Gracias por la espera, ya falta poco para el final, nadie se desespere que seguro habrá lemon (ja! Ya parezco política, puras promesas ;))).

Gracias a mis seis lectores por sus reviews (jaja, soy bien exagerada), voy a intentar meterle velocidad al asunto para que ya actualicemos más seguido. Espero les guste el capítulo.

DISCLAIMER: Harry Potter es propiedad de JK Rowling.

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VI. Pensamientos y Deseos.

Al ver la cara de incredulidad que ponía Hermione, Ron dijo con voz recelosa:

-Ahora vas a negar que fueron novios… Seguramente por eso no quieres decir nada a nadie. ¿Es que no quieres que tu querido Vicky nos vea de la mano en la boda de mi hermano? –concluyó con las cejas alzadas.

-Por favor, Ron, no empieces –dijo cansinamente Hermione.

-No empiezo nada –exclamó el chico de mal humor-. ¿Sabes? Voy a esperar a Harry afuera, si no te molesta.

Se levantó, todavía con el pelo revuelto y las mejillas sonrosadas. Hermione lo dejó ir, observándolo…

Abrió de un tirón la puerta y cerró tras él con fuerza, sintiendo que sus orejas ardían de enojo. Las palabras de Hermione todavía resonaban en su cabeza: "yo nunca les he contado de ningún novio"… ¿Sería verdad que Hermione no había sido novia de Krum? Pero no podía creer eso, ya que Ginny le había hecho ver que su adorada amiga sí había estado con el búlgaro, y que lo había besado. Una ola de calor que no tenía nada que ver con las caricias de hace un momento le recorrió el cuerpo.

Se recargó con los codos en el barandal del pasillo, de cara al patio soleado. "¿Cómo pude ser tan estúpido?" Se sentía como el peor tonto de la tierra: Hermione y él estaban muy cerca, más cerca de lo que quizá él llego a pensar que estarían nunca, pero el que ella correspondiera a sus besos no era igual a que lo quisiera. Recordó con alarma que él sí le había confesado su amor, y se sintió todavía más tonto. Era obvio que Hermione no lo amaba a él, si pensaba que reconocer su relación ante los demás era raro.

-Soy un idiota –se recriminó en voz baja, agachando la cabeza.

Muy a su pesar, por su mente corrieron a toda velocidad imágenes de cabecitas castañas y pelirrojas correteando en el jardín de La Madriguera… "¿Pero qué demonios estoy pensando?". Aún en su fuero interno era frustrante aceptarlo, pero la verdad era que él se había ya imaginado a Hermione con él para toda la vida. Ensimismado, desechó esos pensamientos de su cerebro y se fijó con fastidio que el bulto seguía todavía en su lugar; su amigo (que a últimas fechas había demostrado ser de todo, menos eso) no se había dado cuenta de la situación y seguía levantado.

Echó a andar en dirección al baño, que estaba a su izquierda al final del pasillo. Una vez dentro liberó todo que había que liberar, al cabo de un rato salió con la cara lavada y encontró a Harry, que salía de la habitación que compartían, con una sonrisa radiante y la capa en la mano.

-¿Ya nos vamos? –preguntó Ron a Harry cuando se encontraron.

-Claro, voy a avisarle a Hermione.

Ron resopló, por toda contestación.

Se aparecieron (mejor dicho: se apareció Hermione con ellos de su brazo, para disgusto de Ron) cerca de la biblioteca mágica que se encontraba en Manchester, muy bien disfrazada al fondo de un largo callejón sin salida, donde había un montón de cubos de basura, y que aparecía si le dabas nombre y asunto al gato sentado sobre los botes.

-¿Nombre y asunto? –preguntó con voz felina el gato, después de dos maullidos.

-Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger; consulta de libros –Hermione dijo esto en voz baja, cuidando de no mover mucho los labios.

Al terminar de hablar, el bote de basura del extremo izquierdo desapareció y en su lugar encontraron unas escaleras que bajaban adentrándose en la oscuridad. Se pusieron en marcha, con Harry delante, y mientras más descendían, iba aumentando la luz y se caldeaba el clima.

-Ginny les envía saludos –les informó Harry sonriente, en un susurro. Como no obtuvo respuesta de ninguno de los dos, se volvió para verlos-. ¿Qué les pasa a ustedes? Ninguno ha abierto la boca desde que salimos de la posada, ni siquiera para pelear –se veía más que sorprendido, pues sus frecuentes peleas por todo ya lo tenían acostumbrado.

Ron arqueó las cejas al ver que Hermione tomaba aliento para responder.

-Nada –al contestar, miró de reojo a Ron y se le notaba preocupada. "Pero no es nada que me interese" se recordó Ron con amargura.

Harry sonrió negando con la cabeza, demasiado feliz para preocuparse por sus problemas, y siguió avanzando.

Ya en la biblioteca, se repartieron por los pasillos para abarcar más libros, y se llevaron casi todo el día en buscar, pues aunque encontraban mucha información acerca de los fundadores de Hogwarts, casi ninguna contenía algo que les interesara.

Regresaron a la posada en la noche con gesto desanimado y el estómago hambriento.

-Hasta mañana, Ron –Harry se despidió de su amigo al acostarse y apagar la lámpara de la mesita de noche.

-Hasta mañana –Ron lo observó mientras cruzaba los brazos recargado en la cabecera, demasiado inquieto para poder dormir.

Pasaron las horas y seguía sin conciliar el sueño, las tripas le empezaban a gruñir porque no había cenado bien y ahora lamentaba haber dejado la chuleta a medio comer. Se decidió a buscar comida en su maleta, y cuando se estaba levantando se detuvo al escuchar la voz queda de Harry, que hablaba en sueños y se revolvía en la cama.

-Ginny…

Ron hizo un gesto al escuchar el nombre de su hermana, y se le pusieron las orejas coloradas. ¿Pero qué diablos estaba soñando Harry, que tenía un intento de sonrisa en los labios? Esperaba que no fueran como los sueños que él tenía con Hermione, o de lo contrario tendría que hablar seriamente con su amigo acerca de sus intenciones con la menor de los Weasley.

Como Harry seguía llamando a Ginny y Ron no tenía ganas de escuchar los sueños de su amigo, salió de la habitación para intentar despejar su mente. Al salir sintió un poco de frío, aunque estaban en verano y hacía mucho calor en la habitación, la brisa se sentía muy fresca y él sólo llevaba el pantalón del pijama y una camiseta holgada. Al regresar para ponerse un suéter, un golpe sordo proveniente de la habitación de Hermione lo puso alerta. Se acercó con sigilo a la puerta de su amiga y tocó con suavidad, llamándola en voz baja. No hubo respuesta.

Estaba indeciso, no sabía si entrar o no, y se iba a ir a la cama pero oyó claramente a Hermione:

-Ron…

Sin pensarlo dos veces, esperando que no estuviera en problemas, abrió la puerta y se encontró con Hermione en el suelo, dormida y envuelta en las sábanas. Sonrío al imaginársela cayendo de la cama y se acercó para levantarla y volverla a acostar. Hermione al sentir los brazos de Ron, despertó a medias y le pasó los brazos alrededor del cuello, esbozando una hermosa sonrisa y mirándolo con los ojos entrecerrados de sueño.

-Ay, Ron, ¿por qué te volviste a vestir? –sonaba como niña pequeña, y el pelirrojo casi la tira al escucharla.

Se puso de color granate y la recostó con cuidado, levantando también la ropa de cama e intentando ignorar a Hermione, que se veía más que bien en pantalón corto y camiseta de algodón (y sin sostén, como bien pudo comprobar Ron antes de cerrar los ojos y darse la vuelta). ¿También ella estaría soñando las cosas que él soñaba? Salió de prisa de la habitación sin hacer ruido, mientras le llegaba a los oídos la respiración acompasada de Hermione, que ya se había vuelto a dormir.

De vuelta en su cama, se echó con las manos en la nuca y un mar de ideas en la mente. Haber escuchado a Hermione lo traía de cabeza, no sólo por la clase de sueños que se imaginaba que tendría con él (ésa era la mejor parte, y habría dado lo que fuera por saber de qué se trataba), sino porque esos sueños también podrían indicar que de verdad pensaba en él de la manera que Ron lo hacía de ella. Estaba más que consciente que la pasión no significaba amor ni sentimientos profundos, lo había comprobado con Lavender (se sintió un poco culpable al pensar esto), en su relación hubo muchos besos y hasta caricias atrevidas, pero ninguna le hizo sentir nada de lo que experimentó con la castaña. Además, sabía que Hermione no era así, ella no era del tipo de chicas que se dejaban llevar fácilmente por la pasión…

Lo único que tenía claro en ese momento era que estaba aún más confundido, y que quizá se había alucinado un poco por todo ese asunto de Krum. No supo en qué momento se quedó dormido, pero el reloj de su muñeca marcaba casi las tres de la mañana.

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Estaban sentados a la orilla del lago, era una mañana soleada y se encontraba muy a gusto, escuchando a los pájaros trinar en los árboles cercanos.

-Tú eres muy especial para mí, Hermione –se notaba que le costaba hablar, de lo nervioso que se le veía-, y me gustaría saber si tú sientes lo mismo por mí.

Ella sintió el color en sus mejillas y contempló el lago para no verle el rostro, mientras sentía un calorcito por el cuerpo que no se definía entre vergüenza y halago.

-Tú también eres especial para mí –le respondió después de una larga pausa. Al voltear la cabeza hacia él notó su proximidad y empezó a cerrar los ojos, sabiendo lo que estaba por venir.

La besó con dulzura, muy tiernamente, y Hermione le echó los brazos al cuello. Lentamente fueron recostándose en la hierba, pero había algo extraño en todo eso que pasaba: sus fuertes brazos alrededor de su cintura, los dedos de ella enredados en su cabello… había algo que no estaba bien. Como si Víktor estuviera inquieto. Abrió los ojos despacio cuando fue más que obvio que estaba diferente, y encontrar una nariz llena de pecas en lugar de inquietarla, le devolvió la confianza. Volvió a cerrar los ojos y aspiró con ansias el olor de su blanca piel, mientras Víktor/Ron avanzaba por su cuello.

-Ron…

El pelirrojo se separó y la observó desde arriba, con una sonrisa en la cara. Ya no tenía la capa de piel de la escuela de Durmstrang, sino que tenía el pecho descubierto y una mirada bastante provocativa.

Siguieron besándose mientras ella lo ayudaba a quitarle el uniforme del colegio, cuando una sensación de vértigo la sacudió. A continuación, vió a Ron con una camiseta puesta (¿qué no se había desnudado ya?) y las mejillas encendidas.

-Ay, Ron, ¿por qué te volviste a vestir?

Y se sumergió en las profundidades de los brazos de su pelirrojo, sintiéndose muy feliz y reconfortada…