oh –dije al final, no pude decir más, no supe decir más. Quizá porque estaba muy sorprendida, quiero creer que no estaba entendiendo la situación y por eso me quedé tan tranquila.
-arrójala –le dijo Zhang al sujeto que aún sostenía a la reina, este último lo hizo sin titubeos y pronto se escucharon gritos en el exterior –ahora son mis súbditos, yo seré su gobernante suprema y gobernare con… -en ese punto dejé de escuchar la palabrería de Zhang, pues una idea, simple y muy sencilla afloró en mi mente. Lo puedo tener todo. Miré la espalda de Zhang, quien no vestía armadura, sino un fastuoso vestido, y supe que todo se había acomodado perfectamente para este momento, de modo que di unos pasos hacia ella, desenfundé y atravesé a Zhang con la espada que me había obsequiado, la punta de la espada emergió por su estómago, y como si de papel se hubiera tratado, levanté la espada hasta que salió por su hombro izquierdo, cortando todo a su paso, entonces, con la misma mano que sostenía la espada, empujé el cuerpo sangrante por el balcón. Los guardias que estaban a mi alrededor llevaron sus manos a las empuñaduras de sus espadas, pero pronto comenzaron a dudar, me veían a mí y luego el lugar por el que vieron desaparecer a Zhang, sin llegar a una decisión, seguro recordaban como había cortado la puerta de un solo tajo y se estaban planteando si tenían siquiera oportunidad, aunque la respuesta es, obviamente, no. La gente que estaba como espectadora, esta vez no gritaron al ver el cuerpo caer, sentí sus miradas sobre mí y escuché algunos susurros, aun a esta distancia; me reconocían, sabían quién era, sabían que ahí estaba el caballero del reino, pero no sabían quién era yo. Me quité el yelmo y lo arrojé por el balcón, mi cabello se soltó y finalmente la gente me veía tal cual era.
-Soy Kuga Natsuki, antes el caballero del reino, general del ejército de su majestad, ahora… la emperatriz de un nuevo imperio. Ciudadanos, todos ustedes tendrán el privilegio de pertenecer a este nuevo imperio, después de hoy trabajaré para mejorar el poderío de este imperio y extenderé nuestros límites a los reinos norteños, habrá nuevas campañas y riqueza para todos los que me sigan, pero aquel que no esté de acuerdo, lo estaré esperando para un combate justo –ni bien terminaba mi improvisado discurso, Sir Kanzaki entro como bólido a la habitación.
- ¡¿Qué acaba de pasar?! –dijo horrorizado, lo hombres que antes eran de Zhang alzaron sus espadas, pero con un movimiento les ordene bajarlas, al parecer, ya habían decidido que estaban de mi lado.
-Zhang asesinó a la Reina –el color dejó el rostro de Sir Kanzaki –y yo asesiné a Zhang, y se me acaba de ocurrir fusionar ambos reinos para crear un imperio –Sir Kanzaki parecía querer desmayarse, pero de alguna forma se mantuvo en pie –Sir Kanzaki, si has comprendido que esta era la mejor opción ¿verdad? –entonces subió a verme, pues se había puesto de cuclillas mientras respiraba ruidosamente.
- ¿Qué? ¿de que estas hablando? ¿Cómo esta es la mejor opción? –lo miré imperturbable y tuve que hablarle con una cierta calma que no sentía.
-no pude proteger a la Reina de Zhang, si ella se quedaba con este reino, aplastaría a cualquiera que se le opusiera, muchos morirían, pero ahora que Zhang está muerta, yo puedo reclamar todo lo que ha dejado, mediaré entre ambos reinos y los fusionaré, así no habrá más perdidas.
- ¿y crees que todos en el Reino Oeste te aceptaran?
-yo dirijo a su ejército y soy parte de la familia real ¿no es suficiente? –él se quedó mudo mientras Sir Yuuichi y Sir Takeda entraban con pasos lentos después de escuchar lo mismo que él.
-supongo que por eso… -comenzó Sir Yuuichi.
-por eso me mantuvo con ella, Sir Yuuichi, porque asesinó a toda su familia y se quedó sola.
-no comprendo, ¿Cómo…? –entonces se me acabó la paciencia.
-hablaremos de eso después, ¿Dónde está Shizuru? –por fin solté lo que quería saber desde que puse un pie en esta tierra.
-milady está… oh… milady… ella… ella está… ella estaba tan… estuvo muy… bueno, ella está… está en su castillo –su palabrería me era confusa y estaba angustiándome.
- ¿ella está bien? –enseguida Sir Kanzaki volvió a verme con una expresión extraña, entre apesadumbrado y ¿apenado? Fui y con una mano lo agité por el hombro - ¿está o no está bien?
-está bien su señoría… perdón, su majestad… ella ha preferido quedarse en su castillo, no ha… salido de ahí.
- ¿se ha quedado en el castillo todos estos meses? –pronto comencé a desesperarme.
-si su señoría, excelencia, no, majestad.
-debo verla, he esperado mucho para esto –lo solté al instante y salí de la habitación.
- ¡Su majestad! –dijo Sir Kanzaki –ella… ella está… está muy… como decirlo… -cerró los ojos con las cejas fruncidas y luego los abrió para mirarme directamente -por favor, sea muy prudente –fruncí casi todo el rostro, sin entender porque decía eso.
- ¿me ha cambiado por alguien más?
-no sé de nadie hasta ahora… –su respuesta tan contundente me alivió –pero tenga cuidado, piense mucho antes de hablar.
-si ella aún me quiere a su lado, no hay mucho que pensar.
Tuve que seguir mi camino porque parecía que Sir Kanzaki no iba a terminar de hablar a medias. Bajé aceleradamente los escalones del palacio, al salir por las puertas que yo misma había destrozado, me encontré a una multitud rodeando la puerta, los cadáveres, el carruaje y mi caballo. Mandé a poner orden entre la gente y pedí que levantaran los cadáveres, sumado a esto, que los llevaran a tratar para un entierro digno. Al terminar las ordenes subí al caballo y lo insté a salir a todo galope. Recorrí media ciudad lo más rápido que pude hasta que llegué a la entrada de la ciudad, estando afuera me detuve, lancé un hechizo al caballo con la intención de que todo saliera bien, después de todo, el animal no estaba acostumbrado. Al terminar de aplicar ciertos hechizos insté al animal y este salió a máxima velocidad.
En el camino me encontré con muchas cosas cambiadas, habían mejorado los caminos hasta mis tierras, había posadas y pequeñas tiendas cerca de las granjas, además de que se había implementado un alumbrado cercano a esas mismas granjas. Shizuru había seguido los proyectos que había dejado, y había pasado tanto tiempo que ya estaban acabados. Me complació, pero también me trajo un sentimiento extraño que no supe identificar.
Como sea, me die, y junto con el caballo pase tan rápido que no hubo momento de apreciar ni la fachada de la posada. Por fin, por fin corría hacia ella, por fin era libre para regresar, nunca nadie volvería a mandarme ni a decirme donde podía o no ir, mucho menos decir si estaba o no con la persona correcta, nadie volvería a cuestionarme, ya lo podía asegurar.
El caballo siguió su trote hasta que por fin llegamos al tan conocido prado frente a las murallas del castillo. Había pasado tanto tiempo que no circulaba por esos lugares que creí que lo había olvidado, pero al volver a recorrer esos caminos, supe que no hay forma de que los olvide. Detuve el caballo en el límite que comenzaban los pastos, mi primera intención era llegar y entrar como siempre, pero seguramente Shizuru no me esperaba y no quería que nadie le avisara de mi llegada, de modo que continúe por la zona de árboles, lejos de las murallas. Había un pasaje bien escondido entre unas piedras que llevaban al interior del castillo. No era fácil entrar al pasaje con armadura, pues la entrada parecía la madriguera de un animal, pero si se movían las piedras, la entrada podía hacerse más grande, de modo que así lo hice, retiré las piedras, entré y desde el otro lado volví a cerrar el pasadizo.
Pude haber utilizado un hechizo para mirar en la oscuridad, pero mi primer acto fue crear fuego, de ese modo avancé por el pasadizo. Era la primera vez que circulaba por aquí desde que lo había construido y me complacía ver lo bien que estaba conservado. Si bien al principio era estrecho, conforme se avanzaba el pasillo se volvía más amplio, haciendo que mis pisadas resonaran un poco, llegué a pensarme si podría ser un problema, pero las piedras de la construcción son demasiado gruesas como para filtrar el sonido, de modo que continúe por el pasaje hasta que finalmente llegué a los escalones que daban a una puerta, misma que daba al armario debajo de las escaleras que estaban en el salón del té de Shizuru. Cualquiera vería que, dentro de ese armario, al fondo le parecería ver una puerta que estaba atrancada con varios candados, el secreto es que se abría al revés y no estaba asegurada, por lo tanto, solo empujé, hallando varias telas dobladas y algunas escobas.
Pronto abrí la puerta del armario y miré a mi alrededor, encontrado una alfombra que silenciaba mis pasos. ¿Dónde estaría ella? estuve a punto de lanzar otro hechizo cuando escuche un pequeño chillido, era una de mis doncellas, Rosalie.
-su… su… -se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar.
-Rosalie, para, por favor –y yo miré a los lados –¿dónde está? –le dije con cierta desesperación - ¿Dónde está Shizuru? –ella se limpió las lágrimas y por fin contestó.
-está en la terraza su señoría, la que está sobre el comedor.
-bien, trata de calmarte y no digas nada.
La dejé y fui inmediatamente a las escaleras, subí escalones de dos en dos o hasta en tres para llegar lo más rápido al tercer piso, cuando subí el último escalón mi corazón estaba agitado y tuvé que detenerme a respirar profundamente. Mis latidos no eran tan fuertes porque estuviera agitada o cansada, mi corazón corría emocionado. Todo lucia igual, no parecía haber algo diferente pero definitivamente se sentía diferente. Comencé a sentir angustia y una sensación de que algo iba a pasar, comencé a tener temor de salir y encontrarla, pero recordé lo que dijo Sir Kanzaki, ella no me había cambiado por nadie más, ella se quedó esperándome, o al menos haciendo luto…
Recordé la carta que estaba en un bolsillo y llevé mi mano sobre esa zona que estaba cubierta por la armadura. Ella ya antes había hecho una elección, pero eso fue antes y lo que fuera que haya decidido ahora tengo derecho a saberlo y también a verla. La puerta a la terraza estaba cerrada, así que tomé el pomo y lo giré lentamente, abrí la puerta con tal suavidad que no se escuchó ni un rechinido, entonces la hallé de espaldas. Ahí estaba ella, sentada sobre un sillón, bajo un parasol que le daba sombra. Su cabello castaño sobresalía del asiento, ondeando ligeramente con el viento, sus hombros estaban enfundados en un vaporoso vestido turquesa y luego llegó a mis oídos su voz, estaba sola, pero murmuraba algo. No puse atención a sus palabras, solo sabía que era ella y que estaba ahí, por fin.
Solté el pomo de la puerta y salí, di unos cuantos pasos y estuvé frente a ella, pero también estuvo frente a mí una criatura en sus brazos. Cerré la boca y abrí los ojos, clavando mis pupilas sobre lo que ella cargaba. De momento no pensé en nada, realmente nada, mi mente quedó sin palabras, luego surgió un ¿Cómo llegó eso ahí? ¿es de ella? ¿es mío? ¿es posible que sea mío? Sí es mío, ¿verdad? Llevé mis ojos a su mano y el anillo que le había dado aún seguía ahí. Tenía que ser mío.
-Natsuki… -dijo ella, en un principio muy suave, sorprendida, o más bien, impactada, luego se levantó en un instante.
-Shizuru… re-regresé… -entonces, sin querer, volví a mirar lo que cargaba, y la pregunta estaba ahí, flotando en el aire, atravesándome la garganta. ¿Me quería lo suficiente como para que se lograra el vínculo necesario? ¿me ama? ¿será posible? Abrí la boca y temblorosamente pregunté -es… ¿es mi…?
-sí… el hechizo del anillo se cumplió, es nuestro.
