Cómo sufrí con este capítulo… reescribí como tres veces el principio, pero al final me gustó. Espero que a ustedes también.
Saludos a todos los reviews (bueno, a las personas que los escriben XD), en especial a leweline-hechicera y a july, aquí tienen la redención de Ron. ¡Besos!
DISCLAIMER: Harry Potter es propiedad de JK Rowling.
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IV. Ansias.
Estaban los tres sentados en la pequeña mesa cuadrada en la habitación de Hermione. Ese día habían ido a la biblioteca muggle, conducidos por su amiga, para buscar datos que les pudieran resultar útiles en su búsqueda de Horrocruxes. No habían encontrado nada relevante, para variar, y estaban bastante desmoralizados. Para colmo, Harry estaba de mal humor porque Ron y Hermione no se hablaban muy bien.
-Bueno, pues ya descartamos fuentes muggles –dijo Harry seriamente-. Tendremos que recurrir a las bibliotecas de magos.
Hermione y Ron asintieron, mirando el montón de papeles que tenían en la mesa. Pero Ron no miraba realmente los papeles, el seguía pensando en la noche anterior y convenciéndose a sí mismo de que tenía que hablar con Hermione, aunque no tenía ni idea de cómo iba a empezar… pero debía hacerlo, ya que ella seguramente estaba pensando horrores de él por verlo de ese modo (tan… "emocionado"); y es que no era para menos: se habían dado un beso tierno, inocente (él al menos no tenía ninguna intención de llevarlo más allá, por mucho que en sus sueños sí lo hiciera), pero al final, como siempre, se impuso su cuerpo y su propia vergüenza por su falta de control. Y así seguía, pensando en todo eso, cuando la voz de Harry lo sobresaltó.
-¡Ron! –el pelirrojo miró a Harry, confundido-. ¡Te estoy hablando y ni caso haces¿Pues en qué tanto estás pensando?
Ron vió de reojo a Hermione, que en ese momento estaba mirando primero a Harry y después a un pergamino que tenía en la mesa, simulando estar muy concentrada.
-En nada, me distraje un momento –se sintió enrojecer y sacudió la cabeza-. Perdona¿qué me decías?
-Ay, nada, olvídalo –repuso su amigo fastidiado-. Ya estoy muy cansado, me voy a dormir –dicho esto, se levantó de mal humor y se fue a la habitación de al lado.
-¿Pero por qué tanto drama? –preguntó Ron a nadie en particular, observando a Harry cerrar la puerta.
-La verdad sí estás muy distraído –Hermione habló con los ojos todavía en el pergamino.
Ron se puso nervioso de repente: se habían quedado solos, en la habitación de ella, y él habría alcanzado de buena gana a Harry de no ser porque comprendió que era ese momento o nunca, el indicado para explicarle lo ocurrido.
-Oye, Hermione… -empezó vacilante, haciendo de tripas corazón-, tengo algo que decirte…
-¿Sabes? Estoy muy cansada –lo interrumpió ella, con un dejo metálico en la voz-. Si no te importa, me gustaría que me dejaras sola.
-Mira, no voy a quitarte mucho tiempo: sólo quería decirte que siento lo de anoche, el haberme comportado de forma tan rara y… -respiró profundo, buscando las palabras adecuadas- compulsiva.
-De verdad que eres de lo peor, Ronald –Hermione levantó la mirada, y la clavó en sus ojos-. Es mejor que te vayas.
Por supuesto. Era lógico que lo tomara de la peor forma, como si él fuera un pervertido que sólo quiso acostarse con ella.
-Hermione, de verdad que no quise hacerlo… -se detuvo al ver la cara de enojo de ella.
-¡Ya me di cuenta! –se levantó, golpeando la mesa con los puños y elevando peligrosamente la voz-. ¿Fue un error, no? Pero si ya lo habías hecho¿tenías que largarte sin decirme nada?
-¡No entiendes! Me dio mucha vergüenza que…
-¡Ahhh! Te dio vergüenza¿no? –exclamó sarcástica, mientras se levantaba de la silla y trataba de contenerse, sin éxito-. ¡Pero no recuerdo que te avergonzara besarte con Lavender por todos los rincones del castillo!
Golpeó otra vez la mesa con los puños. Tenía las mejillas encendidas, y respiraba agitadamente mientras lo veía desde arriba.
-No en ese sentido, no malentiendas –aclaró Ron rápidamente. Al ver que Hermione iba a replicar, lo soltó por fin-¡No quise que me vieras excitado!
Hermione puso cara de sorpresa, mientras su rostro se volvía de color granate, sin embargo, no había recriminación ni reproche en sus ojos. Eso era todo lo que Ron necesitaba saber; decidiéndose, se levantó y se encaró a ella.
-Yo pensé que iba a molestarte –le explicó con calma, acercándose-. Y haz el favor de no mencionar a Lavender, que no tiene nada que ver con esto. –Y antes de darle tiempo de replicar, cerró sus labios con un beso. Pero ella volteó la cara y lo empujó.
-Suéltame.
-No –estaba decidido. Volvió a abrazarla, envolviendo sus brazos con los propios y buscando nuevamente su boca.
-Suél…tame… -la besó otra vez, con fuerza y profundidad, introduciendo su lengua en su dulce boca. Lentamente la exploraba, llenándose de su olor, de su aliento, mientras la resistencia iba disminuyendo poco a poco.
Soltó la presión del abrazo cuando Hermione correspondió a su llamado, colgándose de su cuello acariciando con sus finos dedos (provocando un escalofrío en él) su nuca y su cabello. Estaba fascinado, no había otra cosa para él que ese descubrimiento, el de sus bocas entrelazadas en sendos besos, íntimos y sensuales que habían logrado, desde el primer contacto, henchirlo de una sensación ya conocida por él e identificada con Hermione: la erección.
Como en cámara lenta, Ron comenzó a besarla en el cuello, con la boca abierta y con suavidad, saboreando el gusto de su fragante piel. Deslizó sus palmas bajo el suéter de Hermione, escalando por la tersa curva de su espalda baja hasta llegar al broche de su sostén. Lo rodeó con los dedos hasta la parte delantera, en tanto que ella respiraba agitadamente y gemía con los ojos cerrados mientras él llenaba sus manos con las copas del brassiere y su contenido: dos redondos pechos que cabían perfectamente en sus manos abiertas, que lo recibían con calor y firmeza, haciendo que Hermione levantara los brazos para que él pudiera quitarle la prenda.
Una vez que Ron le quitó el suéter y antes de poder ver con sus propios ojos lo que tanto tiempo había imaginado, Hermione hizo lo propio y despojó a su amigo de su suéter y su playera, quedando los dos con el torso desnudo (exceptuando el sostén de ella) y observándose sin palabras. Él no podía creer lo que veía, era como un sueño. Rozó con los dedos el escote de la chica… y ése fue el detonante, pues volvieron a abrazarse, esta vez pegados el uno al otro, mientras Hermione se deshacía rápidamente del sujetador de encaje, para terminar apretando sus pezones levantados contra el pecho de Ron, lo que provocó que él se endureciera aún más (no pensó que fuera posible), pegando su masculinidad al vientre liso de ella.
-¿Era esto lo que no querías que supiera? –susurró con voz ronca Hermione, dibujando una sonrisa en sus labios y atrayéndolo hacia sí por las caderas-, pero si lo supe desde el autobús mágico…
Ron, al escuchar este comentario separó los hombros, sorprendido, recordando el sueño de la noche anterior¿sería éste otro sueño o era realidad? Hermione no le dio tiempo de preguntar nada, volvió a besarlo mientras llevaba con su mano izquierda la derecha del pelirrojo hasta su pecho, donde Ron pudo sentir con deleite su corazón latir, en tanto presionaba suavemente y describiendo círculos con la yema de su pulgar el excitante pezón.
Hermione arqueó la espalda, sostenida por la cintura de la mano izquierda de Ron, en lo que éste bajaba lentamente por su garganta, mirándola de vez en cuando de reojo; besaba y humedecía con sus labios su escote, hasta que llegó a su pecho (ambos jadeaban al tomar aire, febriles), donde acarició con la lengua su centro de miel, succionó con sus labios ese bultito tan adorado y rebelde mientras su mano derecha recorría su piel y seguía bajando dejando atrás su abdomen, su delicioso ombligo, desabotonando el pantalón vaquero para alcanzar con los dedos el vello situado al terminar el vientre de Hermione.
Por su parte, ella se había enderezado y levantado la cabeza de Ron; acariciaba su delgado pero marcado pecho lleno de pecas en tanto el pelirrojo bajaba la mano por su vientre, y cuando ya rozaba el pubis de ella tocaron a la puerta, sobresaltándolos y deteniendo su respiración:
-Señorita –dijo una voz hosca de mujer detrás de la puerta, en el pasillo de la posada-, le recuerdo que ya es medianoche y debe apagar su luz. ¿Sus primos ya se fueron a dormir? –preguntó recelosa, poniendo énfasis en la palabra "primos".
-Claro, señora Rosen –respondió Hermione todo lo natural que pudo, mientras ella y Ron se ponían a toda prisa la ropa que les faltaba-. Que pase buena noche.
Por toda contestación, la señora resopló y la escucharon avanzar por el pasillo a las escaleras. Ron y Hermione se miraban, ambos con los ojos brillantes y las mejillas más que sonrosadas, ligeramente temblorosos pero sonriendo con placer y complicidad. Cuando no escuchaban ya pasos, Ron la abrazó y besó su cabello.
-Uf, qué susto¿no? –comentó recargando su mejilla en la frente de la castaña-. ¿Qué hubiera pasado si no llega?
Ella no respondió, se limitó a besarlo suavemente y al terminar lo miró con sus grandes ojos castaños que tanto le gustaban.
-¿Te espero mañana, a la una y media? –y soltó una risita mitad nerviosa mitad comprometedora- …claro que sabes qué habría pasado…
Acto seguido lo llevó a la puerta y volvió a besarlo brevemente como despedida, regalándole una hermosa sonrisa que él seguía viendo, aún después de que ella cerró la puerta.
