Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Naoko Takeuchi y yo sólo los uso para liberar mis traumas y tratar de entretener sin ningun fin lucrativo.

Fugitivos.

"La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverse tan absolutamente libre, que tu mera existencia sea un acto de rebeldía" - Albert Camus.

15 años antes.

-¡Toma lo más básico! Yo tomaré a la niña, tienes dos minutos, no más ¿Entendiste? -gritó el hombre castaño mientras sostenía con ambas manos el rostro de una mujer de ojos verdes, notablemente conmocionada. La chica lo miraba, pero parecía no entender lo que estaba pasando. Él fijó sus penetrantes ojos marrones en ella, apretando con fuerza sus mejillas, intentando por todos los medios que reaccionara. -¡Vamos Makoto! ¿Me escuchaste?

La mujer asintió levemente con la cabeza y entonces aquel hombre soltó su amarre. Con paso atropellado llegó hasta una cuna que estaba del otro lado de la cama y echó un rápido vistazo en su interior. La castaña salió de su letargo y sin voltear a verlo, comenzó a llenar una bolsa con ropa y algunos artículos que estaban dentro de un cajón particular. El hombre dio un suspiro e hizo lo mismo, llenando un enorme bolso con cosas de bebé.

Exactamente dos minutos después, giró hacía la mujer quien lo miró con el terror dibujado en su rostro.

-¿Lista? - ella asintió con la cabeza y él giró para tomar a una niña pequeña, de no más de tres años que dormía plácidamente. La criatura emitió un gemido inocente, pero él la calmó en el acto. -Hora de irnos mi niña- dijo mientras la mecía con dulzura.

Caminó hacia Makoto y la tomó con fuerza de la cintura mientras ella se agarraba a él y a la niña con toda su voluntad. Ambos dieron un último vistazo a la habitación en penumbras antes de continuar -Haremos esa parada, pero será breve, ¿De acuerdo?

Makoto volvió a asentir sin decir palabra alguna y los tres desaparecieron en un chasquido al amparo de la noche.

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Unos segundos después, el sonido de un choque fuerte en el piso de su sala, despertó al hombre rubio de poco más de treinta años que dormía, o más bien, se removía intranquilo en su habitación. Apenas tuvo tiempo de pararse cuando los pasos atropellados se dirigieron a su alcoba, y la puerta se abrió de golpe frente a él.

-¡Andrew! -gritó Makoto alterada mientras corría en su dirección con la niña en sus brazos.

-Vienen por nosotros—dijo Neflyte parado atrás de ellos, mirando fijamente a la pareja que se abrazaba.

-Los esconderé, estarán a salvo aquí- dijo Andrew mientras acariciaba la cabeza de Makoto con desesperación.

-No, es demasiado peligroso-sentenció el castaño con severidad -. Deben despedirse pronto, tenemos que irnos.

-¡No te las llevarás! -gritó el rubio con molestia, pero Neflyte no se inmutó ni un poco.

-No seas un idiota, si se quedan aquí darán con ellas y todos moriremos.

-¡Yo las defenderé! -insistió retadoramente mientras miraba al general con desconfianza.

-¿Tú y cuantos más? -preguntó Neflyte con una media curva en los labios, alterando así mucho más a Andrew.

-¡Ya basta los dos! -interrumpió por fin Makoto, haciendo un acopio de sus fuerzas. -Andrew, Neflyte tiene razón, debemos irnos.

-Pero mi amor...

-Es por el bien de todos, sobre todo por el tuyo y el de la niña. No podemos quedarnos aquí.

El joven rubio la miró primero con molestia, pero ante el rostro sumido en tristeza y desolación de la mujer frente a él, aquel enojo se fue transformando en pena y en dolor.

-Entonces iré con ustedes- sentenció con decisión.

-Imposible, no puedo llevarlos a todos.

-¿No llevarías a Molly contigo? -insistió Andrew maliciosamente, que Neflyte tuvo que avanzar hacía él, de manera amenazante.

-Me llevaré a tu mujer y a tu hija para salvarlas—dijo encarándolo -. A cambio deberás cuidar a la mía- agregó después de un largo silencio con su mirada clavada en los feroces ojos azules del rubio.

Andrew dio un fuerte suspiro y comenzó a relajar el cuerpo. Estaba realmente tenso, pero el hombre frente a él no era una amenaza, sino por el momento, su única salvación.

-Llevas mi vida entera en tus manos, Neflyte—dijo estirando una mano hacia él, como viejos camaradas que hacen un trato.

-Lo sé.

-¡Maldición! -gritó Makoto, terminando con el apretón de manos entre ambos hombres. -No trajimos el libro de cuentos de Haru.

-Aquí debo tener otro—aseguro Andrew rebuscando con desesperación entre unas revistas apiladas a un lado de su cama -¿Qué tal este?

-¡Imposible! -susurró lastimeramente –Esta niña no duerme si no es ese libro en particular.

Los tres adultos en la habitación se miraron mutuamente por unos segundos que parecieron eternos, hasta que un fuerte chasquido volvió a interrumpir sus pensamientos.

-¡No, Neflyte! -volvió a gritar Makoto, pero era demasiado tarde, el general se había ido.

-Tranquila, volverá pronto.

-¿Pero si lo agarran? Si lo atrapan estaremos perdidos, todo por un tonto libro.

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Neflyte apareció de nuevo en la habitación del castillo. Las luces seguían apagadas, pero todo lo que había visto unos cuantos minutos antes parecía haber sido atacado por un huracán. Sus posesiones estaban regadas en el suelo con tanta saña que todo estaba roto o destrozado con brusquedad.

Se movió con cuidado de no pisar nada que hiciera ruido, pero no lograba encontrar el libro de cuentos que él y Makoto le leían a la pequeña cada noche antes de dormir. Por un momento se lamentó haber sido tan impulsivo, pero más aún, se lamentó no haber tomado ese libro en primera instancia.

-¿Buscabas esto? -escuchó en una muy conocida voz a sus espaldas. Su mirada se tensó y por instinto, cerró un puño, preparándose para luchar.

-Jadeite—dijo girándose para encontrarse con su más entrañable compañero de armas.

El hombre rubio de intensa mirada azul, estaba recargado en el umbral de la puerta, con el libro en las manos.

-Están locos—dijo en voz suave –Están jodidamente locos, ¿Pero sabes? …Te respeto por ello.

-Te pido que no me detengas, amigo mío.

-¡Arruinas tu vida entera por alguien que no te ama! - exclamó el rubio con intensidad.

-¿No es lo mismo que han hecho todos en este castillo?

Jadeite sonrió frunciendo la nariz, atrapado por la verdad en las palabras de su compañero. Lo observó por primera vez en mucho tiempo, Neflyte era un hombre alto de facciones fuertes, pero en ese momento parecía que todos los años se le habían venido encima. Sin dejar de sonreír, agitaba levemente el libro en sus manos.

-Eres un idiota mi estimado Neflyte, pero te dejaré ir -soltó al fin.

-Sé que no será la última vez que nos encontremos Jadeite—dijo mientras se acercaba a él.

-También lo sé, pero entonces será diferente. No correrás con la misma suerte.

-Estoy seguro que no.

Neflyte se paró frente a su amigo y compañero. En realidad, ese hombre era un hermano para él. Tomó el libro de sus manos y en un acto de camaradería le dio un fuerte abrazo, uno al que el rubio no pudo negarse.

-Cuídalas, cuídate también.

-Lo mismo digo, - exclamó el castaño finalizando el abrazo - Dile a Rei que lo siento, que Makoto lo siente. Dile que juro que cuidaré de ellas con mi vida.

-Que así sea.

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Unos instantes después, el general volvió a materializarse ante la mirada aterrada de Andrew y Makoto que lo esperaban con impaciencia.

-¿Porque hiciste eso? -gritó la castaña entre sollozos, mientras se acercaba a él para golpearlo en el pecho.

-Luego hablamos. Despídete, ya saben que nos hemos ido- ordenó el general apartándola de él con muy poco tacto.

Los ojos verdes de la regente del trueno se abrieron con sorpresa y temor. Pero Neflyte la ignoró mientras se daba la vuelta y se paraba justo afuera de la habitación.

-Andrew—dijo la castaña volviendo en sí -Nos vamos.

-Makoto, te amo- exclamó tomándola del rostro y besándola con fuerza. La niña seguía dormida sobre la cama, ajena a todo el movimiento a su alrededor.

Se fundieron en un abrazo tan fuerte, mientras sus labios se besaban con pasión desmedida. Por los rostros de ambos, las lágrimas comenzaron a correr sin control. Ninguno cedía ante la necesidad de tomar aire, puesto que, en el corazón de los dos, la idea de que este fuera quizá, su último beso, les rompía el alma.

-Te esperaré donde quedamos—dijo al fin Andrew besándola en la frente.

-Sí, y por favor, busca a Molly, váyanse los dos de aquí, Neflyte dice que puede seguirles el rastro.

-Iré por ella en cuanto se hayan marchado, ya quedamos.

-Cuídala mucho, recuerda que no hay razón para que sospechen de ustedes. Estarán a salvo siempre que no hagan nada tonto.

-¿Confías en él?

-¿No lo haces tú? -preguntó con extrañeza.

Andrew bajó la mirada un tanto avergonzado. Por supuesto que no confiaba en él ni en nada que viniera del castillo, pero eso era algo de lo que Makoto no quería escuchar en ese momento. Sin embargo, tampoco podía dejar pasar el hecho, de que, durante años, Neflyte había puesto en peligro su propia vida por protegerlos a ellos, un acto noble pero que hasta el momento no lograba calificar como desinteresado.

-Él también está dejando a alguien, ¡Y la está dejando bajo tu cuidado! No quiero verte dudar de esa manera.

-No, yo... lo siento.

-Es todo, debemos irnos—dijo en un tono molesta mientras tomaba a la niña de nuevo en sus brazos.

Ambos se dirigieron de vuelta a la sala, donde el general ya los aguardaba acompañado, para su sorpresa, de una pequeña y muy angustiada mujer castaña.

La mirada azul de Molly se clavó con mucho miedo primero en la niña y después en Makoto, que la miró con ternura. Regresó después con desesperación hacia Neflyte, quién la abrazó protectoramente.

-Estarán bien juntos, mantengan un perfil bajo—dijo el general con sus labios pegados en los castaños cabellos de su amada -. No intenten contactarnos, nosotros lo haremos en cuanto tengamos oportunidad.

-¿A dónde irán? -preguntó Molly con angustia.

-No puedo decirte, pero siempre sabré donde estás tú- le respondió suavemente.

-¿Podrás aparecerte?

-No, seguirán mi rastro. Kunzite y Darien son capaces de localizarme de esa manera. Tuve que tomar muchas precauciones especiales para que no nos rastrearan hasta aquí. Es hora.

Los cuatro se miraron por última vez, y después de un corto y fugaz beso, cada pareja se separó para volver a formar otra, en un intercambio lleno de dolor y confusión.

-Escucharán muchas cosas de nosotros, no crean nada—dijo Makoto con tristeza.

Andrew y Molly asintieron con la cabeza, pero sus miradas expresaban demasiadas cosas a la vez.

Neflyte tomó a la niña de brazos de Makoto y la cubrió con la cobija ante la mirada suplicante de Andrew que parecía estar a punto de volverse loco.

-Sé lo que piensas, no puedo dejártela. Si logran dar con ella ustedes no podrán protegerla.

-¡No soy un inútil! -gritó desesperado.

-Si lo fueras, no te dejaría a mi mujer.

Molly abrazó a Andrew en un vano intento de reconfortarlo. Fue un acto simple y lleno de ternura, pero bastante incómodo para todos. Cuando las miradas dejaron de cruzarse entre ellos. los guerreros altos y castaños se desvanecieron en un chasquido, dejando dos almas tristes y rotas atrás.

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Mi querida Haru:

Espero que esta carta y el resto de las historias que le siguen a la misma te encuentren bien, en un momento de tu vida donde solo puedas atesorarlas como un fiel recuerdo de tus padres que te han amado tanto, desde el momento en que supimos que vendrías a nuestra vida.

Antes que leas todo lo que ha rodeado tu mundo, incluso desde antes de tu concepción, quiero explicarte una cosa y espero que sepas comprender que, aunque cometimos muchos errores, todo ha sido pensando en tu bien y en el del resto del mundo.

Todo lo que leerás en las siguientes páginas fue hecho por amor, el amor que se le tiene a la familia de sangre y corazón. No nos enorgullecemos del daño que hicimos a nuestro paso, pero todos aquellos que sucumbieron en nuestras manos, amigos y enemigos, luchaban exactamente por lo mismo: sus familias. Estamos convencidos que ellos defendían sus propios intereses y principios, al igual que nosotros, pero después de todo, sobrevivir es para los fuertes, es la ley de la vida.

Te llamamos Haru, mi preciosa niña, por su hermoso significado. Por un lado, quiere decir "primavera", haciendo alusión al día que te tuve entre mis brazos por primera vez. Una hermosa mañana de abril cuando todo el jardín donde tu padre (Neflyte) y yo paseábamos, florecía con un encanto especial. Recuerdo estar viendo el rocío en las flores cuando sentí que era tu momento de salir a este mundo. ¡Fue una sorpresa para todos! pero ¿Qué más podríamos esperar de ti? Si siempre has sido un cumulo de bendiciones que vino a mover nuestras vidas como un huracán. Por otro lado, tu nombre está relacionado con el renacer del mundo, una tarea muy pesada que no quisimos dejar en tus hombros, pero que esperamos consigas o al menos, luches por ello.

También debo admitir, que secretamente te puse ese nombre pensando en una persona muy querida para mí, pero eso lo descubrirás en tanto avances por las páginas de este diario.

Una vez establecido esto, continuaré...

Tu padre (Neflyte) y yo formamos parte de un imperio que, al principio, prometía muchas cosas maravillosas para toda la humanidad y para nosotros mismos, una utopía sublime que nos ofrecía felicidad completa y duradera, pero que no lo era.

Yo formé parte del ejército de la princesa Serenity, descendiente de la Luna. Tenía apenas catorce años cuando fui reclutada y en ese tiempo, dentro de mi inocencia, no me cuestioné las "buenas intenciones" de este plan. Además, tus abuelos habían muerto algunos años atrás y en mi soledad, me aferré a mi nueva familia, cegando mis ojos para una verdad que amenazaba con aplastarme.

Por otro lado, tu padre (Neflyte) era parte del ejercito del príncipe Endymion, original regente de la tierra que, como ahora sabrás, pasó a ser un títere más en este orquestado golpe contra la soberanía de un planeta entero.

Aquí debo mencionar que, en un principio, tu padre y yo fuimos enemigos e incluso, en otra vida durante el milenio de plata que se desarrolló en la Luna, (a pesar de haber sido amantes) ambos peleamos a muerte, sin que ninguno resultara vencedor.

Cuando renacimos en esta era, cada quien tomó su camino y tu padre creció cobijado por una buena familia hasta el momento que el Negaverso (que ahora no me parece tan terrible) vino por él y volvió a hechizarlo para que fuera de nueva cuenta nuestro contrincante. Volvió a morir a manos de su propia captora, dejando a una familia desolada que nunca jamás volvió a saber de él.

En algún punto y después de muchos años, cuando Tokio de Cristal comenzó a tomar poder, tu padre y sus amigos (entre ellos tu padrino Jadeite) fueron resucitados, con la única intención de formar parte del ejercito Lunar (que también nos contaba a mí y mis amigas entre sus filas). Ahora, todos juntos, debíamos formar una enorme familia unida por el amor y la confianza, que peleara junta como un ejército invencible, ¡Vaya, que errados estábamos!

Aquí es donde entra tu otro padre (Andrew), un chico amable y bueno que conocí en mi adolescencia y que cautivó mi corazón desde el primer instante. Demás esta decir que lo amé con locura y tú eres la prueba viviente de ello, pero eso es adelantarnos un tanto en la historia. En fin, cuando tu padre (Neflyte) resucitó, mi corazón tenía dueño y no había espacio para él (no te molestes, que te quede claro que también lo quise mucho)

Nota de papá: Aquí tu madre no es sincera contigo, sé que me quiso desde el primer día que me vio, que no te engañe.

Tu padre, (Neflyte) tomó esto de muy buena manera eh de admitirlo. Ayudó mucho que, en su primera aparición en nuestra era, conociera a Molly, una linda chica que le robó el corazón y que le ayudó a redimir su alma y enderezar su vida. No puedo dejar de dar gracias, porque si no fuera por ella, tu padre no sería el hombre que es para nosotras.

Nota de papá: Gracias cariño.

Sin embargo, que tanto Neflyte como yo fuéramos renuentes a unir nuestras vidas, como lo hicieron el resto de los generales con las senshis fue el principio de nuestros problemas. Ambos fuimos presionados duramente para enamorarnos, lo que en mi particular punto de vista, no solo no ayudaba, sino que perjudicó la relación, haciendo que cada uno se separara más del otro conforme pasaban los días.

Pero Neflyte siempre fue muy inteligente y propuso un plan que nos funcionó al principio. Ambos fingimos comenzar a querernos, mientras manteníamos en secreto nuestras respectivas relaciones con Andrew y Molly. Tu padre Andrew no lo tomó de buena manera, desconfiaba de todo lo que viniera de palacio, pero Neflyte logró convencerlo de alguna manera que aún no descubro y que él se ha guardado celosamente. Molly por su parte parecía más dispuesta, después de todo no teníamos muchas opciones para escoger.

Nota de papá: Sí, tuve que golpearlo. No me enorgullezco pero tampoco me arrepiento.

Aquí debo decirte, que no hay mentira que duré mil años. A pesar de todo el esfuerzo y dedicación que pusimos para que esto funcionara, había algo que no teníamos contemplado: Tú.

Tu llegada cambió nuestras vidas, revolvió nuestros planes que, a final de cuentas, solo eran una ilusión de algo que no conseguiríamos engañando, sino luchando. De ninguna manera pretendo que sientas que te culpo, al contrario, nos diste esa razón para salir de nuestro auto engaño y despertar por fin a lo que realmente deseábamos, libertad.

Fuiste tú, mi pequeña, la que nos hizo poner en marcha, dejando la comodidad y el autosacrificio en pos de una vida digna para ti y los hijos que llegues a tener. Nos abriste los ojos y nos enfocaste en lo verdaderamente importante, apartando de nuestras vidas aquel discurso grabado con sangre en nuestras mentes, ¡Al diablo Tokio de Cristal y el Milenio de Plata! No hay nada más importante que tu bien y tu seguridad.

Pero para eso, hizo falta años. Construimos mentira sobre mentira haciendo que la verdad se escondiera tan profundo que comenzó a comernos sin darnos cuenta. Mientras tu padre Andrew y Molly vivían con un perfil bajo muy lejos de Tokio de Cristal y, por ende, de nosotros, Neflyte y yo no solo compartíamos techo, sino una habitación, haciéndoles creer a todos que tú eras el fruto de nuestro tardío amor.

Y tal vez todo hubiera seguido igual si no fuera por un pequeño detalle, al ser tú, hija de un hombre normal, sin ningún poder, no heredaste las características necesarias para convertirte en la guardiana de la pequeña dama, hija de mi hasta entonces, amiga Serena, próxima gobernante de la Tierra.

Eso heló nuestros corazones, pero también me causó un gran alivio. Te salvabas de una vida dedicada al bienestar de alguien más, si no fuera porque a la vez, ponía en peligro la mentira en la que tus padres y yo vivíamos.

Y así comienza nuestra historia, un terrible cuento lleno de dolor y esperanza. Que lo que estas por saber te sirva, mi pequeña Haru, para entender que un mundo perfecto no existe. No puedes tratar de cimentar un gobierno sobre la voluntad de sus ciudadanos y tampoco puedes intentar pasar por encima de los sentimientos de la gente.

Te recuerdo, aunque sé que no hace falta, que eres una niña muy amada y afortunada. Tu padre Andrew te ama tremendamente, tanto que renunció a ti para salvarte. No creas que no luchó, no creas que no berreó y no alzó las mangas de su camisa para enfrentarse a lo que tuvo enfrente, lo hizo todo pensando en ti y eso, es algo que debes admirar siempre. Sé cómo él, valiente.

Tu padre Neflyte, porque, aunque no lleves su sangre si llevas su corazón, también te ama con desmedida vehemencia. Ese hombre te ha dedicado la vida desde que vio tus ojos verdes mirarlo por primera vez. Renunció a todo por ti sin siquiera pensarlo, él también es tu padre y espero que también seas como él, leal.

Me despido por lo pronto de ti, mi dulce pequeña. Que el poder de Júpiter siempre te proteja.

Tu madre que te ama.

Nota de papá: Claro que eres mi hija, mi dulce y brillante estrella.

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Aquella chica de cerca de veinte años, o al menos eso aparentaba, cerró el libro de golpe. Lo envolvió de nuevo en el maltratado pedazo de tela salpicado con gotas de sangre, de donde lo había sacado unos instantes atrás. Tuvo que acomodarlo un poco, había un libro de cuentos infantiles con las páginas dobladas y la portada rasgada que le estorbaba un poco, pero que en definitiva no pensaba descartar.

Caminó despacio entre los escombros y los restos humeantes del campo de batalla donde se encontraba. Sus pesadas botas destrozaban los vidrios y cualquier material endeble que yaciera en el piso a su paso. Pateaba de vez en cuando, cualquier trozo grande de edificio, disfrutando cuando éste se desmoronaba al caer.

-Haru, por aquí- escuchó a lo lejos y sin dudar se dirigió hacia donde era requerida. No tenía prisa, sabía que lo que le esperaba no iría muy lejos.

Unos metros frente a ella, un grupo pequeño de guerreros mal heridos la esperaban, aunque sus miradas estaban puestas en un punto en el suelo, en medio de todos ellos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, las personas congregadas le abrieron paso y ella, sin detenerse llegó al centro del círculo. Sus labios se curvaron en una media sonrisa burlona con tintes siniestros, algo cargado de satisfacción y odio a la vez.

-Al fin nos vemos, pequeña dama.

CONTINUARÁ...

Gracias a todos por leer.

Pues bien, ya sé que tengo muchas historias abiertas, pero cuando esta idea entró en mi mente no salió hasta que la escribí y pues aquí esta, esperando que la disfruten.

Buena parte de la historia está escrita en un diario por Makoto y Neflyte hará algunas notas, por eso parece interrumpida. No sé si seguiré anotando las palabras NOTAS DE PAPÁ, o lo cambie por algo más fluido, pero avisados están.

Agradezco sus comentarios, me encanta leer lo que opinan de las ideas que retuercen mi mente.

Y pues es todo, saludos.!